El chico malo (+18)

Autor: sabriicullen
Género: Romance
Fecha Creación: 26/08/2013
Fecha Actualización: 05/01/2014
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 100
Visitas: 74366
Capítulos: 37

Atrévete a sentir el lado rebelde del amor.

Edward era el chico malo de la ciudad y yo la chica buena. Se suponía que no debía ocurrir.

Edward Cullen es maleducado y peligroso, el típico chico malo. Entonces, ¿por qué la buena de Bella, que tiene a Jacob al novio perfecto, no puede evitar sentirse irresistiblemente atraída por él?


 

Hola esta historia no es mía... esta basada en el libro el chico malo de Abby Glines.. yo solo cambie los personajes, con mi saga favorita... espero que le guste y dejen sus comentarios y votitos...

Tambien si quieren pueden pasar por mi otra historia, se llama

" Mi Hermoso Desastre"....

Las kieroo SabriiCullen<3

"actualizo todos los miercoles y sabado"

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Capítulo 4: Capitulo 3...

La historia y los personajes no me pertenecen... Pertenecen a Abby Glines y a la grandiosa Stephenie Meyer...


 

Pov Edward

Nunca me había molestado en reflexionar sobre lo negra que era mi alma, como parecían creer el resto de los habitantes de esta ciudad, pero en cuanto Bella salió de su pequeño Jetta blanco con el aspecto de un ángel caído del cielo, supe que mi alma estaba condenada al infierno.

Le había enviado el mensaje para recordarme lo inalcanzable que era. Creía que ver un simple «no» como respuesta sería el toque de atención que necesitaba para dejar de obsesionarme con ella. Pero aceptó y mi estúpido y negro corazón se hinchó de alegría.

Me di cuenta de que se tambaleaba un poco cuando sus preciosos ojos marrones se encontraron con los míos. Más que nada en el mundo, habría deseado acercarme a ella y asegurarle que iba a ser bueno. Sólo quería hablar con ella, ver cómo se le iluminaban los ojos cuando reía o cómo se mordisqueaba el labio inferior cuando estaba nerviosa.Pero no podía actuar según mis deseos.

Bella no era mía.

No lo había sido desde hacía mucho tiempo. No debería haber venido y yo no debería haberla invitado. Así que en lugar de tranquilizarla, permanecí apoyado en el árbol, la perfecta imagen del demonio, con la esperanza de que diese media vuelta y se marchase corriendo.

Se aproximó, con el carnoso labio inferior apresado entre sus perfectos dientes blancos. Había fantaseado con esos labios demasiadas veces. Apenas se había cubierto las largas piernas morenas con unos pantalones cortos que hicieron que casi deseara agradecerle a Dios que la hubiera creado.

—Hola —dijo Bella, ruborizada de nervios.

Maldita fuera, era toda una belleza. Nunca le había envidiado nada a Jacob. Le quería como a un hermano. Era el único miembro de mi familia al que quería de verdad. Cuando sobresalía en algo, yo le vitoreaba en silencio. Se mantuvo a mi lado durante una infancia difícil, rogando a sus padres que me dejasen quedarme a dormir cuando la idea de regresar a una caravana oscura y vacía me aterrorizaba. Siempre había tenido aquello de lo que yo carecía.

Los padres perfectos, la casa perfecta, la vida perfecta, pero nada de eso importaba porque yo tenía a Bella. Cierto, los tres habíamos sido amigos, pero Bella era mía. Había sido mi cómplice, la única persona a la que contaba mis sueños y mis temores, mi alma gemela.

Y entonces, como tenía que ser en la vida perfecta de Jacob, él consiguió a mi chica. Lo único que creía mío había pasado a pertenecerle.

—Has venido —respondí al fin. Se sonrojó aún más.

—Sí, no sé muy bien por qué.

—Yo tampoco —le contesté, ya que estábamos siendo sinceros.

Respiró profundamente y apoyó las manos en las caderas. Quizá no era la pose más apropiada, llevando sólo un biquini para cubrirle el generoso busto. La vista era más estimulante de lo necesario, así que aparté la mirada de su escote.

—Mira, Edward, estoy sola y aburrida desde que Jacob se marchó. Alice siempre está ocupada, trabajando de camarera en Hank’s o con Jasper. Creo que me gustaría que fuésemos… amigos. Fuiste mi mejor amigo durante ocho años. Me gustaría recuperarlo.

