POV EDURNE
El dolor se apoderó de mi. Mi mente y mi cuerpo intentaban rechazar la amarga tortura y dejar pasó a la luz, pero a la vez estos me absorbían una y otra vez en una oscuridad. Por una parte mi mente me decía, me obligaba a ver la propia realidad, en la que no existía dolor alguno; que esto era algo irreal, pero por la otra parte estaba mi cuerpo, que me sucumbía cada dos por tres en el abrasador infierno; haciendome ver que esta era mi realidad. El dolor. No sabía que camino escoger¿la irrealidad o la realidad? En la irrealidad intentaba rechazar el dolor; olvidarlo, pero sentía que me estaba engañando a mi misma; y sin embargo en la realidad aceptaba el dolor, y me sentía ¿bien? dentro de lo que cabe. El fuego se apoderaba de mí, consumía cada centímetro de mi cuerpo; cada parte de mí. Esto no era la muerte; era algo peor. La muerte podía ser justa o injusta; sin dolor o con dolor... pero lo que yo estaba pasando no tenía nombre. La muerte podía ser apacible; en menos de un segundo tu vida cambia, dejando todo atrás para no volver a sentir. Esto no era nada apacible; y en menos de un segundo mi vida cambio... pero para poder sentir todos lo males juntos. Quería gritar, pero las palabras no me salían, o al menos no las escuchaba. No sabía si esta consciente o inconsciente. Segundos, minutos, horas... ¿cuanto habría pasado? El amargo dolor cada vez era más fuerte. Al final me decidi por mi camino; la realidad.
Pero había algo que me inquietaba; algo que no estaba en llamas, y eso era mi corazón. Estaba congelado, sentía escalofríos cada vez que latía; pero eran unos escalofríos dulces. Había algo familiar en ellos, sentía que si el hielo se derretía yo perdería mi vida. Siempre fue el hielo, el que me dio la vida; el que me hacía vibrar; el que o por el cual daría mi vida.
En ese instante todo cesó y apareció el ángel más bello que había visto en mi vida. Demetri.
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