Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114609
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 14: SOÑAR CIEN VECES

 

Hola !!!

Mil disculpas por la demora !!

estoy en examenes y hago lo que puedo con el tiempo

Gracias por esperar y por el apoyo

twitter@marie198032

 

 

 

EDWARD POV

El miércoles pasado Bella había malinterpretado lo que vio en el salón, cuando yo estaba con Jessica. Sólo parte de lo que había visto era verdad, ella tenía que saber el resto de la historia y el por qué de mi ausencia en la cafetería. Me llamó desde el celular de Tanya y me citó en su casa. Estaba conduciendo hacia allá, sabía exactamente qué iba a decir. No me gustaba estar distanciado de ella, Bella era muy importante para mí y no la dejaría ir tan fácilmente.

Llamé a la puerta y Alice abrió.

—Hola, Edward— dijo sonriente–. Pasa, ella está en el patio.

—Okey, gracias. Voy a tomar un vaso de agua.

—Claro, toma lo que quieras.

Subió las escaleras, me  fui a la cocina, me serví el vaso de agua y fui al patio. La puerta trasera estaba abierta y pude escuchar su voz. Me acerqué con una enorme sonrisa, la cual se congeló cuando vi lo que estaba haciendo. Bella me daba la espalda, estaba con Jacob, se veían de frente y estaban tomados de las manos. Tenía ganas de golpearlo por atreverse a tocar a MI novia.

—Sé que sólo me consideras tu amigo. Pero yo quiero que seamos algo más que eso. Te amo y quiero saber si te gustaría ser mi novia— dijo el muy idiota.

Estaba seguro de que Bella se negaría,  cuando se diera la vuelta para irse y me viera ahí, me pediría que lo corriera. Sentí que explotaba de coraje cuando ella lo abrazó y no le soltó la mano. Apreté el vaso con todas mis fuerzas y se hizo añicos. Voltearon y ella se sorprendió, de seguro no esperaba verme. Se soltó del tipo ese y comenzó a acercarse.

— ¿Qué hiciste, Edward?— preguntó alarmada.

— ¿Qué hiciste tú?— estaba furioso, peo intentaba contenerme con ella.

—Edward…

— ¡Tú! Él… Bella… él…— no sabía qué decir, el coraje no me dejaba razonar. Sólo lo apunté con el dedo e intenté asimilar lo que pasaba.

—Edward, cálmate— pidió Bella, traté de no concentrarme en ella.

— ¡¿Yo qué?!— dijo Jacob. Eso me hizo enojar más y me abalancé sobre él.

— ¡Maldito perro!

Bella gritó y se interpuso entre nosotros. Me empujaba para que no le hiciera nada al perro. Me estaba dejando llevar por los celos, le di una mirada fugaz a Bella y vi que estaba a punto de llorar; no me gustaba verla triste. Me aparté y caminé a paso firme hacia la puerta. Necesitaba hablar con ella, pero no era el momento. Cuando iba en la sala vi a Alice corriendo como una bala para impedir que saliera.

— ¡No sales de aquí hasta que hables con ella!— sentenció.

—Quítate Alice

— ¡No!

—Alice…

— ¿Qué, me vas a pegar?— respiré profundamente, cerré los ojos y me jalé el cabello. La Pixie no tenía la culpa de nada, no podía hablarle así.

—No— dije controlándome.

Bella se quejó, estaba llorando detrás de mí.

Me giré para verla, su imagen tan vulnerable me partió el corazón. Me acerqué con pasos vacilantes y titubeé un poco antes de abrazarla; dejó salir todo lo que sentía y se pegó más a mí. Aunque me sentía mal por verla así por mi culpa, estaba un poco aliviado porque la tenía de nuevo entre mis brazos. La llevé a la sala para sentarnos y la abracé hasta que se calmó. Alice salió al patio, ya no me importaba hacerle algo al tal Jake; acababa de darme cuenta que con eso le hacía daño a Bella, y yo no haría algo que la dañara. 

—Tenemos que hablar— dije después de un rato. Ya estaba más calmado, tenerla cerca me había tranquilizado. Ella me dijo que sí con la cabeza y se puso de pie.

—Vamos a mi recámara.

