Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114588
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 25: COMENZANDO POR EL DESTINO

 

Hola!!!!

Les recuerdo mi twitter @marie198032

y les aviso que... a lo mucho, le quedan 2 caps a la historia

más epílogo.

Millones de gracias por sus visitas, por tomarse el timepo

de leer, por los votos y a quienes comentan.

Porfa, les pido un comentario siii?

Además, tengo unas historias guardaditas y me encantaría

saber qué opinan al respecto, les gustaría que las publicara¿?¿?

Les dejo otra notita al final ^.^

 

*********************

 

EDWARD POV

— ¿Tú?— dijo viéndome con el ceño fruncido de coraje.

Bella seguía sin entender nada, nos miraba alternadamente, confusa.

¿Por qué de todas las personas en el mundo tenían que ser precisamente ellos? Alguna vez llegué a sospecharlo, pero me sentía tan bien, tan tranquilo; que olvidé por completo del asunto. Estaba seguro de que eso iba a terminar mal, juraron que jamás me perdonarían y hoy estaba más convencido que nunca de que hablaban muy en serio.

—Emmm… él es…—comenzó a explicar Bella.

— ¡Un maldito!— gritó interrumpiéndola.

— ¿Perdón? ¿De dónde lo conoces?— no contestó, sólo respiró agitadamente, concentrando su coraje en sus pequeños puños—. ¿Mamá?...— preguntó Bella de nuevo—. ¿De dónde se conocen?— dijo sin dar crédito, por primera vez me volteó a ver, yo no sabía qué decir—. ¿Edward?

—Emmm… verás… Bella, yo los conozco porque…

—Querida, encontré…— dijo Charlie entrando a la sala con algo en sus manos que dejó caer al piso después de que alzó la vista y me vio—. ¿Qué demonios hace él aquí?— gruñó con coraje y avanzó furiosamente hacia nosotros.

—Espera…— dijo Reneé deteniéndolo del brazo.

— ¡Suelta a mi hija!— dijo arrancando a Bella de mi lado de manera violenta.

Ella, tan frágil, salió disparada a un lado; por suerte su madre estaba en medio y logró sostenerla antes de que se estrellara contra algo.

— ¡Papá!— chilló ella.

— ¡¿Qué?! ¿También vas a apartarme de ella?— dijo poniéndose enfrente de mí, con la cabeza en alto, altanero y retador.

—Señor, yo no…

— ¿Qué es esto? ¿Una venganza?— escupió las palabras sobre mi cara con odio.

Tenía que hacerlo parar, la situación se estaba volviendo un tanto enredosa, más para Bella que no sabía qué decir, y seguía a medias nuestra “conversación”. Pobre, tenía una cara de perplejidad y desconcierto magistral.

Todo el malentendido debía solucionarse de una vez, antes de que eso se convirtiera en una bola de nieve, yo jamás me acercaría a Bella por venganza; es más, en ningún momento pensé eso y ni siquiera sabía que ellos eran sus padres. Ella nunca me mostró una fotografía, ni se la pedí, y cuando ella o Alice hablaban se referían a ellos como papá, mamá o los Swan.

—Por supuesto, es venganza; más claro no puede estar. ¿Qué buscas?— siguió diciendo Charlie con odio.

— ¡Ya basta!— gritó Bella haciendo que los tres volteáramos a verla—. ¿Podrían explicarme qué demonios se traen con mi novio?— dijo exasperada.

— ¿Tu qué?— preguntó su mamá.

— ¡Maldito pedófilo! ¡Ahora si te mato!— fue tan rápido que no lo vi venir, él se me abalanzó y me dio en la cara con el puño.

Caí en un sofá con él sobre mí, se separó un poco para tomar impulso y darme otro golpe; aún un poco aturdido por el anterior intenté esquivar torpemente sus puñetazos. Reneé trataba de quitarlo de encima, Bella se metió con dificultad entre los dos y abrió sus brazos, protegiéndome.

— ¡Ya! ¡No lo golpees!— gritó histérica, llorando.

Me sentía muy mal de que las cosas se hubieran dado así, justo cuando ella más los necesitaba y eso pasaba…

—Haber si lo sigues defendiendo cuando sepas los que nos hizo— dijo Charlie.

