-"El Conde Montelpuciano"- (Secuela De Un Amor En 1920)

Autor: vaneian08
Género: Drama
Fecha Creación: 11/09/2010
Fecha Actualización: 12/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 20
Comentarios: 57
Visitas: 52251
Capítulos: 26

¿Que sucedio con la vida de Bella despues de la muerte de Edward? ¿Edward muerto? ¿Que sucedera cuando el nuevo conde llegue a poner orden al pueblo y a la vida y familia de Bella?. Secuela de un amor en 1920

Autora; LOkiicita Cullen.

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Capítulo 6: -"09688 Part. 1"-

EPOV

-Amor yo no he hecho nada- le dije cuando me separe de ella, algo me decía que ella no creía en mi inocencia completamente, incluso su mutismo fue un hoyo lleno de incertidumbres que se creo en mi alma y que se instalo inevitablemente luego de que me subieron al auto y vi por última vez sus ojos achocolatados perder ese brillo tan único y tan lejano de ser el que yo conocía. Intente verla por el espejo retrovisor pero era lo suficientemente oscuro como para que ella no me viese a mi, yo podía ver que ella continuaba hablando con el policía y minutos después este mismo entrando al vehiculo escoltándome por uno de mis costados, mientras el otro lado ya era resguardado por otro policía.

-Llévanos a prisión Henry- dijo uno de los policías con desdén, a mi me extraño con la soltura que hablo de prisión.

-¡¿Prisión? Tengo derecho a un abogado -les grite entre impactado y asustado -Yo no he cometido ningún asesinato, no existen pruebas en mi contra- me sacudí fuertemente intentando soltarme pero las esposas estaban fuertemente aferradas a mis muñecas. Los tres policías en el vehiculo se miraron y comenzaron a reír fuertemente sin importarles lo que les dijese, proteste a más no poder pero jamás prestaron atención a lo que les decía y hacían como si no me escuchasen, al fin por cansancio me quede en silencio intentando pensar en otra cosa que no sea esta desgracia, me concentre en Bella, en aquella mirada de incertidumbre, en aquella mirada que me decía que no estaba cien por ciento confiada en mi palabra, pensé en que debía hacer pronto algo para ir a su encuentro y explicarle esta terrible confusión. No se cuantas horas habrán pasado desde que subí a este auto, lo único que sabia con certeza era que solo Bella estaba en mi cabeza y de vez en cuando recordaba el sufrimiento que vi en mi familia.

-Hemos llegado- escuche decir a uno de los policías en el preciso instante en que el auto se detuvo.

-¿Dónde hemos llegado?- pregunte temeroso.

-A tu nuevo y acogedor hogar- me dijo quien conducía, se volteo a verme con arrogancia y una sonrisa socarrona.

-¿Has oído hablar de Alcatraz?- pregunto el otro policía que iba a mi lado con una sonrisa maliciosa, yo lo mire con los ojos fuertemente abiertos por la impresión, había oído hablar de ese lugar pero era más como un mito que como algo real por el simple hecho de que no existía algún sobreviviente que pudiese verificarlo.

-No…no…no pueden dejarme aquí…no he hecho nada- dije nervioso, la burla y las risas de los policías me encolerizaba más, ellos estaban disfrutando a costa de mi desgracia, cuando pude enfocar claramente pude ver el lugar, nos encontrábamos en un muelle apartado de la ciudad, no se veía casa alguna, la única persona diferente a los policías era el encargado de la embarcación quien fue al parecer ampliamente bonificado por llevarnos a los cuatro, a medida que el bote avanzaba perdía la visión del muelle y ante mis ojos aparecía una gran isla que antes no se encontraba allí, los rumores no le hacían justica, solo con ver el lugar la sangre huía de mis venas y la piel se me erizaba, un gran castillo de murallas claramente reforzadas se encontraba en el centro del lugar, imponente, indestructible pero sobre todo impenetrable -Lo sabemos- afirmo uno de ellos –De no ser así no estarías aquí- continuo, entre dos me tomaron por los brazos y me arrastraron al interior de aquel terrible lugar, intentaba zafarme pero era en vano, las amplias puertas se abrieron de par en par mostrándome el interior del lugar carente de luminosidad.

-¿Cómo es que lo saben?- pregunte mientras seguían arrastrándome por un amplio pasillo, ellos simplemente reían ante mis inútiles intentos, una vuelta en una esquina y seguimos por otro largo pasillo, yo por supuesto seguía intentando resistirme -¡¿Cómo es que saben que soy inocente e igual me traen aquí?- volví a preguntar en un grito enojado, en el momento en que una nueva puerta se abrió entre en una especie de oficina un poco más iluminado que los mismos corredores.

-Bienvenido- me dijo un hombre que se encontraba detrás del escritorio, el hombre era bastante mayor, con una larga y espesa barba gris, sus ropas indicaban cierto poderío pero su actitud arrogante, altanera, avasalladora y tirana me indicaban mucho más que simples prendas –Es correcto que eres inocente- me dijo con una sonrisa arrogante –De no ser así simplemente te hubiesen enviado a una cárcel- en sus ojos podía ver la satisfacción que le producía decir aquello –Alcatraz es un lugar para aquellos que se les desea incluso más que la muerte, es la muerte en vida- mi piel se erizo y realmente me golpeo una ola de miedo y terror.

-No…no entiendo- dije con temor, su sonrisa se ensancho aún más produciéndome un escalofrío por toda la columna vertebral.

-Es simple de entender, te has ganado algunos enemigos y por lo que se son unos poderosos enemigos- los policías al notar que había dejado de forcejear me soltaron levemente.

-¿Quiénes?- pregunte, los policías me miraron como si fuese anormal, pero aquel hombre me seguía sonriendo.

-Eso es confidencial- dijo simplemente –Bien, basta de charlas y a lo que viniste, desde hoy serás un recluso más de Alcatraz, Nome interesa tu nombre solo serás el N° 090688, sigue las reglas y los castigos serán menos dolorosos- los policías rieron ante aquellas palabras, los mire sin entender y luego al hombre de barba nuevamente –Bueno no es que menos doloroso, sino que será más rápido por lo que costara menos superar- su sonrisa maliciosa termino por hostigarme, sentía miedo si, pero también tenia espíritu de sobrevivencia, me solté del agarre de los policías y me abalance hacia el hombre aprisionándolo del cuello.

-¡¿Quién me hizo esto?- le grite encolerizado -¡No merezco esto!- le volví a gritar, sentía el agarre fuerte de los policías que intentaban apartarme pero con la adrenalina mi fuerza era mayor, vi a los ojos a aquel hombre que sonreía complacido sin titubeos o miedos a que terminara por ahorcarlo, algo cruzo por sus ojos que me extraño produciendo que mis manos se debilitaran un poco, fue esa la instancia que los policías tuvieron para sacarme de encima de él. Cuando los policías me tenían nuevamente bajo su guardia uno de ellos me propino un puñetazo justo en la boca del estomago provocándome que me fuera directo al suelo por el fuerte dolor.

-Eso no fue necesario Henry, me estaba divirtiendo- escuche al hombre mayor decirle, también escuche pasos acercarse a mi y tuve a aquel hombre agachado frente a mi –Me gusta tu estilo muchacho, tienes agallas, me recuerdas a mi cuando tenia tu edad- me dijo con una sonrisa –Pero eso no quita de la sanción que recibirás por lo que acabas de hacer- su mano palmeo dos veces mi mejilla, de haber sido un gesto paternal no hubiese sido tan fuerte como lo propino, se irguió para enfrentar a los policías –Llévenselo y prepárenlo para su bienvenida- dijo por último.

Seguía contraído debido al fuerte dolor que me produjo el golpe de uno de los policías, por lo que fui arrastrado sin mucha objeción de mi parte, pasábamos por largos pasillos en los que podía escuchar claramente el choque de cadenas con el metal y personas gritando y quejándose. Tras unos minutos llegamos a un oscuro lugar que olía a humedad pero sobre todo a putrefacción y a deposición humana, sentí las manos de los policías sobre mi quienes del pelo me alzaron la cabeza dejándome frente a un nuevo hombre.

-¿Este es el nuevo?- pregunto con cierta sorpresa, los policías afirmaron y el me miro con cierta tristeza –No parece peligroso, de hecho es bastante bonito, parece niñito fino- dijo con cierta gracia, los policías me giraron violentamente ante ellos y me miraron para luego reírse.

-Líos de faldas- dijo uno de ellos, intente encontrarle significado a ello pero tuve que dejarlo para más tarde para poner atención.

-Eso es nuevo- dijo el otro hombre -¿Poderosos?- le pregunto a ellos, uno de los policías susurro algo tan bajito que no pude oírlo, pero pude ver por el rabillo del ojo como este nuevo hombre abría sus ojos asombrados –Vaya que tienes mala suerte muchacho, de todos los enemigos que uno puede conseguirse, te topaste con los peores- su sonrisa desapareció dejando su aspecto completamente serio lo que me preocupo –Espero que sea de tu agrado tu nuevo y última habitación- y la risa de todos aquellos hombres retumbo por el inmundo lugar. Comenzaron a desgarrar mis ropas para quitármelas, cuando estuve completamente desnudo con bastante frío, éste se incremento cuando sentí el agua heladísima que me lanzaron aquellos hombres, mi cuerpo comenzó a tiritar pero no me dieron tiempo ni para intentar entibiarme cuando me tomaron de las muñecas esposadas para engancharlas a una cadena colgante, estaba completamente expuesto ante ellos, la puerta de aquel lugar se abrió con un fuerte chirrido dejando entrar a aquel hombre mayor de la larga barba.

-Bien, estas aquí por que pagaron para que no olvidaras lo que es sufrir, puedo decirte que nadie a salido de este lugar, bueno al menos con vida claro, no te preocupes que pasados unos años te acostumbras al dolor, a la soledad- dijo como si fuese de lo mas común –Ahora- dijo con una voz áspera y de la nada sentí un fuerte ruido seguido del dolor más intenso que físicamente haya recibido, mi espalda comenzó a arder como llamas en el infierno, una y otra vez el dolor se intensificaba más, ramificándose por todo el lugar, incluyendo la parte baja de mi espalda y piernas, intente por dignidad no gritar o demostrar mi dolor para no satisfacerlos, pero al parecer para él era eso un estimulante para golpear más fuerte, los latigazos en mi espalda cada vez eran más fuertes y certeros, el golpear sobre la carne mojada ya abierta y viva era un catalizador más doloroso, no aguante más y los gritos desgarradores comenzaron a vibrar de mi garganta sin que pudiese detenerlos, uno tras otro, incesante, con alevosía sobre mi espalda era un recordatorio de que alguien en el exterior me deseaba incluso más que la muerte misma. Finalmente la frecuencia de los latigazos sobre mi espalda fue cesando levemente, perfectamente podía asegurar que mis huesos habían sido alcanzados por aquellos filamentos de cuero, mi cuerpo estaba agotado por el dolor, mi garganta ardía al igual que mi espalda debido a los gritos, el resto de mi cuerpo estaba enfriándose tanto que incluso servia para evadir el dolor. Con los ojos cerrados sentí que alguien soltaba el amarre de mis muñecas provocándome que me impactara de lleno contra el duro suelo azotando así mi cabeza, uno de los hombres se acerco a mi lo suficiente para tomar una de mis muñecas y lo siguiente que sentí fue más ardor, reuní lo poco de fuerza que me quedaba y observe lo que hacía, con un atizador marco el número de mi celda, un gemido audible salió de mis labios cuando él lo aplasto aún más con cierta maldad, antes de quedar completamente tirado en suelo pude contemplar la marca "090688"

-Las vestiduras del principito- escuche la voz del otro policía.

-Te aconsejo que no te rejales tanto, vendré cada cierto tiempo a recordarte tu bienvenida a Alcatraz- dijo el hombre de la barba, su voz cada vez se me hacia más lejana, el cansancio en mi cuerpo era evidente e imposible de superar, los parpados me pesaban impidiéndome el abrirlos, por lo que deje que la inconciencia me llevase no sin antes traer su dulce recuerdo a mi.

-Te amo Bella- susurre para mi, deseando con todo mi ser que ella pudiese oírme con el corazón.

Un estruendoso ruido me hizo volver de la espesa negrura en la que se encontraba mi conciencia, los parpados me seguían pesando pero el saber donde estaba y como estaba era más fuerte, al intentar levantarme el dolor de la espalda me hizo gritar de dolor impidiéndome erguirme y enviándome nuevamente a mi posición original, el dolor era agudo, intenso, no sabia cuanto tiempo llevaba así desnudo, con la parte posterior de mi cuerpo mal herido, unos centímetros más allá unos trozos de tela me indicaban que esas serian mis nuevas prendas de vestir, el entumecimiento me gritaba por que las tomara y me las colocara, pero el ardor del dolor en mi espalda me aconsejaban sabiamente que lo dejara para después, en esa misma posición pase varios días, no sabría decir cuantos pues en algún punto perdí el sentido del tiempo, el paso del día a la noche y viceversa, la comida fría y pegoteada llegaba dos veces cada cierto tiempo, podría ser una del desayuno y la otra la comida pero no podía afirmar con certeza cual era cual, por lo que solo decidí dejarlo, el comerlo era otra cosa, el aspecto repulsivo e incomible era una cosa, los olores del lugar que me impedía llevarme comida a la boca era otro, pero con el paso del tiempo podía notar como los olores cesaban, no precisamente por que el lugar estuviese más limpio o aromatizado, sino que simplemente era yo el que comenzaba a acostumbrarse al lugar, a mimetizarme con mi desgracia aceptándola de cierta forma, mi único consuelo era verla en mi cabeza, recordar su sonrisa, sus ojos, mi nombre en sus labios, el aroma de sus cabellos, su rostro contraído cuando la hacia mía.

-¡Ey principito!- volví a mi realidad cuando la pequeña compuerta se abría para dejar mostrar solo la cabeza de un hombre -¿estas vivo?- pregunto con arrogancia, no le conteste por lo que comenzó a reírse –Debilucho, serías el primero en durar tan poco- dijo con petulancia, con un poco más de fuerza gire mi rostro para mirarlo, el escozor en mi espalda se acentúo con aquel movimiento pero intente no demostrarlo en mis facciones, la sonrisa del hombre desapareció cuando me vio vivo –Bien- dijo simplemente y volvió a cerrar la pequeña compuerta.

Así siguieron pasando los días, solo que ahora aquella "comida", si es que se le podía llamar así, aquella que jure jamás comer por sanidad y por orgullo, ahora se me estaba haciendo de lo más apetecible, cada vez que pasaban a llenar mi plato y lo veían igual de lleno lo dejaban así pudriéndose por el paso del tiempo, cuando mi estomago me exigía alimento deje el orgullo atrás y comí de aquella pasta sin sabor que más que comida, parecía pan remojado.

-Bella- suspire, era en lo único que pensaba sobre todo cuando la soledad me invadía, pensaba en como estaría tras la muerte de su padre, en que si ella creería aquella mentira tan horrorosa que alguien dejo sobre mi, sobre que yo fui el asesino de su padre, solo pensaba en algún modo de salir de aquí, en que me esperase fuese lo que fuese pues yo viviría solo por ella, ella era mi pilar y mi ancla para seguir aquí, no existía otro motivo, solo ella.

Tuve conocimiento de que los días habían pasado por el simple hecho de que podía sentir la tirantes de mi espalda, las cicatrices comenzaban a formarse permitiéndome un poco de movilidad, ya había logrado poder ponerme unos pantalones de una tela muy delgada, pero algo me quedaba de dignidad y no permitiría que me siguieran viendo desnudo, usar alguna camiseta era otro tema, aunque las cicatrices ya comenzaban a formarse cuando intente colocarme aquella prenda la picazón debido al mal material de la tela no se hizo esperar, no estaba en condiciones como para rascarme por lo que seguía con el torso desnudo, intentando resistir al frío viento que se colaba de entre las grietas con un susurro un poco más sonoro que el mismo silencio, de vez en cuando la pacificad del sonido era cortado con algún nuevo integrante para este lugar, el aniversario de llegada o alguna reprimenda, yo sabia que yo no me encontraba libre, simplemente esperaban a que mi piel volviese a estar un poco más normal y no morir desangrado, ya me había quedado bien claro que ellos se divertían más si me encontraba vivo que muerto.

Y pasaban y pasaban las horas, los días, quizás los meses, pasaba parte del tiempo caminando en círculos, buscando explicaciones a quienes me encerraron aquí, imaginaba o soñaba con el día de mi liberación y reencontrándome con ella, la única dueña de mis pensamientos, imaginándome su larga espera, recordando aquel pasado que me hizo tan feliz, intentaba recordar su aroma, pero cada vez me era más escaso, era como si mi nariz ya no percibiera la dulzura de un buen aroma, intentaba recordar la calidez de su tacto, la suavidad de su piel, el estremecimiento de sus caricias pero cada vez era más vago, mi cuerpo entumecido estaba dormido, intentaba recordar el brillo de sus ojos chocolates pero a mi cabeza solo volvía la opacidad de sus ojos cuando era apresado y la duda en ellos, con ese último recuerdo supe que había cumplido un año en este lugar, pues aquella puerta que en un año no había sido usada se abrió con un fuerte estruendo para mostrarme a mi verdugo, aquel hombre de barba larga que había hasta olvidado.

-Felicidades principito- me dijo aquel viejo de aspecto arrogante, aquel apodo que un año atrás me habían impuesto por considerarme lejos del canon de hombres que traían a este lugar –Has resistido bastante bien para ser un simple muchachito, tienes valentía y eso lo hemos venido a celebrar- dos hombres que venían a sus costados me alzaron, aquel dolor que ya había olvidado reapareció tenuemente en las marcas claras de mi espalda, suspire sabiendo lo que venia, todo aquello que había dejado atrás reapareció, el agua fría para entumecerme los huesos, desnudo ante ellos y los fuertes latigazos que me dejaban claro que llevaba un año lejos de mi vida pasada, lejos de ella, un año desde esta tortuosa condena inmerecida, nuevamente mi garganta se saturo con los gritos adoloridos de este nefasto ritual, sus risas lejos de ser una diversión para mi, era la suma de un nuevo granito de ira, de sed de venganza, de fuerzas para resistir y buscar al primer resquicio de debilidad de este lugar para huir, aquel pensamiento me hizo sonreír -¿Qué es gracioso?- pregunto el hombre claramente molesto –¿Estoy siendo muy sutil?- pregunto, sentí su rabia en mi espalda, con cada nueva arremetida, suspire rendido, era a algo que debía acostumbrarme.

Cuando estuve nuevamente en la soledad espere paciente a que nuevamente mi piel sanara, irrisorio decir esperar, si era lo único que podía hacer, aquí el tiempo era una simple palabra carente de sentido, carente de lógica e incluso innecesario.

Llegados a este punto podría decir que el aburrimiento, la pereza o la desgana era algo que sentir, simplemente como me habían afirmado cuando llegue a este lugar, era como estar muerto en vida, el respirar y el alimentarse escasamente para seguir manteniendo vivo el cuerpo era lo único que aquí se podía hacer, de vez en cuando dejaba volar la imaginación para sentirme como en casa y darme un granito de esperanza e ilusión para sobrellevar esta nueva vida, estaba meditando aquello cuando escuche unos ruidos en el exterior, por el pasillo. Me acerque en completo silencio y por primera vez me atreví a deslizar aquella compuerta que me era prohibida el correr, asome mi cabeza y unos metros más allá dos hombres que supuse serian los carceleros jugaban ¿ajedrez? Se veían sucios pero al menos tenían estilo para pasar el rato, mire medio escondida sus jugadas, bastante carentes de estrategia por lo que bufe aburrido, ambos se giraron de inmediato para observarme y de inmediato me escondí adentrándome a mi habitación, sentándome lo más alejado de la puerta que pudiese. Escuche sus pasos arrastrarse y acercarse a mi puerta, trague pesado pensando en mi sanción, podía imaginarla pues en todo el tiempo que llevaba en este lugar nunca había cometido falta, simplemente me resignaba a sobrevivir.

-¿Qué estabas viendo?- me pregunto uno de ellos que entro claramente molesto.

-Yo solo…sentí curiosidad- dije temeroso.

-¿Qué nunca viste a alguien jugar ajedrez?- me pregunto con sorna, yo lo mire levemente molesto, puede que haya sido campesino pero esa no era razón para no poseer algún conocimiento, mis padres siempre se esforzaron para enseñarme siempre más.

-Se como se juega- les dije con un poco más de valor –Por lo que pude apreciar claramente su falta de estrategia- me arriesgue a decirles, el que estaba más alejado observando la conversación se acerco con paso fiero y decidido a golpearme, me tape el rostro con los brazos cuando escuche al otro hombre con el que hable en un comienzo.

-Lucio espera- escuche decir al otro hombre, saque mis brazos para mirarlo y el me sonreía con cierta arrogancia –Te reto a una partida de ajedrez- me ofreció, una leve sonrisa se formo en mis labios, algo que produjo cierta molestia en los huesos de mi mandíbula, llevaba mucho tiempo sin sonreír.

La jugada ocurrió en el limite de la puerta, esta se encontraba cerrada y yo me encontraba acostado con parte de mi tórax fuera de la pequeña compuerta, ambos hombres se encontraban en el exterior previniendo si es que a su jefe se le ocurría dar un paseo por el lugar, era bastante improbable pero no forzaría a que me quitaran este pequeño regalito del cielo, algo que hacer para pasar el rato, decir que ya llevaba cerca de 4 partidos consecutivos ganándoles era quedarse corto, las dos primeras jugadas con cada uno me decían que era suerte de principiante, sus socarronas sonrisas comenzaron a decaer luego de la tercera y así sucesivamente, realmente me la estaba pasando bien, era un descanso y una pequeña ventanita de luz para tanta oscuridad que había vivido, así la prueba se convirtió en desafío, el desafío en revancha y la revancha en rutina, largo rato pasábamos jugando ajedrez en sus horas de guardia, de vez en cuando, cuando sentíamos pasos aproximarse yo cerraba la compuerta y ellos simulaban jugar solos.

Que irónica la vida, Theo y Lucio habían participado en mi encierro, incluso en ayudar a facilitarle las cosas a mi verdugo y heme aquí, jugando con ellos como grandes camaradas, un par de veces me habían explicado que no era mucho lo que ellos podían hacer ante la orden de su jefe, aquel hombre tan poderoso que si quisiera podría incluso levantarse como un gran aristócrata dueño del mundo, pero como me decían, él prefería el anonimato y las sombras a como estaba acostumbrado por algo del pasado, algo doloroso de su vida, la verdad es que poco me importaba, alguien tan déspota y tirano como él no merecía mi compasión.

-Edward ¿Qué es lo que hiciste realmente para que te encerraran aquí?- me pregunto Lucio, ya habíamos cruzado cierta barrera con el paso del tiempo, sabía que no podía confiar en ellos pues ellos tenían un jefe al cual obedecer pero no exigía confianza, a estas alturas estaba muy conforme con un poco de relación social, pasado el tiempo las relaciones interpersonales comienzan a olvidarse y a tomar el último escalón de las prioridades, mire a Theo y simplemente negué con la cabeza, llevaba más de un año en este lugar sin conocer el verdadero motivo por el que fui condenado.

-No lo sé Theo, solo sé que hubo un día en que fui muy feliz, tenía a mi familia y a la mujer que amo - suspire recordando el día que nos casamos –Y al siguiente fui encerrado injustamente por asesinar a alguien por asesinar al padre de mi esposa- suspire al ver mi dedo anular sin aquella alianza símbolo de nuestra unión, había sido una gran pérdida el día que me lo quitaron al entrar en este lugar.

-¿Tu esposa era la hija del jefe Swan?- me pregunto Lucio con su rostro claramente asombrado, yo asentí y él de inmediato miro a Theo quien tenía la misma expresión en su cara.

-Te casaste con la joven Swan, alguien te inculpa de la muerte de su padre ¿y aún así no logras entender quien te envió aquí?- me pregunto Theo como si fuese evidente, lo mire con el ceño fruncido intentando pensar, unir piezas, la verdad es que desde mi llegada había pensando mucho en ello, pero en especifico en quien me envió aquí, nunca lo uní al hecho de haberme casado con Bella, eso era un tema aparte pero ahora que Theo lo unía en una sola frase, los motivos eran suficientes, ¿pero para quién? Alguien que no quería al jefe Swan cerca, quizás alguna rencilla, alguien que utilizo justo el momento en que me reuní con su padre para comunicarle de nuestra boda, pero nadie más sabía de nuestra boda, el día que fui a hablar con su padre…

-Dídima- susurre asombrado por el hilo de mis pensamientos, Theo y Lucio me miraron acordando mi teoría –Los Vulturi- dije más generalizado, Alec era un hombre que se había encaprichado con Bella, podía verlo en su mirada cada vez que la miraba, pensé en ella y en que estaría sola, en la posibilidad de que él le hiciera algo, solo rogaba a Dios, a aquel Dios que una vez profese, que la cuidara de aquella ruin familia.

-Sí que sabes escoger a tus enemigos- me dijo Theo con cierta nota de humor, lo mire serio y él dejo el tema.

-Será mejor que nos vayamos- dijo Lucio, algo de su mirada me preocupo, le hizo una especie de mueca a Theo y así ambos salieron de mi celda.

Pase largas horas pensando en todo aquello, en la oportunidad perfecta que Dídima utilizo mientras estuve con Charles Swan, una y otra vez di fuertes golpes al duro suelo debido a la rabia y a la impotencia por no haberlo visto antes, eran esos los enemigos a los que se refería cuando entre a este lugar. Theo seguía visitándome pero sin la compañía de Lucio, él se quedaba como un simple carcelero como si nunca hubiésemos hablado en la vida, sabía que algo estaba sucediendo con mi amigo pues sus visitas que en un tiempo fueron constantes ahora más bien eran esporádicas, hasta que llego el día que simplemente no apareció. En su lugar, aquel viejo de larga barba apareció ante mi puerta, en su mano llevaba aquella vara que tan bien conocía.

-Ya conoces la rutina- me dijo aquel viejo de barba larga, lo mire extrañado, ¿ya llevaba tres años? Al parecer el comprendió mi titubeo –Aquí los carceleros están para eso, para vigilarlos y no para hacer vida social- de inmediato mire a su espalda y solo vi a Lucio quien se rehusaba a mirarme a los ojos, suspire derrotado y sin decir palabra alguna me posicione para lo inevitable –Ese marica te tiene en buena estima- me espeto molesto mientras dejaba su huella en mi espalda con cada latigazo, no sabría decir si le molestaba el hecho de que hablara con uno de sus lacayos o por temor a que existiese cierta complicidad entre él y yo.

-no me arrepiento- le espete molesto, decidido me gire levemente para mirarlo a los ojos y viera en ellos la verdad de mis palabras, el sonrió con burla y un nuevo azote con suma alevosía se incrusto en mi espalda, podía sentir mi espalda bañada en sangre, podía sentir como aquella carne cicatrizada volvía a reabrirse con cada arremetida.

Como ya era de esperarse, el dolor intenso, permanente, como filosas navajas pasar por mi espalda al rojo vivo era lo que quedaba luego de la tan poco esperada visita de mi verdugo, la verdad es que cada vez se me hacía más llevadero, una vez sanado podía sentir las notorias marcas en mi espalda, un recordatorio que llevaría hasta el último día de mi vida de éste lugar.

Pasados unas semanas Theo volvió a visitarme aunque ya no con la misma frecuencia de antes y aunque él no me lo dijese sabía que había sido castigado al igual que yo por relacionarse con un preso, era un hecho, Theo sentía esa misma cercanía, esa misma camaradería que yo sentía por él, quizás fuese por simple apego o por el hecho de que ambos veníamos del mismo lugar.

Las veces que estuvimos juntos él me hacia reflexionar sobre aquel nuevo descubrimiento que había hecho días atrás, los Vulturi eran un objetivo que debía cobrarme ya sea en esta vida o en la otra. Varios días me consumió aquel pensamiento, debía hacer algo, pero ¿el qué y el cómo? era el problema.

-Se que estas preocupado Edward, pero déjalo así, no hay modo que salgas de este lugar, tienes que dejar que ella intente hacer su vida- intento reconfortarme Theo, pero lejos de ayudar fue para peor, la sola idea de imaginarme a Bella en brazos de otro hombre, en formar una familia que no fuese conmigo me llenaba de una tristeza única, pero algo se me tenía que ocurrirme, necesitaba hablar con ella, yo…

-¡Theo!- grite con una sonrisa –Ayúdame Theo- él me miro disculpándose con la mirada.

-No puedo sacarte de aquí Edward, aunque quisiera, no puedo- me dijo lamentándose, la verdad es que no había pensado en ello, así que negué.

-No Theo, ayúdame a hacerle llegar una nota- le pedí suplicante, en el tono de mi voz y con mi mirada, sabía que me estaba arriesgando y no solo por mi sino por él, si lo descubrían podía cambiar drásticamente su situación de carcelero a encarcelado.

-No creo que pueda Edward, si me descubren ambos estaremos en problemas- me dijo lamentándose realmente, suspire lamentándome más yo que él.

-¿Y a mis padres?- pregunte como si aquello cambiase en algo las cosas, él me miro considerándolo y su silencio me dio un poco de esperanzas, pasos se escucharon desde el pasillo contiguo lo que nos indico que la visita había terminado, con una mirada amable Theo salió de mi celda, lo que considere la hora de dormir, pensé en Bella y en que ella me recordara, solo esperaba que si porque yo no la podía sacar de mi cabeza, pasadas varias horas luego de que Theo me dejo, escuche de la nada como la compuerta era entreabierta y me lanzaban una pluma y un trozo de papel, sabia a quien se debía aquel favor.

Continuara....

Hola aca esta como les prometi les dejo el primer capitulo en un rato publico el siguente

Capítulo 5: -"Alcatraz"- Capítulo 7: -"090688 Part 2."-

 
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