Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114602
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 20: CONOCIENDO SUFFOLK

 

HOLA !!! antes que nada una disculpa por la tardanza

la vdd me entristece mucho no poder dedicarle el tiempo que se merece a 

este fic, pero es que apenas y encuentro un campito para hacerlo

lamento mucho no estar actualizando seguido, hago lo que puedo.

Mil gracias por el apoyo que me han demostrado hasta ahora

y aunque no comenten (cosa que me encantaría que hicieran) sé que

siguen la historia por sus votos y sus visitas ! mil gracias !!

por cierto ya estamos a nada de los 100 votitos ^_^

Este cap. es muy cortitito pero no quería estar más tiempo sin actualizar,

trataré de hacer lo que pueda para subir el siguiente lo más pronto posible.

Mil gracias por no abandornar la historia.

Les mando muchos besitos de bombón.

;-)

 

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BELLA POV

Tenía muy reciente el recuerdo de mi último cumpleaños, ya habían pasado tres meses y aún podía cerrar los ojos y rememorar con exactitud aquella mágica noche. Además de la mágica noche con Edward, todos los regalos habían sido hermosos y trataba de sacarles el mayor provecho.

A los chicos les estaba yendo muy bien en sus respectivos trabajos, cada fin de semana nos reuníamos en la casa Cullen como una gran familia; Jacob cada vez era más allegado al grupo y se llevaba de maravilla con todos, en especial con Tanya.

Las cosas no podían ir mejor en la escuela, académicamente hablando; Edward y yo guardábamos las apariencias bastante bien, casi para todos pasamos desapercibidos, y digo casi porque Alice se encargaba de reprocharnos las miradas y risitas tontas en horario escolar. Ocasionalmente, Jasper se mostraba ansioso porque Alice y yo nos graduáramos.

Nuestros deberes con la escuela no eran muchos, ni muy pesados; estábamos a punto de salir de vacaciones y terminar el semestre; por asuntos administrativos tendríamos exámenes hasta que entráramos de vacaciones decembrinas. Sólo nos encargábamos de entregar trabajos y proyectos de fin de módulo.  Las competencias académicas estaban programadas para febrero, por lo que Edward y yo tuvimos un leve aumento en deberes escolares.

Aún era un dilema el tema del lugar para pasar navidad: la casa Cullen, la casa Brandon o mi casa. Cada vez que tratábamos de ponernos de acuerdo terminábamos con una nueva discusión y lo dejábamos inconcluso. La verdad, a mi me daba igual el lugar, de todas formas Alice, Mary y Esme nos hicieron participar a todas las chicas en la decoración navideña de las tres casas. Lo que importaba era que estuviéramos juntos, como siempre, y pasáramos un buen momento disfrutando de nuestra compañía.

Por fin, Alice, Edward y yo fuimos por última vez a la escuela; hicimos nuestros últimos deberes, cumplimos nuestros compromisos y nos despedimos de nuestros compañeros en una reunión con todos los alumnos en  el gimnasio. Fue un tipo de convivio en el que estuvimos alumnos, maestros y empleados del instituto.

—Por fin somos libres— dijo Edward atrapándome por la espalda justo cuando bajamos del coche, frente a su casa, haciéndome reír como tonta.

— ¡Chiflando y aplaudiendo!— dijo Alice dando fuertes aplausos—. ¿No les da vergüenza? Esme o Carlisle los podrían ver— dijo “indignada” y abanicándose con una mano.

—Tienes razón, el tarado de mi hermano podría vernos y hacernos la tarde imposible— dijo Edward rodando los ojos.

Entramos a la casa y fuimos directamente al jardín. Ese día todos salíamos de vacaciones y los chicos se encargaron de organizar una parrillada para celebrarlo. Había botanas, comida, refrescos, cerveza y algunas bebidas alcohólicas dulces. Carlisle, Esme, Mary y John pasarían ese fin de semana de compras navideñas en Seattle, nosotros iríamos en el transcurso de la siguiente semana, dentro de dos jueves más sería noche buena.

Alice puso un poco de música y al rato llegaron Tanya y Jake.

Después de comer nos pusimos a bailar y a platicar; todos nos fuimos animando poco a poco, sinceramente las bebidas ayudaron en eso.

De un momento a otro todos estábamos muy acaramelados bailando canciones románticas.

— ¿Ya viste?— dijo Edward en mi oído viendo detrás de mí. Volteé y vi a Jake y Tanya bailando muy juntitos.

