La camarera (+18)

Autor: Sasha_amane
Género: + 18
Fecha Creación: 22/05/2014
Fecha Actualización: 06/06/2015
Finalizado: NO
Votos: 26
Comentarios: 173
Visitas: 78117
Capítulos: 26

Isabella una camarera honrada y trabajadora del hotel Vulturi que lucha por sacar adelante a sus hermanos, se encontrará con su escritor favorito, el atractivo Edward Cullen, autor de exitosas novelas de romance, cuando este haga una conferencia de prensa en el hotel para promocionar su más reciente libro.

 

Lo que ella no sabe es que Cullen ve en ella todo lo que quiere y no perderá la oportunidad de poseerla por completo. La estadía de Cullen en aquel hotel dura diez días en los cuales ambos disfrutan de una aventura pasional.

 

Cuando llega la hora de que Edward parta, Isabella queda desolada pero lo que ella no se imagina es que sus caminos se van a volver a cruzar, o que más bien... Edward no la dejará ir.  Isabella es suya para siempre. 

___________________________________________________________________

 

Hola :) este es mi primer fan fic y espero que les guste. Me siento feliz de poder publicar mi novela aquí después de mucho pensarlo. Muchisimas gracias a Keit, mi amiga, que me ha ayudado con la portada y el prefacio. 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 3: Solamente mía

Capítulo 3: Solamente mía



POV Bella:

 

Muchas preguntas pasan por mi mente: ¿Por qué Edward Cullen no es un anciano? ¿Cómo rayos puede ser tan increíblemente guapo? ¿Por qué Alice me dijo que es gay pero este me besó? En caso de que Edward sea gay ¿por qué me dijo que le encanté y quiso pasar la noche conmigo?

 

La cabeza me da vueltas. Estoy a punto de vomitar. Suele pasarme cuando me encuentro en una situación así de loca. La conferencia al principio trata sobre el lanzamiento de su nuevo libro el cual debo leer definitivamente. La trama me parece muy interesante.

 

—   ¿Y cómo va su relación, señor Cullen?— cuestiona uno de los periodistas cuando pasan a las preguntas personales. Me pongo tensa… él tiene una relación y me besó. Es un imbécil e infiel.

 

Vislumbro una sonrisa preciosa en el rostro de Edward.

 

—   Bueno, eso es algo demasiado personal, pero bueno, se los diré… mi marido y yo estamos muy bien, somos felices

 

Casi me caigo de la silla. Seguramente escuché mal… ¿Dijo marido? No me la creo.

 

—   ¿Qué te pasa, Bella?— me susurra Alice en el oído.

 

—   ¿Edward Cullen en verdad si es gay?— le respondo en voz baja.

 

 

—   Sí, ya te lo dije, él es gay… está casado con un muchacho que se llama Peter, es el que está al lado de él

 

Miro al tal Peter. Es bastante atractivo; su cabello es castaño claro y tiene unos ojos azules impresionantes que puedo notar hasta donde estoy. Este toma la mano de Edward. Por alguna extraña razón me enfado y quiero irme.

 

—   ¿Qué te ocurre?— me pregunta Jasper. Está preocupado.

 

—   Me quiero ir— digo con un hilo de voz—. Por favor, no me siento bien

 

—   ¿Quieres ir a tu casa? Te puedo llevar— me ofrece pero niego con la cabeza.

 

 

—   No, estaré en la cena… no se preocupen, no los defraudaré, haré mi trabajo

 

—   ¿Estás segura?— Alice me mira angustiada. Seguramente estoy pálida como un muerto—. Mira, no tienes que pagarme nada…

 

 

—   Lo haré, Alice… voy al salón

 

Salgo como puedo del salón de conferencias. Trato de que Edward no me vea pero no lo consigo. Cuando estoy por salir mis ojos se encuentran con los suyos. En cuanto pongo un pie afuera se me escapa un jadeo y me doy cuenta de que mi corazón está palpitando como loco desde hace un rato. No es posible lo que acabo de ver; no es posible que ese chico de ojos verdes que me besó sea mi escritor favorito.

 

Voy al baño y me lavo la cara. Me miro en el espejo antes de secarme y observo mi rostro. Estoy sumamente pálida. En ese momento alguien entra al baño; es Tanya.

 

—   Hola, Bella— me saluda sonriente. Lleva puesto su traje de camarera de restaurante y le queda muy bien.

 

—   Hola— la saludo intentando no parecer fría. Con lo que acaba de pasar se me quitó toda la emoción por estar en aquella cena.

 

—   Vamos al salón— me dice dando saltitos—. Al fin conoceremos a Edward Cullen, ya me enteré que es gay pero no por eso lo dejaré de admirar, es demasiado guapo pero… — hace un mohín—. No es para nada mi tipo— se ríe pero yo no puedo hacerlo. Ya no comparto su entusiasmo—. ¿Qué ocurre, Bella?

 

 

—   No, nada— niego con la cabeza y hago lo más parecido a una sonrisa—. Solo estoy nerviosa, vámonos al salón ¿Sí?