Subimos las escaleras en silencio, eso me mataba. Comenzaba a desesperarme, pero tampoco sabía cómo romper el hielo. Entramos en su habitación y cerró la puerta con seguro. Se giró y vio mi mano.

—Necesitas curarte eso— dijo apuntando la herida.

— ¿Tienes un botiquín?

—Sí— fue a su clóset y me dio una caja que le servía como botiquín de emergencia.

Iba a curarme solo, pero ella comenzó a limpiar la herida con alcohol. Ardía y se disculpaba cada vez que yo me quejaba. Me vendó y guardó todo.

Se sentó en la cama, me miraba inexpresiva, también la miré; nos quedamos mucho tiempo sin hacer ni decir nada. Me acerqué, me senté al lado de ella y ambos quedamos viendo hacia el frente sin decir nada.

—Me debes una explicación— dije tranquilo.

—Tú me debes una antes que yo.

—Lo del miércoles— dije más cómo una afirmación.

—Sí.

—No es lo que crees…

—Por favor, no me vengas con cuentos viejos. Quiero la verdad— dijo interrumpiéndome y acomodándose de lado.

—Está bien. ¿Por dónde comienzo…?

—Por el principio estría bien.

—Okey. Bella, cómo te dije ese día: tuve clases. No sabía que se trataba de Jessica hasta que la vi entrar. Estuvimos un rato con el tema de la clase y de repente comenzó a insinuarse— Bella me miró con el ceño fruncido–, le dije de mil maneras que no siguiera, que tenía novia y que se apartara. Cuando me di cuenta que no se detendría intenté levantarme e irme, pero me acorraló y no me dejó salir; intentó besarme y me negué, en eso entraste y aproveché para apartarme. No le dije nada y salí detrás de ti. Cuando regresé al salón ya no estaba, tú misma lo viste. Luego te acompañe al estacionamiento y bueno, el resto es historia.

No dijo nada, sólo me veía una y otra vez. De repente volteaba hacia otra parte y abría la boca para decir algo, pero se quedaba callada.

—Entonces, ¿no se besaron?— dijo al fin.

—No, jamás haría eso.

Asintió y guardó silencio de nuevo. Me comenzaba a preocupar cuando recordé lo que acababa de pasar y mis celos salieron a flote otra vez.

— ¿Y bien? ¿Dirás algo de lo que pasó allá abajo?

—Ammmm… fue… un malentendido— dijo sonrojándose.

—Continúa, Bella.

—Jake llegó hoy y… platicamos…

— ¿¡Y por eso tiene derecho a declararse!?

—Edward, cálmate. ¡Y NO! No se me declaró.

— ¿Entonces?

—Suena muy estúpido pero... estaba practicando

— ¿Qué?

—Sí.

— ¿¡Él o tú!?

—ÉL Y DEJA DE HABLARME ASÍ— dijo casi gritando y tenía razón en hacerlo, mi comportamiento no merecía menos—. ¿Puedo continuar?

—Sí, Bella. Lo siento.

—Jacob no sabe cómo declararse a la chica que le gusta, yo le dije que podía practicar conmigo y lo corregí en algunos errores— el único error que yo veía en esta situación era a ese perro metiendo su narizota.

— ¿Así que cuando venga a decirte no sabe cómo besar a esa chica también te pedirá que le enseñes?

—Claro que NO. Además, la que se ofreció a ayudarlo fui yo, ¿por quién me tomas, Edward?

—Lo siento. Pero es que… ¿quieres que te diga la verdad?— asintió confundida—. Cuando lo vi, desde la primera vez… cuando te dice “princesa”, cuando te abraza, te besa. Lo que sea que él te haga… ¡Me enferma!— me miró sorprendida—. ¡Sí, Bella! ¡Me enferma de celos!— ella sonrió y me miró con ternura.

— ¿Por eso te pusiste así?— asentí y tomó mi rostro para que la viera—. Tonto. Yo sólo te quiero a ti. La que debería estar muy molesta y celosa soy yo, ¿no crees?— dijo cruzándose de brazos y haciendo una cara que se supone debería ser de coraje, pero a mí me resultaba de lo más graciosa.

—Perdóname— pedí, sonrió y acarició mi cabello.

