El chico malo (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 26/08/2013
Fecha Actualización: 05/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 100
Visitas: 74341
Capítulos: 37

Atrévete a sentir el lado rebelde del amor.

Edward era el chico malo de la ciudad y yo la chica buena. Se suponía que no debía ocurrir.

Edward Cullen es maleducado y peligroso, el típico chico malo. Entonces, ¿por qué la buena de Bella, que tiene a Jacob al novio perfecto, no puede evitar sentirse irresistiblemente atraída por él?


 

Hola esta historia no es mía... esta basada en el libro el chico malo de Abby Glines.. yo solo cambie los personajes, con mi saga favorita... espero que le guste y dejen sus comentarios y votitos...

Tambien si quieren pueden pasar por mi otra historia, se llama

" Mi Hermoso Desastre"....

Las kieroo SabriiCullen<3

"actualizo todos los miercoles y sabado"

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Capítulo 17: Capitulo 15...

La historia y los personajes no me pertenecen. Pertenecen a Abby Glines y Stephenie Meyer...


 

Pov Bella

No has respondido a mi e-mail, eso quiere decir que o no lo recibiste, lo que es bastante probable porque el acceso a Internet aquí es terrible, o que algo va mal.

He intentado llamarte varias veces, pero no encuentro cobertura en ninguna parte. Tengo buenas y malas noticias. Las malas noticias son que Leah ha sufrido una reacción alérgica a alguna planta de por aquí y tuvo un ataque de urticaria; mi padre la ha llevado corriendo a urgencias a la ciudad más cercana.

Han regresado hace una hora, Leah está bien, pero mi madre tiene ganas de volver a casa. Eso me lleva a las buenas noticias. Vuelvo a casa. Mientras te escribo esto, estamos haciendo las maletas; te llamaré en cuanto tenga cobertura. No te separes del móvil. Necesito oír tu voz.

Llama también a Edward de mi parte y avísale de que estoy de vuelta, así podremos ir a la sala de pesas una semana antes y prepararnos para el entrenamiento de fútbol. Y dile también que se corte un poco con la cerveza. Necesito a mi mejor receptor en buena forma.

Te quiero, Jacob.

Me quedé contemplando la pantalla del ordenador un buen rato. No sabía qué hacer.

A quién contárselo. Adónde ir.

Cerré el portátil y lo aparté de un empujón. Me había despertado sabiendo que tendría que enfrentarme a mis padres, después de haberme ido el día enterior con Edward. Me estaba temiendo la charla con ellos, pero esto era mucho peor.

La pantalla de mi móvil se iluminó antes de que empezara a sonar Eye of the Tiger por primera vez en tres semanas. Jacob había configurado mi teléfono para que Eye of the Tiger fuese su tono personalizado. Cogí el móvil con apatía y apreté el botón de aceptar antes de ponérmelo en el oído.

—Hola.

—Oh, cariño, me alegro tanto de oír tu voz. ¿Has recibido mi e-mail? He esperado un rato antes de llamar, no quería despertarte. Estamos a unas dos horas de distancia. Mi padre me dejará en tu casa, me muero de ganas de verte.

La culpa, la frustración, la ira y el pánico se arremolinaban en mi interior. Agarré el teléfono con fuerza mientras intentaba respirar profundamente.

—Ah, hola, sí, acabo de leerlo. No puedo creer que vayas a llegar antes de lo previsto.

La falta de entusiasmo de mi voz era inconfundible. Durante un momento reinó el silencio, y comprendí que el cerebro de Jacob estaba trabajando a marchas forzadas.

—¿Te acabas de despertar? No pareces muy contenta con mi regreso. Esperaba chillidos de alegría o algo así.

Perfecto, despierta sus sospechas incluso antes de que llegue. Tenía que arreglarlo. No podía interponerme entre Edward y Jacob. Toda su vida habían sido como hermanos. No podría perdonarme jamás ser la responsable de su ruptura. Me sorprendió darme cuenta de que me preocupaba más la relación entre ellos que la mía con Jacob.

—Perdona, estoy encantada de que vuelvas. Me acabo de despertar. Anoche fue el velatorio de mi abuela y el funeral es esta tarde. Estos últimos días han sido difíciles.

—¿Cómo? ¡Bella!, ¿tu abuela ha fallecido? Lo siento tanto. ¿Por qué no me lo contaste?

Había olvidado completamente que no lo sabía. El e-mail que no llegué a escribirle me vino a la memoria. En vez de contarle lo de la abuela, corrí a refugiarme en los brazos de Edward. ¿Habría ocurrido todo esto si le hubiese escrito el e-mail a Jacob y hubiese ayudado a mi madre con los preparativos del funeral? ¿Deseaba que las cosas hubiesen sido distintas?