 

—   ¡Perfecto, vamos!— chilla. Su entusiasmo ha vuelto y el mío ha muerto desde que entré a esa maldita conferencia.

 

Ambas nos dirigimos al salón pero le recuerdo a Tanya que yo tengo su celular. Ella se muestra sorprendida y algo avergonzada. Decide que vayamos a los vestidores para que se lo entregue y ponerlo a cargar. Me siento aliviada porque eso retrasa unos cuantos minutos mi llegada al salón.

 

—   ¿Lo vas a dejar aquí?— le pregunto riéndome mientras Tanya conecta su prehistórico aparato.

 

—   ¿Quién va a quererse robar esta cosa?— contesta con una sonrisa—. Bueno, ahora sí, vámonos

 

 

Asiento aunque la verdad es que quiero salir huyendo del hotel. A medida de que nos acercamos a la entrada del salón me siento más y más inquieta. No quiero hablar con él, no quiero.

 

Haz tu trabajo, Isabella, me regaña mi subconsciente. Él no debe acordarse de mí ni del beso. Quizá solo estaba peleado con su pareja y en un impulso me besó. Sí, eso debe ser. No puedo creer que yo realmente haya creído que le gusté. El pensamiento me provoca alivio pero muy en el fondo decepción.

 

Observo el lugar. Está hermoso. Las mesas tienen manteles blancos con detalles dorados; Los utensilios, copas y platos en perfecto orden y en el centro de cada mesa hay un bonito arreglo de flores. El ambiente es refinado y tranquilo y al fondo del salón alguien está tocando en el piano una pieza lenta y melancólica que ya he escuchado. Al escritor debe gustarle la música clásica.

 

Cuando llegamos con los demás camareros Aro nos empieza a dar órdenes. Él siempre se encarga personalmente de que todo esté en orden. Alguna vez ha dejado a cargo a Alice pero eso es cuando son graduaciones o eventos juveniles.

 

Y llegan más invitados. Todo está saliendo de maravilla. Me la paso bien hasta que todos aplauden y le dan la bienvenida al cumpleañero. Está con su esposo y eso me hace querer vomitar. No es posible que un hombre tan hermoso… No, no puedo pensar eso. Yo no soy homofóbica.

 

Cuando los veo tan felices lucho para no tirar al suelo la bandeja con copas de champagne caro que tengo en las manos.

 

Este ambiente me enferma. Está lleno de hipocresía y de gente que quiere parecer culta. Quizá lo soportaría si Edward no estuviese presente. No ha dejado de charlar con su esposo; no se besan pero no se puede negar que son pareja dado a lo felices que están.

 

—   Oye, Bella… vamos a pedir un autógrafo a Edward— me susurra Tanya en el oído, aprovechando que Aro salió un momento para hablar por teléfono—. También al marido le voy a pedir uno, es demasiado sensual… ese sí que es mi tipo de hombre

 

—   No quiero molestarlos— mascullo. Ya no puedo ocultar mi rabia e incomodidad.

 

 

—   ¿Te sucede algo? Te noto rara desde hace rato, estás muy tensa

 

—   No, no me sucede nada— miento.

 

 

—   Ah, ¡Ya qué te ocurre! Estás decepcionada porque él es gay… vamos con ellos, Bella, tal vez los convirtamos en los hombres que deben ser

 

Me río sinceramente por primera vez en la noche. Tanya es demasiado ocurrente y me ha puesto de buen humor.

 

—   Está bien— acepto.

 

No, no, no ¿Qué rayos estoy haciendo? Me estoy volviendo loca. Pero bueno, ya me puedo echar para atrás. Estoy frente a la mesa de esos dos tortolos. Edward me mira impresionado y me come con la mirada como cuando nos encontramos por vez primera. Peter (o creo que así se llama), hace lo mismo pero con Tanya. Frunzo el ceño… ¿Qué no se supone que ambos son esposos y que no gustan de las mujeres?

 

—   ¿Las podemos ayudar en algo?— pregunta el marido de Edward con un tono seductor. Nos mira a ambas pero su atención realmente está enfocada en Tanya.

 

—   Somos grandes admiradoras de los libros de Edward y queríamos un autógrafo— le explica Tanya parpadeando exageradamente—. Pero de paso yo quiero el tuyo, eres muy atractivo ¿Acaso eres un modelo?

 

Peter o como se llame, le sonríe.

 

—   Sí lo soy, pero no soy conocido en este país, solo en Europa, exactamente en Londres, apenas estoy comenzando, por eso no soy famoso

 

—   Pero lo serás, con esa belleza…

 

 

Claramente Tanya está coqueteando con el tipo y él no le es indiferente. Me quiero reír.

 

—   Isabella, ¿me permites un momento?— me pregunta Edward. Asiento y dejo la bandeja en la mesa. Tanya me guiña un ojo antes de seguir conversando con el marido de Edward.