—Necesitarás convencerme.

— ¿Cómo?— torció la boca y se puso a pensar.

—Sorpréndeme— dijo alzando los hombros. Sonreí e intenté besarla pero se agachó.

—Gánatelo— dijo levantándose, salió de la habitación y la seguí.

Cuando llegamos a la sala Alice estaba sentada viendo televisión, la acompañamos y al rato llegó Jasper. Pasamos el resto de la tarde en casa de las chicas, Bella me hablaba de manera normal, pero no me dejaba abrazarla o besarla; eso de “gánatelo” se lo tomó muy en serio. Por la noche me despedí de ellas y le recordé a Bella que al siguiente día teníamos que ir a la escuela por unos concursos académicos en los que ella participaría el siguiente curso. Aún no se lo había dicho, pero yo sería su tutor.

La noche se me fue rápida, soñé con mi preciosa novia y con nuestro futuro juntos.

Por la mañana me apresuré a llegar a la escuela, la reunión sería en el gimnasio del instituto.  Lo primero que hice al llegar fue buscarla entre la gente, había muchos alumnos en distintas categorías, pude ver a Alice y Jasper pero de ella ni su rastro. La junta comenzó, el director dio el discurso de bienvenida, después de él seguía yo con instrucciones y algunas “palabras de aliento”.

—Bueno, eso es todo por mi parte. Le cedo la palabra al maestro Edward Cullen— todos rompieron en aplausos y me paré ante el público.

Busqué entre todos, pero no la encontré. Me parecía tan extraño que hubiera faltado. Tomé el micrófono para hablar cuando un ruido me interrumpió e hizo que todos voltearan a la puerta del gimnasio. Bella entró precipitadamente, se tropezó y llamó la atención de todos… Pero más la mía. Se puso roja de vergüenza y dio unos pasitos tímidos hacia adentro.

—Lo siento— dijo en voz alta.

—No te preocupes. Pasa, Bella— dije por el micrófono. Ella levantó la mirada, me sonrió tímidamente y se acomodó junto a Alice y Jasper.

Hablé alrededor de veinte minutos, después cada uno se anotó en la lista correspondiente a su categoría. En lo que duró “el evento” no pude acercarme a Bella. Todos comenzaron a salir, no vi cuándo ni con quién se fue. Me resigné a que tendría que visitarla después.

Fui hacia la biblioteca, tenía algunos pendientes ahí. Estaba por entrar cuando escuché una dulce voz adentro. Me detuve, vi que no viniera nadie y esperé.

— ¿Entonces eso es todo, Bella?— preguntó la señora Matt.

—Sí, gracias. Hasta el lunes— respondió Bella.

—Cuídate, cariño.

Esperé a que saliera pero no lo hizo. Me asomé, vi que Bella se había regresado e iba caminando hacia los últimos pasillos de la biblioteca; la señora Matt estaba agachada detrás del mostrador y no se dio cuenta de que entré. Ella era la encargada de la biblioteca, una mujer muy amable, sonriente y paciente; era de mediana edad, complexión normal, estatura media, cabello rojizo y ondulado; tenía unos bellos ojos color azul cielo que contrastaban con su piel blanca.

Seguí silenciosamente a Bella, escuché un ruido y salté entre dos pasillos. La encargada salió casi corriendo, por sus brinquitos me di cuenta de que quería ir al baño, cerró y  fui hacia la puerta, estaba cerrada. Ella regresaría porque había dejado sus cosas sobre el mostrador.

Afortunadamente la biblioteca era enorme, con muchos pasillos; Bella ni siquiera sabía que estábamos encerrados y mucho menos que yo estaba ahí. La encontré en el pasillo de los libros de literatura, sus favoritos. Sus cosas estaban en el suelo, a un lado de ella. Estaba buscando un libro, dándome la espalda y ligeramente inclinada. Me acerqué lentamente y puse mi mano en su espalda. Pegó un grito y se puso tensa del susto.

— ¡Me asustast….! Me asustó, Mr. Cullen— dijo viendo detrás de mí, supongo que esperando a que alguien apareciera.

— ¿Ahora soy Mr. Cullen?— dije enarcando una ceja.

