El chico malo (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 26/08/2013
Fecha Actualización: 05/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 100
Visitas: 74331
Capítulos: 37

Atrévete a sentir el lado rebelde del amor.

Edward era el chico malo de la ciudad y yo la chica buena. Se suponía que no debía ocurrir.

Edward Cullen es maleducado y peligroso, el típico chico malo. Entonces, ¿por qué la buena de Bella, que tiene a Jacob al novio perfecto, no puede evitar sentirse irresistiblemente atraída por él?


 

Hola esta historia no es mía... esta basada en el libro el chico malo de Abby Glines.. yo solo cambie los personajes, con mi saga favorita... espero que le guste y dejen sus comentarios y votitos...

Tambien si quieren pueden pasar por mi otra historia, se llama

" Mi Hermoso Desastre"....

Las kieroo SabriiCullen<3

"actualizo todos los miercoles y sabado"

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Capítulo 5: Capitulo 4...

Los personajes y la historia no son mios,  pertenecen a Abby Glines y a la hermosa Stephenie Meyer <3 


 

Pov Bella

Esperé a ver el coche de mis padres retrocediendo por el camino de entrada antes de coger el móvil y escribir un mensaje a Edward.

Te vienes a ver una peli a casa?

El corazón se me aceleró dentro del pecho. ¿Qué estaba haciendo?

Hoy, en el hoyo, me había pasado de la raya. Nunca tendría que haberle hablado de mis deseos secretos. Pero con sólo pensar en el intenso brillo de sus ojos mientras le explicaba lo que quería experimentar, el cuerpo se me estremecía de excitación.

Edward: Y tus padres?

Conocía a mis padres lo bastante bien como para saber que no aprobarían que quedásemos. Pero que su madre fuese vulgar no significaba que él también lo fuese. Por sus venas corría la misma sangre que por las de Jacob.

Yo: Fuera de la ciudad.

Mi padre había planeado una escapada sorpresa de fin de semana por su aniversario de boda. Lo sabía desde hacía una semana, pero no se lo había contado a mi madre hasta esa misma tarde. Justo en ese instante, iban de camino a New York. Cuando sonó el teléfono, me dio tal sobresalto que casi lo dejo caer. Me temblaban las manos, temiendo que fuese Jacob. Si hablaba con él, sería incapaz de esconder la culpabilidad que sentía. Era Edward.

—Hola —dije.

—Dejaré la camioneta en el parque y llegaré a tu casa por el bosque. Deja abierta la puerta trasera. No quería que viesen su camioneta aquí. Sabía que era por mi bien. Lo mejor sería que no aparcase delante de mi casa. Sólo era un amigo, pero… también era un chico. Un chico malo. Bella Swan no invita a chicos a casa cuando sus padres no están.

—Muy bien, si lo prefieres así.

—Así es mejor. —Su voz grave me provocó un hormigueo por todo el cuerpo.

—Te veo dentro de un rato —contesté.

—Sí —dijo antes de colgar.

Me quedé mirando el teléfono que tenía en la mano; debatiéndome entre el temor y la excitación. Iba a pasar más tiempo a solas con Edward. Le echaba de menos. Poder ser honesta con alguien era agradable. No tenía que fingir. Y también había que tener en cuenta el hecho de que, cada vez que me miraba, sus ojos provocaban que todo mi cuerpo se estremeciera. Había algo perverso en Edward que me atraía. ¿Qué me pasaba? ¿Por qué deseaba tanto pecar?

Tiré el móvil sobre la cama y me fui a la ducha. No iba a pensar más en la regla que estaba rompiendo. No estaba haciendo nada malo. Era una regla pequeña comparada con otras. O sea, que había otras reglas más grandes que también podía romper. Además, necesitaba romper algunas reglas o me volvería loca.

Un suave golpe en la puerta trasera hizo que las mariposas que revoloteaban por mi estómago entrasen en estado febril. Oí que la puerta se abría y se volvía a cerrar. Me puse rápidamente el vestido bordado blanco de tirantes por el que me había decidido después de probar varias opciones. El vestido era corto y los tirantes finos, así que parecía lo bastante informal como para ver una película… más o menos. Me examiné los pies descalzos. Me acababa de pintar las uñas de un rosa algodón de azúcar y decidí que seguiría descalza. Aún más informal.