— ¿De qué hablas?— preguntó Bella atónita.

—Este maldito… desgraciado, es el médico que mató a tu abuela en Londres…

— ¿Qué?— el tono de voz de ella era apenas audible.

—Por su maldita negligencia ella falleció y le quitaron su licencia. Ahora te busca a ti como venganza por lo de su maldito titulo— dijo estrepitosamente, luego se dirigió directamente hacia mí—. ¿No era tu “vocación”?... ¿el ser médico?— no daba crédito a lo que sucedía, sus palabras eran increíbles. Esto tenía que acabar, pero ya.

—Edward eso es…— Bella me miraba como si me desconociera, quería decirle tantas cosas, nada de lo que decía su padre era cierto, la verdad estaba muy distorsionada.

Pero también era verdad que no hallaba por dónde empezar, me hice un nudo, mis pensamientos eran tantos que no sabía por cual comenzar; eran tantas cosas y tan poco el tiempo para aclararlas.

—Bella… no fue así como sucedió— ella abrió la boca sorprendida y dejó escapar un suspiro. Agachó la cabeza y comenzó a llorar–. Bella…— me paré e intenté acercarme, pero ella levantó la mano, indicándome que me detuviera.

— ¡Déjala! No te atrevas a tocarla— gritó él.

—Charlie…— dijo Reneé tratando de ser razonable.

— ¡Asesino! ¡Maldito asesino…!— un jadeo escapó de él, pusimos nuestra atención en él, se agarraba el pecho con fuerza, ¡maldición!, lo que faltaba… Bella corrió hacia él, se hincó a su lado mientras le preguntaba qué tenía.

—Emmm… yo…— dije tratando de acercarme.

—Vete— dijo Bella con monotonía.

— ¿Qué?— pregunté desconcertado.

— ¡Que te vayas!— me quedé inmóvil en mi lugar, entonces ella volteó a verme con súplica–. Por favor— asentí y salí de la casa.

Subí al auto, cerré la puerta con fuerza y tomé mi celular.

—Hospital de Forks, Buenos días— contestó al primer timbre.

—Hola, Myrna, buenos días. Habla Edward, necesito una ambulancia, urgente— dije estrepitosamente.

—Okey, Edward. ¿Quieres que le avise a tu papá?

—Sí, por favor. Dile que es el padre de Bella.

—De acuerdo, ¿podrías darme la dirección?

—Claro…—se la dije y arranqué mi coche.

Cuando llegué a casa no reparé en nada, entré directamente y sin escalas. Azoté la puerta y caminé a grandes zancadas hasta la sala de entretenimiento, al bar.

—Hola Ed… Wow— dijo Tanya cuando pasé casi volando a un lado de ella. Para cuando  me dio alcance yo ya estaba sirviendo mi segunda copa.

— ¿Qué demo…?— dijo dándome vuelta—. ¡Por Dios, Edward! ¿Quién te hizo esto?— dijo tocando una herida haciéndome respingar.

— ¡Auch!— me quejé apartando su mano. Tomé el vaso y lo vacié casi por completo de un trago—. ¿Y Alice?— pregunté casi a punto de entrar en pánico.

—Jazz, Emmett y Rose la llevaron a pasear y tus papás están en el hospital— volteó a la puerta y después me vio de nuevo retadoramente—. ¿Dónde está Bella?— riñó.

— ¿Recuerdas por qué terminé viniéndome de Inglaterra?— su mirada se suavizó, entendió a que me refería y negó muy levemente, incrédula–. Los padres de Bella son los Swan de Inglaterra— tras esas palabras terminé el trago y me serví otro, estaba muy frustrado.

— ¿Qué pasó?— preguntó ella con urgencia.

—Su papá malinterpretó la situación, cree que me estoy vengando de él porque, según él, me quitaron la cédula después del incidente.

—Eso no es cierto— dijo intrigada.

— ¡Lo sé! Se me vino encima, yo no sabía que decir o hacer, tenía mucha información como para decirla en pocos minutos y dejar las cosas en claro, no supe por dónde comenzar, entonces él se puso mal y…

— ¿Qué le pasó?

—Creo que… un ataque al corazón.

—No, no, no…— decía con pesar comenzando a dar vueltas.