—Pero si él es un niño— chillé sorprendida.

—Tú también— rió encantadoramente sobre mi cuello.

—Pero él es mucho más joven que yo y que yo sepa Tanya tiene tu edad.

—Jacob sólo es menor que tú un año y ella es dos años más joven que yo así que, ¿cuál es el problema? Además, se ven muy bien juntos, ¿no crees?

—Sí, pero, no creo que anden. Jake ya me lo habría contado.

— ¿Estás segura?— dijo interrogándome con la mirada.

Volteé instintivamente hacia ellos analizando cada uno de sus movimientos. Jake y yo siempre habíamos sido confidentes, no me parecía lógico que me lo ocultara, yo debería ser la primera en enterarme. Además, ¿por qué no decirle a nadie? Le pedí a Edward que dejáramos de bailar un rato y me puse a un lado de la “pista”, observándolos detenidamente. Era obvio que Tanya estaba ebria, pero todavía  tenía un poco de cordura; sus movimientos insinuantes que no tenían nada que ver con el ritmo de la música eran algo exagerados y evidentes; los demás estaban en sus propias burbujas, ajenos a lo que pasaba a su alrededor. De un momento a otro perdí mi atención en Alice y Jasper, que parecían unos encantadores príncipe y princesa de cuentos de hadas; él con su porte elegante y dulce, y ella con su aspecto encantador y hermoso; de sólo verlos me daban ganas de abrazar a alguien, por suerte tenía a Edward a un lado y pude aferrarme a él. Rosalie y Emmett estaban en otro contexto, nadie podía contra ellos; eran cómo una fuerte ráfaga apasionada en medio de la calma.

Recordé lo que estaba haciendo un momento atrás y vi de nuevo a mis objetivos justo en el momento en el que juntaban sus frentes y Jake rozaba levemente los labios de Tanya, sin pensarlo me acerqué decidida hacia ellos y los encaré.

— ¿Alguno de ustedes dos podría explicarme qué demonios está pasando aquí?— grité irrumpiendo en la tranquilidad de la velada.

—Aquí no pasa nada—dijo Tanya con voz pastosa.

— ¿Ah sí?— pregunté incrédula.

—Sí— dijo a la defensiva.

—Mi amor, déjala está un poco tomada— intervino Edward, tratando de alejarme tomándome por el brazo.

—Suéltame— pedí—. ¿Jake?— dije viéndolo.

—Emmm, yo… Bella… es que…

— ¡Basta!— gritó Tanya soltándose de su abrazo tambaleándose.

— ¿Qué pasa, ovejita?— preguntó Alice llegando a nuestro lado.

—Quiero aclarar algo— le contesté sin apartar la vista de Jake. Si era verdad, me sentiría muy dolida de que él no hubiera confiado en mí—. ¿Jake?— pregunté de nuevo.

—Yo te voy a contestar— dijo Tanya atropelladamente, aunque yo seguía viendo a Jake –. Éste muchachito que ves aquí…— dijo ella tomándolo del brazo y eructando—. ¡Ops! Perdón— dijo riéndose.

— ¿Tanya?— esta vez quien preguntó fue Edward.

—Oh, sí, sí, sí… ¿En qué iba?— pensó un momento y luego parpadeó varias veces–. A sí, el muchacho… Pues, éste muchachito y yo…, somos novios— dijo desenfadadamente.

— ¡¿En serio?!— gritó Rosalie desde su lugar. Caminó entre todos y la abrazó, Jasper y Emmett nos veían con cautela—. ¿Por qué no lo dijeron antes?

—Lo mismo quisiera saber yo— dije conteniendo el llanto.

—Yo no quise. Siempre me burlé de Edward por andar contigo…, eres muy joven— dijo haciendo referencia a mí–. Pero mírame, soy una asaltacunas igual que él— dijo echándose a reír.

—Jake, ¿qué pasó con la confianza que nos teníamos? ¿Ya no me consideras tu amiga?— dije con la voz rota.

—Bella…

—Vámonos, tú también estás algo tomada— me llamó Edward haciéndome girar.

—Jacob Black, pensé que seguíamos siendo los mismos— dije volteándolo a ver a punto del llanto.

—No, Bella, espera…— dijo Jacob tratando de darnos alcance, pero Jasper lo detuvo.

Conociendo a Edward, ambos sabíamos que él estaría muy molesto con Jacob por hacerme llorar.

— ¡Bella, deja que mi bebé te explique!— gritó Tanya sentándose en el piso.