Crucé el pasillo para saludar a mi invitado. Al ver a Edward de pie en la cocina, dejó de llegarme oxígeno a los pulmones. El negro siempre le había sentado bien, pero viéndole allí de pie en medio de mi cocina con una camiseta negra estrecha y un par de vaqueros de cintura baja, sentí que me mareaba. Caí en la cuenta de que estaba conteniendo la respiración.

—Hola —conseguí decir, encogiéndome mentalmente de vergüenza al escuchar el jadeo de mi voz. Asintió y me lanzó una pequeña sonrisa antes de caminar hasta la nevera y abrirla.

—Tengo sed. ¿Puedo tomar una cola? —preguntó sin mirarme.

—Mmm, sí, claro. También he encargado pizza. Llegará dentro de poco. Por si tienes hambre. Cerró la puerta de la nevera y abrió la lata de cola con la mano antes de tomar un trago.

—Yo siempre tengo hambre —contestó.

—Muy bien, perfecto. No sabía qué más decir. Había invitado a Edward a mi casa para ver una película. Ahora estaba aquí en toda su deliciosa plenitud y yo no sabía qué decir. Se me acercó con una sonrisa.

—Relájate, Bells. Soy sólo yo. —Señaló el salón con la cabeza—Vamos a ver la selección de películas que tienes.

Tragué saliva con nerviosismo, me di la vuelta y me dirigí al salón. Todo esto era una mala idea. Me estaba comportando como una idiota. Los amigos no se comportan así. Si quería que fuese mi amigo, tenía que empezar a comportarme como tal y no como una boba enamorada.

—He alquilado dos películas. Si no te gusta ninguna, puedes elegir entre las que tengo en mi habitación, pero te aviso desde ya que la mayoría son comedias románticas. Las que he alquilado serán más de tu gusto. Me mantuve de espaldas a él porque notaba que el calor me subía por las mejillas y no soportaba la idea de que me viese ruborizada. Estaba siendo tan ridícula.

Alcancé las dos películas de acción que había alquilado y empecé a volverme para mostrárselas cuando se colocó detrás de mí. El cuerpo se me puso en tensión y tuve que tomar varias bocanadas de aire.

—Déjame ver. —Tenía la boca sorprendentemente cerca de mi oreja. Entonces sus brazos me envolvieron y me quitó las películas de las manos. Cuando nuestros dedos se rozaron, inspiré rápidamente. Se detuvo durante un segundo y luego se apartó de prisa. Mi comportamiento de loca le estaba incomodando.

—Buena elección. Hace tiempo que quiero ver las dos, pero Victoria y yo nunca vemos películas. El nombre de Victoria fue como si me echasen un cubo de agua fría encima. Me estaba recordando con sutileza que sólo había venido a ver una película con una amiga, lo que era cierto. Sólo tenía que ponerle freno a mi lujuria y todo iría bien. Me di la vuelta sobre las puntas de los pies.

—Perfecto. Escoge una y ponla en el aparato. Voy a buscar el dinero antes de que llegue la pizza. Pero antes iba a mojarme la cara con agua fría y a calmarme un poco. No esperé a que respondiera antes de huir de la habitación.

El timbre sonó mientras rebuscaba el dinero en mi bolso. Seguro que el repartidor sería alguien del instituto. No era buena idea que Edward abriese la puerta. Salí corriendo de la habitación y me encontré cara a cara con Edward. O, con más exactitud, cara a pecho. Un pecho que olía delicioso. Cerré los ojos con fuerza y respiré profundamente.

—Esperaré aquí mientras pagas —susurró. Asentí y pasé por su lado.

—¿Cómo te va, Bella? —preguntó Ben con una sonrisa.

—Mmm, bien, gracias.

—Debes de echar de menos a Jacob. Asentí.

—Sí. —Le entregué el dinero—. Quédate el cambio y gracias. Su sonrisa se hizo más grande.

—Genial, gracias, Bella. Nos vemos. Le devolví la sonrisa y cerré la puerta. Edward salió del pasillo.

—Huele bien. Olía bien de verdad, pero dudaba mucho que pudiese comer. Edward me cogió la caja de las manos, fue hasta el sofá y la dejó delante de él, en la mesita del café.

