La camarera (+18)

Autor: Sasha_amane
Género: + 18
Fecha Creación: 22/05/2014
Fecha Actualización: 06/06/2015
Finalizado: NO
Votos: 26
Comentarios: 173
Visitas: 78107
Capítulos: 26

Isabella una camarera honrada y trabajadora del hotel Vulturi que lucha por sacar adelante a sus hermanos, se encontrará con su escritor favorito, el atractivo Edward Cullen, autor de exitosas novelas de romance, cuando este haga una conferencia de prensa en el hotel para promocionar su más reciente libro.

 

Lo que ella no sabe es que Cullen ve en ella todo lo que quiere y no perderá la oportunidad de poseerla por completo. La estadía de Cullen en aquel hotel dura diez días en los cuales ambos disfrutan de una aventura pasional.

 

Cuando llega la hora de que Edward parta, Isabella queda desolada pero lo que ella no se imagina es que sus caminos se van a volver a cruzar, o que más bien... Edward no la dejará ir.  Isabella es suya para siempre. 

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Hola :) este es mi primer fan fic y espero que les guste. Me siento feliz de poder publicar mi novela aquí después de mucho pensarlo. Muchisimas gracias a Keit, mi amiga, que me ha ayudado con la portada y el prefacio. 

 

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Capítulo 4: Diez días

psicodElii e Ingridcollen muchas gracias por sus comentarios y votos. Aquí les dejo el siguiente capítulo que espero que les guste :D

 

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Capítulo 4: Diez días

 


POV Bella:

 

No me puedo creer sus palabras. Muy a mi pesar me emociona toda esta situación, pero debo mantenerme firme y no caer bajo el encanto de este hombre. Lo debo hacer por mis niños; ellos son mi vida y yo tengo que estar completamente enfocada en ellos.

 

—   No soy suya— lo contradigo—. Olvídese de que existo, para mí lo nuestro no significó nada— le miento.

 

—   ¿Ah, sí? ¿Entonces por qué estás temblando? ¿Por qué estás respirando agitadamente?

 

Mierda. Ha notado ese efecto provoca en mí y lo va a usar en mi contra.

 

—   Me rechazas porque tienes miedo… miedo de admitir esto que nos está pasando… no fue solo una noche de sexo, para mí lo fue todo y quiero repetirlo otra vez porque jamás he sentido nada así, no es amor, nunca he sentido amor, pero sí sé que lo que sentí contigo es especial y estoy totalmente convencido de que ambos estamos atraídos el uno por el otro

 

—   Eso está mejor— sonrío—. Usted lo ha dicho, solo es atracción pero hasta ahí… no tiene por qué decirme que soy suya

 

 

—   Para empezar no me hables de usted que no lo tolero y dos… sí eres mía, pero por ahora… te prometo que si me haces feliz estos diez días que me quedan aquí, yo te dejo continuar con tu vida de manera normal

 

—   ¿Diez días?

 

 

—   Sí, Peter y yo decidimos quedarnos más días por petición de mi hermano… seguiré en el hotel pero visitaré a mi familia la cual vive en Forks… por favor, sé mía estos diez días que me quedaré

 

Su propuesta es demasiado tentadora. Me muerdo el labio sin querer.

 

—   Joder, te pido que no hagas eso, me pones duro y estamos en la calle

 

—   ¿Qué?

 

Edward me sostiene por la cintura para acercarme a su cuerpo. Toma discretamente una de mis manos y la pone encima de su miembro el cual está un poco erecto. Eso tiene un efecto en mi entrepierna y me vuelvo a morder los labios.

 

—   Te voy a coger aquí mismo, tú lo has querido

 

—   ¿Qué?

 

 

—   Sube al auto, Isabella, sube o si no te voy a hacer mía aquí en el estacionamiento y no me importará que nos multen

 

—   Pero debo llevar esto a mi padre— alzo la bolsa.

 

 

—   Se las llevas y nos vamos inmediatamente, te tengo que hacer mía en este momento y no me vas a dejar con las ganas

 

—   Está bien— digo resignada pero muy excitada a la vez.

 

 

—   Súbete al auto, está abierto

 

—   Pero… ah, está bien

 

 

Qué remedio, pienso y me dirijo al auto y me subo. Edward se sube y me pone el cinturón.

 

—   No quiero que te pase nada— me explica con un tono de voz muy dulce.

 

Le digo a Edward donde está el taller y en menos de veinte segundos estamos allí. Me bajo y le doy los refrescos a Charlie y a James.

 

—   ¿Con quién vienes?— inquiere James al ver el Volvo afuera.

 

—   Con Alice, una amiga que me encontró en el supermercado— respondo.

 

 

—   Que se baje, la quiero saludar— dice Charlie. Él adora a Alice y viceversa. Se llevan bastante bien. Ella le dice tío Charlie.

 

—   No puede, no quiere bajarse… tiene una alergia espantosa y ya sabes cómo es ella, no soporta ser vista así…

 

 

Mi padre se ríe y me despido de él dándole un beso en la mejilla a él y a James. Salgo corriendo para subir al coche.

