Arde el cielo

Autor: DenisseMCullen
Género: + 18
Fecha Creación: 12/06/2013
Fecha Actualización: 27/02/2015
Finalizado: NO
Votos: 12
Comentarios: 55
Visitas: 35881
Capítulos: 27

Disclaimer: Los mayoria de los personajes le pertenecen a Stephanie Meyer, los demas personajes y la historia fueron inventados por mi. 

Edward deja a Bella en plena luna de miel, ella decide regresar a Forks con la decision de olvidarlo todo e irse... Noticias inesperadas, personajes nuevos.. ¿Que mas ocurrira despues?.. +18 por futuros lemmons 

Enjoy :) 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 12: Sangre

Esme se mostró interesada y atenta, durante todo el tiempo que duró nuestra explicación. Pero más que nada, note que estaba muy preocupada, tenía miedo de que algo saliera mal y que ocurriera algo conmigo o con mi bebé. Me preguntó acerca de todo lo relacionado con mi embarazo; mis antojos, mis molestias, las nauseas y cosas por el estilo.

Alice y Esme se miraron por un segundo y luego se volvieron hacia mí, con expresión preocupada.

— ¿Te podemos preguntar algo? —Preguntó Esme. Asentí, dudosa. —Cuando él bebé nazca... No lo vas a alejar de nosotras, ¿Verdad?

— ¡Por supuesto que no! —Exclamé, sorprendida por la pregunta. —Nunca tuve la intención de hacerlo, no con ustedes.

— Pero con Edward… —Habló Alice, suponiendo mi respuesta.

—No lo sé. —Me encogí de hombros. —Pero por el momento, no quiero que se entere de nada. No por ahora.

—No lo entiendo… —esta vez fue Esme quien habló. — ¿Por qué está haciendo todo esto?

—Nadie lo entiende mamá, a lo mejor ni siquiera el mismo.

— ¿No les ha comentado nada a ustedes?

Esme negó con la cabeza, su rostro tenía una expresión preocupada.

—No habla con nadie sobre nada.

—Se va al bosque y se queda ahí, haciendo quien sabe qué. —Dijo Alice. —Cuando sale de caza, prefiere hacerlo solo.

— ¿Qué fue lo que paso en la isla, Bella? —Preguntó Esme, curiosa.

Solté un largo suspiro, no me gustaba hablar sobre eso. Me dolía recordarlo, aunque ahí pase la noche más hermosa de mi vida, igual duele. No me gustaba cuando mi mente viajaba hacia esos momentos, o cuando aparecen en mis pensamientos, recordándome lo feliz que fui. Mucho menos ahora, que estoy con todas las hormonas alborotadas y con los sentimientos a flor de piel. Lloraba por cualquier cosa.

Pero al mismo tiempo, sentía que al hablarlo y recordarlo de nuevo, me ayudaría a analizar qué fue lo que paso. M permitiría darme cuenta que fue lo que hice mal o en que se equivocó él. O que fue lo que no funciono, definitivamente.

Después de contarles todo lo que ocurrió en la isla, mi estómago gruño por la falta de atención y sentí en la boca un sabor dulce, no sabía de qué, pero era un antojo de dulce, rara vez me pasaba. Siempre eran antojos de algo salado. Subimos a la cocina y nos encontramos a Sue y a Renee, cortando unos pedazos de carne.

—Luego los sazonas con sal y los metes al horno. —Escuché la última indicación que le decía Sue.

— ¿Qué hacen? —Cuestioné, curiosa.

— Sue me enseña a cocinar. —Dijo mi madre, con una sonrisa muy orgullosa.

Me reí a carcajada limpia. Nunca creí que llegaría este día.

—Buena suerte con eso, Sue.

Le palmeé el hombro, ganándome un manotazo en el brazo de parte de mi madre, aunque al final, se hecho a reír.

—Yo me les uno. —Dijo Esme, muy emocionada.

Abrí el frigorífico y saque unos huevos, para hacer un omelette con bacón. Pase la mirada por los estantes y ví el bote de jalea de mora y se me hizo agua la boca. Así que lo saque también.

Me freí el omelette —uno bastante grande— cogí una porción de patatas fritas que mi madre había logrado hacer, sin quemarlas y puse un poco de la jalea en una esquina del plato. Caminé a la sala, me senté en el sofá y cambie de canal, buscando una película buena, hasta que la encontré: The Vow.