—Edward, estamos en la escuela— susurró.

—Y estamos solos y encerrados— dije acercándome peligrosamente a su boca.

—No es cierto— dijo retrocediendo y con cierta incredulidad.

—La señora Matt acaba de salir y cerró con llave— me miró con los ojos entrecerrados y caminó hacia el pasillo principal.

— ¿Señora Matt?— llamó en voz alta a mitad del pasillo y nadie contestó—. ¿En serio estamos encerrados?— dijo sin poder creerlo.

— ¿Tan mala idea te parece?

—No— dijo sonriendo. Regresó a su lugar anterior y siguió con la búsqueda.

— ¿Qué buscas? ¿Puedo ayudar?

—Sí. Necesito un título de Jane Austen.

Empezamos con las filas de libros; estuvimos un rato concentrados en los títulos, pero no lo encontramos. Le iba a decir algo, me acerqué y en ese momento se giró; tropezó, casi caímos al suelo, pero quedó atrapada entre mis brazos y pegada a mí. La vi a los ojos por un momento y sonreí, ella hizo lo mismo; tenía sus manos en mi pecho, subió una y tocó mi mejilla. Me acerqué hasta rozar nuestros labios.

—He estado mucho tiempo sin ti… ¿ya me gané un beso?— Sonrió sobre mis labios y me besó, la había extrañado muchísimo.

El beso comenzó deliciosamente lento, disfrutaba su sabor al máximo, poco a poco se fue intensificando, enredé mis manos en su cabello suelto y ella llevó las suyas a mi cuello. Comencé a caminar con ella entre mis brazos, Bella empezó a desabrochar mi camisa, la cargué y enredó sus piernas en mi cadera. No me di cuenta que había un carrito de libros en medio del pasillo y trastabillé con él; Bella quedó sentada sobre el carrito, yo caí hincado y algunos libros cayeron al piso haciendo eco por toda la biblioteca.

— ¿Hay alguien ahí?— Bella se paralizó y me miró con horror.

—La señora Matt— dijo en un susurro.

—No la escuché— murmuré.

—Yo tampoco.

Ayudé a Bella a bajar del carrito mientras acomodábamos nuestra ropa y cabello. Escuchamos los pasos acercándose, antes de irme empujé levemente el carrito, tirando unos cuantos libros más; me fui por el pasillo en sentido contrario a los pasos. Me escondí y esperé el momento para entrar en acción.

 — ¿Quién está ahí?

—Soy yo, señora Matt— dijo Bella.

— ¿Qué no te habías ido, Bella?

—Regresé por un libro, pero no lo encuentro.

— ¿Qué pasó?— supuse que estaría viendo los libros en el piso.

—Me caí y tire todo esto.

—Oh, cariño. Está bien, yo lo levanto— me acerqué a la señora Matt por la espalda.

— ¿Puedo ayudarlas en algo?

—Mr. Cullen— dijo la señora Matt saludándome.

—Escuché voces y entré a ver. Pensé que ya se habían ido todos.

—Tuvimos un pequeño accidente— dijo la señora Matt sonriéndole a Bella. La cual, agachó la mirada sonrojada.

—Lo siento.

—No te preocupes, cariño. Yo levanto los libros.

—No. Yo los tiré, es lo menos que puedo hacer— ofreció Bella.

—Bella…

—Por favor, señora Matt— dijo haciendo carita de puchero.

—Yo le puedo ayudar— dije convencido.

—Está bien— dijo la señora Matt sonriendo, dándose por vencida—. Iré a acomodar unas cosas en el mostrador—

—Pierda cuidado— dije y nos dejó solos.

Levantamos todo y cuando terminamos fuimos al mostrador. La señora Matt estaba entretenida con una pila de sobres.

— ¿Le ayudamos con eso?— ofreció Bella. La señora Matt levantó la vista y nos vio alternadamente. Sonrió sin decir nada, noté cómo Bella se tensó a mi lado.

—Está bien, puedo sola— dijo sin dejar de sonreír.

—Entonces, nos vamos— dije amable.

—Espera, Bella. ¿Qué buscabas cuando se cayeron los libros?