—No quería explicártelo por e-mail —aclaré con la esperanza de que lo comprendiese o que, al menos, aceptase mi excusa.

—Estoy a punto de llegar. Iré corriendo a casa para cambiarme y después vendré a verte, así no tendré que marcharme antes del funeral. Si quieres, puedo llevarte. Todo se arreglará. Dentro de poco estaré ahí. Te lo prometo.

¿Cómo se sentiría si le dijese que todo iba bien? ¿Que Edward ya me había ayudado a despedirme? Mis lágrimas se habían secado. Sabía que mi abuela era feliz en su fabulosa mansión, situada en unas elegantes calles doradas. Siempre decía que allá arriba tendría un fantástico jardín de rosas esperándola.

—Bella, ¿estás bien?

—Perdona, estaba pensando en el funeral. Nos vemos cuando llegues.

—Muy bien. Te quiero.

Éstas eran las palabras que siempre nos decíamos al colgar. Normalmente, yo era la primera en decirlas. Esta vez lo había olvidado por completo.

—Yo también te quiero —respondí diligentemente.

Le quería. Le había querido toda la vida, pero no como debería.

En el fondo, siempre había sabido que algo iba mal entre nosotros. Pero hasta esas últimas semanas con Edward no había sabido definir cuál era el problema de nuestra relación. Con Edward podía ser yo misma, y él me amaba.

Jacob amaba a la persona que yo me esforzaba en ser. Si Jacob supiese cuál era mi verdadero yo, aquella chica a la que creía haber dejado atrás junto con mi infancia, no me querría. No sería capaz. Pero tampoco podía estar con su primo. No podía escogerle por delante de Jacob. Destrozaría una amistad de toda una vida. Jacob había cuidado de Edward cuando era pequeño. Estaba pendiente de él, compartía su riqueza con él.

Incluso ahora, Jacob protegía a su primo de muchas cosas. Sin ir más lejos, el año pasado, cuando el entrenador estuvo a punto de echar a Edward del equipo por presentarse al entrenamiento con resaca. Jacob suplicó al entrenador que cambiase de idea y le prometió que se aseguraría de que Edward fuese por el buen camino y llegase en buen estado a los entrenamientos y los partidos.

Edward necesitaba a Jacob. No podía interponerme entre los dos. Arrojé la almohada que había estado abrazando al otro extremo de la habitación y solté un rugido de frustración. Me parecía todo tan ridículo.

Yo era ridícula.

¿Cómo me había permitido llegar hasta aquí? ¿En qué estaba pensando? Me había dejado llevar por mis sentimientos por Edward Cullen. No sólo me importaba, también le deseaba. Era lo peor que podría haber hecho nunca.

Tenerlo a él significaba separarlo de la única familia a la que amaba. Pronto toda la ciudad hablaría de él y le odiaría por robarle la novia a Jacob. Era imposible. Toda esa estúpida situación lo era.

—Princesa, ¿estás despierta? —dijo mi padre desde el otro lado de la puerta. Solté un suspiro. Ésta era la charla que me había estado temiendo. Era una pérdida de tiempo. No hacía falta que gastase saliva hablando del tema.

—Sí, pasa —respondí.

Abrió la puerta y ahí estaba, con una mueca irritada en la cara que casi nunca iba dirigida a mí. Entró y se detuvo ante mi cama. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho y olía a crema para después del afeitado. La misma que había usado toda la vida.

—¿Qué ocurrió anoche, exactamente?

Era directo y conciso, eso había que admitirlo. Me enderecé en la cama y le devolví la mirada. Necesitaba echar tierra sobre el asunto. Calmar los ánimos. El que Edward fuese aceptado en la ciudad dependía de ello, y mi relación con Jacob también.

—¿Te refieres a Edward Cullen?

Como si tuviese que preguntar. Mi padre alzó las cejas en señal de incredulidad, como si pensara que tenía que estar loca para creer que se estaba refiriendo a otra cosa.

—Así es, Isabella.

Suspiré, sacudí la cabeza e incluso puse los ojos en blanco para añadirle un toque dramático.

—Es amigo mío. Crecimos juntos. Es el primo de mi novio y su mejor amigo. Jacob no estaba aquí, yo me estaba enfrentando a uno de los momentos más difíciles de mi vida y él tomó cartas en el asunto y decidió ayudarme. Quiere a Jacob y sabe que es lo que Jacob habría deseado. Además, Edward sabe lo unida que estaba a la abuela.

