POV JOVI
Estoy en un largo pasillo, allí está ella, oscura como siempre al fondo del corredor. Él está ahí junto a ella, lo envuelve con sus mantas negras y él desaparece. Se lo llevó. Ella debería irse junto con su pasajero pero no, camina lentamente hacia mí…
Desperté sobresaltada, mirando a mi alrededor. Estaba acostada en una camilla, en lo que parecía ser la sala de un hospital.
-Ya despertó- dijo una voz de mujer abriendo una cortina- ¿cómo se encuentra señorita?
La miré sin comprender, intenté levantarme de la cama, pero mi cabeza giró.
-No se levante aún- me pidió la enfermera- se mareará- me dedicó una sonrisa y se retiró.
-Amiga- susurró Amanda corriendo hacia mí- ¿cómo te encuentras?- me preguntó asustada.
Fruncí el ceño, sin comprender. Mi cabeza no paraba de girar, parecía que iba a explotar.
-¿Qué sucedió Amanda?- le pregunté con voz contenida.
-¿No recuerdas nada?- preguntó espantada mirándome como si observará un extraterrestre extremadamente feo.
Cerré mis ojos tratando de recordar. Una imagen vino a mi mente…Jacob.
-Estaba con Jacob en la cocina- indiqué tomando mi atolondrada cabeza- él…él me dijo que… ¿estaba loco por mí?- ni siquiera yo daba crédito a lo que decía, pero sabía que ese recuerdo era real.
Amanda arqueó una ceja, sorprendida.
-Luego sentí un terrible dolor en la sien- seguí hablando- y…ya no sé qué pasó.
-Sufriste una descompensación- me dijo ella, no muy convencida- Jacob llamó a una ambulancia y luego me llamó a mí, vine en cuanto pude.
Asentí con la cabeza.
-Ok… ¿ya me puedo ir?- pregunté tratando de levantarme.
-No hasta que venga el doctor- me detuvo mi amiga- iba a llamar a tu familia, pero el doc me dijo que no era necesario…-comenzó a explicar- Jacob tuvo que quedarse con Yuli, pero llamó cada cinco segundo- sonrió pasando una mano por mis cabellos.
-Ya quiero irme Amanda- le dije con voz histérica.
-El doctor luego que te hizo los estudios dijo que vendría a darte el diagnostico- me dijo impaciente- ya, tranquila…
Suspiré, dándome por vencida.
-¿Para que diablos me hicieron estudios si solo fue una descompensación?
-¡Ya!- me regañó mi amiga- ¡no soy doctora! Sí que estas de mal humor hoy eh- murmuró.
-Estarías de mal humor si estuvieras postrada en una cama como si fueses una moribunda, cuando deberías estar cuidando a Yuli- dije con sarcasmo.
Amanda puso sus ojos en blanco y se sentó en una silla junto a la cama.
Gire mi cabeza hacia un costado, malhumorada.
-Señorita Tauvenfeld- dijo una voz ronca irrumpiendo en la sala, se acercó a mi y me tomó el pulso. Era un hombre alto de unos 40 años, cuyos ojos verdes quedaban resguardados por unos anteojos de marco grueso.
-Mucho gusto- saludó el hombre- soy el doctor Sanromán- se presentó mirándome de forma extraña.
-Buenos días- traté de ser amable- ¿ya puedo irme?
El hombre sonrió apesadumbrado.
-Claro que sí- dijo. Sonreí ante la buena noticia.
-Ya puede vestirse- dijo el señor. Observé mi cuerpo asustada, solo tenía una bata- su ropa está sobre la camilla- señaló- ¿podría acompañarme?- agregó dirigiéndose a Amanda.
-Claro- aceptó ella frunciendo el ceño y perdiéndose tras la puerta con el doctor de mirada noble.
Me levanté apresurada y por poco me caí de la cama. Mi cabeza no paraba de dar vueltas. Comencé a vestirme deprisa y salí de aquel tenebroso cuarto olor a medicamentos.
Caminé por el pasillo, sin saber adonde se encontraba Amanda.
Una enfermera demasiado delgada pasó a mi lado.
-Disculpe, ¿el consultorio del doctor Sanromán?- pregunté frunciendo el ceño.
-Claro- dijo en tono amable- es la tercera puerta a la derecha- indicó continuando por el pasillo.
Al llegar al despacho, noté que la puerta estaba entreabierta. Amanda lloraba desconsolada y el doctor Sanromán ofreciéndole un vaso de agua.
-No hay ninguna operación que pueda realizarse- le dijo hombre- sólo queda la esperanza de que el tumor comience a responder al tratamiento…pero las probabilidades son escasas- pronosticó bajando la mirada.
Mi corazón dio un brinco y latió al ritmo de mi destartalada cabeza. La pesadilla de la señora encapuchada cobró sentido. Era un presagio. Me iba a llevar a mí.
Varias imágenes pasan por mi mente como una película:
“Papá acostado en su cama, sin vida. Mamá llorando sin consuelo a su lado”
“Mamá, vestida con su mejor vestido, morado de bellos volados, durmiendo eternamente en el mar, mientras mi corazón se destroza y mi cuerpo se debilita”
“Lionel y yo sentados en los sillones del living de la casa de Amanda, el día que lo conocí.
-¿Cómo te llamas?- pregunta Lionel, sin mirarme a los ojos.
-Me llamo Jovana, pero todos me dicen Jovi- respondo bajando la mirada.
Me mira fijamente y asiente con la cabeza.
-¿De dónde eres?- le pregunto tímidamente.
-De Italia- me informa esbozando una sonrisa- decidí venir aquí porque parece un lugar tranquilo- continua- necesitaba estar sólo, morirme sólo- puntualiza mirándome a los ojos.
Le lanzo una mirada de desconcierto… ¿Morirse sólo?”
“Estoy en casa de Lionel, tratando de averiguar la causa de su malestar.
-Me vas a contar que es lo que te pasa?
-No me pasa nada- declara bajando la mirada- es sólo que estoy cansado por el trabajo.
-Lionel- le llamo logrando que volviese a mirarme- confía en mí.
Mi amigo respira profundo. Asiento con la cabeza, dándole confianza.
-Es sólo que ya no quiero morirme- lanza. Mi respiración se corta ante esa confesión.
-¿A qué te refieres?- pregunto confundida.
-¿Recuerdas que te dije una vez que había venido a Forks a morirme solo?- pregunta, asiento sin comprender- bueno, se suponía que no debía de tener amigos- confiesa- amigas- ratifica sonriendo- Amanda, Jane y tú, especialmente tú- declara exhalando aire- son muy importantes en mi vida. Lo único que tengo.
-¿Pero por qué dices lo de morirse?- pregunto a punto del llanto.
-Porque me voy a morir- confiesa. Mi corazón se contrae - estoy enfermo.
Lo abrazo con todas mis fuerzas.
-Dime que es mentira- ruego entre sus brazos, sin poder evitar llorar- estar enfermo no significa que vayas a morirte- le digo mirándolo a los ojos.
-Créeme, me voy a morir pronto- detalla secando mis lagrimas- por eso justamente vine aquí- explica- cuando mis padres fallecieron, hace tres años, unos vecinos cuidaron de mí- continua- al enterarme de mi enfermedad y del diagnostico de los médicos, decidí ocultárselos a ellos, y abandonarlos.
-¿Por qué?- pregunto sollozando.
-Porque así les evitaría el dolor de mi muerte- señala- y me ahorraría la lastima de muchos- apunta sarcásticamente- sé que les causé dolor ya que los abandoné, pero no se compara con saber que me voy a morir.”
“Alba está enamorada de Edward- lanza Emmett mirándome a los ojos, en la sala de casa”.
Todas están imágenes…todos estos recuerdos…
MUERTE, PERDIDA, DOLOR, MORIR SOLO, EDWARD, ALBA…
…Recayeron en un plan. Mi última misión antes de partir…
………………………………………………………….
-Hola- susurré junto al móvil.
-Amiga- gimió Amanda a través del teléfono- no puedo dormir- dijo con la voz contenida.
Reprimí el llanto. Respiré profundo.
-Tienes que dormir- le aconsejé tratando de sonar tranquila.
-No puedo…- negó sollozando- tengo que decírselo a tu familia, a Edward…
-Amanda, no- la corté con firmeza- me lo prometiste, prometiste guardar mi secreto.
-pero…- protestó aun llorando.
-te quiero, amiga del alma- le dije y cuelgué el teléfono.
Al caminar hacia la cama, me miré en el espejo…no me reconocí. Parecía veinte años mayor… ¿cómo hacer que regrese una sonrisa a mi rostro? ¿Cómo llevar a cabo el plan si mi corazón sólo quiere llorar?
Me recosté en mi cama, tomé una libreta y un bolígrafo, y escribí:
Volverás a amar, Amado Mío;
Cuando ya no este presente en tu vida
Y tú vuelvas a tu rutina.
Cuando las olas
Del mar de emociones en tu pecho
Estén por fin tranquilas,
Y tú sientas un respiro
Espero puedas entonces leer estas líneas.
Volverás a amar como te amo
cuando solo exista mi recuerdo.
Yo viviré en cada ocaso,
Viviré en las montanas,
En el mar y la poesía.
Ahí estará mi espíritu,
Es ahí donde te espero
(Mi bella coincidencia)
En mi sagrado aposento.
……………………………………..
El viento impávido azotaba mi rostro. Acomodé mi bufanda en mi cuello y caminé con paso seguro hacia su casa. Se trataba de una mansión lujosa, con enormes jardines ostentosos.
-¿señorita?- preguntó un señor vestido en traje negro. Detecto mayordomo…wow. Arqueé una ceja.
-Hola, quisiera hablar con Alba Ruiz castro- le informé algo nerviosa. Mi corazón latía apresurado
-Claro- dijo con voz amable- sígame- pidió conduciéndome por un bonito camino de piedras- ¿de parte de quién?- preguntó abriendo la puerta principal de la mansión.
-De Jovanna Taubenfeld- tartamudeé.
-Aguarde aquí un momento- pidió dirigiéndose por un pasillo.
Me quedé por unos instantes en la sala, sin salir de mi asombro de la cantidad de dinero y lujos que podía poseer una familia.
-Jovi- pronunció mi nombre Alba llegando a la sala. Di un respingo al escucharla. Ella vestía un bonito vestido de terciopelo.
-Señorita Alba- pude decir, mientras mi respiración se agitaba- necesito hablar con usted.
-Claro- dijo ella, extrañada- siéntate- pidió indicándome un gran sofá.
-¿Tú amas a Edward, verdad?- lancé sin más preámbulos.
Alba me miró algo asustada.
-Yo…por más que…- comenzó a decir nerviosa- Edward te ama a ti- dijo.
-¿Tú lo amas?- volví a preguntar.
-Sí- se atrevió a confesar bajando la mirada- pero…
-Te voy a ayudar- le dije sin poder contener mis lagrimas- tengo un… plan…
POV LIONEL
-¡Lionel!
Me apresuré a abrir la puerta, extrañado.
-¿Myrtle qué haces aquí?- pregunté mirándola sorprendido.
Ella solo me miró con tristeza y me abrazó sollozando en mis brazos.
-¿Qué ocurrió?- repetía mientras acariciaba sus cabellos.
-Nada- dijo ya algo más calmada secando sus lagrimas con los puños de su suéter- te extrañé- dijo mirándome con tanto dolor que me dio miedo.
-¿No estabas enojada conmigo?- pregunté secando una rebelde lagrima que resbalaba por su rostro.
-Aha- dijo ella dejando entrever una melancólica sonrisa en sus labios- ya no- dijo acariciando a Fito, mi perro- ahora te entiendo.
Fruncí el ceño sin comprender.
-¿Crees que pronto podamos hacer un viaje?- preguntó simulando estar bien. Sabía a la perfección que estaba sufriendo, solo que desconocía exactamente el motivo.
-¿un viaje?- pregunté arqueando una ceja.
-Sí- afirmó sentándose en el suelo. Me senté a su lado.
-No entiendo- le dije, buscando su mirada.
-Tú y yo- lanzó mi Myrtle- no lo sé…a ¿Egipto? ¿París? ¿Londres?- comenzó diciendo.
-¿Tú y yo?- pregunté desconcertado. Ella asintió con la cabeza, esquivando mi mirada- ¿y…Edward?- pregunté extrañado.
-Él no- negó con la cabeza- dije tú y yo…
-Myrtle ya- la corte- ¿me quieres decir qué sucede?
Bajó la mirada.
-Ya no necesitas alejarte de mí- dijo- me iré contigo cuando llegué el tren.
-¿Qué tren?- pregunté frunciendo el ceño.
-El de la señora encapuchada…- murmuró mirándome por fin a los ojos.
|