—Voy a buscar platos de papel —dije yo, deseando no sonar tan nerviosa. Se dispuso a abrir la caja.

—Por mí no hace falta, me basta con papel de cocina.

—Vale —repliqué de camino a la cocina sin mirar atrás. Cuando volví al salón, Edward ya iba por la segunda porción de pizza. Me alegraba de que mi comportamiento extraño no le incomodase.

—Ya he puesto la peli —comentó señalando el televisor con la cabeza.

—Ah, perfecto —respondí, alargando la mano para coger un trozo de pizza. Edward estaba atento a la película, así que no debería haber tenido problemas para comer. Pero fui incapaz de terminar el primer trozo. Estaba demasiado nerviosa como para comer.

Edward se arrellanó en el sofá con la mirada fija en la película después de limpiarse las manos con el papel de cocina. Yo puse mi plato sobre una pila de revistas que mi padre había dejado en la mesita.

—He dejado dos porciones. Es imposible que estés llena. Le miré de reojo.

—¿Me estás diciendo que no has parado de comer porque estuvieras harto? Negó con la cabeza.

—No, estaba siendo considerado. Yo nunca estoy lleno. Apoyé la espalda en el sofá.

—Come lo que quieras, yo ya he terminado. No se inclinó hacia delante para coger otro trozo como esperaba que hiciese, sino que su atención permaneció centrada en mí.

—¿Por qué me has invitado a venir esta noche, Bells? Sentí que se me enrojecían las mejillas. ¿Por qué le había invitado? No era tan sencillo responder a eso. Desde que entró por la puerta, me había estado comportando de forma ridícula. Con Jacob, nunca me quedaba sin palabras. Edward me ponía nerviosa. Ahora estaba muerto de aburrimiento, obligado a pasar la tarde conmigo cuando podría pasarla con su novia súper sexy haciendo todas esas cosas de las que yo nada sabía. Le estaba privando de una tarde excitante.

La idea de que había venido a ayudarme a pasar el rato por fidelidad hacia su primo me hizo sentir fatal. Estaba haciendo una obra de beneficencia por mí y yo ni siquiera era capaz de ofrecerle una velada interesante. Bueno, al menos le había alimentado.

—Lo siento. Supongo que no quería estar sola, pero estoy bien. Puedes marcharte. Sé que esto es aburrido comparado con lo que haces normalmente. Me las arreglé para formar un sonrisa vacilante.

Su ceño se frunció aún más al inclinarse hacia delante y apoyar los codos en las rodillas, pero no apartó la vista de mí.

—Estar contigo no es aburrido. Pero pareces incómoda. Si quieres que me marche, lo haré. Tengo la sensación de que estás reconsiderando lo de haberme invitado a venir. Suspiré y se me escapó una risita.

—No. Quiero que te quedes. Nunca ha venido ningún chico aquí, excepto Jacob, y siempre con mis padres en casa. Estoy nerviosa. No es que quiera que te marches.

—¿Por qué te pongo nerviosa? —preguntó, observándome fijamente.

—No lo sé —respondí con sinceridad.

—Mmm, y estás equivocada, por cierto —replicó con una sonrisa.

—¿Cómo?

—Ha habido otros chicos aquí. Antes venía a menudo. Tu habitación sigue igual. Sonreí. Tenía razón. Sólo tenía que recordar que éste era el mismo chico que miraba películas conmigo tumbado en mi cama. Cruzó el espacio que nos separaba y se relajó estirando el brazo por detrás del sofá.

—No muerdo, Bells. Sigo siendo yo. Te lo prometo. Ven y lo verás.

Examiné su brazo y la idea de acurrucarme con él me resultó extremadamente tentadora. Pero no creo que fuese eso lo que tenía en mente. En su lugar, me arrellané en el sofá con cuidado de no tocarle. No puso la mano en mi hombro ni tiró de mí para que me acercase. Su mano permaneció apoyada en el cabecero del sofá y detesté el sentimiento de decepción que me embargó.

—Relájate y mira la peli —dijo en un tono de voz suave que nunca le había oído. Hizo que me inundara una sensación de calidez y de seguridad.