Entramos a la casa y le pedí a Edward que me llevara lejos de ahí.

Terminamos en la cabaña, esa vez no tenía ganas más que de dormir y eso hicimos. La verdad creo que reaccioné algo impulsiva, pero el alcohol no había ayudado en mucho.

A la mañana siguiente salimos relativamente temprano hacia la casa Cullen. Cuando llegamos el olor a cerveza y otras bebidas inundaba el lugar, el recibidor y la cocina eran un desastre total; era evidente que la fiesta no hacía mucho que había terminado.

— ¡Bella!— llamó Edward desde la sala. Cuando logré pasar por encima de los vasos y botellas llegué al lado de él.

— ¿Qué pasa?— pregunté e hizo un ademán para que me asomara al sillón. Tanya estaba profundamente dormida y ebria.

—Deberíamos llevarla a una de las habitaciones— susurró y asentí levemente–. Voy a ver cuál está “disponible”— dijo riendo.

Se fue, me quedé con Tanya tirada sobre el sillón y con la peste a alcohol. Observaba el pésimo aspecto de ella cuando el teléfono sonó en algún lugar de la casa, Tanya comenzó a quejarse mientras yo buscaba por todos lados.

— ¡Calla a ese maldito aparto del infierno!— masculló molesta y apretando su cabeza entre las manos.

— ¿Hola?— dije en cuanto lo encontré.

—Disculpe, ¿con quién hablo?— dijo una voz madura que reconocí al instante.

— ¡Abuelo!— dije con una gran sonrisa y en un tono más alto del que Tanya podía soportar–. Soy Bella, ¿cómo está?

—Oh, Bella, cielito. Muy bien. ¿Cómo está todo por allá?

—Muy bien, gracias, ¿cómo está la abuela?

—Estupenda y hermosa, como siempre— ambos reímos—. ¿Puedes comunicarme con Carlisle?

—Él no está.

— ¿Y Esme?

—Tampoco, ellos y los Brandon están de compras en Seattle.

—Qué lástima…

—Pero Edward anda por aquí, ¿quiere que se lo pase?

—Si no es mucha molestia, cariño— tapé la bocina y  le hice señas a Edward para que se acercara.

—Es el abuelo— susurré. Él sonrió y tomó el teléfono.

—La segunda habitación de huéspedes está disponible— dijo antes de contestar—. ¡Hola, viejo! ¿Cómo están…?— fui hacia Tanya y la moví para que despertara.

—Tanya, despierta. Vamos a la habitación. Despierta— abrió los ojos lentamente y se cubrió con un brazo—. Anda, vamos ¿Tanya?

— ¿Qué hora es?— murmuró con los dientes apretados.

—Muy tarde, ahora vámonos a la habitación. Levántate, yo te ayudo— dije ayudándola a sentarse.

Prácticamente la cargué a la recámara, que para mi suerte estaba en el primer piso. En cuanto llegamos al borde de la cama ella se dejó caer sobre el colchón, di un largo suspiro y le quité los tacones. Estaba cerrando las cortinas cuando salió corriendo al baño, fui tras ella y la encontré hincada frente al excusado con la cabeza metida en él. Con una mano agarré su cabello mientras ella vomitaba y con la otra saqué pedazos de papel sanitario. Levantó la cara y tenía un aspecto horroroso.

—Luzco muy mal, ¿verdad?— dijo cómo si le pesaran las palabras.

—MUY mal— aclaré.

—Bella, lo siento— dijo tomando mi mano–. No debí ser tan grosera contigo. Te quiero mucho, pequeña, y no me gustaría que las estupideces que dije borracha hagan que te enojes conmigo.

—Olvídalo, Tanya.

— ¿Dónde estamos?— preguntó desorientada.

—En el baño de la habitación de huéspedes.

—Cierto— dijo asintiendo y reconociendo el lugar – Bella… ¿estás enojada?

—Nope.

—Entonces…, dime que me amas— dijo desenfadada y con una enorme sonrisa.

— ¡Tanya! Tú no tienes remedio— dije entre risas, Tanya comenzó a reír y Edward entró al baño, justo para ver cómo ella enterraba, de nuevo, su cabeza en el excusado.

Más tarde, cuando todos lograron tener un aspecto más o menos decente; Edward los reunió entre el desastre que habían hecho, los regañó y les ordenó que arreglaran todo antes de que Esme y Carlisle regresaran. Mientras, él y yo iríamos a comprar víveres y algunas cosas que hacían falta.