—Bella me echó— levantó la vista sorprendida.

— ¿Qué? Ahorita mismo voy a…— dio media vuelta y le detuve del brazo.

—No, Tanya. Su papá estaba mal, debe estar con él— ella se relajó un poco y asintió.

—Espérame aquí y deja eso— dijo quitándome el vaso.

 Salió un rato, el cual aproveché para agarrar de nuevo el vaso, escuché sus murmullos mientras hablaba por teléfono, luego regresó y me arrebató el trago antes de terminármelo.

— ¡Que dejes eso, maldita sea!... Averigüe el estado del señor Swan.

— ¿Cómo está?

—Estable… Bella está ahí, creo que tienes que ir con ella para que hablen y…

—No.

— ¿Qué?

—No puedo, tal vez después…

— ¡Edward Anthony Cullen Masen, nada de eso! No sabemos qué pase después, si quieres te puedo ayudar a llegar a ella. Anda, vamos— me miró con ojos rogones, no pude negarme.

—Está bien— dije resignado. Ahora, ¿cómo empezaría a contarle todo a Bella?

—Okey, pero primero báñate, quítate esa peste a alcohol y ven para ayudarte a curar esas heridas— asentí y fui a hacer lo que me mandó.

Mientras me alistaba para salir no dejaba de darle mil vueltas a la situación.

Bajé con un botiquín en la mano, Tanya me curó, me dio un par de puntadas en el labio y puso unos pequeños parches. Salimos hacia el hospital después de un rato.

Cuando llegamos pedimos indicaciones a Myrna y fuimos hacia la habitación.

—Deberías quedarte aquí— dijo deteniendo su andar.

—No, esperaré afuera de la habitación.

— ¿Seguro?

—Sí— continuamos hasta que tuvimos la puerta frente a nosotros.

—No intentes nada— advirtió con mirada matadora, asentí y entró dejando la puerta entreabierta. Me acerqué lo más que pude, sin delatarme, para escuchar la conversación. 

—Hola, señora Swan. Yo soy Tanya Denali, la trabajadora social del hospital y amiga de Bella— dijo con amabilidad.

—Hola, Tanya— contestó la señora.

—Bella, ¿cómo sigue tu papá?

—Bien, ya está mucho mejor. Gracias.

—Qué buena noticia ¿Qué te parece si le traemos algo tu mamá?, de paso nos tomamos un café y platicamos.

—Sí hija, ve con ella. Yo me quedo al pendiente, no te preocupes.

Escuché los pasos y me alejé cierta distancia. Tanya tenía un brazo alrededor de los hombros de Bella, ella tenía la mirada en el piso y asentía a los susurros de Tanya; levantó la vista, me dio una mirada fugaz y volteó de nuevo al piso. Cuando pasaron por mi lado siguieron caminando.

— ¿Qué haces aquí?— preguntó confundida, esquivando mi mirada.

—Viene a hablar contigo, en mi oficina, ahora— ordenó Tanya. Continuamos el camino en silencio, entramos y Tanya se quedó afuera–. Voy por café, pórtense bien— cerró la puerta, nos quedamos en silencio un momento, luego ella alzó la vista, me miró alarmada y se acercó a mi rápidamente.

— ¡Edward!, estás muy hinchado y amoratado— dijo pasando suavemente sus dedos por mis heridas.

—No es nada, supongo que…. ¿lo merecía?— ella negó con la cabeza.

—Nadie se lo merece.

—Bella tengo que hablar contigo— ella asintió y se alejó un poco.

—Te escucho— dijo mientras me daba la espalda.

—Okey, la verdad no sé por dónde comenzar….pero bueno.

—Pues, espero que puedas hacerlo. Necesito escuchar tu versión— asentí e inhalé con fuerza.

—Cuando estuve en Londres, antes de graduarme, hice mis estadías en un hospital muy reconocido; amaba ayudar a los demás, cada día había un caso interesante qué tratar y era feliz haciendo lo que quería. Un día todos supimos sobre un gran caso, todos lo querían por el reto que representaba; uno de mis colegas lo ganó pero inexplicablemente se rindió, dejándolo a medias, me sorprendió porque él era una eminencia en el tema y pensé que sería capaz de sacarlo adelante. Un día llegó a mi lado y me propuso que continuara con su caso; con gusto acepté, estudié el expediente, me presenté con la familia e hice el procedimiento que, según mis conocimientos, era el más adecuado.