 

Edward se levanta, me toma de la mano y nos dirigimos hacia la salida. Como las personas ya se han puesto a bailar no nos notan demasiado. Siento los nervios a flor de piel, como si algo fuese a suceder entre nosotros. Observo su atuendo antes de llegar a la salida. Se ve guapísimo con su traje negro. Increíblemente sexy y atractivo.

 

Comienzo a tener pánico cuando subimos por el elevador.

 

—   ¿A dónde me llevas?— le pregunto asustada.

 

—   A mi recámara— me contesta serio. Su mirada es abrazadora y hace que me sienta excitada como cuando me besó. Llegamos al último piso que es donde está la suite presidencial. Nunca he estado aquí y me impresiono. Parece un departamento de lujo. Al entrar observo la preciosa sala con sillones negros y la pared de cristal. Tiene una vista preciosa de la ciudad.

 

Se cierran las puertas del elevador y me sobresalto. Miro a Edward y casi me da un ataque cuando veo su erección. Mi corazón late con mucha fuerza y temo que en cualquier momento se me saldrá del pecho. 

 

—   Esta vez no te me escapas, nena— me dice con voz ronca. Me mira intensamente y me ruborizo—. ¿No ves cómo me tienes?

 

—   Señor, esto no es correcto— le digo.

 

 

—   Dime Edward, después de todo te vas a acostar conmigo

 

—   Yo… solo soy una camarera— protesto enojada—. No una puta

 

 

—   ¿Quién te dijo que eres una puta? Te quiero coger y ya… así que si te preocupas por eso, puedes relajarte

 

—   Pe… pero yo

 

 

—   No te considero puta, pero te pagaré, así que acepta… déjame hacerte mía

 

—   No quiero dinero por eso— le gruño. Estoy molesta pero a la vez me estoy excitando. Lo puedo sentir en mis calzones que están un poco mojados—. No soy una puta

 

 

—   No te estoy diciendo puta… pero estoy dispuesto a pagar lo que sea por tenerte, te ves extremadamente sexy con ese vestido, una camarera está entre mis múltiples fetiches, señorita Swan y eres la más sensual que he visto

 

Me muerdo los labios. Lo deseo.

 

—   Si sigues haciendo eso voy a hacértelo aunque no quieras— gruñe y dejo de morderme los labios.

 

—   Solo quiero que responda a una pregunta ¿Es usted gay?

 

 

—   No voy a responder a eso… acuéstate conmigo y lo vas a comprobar

 

Bien, no es gay… pero debo asegurarme de que todo esté bien.

 

—   No, yo no me voy a meter con usted, puede tener una enfermedad…

 

—   No la tengo, joder, si la tuviera, no te estaría pidiendo esto, usaremos condón, además

 

 

—   ¿Seguro?

 

—   Te lo juro

 

 

—   Entonces… supongo que estaremos bien

 

¿Qué? ¿Yo había dicho eso? ¿Estoy aceptando tener sexo con él? Edward me muestra esa sonrisa torcida que me deja sin respiración y me toma de la mano para llevarme a la recámara donde hay una cama enorme.

 

—   Desnúdate para mí, preciosa— me susurra en el oído y suelto un gemido involuntario.

 

—   Yo…

 

 

—   Hazlo— ordena. No ha alzado la voz pero suena muy autoritario, lo dice muy en serio. Temblorosa comienzo a desvestirme y el vestido de camarera cae a mis pies, dejándome en ropa interior la cual es negra y la mejor que tengo.

 

Edward se acerca y baja los dos tirantes del sostén y luego lo desabrocha. Comienza a besarme el cuello y tira de mis pezones los cuales se ponen erectos inmediatamente. Vuelvo a gemir y él sigue chupando mi cuello y masajeando mis pechos. De pronto deja de hacerlo.

 

—    Voltea a verme— me pide y salgo del vestido y me quito los zapatos para después volverme hacia él. Sus hermosos ojos brillan por la excitación. Sonríe antes de meter a su boca mi pezón derecho y sin poderlo evitar me arqueo. Edward me sostiene por la espalda y comienza a trazar círculos con su lengua en mi pezón. A pesar de que está trabajando ahí puedo sentir el placer en mi zona más íntima y gimo. Me encanta lo que me hace, me fascina—. Tienes unos pechos hermosos— me dice cuando me suelta. Hago una mueca, quiero más. Edward agarra mis pechos con las dos manos y los aprieta—. Son perfectos— gime.

 

—   Continua— le suplico jadeante.

 

 

—   Oh, no… ahora continuamos con esto…— me acaricia el sexo con un dedo arriba de la ropa interior. Me estremezco—. Incluso aquí puedo sentir la humedad, que delicia— musita—. Recuéstate y abre tus piernas, vamos a conocer esto

 

Sus palabras me excitan aún más. Hago lo que me pide y me recuesto en la cama en la posición que él me ha dicho. Edward tira de los extremos de mis calzones y comienza a bajarlos lentamente. Levanto un poco las piernas para que pueda pasarlos por mis pies. Los tira a algún lugar desconocido de la habitación y observa mi vagina muy muy excitado.