—Un título de Jane Aunten

— ¿Cómo lo ibas a encontrar si los tengo aquí?—dijo apuntando unos libros que estaban a su lado. Bella sonrió, se acercó a verlos y tomó uno.

—Gracias, hasta luego— dijo Bella, dimos media vuelta y fuimos hacia la salida.

—Chicos— nos detuvimos y volteamos a verla–. Tengan mucho cuidado— dijo con precaución.

—Gracias— fue lo único que atiné a decir. Su comentario tenía un doble sentido para mí.

— ¿Se habrá dado cuenta?— dijo Bella con pánico cuando estuvimos afuera.

—No sé. ¿Lo notaste?

—Sí, tu también, ¿verdad?— asentí y nos fuimos, cada quien en su auto.

Llegué a casa y al parecer no había nadie. Encendí la televisión y me acomodé en un sillón.

— ¿Puedo hablar contigo?— me incorporé y volteé hacia atrás.

—Papá, pensé que no había nadie.

—Tu madre fue al mercado y Emmett está con Rose.

— ¿Qué quieres decirme?

—Es sobre Bella— dijo serio. Su actitud me inquietaba.

— ¿Qué pasa con ella?

—Mira, Edward. Sé que estás enamorado de ella y que por algo la elegiste para que esté contigo pero…

— ¿Qué?, me estás asustando, Carlisle.

—La verdad, me parece muy joven para ti. No te estoy pidiendo que la dejes, que no la visites o que deje de venir. Bella me parece una chica estupenda y en este poco tiempo que tiene visitándonos le he tomado cierto aprecio. Pero, ella aún es menor de edad y tú no. Sólo te pido que tengas cuidado con lo que haces, no me gustaría ver sufrir a ninguno de los dos.

—Papá, ¿por qué me dices todo esto?

—Porque eres mi hijo, porque me preocupo por ti y porque te quiero. Sólo quiero lo mejor para los dos. Promételo, hijo. Promete que no te meterás en problemas y que no meterás en problemas a Bella.

—Claro, papá. Te lo prometo— dije dándole un abrazo. Su preocupación me extrañaba un poco, pero nunca dejaría de ser mi padre, ¿cierto? Tal vez cuando yo tuviera hijos lo entendería.

Más tarde Bella y Alice vinieron a casa. Estuvimos un rato en compañía de mis padres, más tarde ellos salieron a cenar. Llegaron Emmett, Rose y Jazz. Vimos una película y jugamos juegos de mesa hasta tarde. Llegó la hora de las despedidas, primero se fueron Rosalie y Jasper. Luego la Pixie y Bella.

—Ovejita, te espero en el coche. Adiós, Edward— se despidió Alice.

—Bye, Pixie— contesté.

—Hasta mañana, amor— dijo Bella dándome un beso. La tomé de la mano y la acompañé hasta la puerta.

—Espera— dije haciéndola voltear–. No hagas planes para mañana.

— ¿Por qué?— dijo frunciendo el ceño. Sonreí maliciosamente.

—No, hay no, no, no. Por favor— dijo suplicante.

—Te va a gustar— dije sin dejar de sonreír. La tomé de la cintura y la besé antes de que dijera algo. Sabía que estaba jugando sucio, pero valdría la pena. El claxon del auto de Alice nos interrumpió.

—Adiós— dijo sonriendo.

—Vayan con cuidado.

—Ajá— dijo agitando la mano mientras se alejaba.

La mañana entera del domingo se me fue en la sorpresa de Bella. Me quedaba más cerca la cabaña, así que fui a cambiarme ahí. Conduje rápidamente, me moría por ver la carita de mi ángel cuando viera lo que tenía preparado para ella. Cuando llegué a la casa no había tocado la puerta cuando Bella abrió y saltó en mis brazos; le di un pequeño beso y la dejé en el piso.

—Te tardaste mucho, ¿ya viste qué hora es?— dijo en medio de un tierno puchero.

—No, él no se tardó. Tú eras la desesperada— dijo Alice.

—No es cierto— refutó mi novia con el ceño fruncido.

—Sí es cierto. Edward, llévatela antes de que tire la casa por su desesperación— me reí y Bella me tiró de la mano para que nos fuéramos.

—Adiós, Alice— dije agitando mi mano por arriba de la cabeza de Bella.