 

—   ¡¿A quién besaste?!— me grita histérico y yo me sobresalto. Edward acelera el Volvo.

 

—   Calma, era mi papá— le digo asustada.

 

 

—   ¿Y el chico?

 

—   Un amigo… Edward, el muchacho tiene veinte años y es el que nos cobra la renta, no te alteres

 

—   Mientras estés conmigo no quiero que beses a ningún amigo ¿me entiendes? Por haber hecho eso te voy a dar más duro, no voy a ser suave, me has hecho enfadar

 

 

A pesar de que debo estar enfadada me encanta esa posesión y estoy excitadísima. Quiero que me dé duro como ha dicho.

 

—   ¿A dónde vamos?— le pregunto.

 

—   A un motel que está cerca de aquí… ya no aguanto más, necesito cogerte

 

Llegamos al motel y me sonrojo porque ya lo he visto antes y pensaba que era un lugar de mala muerte. Edward paga en la entrada y nos dan una habitación. Cuando abre la puerta comienza a besarme.

 

Frena el beso por falta de aire y me mira enfadado. Me asusta pero me encanta a la vez.

 

—   Quítate la ropa y no te atrevas a contradecirme

 

Asiento y hago lo que me pide. Me quito los tenis y las calcetas rápidamente pero me tomo mi tiempo con el pantalón, consciente de que Edward me mira atentamente.

 

—   ¿Podrías apurarte?— me pregunta impaciente y con la voz ronca. Sonrío al ver su erección; me desea.

 

Después de los pantalones sigue la blusa y quedo en ropa interior. Hago una mueca al comprobar que mi ropa interior no es tan linda como la que usé anoche.

 

—   Te voy a morder  y a golpear si sigues así de lenta— me amenaza mientras se quita la ropa.

 

Gimo. Me encanta el Edward amenazador y furioso. Me prende.

 

Me quito la ropa interior y quedo totalmente desnuda. Me vuelve a mirar de esa forma perversa como ayer y me ordena que me ponga a cuatro lo cual hago sin dudar.

 

—   ¿Qué me harás?— le pregunto cuando él comienza a acariciarme el trasero.

 

—   Tienes un culo hermoso— dice—. Quiero morderlo y lo voy a hacer

 

 

Me muerde muy fuerte una de las nalgas y yo grito. Duele, pero es excitante.

 

—   Quiero que te quede claro que solo eres mía— me grita antes de penetrarme rápidamente. Me arqueo sin poderlo evitar. Después se retira y escucho que rasga un paquete. Se va a poner el condón. Cuando lo hace vuelve a entrar a mí pero de una manera más lenta. Oh no… me va a torturar así.

 

—   Por favor más rápido— le imploro. Él en vez de hacerme caso tira de uno de mis pezones y comienza a pellizcarlo. Gimo. Sigue dándome muy lento a pesar de que hace poco dijo que me daría duro.

 

 

—   Sé que no estoy cumpliendo mi palabra— se ríe—. Pero yo sé que lo quieres duro y no señorita, aun no

 

Protesto con otro gemido y él sigue entrando y saliendo sin ninguna prisa. Se siente delicioso pero es una tortura. Edward comienza a repartir besos en mi espalda mientras me embiste lentamente.

 

—   Tu piel es perfecta… toda tú eres perfecta— susurra—. Y eres mía

 

—   Soy… soy tuya— le digo.

 

 

—   ¿En serio?— pregunta deteniéndose y yo asiento — .Oh, vamos a darte tu premio por admitirlo, entonces

 

 

Me agarra por las caderas, enterrando sus uñas en mi piel y comienza a moverse como yo quiero. Rápido y sin detenerse. Oh, esto es delicioso, siento que me muero.

 

—   ¡Vuélvelo a decir!— exclama. Sus estocadas se vuelven cada vez más frenéticas—. Di que eres mía…

 

—   ¡Soy tuya!— grito antes de que un intenso orgasmo me tome por sorpresa—. ¡Edward!

 

 

—   Oh, maldita sea— dice antes de correrse también.

 

Ambos estamos jadeando, intentando recuperarnos del gran orgasmo que tuvimos.

 

—   ¿De dónde saliste?— me pregunta cuando se quita el condón. Yo estoy acostada boca abajo mirándolo fijamente y sonriendo como una boba.

 

 

—   ¿De qué hablas?— pregunto haciéndome la inocente mientras él se tumba a mi lado. Me acaricia el rostro y siento esa electricidad en la piel. Me encanta que me toque.

 

—   Eres demasiado increíble para ser verdad— me dice—. Parece ser que te has salido de alguna de mis historias

 

 

Me sonrojo. Mierda, se me ha olvidado otra vez que él es mi escritor predilecto. Edward interrumpe mis pensamientos cuando acaricia mi espalda. Después baja hasta mi trasero, donde me ha mordido.

 

—   Para que recuerdes quien es tu dueño— me sonríe con esa sonrisa torcida que me encanta. A este juego podemos jugar dos. Me muerdo el labio y el entrecierra los ojos.