“En la mesa de operaciones, no sé qué pasó, todo comenzó a salir mal; se me vino encima una complicación tras otra, luego el fallo multi-orgánico… no pude hacer nada. Murió— por primera vez, desde que empecé mi relato, nos miramos; Bella lloraba, tenía una mirada triste, pensativa y distante. Se acercó despacio hasta que quedamos de frente.

— ¿E… era…?— trató de decir. Asentí, prediciendo lo que quería preguntar.

—Marie de Swan, tu abuela— dije esperando a ver su reacción. Desvió la mirada y conforme parpadeaba sus lágrimas caían.

—Pero, ¿por qué…? Yo supe que…

—Lo sé. Fue negligencia, ordené medicamentos que no correspondían…— ella me vio sorprendida y retrocedió unos pasos; su reacción me dolió–. Te juro que no fue mi culpa, el colega del que te hablé, ocultó información cuando me pasó el caso, cosas que nunca aparecieron en los informes: sus errores. Se dio cuenta de que había hecho casi todo mal, que podía perder su licencia y lo ocultó; en su desesperación me dio el caso, tomé decisiones equivocadas por su culpa. Te juro que de haber sabido sus errores, hubiera hecho todo lo necesario para salvarla— la tomé de las manos y sólo me miró.

Creo que enterarse de todo fue difícil para ella, por sus gestos supe que había querido mucho a su abuela.

— ¿Por qué mi papá te condena de esa manera? ¿Te quitaron tu título?

—Él cree que todo fue mi culpa, dejó Inglaterra cuando la demanda estaba a medias. Pero el hospital le dio seguimiento hasta que encontraron al culpable; aquel colega fue el médico al que ya no le dejarán ejercer, su comportamiento fue poco ético. A pesar de no haber tenido nada que ver, me sentí culpable, por no haber tenido la iniciativa de corroborar los procesos por los que ella había pasado. Fue mi primera pérdida, por darse en esas condiciones, me afectó más de lo que pensaba y decidí tomarme un tiempo sabático. ¿Me crees?— rogué perdiéndome por tiempo indefinido en su mirada.

— ¿Qué hay en la parte de “la venganza”?

—No es cierto. Que fueras precisamente tú, fue una coincidencia— ella aún tenía una mirada de confusión–. O tal vez haya sido un error. Pero sería el mejor error que he cometido y lo volvería hacer— Bella posó suavemente una de sus manos en mi mejilla y me dio un beso delicado y tierno.

—Te creo— susurró cerca de mi rostro.

—Gracias— le contesté. Sentí como si me hubieran quitado un gran peso de encima, su respuesta me hacía sumamente feliz. La abracé, recargué mi cabeza entre sus cabellos e inspiré su aroma. La puerta se abrió de repente y nos soltamos por la sorpresa.

—Bella, tienes que irte. Tu papá está un poco alterado preguntando por ti— dijo Tanya muy rápido arrastrando a Bella hacia afuera.

Me quedé un rato solo, meditando la manera más sana de acercarme a los Swan y hacerles saber la verdad de lo que pasó en Londres. Al rato Tanya y mi papá entraron a la oficina.

— ¿Cómo está?— pregunté a Carlisle.

—Bien, ahora duerme. Más tarde le damos el alta.

—Gracias— dije aliviado.

—Pero no vas a poder acercarte a él— dijo Tanya apenada.

— ¿Por qué?

—Hijo, en su estado es mejor no provocarle. Debemos procurar que esté tranquilo, nada de disgustos ni emociones fuertes— dijo papá–. Será mejor que no atravieses la puerta de su casa por un tiempo.

—Está bien papá.