—Adiós. Diviértanse.

— ¿Ya me dirás?— preguntó ansiosa en cuanto arranqué el coche.

—Sí, vamos al prado

— ¿A qué?— dijo emocionada y sonriendo.

—Ya lo verás.

Llegamos y Bella bajó para tomar el sendero que conducía al claro. La detuve y le mostré el antifaz negro. No dijo nada pero hizo una pataleta de niña pequeña, la giré y se lo puse.

—Ya se te está haciendo costumbre— dijo emberrinchada. Reí y la conduje por el bosque hasta que llegamos.

— ¿Lista?— dijo que sí con la cabeza y descubrí sus ojos lentamente.

No dijo nada, como la primera vez que estuvimos aquí. Veía todo maravillada y con la boca abierta.

— ¿Te gusta?— se giró y me tomó del cuello.

—Te amo— dijo para después darme un beso apasionado. Cuando nos separamos, ella fue a mitad del prado.

— ¿Por qué es todo esto?— dijo caminando entre los globos.

—Hace cien días que te vi por primera vez…

— ¿¡Son cien globos!?— dijo con los ojos abiertos como platos.

Asentí sonriendo, ella miró a su alrededor sin poder creerlo. Se paseó entre las docenas de globos y comenzó a reír como niña. Jugamos un rato, corriendo entre el brillo de los globos y la atrapé, dándole un fuerte abrazo.

— ¿Sabías que estás loco?

—Sí, loco por ti. Loco de amor— sonrió y nos besamos.

—Eres un cursi— me separé un poco y enarqué una ceja—. Pero así te quiero y amo que seas así— dijo besándome de nuevo.

Se sentía tan bien estar así con ella, en privado, en secreto y enamorado. Podía acostumbrarme a eso fácilmente.

Adoraba tenerla entre mis brazos, sus besos me sabían a gloria y sus manos jugueteando con mi cabello eran lo mejor. Había preparado un picnic al centro de los globos. Comimos entre bromas, juegos y besos. Vimos el atardecer sentados en el suelo, abrazados y felices.

— ¿Edward?

— ¿Sí?

— ¿Cómo nos vamos a llevar los globos?

— ¿¡Qué!?— Bella volteó a verme con cara de corderito—. ¿Los quieres todos?— asintió batiendo las pestañas, tratando de convencerme—. ¿Dónde los vas a meter?

—Supongo que caben unos treinta en mi recámara, pondré unos cuántos por la sala, otros en el comedor y el resto en el patio.

—Amor…

—Porfisss ¿siii?

— ¿Venimos por ellos mañana? Está por anochecer y…

—NO. Los quiero ya.

—Bella…

—No, Edward. YA— hizo un puchero y se cruzó de brazos. Miré alrededor y suspiré. Tomé mi celular, marqué y esperé a que contestaran.

 — ¿Jasper?

—Sí ¿qué pasó, Edward?

— ¿Podrías decirle a Alice, Rose y Emmett que traigan sus coches al claro del que te conté el otro día?— miré a Bella y sus ojitos brillaban de emoción.

—Claro. Pero… ¿para qué?

—Ya lo verás. ¡Ah! Por favor, tú trae la otra camioneta— pedí.

— ¿La que está en la cochera? ¿La que nadie usa?

—Sí, por favor.

—Okey, vamos para allá.

—Gracias.

Colgué y miré cómo Bella se levantaba a leer los mensajes de los globos; unos decían “te amo”, otros “eres especial” y todos eran en forma de corazón. Su sonrisa y ese brillo en sus ojos valían la pena.

Así tuviera que dar mil viajes yo solo para llevar los globos de Bella, lo haría; ella lo merecía y yo, como el enamorado que era, haría lo que la hiciera feliz. Si  Bella quería tener cien globos esparcidos por su casa, ella tendría cien globos en su casa. La amaba y siempre cumpliría sus caprichos. Sería suyo hasta que ella me pidiera lo contrario.

 

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gracias

pronto estaré de vacaciones y me dedicaré a escribir ok ??

besos de bombón.

 

Capítulo 13: NUEVAS DISCIPLINAS Capítulo 15: ACCIDENTE

 
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