Acostumbrábamos a sentarnos juntos en el porche a comer galletas. ¿Recuerdas la época en que el hecho de que su madre fuese camarera en un bar no era ningún problema?

La amargura en mi voz era inconfundible. Mi padre frunció aún más el ceño. No le gustaba mi tono, pero se notaba que estaba considerando mi excusa. Esperé pacientemente, rezando para que me creyera. Después de lo que me pareció una eternidad, asintió y soltó un gran suspiro.

—Comprendo que lo has pasado mal. Con Jacob fuera y tu madre y yo ocupados con los preparativos del funeral y toda la familia aquí, no hemos estado a tu lado. Agradezco que Edward se diese cuenta de que necesitabas a alguien e interviniese.

Sin embargo, no es el tipo de chico con el que quiero que te relaciones. Es el primo de Jacob y cuando él esté aquí, me parece bien. Pero Edward Cullen no es de buena casta. Su padre era imprevisible y su madre es gentuza. Podrías ganarte una mala reputación por dejarte ver con los de su clase. Las malas compañías son peligrosas. Acuérdate.

Quise levantarme y clamar al cielo que él no sabía nada de Edward. No importaba quiénes fuesen sus padres. No estaba bien culpar al hijo de los pecados del padre.

Me mordí la lengua hasta que noté el sabor de la sangre en un intento de no chillar de frustración.

—¿Quién llamaba tan temprano? —preguntó mi padre, mirando de reojo en dirección al móvil que descansaba junto a la almohada.

—Jacob.

El alivio se le notó en la cara. Necesitaba salir de allí antes de perder la cabeza.

—¿Ah, sí? ¿Cómo le va?

—Está en camino. Llegará a tiempo para el funeral. La sonrisa deslumbrante de mi padre hizo que se me formara un nudo en el estómago.

—Bien, muy bien. Me alegro de que venga para el funeral de tu abuela. Es tan buen chico…

Mi padre salió de la habitación con expresión satisfecha, cerrando la puerta a sus espaldas. Fulminé la puerta con la mirada, tal como habría deseado hacer con mi padre.

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Aparqué el coche en el camino de grava de la entrada antes de apagar el motor. La camioneta de Edward era el único vehículo estacionado junto a la caravana. Su madre no estaba.

Eso era lo único positivo de mi visita. Necesitaba hacerlo a solas. Jacob llegaría en media hora. Habría ido antes, pero después de hablar con mi padre por la mañana, decidí que sería mejor esperar a que se marchase.

Me dolía el pecho.

Apreté la palma de la mano contra el corazón en un intento de aliviar el dolor. Tiene que haber un límite a la pena que puede sufrir una persona en una sola semana. Estaba llegando a mi límite. Necesitaba un milagro.

Una risa amarga me burbujeó dentro del pecho al pensar en milagros. ¿Quién iba a ayudar a una chica mala a conseguir al chico malo? Aunque Edward no era malo por dentro. De verdad que no. Se comportaba así porque era lo único que conocía.

Le crió una camarera que saltaba de una cama a la otra sin preocuparse del estado civil de su pareja. Nadie se había molestado en enseñarle a Edward cómo comportarse correctamente. Pero por dentro era una persona maravillosa.

Era generoso, paciente y comprensivo. Aceptaba a los demás tal como eran. La única persona en mi vida capaz de eso había sido mi abuela.

La puerta de la caravana se abrió de golpe y Edward salió al primer escalón. Lo único que llevaba puesto eran unos vaqueros de talle bajo. Iba descalzo. Me tragué las lágrimas. Había venido a acabar con todo aquello, pero me sentía como si me estuviesen arrancando el corazón del cuerpo incluso antes de decir una palabra.

Alargué el brazo para abrir la puerta y salí del coche. Tenía la sensación de avanzar a cámara lenta. Nuestras miradas se encontraron cuando cerré la puerta del coche. Su sonrisa desapareció, y en su rostro se formó una arruga de preocupación. Me conocía tan bien…

Siempre sabía en qué estaba pensando. Cuando éramos niños, nunca tenía que decirle que estaba triste. Él lo sabía y se disponía a solucionarlo antes de que Jacob se hubiese dado cuenta siquiera de que alguien había herido mis sentimientos.

No se movió.

Me observó mientras ponía un pie delante del otro, deseando más que nada en el mundo no tener que hacerlo. Por una vez, quería ser egoísta y obtener lo que deseaba. Olvidar las consecuencias y lanzarme en brazos de Edward.

Quería decirle que le amaba.

Quería besar su rostro allí mismo, de pie enfrente de la caravana a la vista de todos los que tenían la nariz pegada a la ventana para curiosear. Quería reclamarle como mío, pero no podía hacer nada de eso. Nuestro cuento de hadas no podía acabar bien.