Al final, el brazo de Edward resbaló y acabó apoyado en mi hombro. Su dedo empezó a trazar pequeños círculos sobre mi brazo, de forma ausente. Era casi como si pequeñas descargas eléctricas recorrieran todo mi cuerpo. Confiaba en que no notase que mi respiración se estaba volviendo irregular.

Cerré los ojos y fantaseé con la idea pasarle las manos por debajo de la camiseta y acariciarle la delicada piel que le cubría el sólido pecho. Eché un vistazo rápido a través de las pestañas y vi que su atención estaba completamente centrada en la película. No tenía ni idea de que me estaba volviendo loca. Me acerqué lentamente a él, hasta que mi cabeza estuvo apoyada en el pliegue de su codo.

Los aromas del campo y de gel me inundaron los sentidos. Jacob siempre olía a colonia. Yo prefería el gel. Giré la cabeza sólo un poquito para olerlo mejor. Edward apretó un poco el brazo contra mí. Para él no significaba nada, pero era tan agradable. Me volví para apoyar todo el cuerpo en su costado y cerré los ojos.

Mi imaginación tomó el control y me pregunté qué sentiría si aquella ridícula camiseta no le cubriese el pecho.

—Bella. —La voz de Edward irrumpió en mi fantasía.

—Mmm… —respondí, pasando la mano por sus abdominales.

—¿Qué estás haciendo? Su voz tenía un timbre extraño. Había en ella un pánico que me arrancó de mi ensoñación y me devolvió a la realidad.

Me quedé sin aliento al comprender que había subido mi pierna encima del muslo de Edward. El dobladillo de mi vestido apenas me cubría el muslo. Y para empeorar las cosas, tenía la mano debajo de su camiseta y su piel era tan suave y cálida. El delicado movimiento circular sobre mi brazo se había detenido y su mano ya no me tocaba. Me invadió el horror, saqué la mano de debajo de su camiseta de un tirón y me puse de pie.

—Dios mío —espeté—. Lo siento… No quería… Lo siento.

No me atrevía a mirarlo. ¡No después de haberle saltado encima! Hice lo único que se me ocurrió, salí huyendo a mi habitación. Empujé la puerta con la fuerza necesaria como para dar un portazo, pero el golpe nunca llegó.

—Bella, espera. La voz de Edward hizo que me avergonzara todavía más. ¿Por qué había tenido que seguirme? ¿No podría haberse marchado? No era capaz de enfrentarme a él.

—Lo siento. Vete… por favor. Me crucé de brazos y miré fijamente por la ventana a la espera de verle marchar. Sus brazos me envolvieron por detrás y solté un gemido de humillación. Estaba intentando consolarme.

—No sé qué estará pasando por esa cabecita tuya, pero por tu manera de comportarte, imagino que es bastante malo.—Bajó la cabeza y la apoyó en mi hombro—. Si quieres que me vaya, lo haré. Pero antes, quiero asegurarme de que entiendes una cosa.

Tenía un nudo en la garganta y las lágrimas me impedían respirar.

—He sido yo el que lo ha empezado todo. Pensaba que me apartarías, no que… te acurrucarías aún más. Hizo una pausa y el calor de su aliento me acarició el oído antes de que sus labios tocaran mi espalda desnuda. Me estremecí y bajó las manos por mis brazos hasta cubrir las mías.

—No debería haberte tocado. Pero no he podido contenerme —me susurró al oído.

Quería discutírselo. No era culpa suya. Quería decirle que era yo la que se había dejado llevar, pero no me salió más que un pequeño quejido.

—No puedo hacerlo, Bells. Lo deseo, pero no puedo. Y entonces se marchó. Me di la vuelta para ver cómo se alejaba. Más que nada en el mundo, habría deseado pedirle que regresara, pero no lo hice.


Holiiwiis volvi con capitulo nuevo...

se esta poniendo bueno... yo tambien le meteria mano a Edward, pero no estamos hablando de eso jaja! 

bien gracias a las chicas que comentaron y me votaron muchas gracias! :)

y a las que me leen y futuras lectoras le dire que actualizare cada semana, mas espesifico un sabado, a mas tardar 2 semanas pero no creo que tarde... :D

bien las qiiero mucho chicas graciias denuevo por sus comentario y votitos :D besos! 

SabriiCullen <3

Capítulo 4: Capitulo 3... Capítulo 6: Capitulo 5...

 
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