El día pasó lento, no podía dejar de pensar en Bella y su familia. Tenía la necesidad de estar a su lado, apoyarla en momentos difíciles cómo ese, pero no podía. Después del atardecer salí de la casa en mi auto, conduje por la carretera, me desvié en un tramo del bosque, seguí el camino de tierra sinuoso y escondido, aparqué en medio de la nada, me bajé del auto y caminé con determinación. No estaba muy interno en el bosque, el que ya fuera de noche no era un obstáculo de orientación para mí; me detuve detrás de los arbustos, contemplé la parte trasera de la casa de Bella, la mayoría de las luces estaban apagadas, la de su habitación estaba encendida, como a los cinco minutos la apagó, aproveché para entrar por completo al patio. Me escabullí entre las plantas hasta que llegué al árbol frente a su ventana, lo trepé con un poco de dificultad, me sostuve con fuerza y di varios golpecitos en el cristal con una rama. Esperaba que no fuera muy tarde y ya estuviera dormida. De repente la ventana se deslizó y Bella asomó medio cuerpo.

— ¿Qué haces ahí?— dijo en voz baja.

— ¿Puedo entrar?— se hizo a un lado y me balanceé hacia adentro. Aterricé a sus pies, me levanté y se me fue encima en un abrazo necesitado e intenso—. ¿Qué pasa, Bella?— dije apretándola contra mí.

—Te extrañé— sonreí y la abracé de nuevo–. ¿Porqué esa entrada tan furtiva?— dijo separándose un poco.

—Carlisle dijo que no atravesara la puerta de tu casa para que no hiciéramos enojar a Charlie. Así que mejor atravesé tu ventana— ella rió bajo y se acostó en la cama, me invitó a pasarme a un lado de ella y no dudé en hacerlo.

—Papá piensa que mientes y que yo soy una ingenua que se cree todo— dijo recostada en mi pecho.

— ¿Y qué crees tú?

—Que él se está tomando muy en serio las cosas, creo que debería darte una oportunidad y pienso que aún me considera una niña.

— ¿Por qué lo dices?

—Estoy “castigada”, discutí con él y me mandó a encerrar a mi cuarto. No bajé a cenar— dijo enfurruñada.

—Bella…— dije con reproche, últimamente había tomado la mala costumbre de saltarse varias comidas.

—Él quiere tratarme cómo una niña, pues me comporto como tal— dijo a la defensiva, le di un pequeño apretón y un beso en la cabeza.

—Mi testaruda Bella— su suave risa me hizo olvidar la ansiedad que tenía rato sintiendo. Era cómo un presentimiento, algo raro que me inquietaba.

—Mira quién habla… el chico que brinca por las ventanas— dijo con sorna.

— ¿Preferirías que no lo hubiera hecho?

—No, quería verte y con eso del “castigo” dudo que me dejaran salir. ¡Dios! Ni siquiera quieren que vaya por mis cosas.

— ¿Se quedan definitivamente?— eso sería bueno.

—Creo que sí. Cambiando de tema, ¿cómo está mi Pixie?

—Supongo que mejor, preguntó por ti— para todos fue un gran logro que articulara palabras con más de dos letras.

— ¿En serio?— dijo emocionada e incorporándose un poco para poder verme.

—Sí, sus palabras exactas fueron: “¿Dónde está Bella?”— ella sonrió y se acostó de nuevo.

— ¿Qué le dijeron?

—Que estabas conmigo y yo me escondí.

—Alice… me hace falta.

—Y tú a ella.

—Convenceré a mamá para que vayamos por ella, es mi turno de hacer lo que sus padres hicieron por mí— sonreí y la atraje un poco hacia mí.

Nos quedamos un rato en silencio, escuchando nuestras respiraciones acompasadas y sintiendo el latido rítmico de nuestros corazones.

—Antes de que te duermas… ¿quieres que venga antes del amanecer?

— ¿No te vas a quedar?— su tono alarmado me hizo sonreír.

—Me encantaría, sabes que sí, pero tengo ir a casa. Carlisle me necesita para unos asuntos de su trabajo, llegará tarde y mientras eso pasa me quedo contigo.

— ¿En cuanto termines vendrás?

—Por supuesto.

—Okey, ¿a qué hora?

—A las 4:30, ¿está bien?

—Sí. Después de que amanezca ya veremos cómo te escondo— reí por lo bajo y besé el tope de su cabeza.

—Ahora, buenas noches señorita.

—Edward… tenemos una plática pendiente.

—Después, ya habrá tiempo para eso. Ahora descansa— ella suspiró y se incorporó un poco.