 

—   Me muero por entrar en ti— dice y después se levanta—. No te muevas, no cierres las piernas

 

Frente a mí veo como se desnuda. Primero el saco, después la camisa y veo su perfecto y trabajado torso. No me equivoqué, tiene un cuerpazo. Después se quita los pantalones y los calcetines, quedando solo en bóxer. No puede ocultar la enorme erección que tiene y me preocupa el hecho de que pueda lastimarme.

 

Cuando se quita el bóxer cierro los ojos. Edward se ríe.

 

—   ¿Qué pasa? ¿Nunca has visto un hombre desnudo?

 

No le contesto.

 

—   Mírame, mira como me has puesto…

 

Abro los ojos y miro. Dios santo… es enorme ¿Aquello me va a caber adentro? ¿Me va a partir en dos? Edward se pasa la lengua por los labios, como si estuviese antojado.

 

—   Ahora voy a saborearte— dice antes de hundir su rostro entre mis piernas. Su lengua se mueve sin piedad por todo mi sexo y no puedo evitar retorcerme.

 

—   Ah— gimo y jalo un poco su cabello y él gruñe pero sigue chupando de arriba abajo. Después mordisquea mi clítoris y me arqueo. Estoy gritando incoherencias, lo sé, pero no me puedo detener. El placer aumenta cada segundo más e instintivamente muevo de arriba abajo mi pelvis para conseguir más fricción en busca de algo que desconozco. Mis piernas se tensan un momento y grito el nombre de él mientras me vengo. Dios… acabo de tener  mi primer orgasmo. Edward saca la cabeza de entre mis piernas y sonríe con los labios brillantes por mis fluidos.

 

Dejo que mi espalda se estrelle contra el colchón. Estoy desnuda, sudorosa y jadeante.

 

—   ¿Te ha gustado?— me pregunta con una sonrisa traviesa.

 

—   Ha sido… wow— respiro agitadamente todavía.

 

—   Esto no se ha acabado— me dice.

 

¡Pero estoy rendida! Acabo de venirme y dudo que pueda otra vez.

 

—   Te voy a penetrar ahora— anuncia y ese cansancio se evapora al instante. Estoy excitada de nuevo. Me sostengo con los codos y miro como saca un paquete plateado de su ropa. Cuando se agacha puedo ver su hermoso trasero.

 

Se pone el condón muy rápido y se coloca encima de mí. De pronto recuerdo que sigo siendo virgen y me entra el miedo otra vez.

 

—   Entre lento— le suplico y él asiente aunque me mira confundido. Comienza a penetrarme muy lentamente. Cierro los ojos. Duele mucho, duele mucho, maldita sea. Edward se queda muy quieto.

 

—   ¿Eres virgen?— pregunta incrédulo. Oh no, se va a enojar mucho.

 

Asiento.

 

—   Ya no va a acostarse conmigo, ¿cierto?— le pregunto triste. Edward niega con la cabeza. Se está riendo—. ¿Qué es tan gracioso?

 

Mi pregunta hace que deje de reírse. Ahora me mira intensamente.

 

—   Esto es hermoso— susurra—. Yo… nunca he tenido sexo con una virgen

 

—   ¿Ah?

 

 

—   Te lo haré… seré lento y suave, no te preocupes— sus ojos brillan y no es solo la pasión. Percibo que me está mirando con ternura.

 

Le digo que sí con la cabeza porque le creo. Confío en él.

 

Lentamente se hunde más en mí hasta que se topa con aquella barrera que es la prueba de que jamás he hecho estas cosas.

 

—   Me siento tan afortunado— dice antes de atravesarla. Se me escapan las lágrimas; es muy doloroso. Edward suelta un gemido.

 

—   Eres tan estrecha, se siente tremendamente delicioso aun con condón

 

Quisiera decir lo mismo pero el dolor sigue ahí. Edward al ver mi sufrimiento  me da un leve beso en los labios y se queda quieto dentro de mí.

 

—   No llores, pequeña… pronto se irá el dolor

 

Logro asentir a duras penas. Tengo lágrimas en los ojos porque duele. De pronto el dolor va disminuyendo y le digo que se mueva.

 

—   ¿Estás segura?— pregunta inquieto.

 

—   Sí

 

Sin decir nada más comienza a moverse lentamente. Al principio siento algo de dolor pero a medida de que pasan los segundos comienzo a sentir placer.

 

—   Eres perfecta— gruñe. Sus embestidas son muy lentas, necesito más.

 

—   Por favor— le pido entre gemidos.

 

 

—   ¿Qué quieres?

 

—   Te quiero a ti— respondo—. Más rápido

 

 

—   Ah, al fin— dice antes de besarme con desesperación. Comienza a moverse más rápido e inevitablemente alzo las caderas otra vez en busca de esa exquisita fricción—. Te deseo demasiado desde que te vi— deja mis labios y atrapa uno de mis pezones. Me retuerzo de placer. 

 

—   Ah, sigue así— le suplico.

