(Pov Paula)

La lluvia caía incesante en esa tarde de invierno. Me encontraba sentada en el sofá de mi apartamento contemplando como caía ante la amplia cristalera que daba de cara a la gran ciudad de París.

Tomé mi copa de vino y la alcé hasta que chocó en mis labios y pude beber lo que contenía.

Me acababa de graduar. Os preguntaréis donde estaban mis padres, donde estaba esa fiesta que se les pone a los alumnos que recientemente han terminado la carrera.

Os explicaré que yo desde un principio, no soy buena haciendo amigos. Mi físico no era nada del otro mundo, las chicas me daban de lado por el echo de que prefería coleccionar libros buenos a condones o amantes.

Así que como contaba con una gran suma de dinero por parte de mi madre, pude alquilar este estudio para mi sola. Mi vida consistía hasta hace poco en ir a clase y estudiar. Comer, dormir. Volver a ir a clase, volver a estudiar... estaba inmersa en esa rutina que para mi no era desagradable.

Todo sería más fácil si mi madre no fuese como una desconocida para mi.

Ella prefería ocuparse de su cadena de restaurantes de lujo. Ella me tuvo muy joven y mi padre, también joven, la dejó a cambio claro de una suma de dinero. Mi madre invirtió esa suma de dinero y al principio le costó despegar pero gracias al dinero de “contribuyentes” pudo lograr su sueño.

Nunca hablabamos, es más, pedí ir lejos de casa a la universidad por como era. Su método de “todos los hombres son para mi” no congeniaba conmigo.

Ella era guapa, su pelo era rubio y largo hasta sus caderas. Su figura era perfecta y su rostro también. En cambio yo... tenía el pelo negro y no demasiado largo, liso y mis ojos eran negros como los de mi padre. Eramos todo lo contrario.

Respiré hondo y bebí mi copa de vino.

Sabía que ella no vendría a mi graduación, es más, dudaba que se acordase de que hoy su hija acababa de ser graduada en la facultad de psicología.

Pero tampoco me importaba. Mañana mismo tenía la entrevista para mi primer trabajo. Ventajas de ser la graduada con honores de tu clase.