La camarera (+18)

Autor: Sasha_amane
Género: + 18
Fecha Creación: 22/05/2014
Fecha Actualización: 06/06/2015
Finalizado: NO
Votos: 26
Comentarios: 173
Visitas: 78095
Capítulos: 26

Isabella una camarera honrada y trabajadora del hotel Vulturi que lucha por sacar adelante a sus hermanos, se encontrará con su escritor favorito, el atractivo Edward Cullen, autor de exitosas novelas de romance, cuando este haga una conferencia de prensa en el hotel para promocionar su más reciente libro.

 

Lo que ella no sabe es que Cullen ve en ella todo lo que quiere y no perderá la oportunidad de poseerla por completo. La estadía de Cullen en aquel hotel dura diez días en los cuales ambos disfrutan de una aventura pasional.

 

Cuando llega la hora de que Edward parta, Isabella queda desolada pero lo que ella no se imagina es que sus caminos se van a volver a cruzar, o que más bien... Edward no la dejará ir.  Isabella es suya para siempre. 

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Hola :) este es mi primer fan fic y espero que les guste. Me siento feliz de poder publicar mi novela aquí después de mucho pensarlo. Muchisimas gracias a Keit, mi amiga, que me ha ayudado con la portada y el prefacio. 

 

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Capítulo 7: La broma

Bueno, como les dije en el comentario ¡CAPÍTULO NUEVO! jjaja espero que les guste. 

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Capítulo 7: La broma

 

POV Bella:

 

Me largo de la estación del metro y cuando salgo me carcajeo hasta que me duele el estómago. Aun me sigo riendo cuando llego al hotel y me encuentro con Alice en la entrada.

 

—   Hey, Bella… te estás ahogando ¿qué sucede?— pregunta riéndose un poco. Entre risas le explico brevemente lo que ha pasado en el metro y me voy sin darle más detalles. Que se lo pregunte a Edward, de todas formas él es el que sabe cuál es nuestra verdadera relación.

 

Cuando Tanya me pregunta que ocurrió ya no quiero reírme. Quiero llorar y lo hago mientras le cuento lo que pasó.

 

—   Él jamás me va a tomar en serio— sollozo.

 

—   Bella, claro que lo va a hacer… pero tampoco esperes que lo haga de la noche a la mañana… tú sigue intentando, hazlo sufrir así como anoche, ya viste que te dio resultados— se ríe de forma burlona.

 

De repente me vibra el celular. Es un mensaje. Saco el teléfono y veo que Tanya se ha quedado boquiabierta.

 

—   ¿Es un Iphone?

 

—   Sí… me lo compró Edward para no usarte de mensajera…

 

 

—   Y dices que no le importas… Bella, esa cosa debe tener GPS y podrá localizarte... no creo que solo lo quiera para llamar, le importas y mucho

 

Me pongo tensa. Es cierto… ¿cómo no me di cuenta antes? Maldita sea. Abro el mensaje.

 

“Te quiero en mi suite, acostada en mi cama y sin ropa AHORA MISMO”

 

Me pongo colorada por su mensaje.

 

—   Me quiere en su cuarto— murmuro.

 

—   No vayas— Tanya se cruza de brazos—. Hazlo sufrir hasta que sea tan lindo como Peter

 

Tanya tiene razón. Será mejor que no le haga caso hasta que Edward se digne a tomarme en serio.

 

—   Tienes razón— le digo y me dispongo a cambiarme.

 

Me visto en menos de dos minutos. Aún es temprano así que Tanya y yo decidimos ir a caminar al área de la alberca. No hay nadie, salvo James, el que limpia la piscina. Cuando nos ve, nos saluda.

 

—   Hola… ¿ahora son amigas ustedes dos?

 

—   Sí— le responde Tanya—. Ahora somos buenas amigas, desde que pasó lo de John me di cuenta de muchas cosas…

 

 

—   Me alegro oír eso— sonríe ampliamente. James es un señor de cuarenta años muy amigable. Siempre me ha caído muy bien.

 

Nos sentamos en un camastro a platicar hasta que dan las ocho. La gobernanta me dice que tengo que limpiar tres habitaciones del piso siete. Claire siempre me ha caído bastante bien, no sé por qué las demás le tienen miedo. Sí, es bastante perfeccionista, pero por alguna razón a mí me corrige de forma dulce cuando fallo en algo. Muy pocas veces ha sucedido, y la última vez fue cuando llevaba tres meses en el hotel.

 

Hoy me da las órdenes a mí cuando todos se han ido. Me pregunto por qué.

 

—   Además de las tres habitaciones, vas a subir a la suite presidencial, el señor Cullen quiere que tú seas quien se encargue de la limpieza

 

No me mira de forma pícara. Debe seguir creyendo que Edward es gay.

 

—   Eres amiga de él y de Peter ¿verdad?— me pregunta con curiosidad. Decido mentirle.

 

—   Sí… los he conocido gracias a Alice, me hecho amiga de ellos y supongo que confían en mí en cuanto a la limpieza

 

 

—   Oh, y hacen bien en hacerlo, eres una buena camarera— me sonríe cariñosamente antes de irse—. Ah, por cierto, empieza por la suite, por favor

 

Mierda, mierda, mierda. Edward ha encontrado una buena manera de hacerme subir. Es un desgraciado, pero fue inteligente, lo admito. Furiosa saco el celular y le mando un mensaje a Edward.