 

Edward deja mi pezón y me mira de forma perversa antes de moverse en círculos. Me arqueo más y suelto un gemido más alto que todos los que he soltado en este encuentro. Me está volviendo loca. Después sus estocadas son como antes pero ahora se mueve mucho más rápido y nos besamos. Le muerdo el labio inferior y el vuelve a gruñir. Cuando gruñe me vuelve loca. Me encanta que lo haga.

 

De pronto mi vista se vuelve borrosa y se me tensan las piernas de nuevo. Suelto un alarido cuando alcanzo de nuevo el orgasmo que es mucho más intenso que el otro.

 

—   Isabella— grita antes de correrse unos segundos después que yo.

 

Cuando termina de venirse se desploma sobre mí. Ambos intentamos controlar nuestras frenéticas respiraciones. Puedo sentir el pulso acelerado de Edward y eso me hace sonreír como idiota. Él comienza a reírse y me mira; deja pequeños besos por toda mi cara y por último me da un casto beso en los labios. Me río con él, me río de nuestra travesura.

 

—   Acabamos de tener sexo— me dice sonriendo. Está tan relajado que incluso parece más joven de lo que es—. Y somos unos completos desconocidos

 

—   Sí, lo sé… peor aún, usted es gay, no entiendo como lo ha disfrutado

 

Edward se echa a reír mientras sale de mí. En ese instante, me siento vacía.

 

—   Te lo voy a decir solo porque me has dado tu virginidad y porque eres mi admiradora

 

 

Me quedo sin palabras. Ahora que lo pienso… ¡acabo de tener sexo con mi escritor favorito!

 

—   Sí— digo sonrojada—. He leído todos sus libros

 

—   ¿En serio?— pregunta asombrado—. Vaya, creí que solo a los locos les gustaban mis libros

 

 

—   Pues hoy me he vuelto loca… le acabo de entregar mi virginidad y ni siquiera lo conozco

 

—   No me llames de usted, realmente detesto eso, además, acabamos de tener sexo

 

 

—   Pero…

 

—   Pero nada, somos técnicamente de la misma edad… tengo veinticinco— se quita el condón y miro hacia otro lado.

 

 

—   Lo suponía— suspiro mientras me siento. Me abrazo las piernas para cubrir mi pecho—. Pero bueno, esa no es la cuestión… la cuestión es… por qué lo has hecho conmigo siendo gay

 

Edward se sienta en la cama ahora con su bóxer puesto. Se ve divino con el cabello más revuelto que antes  y su torso desnudo.

 

—   No soy gay— murmura. Me quedo ligeramente boquiabierta.

 

—   ¿En serio? Pero tienes marido

 

 

—   Bueno, le hemos dicho a todos que somos esposos pero ninguno de los dos es homosexual… fingimos casarnos para que una chica dejara de acosarme… él y yo acordamos desmentir nuestro matrimonio cuando alguno encuentre a la chica con la que quiera casarse

 

—   Creo que Peter ya encontró a la suya… se comía con la mirada a la otra camarera

 

Me río.

 

—   A mí me ha ido mejor— dice mirándome intensamente. Me estremezco un poco—. Eres la chica más atractiva que he visto en la vida y gracias a ti tuve un orgasmo increíble

 

Me ruborizo y Edward se ríe de mi reacción. En ese momento recuerdo que ya debe ser hora de ir a casa.

 

—   Creo que debemos irnos— le digo.

 

—   No— hace un puchero y me acaricia el rostro—. Me quiero quedar aquí

 

 

—   No, debo volver a  mi casa— me levanto y comienzo a buscar mis calzones. Cuando los encuentro me los pongo—. Hemos estado aquí un buen rato

 

—   Eso es cierto, Isabella…— dice mirando el lujoso reloj que tiene en la muñeca—. Mis padres me van a matar, me he salido de la fiesta

 

Los dos nos vestimos en un par de minutos y salimos de la recámara. Después entramos en el elevador y bajamos hasta el piso donde está el salón. La culpa comienza a invadirme. No debí hacer esto.

 

—   Fue un placer— le digo a modo de despedida—. Feliz cumpleaños

 

—   Nos tenemos que volver a ver— me sonríe.

 

 

—   Mmm… creo que no es lo más conveniente— le digo mientras pienso en mi familia. definitivamente esto se terminó—. Además, no creo que estés mucho tiempo aquí ¿O sí?

 

—   No— gruñe pero no de esa manera que tanto me excita—. Pasado mañana me voy, pero por favor veámonos mañana, quiero estar contigo antes de irme

 

 

—   Lo pensaré— le miento para que no insista.

 

—   Te buscaré y te llevaré a mi habitación— me advierte.

 

Me río. Puede que una vez más no esté tan mal. Pienso de nuevo en mi familia; es muy tarde. Mierda, por primera vez tengo que buscar a Jasper y pedirle que me lleve.

 

—   Está bien, mañana— le contesto—. Pero por ahora tengo que irme a mi casa…

 

—   ¿Sola?— cuestiona con el ceño fruncido. Parece preocupado y eso en el fondo me emociona.