¿Quería que volviésemos a ser amigos? ¿Cómo demonios iba a hacerlo? Desearla desde lejos y no poder tocarla era una cosa. Me estaba pidiendo algo que no estaba seguro de poder darle. Pero, qué narices, su mirada suplicante consiguió que cediese.

—Muy bien —resolví, tirando de mi camiseta y quitándomela por la cabeza—. A nadar.

No esperé a ver cómo se quitaba esos pantaloncitos diminutos. Una parte de mí deseaba quedarse a mirar cómo lo hacía, pero otra parte de mí sabía que mi corazón no podría soportar la imagen de Bella contoneándose para salir de esos puñeteros pantalones cortos.

Quizá tuviera el corazón negro, pero eso no impedía que pudiese sufrir un fallo cardíaco. Tomé carrerilla y me agarré del columpio de cuerda y, por un segundo, volví a ser un niño volando sobre el lago. Me solté, hice una voltereta y me sumergí con fluidez en el agua. Cuando saqué la cabeza, eché un vistazo a la orilla con la esperanza de atisbar a Bella mientras se desvestía. Los pantalones cortos habían desaparecido y Bella caminaba hacia la cuerda.

No era la primera vez que la veía en biquini, pero sí la primera que me permitía disfrutar de la vista. El corazón me golpeaba contra el pecho, pero no fui capaz de quitarle los ojos de encima mientras agarraba la cuerda, se balanceaba sobre el agua y hacía una voltereta perfecta. Me había costado tres largas tardes enseñarle a saltar de la cuerda haciendo una voltereta y a sumergirse con suavidad. Bella tenía ocho años y estaba empeñada en hacer todo lo que Jacob y yo hacíamos. Bella sacó la cabeza del agua y la ladeó para apartarse el pelo mojado de la cara con las manos.

—No estaba tan fría como esperaba —comentó con una sonrisa triunfante.

—Estamos a treinta y cinco grados y subiendo. A finales de mes, esto te parecerá el agua de la bañera. Me esforcé por no parecer fascinado por la forma en que las largas pestañas se le rizaban al mojarse.

—Sí, me acuerdo. He pasado tantos veranos como tú en este lago —respondió, y se le fue apagando la voz, como si quisiera recordarnos a los dos de quién era el lago en el que estábamos nadando. Quería que se sintiera cómoda conmigo. Si hablar de Jacob ayudaba, entonces hablaría de él. Además, tampoco me hacía ningún daño recordar a quién pertenecía Bella.

—Entendido. Lo siento, pero esta nueva Bella no se parece a la Bella a la que conocí en su momento. A veces se me olvida que la novia perfecta de Jacob es la misma chica que empezaba las peleas de barro en la orilla.

—Ojalá dejases de comportarte como si fuese una persona diferente, Edward. He crecido, pero sigo siendo la misma chica. Además, tú también has cambiado. El viejo Edward no me habría ignorado completamente, demasiado ocupado morreándose con su novia como para darse cuenta de que estoy viva.

—No, pero el viejo Edward no estaba cachondo — repliqué con un guiño y le salpiqué la cara. Su risa familiar hizo que me doliese un poco el pecho.

—Entendido. Supongo que tener encima a alguien con un cuerpo como el de Victoria puede distraer un poco. Está claro que una amiga tiene menos prioridad que echar un polvo. Si en algún momento hubiese sabido que Bella deseaba mi atención, habría apartado a Victoria de un empujón y le habría prestado todo mi interés a Bella. Pero la mayor parte del tiempo estaba en los brazos de Jacob, y yo necesitaba distraerme. Victoria me proporcionaba otra cosa… Algo que no podía admitir delante de Bella.

—Victoria no es muy recatada —respondí, intentando echarle la culpa a ella. El hoyuelo que me había fascinado desde el día en que conocí a Bella hizo su aparición cuando me ofreció una gran sonrisa.

—Victoria no sabe ni la definición de la palabra «recato». Eso sí, en cuanto a la palabra «vulgar», creo que tiene una idea bastante clara de lo que significa. Me estaba haciendo ilusiones, ¿o parecía celosa de Victoria?