—Te amo— dijo y después juntó nuestros labios con ternura, cuando sentí que comenzaba a retirarse la atraje de nuevo, intensificando el beso.

La abracé, nos giré hasta que quedó delicadamente debajo de mí, mis dedos acariciaban su rostro por todos lados, quería memorizar cada detalle de ella. Cuando sentí que el are hizo falta deshice el beso, junté nuestras frentes e intenté recuperar el aliento.

—Yo más— dije entrecortadamente–. Promete que vas a cuidarte y que siempre buscarás la manera de salir adelante— dije rápidamente.

—Edward… pero, si tú vas a estar ahí. No digas tonterías.

—Pero…

—Shhh— dijo callándome con otro beso.

Sabía que mis palabras la habían alarmado un poco, pero ese presentimiento no se iba. Tenía la impetuosa necesidad de despedirme y decirle cuánto la amaba, el mañana me desconcertaba.

—Te amo, Bella; nunca olvides eso. Ahora duerme, sé que estás cansada— ella asintió, se acostó de lado, me puse detrás de ella para abrazarla, dibujé figuras en su espalda y tarareé su canción para que se durmiera.

A los minutos sentí su respiración un poco más pesada; con pesar me levanté, la vi dormir por un rato, luego me incliné para besar frente y salí tal y como entré, no sin antes ver su pacífico rostro entre sueños, una vez más.

Llegué a casa justo a tiempo, Carlisle entró prácticamente detrás de mí. Pasamos el resto de la noche metidos en su despacho, bebiendo café y trabajando en su proyecto. Sus interesantes investigaciones nos tomaron el tiempo que había calculado, subí a mi habitación, me di una ducha “express” y cambié mi ropa. Cuando iba hacia las escaleras me topé de nuevo con papá.

— ¿Vas a salir?— preguntó extrañado mientras veía su reloj.

—Sí, papá.

— ¿A dónde vas a esta hora?

—La verdad… a casa de Bella— me examinó un momento con la mirada, luego su ceño se relajó y suspiró con pesar mientras negaba.

—Edward, ¿qué te dije sobre eso? Entiendo qué quieras estar con ella pero… ¡no son adolescentes! Tienes que ser razonable.

—Si se tratara de mamá, ¿serías razonable?— suspiró y palmeó mi espalda.

—Ten cuidado con lo que haces, no se metan en problemas.

—Por supuesto— le sonreí y salí cómo bala de la casa.

Hice el mismo procedimiento de hacía unas horas, tomé el mismo camino, me desvié en el mismo lugar y aparqué justo encima de las marcas anteriores de los neumáticos. Hasta ahora mi visita furtiva había resultado bien, pero en un segundo todo se vino abajo. Justo antes de atravesar la pared de maleza que me separaba de la casa, me vi interceptado por dos tipos enormes.

— ¡Suéltenme! Están violando mis derechos— ¡genial! ¿A caso eso era lo más ingenioso que tenía para defenderme?

Esos tipos me habían noqueado y ahora me tenían inmovilizado con mis manos en la espalda.

—Y tú estás traspasando propiedad privada, nosotros sólo obedecemos órdenes— dijo uno de ellos. Luego me amordazaron y me impidieron hacer cualquier movimiento.

Desde donde estábamos podía ver la casa. Había movimiento adentro, puse atención, alcancé a ver la camioneta de los padres de Bella aparcada al frente, Reneé llevaba varias maletas y cosas al coche, iba y venía. Después de un rato escuché un grito, luché con fuerza contra los tipos, inútilmente. Reneé llevaba a Bella casi a rastras al coche y Charlie las escoltaba.

— ¡No! ¡Por favor, no me quiero ir!— rogaba mi pobre ángel, casi cayendo en su intento por liberarse.

— ¡Eres mi hija! ¡Aún eres menor de edad! ¡Y haces lo que yo diga!— impuso Charlie con coraje.

— ¡Ya te expliqué cómo pasó todo!— gritó Bella.

— ¡No me importan sus mentiras! ¡Ahora sube al auto!— ordenó su padre.

— ¡No me puedo ir!— repitió ella entre lágrimas, desesperada.

Quería correr, explicarles todo, aún no podía creer que se hubieran tomado todo tan en serio. Quería ir con Bella, consolarla y abrazarla hasta que dejara de llorar. Me sentía tan impotente.

— ¡Sube al auto, Isabella!— ahora fue Reneé quien habló—. Allá estudiaras lo que quieras, tendrás nuevos amigos y…

— ¡No! ¡¿No entienden?! ¡No puedo irme!— desvió la mirada hacia donde estaba yo. Por un momento creí que veía directamente mis ojos; grité hasta que sentí como si algo se rasgara en mi garganta, pero la mordaza impidió que saliera cualquier ruido.

— ¿Qué quieres decir?— exigió su mamá.

—No puedo… porque…— ella agachó la cabeza, entonces su papá la zarandeó del brazo y la obligó a que lo viera.

— ¡Bella!— hubo silencio por un rato, luego ella habló después de tomar impulso.

— ¡Estoy embarazada! ¡Voy a tener un hijo de Edward! ¡Por eso no me puedo ir!— dejé de forcejear, ¿había escuchado bien? En ese momento deseé tener la fuerza de un titán para poder quitarme a los tipos de encima y salir a defender lo que más quería.

Pero no podía, me sentía inútil.

Inesperadamente Charlie abofeteó a Bella con mucha fuerza, tanta que la lanzó contra la venta del auto; ella gimió de dolor y puso su mano donde hacía un momento había estado la de él.

— ¡Sube al maldito coche de una vez!— gritó él muy enojado.

Pensé que ahora sí le daría un infarto. Abrió la puerta trasera e hizo que Bella subiera a trompicones, tomé todas mis fuerzas y casi logro zafarme del agarre de los gorilas; Charlie azotó la puerta con un gran estruendo, después subió del lado del copiloto, Reneé encendió el auto y se fueron ante mi vista torturada. Cuando perdí de vista la camioneta me dejé caer de rodillas, me sentía derrotado, acababan de arrancarme lo más importante de mi vida y se habían llevado una parte de mí con ellos.

Ahora entendía las cosas extrañas que hacía Bella, su comportamiento y su insistencia en querer hablar de algo importante. ¡Demonios!, debí haberle hecho caso anoche, debí dejarla hablar; ahora ella no estaría de camino a quién sabe dónde, ni estaríamos sufriendo por una absurda separación. Entre más lo pensaba menos comprendía la posición de los Swan.

Después de eso, me llevaron detenido a la comisaría por invasión a propiedad privada. Hice mi llamada por derecho, pidiendo auxilio y no precisamente para mí. Mientras papá me sacaba de ahí Jasper, Emmett y Tanya intentaban averiguar el paradero de Bella. No tuvieron éxito.

Pocos días después fue mi cumpleaños, sin éxito intentaron hacerme pasar un buen momento. Agradecí su intento y me fui a encerrar a mi cabaña. El año anterior también la había pasado solo, había peleado con Bella y había ido a Canadá a visitar a unos amigos; fue cuando decidí  irme con los abuelos por un tiempo.

Me sentía derrotado, sin fuerzas para nada, desconsolado. Nadie podía calmar la sensación de vértigo tan intensa que tenía a causa de la desesperación.

A quince días desde que se habían llevado a Bella, sus padres dieron el golpe maestro. Acababa de lograr que Alice se durmiera, la pobre sufrió de un shock nervioso cuando se enteró de que Bella no estaba y que se la habían llevado estando embarazada, me negué rotundamente a internarla, ahora yo era parte de su consuelo y quien sabía cómo controlarla; fui a sentarme a la sala con pesar, tocaron la puerta y fui a abrir desganado.

— ¿Señor, Edward Cullen?— preguntó el mensajero tras leer algo en su block de notas.

—Sí, soy yo.

—Aquí tiene— dijo pasándome un sobre tamaño legal–. Firme aquí de recibido— garabateé algo en la línea. Entré a la casa mientras examinaba el paquete, provenía de una firma de abogados.

Cuando lo abrí sentí que se había terminado, mis investigaciones, mis esfuerzos… todo. Era una demanda en mi contra, exactamente, una orden de restricción aprobada por un juez, me impedían acercarme a ella. Ahora, con la ley sobre mis pasos, sería mucho más difícil encontrarla. Me serví un trago, estaba frustrado, no sabía qué hacer, sentí tanto coraje que arrojé el vaso por toda la sala hasta que se estampó en la pared y se hizo pedazos; en ese momento Emmett iba entrando, ni siquiera lo había sentido abrir la puerta.