 

 

—   No, le diré a Jasper que me lleve, es un amigo

 

—   ¿Jasper Hale? ¿El novio de Alice Vulturi?

 

 

—   El mismo, los dos son mis amigos y no creo que Jasper se moleste

 

—   Yo te llevo— me dice serio. Está apretando los dientes y está muy tenso. No sé cuál es su problema—. No traje mi coche pero puedo llamar a un taxi e ir contigo

 

 

—   O me puede prestar para un taxi y me voy sola— le sugiero pero solo estoy bromeando.

 

—   De ninguna manera, estás demasiado provocativa en estos momentos, por lo tanto no te puedes ir sola

 

 

—   Me cambiaré de ropa y ya después me voy sola

 

—   Ni así voy a permitirlo

 

Se acerca a mí y me planta un beso en los labios. Me deja aturdida y sintiendo mariposas en el estómago.

 

—   No voy a dejarte ir, eres mía ahora

 

La intensidad de sus palabras me abruma… ¿Acaso está diciendo lo que acabo de escuchar? ¿Cree que ahora le pertenezco?

 

—   ¿A qué te refieres con eso?— cuestiono.

 

—   Lo único que sé es que tienes que ser mía… desde que te vi no he podido apartarte de mi mente, solo he pensado en hacerte mía

 

 

—   Ah, en el sentido sexual— murmuro y comienzo a sentirme estúpida. Pues claro que en el sentido sexual, idiota.

 

Me sorprendo cuando Edward niega con la cabeza.

 

—   Quiero que seas totalmente mía, de mi propiedad… ahora que te has entregado a mí no pienso dejar que te vayas ¿Así o más claro?

 

Muy en el fondo vuelvo a saltar como porrista de instituto. Sin embargo, mi parte racional se espanta. No puedo ser suya; yo soy de mi familia. Solo vivo por y para ellos porque me necesitan. Lo que pasó hoy con él fue un momento de estupidez y egoísmo.

 

—   Lo siento, pero no puedo ser tuya— le digo.

 

—   ¿Acaso tienes novio?

 

—   No, pero yo no puedo ser de nadie, no tengo derecho a serlo… perdóneme por lo que ha ocurrido hoy, no va a volverse a repetir, con su permiso, señor Cullen, por cierto… felicitaciones nuevamente por su cumpleaños y por el próximo lanzamiento de su nuevo libro, espero con ansias leerlo

 

 

Del salón sale una señora muy guapa y viene hacia Edward. Aprovecho eso para salir corriendo hacia el elevador. Edward le dice algo e intenta alcanzarme pero las puertas del elevador se cierran antes. Contengo las lágrimas. No debo emocionarme con este chico ya que somos de mundos distintos y además yo… vivo por Charlie, Bree y Anthony. No los puedo defraudar así.

 

En la recepción del hotel me encuentro con Jasper y Alice.

 

—   Nena, estás blanca como el papel ¿qué pasó?— me pregunta Alice. Jasper me mira preocupado.

 

—   Llévenme a casa, se los suplico, ahora mismo me quiero ir, les explicaré que ocurrió ¿Sí?

 

 

—   Está bien, ve a cambiarte, aquí te esperamos

 

Asiento y me dirijo al vestidor. No hay nadie así que me cambio de ropa tranquilamente. Se me quitan las ganas de llorar y cuando estoy lista voy al encuentro de Alice y Jasper para irnos.

 

En el camino me cuestionan que ha pasado. Avergonzada les relato que me he acostado con él pero no entro en detalles y tampoco menciono lo del falso matrimonio. Lo que si menciono es lo que me dijo afuera del salón.

 

—   Edward está enfermo— masculla Alice—. Sus libros lo muestran claramente… yo sabía que él no era gay pero no te podía decir eso porque muy pocos lo sabemos

 

—   Eso no importa ya, el caso es que me quiero alejar de él, no lo quiero ver— la verdad es que me muero por verlo pero esa es justa la razón por la que debo alejarme. No me quiero involucrar con alguien que tarde o temprano se irá.

 

—   Y yo me encargo de eso… vas a quedarte en casa mañana ¿de acuerdo? Hablaré con mi padre y le diré que te enfermaste o algo así

 

 

Asiento. Un día de descanso no me viene nada mal.

 

—   Pasado mañana a las siete se va Edward a Londres con Peter, si vuelves pasado mañana ya no lo vas a encontrar

 

—   Perfecto— suspiro—. Él me gusta mucho y la pasé bien pero realmente me asusté con lo que dijo

 

 

—   Y tenlo porque cuando Edward dice algo va muy en serio… él siempre ha soñado con encontrar a una mujer a la cual controlar, a la cual hacer de su propiedad y es mi culpa que sepa de ti, perdóname por meterte en este problema

 

—   ¿Qué?

 

 

—   Alice le dijo a Edward tu nombre, tu apellido, tu edad y situación sentimental… a mí me sacó otros datos, es culpa de los dos

 

Resoplo.