—Victoria no es tan mala. Simplemente, va a por lo que quiere —contesté yo, deseando poner a prueba la reacción de Bella. Su cara adoptó una mueca irritada y se puso tensa. No pude contener la sonrisa que me vino a los labios. Me gustaba el hecho de que le molestara que defendiese a Victoria.

—Tienes mal gusto en cuestión de mujeres, Edward Cullen —replicó. Observé cómo nadaba hasta el embarcadero y se subía para sentarse en el borde, ofreciéndome una vista extremadamente placentera. Tardé un momento en recordar de qué estábamos hablando.

El cuerpo húmedo de Bella expuesto a la vista era lo único en lo que mi simple cerebro parecía capaz de fijarse. Sacudí la cabeza para aclararme las ideas y recordé su comentario sobre mi mal gusto en cuestión de mujeres.

—¿Y supongo que Jacob tiene mejor gusto? — pregunté y nadé hasta el embarcadero para unirme a ella. Frunció el ceño y se mordisqueó el labio. No era la respuesta que esperaba. Quería hacerla sonreír.

—Los dos sabemos que podría encontrar a alguien mejor. ¿Qué demonios estaba diciendo?

—¿Tú crees? —dije yo, y me las arreglé para sonar indiferente. Me echó un vistazo rápido con una sonrisa triste. El sol de la tarde brillaba justo a su espalda otorgando un suave resplandor a sus largos rizos caoba. El efecto hacía que se asemejase aún más al ángel que parecía ser. Intocable a menos que fueses el perfecto Jacob Cullen.

—No estoy ciega, Edward. No estoy diciendo que sea fea. Sé que soy mona. Tengo el pelo bonito y mi complexión no está mal. No tengo unos enormes ojos azules ni pestañas largas, pero en general estoy bien. No soy precisamente provocativa o excitante. Jacob es perfecto. A veces me cuesta creer que me desee.

Me di la vuelta, temeroso de que la expresión incrédula de mi cara le comunicase más de lo que necesitaba saber. Quería decirle que sus ojos color chocolate hacían que los hombres quisieran protegerla o que sus dulces labios rosados eran cautivadores o que un simple hoyuelo me aceleraba el pulso.

Quería explicarle que esas largas piernas morenas provocaban que los chicos dieran traspiés y que cuando llevaba camisas ceñidas tenía que contener el impulso de ir a taparla para evitar que todos los hombres que la viesen corriesen a sus casas y para evitar que todos los hombres que la viesen fantasearan con ella. Pero no podía decir nada de eso. Me obligué a mantener una expresión indiferente y la miré de reojo.

—Creo que te estás quitando méritos. Jacob no te eligió sólo por tu aspecto. Eso era lo único que tenía que decir. Suspiró y se inclinó un poco hacia atrás, apoyándose sobre las manos. Tuve que apartar la mirada otra vez antes de que mis ojos se centrasen en sus pechos. No necesitaba verlos para saber que eran redonditos, suaves, tiernos y tentadores como el demonio.

—No siempre soy buena. Me esfuerzo mucho por serlo. Quiero ser digna de Jacob, de verdad que sí, pero es como si hubiera otro yo en mi interior que intenta escapar. Lucho por controlarlo, pero no siempre lo consigo. Jacob tiene que mantenerme a raya. ¿Mantenerla a raya? Me obligué a relajar las manos, que se habían convertido automáticamente en puños.

¿Jacob le había hecho creer que sufría alguna imperfección? Seguro que no sabía que Bella se sentía así.

—Bells, desde que te decidiste a crecer, no has sido más que perfecta. Es verdad que me ayudabas a meter ranas en los buzones de la gente, pero esa chica ya no está. Querías ser perfecta y lo has conseguido. Rió y volvió a erguirse. Me atreví a echarle otro vistazo. Ahí estaba el hoyuelo otra vez mientras observaba el agua con la mirada perdida.

—Si tú supieras —fue lo único que dijo.

—Cuéntame. —La palabra me salió de la boca antes de que pudiera ponerle freno.

—¿Por qué? «Porque te quiero a ti. Sólo a ti. La chica que sé que está ahí, escondida del resto del mundo. Quiero recuperar a mi Bells.» Pero no podía expresarlo así. Me descubriría. Y tenía que protegerme.

—Porque me gustaría saber que no eres tan perfecta. Me gustaría saber que la chica que conocía sigue allí, en alguna parte. Volvió a reír y sacó las piernas del agua para apoyar la barbilla en las rodillas.

—No pienso admitir mis defectos ante ti. Teniendo en cuenta que la mayor parte son sólo pensamientos y que nunca he actuado de acuerdo con ellos. Lo que yo daría por saber qué malos pensamientos mantenía Bella encerrados. Dudaba que fuesen tan malos como habría deseado. Pero una simple idea traviesa habría bastado para enloquecerme.

—No te estoy pidiendo tus secretos más oscuros, Bells. Sólo quiero saber qué podrías tener tú de malo como para hacerte pensar que Jacob tiene que mantenerte a raya. Se le enrojecieron las mejillas, pero mantuvo la mirada firme. No me lo iba a contar. Tampoco lo había esperado. Bella llevaba años escondida en sí misma. Seguía doliendo una barbaridad cuando pensaba en la chica que había perdido. La chica que ya no me permitía ver.

Después de varios minutos de silencio, me puse de pie y me estiré. No podía seguir con aquello. Levanté un muro hace tres años para no salir herido. Bella era la única con el poder de hacerme de daño y no podía permitir que volviese a hacerlo.

—No pasa nada. No hace falta que me cuentes que a veces no te acuerdas de devolver el carrito de la compra a su lugar en el aparcamiento o que no vas todas las semanas a la residencia de ancianos. Me dispuse a alejarme, furioso conmigo mismo por sonar como un capullo, pero necesitaba distanciarme de ella. Eso había sido un error. Un error enorme por el que tendría que pagar.

—Ésas son el tipo de cosas que Jacob me ayuda a recordar… Pero no me refería a eso exactamente… Lo dijo en voz tan baja que casi no la oí. Me detuve y me di la vuelta. Me estaba mirando a través de las pestañas mojadas.

—Soy como cualquier adolescente. Envidio a Victoria porque se atreve a ser quien es. Yo no puedo. Pero no es por culpa de Jacob. Nunca he sido capaz de rendirme a esos impulsos. Mis padres quieren que sea buena.

—¿Quieres ser como Victoria? —pregunté horrorizado. Rió y negó con la cabeza.

—No exactamente. No quiero vomitarme encima o que me lleven en brazos a casa porque estoy borracha… o que me consideren una chica fácil. Pero, por una vez, me gustaría saber qué se siente al hacer algo más que besarse. Que te toquen.Se interrumpió y bajó la mirada al agua—. Conocer la emoción que se siente al escaparse de casa o qué se siente cuando alguien te desea con tanta desesperación que no puede controlarse al besarte. Quizá sentirme deseada. Volvió a interrumpirse y se tapó la cara con las manos. —Por favor, olvida lo que he dicho.

Hablando de solicitudes imposibles. Ya tenía problemas con sólo respirar. A la mierda todo, estaba bien jodido. Tenía que acordarme de Jacob. Le quería. Era mi familia. Era un imbécil por no besar hasta el último rincón del cuerpecito sexy de Bella y no disfrutar del don que le había sido concedido. Pero seguía siendo mi familia. No podía hacerlo.

Bajó las manos de la cara y dirigió su semblante culpable hacia mí. Su mirada perdida me estaba destrozando. Quería asegurarle que no tenía nada de malo. Quería prometerle que le demostraría lo loco que me volvía. En sólo cinco minutos podría demostrarle lo deseable que era. Se puso de pie.

—Ahora ya sabes mis secretos, Edward. Creo que eso nos vuelve a convertir en amigos, ¿no? La sonrisa le temblaba en los labios. Mierda.

—Sí, yo diría que sí —respondí, mientras me consumían los remordimientos.

 


Hola volvi con nuevo capii.. me alentaron las chicas que dejaron sus comentarias aunque sean 2 :) ... 

espero ver mas porque si no se veria como que no les gusta.. pero igual no voy a dejar la historia :) 

espero que le guste como va la historia.. nos vemos en algunos dias :)

SabriiCullen <3

Capítulo 3: Capitulo 2... Capítulo 5: Capitulo 4...

 
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