-Cuéntame- exigió Jane desde el otro lado de la mesa del bufé- ¿cómo estuvo la fiesta?

-Mmm- dudé- muy copetuda- comenté alzando las cejas.

-¿aburrida?- preguntó mi amiga dándole un pequeño bocado a su sándwich.

-No sé si aburrida- reconocí- digamos que no es mi estilo.

-¿Había chicos lindos?- quiso saber Jane.

-Edward es el único chico lindo para mí- confesé- así que no sabría decirte…

-¿A qué hora se fueron?- volvió a interrogar.

-Temprano- comuniqué saludando a Alicia, una compañera de clase, con una pequeña inclinación de cabeza- estaba cansada.

-¿O sea que te fuiste a dormir enseguida?- curioseó Jane sonriendo.

-No exactamente- aclaré- fuimos con Edward a La Push.

-Claro- dijo mi amiga irónicamente- y yo me llamo Cleopatra.

Rodeé mis ojos- No seas mal pensada- la regañé.

Mi amiga sonrió y levantando los brazos añadió- OK, OK, no digo nada- finalizó tras soltar una carcajada.

-¿De que hablan?- quiso saber Amanda acercándose a la mesa junto a Lionel.

-De la fiesta a la que fueron Edward y Jovi- explicó Jane.

-¡Ah que bien!- exclamó Amanda sentándose al lado de Jane.

-Tu amigo estaba en la fiesta- comenté dirigiéndome a Amanda- Jacob, es hermano de la jefa de Edward.

-¡Omg!- gritó Jane- ¿la que intentó quitarte a tu novio?- preguntó alarmada.

-Ya- le dije- ese asunto está cerrado- agregué cortante.

-OK mami- musitó mi amiga burlonamente. Puse mis ojos en blanco y sonreí.

-Ah sí- dijo Amanda- su hermana Alba, ¿verdad?- preguntó- la conozco.

-Sí- afirmé- es una buena chica, por lo que parece.

-Sí- dijo Jane, sarcástica- buena golfa.

-¡Ya!- la regañamos con Amanda- no hables así de las personas- le dije- no prejuzgues, no la conoces.

-OK mami, no volverá a pasar- se bufó mi amiga, mordiendo su labio inferior.

-¿Cómo estás, Lio?- pregunté a mi amigo.

-Bien- respondió cabizbajo- me tengo que ir- informó poniéndose de pie- nos vemos.

-¿Qué le pasa?- pregunté frunciendo el ceño.

-No lo sé- reconoció Amanda- hace como una semana que está así.

-Casualmente hace una semana que Jovi se reconcilió con Edward- agregó Jane- vieron, les dije que Lionel siente algo por ti- lanzó mi amiga observándome.

-Uy Jane- le dije escondiendo mi rostro entre mis manos- ¡hoy estás tan delirante!

-No es delirio- se defendió mi amiga- es cierto.

-Me parece que Jane tiene razón- confesó Amanda.

-Uh, no- dije agarrando mi cabeza- ¿tú también, Amanda?

-Creo que deberías ir a hablar con Lionel- dijo ella- a ti sabrá decirte qué es lo que le sucede.

-OK- acepté. La verdad es que necesitaba saber que era lo que tenía tan mal a mi amigo.

-¡Apúrate!- exigió Jane levantándome de la silla- debe de estar camino a su casa.

-Mmm- dudé- OK. Luego les cuento.

-Hecho-dijeron mis locas amigas al unísono.

-¿Vendrás hoy a casa?- preguntó Amanda mientras me dirigía hacia la puerta del restaurante.

-Claro- respondí, y sin más salí afuera. El aire era calido, el sol entibiaba la tierra húmeda de Forks.

Caminaba a paso apresurado, tratando de llegar pronto a la casa de Lionel.

-Hey- saludó Riley desde el jardín de su casa.

-Hola Riley- respondí caminando deprisa.

-¿Iras a casa de Amanda hoy?- preguntó a lo lejos.

-¡Sí!- grité para hacerme escuchar. Giré mi cabeza para ver si él me había escuchado, Riley me sonrío dulcemente… ¿dulcemente? Sí, la verdad que no sé por qué pero ha cambiado bastante.

Segundos después llegué a casa de Lionel. La casa estaba a oscuras, adentro no se veía ninguna luz a pesar de que las ventanas estaban cerradas.

-Mmm, seguramente no está- pensé, aun así decidí tocar la puerta. Nadie respondía. Volví a tocar. Nadie.

Cuando me disponía a dar media vuelta para irme, escuchó abrirse la cerradura de la puerta.

-Jovi- dice Lionel extrañado.

-Lionel- digo ruborizándome- perdón ¿estabas durmiendo?- pregunté avergonzada, aunque por otro lado era imposible que estuviera durmiendo, ya que no hace poco había llegado a su casa.

-No, no estaba durmiendo- dijo él- pasa- agregó dándome paso y prendiendo las luces del monoambiente.

-¿Por qué no abres las ventanas?- pregunté extrañada (y bastante chusma para mi gusto…)- aun es de día- informé como una idiota.

-Lo sé- aceptó Lionel sonriendo- no me dí cuenta- reconoció abriendo las persianas de los ventanales. No se por qué pero no le creí nada.

-¿Esta oscuridad tiene algo que ver con estado de animo?- pregunté entrecerrando mis ojos. Lionel sonrío, nervioso.