Supervisamos el trabajo de los chicos muy de cerca, aunque Edward me dijo que no les ayudara en nada, la carita de cordero de Alice me convenció de que les echara una mano con el desastre. Todo quedó listo antes de que llegaran los Cullen y los Brandon, cuando entraron ni siquiera sospecharon de la revolución que hubo un día anterior.

—Hola, mis amores ¿Cómo están?— preguntó Mary con su característico entusiasmo.

—Bien— contestamos los ocho al unísono.

— ¡Les tenemos un chisme buenísimo!— dijo Rose viendo de manera inquisidora a Tanya y Jake.

— ¿Qué pasa?— preguntó Esme.

—Pues, resulta ser que… descubrimos algo…— comenzó Rosalie.

— ¿Ah, sí?— cuestionó John.

—Sí— respondió Alice–. Descubrimos que…

—Habla de una buena vez, cielo— dijo Esme impaciente.

— ¡Jake y Tanya son novios!— gritaron Rose y Alice al mismo tiempo.

Después de las caras de sorpresa… vinieron las felicitaciones.

Almorzamos como una gran familia,  entre bromas y risas. Las cosas entre Tanya, Jake y yo se habían arreglado y nuestra relación estaba igual o mejor que antes de la discusión. En cierto punto de la conversación grupal recordé la llamada de Anthony.

—Edward— él levantó la mirada y me observó detenidamente—. ¿Qué pasó con la llamada del abuelo? No terminaste de contarme qué fue lo que te dijo.

—Oh, sí. Quería que estuviéramos todos juntos para contarles. Los abuelos me pidieron que los convenciera para que viajemos a Inglaterra y los acompañemos en navidad.

— ¿¡En serio!?— pregunté emocionada.

—Sí— contestó con una dulce y enorme sonrisa.

Todos nos entusiasmamos con la noticia, empezamos inmediatamente con los preparativos del viaje: reservaciones, llamadas, compras, etc. Faltaban pocos días para noche buena y debíamos apresurarnos si queríamos encontrar vuelos disponibles.

Mis padres se pusieron en contacto conmigo al siguiente día, claro, después de dejarles muchos mensajes en la contestadora. Ellos no pasarían navidad en Forks, pero acordamos que nos veríamos para año nuevo y nos quedaríamos juntos un par de días.

No paraba de sorprenderme el poder adquisitivo de los abuelos Cullen, al llegar al aeropuerto de Seattle un avión privado propiedad de Anthony nos esperaba. El viaje fue muy tranquilo y cómodo. Llegamos a Londres el veintidós de diciembre a las seis de la mañana. Los Cullen decidieron que nos quedáramos parte del día para que los demás conociéramos un poco la ciudad, por la tarde partiríamos a Dunwich.

La casa de los abuelos Cullen era más bien una mansión, y muy hermosa; los jardines de la parte delantera eran increíbles, el pasto cubría todo, excepto el camino de piedra que daba a la gran entrada de madera; había varias flores multicolores y árboles frutales a lo largo y ancho del lugar; la construcción se notaba muy antigua, era como un precioso castillo de cuento de hadas, en la torre más alta, coronaba un escudo que anteriormente había visto en algunos lugares de la casa Cullen, en Forks; en la entrada nos esperaban personas, que supuse, serían parte de la servidumbre, nos dieron una cálida bienvenida, nos recibieron con una familiaridad y entusiasmo contagiosos; en el enorme recibidor había un precioso domo de vitrales en  el techo; todo lucía impecable y elegante; la mayoría de nosotros no dejamos de sorprendernos más y más conforme avanzábamos por el enorme lugar.

No fue necesario que nos instalaran en uno de los pisos, porque sólo estábamos de pasada. Un poco más tarde nos separamos en tres “grupos”: Mary, John, Esme y Carlisle visitarían varios museos; los chicos irían de compras y Edward y yo visitaríamos sus lugares favoritos; cada grupo tenía por lo menos a una persona que conocía a la perfección el lugar y así evitar perdernos.

— ¿A dónde vamos a ir, amor?— pregunté sumamente emocionada.

—Trataremos de visitar los mejores lugares y la mayor cantidad de ellos— contestó con un brillo especial en los ojos para después arrancar el auto–. Tenemos muy poco tiempo— dijo con nostalgia.

—Ya tendremos tiempo de recorrer todo Londres, si no es en esta ocasión, tal vez después— dije esperanzada, tratando de que el hecho de que tuviéramos sólo unas horas no lo entristeciera.

— ¿Regresarías conmigo a Londres?— preguntó sorprendido.

—Hasta la pregunta ofende— dije bromeando.

Edward me llevó a varios restaurantes para disfrutar los platillos más exquisitos; cada uno era más lindo que el anterior. El tiempo pasó volando, apenas y habíamos empezado a conocer Londres cuando ya era hora de regresar a la mansión Cullen. Cuando llegamos todos nos esperaban listos para terminar el viaje y llegar a Suffolk; Edward me había hablado mucho del lugar y por fin podría conocerlo.

La tarde había sido algo pesada, por lo que dormí el resto del camino.

—Bella, amor, ya llegamos. Despierta— susurraba Edward en mi oído.

Desperté y lo primero que vi fue un enorme árbol frente al auto. Edward me ayudó a bajar y me encontré con una preciosa casita de piedra rodeada de un bello jardín y decorada exquisitamente con motivos navideños.

—Wow, la casa de tus abuelos es preciosa— dije maravillándome con el lugar.

—Lo sé. Nos están esperando— me llevó de la mano al interior de la casa, al entrar todos se giraron hacia nosotros.

— ¡Abuelo!— grité corriendo a los brazos de Anthony. Me recibió con gusto y me estrechó amorosamente.

—Mi pequeña— murmuró dando un beso en el tope de mi cabeza—. ¿Cómo están?— dijo soltándome para abrazar a Edward.

—Muy bien, abuelo. ¿Dónde está la abuela?

—Aquí estoy, mi cielo— dijo una amorosa voz al fondo del salón.

En un sillón estaba una dulce mujer mayor, con una sonrisa radiante. Se puso de pie e inmediatamente después estuvo envuelta en los brazos de Edward.

—Te extrañé tanto— dijo Edward con devoción, mientras los demás veíamos la escena enternecidos.   

—Yo también, mi amor. Y bien, ¿por fin traes contigo a la famosa Bella?— dijo con dulzura, acariciando con un lindo susurro mi nombre; era como si me conociera de siempre y me tuviera un afecto especial.

—Sí, aquí  está— afirmó Edward llamándome para estar a su lado.

—Hola, Isabella Swan. Mucho gusto— dije extendiendo la mano. Me sonrió, tomó mi mano y me acercó a ella para darme un beso y un abrazo.

—Hola, cariño, yo soy Elizabeth. Y quiero que también a mí me digas abuela, si no quieres que me ponga celosa del viejo cascarrabias que está allá— dijo apuntando hacia Anthony, haciéndonos reír todos.

—Estamos muy contentos de que todos vinieran— dijo Anthony llegando al lado de Elizabeth y abrazándola por la cintura, se veían tan tiernos.

—Sí, los habíamos echado tanto de menos. Más a ti, pequeña bribona— dijo Elizabeth regañando a Tanya.

—Perdón, abuela.

—Y tú también Emmett— dijo reprendiéndolo con la mirada.

—Abuela, lo siento— dijo agachando la mirada.

La bienvenida fue muy grata, la abuela Elizabeth adoptó a todos sus nuevos nietos con gusto.

Los abuelos eran una pareja muy linda y amorosa; era evidente de dónde provenían las buenas costumbres y modales de los Cullen. Esa noche casi no dormimos explorando los alrededores y haciendo una gran fogata en la playa que estaba cerca de la casa.

Al otro día paseamos por Dunwich, el lugar era muy bonito, las playas hermosas y el clima me agradó más que el de Forks. Teníamos pensado conocer el pequeño pueblo en su totalidad y después visitar algunos museos de Suffolk. Llegamos justo a la hora de cenar, todos nos sentamos en el gran comedor y los empleados comenzaron a llenar la mesa con comida y bebidas.

—Tenemos un pequeño inconveniente— dijo el abuelo un poco apenado.

— ¿Qué pasa, papá?— preguntó Carlisle.

—No hay habitaciones suficientes para todos. Sólo hay cinco habitaciones extra.

—No hay problema— dijo Tanya–. Que los señores Cullen usen una y los Brandon otra— volteó a vernos a todos de manera inquisidora–. Los demás podemos hacer lo mismo que en Las Vegas, ¿recuerdan? Las chicas en una habitación y los chicos en otra— dijo sonriendo maliciosamente.

Los adultos aceptaron el trato inocentemente y se fueron a sus respectivas habitaciones; mientras, nosotros maquinábamos mil ideas para decidir quién se quedaba con la otra habitación.

Fuimos a una de las terrazas y comenzamos a discutir sobre qué hacer.

—Juguemos piedra, papel o tijera— propuso Emmett.

—No, mejor tiremos un dado— dijo Alice.

—Un juego de fuerza— dijo Rose.

En eso estábamos cuando llegó Tanya con una cajita en las manos.

—Chicos siéntense alrededor de la mesa— ordenó. Obedientemente los cuatro (Edward, Emmett, Jasper y Jacob) se sentaron frente a la mesa redonda y Tanya ocupó un sitio entre ellos mientras barajaba un juego de cartas de póker.

—Nos vamos a jugar el cuarto durante toda nuestra estancia aquí. Le voy a dar una carta a cada uno, el que tenga la más baja queda descalificado y así eliminamos a cada uno hasta que alguien gane. Sólo hay naipes del dos al diez— explicó Tanya y todos asentimos, era un trato justo.

Repartió la primera ronda. Los chicos tomaron su carta y pusieron su mejor cara inescrutable.

— ¡Ya!— gritó Tanya. Todos voltearon sus cartas, Jasper tenía un seis, Emmett un ocho, Edward un nueve y Jacob un dos.

—Awww— se quejó Tanya haciendo un puchero y frunciendo el ceño.

—Lo siento— dijo Jacob dándole un beso en los labios en señal de disculpa. Ella repartió la segunda ronda.

— ¡Ya!

Jasper tenía un cinco, Emmett un tres y Edward un siete.

— ¡No!— chilló Rosalie ganándose la risa de todos.

—Esto es entre tú y yo, oveja— dijo Alice viéndome retadoramente y poniéndose detrás de Jazz.

—Así es— dije tomando a Edward por los hombros.

—Esto sí que va a estar bueno— dijo Tanya barajando las cartas.

Repartió y todos quedamos expectantes, ella vio alternadamente a los chicos por unos segundos.

—Chicos…, ahora— dijo viéndolos.

Jasper volteó rápidamente su carta, tenía un nueve; me tapé la boca sorprendida y Alice estaba a punto de pegar de brincos.

— ¿Crees que puedas superar eso, Cullen?— dijo muy pagado de sí mismo.

Edward echó una mirada a su carta e hizo una cara que indicaba su derrota, Alice pegó un grito de alegría, yo agarré mi cabello con ambas manos y Jasper reía.

—Jasper— susurró Edward.

— ¿Qué pasa, Cullen?— dijo Jasper entre su alegría.

—Sí. Sí puedo superarlo, Hale— dijo dando vuelta a su carta, mostrándonos su flamante diez. Él se levantó, me envolvió en un abrazo mientras me daba vueltas y yo reía.

—Muéranse de envidia— dijo él y yo le saqué la lengua a los demás.

Después de una insistente charla en la que Jasper y Emmett pedían la revancha, todos terminaron por aceptar su derrota y entramos de nuevo a la casa para beber el chocolate que habíamos preparado Alice y yo. Platicamos un rato más y luego cada uno se fue a sus respectivas habitaciones; mientras, Edward y yo disfrutábamos de encaminarnos a la nuestra.

— ¡Pero qué suerte!— dije más que feliz.

—Deberíamos celebrarlo— dijo sugestivamente abrazándome por la espalda y dándome besos en el cuello.

—No es para tanto— dije restándole importancia.

—Bella…— dijo con voz ronca. Reí y él me estrechó más contra su cuerpo. Abrí la puerta, él la cerró de una patada y me di vuelta para quedar de frente.

—Déjame pensarlo— dijo rodeándole el cuello.

— ¿Ya pensaste?— dijo impaciente.

—No— me dio un beso corto.

— ¿Y ahora?

—Nope— dije sonriendo. Me volvió a besar, pero más demandante.

— ¿Y ahora?

—Sí.

— ¿Qué pensaste?— dijo sobre mi cuello.

—Que vamos a celebrar tu victoria— dije atrayéndolo hacia mí.

Lo besé con descaro y acaricié todo cuanto estuvo a mi alcance, le di una mirada inquisidora y lo arrastré encima de mí sobre la cama. Y así comenzó nuestra primera noche juntos en Inglaterra. Disfrutando al máximo del momento y añorando con dulzura el mañana.

 

 

Capítulo 19: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS! Capítulo 21: FIESTAS DECEMBRINAS

 
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