 

“Voy a tu suite, a tender tu cama, con mi uniforme puesto AHORA MISMO”

 

Dejo el Iphone sin importarme muy poco si contesta o no. Cuando estoy en la suite me percato de que no hay nadie. Suspiro de alivio. Entro en la recámara y él está sentando en la cama, mirándome con furia. Sus ojos verdes echan chispas.

 

—   ¿Qué parte de te quiero desnuda en mi cama no entendiste? Tuve que recurrir a la gobernanta para hacerte venir aquí… de nada me sirvió comprar ese teléfono…

 

—   ¿Lo quieres de regreso?— le pregunto fingiendo que no tengo miedo—. Pues lo tendrás de regreso hoy mismo

 

 

—   ¿Qué diablos te pasa?— me pregunta levantándose. Se acerca a mí y yo retrocedo.

 

—   A mí no me pasa nada— le miento nerviosa.

 

 

—   Pensé que ayer te quedó claro que te necesito conmigo… que no me gusta la idea de perderte y ahora te alejas, me ignoras y pasas por alto el hecho de que soy tu dueño

 

—   Alto ahí— digo poniendo las manos sobre su pecho para que no se me acerque más—. De lo que me di cuenta anoche, es de que tú jamás vas a tomarme en serio…

 

—   ¿De qué hablas? Te tomo en serio…

 

 

—   Ah, y por eso le dijiste a mi padre que solo somos amigos…

 

Edward me mira confundido unos momentos y luego se echa a reír y a pasearse por toda la habitación. Se detiene para mirarme.

 

—   ¿Y qué coño querías que le dijera? ¿Qué somos novios y arruinar mi secreto? ¿O querías que le dijera que soy el tipo que te coge cada vez que puede para que me parta la cara? O peor aún ¿Para qué te la parta a ti?  Tú dime que es lo que querías…

 

Me quedo muda y él me mira exasperado. Se acerca y me sacude por los hombros como hizo hace un rato.

 

—   Dime, Isabella, ¿qué querías que dijera?

 

—   Hoy le dijiste a la señora que yo era tu novia…

 

 

—   Lo desmentí… le dije después que era tu mejor amigo y que estabas muy furiosa conmigo porque no te dije que era gay…  con eso cayó

 

—   Ah— digo decepcionada y él abre mucho los ojos.

 

—   Tú quieres que le diga a todos que eres mi novia— susurra.

 

 

—   No, pero…

 

—   Eso es lo que quieres, te conozco…

 

 

—   Bueno ¿Y si así fuera qué?— lo reto. Quiero escuchar lo que tiene que decir al respecto.

 

—   No quiero decir eso… me niego a hacerlo, sería absurdo…  

 

 

—   Entonces no hay nada más que hablar…

 

—   Isabella… ¿Qué no te das cuenta de que somos más que eso?— me pregunta y lo miro confundida y hasta cierto punto emocionada—. Tú no eres mi novia, eres mía, mi mujer, eres de mi propiedad, la chica de la que puedo disponer cuando se me dé la gana

 

 

—   Yo no soy un objeto— mascullo con rabia y con lágrimas en los ojos.

 

—   Para mí si lo eres, eres MI objeto, mío y de nadie más

 

 

—   ¡Eres un estúpido!— exclamo y le doy una bofetada—. ¡Yo no soy un objeto, soy una persona, estás enfermo! No quiero volverte a ver, ¿me has entendido? Esto se terminó definitivamente y no hay nada que puedas hacer para evitarlo

 

—   Bella...— está anonadado. No puede reaccionar.

 

—   Isabella para ti— lo corto con una frialdad admirable.

 

 

—   Tú no vas a dejarme, ayer has dicho que…

 

—   Porque soy una estúpida que creyó que me necesitabas…

 

 

—   Y te necesito, nena… — me dice con una voz muy dulce. Oh mierda. Estoy por caer. No… él está enfermo. De todas las personas de las que me pude haber enamorado… vine a dar con el más psicópata. Ahora me doy cuenta de por qué decía que iba a perderme si me decía lo que tenía. Tenía bastante razón al no querérmelo contar; ahora me quiero ir, gritando como una actriz de película de terror.

 

—   No, tú necesitas un objeto, podrías comprarte una muñeca inflable, eso sí que es un objeto o puedes encontrar a una mujer que esté dispuesta a semejante mierda…

 

Me doy media vuelta para marcharme pero Edward me sostiene por un brazo y me atrae hacia él. Nos miramos a los ojos.

 

—   No, Isabella, te suplico que no me dejes… yo no quiero a nadie más que a ti, eres la única mujer a la que deseo desde que te cruzaste en mi camino

 

Respiro agitadamente. Me pone nerviosa estar tan cerca de su cuerpo, de esa erección que siento en mi vientre.

 

—   Pues saldré de él para que…

 

—   ¡No!— grita desesperado. Me aturde—. Quédate conmigo, por favor… no me dejes… por favor dame tiempo para decirle a todos que eres mi novia, lo haré con tal de que te quedes conmigo

 

 

A otro con ese cuento, me dice mi subconsciente. Ayer decía las mismas cosas. Solo es un truco para que vuelva a caer.