 

—   ¿Lo estás haciendo a propósito? ¿Quieres que abuse de ti?

 

Me muerdo con más fuerza el labio para provocarlo. Rápidamente se coloca encima de mí, haciéndome girar y me toma las manos con fuerza para que no las pueda mover.

 

—   ¿Quién te crees que eres para desafiarme así?— gruñe. Me muerdo los labios otra vez y abro las piernas.

 

—   Me creo uno de sus múltiples fetiches— respondo sonriente y él me penetra con brusquedad. Me arqueo.  

 

 

—   Créeme, no solo eres uno… eres todos a la vez, por eso me fascinas tanto

 

Suelto un gemido y él comienza a moverse. Soy suya, le pertenezco por completo.

 

—   Eres mía— gimotea. Sus embestidas son rápidas como me gusta. Sin poderlo evitar elevo mis caderas hacia él y me aferro a su espalda con las uñas para no caerme. Mis pechos están tocando su torso y eso me gusta, me gusta sentirlo junto a mí. Hace que este momento sea más excitante aun—. Y yo tuyo…

 

Me siento maravillada. Él también es mío. Edward gruñe como tanto me gusta y hunde su rostro entre mis pechos.

 

—   Ah— jadeo. Me siento cerca, lo siento.

 

—   Córrete, hermosa, quiero sentirlo— me pide y como si sus palabras fueran órdenes para mi cuerpo, estallo en mil pedazos de forma intensa y él se viene al mismo tiempo profiriendo un grito.

 

 

Cuando ambos nos recuperamos,  nos damos cuenta de que se ha venido adentro de mí.

 

—   Mierda, mierda, mierda— masculla dando vueltas por toda la habitación—. ¿Cómo fui tan estúpido?

 

—   Tranquilo, me terminó el periodo hace tres días— lo tranquilizo—. Pero me tomaré la Post Day si eso te hace sentir tranquilo…

 

Me mira agradecido y yo le sonrío con dulzura.

 

—   Gracias— me dice y me da un beso en los labios—. De verdad que eres increíble, contigo pierdo todo el control…  

 

—   Me gusta que pierdas el control— hago un puchero.

 

 

—   Me encantó perderlo, te lo aseguro— se ríe pero luego se pone serio—. Isabella, ¿Podrías quedarte conmigo esta noche? Perdamos el control, por la mañana te compraré la pastilla…

 

—   ¡No!— exclamo saltando como un resorte de la cama—. Dejé a mis niños con la vecina

 

 

Oh mierda. Me olvidé por completo de ellos.

 

—   ¿Tienes hijos?— pregunta confundido.

 

—   No, son mis hermanos, se llaman Bree y Anthony, él tiene diez y ella cuatro… los dejé con la vecina para poder ir con mi padre

 

Dios. Soy una pésima hermana mayor. Estaba teniendo sexo muy feliz de la vida sin recordar que mis pequeños están con Rosalie.

 

—   Te llevo a tu casa entonces…

 

—   Mmm…

 

 

—   Eres mía, no discutas…

 

Me río y comienzo a vestirme.  

 

—   Tomarás la pastilla sin protestar ¿Verdad?— me pregunta una vez que los dos nos hemos vestido. Asiento.

 

—   Sí, tener hijos no está en mis planes ahora

 

 

—   Ni en los míos— murmura para sí mismo y luego mueve la cabeza para salir de sus pensamientos. Vuelve a sonreír de esa manera relajada que lo hace parecer más joven.

 

Cuando me pongo la camisa él ya está completamente vestido. Tiene una habilidad asombrosa para vestirse con rapidez.

 

—   Vamos— me dice.

 

—   Está bien

 

 

Ambos salimos de la habitación rápidamente y nos metemos al coche.

 

—   ¿Qué ibas a comprar en esa tienda?— le pregunto intrigada cuando él arranca el Volvo.

 

—   Iba a comprar unas cervezas, se supone que iba a pasar el rato con mi hermano— responde—. Pero… me he encontrado contigo y ha sido genial

 

Miro por la ventana para ocultar mi rubor. Su hermano debe estar preguntándose ahora dónde demonios estará.

 

—   ¿Conoces Seattle?— le pregunto para cambiar de tema.

 

—   Como la palma de mi mano— suspira—. He nacido y vivido aquí hasta que terminé la preparatoria

 

 

—   Vaya, yo creí que… eras de Londres, digo… vives allá

 

—   Mi acento no es británico, no sé si lo has notado— se ríe—. Nací aquí pero me mudé a Londres para estudiar mi carrera… soy abogado

 

 

—   ¿Qué?— pregunto sorprendida. Es abogado como mi padre. Edward se echa a reír.

 

—   Y dices que eres mi admiradora… — se burla y yo suelto un gruñido.

 

 

—   ¿Sabes? En tus libros no hay una biografía tuya…

 

—   Pero está el internet, para mi mala suerte, aparezco allí

 

 

—   ¿Internet? ¿Qué es eso?— mascullo—. Yo no tengo una computadora y sí, soy tu fan, pero no una acosadora… solo leí tus libros

 

—   ¿No tienes una computadora?— pregunta con el ceño fruncido. Parece muy incrédulo y eso me ofende un poco.

 

 

—   No todos podemos darnos ese lujo…

 

Edward estaciona frente a una farmacia. Me mira de reojo antes de salir. Sé lo que comprará y suspiro de alivio. Por nada del mundo quiero tener un hijo en estos momentos, es más, no creo tenerlos nunca. Me fascinan los niños y amaría a mis hijos con todo mi corazón pero están mis hermanos por encima de todo lo que yo desee.

 

Edward sale de la farmacia y veo que en las manos tiene una botella de agua. Me la tiende al entrar y también me da el blíster que contiene las Post Day. Suspiro antes de sacar las dos pastillas y meter una en mi boca; abro la botella y bebo un poco para tragármela. Vuelvo a repetir el procedimiento. Cuando me tomo la segunda Edward suelta un suspiro que me hace reír.

 

—   Ahora ya puedo estar tranquilo— dice ignorando el hecho de que me estoy riendo de él.

 

—   Ya, hombre… respira— le doy palmaditas en el hombro y Edward sonríe.

 

—   Te llevaré a tu casa… dime dónde es— me acaricia la mejilla con el pulgar y sonrío. Me encanta que me toque, no  solo en el sentido sexual. Me fascina ese cosquilleo que siento ante su contacto.

 

 

—   No está lejos, bueno… a diez minutos en auto

 

—   Está bien, tú dime por donde me voy— me suelta y enciende el auto. Me acomodo en el asiento y me pongo el cinturón.

 

 

—   Eres una buena chica— me felicita por lo que acabo de hacer—. Por la preocupación no te he pedido que te lo pongas

 

—   Descuida, ya no hay nada de qué preocuparse

 

 

—   Sí…

 

En el camino le indico a Edward como llegar a mi casa. Cuando estaciona frente al edificio me mira horrorizado lo cual me ofende. Yo sé que el edificio está viejo pero no es para tanto. Solo espero que no me crea una delincuente.

 

—   ¿Vives aquí?— pregunta.

 

—   Sí ¿algún problema?

 

 

—   Es peligroso…

 

Nos quedamos callados y escuchamos los gritos de un vecino. Oh, no… el señor Newton se ha embriagado otra vez.

 

—   No lo es— le digo tratando de parecer despreocupada—. Bueno, Edward... gracias por todo, ha sido increíble

 

Edward se inclina y me da un beso en los labios. Muerde un poco mi labio inferior y suelto un pequeño gemido.

 

—   Te voy a acompañar hasta tu departamento— me avisa. Está muy serio. Mierda.

 

—   No te preocupes… estaré bien, son normales estos gritos

 

 

Maldito señor Newton. Justo ahora se le ocurre emborracharse cuando en toda la semana no lo había hecho.

 

—   Eres mía— gruñe—. Y tengo que cuidarte… no me vas a impedir que te acompañe

 

—   Está bien— acepto mientras intento reprimir una sonrisa. Edward saca su lujoso celular del bolsillo ya que está vibrando.

 

 

—   Emmett— dice con voz fría—. Espera un poco más, tengo algo que hacer— hace una pausa para escuchar—. Está bien, nos vemos en el bar del hotel, adiós

 

—   ¿Tu hermano?— pregunto.

 

 

—   Sí— responde poniendo los ojos en blanco—. Se suponía que íbamos a tomar unas cervezas en mi suite para ver un partido, pero creo que es mejor que no lo hagamos… aún no he retirado las sabanas… me gustan como han quedado después de lo de anoche

 

Me ruborizo. No me fijé en las sábanas pero  supongo que quedaron manchadas de sangre por la pérdida de mi virginidad.

 

—   Vamos— dice mientras se baja. Me desabrocho el cinturón y cuando estoy por abrir Edward se me adelanta y abre. Me tiende una mano y yo la tomo mientras salgo. Vaya, que caballeroso.

 

Ambos entramos en el edificio y subimos las escaleras. Mi casa está en el piso cuatro. Unas vecinas del piso dos se nos quedan mirando mientras subimos y yo intento con todas mis fuerzas no devolverles la mirada.

 

Cuando llegamos al piso donde vivo saco las llaves del bolsillo de mi pantalón y abro.

 

—   Pasa, estás en tu casa— le digo a Edward y él asiente antes de pasar. Me quedo recargada en el umbral de la puerta mientras veo como él inspecciona el departamento—. Ahora vengo

 

—   ¿A dónde vas?— me pregunta.

 

 

—   Por los niños… ¿quieres conocerlos?

 

Edward sonríe y asiente.

 

—   Están allá— señalo hacia atrás. Ahí está la puerta de la casa de Rosalie. Puedo escuchar que mis niños están ahí. Cada piso tiene dos departamentos.

 

—   Bien— contesta y yo voy a tocar la puerta de mi vecina.

 

 

—   ¡Hermana!— exclama Bree y se echa a mis brazos. Rosalie está sosteniendo la puerta y se ríe pero de pronto su mirada está fija en otro punto. Exactamente adentro de mi departamento.

 

—   ¿Quién es tu visitante?— pregunta con un tono de voz pícaro. Rosalie es joven y guapísima, quizá Edward se pueda fijar en ella.

 

 

—   Es un amigo— respondo encogiéndome de hombros—. Me ha traído de regreso, me lo encontré por ahí…

 

—   Vaya, un amigo— dice sonriendo. No, no te lo voy a presentar. Suficientes maridos has tenido ya y el tipo que ves ahí es mío —. ¿Lo puedo conocer?

 

 

—   Quizá después— le sonrío falsamente.

 

—   ¿Por qué no ahora?— insiste. Maldita sea.

 

 

 

—   ¡Edward!—  lo llamo y él llega a mi lado en cuestión de segundos—. Los presento, Edward ella es Rosalie y Rosalie, él es Edward

 

Ambos se estrechan la mano. Edward no la mira con interés pero Rosalie lo está devorando con la mirada. El escritor retira la mano, un poco incómodo. Bree esconde su pequeño rostro en mi cuello.

 

—   ¿Quién es él?— musita.

 

—   ¿Quién es él, Bella?— me pregunta mi hermano mientras sale del departamento de Rose. Christopher, el hijo de ella, está escondido detrás de Anthony pero alcanzo a ver sus ojos verdes. Ahora que lo pienso, son muy parecidos a los de Edward.  

 

 

—   Soy un amigo de tu hermana, pequeño— le responde Edward bajando a la altura de mi hermano y revolviendo su cabello. Anthony lo mira con desconfianza y después me mira a mí.

 

—   Él es el escritor que me gusta— le digo sonriendo y Anthony se queda boquiabierto. Edward se levanta.

 

 

—   Edward Cullen— dice con asombro—. Wow

 

—   No entiendo nada— interviene Rose.

 

 

—   Soy escritor— le explica Edward sin inmutarse por la vestimenta poco decente de Rosalie. Por Dios… ¡Está en shorts demasiado cortos y descalza! Tiene el atuendo de siempre pero hoy me molesta.

 

—   Oh, a mí no me gusta leer— Rosalie hace un mohín y se nota que ha perdido el interés. Me alegro. Se recoge su melena dorada en una coleta.

 

 

—   ¿Cómo se hicieron amigos?— cuestiona Anthony aun impresionado.

 

Intento no ruborizarme. Nuestra manera de hacernos amigos no es muy inocente que digamos. Edward se ríe y mira al pequeño.

 

—   Nos conocimos en donde trabaja Isabella, me estoy quedando en el hotel porque vine a celebrar mi cumpleaños con la familia y a hablarle a la prensa sobre mi nuevo libro, lo que pasó es que chocamos por accidente, pero empezamos a platicar y nos hemos hecho amigos…

 

—   Eso es genial… ¿Puedes firmar los libros de Bella?

 

 

—   ¿Bella?— pregunta confundido.

 

—   Así me dicen— le contesto.

 

 

—   Oh, supongo que también te diré así

 

—   ¿Puedes firmar los libros?— insiste Anthony con un gruñido. Edward asiente.

 

Anthony sale disparado hacia nuestro departamento y lo seguimos. Le doy las gracias a Rosalie, quien está algo abrumada aun. Cierra la puerta de su departamento y yo entro al mío.

 

Bajo a Bree y está se va corriendo al cuarto. Anthony llega con dos libros en las manos. Son los primeros. Edward se ríe.

 

—   Tienes los libros ¿Pero no internet?— me pregunta burlón—. Eres mala con tus hermanos

 

—   ¡Eso no es verdad!— exclama Anthony dejando los libros. Camina hacia mí y me rodea con sus brazos—. Isabella es la mejor hermana del universo

 

 

—   Tranquilo, Anthony— me río y beso su cabeza—. Solo está bromeando

 

—   Exacto— dice Edward mirándome con nerviosismo.

 

 

—   Entonces ¿Sí nos puedes firmar los libros?— pregunta Anthony mientras me suelta.

 

 

—   Claro, préstame un bolígrafo

 

 

—   Oh, que tonto— se ríe mi hermano y corre de nuevo a la recámara.

 

—   ¿Duermen todos ahí?— me dice.

 

—   Sí— me encojo de hombros.

 

Edward abre la boca para decirme algo pero llega Anthony con el bolígrafo que ha sacado de su mochila y otros dos libros.

 

—   ¿Los tienes todos?— me pregunta Edward muy impresionado.

 

—   Sí, los tiene todos— responde Anthony por mí—. Jasper, su amigo, le regaló los primeros cuatro el año pasado y este año le regaló los otros

 

 

—   ¿Jasper?— Edward me alza una ceja. Mierda.

 

—   Entre Alice y Jasper me los regalaron— miento para que se tranquilice.

 

 

—   Por cierto, Alice no ha venido a vernos— dice Anthony y me siento aliviada de que no me haya contradicho—. Ni Jasper

 

—   Han estado ocupados— les respondo—. Pero les diré que vengan ¿de acuerdo?

 

 

—   ¡Sí! Oh, traeré a Bree… es muy tímida con los extraños… firma los libros, Edward…

 

Edward hace lo que mi hermano le pide. Quita el tapón del bolígrafo con la boca y abre el primer libro con una sonrisa.

 

—   ¿Quieres algo de beber?— le pregunto mientras abro el refrigerador. Hay agua helada y jugo de naranja. Maldición.

 

—   Sí, por favor— contesta.

 

 

—   ¿Quieres jugo?

 

—   Cómo sea— murmura.

 

Cuando le sirvo y le llevo el vaso él está firmando el séptimo.

 

—   Oye, ¿dónde tienes el último?— cuestiona haciendo a un lado los otros libros. Me río. Estoy feliz ¡Tengo a Edward Cullen sentado en mi mesa autografiando mis libros! Es un día casi  épico sin duda alguna.

 

 

—   Lo he dejado en mi casillero del hotel, lo estoy leyendo… hablando de los libros ¿Cómo has hecho para sacar dos libros por año?— espero que me conteste. Llevo tiempo queriéndolo saber.

 

—   Verás… esto nadie lo sabe, pero te lo diré ya que somos amigos íntimos— dice la última palabra con doble intención y me hace sonrojar por milésima vez desde que lo conozco—. Escribo desde los doce años, estas historias las he escrito desde entonces… obviamente, las corregí y cambie ciertos detalles

 

 

—   O sea, ¿estás historias no las has escrito hace poco?

 

—   Mmm… los primeros tres libros los terminé cuando tenía catorce años, después inicie el cuarto al mismo tiempo que el quinto… lo dejé un tiempo y volví a escribir cuando tenía diecisiete… cuando tuve veintiuno alguien me consideró lo bastante bueno para mandar todo a una editorial, así que corregí mis primeras historias y lo hice… ahora mírame, estoy teniendo éxito

 

 

—   ¿Éxito? Yo creo que más que eso— le sonrío. Estoy hablando con mi escritor favorito en mi cocina. Me pregunto por qué suelo olvidarme de eso cuando estoy a su lado. 

 

—   Ahora harán una película— confiesa y me quedo boquiabierta.

 

—   ¿En serio?

 

—   Sí, del último libro, hasta ahora es el que más éxito ha tenido

 

—   No lo puedo creer— musito. Es grandioso. 

 

—   ¿Por qué no?— finge estar ofendido. Coge el vaso y bebe un poco de jugo—. ¿No consideras la historia lo bastante buena como para llevarla al cine?

 

—   ¡Claro que es buena, más que eso!— exclamo—. Todas tus historias son increíbles… por eso eres mi escritor favorito

 

Edward se sonroja y eso lo hace ver muy muy tierno. Quiero comérmelo aquí y ahora. No, Bella, están tus hermanos en la habitación.

 

—   Me alegro tanto de serlo— dice recuperándose. Ahora ha adoptado su tono seductor. Me mira con los ojos brillantes de una emoción que conozco como excitación.

 

—   ¿Sabes? Lo suelo olvidar cuando estoy contigo….

 

—   ¿Qué cosa?— inquiere.

 

—   Qué tú eres el escritor… suelo verte como alguien normal... no me malentiendas, me gustas, ah, no sé cómo explicártelo

 

 

—   Te gusto por quien soy, no por ser un escritor famoso ¿Eso quieres decir?

 

Exacto.

 

—   Lo has entendido

 

—   Oh, Bella… me encanta escuchar eso— susurra. En ese momento Anthony sale del cuarto agarrando a Bree de la mano. Mi niña está cabizbaja y eso me hace reír.

 

 

—   ¿Cómo te llamas, pequeña?— le pregunta Edward. Mi hermanita levanta la cabeza y lo mira con sus hermosos ojos marrones.

 

—   Me llamo Bree— responde.

 

 

—   Qué bonito nombre— dice Edward y Bree sonríe un poco.

 

 

—   Gracias, Edward

 

El teléfono de éste vibra. Lo sé porque se escucha la vibración. Edward gruñe exasperado y contesta.

 

—   ¿Qué ocurre, Emmett?— responde y luego abre los ojos como platos—. ¿Qué?... ¿Pero está bien?— se calla y me mira rápidamente—. Voy para allá

 

Cuelga y se levanta.

 

—   ¿Está todo bien?— le pregunto.

 

—   Sí… pero mi madre se ha quedado atorada en el elevador y le ha dado un ataque de nervios porque es claustrofóbica— se ríe—. Iré con ella

 

 

Asiento y acompaño a Edward a la salida.

 

—   Gracias por todo— dice y me da un beso en la mejilla el cual hace que mi pulso se dispare. Incluso un beso así me provoca un gran efecto.

 

—   No, gracias a ti, por firmar mis libros

 

 

—   Mañana tenemos que hablar— musita para que mis hermanos no lo puedan oír—. Prométeme que te cuidarás…

 

—   Está bien, lo prometo

 

 

—   No salgas de tu casa— me advierte. Me besa en la frente y luego  se despide de los niños—. Adiós, Bella…

 

Baja las escaleras y yo me muerdo los labios. Es tan hermoso y tan controlador.

 

—   Estás enamorada de él ¿verdad?— dice Anthony con una sonrisa divertida.

 

—   ¡Claro que no!— exclamo pero mi rubor me pone en evidencia.

 

—   Lo estás…

 

—   Sólo es mi amigo— replico.

 

 

—   ¿Sabes? Edward me gusta… es un buen tipo… me gustaría que fuera tu novio

 

—   ¡Anthony!— bien, mi hermano se está burlando de mí. Se ríe a carcajadas.

 

Sonrío. Yo voy a darle sus carcajadas.

 

—   Oh, ven aquí— le digo con las manos extendidas hacia él. Anthony ve mis perversas intenciones y echa a correr por todo el departamento.  Finalmente lo acorralo en su cama y le hago cosquillas.

 

—   Oh… Bella, para— me suplica mientras se retuerce de risa.

 

—   No, te lo mereces por burlarte de mí— le respondo carcajeándome también. Bree está encantada viendo como torturo a Anthony.

 

Cuando ambos nos cansamos él está acostado encima de mí y esconde su rostro en mi cuello. Bree está acurrucada contra mi costado y con mi brazo la rodeo.

 

—   Te quiero mucho, Bella— me dice Anthony y alza la cara para besar mi mejilla. Sonrío como una tonta. Nada me hace más feliz que los momentos que vivo al lado de estos angelitos.

 

 

—   Yo, los amo… ustedes son mi vida— le respondo.

 

A la mañana siguiente Anthony y Bree si tienen que ir a la escuela. Mi hermano me agradece por lo de ayer y yo le respondo con un beso en la mejilla. Me siento algo mareada pero supongo que es por las pastillas que me he tomado ayer. He escuchado que la Post Day tiene efectos secundarios.

 

Cuando terminamos de desayunar veo que Charlie está bastante callado.

 

—   ¿Qué te ocurre, papá?— lo interrogo.

 

Mi padre me mira y deja escapar un suspiro muy audible. Algo malo le pasa, lo conozco.

 

—   ¿Papá?— lo llamo. Quiero saber qué le pasa.

 

—   Mmm… Me surgió una propuesta de trabajo en un despacho de abogados en Forks…

 

 

—   ¡¿Qué?!— exclamo emocionada—. Eso es muy bueno, papá…

 

—   No, no confío, Bella

 

—   ¿Por qué no?

 

—   Me da la impresión de que Jason Jenks me quiere tender una trampa y ahora si refundirme en la cárcel

 

 

—   Papá— lo regaño—. Ya pasaron años desde aquello, no creo que él se acuerde de ti… consiguió lo que quería, sacarte de su despacho

 

—   Bueno, sí… pero igual no pienso aceptar el empleo, prefiero quedarme como estoy… Bella, de verdad no confío

 

 

—   Mira, piénsalo ¿Sí? Eres muy buen abogado, creo que mereces un puesto

 

—   Lo pensaré— me promete con una sonrisa. Se la devuelvo, satisfecha. Al menos lo pensará, eso es mejor que nada.

 

 

Todos terminan de desayunar y me marcho con Bree no sin antes despedirme de Anthony y mi padre.

 

Cuando apenas hemos caminado tres cuadras un Volvo plateado que reconozco se detiene al lado de nosotras. Edward abre la ventanilla y yo lo miro atónita… ¿Qué hace aquí?

 

—   ¿Quieres un aventón?— me pregunta sonriendo. Oh, se ve tan seductor con esa camisa negra con los primeros botones desabrochados y los lentes Ray-Ban Aviator que lleva. Me lo quiero comer ahora mismo; está guapísimo.

 

—   Edward, hola— no puedo articular ninguna respuesta ingeniosa. Me he quedado sin respiración al verlo.

 

—   Vamos, Bella… sube— me pide. Bree comienza a dar saltitos.

 

—   Bella, hazle caso— dice sonriendo. La fulmino con la mirada—. Su carro es muy bonito, me quiero subir

 

 

—   Ya la escuchaste…— y maldición, otra vez con esa sonrisa torcida que me mata. Me tiene muerta y lo sabe.

 

—   No creo…— digo insegura.

 

—   Bree… si vienen conmigo, te sentaré en mis piernas y podrás conducir— le dice Edward a la niña. 

 

—   ¡Sí!— chilla mi hermanita muy emocionada y me quedo con la boca abierta—. Bella, por favor, por favor…

 

—   Está bien— gruño y me subo al auto mientras intento ocultar una enorme sonrisa. Subo primero a Bree y está se sienta en las piernas de Edward y agarra el volante. Cierro la puerta del auto y me pongo el cinturón.

 

—   Buena chica— susurra mirándome con orgullo y después pone en marcha el auto.

 

—   ¡Yupi!— exclama Bree cuando Edward pone sus manos sobre las suyas y avanza.

 

—   Serás excelente conductora— felicita Edward a mi hermana cuando llegamos al plantel.

 

—   Quiero otra vez, Edward— Bree hace un puchero y se pasa a mis piernas.

 

—   Cuando quieras, princesa… Solo que Bella debe estar de acuerdo

 

Bree me mira suplicante con ese puchero de Alice ¿también ella? carajo.

 

—   Está bien, pero después— le digo mientras me bajo con ella en brazos.

 

—   Adiós, Bree— se despide Edward. Bree se despide muy contenta y la entrego a su maestra en la entrada. Ella mira con curiosidad el auto de Edward pero no me dice nada. Regreso al Volvo y le digo a Edward que prefiero ir en metro.

 

—   Seguramente debes estar ocupado, no te quiero desviar

 

Edward resopla y se quita los lentes para que vea que está enojado.

 

—   Vine por ti, te llevaré al hotel, no vas a irte en metro, te quiero segura…

 

—   Edward— gruño—. Cuando te vayas… tengo que regresar a mi vida normal, seguiré yendo en metro…

 

 

—   Pues por ahora te quiero proteger, te mantendré segura en estos días, súbete…

 

Frunzo el ceño ante la punzada de decepción que siento. Muy en el fondo esperaba que me dijera que no se irá, que me seguirá cuidando y que soy suya. Me subo al auto diciéndome a mí misma que yo solo soy suya por diez días, que después de eso olvidará lo que está pasando. Soy solo una aventura.

 

—   ¿Qué te ocurre?— pregunta serio. Me pongo el cinturón pero él no me felicita y solo arranca el auto.

 

—   Nada…

 

—   ¿Estás indignada por qué te llevo al trabajo?

 

Me río.

 

—   No… no mucho

 

—   No mucho… — repite mis palabras—. Dime que te molesta…

 

—   No me molesta nada— no estoy molesta, solo decepcionada.

 

—   A mí me parece que estás triste o enfadada por algo…

 

—   No estoy enfadada ni triste

 

 

—   Si no me dices que tienes, voy a cogerte en el auto y no voy a esperar a que te vengas

 

Lo miro incrédula y… excitada. Sexo en el Volvo. No suena nada mal pero la idea de que no espere a que yo tenga un orgasmo me parece terrible, muy egoísta

 

—   ¿Y bien? ¿Me vas a decir?— pregunta cuando estamos en un semáforo.

 

—   Edward… es ridículo, olvídalo

 

 

—   Nada de lo que tenga que ver contigo me parece ridículo, solo dime que te pasa

 

Tomo una bocanada de aire antes de comenzar a hablar.

 

—   Bueno… me decepciona que solo sean diez días ¿De acuerdo? Eso es todo

 

—   Tú… ¿quieres que me quede?— pregunta.

 

 

—   Es ridículo, lo nuestro solo es una aventura…

 

—   Podríamos volver a vernos en mi próxima visita a Seattle, créeme, volveré en cuanto tenga oportunidad

 

 

Suena tentador pero no pienso aceptar. Seguramente en Londres se acostará con otra u otras. No me agrada la idea de compartirlo con nadie; prefiero no volverlo a ver  a solo ser una más.

 

—   No, Edward… me voy a limitar a disfrutar estos diez días, después de eso… todo se va a terminar

 

—   ¿Por qué?— pregunta angustiado.

 

—   Porque sí

 

—   Esa no es una respuesta— gruñe.

 

 

—   Perdona, es la única respuesta que te puedo dar

 

—   ¿Significo muy poco para ti?— pregunta molesto.

 

 

—   Es todo lo contrario, por eso prefiero que…

 

—   ¡¿Entonces qué problema tienes?!— brama. Me encojo en mi asiento por el miedo. Edward acelera y eso me hace soltar un grito.

 

—   ¡Detente, nos vamos a matar!— exclamo.

 

Edward no responde y se limita a conducir. Pronto ya estamos en el hotel y se mete en el estacionamiento, en un lugar oculto.

 

—   No quiero perderte— murmura y me toma de la nuca para acercarme a él. Su respiración es acelerada al igual que la mía—. Dime que serás mía, júramelo…

 

—   No— gimo.

 

 

—   No… no me digas eso— dice con un hilo de voz. Puedo sentir lo rápido que late mi corazón por los nervios. Estar tan cerca me provoca eso.

 

—   Pero es que…

 

—   No voy a perderte, eres mía, completamente mía…

 

—   Edward, basta…

 

 

—   No quiero

 

Me aprieta el rostro con las dos manos y me besa con desesperación. Su lengua se introduce en mi boca y yo no tardo mucho en responder a aquel beso que sabe a angustia, a miedo. Es perturbador y a la vez emocionante.

 

—   Me gustas de verdad, Bella— susurra—. No quiero dejar de verte

 

—   Esto…

 

 

—   Mira, por ahora solo pensemos en los días que estaré aquí ¿de acuerdo? Ya después veremos

 

Asiento para tranquilizarlo pero la verdad es que mi decisión ya está tomada. No pienso compartir a Edward. Si él se marcha yo… no volveré a ser suya. 

Capítulo 3: Solamente mía Capítulo 5: Acosador

 
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