-No, amiga- negó- mi vida está llena de luz- agregó riendo- soy una lamparita viviente.

Sonreí.

-¿Me vas a contar que es lo que te pasa?- pregunté acercándome a una butaca- ¿puedo?- pregunté señalándola.

-Claro- aceptó Lio- toma asiento- pidió, sentándose a mi lado, en otra butaca- ¿Qué quieres tomar?

-Nada- dije mirándolo a los ojos- solo quiero saber que es lo que le pasa a mi amigo.

-No me pasa nada- declaró bajando la mirada- es sólo que estoy cansado por el trabajo.

-Lionel- le llamé logrando que volviese a mirarme- confía en mí.

Mi amigo respiró profundo. Asentí con la cabeza, dándole confianza.

-Es sólo que ya no quiero morirme- lanzó. Mi respiración se cortó ante esa confesión. No entendía… ¿De qué hablaba?

-¿A qué te refieres?- pregunté confundida.

-¿Recuerdas que te dije una vez que había venido a Forks a morirme solo?- preguntó, asentí sin comprender- bueno, se suponía que no debía de tener amigos- confesó. Aun no lograba entender- amigas- ratificó sonriendo- Amanda, Jane y tú, especialmente tú- declaró exhalando aire- son muy importantes en mi vida. Lo único que tengo.

-¿Pero por qué dices lo de morirse?- pregunté a punto del llanto.

-Porque me voy a morir- confesó. Mi corazón se contrajo. No podía ser cierto- estoy enfermo.

Lo abracé con todas mis fuerzas.

-Dime que es mentira- rogué entre sus brazos, sin poder evitar llorar- estar enfermo no significa que vayas a morirte- le dije mirándolo a los ojos.

-Créeme, me voy a morir pronto- detalló secando mis lagrimas- por eso justamente vine aquí- explicó- cuando mis padres fallecieron, hace tres años, unos vecinos cuidaron de mí- continuó- al enterarme de mi enfermedad y del diagnostico de los médicos, decidí ocultárselos a ellos, y abandonarlos.

-¿Por qué?- pregunté sollozando.

-Porque así les evitaría el dolor de mi muerte- señaló- y me ahorraría la lastima de muchos- apuntó sarcásticamente- sé que les causé dolor ya que los abandoné, pero no se compara con saber que me voy a morir.

-¡No te vas a morir!- grité tapando mis oídos.

-Eso es justamente lo que no quería, princesa- dijo señalando mis lagrimas- no quería que nadie sufra, no quería tener amigos- finalizó con la voz quebrada.

-Iremos al medico- le prometí- verás que pronto estarás sano y…

-No se puede hacer nada- me cortó mi amigo- princesa, prométeme que no le dirás nada a nadie- pidió mirándome a los ojos.

-Pero…- rezongué.

-Por favor- rogó.

-Pero las chicas deben saberlo te ayudaremos…

-No- negó Lionel- nadie me puede ayudar- dijo- prométemelo- exigió.

-Ok- acepté derrotada- lo prometo; pero con una condición.

Lionel sonrío.

-¿Qué condición?- preguntó rodeando sus ojos.

-Irás conmigo al medico.

-OK- aceptó- pero sólo para que veas que lo que te digo es cierto- continuó- ya no hay esperanzas.

-Siempre hay esperanzas- le aseguré, abrazándolo. No podía ser…mi amigo no se podía morir. No se iba a morir. No iba a permitirlo.

-Ya no llores- me pidió Lionel riendo- ¡llo-ro-na!- silabeó zarandeándome espacio. Sonreí.

-Te quiero- confesé.

-Yo a ti, Myrtle- me dijo riendo.

-¿Myrtle?- pregunté frunciendo el ceño.

-Myrtle, la llorona, de Harry Potter- explicó riendo.

-¡Eh!- me quejé golpeando su antebrazo. Lionel reía a carcajada.

-Gracias- recalcó mi amigo.

-¿Gracias por qué?- pregunté.

-“Gracias por existir”- cantó Lionel imitando a Eros Ramazzotti.

Reí a carcajadas. Lionel se sumó a mis risas.

-No te vas a morir- le aseguré pasada la risa- yo voy a estar contigo, siempre.

-Eso es lo que me mantiene vivo- confesó mirándome a los ojos.

-¡Qué cursi!- exclamé ruborizada.

-Mi especialidad es la cursilería- confesó imitando a un chef. Sonreí.

-¡Ay!- exclamé tomando mi cabeza con ambas manos. Sentía un dolor punzante en la mollera.

-¿Qué pasa?-preguntó Lionel preocupado, acercándose a mí.

-Nada- alcancé a decir. De a poco el dolor fue desapareciendo.

-¿Qué te duele?- preguntó mi amigo alarmado.

-Nada- le dije sonriendo- sólo tuve una pequeña puntada en la cabeza- agregué tranquilizándolo.

-Mmm- dudó Lionel, observándome.

-Ya doctor House- lo regañé riendo- estoy bien.

-Ok, Myrtle- contraatacó él riendo.

-Reír- le dije- quiero verte reír siempre. No te vas a morir- volví a asegurarle al borde de las lagrimas.

-Es nuestro secreto- dijo él.

-No- negué- es nuestro pacto, prométeme que vamos a luchar por tu vida- exigí.

-Lo prometo.