 

—   No, está vez si se acabó lo que tenemos… les vas a decir a todos que soy tu novia, pero en realidad tú solo me vas a ver como un objeto, como algo que usas cuando se te antoja… mejor me voy y busco algo más sano… esto es enfermizo

 

—   No, Bella, por favor quédate, quédate, nena— me besa el cuello y gimo—. Me deseas y yo a ti, por favor quédate…

 

 

—   Ah, sí— echo la cabeza hacia atrás. Edward me acaricia el cuerpo con sus hábiles manos. Esa corriente eléctrica me recorre la piel con cada caricia, con cada beso que deja en mi cuello.

 

—   ¿No lo notas?— me pregunta—. Ahora mismo me recorre una especie de electricidad por la piel— confiesa mientras entrelaza nuestras manos—. Es algo mágico, nunca me ha ocurrido

 

 

Me mira con mucha intensidad y me muerdo el labio.

 

—   ¿Lo notas?— insiste yo asiento. Me muestra su sonrisa torcida antes de besar mis labios. Me pierdo en el beso y me olvido por completo del mundo que nos rodea, ahora mismo me importa una mierda que él esté enfermo. Edward se deshace de su camisa y de mi delantal y caemos en la cama riéndonos. Me besa una y otra vez y la verdad es que me siento extasiada.

 

En menos de dos minutos ambos estamos sin ropa. Estoy acostada boca abajo y él está dejando un reguero de besos por mi espalda. Me acaricia el trasero y mete uno de sus dedos en mi intimidad y yo me estremezco de placer.

 

—   Estás tan lista para mí, como siempre— dice maravillado antes de llevarse el dedo a la boca—. Eres deliciosa

 

Me sigue besando la espalda hasta que baja a mi trasero, reparte un beso en cada nalga y después acaricia mis piernas con ambas manos. Cuando llega a mis pies me pide que me voltee lo cual hago. Me besa el empeine del pie derecho antes de pedirme que me quede abierta para él.

 

Va hacia la mesa de noche donde saca un paquetito plateado y sonrío cuando veo que se pone el condón.

 

—   Ahora te voy a hacer mía de nuevo— dice emocionado. Sus palabras me hacen volver a la realidad. Suya… solo soy su objeto, maldita sea.

 

Me penetra de forma lenta y coloco las manos en su pecho para que salga. No lo quiero adentro de mí por más que me guste que lo esté.

 

—   Déjame— le pido gimiendo. Por más que lo empujo no se mueve ni un centímetro.

 

—   ¿Qué pasa?— pregunta alterado.

 

—   Sal ahora mismo, ya no soy tuya, esto ya no va a funcionar

 

—   Bella, por favor, no me hagas esto— me pide con voz torturada. Está sumamente angustiado pero no pienso ceder, ya no voy a caer como lo hice ayer. No, no y no. Esto tiene que terminarse.

 

—   Por favor, sal ahora— respondo con voz firme.

 

—   No, tú eres mía— dice y comienza a moverse. Ah, maldita sea, me está dando como sabe que a mí me gusta. Rápido y sin detenerse.

 

Me arqueo aunque no quiero. No quiero sentir placer pero lo estoy sintiendo, estoy disfrutando al igual que él.  Nuestros cuerpos están conectados de una forma increíble e inexplicable o por lo menos así es para mí; juntos funcionan perfectamente, bajo cualquier circunstancia.

 

—   Ambos estamos muy conectados— me dice sonriendo mientras me embiste una y otra vez. Me pregunto cómo rayos sabe lo que pienso—. Parece que… nacimos para esto….

 

Decido olvidar por un momento todo lo malo que he pensado sobre él y comienzo a disfrutar de verdad ya que no tengo más remedio. Muevo mis caderas para sentir mayor placer. Edward me toma de las manos y yo cierro los ojos y gimo. Me está matando.

 

—   ¡Edward!— grito con todas mis fuerzas cuando alcanzo el clímax. Me retuerzo, grito y me arqueo hasta que termina todo. Edward se corre al mismo tiempo que yo, mascullando mi nombre y ambos caemos rendidos.

 

Cuando me recupero del orgasmo abro los ojos, sintiéndome una completa basura. Ha logrado demostrar lo que dice. Soy la chica de la que él puede disponer cuando se le antoje. Me intento levantar pero Edward me lo impide.

 

—   ¿A dónde crees que vas?

 

—   Esto está mal— me quejo.

 

 

—   ¿Qué está mal? ¿Qué nos deseemos de esta manera? A mí no me parece malo, sino todo lo contrario

 

—   Una cosa es desear, otra cosa es que me veas como un objeto, soy una mujer que siente…

 

 

—   Sí… eres mi mujer y te hago sentir muchas cosas…

 

Sí. Una de esas cosas es que estoy enamorada de ti.

 

—   Ya basta de decir que soy tu mujer, eso solo podrías decirlo en caso de que fuera tu esposa…

 

—   Mi esposa…— hace una mueca. Es obvio que no le gusta la idea. Menos a mí.

 

 

—   Edward, quítate de encima— le pido—. Me quiero ir…

 

—   Bella, ¿Por qué carajo te importa si somos novios o no? ¿Por qué no disfrutamos lo que somos?