Perdería a Jacob. Y toda la ciudad despreciaría abiertamente a Edward, en lugar de conformarse con murmurar a sus espaldas que acabaría igual que su padre. El mío no le aceptaría. Seguramente me encerraría en casa y me enviaría a un internado femenino. Nadie nos apoyaría.

No podía permitir que Edward supiera el porqué. Él era más valiente que yo. Lucharía por mí. Perdería lo poco que tenía en esta ridícula ciudad, lo perdería por mí y para nada. Mis padres nunca lo permitirían. Tenía que dejarle marchar. Lo que yo deseaba no importaba. El futuro de Edward, sí.

—Algo me dice que no es el tipo de visita que esperaba cuando he visto tu coche blanco. —Su voz era tensa.

Me esforcé por evitar que las lágrimas que brotaban de mis ojos rodaran por mis mejillas. Tenía que hacerlo. Era lo mejor. Lo mejor para él.

—Jacob vuelve hoy a casa —dije a través del nudo de mi garganta.

Edward dio un paso atrás e hizo un gesto para que pasara. Aparté la vista de su mirada y entré en su caravana por segunda y última vez. Nunca sería capaz de volver. No con Jacob aquí. Pero tampoco podría olvidar el desayuno que compartimos en la mesa de la cocina.

Su risa y la forma en que se movía su mandíbula al masticar. Verle comer me había fascinado. La puerta se cerró a mis espaldas y me quedé de pie mirando la mesa desnuda. Lo único que había era una caja abierta de cereales y un cuenco vacío.

Edward me pasó los brazos por la cintura. Sabía que debía apartarme, pero me sentía incapaz de hacerlo. Aquí estaba mi hogar. Su abrazo me llenaba de paz. Pero saber que ésa iba a ser la última vez que me tocase hizo que el abrazo se tornase agridulce. Inhalé profundamente, impregnándome de su olor, su calor, la sensación de sus manos sobre mi estómago.

—Sabíamos que este día iba a llegar, aunque sea antes de lo esperado. Lo he estado pensando y quiero que me dejes hablar con él. Creo que puedo.

—No —interrumpí.

Tenía que decir algo antes de que me revelase demasiado. Sus planes eran inútiles. No había nada que planear. Hizo que me volviera para que le mirase a la cara y me acarició el pelo con las manos.

Observé impotente mientras inclinó la cabeza hasta que sus labios acariciaron los míos. Sabía que tenía que ponerle fin, pero le devolví el beso con avidez. El rugido que resonaba en su pecho hizo que me temblasen las rodillas. Cerré los ojos con fuerza y lo aparté de un empujón.

—No puedo estar contigo, Edward —dije, sin abrir los ojos.

Verle la cara mientras pronunciaba esas palabras, que eran del todo necesarias, me mataría. No habló ni intentó tocarme. Sabía que esperaba a que terminase.

»Quiero a Jacob. No puedo lastimarle. Lo siento. Había tanto que habría deseado explicar. Tantas cosas que había ensayado de camino allí, pero el nudo que tenía en la garganta me lo impedía.

—Bien —respondió en un murmullo.

Alcé la cabeza lentamente y abrí los ojos para verle la cara. «Bien» no era la respuesta que había esperado. Al ver la expresión de su rostro se me cortó la respiración. No parecía triste. Ni siquiera parecía molesto. Más bien parecía… aburrido.

Yo estaba luchando por no llorar a mares y él ni se inmutaba. En vez de sentirme aliviada, el corazón se me hizo añicos. ¿Tan poco había significado para él? Me había dicho que me quería. ¿Por qué iba a mentirme?

Le observé mientras se sacaba el móvil del bolsillo y enviaba un mensaje a alguien. Quería gritarle para que demostrase alguna emoción. Para que demostrase que yo le importaba. Que él también estaba sufriendo. Pensaba que estaba dispuesto a luchar por mí. Levantó sus ojos de color avellana para mirarme.

—Tengo que hacer una llamada. Si eso es todo lo que tenías que decirme… —Indicó la puerta con la cabeza. Pasé por su lado sin decir palabra. Ni siquiera me dijo adiós.


hola Feliz Miercoles...

volviio Jacob... se puso todo mal. Que pasara de ahora en adelante.. Bella se quedara con Jacob o Edward va a reaccionar?

lo veremos en los otros capitulo! :)

Gracias a todas las que me comentan y me apoyan a seguir con la historia... Las kiero a todas! nos vemos el Sabado...

SabriiCullen<3

Capítulo 16: Capitulo 14... Capítulo 18: Capitulo 16...

 
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