—Woa, ¿qué pasó, hermano?— dijo acercándose a mí.

—ESTO ES LO QUE PASÓ— dije aventándole el sobre.

—No puede ser— murmuró tras leerlo.

— ¿Qué?— dijo Tanya poniéndose entre los dos. Emmett le pasó el documento y ella lo leyó—. ¿Y?— preguntó cómo si  no tuviera importancia.

— ¿Cómo que…? ¿Y? ¡No puedo hacer nada, Tanya!

—Eso es obvio, Edward. Esto dice que tú no puedes acercarte a Bella— la volteé a ver molesto, eso ya lo sabíamos–.  ¡No me veas así! Déjame terminar de hablar, tonto. Tú no te puedes acercar, pero no dice nada con respecto al resto de nosotros. Así que… podrás moverte a través de nosotros; sabes qué cuentas conmigo— dijo tomando mi mano.

—Y conmigo, estoy seguro que con los demás también— dijo Emmett en señal de apoyo.

—Te traigo buenas noticias— dijo Tanya

— ¿Qué?— contesté con monotonía, no creía que hubiera algo pudiera ser buena noticia.

—Rob está aquí.

— ¿Cómo…?— cuando se lo proponía, Tanya podía ser increíble, me tenía sorprendido—. ¿Cómo lo hiciste venir desde Inglaterra?

—Me debía un favor.

—Uuh— dijo Emmett en son de burla.

—Tú cállate— dijo Tanya y luego volvió a concentrar su atención en mí–. Estoy segura de que Sam estará gustoso de ayudarnos con lo de esta estúpida demanda. No pueden quitarte tus derechos sobre el bebé. Además, en unos meses Bella será mayor de edad y podrá hacer lo que quiera con su vida.

—Gracias— susurré con una leve sonrisa.

Me sentía aliviado, de cierta manera, con el asunto de la ayuda de Rob y Sam; Robert era un amigo de Tanya, lo conocimos mientras estudiábamos en Londres, él era detective, el mejor; Sam era el abogado de la familia, siempre nos tendía la mano, era muy buen amigo de Carlisle.

Me despedí de ellos, dejé algunas indicaciones para Alice y fui a la cabaña. Mientras conducía iba añorando el bello rostro de mi ángel, recordando lo reconfortante que era estar entre sus brazos, su inocencia, su dulzura… su amor. El lugar en el que compartimos tanto tiempo juntos, aquel que por mucho había sido nuestro de la manera más pura, era el único que lograba consolarme; ahí podía abstraerme de la realidad, divagar, pensar, recordar y llorar en paz, sin nadie revoloteando alrededor. 

No concebía mi vida sin la luz de Bella irradiando a mi alrededor. La ayuda de mis viejos amigos y el apoyo de mi familia me ayudaban a mantener encendida la esperanza de algún día estar de nuevo junto a ella.

Me dolía no estar a su lado en una etapa tan maravillosa; podía imaginarla con su hermoso vientre redondeado, un adorable sonrojo y un brillo especial en sus ojos. Sonreía cómo tonto ante esa imagen, luego la realidad me daba una fuerte sacudida y me sentía completamente desamparado y triste.

Lo que siempre decía Esme era que cuando tuviera la credibilidad legal para hacerlo, se acercaría de nuevo a nosotros y olvidaríamos el mal rato que nos obligaron a pasar. Deseaba de todo corazón que fuera así, en verdad lo hacía.

Por mientras tendría que esperar y confiar en el destino…

 

***

 

¿Opiniones? ¿Quejas? ¿Sugerencias? ¿Cómo quieren el final? ¿Pov Edward? ¿Pov Bella? ¿Ambos?

Su opinión es muy importante y por supuesto que se toma en cuenta.

Ya nos queda muy poquito en esta historia.

Gracias por el apoyo.

Espero sus comentarios.

Besitos de bombón.

^.^

 

 

 

Capítulo 24: INCREÍBLE DOLOR Capítulo 26: LETARGO

 
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