-¿Cómo que ella siente algo por Edward?- pregunté pasmada- ¿a qué te refieres?

-Alba está enamorada de él- lanzó Emmett mirándome a los ojos.

Tardé varios minutos en procesar la noticia…no podía creerlo.

-¿Eso cómo lo sabes?- pregunté turbada.

-Lo sé porque conozco a Alba, es mi amiga, ella me lo ha confesado…

-¿Y Edward?- me atreví a preguntar, temiendo perder al amor de mi vida.

-Tranquila- me dijo Emmett sonriendo- Edward es enteramente tuyo, no tiene ojos para nadie más que para ti- añadió, devolviéndome el alma al cuerpo, aunque esa chica, su jefa, estaba enamorada de mi novio ¡Dios! No iba a permitir que se acercara a mi Ed, ni mucho menos que intentara quitármelo.

-Bueno, espero puedas perdonarme- dijo Emmett sacándome de mis pensamientos- debo irme- informó poniéndose de pie.

-Sí- afirmé dudosa- ya está todo bien Emmett- señalé.

-Gracias-  agregó él dirigiéndose a la puerta- nos vemos.

-Adiós- saludé apurada, ya que Jasper estaba llegando en su coche.

-¡Eh amigo Jasper!- saludó Emmett dirigiéndose a mi hermano, que acababa de bajar del auto con cara de pocos amigos.

-¡Tú no cambias eh!- me gritó mi hermano- primero perdonas a Edward y ahora a este- me espetó- dentro de poco ¿Qué? ¿Te veré saliendo de compras con Rosalie? O no, ¿mejor que tal con la amante de tu novio, esa tal Alba?- lanzó irónico- Por ser tan buena terminarás golpeándote contra la pared- finalizó entrando a la casa.

Emmett nos observaba atónito.

-¿Qué pasó?- preguntó perplejo.

-Nada- alcancé a decir, nerviosa- nos vemos Emmett- murmuré cerrando la puerta.

¿Es que acaso jamás iba a tener paz?

-Jas- llamé a mi hermano que se encontraba sentado en la sala de estar- ¿por qué me haces esto?- pregunté al borde de las lagrimas-¿Qué es lo que hago mal?

-Acabo de gritarte cosas feas en la cara- comienza a decir mi hermano, con el rostro desencajado de impotencia- y tú me hablas así, como si la culpa fuese tuya- continúa diciendo tomando su cabeza con ambas manos- no soporto tu extrema bondad, y que personas como esas- agrega elevando la voz al tiempo que señala la puerta por donde acaba de salir Emmett- se aprovechen de eso.

-Emmett vino a pedir disculpas- informé sentándome a su lado. Jasper sonrió irónicamente.

-¿y tú le creíste?- preguntó con sarcasmo- enana, de verdad que te lo digo porque quiero lo mejor para ti- confesó suspirando.

-Lo sé- dije asintiendo con la cabeza- pero debes dejarme tomar mis propias decisiones.

Jasper asintió con la cabeza, aun molesto.

-¿Me perdonas?- preguntó acercándose a mí.

-Claro- acepté con el corazón comprimido- ¿me das un abrazo?- le pregunté sin poder contener las lagrimas.

Jasper me abrazó con fuerza.

-¡Qué enana llorona!- exclamó riendo- con razón Lionel te dice Myrtle- se burló el muy insolente- por cierto me agrada ese chico para ti.

-¡Jasper!- grité escandalizada.

-Ok, ok- aceptó mi hermano huyendo de mis golpes- ¿preparo al cena?

-Mmm- dudé- no, mejor la hago yo- decidí- no quiero morir intoxicada- me mofé riendo.

Luego de preparar unos panqueques con tortilla de queso, llegó mi abuela de la veterinaria trayendo a mi perro, Bon.

-¿Cómo está?- pregunté llenando de besos a mi Bon hermoso.

-Bien- respondió mi abuela- dijo el señor Pells que sólo es un pequeño problema intestinal, le ha dado unos analgésicos- explicó lavándose las manos para cenar.

-¡Ya!- nos calló Jasper sentándose desesperado junto a la mesa- ¡A comer!- exclamó- luego hablan de ese chucho feo ¡muero de hambre!

Durante la cena no pude probar bocado, el asunto de Alba rondaba por mi cabeza ¿Qué hago? La noche anterior no había podido pegar un ojo, pensando en Lionel, en su ineluctable muerte… ¡Dios! ¡No! ¡Él no iba a morirse!

Esa noche no fue la excepción, no pude dormir ni cinco minutos.

Al día siguiente, apenas el sol comenzaba a aparecer en el oscuro cielo de ese calido domingo, comencé a vestirme y a escribir la acostumbrada carta para mi madre.

A los pocos minutos estaba lista para ir a La Push, antes de que mi abuela despertara.

Afuera el aire era helado, por lo que me arrepentí de no haber llevado mi chaqueta.

Las olas golpeaban con fuerza contra las rocas del acantilado, lancé la carta al mar, la cual estaba completa de suplicas para que mi madre llamara a los ángeles y a Dios a la ayuda de mi amigo…Sola no podía ayudarlo, necesitaba de su apoyo.

Caminé despacio, dirigiéndome a la casa de Lionel, el día anterior no había podido verlo, luego de lo que el medico de Seattle nos dijo, no me había atrevido a verlo.

Cuando llegué a su pequeña morada, el sol resplandecía con todo su esplendor, acariciando mi rostro.

Golpeé varias veces la puerta, pero nadie acudió a mi llamado. Me pareció raro, ya que Lionel suele levantarse temprano y además no suele salir a ningún lado.

-¡Niña!- me llamó la señora Ganfisd desde la cerca- ven, acércate- pidió cojeando.

-Hola señora Ganfisd- saludé ayudándole con la bolsa de mercado- ¿Cómo anda?

-Bien- saludó ella sonriendo- mi niña, el joven Lionel se ha ido- explicó entrando a su casa y buscando algo entre los cajones de un viejo armario.

-Ahh- comprendí- regresaré cuando vuelva, no hay problema- dije sonriendo.

-Me dejó esto para ti- reveló la vecina de Lionel, observándome de manera compasiva, al momento que me entregaba un pequeño sobre celeste.

Me quedé estupefacta,  mi respiración se contrajo.

-¿Qué es?- pregunté asustada- ¿Adonde se fue?

-No lo sé- reconoció la señora apenada- ayer tomó sus cosas de pronto, habló con el dueño de la casa para irse, me entregó esto y las llaves para que se las diera al señor Weber y sin más tomó un taxi.

-¿Dejó la casa?- pregunté aturdida- pero ¿no le dijo adonde iba?- pregunté a punto del colapso.

-No, mi niña- negó ella- lo siento- se disculpó- supuse que tú lo sabías, realmente no me di cuenta…

-No hay problema- dije descompuesta- de seguro en la carta lo dice- comenté dándome ánimos- muchas gracias- añadí huyendo de la casa.

-Adiós señorita.

Abrí el sobre desesperada, en medio de la calle.

Solo encontré las palabras:

“Jamás te olvidaré, amiga mía

Seré tu ángel

Por toda la eternidad

Secaré tus lágrimas 

En cada ráfaga de viento

Mi hermosa Myrtle…”

¿Acaso se estaba despidiendo? ¡Oh, por Dios! ¡No!- decía asustada para mis adentros. Esto no podía estar pasando.

Revisé la nota tratando de buscar un “caíste” (tenía que ser una broma) o alguna dirección, pero no encontré nada más que palabras de despedida… se despedía para siempre. Se despedía de este mundo.

-¡Lionel!- lo llamé desesperada, pero la voz me salió débil, estaba desasosegada.

-Jovi, cariño ¿Qué ocurre?- preguntó Jane acercándose a mí.

-Lionel- alcancé a decir.

-¿Qué sucede con Lionel?- preguntó ella preocupada- amiga, estás tan pálida, ven entremos a la casa- exigió llevándome a rastras a su hogar- siéntate- pidió con un hilo de preocupación- ¿qué sucedió?

-Lionel se fue- dije con la voz cortada por el llanto.

-¿Adonde?- preguntó Jane confundida.

-No lo sé- reconocí llorando por lo bajo- se fue Jane, se fue.

-¿A qué te refieres?

-Empacó sus cosas y se fue.

-Pero ¿por qué? ¿Se pelearon?- preguntó con el ceño fruncido- ¿No soporto seguir viéndote junto a Edward?

-No, no es eso- dije atolondrada, mi amigo no se podía haber ido… ¡Dios!- hace pocos días me enteré que Lionel estaba muy enfermo y tenía poco tiempo de vida- mi amiga pegó un grito de espanto- me hizo prometer no contárselo a nadie- continué sin poder contener las lagrimas- fuimos a varios doctores, ya que juntos íbamos a luchar por su vida, pero todos nos decían lo mismo, que no se podía hacer nada, gasté mis ahorros y pagué un especialista en Seattle, pero él tampoco nos dio esperanzas.

-¡Oh por Dios!- exclamó Jane abrazándome con fuerza.

-¡Quiero que Lionel regrese!- lloré en brazos de mi amiga.

-Lo sé cariño- dijo ella sollozando- lo sé.

Pasaron los minutos y ambas seguíamos así llorando en silencio, abrazadas, compartiendo el dolor.

-Voy a ir a buscarlo- informé ya más calmada.

-Iré contigo- informó mi amiga secando sus lagrimas- te prometo que lo encontraremos.

Y así salimos a la calle, sin siquiera saber por donde empezar.