 

—   Bueno, eso ya no tiene importancia— digo mientras me intento calmar—. Definitivamente yo no soy ser esa mujer que él sueña

 

—   Pues yo creo que sí— dice Alice con preocupación—. ¿no te has dado cuenta de que encajas perfectamente con el tipo de chica que describe Edward en sus novelas? Estatura promedio, buena figura, cabello y ojos marrón, hermosa

 

 

—   Yo no soy hermosa— me río.

 

—   Lo eres, solo que tú no te das cuenta….

 

 

—   Sí— Jasper suelta una carcajada—. En la secundaria tenías a todos babeando y tenía que estar cuidándote, yo no te quería de esa forma porque siempre te he visto como una hermana y mi debilidad son las pequeñas duendes

 

Alice le sonríe y ambos se dan un rápido beso en los labios.

 

Cuando llego a mi casa me doy un rápido baño y me acuesto. Mi padre y mis hermanos ya se han dormido. Estoy hecha un ovillo en mi cama y empiezo a repasar los hechos de este día: me volví amiga de Tanya, fui a la conferencia de prensa de Edward Cullen y descubrí que es ese chico que tanto me inquietaba; también estuve en su fiesta ofreciendo champagne y aun sabiendo que estaba casado con un hombre me acosté con él. Después de eso él me confiesa que no está casado pero que ha fingido estarlo para no sea acosado por una chica cuya identidad desconozco. Por último y lo más abrumador… él me dijo que soy suya y no parece estar jugando.

 

Sé que en el fondo la idea me fascina. Me muero de ganas de pertenecerle y que él sea mío. El solo hecho de pensarlo me emociona y me hace sonreír como estúpida.

 

Miro a mis niños y a mi padre y recupero la cordura. Ellos no merecen que les haga esto. No voy a traicionarlos de esta forma. No quiero ser egoísta. Cuando se fue Reneé hice el juramento en una iglesia de que iba a ser como una madre para Anthony y cuando murió Sue juré ser la madre de Bree. Hasta ahora he tratado de cumplirlo.

 

Antes de quedarme dormida siento la leve irritación de mi intimidad. Sonrío al recordar lo que fue mi primera vez. Sin duda jamás lo olvidaré.

 

A la mañana siguiente la alarma me despierta a las seis como siempre pero no despierto a mis hermanos hasta las ocho ya que mis pequeños angelitos no van a ir a la escuela hoy. Me los voy a llevar a pasear por ahí y a comprarle zapatos a cada uno.

 

—   ¡Eres la mejor hermana del mundo!— exclama Anthony en cuanto le digo que no irá a la escuela.

 

—   Hija, ¿de verdad vas a dejar que falten a la escuela?— me pregunta Charlie un poco preocupado. Sigue en la casa porque no ha tenido que llevar a Anthony a la escuela la cual queda lejos de aquí. 

 

 

—   Ya revisé la agenda del niño, no tiene tarea hoy y además no va a haber ningún examen, la nena puede faltar el día que quiere porque está en preescolar, además, es mucho el dinero que me prestó Alice así que no va a faltar lo de la renta, cuando llegué lo he dejado en el cajón

 

Charlie asiente sonriendo.

 

—   ¡Sí!— grita Bree y corre a abrazarme.

 

—   Me los voy a llevar siempre y cuando se bañen— les digo a los niños.

 

 

—   Cuando regresemos— me suplica Anthony con un puchero estilo Alice. Pongo los ojos en blanco y maldigo a Alice en mi fuero interno por enseñarle al pequeño a suplicar de esa forma. Sabe que no puedo resistirme a eso.

 

—   Está bien— le gruño pero no estoy enfadada—. Pero la que no se salva es Bree, ayer por la noche no la bañe, pero mientras la baño ve a cambiarte, Anthony

 

Mi princesa no protesta porque a ella le fascina bañarse.

 

Termino de bañarla y la visto. Mi padre se ha ido y les preparo el desayuno a mis hermanos. Me siento feliz al verlos tan emocionados con el paseo. Los amo con toda mi alma.

 

Esperamos a que sean las doce y nos vamos. Ahora mismo los tres estamos en el metro. Los dos están con una sonrisa enorme en sus hermosos rostros. Anthony será un chico muy apuesto, lo puedo jurar. Se parece mucho a papá pero tiene los ojos azules de Reneé y sus largas pestañas.

 

Los pequeños hablan de lo emocionados que están y eso me forma un nudo en la garganta. Los dos siempre se conforman con lo poco que puedo darles. Siempre les enseñé a no ser materialistas pero aun así, me siento mal de no poderles dar más. Yo quiero darles el mundo entero y me siento impotente por no poder hacerlo.

 

Llegamos al centro comercial y paseamos. Después vamos por unos helados; el mío es de fresa al igual que el de Bree. Anthony pidió de chocolate y está feliz comiéndose el helado.

 

Luego de los helados nos vamos a la zapatería donde compramos unos tenis preciosos para Bree y otros para Anthony. Miro el dinero que queda. No me importa gastármelo todo si con eso hago feliz a mis niños. Su felicidad es la mía y estoy totalmente emocionada de poder consentirlos.

 

Después de eso nos dirigimos hacia McDonals para que coman unas hamburguesas que sinceramente se me antojan a mí también. Los dos están divertidísimos en los juegos del parque al que vamos después de comer. Mientras los veo jugar despreocupadamente me entran ganas de llorar. Mis niños son tan felices con tan poco…

 

Mañana mismo tengo que hablar con Jasper y pedirle un favor muy especial. El padre de éste tiene un bufete de abogados en Nueva York. Puedo decirle que le dé un empleo a mi padre. Quizá lo contraten ya que mi padre es un excelente abogado. Fue acusado injustamente hace años pero creo que ya pasó bastante tiempo y es hora de que vuelva a ejercer su carrera.

 

Tengo que luchar por el bienestar de mis hermanitos. Nada me importa más que eso. Me limpio las lágrimas y me levanto de la banca en donde estoy sentada. Llamo a mis hermanos para que volvamos a casa ya que se está haciendo tarde.

 

Nos regresamos en taxi ya que lo que me ha dado Alice no se ha terminado. Al llegar a casa Rosalie me avisa que mi padre ha hablado hace poco a su casa.

 

—   ¿Qué pasa?— le pregunto algo alarmada.

 

 

—   Tu papá me llamó desde un teléfono público para decirme que te avisara que se le olvidó el dinero de la renta… hoy pasa James a recogerlo

 

James. Él es el hijo del dueño del edificio. Es un chico bastante agradable pero no puede perdonar ningún atraso con la renta debido a que se metería en problemas con su exigente padre. Lo entiendo y por eso nunca le he fallado. James pasa siempre al taller donde mi padre trabaja a cobrarle ya que yo no estoy en la casa a la hora que él suele cobrar.

 

—   Dice que si se lo puedes llevar, él no puede venir porque tiene trabajo, tiene el coche de un señor rico— continua Rosalie—. Yo te cuido a los niños

 

—   Muchas gracias, Rose, ahora regreso

 

Dejo a los niños con ella y voy a la casa a recoger el dinero. Lo saco del cajón y salgo casi corriendo para llegar rápido al taller que queda a diez cuadras de la casa.

 

Cuando llego le entrego el dinero a Charlie. Allí está James. He llegado a tiempo.

 

—   Hola, papá, hola James— los saludo con una sonrisa.

 

—   Hola, Bella— me responden al mismo tiempo. Mi padre jadea y se limpia el sudor de la frente con el dorso de la mano; se nota cansado y junto a él está un precioso BMW rojo. Wow.

 

 

—   Bella— se ríe James al ver jadear a Charlie—. Trae un refresco a tu padre, se está muriendo— saca dinero de la bolsa de su pantalón y me tiende el billete de cincuenta dólares—. Por favor tráeme uno a mí y cómprate algo si gustas, hazme ese favor, te lo suplico, hace mucho calor

 

Es cierto. Aquí adentro parece un horno.

 

—   Sí— dice mi padre—. Por favor, hija, me muero de sed

 

—   Está bien, ahora vengo, no se mueran— me carcajeo. Cerca de aquí está un mini super.

 

 

Camino las tres cuadras que me separan de la tienda y cuando entro no puedo evitar comparar el aire acondicionado con el terrible calor que hace en el taller. Seattle no es una ciudad caliente así que no me explico porque hace tanto calor en el taller donde trabaja mi padre.

 

Voy a los refrigeradores y saco tres refrescos. Estar en ese taller me ha dado sed. Voy a la caja y los pago. Cuando salgo de la tienda me detengo un poco para sacar el mío de la bolsa y tomarlo. De repente veo como un flamante Volvo plateado se estaciona en el establecimiento. Decido ya no darle más importancia al asunto y sigo tomando soda hasta que el conductor sale del auto. Me quedo paralizada y dejo de beber la soda; es Edward Cullen, mi escritor favorito y el chico con el que me he acostado ayer.

 

Al parecer él no me ve cuando sale del Volvo pero después lo hace. Nuestras miradas se cruzan y me estremezco. Espero que me ignore pero no lo hace y me mira sonriendo.

 

—   ¡Isabella!— exclama.

 

—   Edward— lo saludo en voz baja—. ¿cómo le va?

 

 

—   ¿Por qué no fuiste a trabajar hoy?

 

—   Descanso

 

—   Mentira, a ti no te dan descanso hasta el domingo y hoy es jueves, lo que quieres es alejarte de mi

 

 

—   Olvídese de lo que pasó ¿entendido? Fue un error, yo no debí acostarme con usted

 

—   No, no fue un error ¿cómo puedes decir eso?— sonríe—. Fue lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo ¿Lo entiendes? Te encontré, eres justamente lo que estoy buscando, no me preguntes cómo, solamente lo sé

 

 

—   Perdóneme, pero se confunde, lo nuestro solo fue una aventura de una noche

 

—   Sí, una noche donde supe con certeza que eres mía… solamente mía

 

Capítulo 2: Primer encuentro Capítulo 4: Diez días

 
14439508 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios