(Pov Marta)

Los días pasaban y solo era consiente de su curso por la luz que entraba o dejaba de entrar en el ventanal de mi habitación.

Seguramente me estaba volviendo loca por que notaba su olor en mi cama. Y eso me molestaba, pero por mucho que intentase quitármelo de la cabeza era imposible.

Lo que más duele en una situación así, quizás no es lo que te hagan, si no lo que pierdes. Y yo perdí lo único que me ataba a este mundo.

Cuando algo duele tanto parece inevitable mandar a la mierda todo lo demás. Los días se hace enternos y las noches son simplemente insoportables llenas de aburridas charlas contigo misma sin mediar palabra, con grandes “TE LO DIJE” en la cabeza que hacen que el corazón se te contraiga y hasta duela, de ese dolor intenso. Y sientas aún más ese vacío que vuelca sobre tu eje todo el peso del universo, ese vacío hay que llenarlo y particularmente prefiero el alcohol.

Abrí mi tercera botella de vino, hubiese ido a comprar algo más fuerte pero la resaca del vino, en mi caso, es mucho más suave que la que puedo llegar a tener con otra cosa como vodka o ron.

Respiré pesadamente, ese vacío seguía justo debajo de mi estómago, como un jodido globo hinchado imposible de explotar.

Miré el reloj, y miré el móvil que volvió a sonar por... bueno había perdido la cuenta de las llamadas que había tenido de Jacob. Había reprimido la tentación de llamarle y hacerle alguna chiquillada como decirle que me estaba follando a otro, sería demasiado patético tener que aguantarle después.

Jacob era único haciendo sentir culpable a la gente.

-Marta-.

“Acabas de perder la cabeza, ahora le escuchas”-.

-Callate- dije en voz alta y me tapé la cara con la almohada-.

Sentí como quitó la almohada de mi cara y ahí estaba, mi Jacob, bueno el que había sido mio con grandes ojeras.

-¿Jacob?- murmuré-.

-Soy yo pequeña-.

(Pov Edward)

-¿De verdad crees que soy imbécil?-.

Ya estaba harto de esta mujer y la unica razón por la que estaba con ella era por los intereses familiares pero ya no podía más, no la aguantaba.

-No es lo que parece- dijo saliendo de la habitación.

-Mira Bella, no te molestes, si quieres tirarte al jardinero hazlo, si quieres follarte a mujeres, hazlo, lo tuyo es una enfermedad y se llama “ser una puta”-.

-No tienes por que llamarme así-.

-¿Que no tengo por que llamarte así?-.

-Deja de hacer el tonto Edward, no sirves para complacer a una mujer-.

-Mira, tienes razón no puedo complacer a mujeres como tu, por que no me gustan, joder, me dan muchísimo asco, ganas de vomitar, la primera vez que estuve contigo y pensé en cuantos se te habían corrido encima casi vomito sobre ti y creeme nadie notaría la diferencia del antes o el después-.

-Deja de decirme eso-.

-Haz lo que te salga del coño Bella, que yo haré lo que quiera con mi vida que para eso es mia, esto no es por que queramos estamos obligados-.

La dejé donde estaba y salí por la puerta de casa.

-¡Edward!- gritó desde la puerta-.

Respiré hondo y tomé de la mano a una vieja conocida.

-¿Y esa?-.

-No te importa bella, ve a meterte lo que has dejado a medias en la boca-.