 

 

—   ¿Y qué somos?— lo cuestiono—. ¿Amigos con derecho? Por mi está bien, eso sería ser algo…

 

—   No, amigos con derecho, no… eso significa que no me serás fiel… limítate a entender que eres mía

 

 

—   No, yo quiero saber qué carajo somos…

 

—   Yo soy tu dueño y tú eres…

 

—   Tu objeto— lo interrumpo—. Pues déjame decirte que no quiero eso… quiero ponerle un nombre  a lo que somos y punto…

 

—   Isabella…

 

 

—   Quítate, por favor, necesito trabajar

 

—   Me quitaré solo si aceptas seguir a mi lado…

 

—   Está bien— le digo cruzando los dedos sin que él se dé cuenta—. Voy a aceptar lo que sea que seamos y me seguiré acostando contigo, pero lo hago por mí, que te quede claro…

 

Sí. Sueno muy convincente. Ya cayó.

 

—   Oh, gracias, Bella— me dice besándome la frente y se aparta. Me visto de forma apresurada.

 

—   Déjame ir a limpiar las habitaciones que me han ordenado— le digo una vez vestida—. Después vendré a limpiar aquí, quizá pase un buen rato contigo— le guiño el ojo.

 

 

—   ¿En serio?— pregunta emocionado. Me sigue hasta el elevador.

 

Me muerdo el labio… ¿Será momento de decirle que todo fue una mentira?

 

—   Claro— respondo con mucho sarcasmo mientras me meto al elevador con el carro de la limpieza—. Que no, imbécil

 

—   ¡¿Qué?!

 

Las puertas del elevador se cierran, impidiendo que Edward haga algo. Me echo a reír como en la mañana. Su cara no tuvo precio.

 

Cuando bajo al piso siete me siento tranquila. Comienzo a hacer mi trabajo y por fortuna no vuelvo a pensar en él. A la hora del almuerzo voy a comer con Tanya, quién me pregunta si ha pasado algo con Edward.

 

—   Fui a hablar con él y me dijo que soy un objeto— espeto. Tanya me mira horrorizada y luego furiosa.

 

—   Es un desgraciado— masculla—. No, definitivamente mándalo al diablo, es muy guapo, pero no vale la pena…

 

—   Eso es exactamente lo que voy a hacer, mandarlo al diablo…

 

Terminamos de comer sin hablar más de él y nos dirigimos hacia el vestidor. Quiero saber si me ha mandado algún mensaje. Hay uno de hace diez minutos.

 

“Isabella, por favor sube a mi suite, necesitamos hablar”

 

No contesto.  No lo haré. Ya no voy a acercarme a su suite aunque me despidan. Quizá pueda pedirle a Alice que me aleje de él. Sí… esa idea es excelente.

 

La busco y está en la sala de la recepción leyendo una revista de modas. Ella posiblemente sea la próxima gerente del hotel cuando Riley se retire. Por eso, Aro deja que a veces organice eventos, e incluso coordinar todo un día de trabajo, lo cual hace más que bien. Creo que será excelente en eso.

 

Cuando me ve caminar hacia ella salta como un resorte del sofá para luego abrazarme.

 

—   ¡Bella!... pareces psíquica, cuando terminara de leer el artículo iba a ir en tu búsqueda… necesitas acompañarme ahora mismo…

 

—   ¿Qué pasa?...

 

 

—   Iremos de compras— exclama. La miro con horror un momento pero después decido que esta es una buena oportunidad para alejarme de Edward y hablar con Alice sobre eso.

 

—   Me parece bien, solo debo avisar a Claire...

 

Pone las manos en la cintura.

 

—   Te estás yendo con Alice Vulturi, la hija del dueño del hotel, no con cualquier persona… además he hablado con ella, no te preocupes, sabe que estarás conmigo

 

—   Bueno, entonces voy a cambiarme…

 

 

—   Perfecto, te espero aquí, nena…

 

Me dirijo rápidamente a los vestidores y me cambio. Saco el Iphone de mi casillero y veo que hay otro mensaje y varias llamadas perdidas aparte de las de esta mañana.

 

“Nena, contéstame, por favor”

 

Solo tengo algo que decirle ¡JO- DE- TE! Pero no lo escribo y guardo el celular en mi bolsillo antes de salir al encuentro con Alice.

 

—   ¡¿Lista?!— exclama. Asiento y me toma de la mano para salir disparadas hacia el estacionamiento donde tiene su flamante Porche amarillo que Jasper le regaló por su cumpleaños hace tres meses.

 

—   ¿A dónde vamos?— le pregunto mientras ella conduce tranquilamente.

 

 

—   Vamos a ir al centro comercial primero… quiero comprarte un vestido para que vayamos mañana al cumpleaños del padre de Edward…

 

—   ¿Eh?

 

 

—   Edward le dijo a mi padre que va a llevarte, que te presentará con su familia, creo que después de todo quiere algo serio contigo, él jamás ha llevado una chica a su casa

 

—   De hecho iba a buscarte por eso... te quería decir que me apartes de Edward, no lo quiero ver

 

 

—   ¿Qué? ¿Otra vez con eso? No te había alejado de él porque pensé que se daría algo entre ustedes— dice preocupada.

 

—   Él no quiere nada serio, sé que es muy pronto, pero creo que para él significo muy poco, solo es sexo…

 

Alice hace una mueca.

 

—   Bella… él está emocionado contigo, no lo admite, pero se ve feliz… algo hiciste con él

 

Me ruborizo.

 

—   No voy a ir con él a la fiesta…

 

 

—   Bueno, no vayas con él, pero vendrás conmigo

 

—   Pero…

 

 

—   Pero nada— me interrumpe. Muy pronto estamos en el centro comercial y mi teléfono vibra. Cuando lo saco Alice arquea una de sus bien depiladas cejas.

 

—   ¿Y ese teléfono?

 

 

—   Me lo prestó Edward— murmuro.

 

—   ¿No te lo regaló?—  inquiere. Niego con la cabeza—. Bueno, contéstale, avísale que estás conmigo…

 

 

—   No, prefiero no hacerlo…

 

—   Hazlo…

 

 

Suspiro antes de contestar.

 

—   ¡¿Por qué demonios estás fuera del hotel?!— me grita Edward antes de que pueda contestar. Me tengo que apartar un poco el teléfono y luego lo vuelvo acercar a mi oreja.

 

—   Estoy con Alice— respondo con frialdad—. ¿Qué quieres?

 

 

—   Con razón estás en el centro comercial

 

—   ¿Cómo demo…?

 

 

—   GPS— contesta—. Voy a ir por ti, ahora mismo

 

—   Ni se te ocurra venir a buscarme

 

Alice me arrebata el celular.

 

—   Si quieres mantenerte con vida, vas a quedarte donde estás y no buscarás a Bella ¿me entiendes? Estamos en un asunto de chicas…— cuelga sin esperar a que Edward le conteste—. Ya entiendo por qué quieres alejarte de él, es un enfermo mental

 

—   Olvidémonos de él— le digo mientras ella me devuelve el Iphone.

 

—   Sí, ¡Vamos por tu vestido!— da saltitos y me toma de la mano para correr hacia las tiendas.

 

 

—   Después de esto ¿a dónde vamos?— le pregunto.

 

—   Hoy ha llegado mi vestido de novia a la casa— dice sonriente—. Quiero que tú lo veas antes que nadie, quiero que lo veas conmigo

 

 

—   Alice…— susurro conmovida y ella me abraza.

 

—   También quiero que te pruebes tu vestido otra vez para ver si tenemos que ajustarlo— dice. El vestido de las damas de honor están listos desde hace mucho pero el de Alice ha tardado más.

 

—   Está bien, Alice— me río—. Oye, pero el vestido del lunes, no…

 

—   Te lo compraré, quieras o no… vas a ir a esa fiesta y a enseñarle a Edward la hermosa mujer que se ha conseguido…

 

 

Suspiro con resignación mientras entramos a una tienda de ropa. Alice recorre la tienda en busca de mi vestido. Yo me quedo mirando las blusas hasta que la duende me llama. Tiene una tela color azul rey en las manos.

 

—   Este me gusta— me dice extendiendo el vestido. La verdad es que es muy lindo pero creo que solo las mujeres con curvas podrían usarlo. Yo soy muy delgada aunque con suficiente busto como para usar un vestido. Aun así no estoy muy convencida de que eso me vaya a quedar bien.

 

—    Mmm… — hago un mohín.

 

—   Pruébatelo— me gruñe.

 

 

 

Tomo el vestido y me dirijo al probador donde me lo pongo. Me miro en el espejo sorprendida. El vestido es de tirantes y muy ceñido al cuerpo; el escote es discreto y eso me agrada. Sorprendentemente, me gusta cómo me queda.

 

Me suelto el cabello y alboroto mi cabello ondulado. Vaya, vaya, vaya. Creo que me veo guapa. Ahora que lo pienso, puedo torturar a Edward de esta forma. Voy a mostrarle lo que ya no va a tener. Amo este vestido.

 

Salgo y le muestro a Alice como me queda. Se queda boquiabierta.

 

—   Oh, mi Dios— susurra—. Estás espectacular… siempre he sabido que el azul es el color que más te queda…

 

—   Gracias, Alice— me sonrojo.

 

 

—   Vamos a comprarte los zapatos y los accesorios…

 

—   ¡No!— exclamo—. Puedes prestarme las cosas tú, ya no quiero que gastes, por favor

 

Intento imitar su puchero y al parecer tiene el efecto esperado ya que Alice suspira y asiente. Ni siquiera ella es inmune a eso, es increíble.

 

Ambas decidimos que este vestido es perfecto y nos dirigimos a la caja para pagarlo. Enfoco mi atención a unas personas que caminan afuera de la tienda para no fijarme en el precio del vestido y sentirme mal. Debo hacer que Edward comience a verme como una mujer y no un objeto y ese vestido quizá me ayude a hacerlo.

 

Salimos de la tienda y Alice tiene una amplia sonrisa de satisfacción en el rostro.

 

—   Debemos comprarte ropa interior para este vestido— dice con voz cantarina. Me quedo de piedra.

 

—   Alice, no…

 

 

—   Alice, sí… te prometo que después de esto nos vamos ¿Sí?

 

Suelto un gruñido.

 

—   Está bien…

 

Entramos a la tienda de lencería. Alice me enseña un conjunto muy diminuto en color negro… ¿Pero qué carajo pretende? Bueno, quizá crea que me voy a acostar con Edward… siendo sincera, lo más probable es que eso suceda. No tengo mucha resistencia a los encantos del escritor, quien me ha seducido incluso antes de conocernos con esas maravillosas novelas.

 

Acepto que Alice me compre la ropa interior con tal de largarnos de aquí. Temo que Edward pueda aparecer en cualquier momento. Reviso el cacharro y no hay mensajes ni llamadas perdidas. No tengo idea de si eso es bueno.

 

Alice paga y me siento aliviada cuando estamos en el porche. Tengo la ventana abierta así que recargo el brazo en ella y disfruto del aire.

 

De repente Alice se detiene en un semáforo. Miro divertida como ella canta la canción que está en la radio.

 

—   ¿Se divierten?— me grita una voz bastante conocida. Giro la cabeza bruscamente para ver que el Volvo está detenido justo al lado del Porche.  Edward tiene la ventana abierta y trae esos Ray- Ban Aviator de la otra vez.  Lleva puesta una camisa de botones azul celeste.

 

Guapísimo es una palabra que no le hace justicia. Edward es un ángel… un ángel caído del cielo que cayó para volverme loca en todos los sentidos.

 

—   ¿Por qué nos estás siguiendo?— le reclama Alice apagando el radio. Yo sigo sin reaccionar.

 

—   Necesito hablar con Isabella— dice Edward.

 

 

—   ¿Y no puedes hacerlo después?— gruñe mi amiga.

 

—   No… llevo toda la mañana buscándola

 

 

—   Edward, ya hablamos suficiente en la mañana— le digo, saliendo de mi asombro.

 

—   Nena, necesitamos hablar, por favor ven conmigo

 

Me muerdo el labio. Suena tan tentador. No, por primera vez en la vida no pienso caer. Me quiero ir lejos de su abrumadora presencia.

 

—   No, iré con Alice, déjame en paz— le pido. Por mi salud mental debo estar alejada de él ahora.

 

—   Es un día de chicas— le aclara Alice con tono mordaz y después suelta una risita aguda—. Ah, claro… no recordaba que cuentas como una chica…

 

El semáforo se pone en verde y Alice acelera.

 

—   No te preocupes, Bella— me sonríe de manera cariñosa. Con alivio compruebo que el tráfico atrapó a Edward. .

 

Quince  minutos después, llegamos a una hermosa y pequeña mansión: la casa de Alice. Nos bajamos y Emily, la ama de llaves, nos recibe sonriente. Es una señora de aproximadamente cincuenta años y una sonrisa muy hermosa. La conozco porque he venido varias veces a la casa de Alice.

 

—   Hola, Isabella— me saluda y yo le sonrío tímidamente.

 

—   Buenas tardes, Emily— respondo.

 

 

—   Vamos a ir a ver mi vestido— dice Alice muy emocionada. Emily le sonríe con cariño y luego nos ofrece algo de tomar. Ambas decimos que no y subimos rápidamente a su recámara.

 

Me siento emocionada. Muero de ganas de ver el vestido que Alice diseñó con tanta ilusión para su boda.

 

El vestido está puesto en un maniquí el cual está cubierto por una sábana. Una vez vi el dibujo del vestido de Alice; sin duda era precioso. 

 

—   ¿No lo has visto?— le pregunto riéndome de los saltitos que está dando.

 

—   No, Bella, no lo he visto, bueno… lo diseñé, pero no lo he visto terminado...  me siento muy emocionada, creo que lloraré

 

—   Tranquila…

 

 

—   Bueno, llegó la hora de ver mi obra de arte

 

Asiento y me muerdo los labios por la emoción. Alice se acerca lentamente y finalmente quita la sábana de encima.

 

—   Oh, mi Dios— susurro al ver el espantoso vestido que está puesto en el maniquí.  Parece una cortina convertido en vestido. Hasta mi uniforme de camarera es más bonito que eso.  A Alice se le llenan los ojos de lágrimas.  

 

—   ¿¡Qué carajo es esto?!— grita enfurecida.

 

 

—   Alice…— estoy anonadada, no sé qué decir. Me acerco a la prenda que se supone que debe ser un vestido y lo toco. Es una tela parecida a la de la cortina de la ventana de mi cocina.

 

—   ¡No!— exclama y luego se echa a llorar—. No, no me puede estar pasando esto… faltan… faltan tres semanas, no

 

 

No puede ni hablar. Tiene corrido el maquillaje por las lágrimas que caen sin cesar por su rostro. Me acerco y la abrazo sin importarme que me manche la ropa.

 

—   Tranquilízate, Alice, por favor— le suplico con voz temblorosa mientras ella tiene estremecimientos por el llanto. Me siento indignada por lo que acaban de hacerle. Ella encargó el vestido hace tres meses y no es justo que le pase esto.

 

—   Bella, no es justo— solloza en mi hombro—. Jasper no va a quererse casar conmigo si uso esto… es una porquería

 

 

—   Jasper te ama con toda su alma, Alice—le digo con dulzura y le acaricio la cabeza—. A él no le importa lo que uses, además puedes comprar otro vestido

 

—   No, Bella… yo quiero utilizar el vestido que diseñé, desde niña sueño con un vestido de novia así— alza la cara y me mira con un puchero. Siento que se me rompe el corazón.

 

 

—   Oh, Alice— sollozo. Estoy a punto de echarme a llorar también; me parte el alma verla tan afligida.

 

De repente se escuchan unas risas escandalosas afuera de la habitación. Alice y yo nos soltamos y vemos como Aro, Carmen, y Dimitri entran a la recámara.

 

—   ¿Qué… que ocurre aquí?— pregunta Alice llorando aun.

 

—   ¡Has caído, hermanita!— exclama Dimitri y luego va a abrazarla. Me sonríe un momento y después mira a Aro y a Carmen que siguen riéndose.

 

 

—   ¿De qué están hablando?

 

—   Ese no es tu vestido, mi amor— le explica Carmen con una enorme sonrisa. Ella es muy atractiva y sus hijos heredaron esa belleza, sobre todo Alice solo que ella tiene el cabello oscuro como Aro. Carmen tiene el cabello color caoba, como mi hermana.

 

—   ¿Qué?

 

—   No… has caído en la broma familiar— dice Aro quien le acaricia la cabeza—. Creo que tú también caíste, Bella…

 

 

—   Hola, cariño— me saluda Carmen y me da un beso en la mejilla. Vaya, huele muy bien. El perfume que lleva me gusta.

 

—   Hola, Carmen… la verdad es que yo también caí en la broma— me río.

 

—   ¡¿De qué broma hablan?!— exclama Alice y todos centramos nuestra atención en ella.

 

—   De la tradición Vulturi de hacer llorar a las novias de la familia haciéndoles creer que su vestido no fue hecho como pidieron…— se ríe Aro.

 

 

—   También me la hicieron a mí— gruñe Carmen—. Y todavía no pertenecía a la familia

 

Aro la mira con adoración y se acerca para besarla en la sien y abrazarla. Siempre he creído que hacen una pareja hermosa, se aman demasiado. Me gustaría ser feliz como ellos.

 

—   ¡¿Esto era una maldita broma?!— Alice está que echa chispas. Dimitri la está sosteniendo para que no se les eche encima a sus padres. La escena es muy cómica y no puedo evitar sonreír.

 

—   Tranquila, mi niña, tu vestido está en el estudio de papá…

 

Se evapora el mal humor de Alice al escuchar eso.

 

—   ¡Quiero verlo!— chilla como niña pequeña.

 

—   Vamos…

 

 

Dimitri suelta a Alice y ésta sale corriendo hacia el estudio de su padre. Pongo los ojos en blanco y me rio. Carmen me toma de la mano.

 

—   Vamos, Bella…

 

—   Está bien…

 

Salimos todos de la recamara y mientras bajamos las escaleras Dimitri me sonríe. No es su habitual sonrisa de pervertido, es una sonrisa tierna y amistosa… se ve muy normal e incluso lindo. Me pregunto por qué no puede ser así siempre.

 

—   Hola, Bella— me saluda.

 

—   Hola, Dimitri— respondo tratando de responder a su sonrisa. No puedo. Aún recuerdo lo que me intentó hacer en el hotel. De no haber sido por… por esa persona en la que no quiero pensar, me habría violado en una de las habitaciones.

 

 

Entramos al estudio y contemplo el hermoso vestido de Alice. Parece sacado de un cuento de hadas. Es igual al del dibujo.

 

—   ¡Es hermoso!— exclamo. Alice me mira sonriendo como nunca antes y asiente. Pasa una mano por la tela y se le escapa un sollozo.

 

—   ¡Alice, no vayas a ensuciarlo!— se queja Carmen mientras le da un pequeño golpe en la mano.

 

 

—   Tengo hambre— dice Aro—. ¿Por qué no vamos todos a comer? Emily nos ha preparado algo…

 

—   Es una buena idea— responde Carmen y se vuelve hacia mí—. ¿Tienes hambre, Bella?

 

 

—   Yo tengo que volver al trabajo— le digo avergonzada—. Pero gracias…

 

Aro suelta una risotada.

 

—   Bella, Bella, Bella… ¿qué vamos a hacer contigo?

 

Suelto una risita cuando él me pasa un brazo por el hombro.

 

—   Creo que al dueño del hotel no le importará que te quedes a comer con nosotros, he oído que le caes muy bien

 

Me sonrojo.

 

—   Te ves muy graciosa cuando te pones roja— dice Dimitri mirándome sin perversión. Me pregunto si no le picó algo. Hoy está de lo más normal. Bueno, quizá sea porque están sus padres aquí.

 

En ese momento vibra mi celular. Maldita sea.

 

—   Carmen... ¿Podría pasar al baño? Es que quiero lavarme las manos— le pregunto. Aro me suelta.

 

—   Oh, claro que sí, querida…

 

—   Yo te llevo, Bella… Necesito ir a arreglarme esta cara— dice Alice mientras pasa un dedo por los ojos y descubre que se le ha escurrido el delineador.

 

Me toma de la mano y salimos disparadas hacia su recámara. He perdido la llamada de Edward pero estoy segura de que va a volver a llamarme.

 

—   Edward me ha llamado— le confieso. El celular vuelve a vibrar y Alice gruñe.

 

—   Respóndele y pregúntale que es lo que quiere…

 

 

—   Está bien…

 

Alice va a su tocador a limpiarse y yo respondo el teléfono.

 

—   ¿Qué pasa?— contesto.

 

—   Isabella, me has torturado todo el maldito día, detén esto ya…

 

 

—   Yo no te estoy torturando

 

—   Si lo haces… te mantienes alejada de mí, me ignoras

 

 

—   Porque te lo mereces y tú bien sabes por qué— siseo. Estoy comenzando a enfadarme.

 

—   Bella… por favor hablemos… te prometo que hablaremos en un lugar donde te sientas segura, ¿qué te parece si te llevo a un restaurante?

 

 

—   No puedo, voy a comer en casa de Alice, me han invitado

 

—   Vas a venir conmigo, estoy estacionado frente a la casa y si no sales, armaré un escándalo del que vas a acordarte por el resto de tu vida, ¿me has entendido?

 

 

—   Edward, por favor no...

 

—   Tienes diez minutos para salir de esa casa y venir conmigo… si no ya sabes lo que pasará, te sacaré a rastras de esa casa

 

 

Me cuelga y yo me quedo con la boca abierta. No puede ser.

 

—   Alice, dice Edward que está afuera de la casa, que me está esperando

 

—   Dile que se vaya— responde molesta mientras se limpia.

 

—   No puedo… dice que si no salgo armará un escándalo, Alice, discúlpame con tus padres, tengo que irme con él, no quiero que tu padre se entere de lo que tengo con Edward…

 

—   Bella, creo que ya todos sabemos que algo ocurre entre ustedes…

 

 

—   Alice, por favor ayúdame, no quiero que Edward arme un escándalo aquí

 

—   ¿Escándalo?— se ríe—. Yo le voy a dar su escándalo

 

Sale con paso firme de su habitación y yo la sigo, sintiéndome asustada. Alice si es muy capaz de enfrentarse a Edward. No pocas veces la he visto discutir con personas que a mí me dan miedo.

 

—   ¡Alice, por favor, no!— exclamo mientras bajamos las escaleras. Intento alcanzarla pero ella es bastante rápida y abre la puerta de entrada. Alcanzo a ver el Volvo y cuando salgo Edward está afuera de él. Carajo, está increíblemente hermoso.

 

—   ¡¿Qué diablos haces aquí?!— le grita Alice—. ¿Por qué te empeñas en perseguir a Bella? Si vas a hablar de algo, díselo de una buena vez

 

Edward la mira con irritación.

 

—   Este asunto no es de tu incumbencia, Alice— su tono es muy tranquilo.

 

—   ¿Qué está pasando aquí?— pregunta Aro saliendo de la casa—. Alice ¿qué son esos gritos? Oh, Edward…

 

—   Aro— saluda Edward con una sonrisa—. Venía por Bella, la quería llevar a cenar después del trabajo pero ella me ha dicho que venía con Alice y pensé que sería buena idea buscarla aquí para llevarla a almorzar

 

 

—   ¿Y por qué no mejor se quedan ambos aquí?— sugiere—. Emily ha preparado langosta…

 

¿Langosta? Es increíble.

 

—   Me gustaría mucho, Aro, pero Isabella y yo necesitamos hablar de un asunto e ir a pedir permiso a su padre para que me acompañe el lunes a la fiesta… — mierda, eso es mentira. Edward ya pidió permiso.

 

Edward se voltea hacia mí y me lanza una mirada que interpreto como “No te atrevas a contradecirme”.

 

—   Es verdad— respondo. Alice me mira boquiabierta.

 

—   Eso no es verdad, Isabella…

 

 

—   Hija, por favor— la interrumpe Aro—.  Sé que quieres pasar tiempo con ella, pero ahora tiene una cita, Bella, hoy no regreses al hotel, te doy el día libre— me sonríe con burla y me ruborizo.

 

—   Muchas gracias, Aro— dice Edward.

 

 

—   Eso sí, la cuidas mucho— le advierte entrecerrando los ojos—. Si no te las verás conmigo…

 

—   La cuidaré con mi vida— promete Edward sin mirarlo. Me mira a mí con una intensidad que me hace estremecer un poco.

 

 

Alice hace una pequeña rabieta y se mete a la casa. Quiero ir con ella y disculparme, pero la verdad es que valoro mi vida. Edward me hará algo si no voy con él.

 

—   ¿Nos vamos, Bella?— me pregunta Edward y yo asiento.

 

—   Hasta luego, Aro— me despido con una pequeña sonrisa—. Gracias por darme el día libre…

 

 

—   Bah, no agradezcas— responde—. Disfruten de su cita— nos guiña un ojo y yo me vuelvo a poner como tomate.

 

Edward me abre la puerta del Volvo para que me suba y me pide que me coloque el cinturón. Lo hago mientras él camina hacia la otra puerta. Una vez adentro enciende el auto y nos vamos.

 

—   Al fin te tengo conmigo— me dice.

 

—   ¿De qué quieres hablar?

 

 

—   Bueno, creo que te mentí un poco con lo de ir a hablar…

 

—   ¿Qué? ¿A dónde vas a llevarme?

 

 

—   A tu nuevo departamento— responde con nerviosismo.

 

Me quedo paralizada mientras la furia me recorre el cuerpo… ¿Pero qué ha dicho?

 

—   ¿Mi nuevo departamento?

 

—   Sí… a tu nuevo departamento

Capítulo 6: Venganza Capítulo 8: El departamento

 
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