Cogí una patata, le puse un poco de jalea y me la metí a la boca. Sabía realmente bien. Tanto, que tuve que reprimir un gemido. Seguía comiendo de mi plato, muy cómodamente, cuando sentí 3 pares de ojos clavados en mi nuca, gire mi cabeza y les saque la lengua a cada una de ellas, mientras me veían con auténticas caras de asco.

Antes de irse a su casa, le pedí a Esme que no le dijera nada a Carlisle. No estuvo muy de acuerdo, pero a cambio, me hizo prometerle que, cualquier malestar que tuviera, se lo iba a decir yo, el también me podía ayudar.

Pocos minutos después, llegó Phil con mi papá y Sam, riendo como viejos amigos y con cajas de cervezas en las manos.

—Hola, cariño. —Saludó mi madre a Phil, dándole un sonoro beso. Y lo mismo hizo Charlie con Sue. Yo los mire sonriendo, me encantaba verlos felices.

—Bueno muchachas, hoy hay partido. —Dijo Charlie, con una enorme sonrisa, entrelazando sus manos. Y creo que no fui la única que rodo los ojos. De pronto, comencé a sentirme muy mal.

Me agarré del sillón, cuando mi cabeza empezó a dar vueltas. Sentí mi estomago revolverse y comencé a sudar frio.

— ¿Bells? ¿Estás bien? —Preguntó Phil, asustado.

Asentí.

— ¿Segura?

Negué lo más rápido que pude, no… no me sentía bien.

Corrí escaleras arriba, en dirección al baño y devolví el estomago completamente.

¡No, las nauseas de nuevo, no! Me lamente interiormente, mientras apoyaba mi cabeza en el piso. Sentí las manos frías de Sam cargándome y llevándome hasta una cama. Sue me trajo un vaso de agua helada, mientras mi madre me acariciaba la frente y me regañaba al mismo tiempo, por lo que había comido momentos antes.

—Solo a ti, se te ocurre comer eso. —Chasqueo la lengua, molesta. —Y llevas tiempo comiendo cosas así, no me extraña que te enfermes tan seguido.

Luego de soportar unas cuantas miradas de sospecha por parte de Sue, me dejaron a solas con Sam.

— ¿Qué rayos fue lo qué comiste? —Se mofó.

—Cállate… —Gemí, entre avergonzada y molesta.

—Déjame llamar a Kathy.

—No, fue por lo que comí. —Dije, abrazando mi almohada. —Mañana estaré mejor.

—Si tienes algún malestar mayor, nos llamas inmediatamente.

—Sí, sí, si… —dije de mala gana, cerrando los ojos. Necesitaba dormir.

Sentía un poco de frio, necesitaba a Jacob cerca. No lo había visto desde hace un par de días; según lo que me había contado el mismo, cuando hablábamos por teléfono, era que había problemas en la manada de Sam, pero que ya se estaban solucionando las cosas. Habíamos hablado también, de los planes que tenía acerca con mi decisión de irnos de aquí. Pero ambos lo pensamos mejor y no era un plan muy inteligente que digamos, dado a que mi embarazo necesitaba cuidados especiales y no quería incomodar más a Kat y Sam, suficiente han hecho por mí.

Pero tampoco me podía quedar aquí, mi embarazo se desarrollaba muy rápido, y mis padres se iban a dar cuenta. Él se iba a dar cuenta y eso era lo que menos quería.

...

A la mañana siguiente, no desperté mejor, como esperaba. Me sentía mas cansada y estaba un poco más pálida. Al principio, creí que era cosa de mi imaginación, pero cuando mi mamá notó que estaba un poco huesuda, me preocupe. Llamé a Kat y me dijo que enviaría a Sam a verme.

Regresaba a casa después de una de las consultas que tenía con Kath. Me examinó de pies a cabeza, me hizo contarle lo que ocurrió ayer y me hizo comer, pero como era de esperarse, lo vomité. Fue a un pequeño frigorífico que tenía en su consultorio, donde saco una bolsita y vertió su líquido en un vaso.

—Tranquila, Bells. —Me tendió el vaso con una pajilla. —Bébelo.

— ¿Qué es?

Titubeó un poco, antes de responder.

—Es para tu bien y el del pequeño. —Dijo, rápidamente. —Es sangre. Por la naturaleza del bebé, también necesita alimentarse de sangre y es por eso, que no puedes digerir la comida que a ti te nutre normalmente.

Cogí el vaso, bastante nerviosa. Esto era nuevo, realmente nuevo. Pero es por el bienestar de mi bebé.

—La otra opción… —Comenzó a hablar Sam, sonando conciliador. —es que te suministremos la sangre por vía intravenosa, debería ser continuamente…

¿Agujas? ¡Noooo!

—Pero... conociéndote, es mejor esta opción. —Concluyó.

Me llevé la pajilla a la boca y di un sorbo pequeño. Para mi sorpresa, la sangre sabía realmente bien, era un poco viscosa, pero me gustaba beberla.

Conforme la bebía, mi pulso y mi color se iban normalizando. Y ahora, gracias a ella, podía volver a comer los alimentos habituales para humana, y por supuesto, mis antojos que me vuelven loca… a veces.

Hicimos un ultrasonido, en un nuevo intento de ver a mi bebé, pero fallamos una vez más. Solo logramos observar una pequeña —pero linda y especial— manchita, que se movía mucho.

Más tarde, Jacob me llamó preocupado, cuando Charlie le contó lo que me había sucedido. Casi se vomita, cuando le conté que tuve que tomar sangre, aunque fue inevitable reírme de su reacción. Dijo que todo estaba bien en la reserva, y que volvería a casa, para cuidarme como era debido.

...

—Estaba pensando… —Comenzó a decir Esme. —que si quiero que el día de mañana sea cien por ciento sorpresa para la mayoría, tendrán que quedarse esta noche en mi casa.

—Esme, te juro que no me acercaré al patio. —Empecé a replicar, prometiendo rápidamente. No quería ir. Definitivamente no quería estar en su casa. No soportaría estar en un mismo lugar que él. Prefería no verlo.

—Bells, no seas aguafiestas. —Alice hizo un puchero, bastante divertido. —Quiero hacer una noche de chicas, y la única que falta de confirmar eres tú.

—No se cruzara contigo. —Agregó rápidamente, cuando iba a protestar, precisamente por eso.

—Prometo que estaré contigo en cada segundo. —Jake me aseguró, susurrando a mi oído.

—Es noche de chicas. —Ali se cruzó de brazos, molesta. — ¿O acaso ya saliste del closet? —Se burló, haciéndome reír por sus ocurrencias.

—Soy bien macho, para tu información. —Aclaró Jake, enseñando sus músculos.

No pude protestar, ni oponerme, ni siquiera dar mi opinión libremente. Nos arrastrarían a todos a la Mansión Cullen. Me tocaba tortura doble, hoy era noche de chicas y mañana, a la hora de arreglarme, cuando Alice me convirtiera en su muñeca tamaño real.

Jake convenció a Alice, para poder estar ahí conmigo, también. Así que nos esperaba una larga noche, teniendo en cuenta, que Rosalie y Jake estarían juntos en una misma habitación. Esa combinación, simplemente va a hacer ¡BOOM! en algún momento de la noche. Se odian a muerte.

Solté un suspiro cansado, cuando baje del auto.

"De nuevo aquí, aunque en distintas situaciones." —Pensé, triste.

Me encantaba pasar el tiempo con los Cullen, en especial con Ali, Emm y Esme. Había tantos recuerdos que llegaban a mi cabeza, al estar aquí. Tantos buenos momentos que murieron, que no volverán a ocurrir.

—Supongo que no vas a querer dormir en...

—No, definitivamente no.

Ali sonrió, conciliadora. —Me lo suponía, por eso me tomé el atrevimiento de arreglarte uno de los cuartos de huésped. —Me agarró de la mano y me llevó escaleras arriba. —Te dejaría dormir en mi cuarto, pero sé que el chucho duerme contigo, y aunque seas mi mejor amiga en el mundo, no sacrificare mis sabanas finas. —Me eché a reír, por su argumento. —Te amo, pero no lo suficiente como para dejar que mi cuarto apeste. —Terminó por reírse conmigo.

El cuarto era grande, tenía las paredes pintadas de un color crema suave. "Muy a lo Cullen" —pensé, riendo y dejando mi neceser en la cama. Alice colocó mi vestido en el armario, sin permitir que se arrugara en lo más mínimo, y bajamos al primer piso.

No termine de pisar el último escalón, y ya estaba dando vueltas por el aire.

— ¡Hermanita! —Gritó Emmett, mientras me daba su famoso abrazo de oso, sacándome el aire.

—Oso… —me quejé, riendo como loca —me estoy mareando.

...

—De nuevo… ahora. —Bramó, enojado.

Emmett estaba feliz de tenerme en su casa todo el día, tanto que me había retenido en el cuarto de juegos toda la mañana. Y como casi nunca salía de la casa, y no hacía nada productivo tampoco, me ponía a jugar Guitar Hero, y ahora tengo el orgullo de decir, que juego perfectamente bien; porque desde que empezamos a jugar, le estoy literalmente, pateando el trasero al gran oso.

—No… —Gemí, cansada, flexionando los dedos. —Ya no siento mi mano.

—Lástima, yo todavía la siento… —Sonrió, victorioso.

Puso una película y se sentó a mi lado a conversar tranquilamente. Estos eran los momentos que más me gustaba compartir con Emmy; era cuando su rol de hermano mayor salía a flote. Bromeaba sobre la gran mayoría de cosas, pero se ponía serio cuando tocábamos temas delicados. Nunca lo había visto enojado, siempre se burlaba de algo y tenía su sonrisita, con sus hermosos hoyuelos marcados en las mejillas. Y eso era lo que me hacía verlo como el hermano mayor que nunca tuve.

Casi a la hora del almuerzo, Sam me envió un mensaje, preguntándome donde estaba, ya que me había ido a buscar a la casa y no me había encontrado. Me decía que Kat y él estaban preocupados.

—Hey… —llamó mi atención. —ese Sam me cae muy bien y todo... pero nunca me contaste como lo conociste, ni nada…

—Lo conocí en un bar. Me salvó de un pervertido.

—Entonces, tengo que agradecerle bastante: por eso, y también por hacer que Eddy se muera de los celos. —Rió, pícaro.

¡¿Celos?!

—Espera, ¿Qué?

—Sí, es gracioso verlo como viene echando humo y arrancándose los cabellos cada que Sam, o el chucho, se ponen demasiado melosos contigo.

—Sí, claro. —Reí, incrédula.

—Es en serio. Ahora… —Se puso de pie, extendiendo una mano hacia mí. —vamos abajo. Esme te está preparando el almuerzo.

Baje riendo, por una tontería que soltó Emmett, mientras yo salía por la puerta. Fui a la cocina y vi a Esme tarareando sonriente, frente al mesón de la cocina.

—Nena, ya casi tengo listo tu almuerzo, ¿Lo quieres con postre?

—Esme, no tienes porque...

—Es helado de chocolate con nueces… Sonrió. —me dijeron que era tu favorito últimamente.

—Entonces sí. —Sonreí, mientras agarraba mi vientre: mi bebé escuchó chocolate con nueces y me mandó una señal, una patadita, afirmando que el quería el postre.

— ¿Pateó? ¿Ya patea?

Asentí, mordiéndome el labio. Nunca me cansaba de sentir a mi pequeño o pequeña.

— ¿Puedo? —Preguntó Esme, con su mano cerca de mi vientre.

—Claro.

Cuando Esme toco mi pancita, mi bebé pateó con fuerza, reconociendo a su abuela. El rostro de mi ex-suegra se ilumino, juro que si ella pudiera llorar, lo estaría haciendo en este momento. Se rió bastante emocionada, cuando de pronto sintió otra patadita. Se puso seria de inmediato y alejó la mano rápidamente, confundiéndome. Unos segundos después, comprendí la razón por la que lo había hecho.

El Dios griego, del cual me había enamorado perdidamente hace un año atrás, apareció por la puerta con una camisa color cielo que se adhería a su perfecto pecho como segunda piel, tenía las mangas arremangadas hasta los codos y unos pantalones de mezclilla junto con unos tenis del color de su camisa.

Pero lo peor de todo, no fue verlo con una gran sonrisa de felicidad en la cara, lo más horrible de todo, fue ver la compañía con la que venía.


Otro capitulo!!! 

Espero que les guste :) 

Capítulo 11: Divorcio Capítulo 13: Pelea

 
14439177 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios