El Noble y la Ladrona (+18)

Autor: Gothic
Género: + 18
Fecha Creación: 15/08/2010
Fecha Actualización: 13/09/2010
Finalizado: SI
Votos: 29
Comentarios: 57
Visitas: 82009
Capítulos: 22

Cuando un audaz salteador de caminos asaltó su carruaje y apuntó con una pistola a una parte crucial de su anatomía, el marqués de Cullen tuvo que efectuar una elección crítica, entregar el anillo de su hermano fallecido o perder las joyas de la familia.

Edward decidió separarse del recuerdo, pero sólo de modo temporal. Localizaría al ladrón de los inolvidables ojos color Chocolate aunque fuese lo último que hiciera.

Para todos era conocida la escandalosa reputación de la Liga de los Libertinos de Londres, de modo que, cuando el más infame de sus miembros la tomó entre sus brazos en un baile de sociedad, Isabella Swan comprendió que sus intenciones no eran nada honorables.

La fogosa persecución de Edward hizo que sus ojos chocolates se abriesen de par en par y el pulso se le acelerase, pero…
 
¿Él iba en busca de una amante o de la picara que se había atrevido a robarle a punta de pistola?
Fuera como fuese, Isabella  sabía que le había llegado la hora de devolver lo robado, y estaba más que deseosa de entregarle tanto su cuerpo como su corazón.

Disclaimer : Esta historia es una adaptación de una novela, sólo he tomado partes de la trama y la he adaptado con los personajes de la saga crepúsculo, que le pertenecen a Stephanie Meyer.

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Capítulo 12: Capitulo 12

Hola niñas como estan aqui estoy tratando de tenerles un capi para q no se regañen, y como regalo para ustedes por estar alli, a la espera de el pero no les puedo prometer q pondre alguno sino hasta el sabado si puedo conectarme si no tratare de ponerlo antes les dejo este capi , espero lo disfruten y me comenten q les parecio y ahhhhhhhhh no se olviden por fis de sus votitos :( si 

Las quiero un monto ahhhhhh y les adelanto un pedacito del siguiente capi

Besos... Su Amiga Claudia (gothic)

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Furioso, Edward ayudó a Isabella a subir a su carruaje y cogió las riendas. No quería que ella estuviera allí y se sentía agradecido de que no hubiese presenciado el real duelo que había concluido unos minutos antes. A Volturi, la mano le temblaba tanto que erró al disparar a Edward, pero sólo por un pelo. Sin embargo, la bala de éste había ido a parar exactamente donde él había apuntado. La brillante flor en el hombro derecho de Volturi le aseguraba a Edward que el vizconde no podría utilizar el brazo durante un buen tiempo.
Miró a Isabella. Tenía los labios apretados y los ojos se le veían ensombrecidos y tormentosos. Bien, él podía ser igual de obstinado. No le había hablado del duelo por buenas razones. Ella no hubiera aprobado su modo de manejar el asunto.
¿Por qué Isabella no podía comprender que la violencia era lo único que Aro Volturi entendía? Tratar de razonar con él no había dado resultado. Extrañamente, Volturi había parecido complacido ante la perspectiva de matar al joven Forks, y había obligado por tanto a que Edward recurriese a métodos nada escrupulosos.
—¿Adónde me llevas? —preguntó Isabella con los dientes apretados.
—A casa. Es donde deseas ir, ¿no es cierto?
—No tienes que molestarte. Puedo alquilar un carruaje.
—¿Por qué estás tan enojada? He hecho lo que me había propuesto. Tu hermano ya no corre peligro de ser asesinado. Además —gruñó—, se lo debía a ese bastardo por lo que trató de hacerte.
Isabella se volvió en redondo hacia él.
—¿No comprendes nada? ¿Y si hubieras resultado herido o algo peor? Hubiera sido por mi culpa. Nunca me había propuesto ponerte en peligro. ¿Por qué eres tan descuidado con tu vida?
—Mi vida nunca está en peligro, Bella. Concédeme algún crédito. Sabía exactamente lo que estaba haciendo.
—¿En serio?
Se sucedió un pesado silencio.
—Hemos llegado —dijo Edward tensando las riendas cuando llegaron ante la casa de Isabella —. Te acompaño.
—No es necesario, milord.
—No discutas, Bella.
La cogió por el codo, la ayudó a bajarse y subió con ella los peldaños hasta la entrada. Benjamin, con expresión fiera, abrió la puerta antes de que llegaran.
—¿Qué te da derecho a entrometerte, Bella? No soy un niño. Puedo cuidar de mí mismo. Tía Charlotte me ha dicho que habías acudido a Cullen en busca de ayuda. No necesito ayuda. Y no hay nada que podáis hacer ninguno de los dos para detener el duelo.
Edward pensó que el joven cachorro estaba mostrando sus garras. Le tendió la mano.
—Supongo que es usted lord Forks. Yo soy Cullen.
Con gesto muy poco cordial, el muchacho le estrechó la mano.
—No tiene motivos para tomarla con su hermana, Forks —lo reprendió Edward mientras entraba en la casa con Isabella —. Ella le quiere y temía por su vida.
Benjamin lanzó a Edward una mirada incendiaria.
—¿Qué clase de relación tiene usted con mi hermana, Cullen? Ella me contó que usted la rescató de Volturi, pero yo creo que hay algo más que eso. ¿Son ciertas las murmuraciones? ¿Ha comprometido usted a Isabella?
—¡Benjamin! —balbuceó Isabella —. Pero ¿qué te pasa? Deberías estarle agradecido a Cullen.
—Así es —intervino Charlotte—, deberías estarlo. Si no fuera por él, ahora mismo estarías hasta las rodillas de agua de lluvia. Cullen hizo reparar nuestro tejado y se negó a aceptar el pago.
Benjamin reflexionó sobre eso y luego preguntó:
—¿Está él facilitando el dinero para mantenerme en la universidad?
—¡Desde luego que no! —negó Isabella —. ¿Sabes lo que estás sugiriendo, Benjamin?
Edward ya había oído bastante.
—Si me permites intervenir, Isabella, tal vez logre tranquilizar la mente del joven Forks. Puede que se sienta mejor al saber que vamos a casarnos.
Benjamin dirigió su mirada a Isabella.
—Me dijiste que no habría boda. Deseo respuestas, Bella. Puede que sea joven, pero no soy estúpido.
—Por favor, muchachos —intervino Charlotte retorciéndose las manos—. Detesto las discusiones.
—No te mentí, Benjamin—dijo Isabella —. Cullen me pidió en matrimonio y yo le rechacé.
Al chico se le desorbitaron los ojos.
—No lo comprendo. A tu edad, deberías saltar de alegría ante la oportunidad de casarte con un marqués. No es que tengas mucho donde escoger. Nuestro padre se cuidó de ello al despilfarrar tu dote.
Edward puso una mano sobre el hombro de Benjamin.
—¡Basta! ¡Discúlpese con su hermana!
—No es necesario, milord. Benjamin sólo ha dicho la verdad —señaló Isabella.
Edward intensificó su presión en el hombro del joven.
—No obstante se disculpará, lord Forks. Su hermana no ha atendido a sus propias necesidades para procurar el bien de su familia.
La bravuconería de Benjamin se desmoronó bajo las duras palabras de Edward.
—Lo siento, Bella. No debería haber dicho lo que he dicho. Aprecio lo que has hecho por mí, pero no puedes impedir que me enfrente mañana con Volturi.
—Me permito diferir de usted, Forks —dijo fríamente Edward—. Mañana no habrá duelo. Volturi ha recibido una herida y está totalmente incapacitado. Sospecho que recibirá una nota en ese sentido muy pronto.
—¿Cómo se atreve? —estalló Benjamin—. ¡Tengo el derecho de defender el honor de mi hermana! ¿Qué le ha hecho usted a Volturi?
—Por favor, tranquilízate —rogó Isabella —. Y discúlpate con lord Cullen.
—Lo siento, Bella, no puedo hacerlo. Por hoy, he acabado con las disculpas.
Giró sobre sus talones y se fue con paso airado.
—Hablaré con él —dijo Charlotte apresurándose tras su sobrino—. No siempre es tan irrespetuoso, milord.
—Sabía que se enojaría, pero confiaba en que lo comprendiese —se lamentó Isabella.
—Es joven —la tranquilizó Edward—. Ésta es la primera vez que ha estado en situación de afirmarse como adulto. Si no te quisiera, no habría sido tan inflexible en cuanto a defender tu honor. Deberías devolverlo a Oxford lo antes posible.
—Gracias, Edward. Saber que Benjamin no tendrá que enfrentarse a Volturi en el campo del honor es un gran alivio para mí. Lo siento si he parecido poco agradecida, pero tu vida a cambio de la de Benjamin era algo que no podía aceptar.
—Ya te he dicho que yo no he corrido peligro, Bella. Pero me alegro de que te hayas preocupado tanto por mí. —Le cogió la barbilla y rozó ligeramente sus labios con los suyos—. ¿Significa eso que has cambiado de idea sobre aceptar mi propuesta?
—No me casaré contigo, Cullen.
—Entonces me marcho, Isabella. Ya sabes dónde encontrarme si cambias de idea.
Jacob apareció detrás de él.
—Yo le acompañaré, milord.
—Adiós, Cullen, y una vez más, gracias —le dijo Isabella ofreciéndole la mano.
Edward contempló sus dedos, tan largos, blancos y delicados, y recordó cómo los había sentido en su cuerpo. Deslizó la mirada por su brazo, más allá del hombro y hasta su boca, rememorando el modo en que Isabella lo había excitado con ella. Sintió que se endurecía y reprimió un gemido.
Le asió la mano, le volvió la palma hacia arriba y depositó un beso en el centro.
—Adiós, milady. Hasta que volvamos a vernos.
Isabella apartó la mano y subió corriendo la escalera. Edward sonrió y salió por la puerta que Jacob le había abierto. Pese a lo reacia que se mostraba la joven y a sus propias reservas, se verían de nuevo. Era inevitable. Su pasión era como una droga. Seductora, persuasiva, adictiva.


Aquella misma tarde Edward llamó a Laurent a su estudio. El sirviente habló antes de que Edward pudiera manifestar por qué lo había convocado.
—Haré mis maletas en seguida, milord, y no le culparé si me despide sin una carta de recomendación.
Edward levantó bruscamente la cabeza.
—¿De qué diablos me está hablando?
—Le he fallado, milord. Debería ser despedido.
—Pero ¿qué dice? No es por eso por lo que le he llamado. Usted es un miembro altamente valorado de mi casa. Sería erróneo censurarle a usted por la curiosidad de Isabella.
Laurent pareció enormemente aliviado.
—¿Desea entonces que le informe de lo que he descubierto sobre la familia de lady Isabella?
—En efecto.
—Bien. Están en la más absoluta miseria. No he encontrado ninguna prueba de que el difunto lord Forks dejara a sus hijos más que la casa en la que viven. Mientras vivió su esposa residían en una magnífica mansión en Grosvenor Square. Él la vendió tras la muerte de ella, compró el domicilio donde ahora reside la familia y derrochó el resto. Su depravación aún los atormenta.
—Si eso es cierto, ¿cómo se las arregla Isabella para mantener a su hermano en Oxford? —reflexionó el marqués en voz alta.
—No tengo ni idea, milord.
—¿Y qué hay de Volturi? ¿Se ha enterado de algo valioso sobre él?
—No más de lo que ya conocemos. Está en serios apuros. Sus deudores lo están acosando y está muy próximo a verse encerrado en prisión por ello. La opinión de la alta sociedad es que necesita casarse por dinero.
—El misterio se amplía —murmuró Edward—. Gracias, Laurent. Si se entera de algo nuevo, hágamelo saber. Puede retirarse.
—Gracias, milord. ¿Cenará en casa esta noche?
—No, cenaré fuera. Necesito hacer el recorrido esta noche. Estoy deseoso por enterarme de lo que se sabe de mi duelo con Volturi. Dudo mucho que permanezca largo tiempo en secreto.


Durante los siguientes días, Isabella trató de convencer a Benjamin para que regresara a Oxford, pero él se negó. Por añadidura, estaba exigiendo más respuestas. Deseaba saber de dónde procedía el dinero para su educación y seguía interrogando a Isabella sobre su relación con Cullen. Benjamin podía ser joven, pero superaba en astucia a su edad. Isabella temía por el futuro de su hermano: sin fondos, no tendría ninguna posición en sociedad y se vería gravemente limitado para escoger esposa.
Con el fin de tomar medidas para el futuro del muchacho, Isabella decidió que Jake y Bells debían cometer más robos y exigir mayor porcentaje del comprador de artículos robados.
Encontró a Jacob en la cocina y afrontó el tema.
—Tenemos que hablar, Jacob.
—En efecto, señorita Bella. ¿Qué vamos a hacer con su señoría?
—¿Su señoría? ¿Cullen?
—No, con el señor Benjamin. Me temo que va a causarnos problemas.
—Él regresará a Oxford, Jacob. He estado pensando largo y tendido sobre su futuro. Su educación está casi completada. Regresará a casa para quedarse al final del trimestre y necesitará dinero. A Bells le corresponde encontrar los fondos para su acceso a la sociedad.
—El peligro de ser cogidos aumenta cada vez que salimos —le advirtió Jacob.
—Lo sé, pero no puede evitarse. Encuentra algún lugar nuevo donde guardar los caballos. Si alguien siguiera sus huellas hasta nosotros podría formular preguntas.
—¿Cuándo saldremos de nuevo?
—En cuanto Benjamin regrese a Oxford.
—Muy bien, señorita Bella. Déjemelo todo a mí.
—Odio volver a pedirte que pongas tu vida en peligro, Jacob, y si prefieres no cabalgar conmigo, lo comprenderé.
—Jake y Bells son un equipo, señorita Isabella. No tengo intenciones de dejarla sola.
—Gracias, Jacob. No sé lo que haría sin ti. Benjamin se merece la clase de vida que nuestro padre le negó…. Pero….
Ni Isabella ni Jacob oyeron que alguien cerraba suavemente la puerta de la cocina.


Habían transcurrido varios días desde el duelo de Edward con Volturi. Después de una noche fuera de la ciudad, el aristócrata regresaba a casa bien pasada la medianoche con los bolsillos más llenos que cuando se marchó. Hasta el momento, no había oído nada sobre el duelo. Pero estando Biers implicado, Edward sabía que se filtrarían noticias. No había sido nunca su intención implicar a Isabella en más habladurías, pero poco podía hacer él para detenerlas.
Pese a lo tardío de la hora, Laurent acudió a recibir a su señor a la puerta.
—Tiene una visita, milord. Le dije que debía regresar a casa y volver mañana, pero insistió en que tenía que verle en el momento en que usted llegara a casa. Lo he instalado en el estudio.
—¡Maldición! Nada puede ser tan importante. ¿Le ha dicho su nombre?
—Lord Fors, milord.
Edward palideció.
—¡Forks! ¡Dios mío! Algo debe de haberle sucedido a Bella. Lo veré en seguida.
Con grandes zancadas, Edward se dirigió a su estudio, irrumpió por la puerta y vio a Benjamin sentado en un sillón de cuero junto a la chimenea. El joven se puso rápidamente en pie cuando el marqués entró en la sala.
—¿Se trata de Isabella? —preguntó Edward—. ¿Qué le ha sucedido? ¡Cuénteme!
Benjamin hundió los dedos en sus despeinados cabellos con evidente agitación.
—A Bella no le ha pasado nada, pero mi visita tiene que ver con ella. Sé que nos separamos en términos poco amistosos, Cullen, pero al parecer usted es la persona a la que Bella recurre para pedir ayuda. Ella confía en usted, y yo no puedo ser menos.
—Siéntese, Forks. Parece necesitar una copa. ¿Le va bien brandy?
Benjamin asintió distraído.
Edward sirvió dos dedos de brandy en una copa y aguardó a que Benjamin tomara un trago antes de hablar.
—Vamos, Forks, ¿qué asunto de importancia le trae aquí a estas horas de la noche?
—Lo que le voy a decir debe ser mantenido en estricto secreto —le advirtió Benjamin—. ¿Qué sabe usted de un par de salteadores de caminos llamados Jake y Bells?
—No mucho, aunque me convertí en una de sus víctimas en la carretera una noche sin luna. También tuve el placer de herir a Bells la siguiente vez que nos vimos.
—¿Cómo? ¿Que le disparó a Bells? ¡Maldición! ¿Sabe usted lo que hizo?
—Desde luego. ¿Por qué le disgusta eso?
—Usted le disparó a Isabella. ¡Hirió a mi hermana!
Edward se quedó completamente inmóvil. Luego estalló furioso.
—¿De qué está hablando, en nombre del cielo? Desde luego que no disparé a su hermana. El único modo de que eso pudiera haber sucedido sería que ella fuese...
Se interrumpió de repente y se puso mortalmente pálido.
—Exactamente —confirmó Benjamin—. Yo no lo sabía hasta que por casualidad he oído una conversación entre Isabella y Jacob esta noche. Cuando yo regrese a Oxford, ellos dos se proponen reanudar sus actividades ilícitas.
»Me he quedado de piedra. No tenía ni idea. No sabía qué hacer. Luego he pensado en usted. Si pidió a Bella en matrimonio, ella debe de importarle. ¿Me ayudará a mantenerla a salvo, Cullen? Se lo rogaré si es necesario.
—Déjeme pensar.
Edward comenzó a pasear arriba y abajo.
Bells y Jake. Jacob y Isabella. ¿Por qué no había visto antes la relación? Unos ojos marrones mirándolo bajo la sombra del ala de un sombrero. Los ojos de Bella. No era de extrañar que le resultara tan familiar.
La enfermedad de Bella había coincidido con el disparo. La razón de que ella no permitiera que su médico la examinara detenidamente había sido porque temía que descubriera la herida de bala. Saber que había herido gravemente a Isabella casi lo hizo desplomarse de rodillas. ¡Maldición! ¡Maldita fuera!
—Cullen, por favor —rogó Benjamin—. Se lo imploro. Ahorcarán a Isabella si la atrapan.
—Desde luego que le ayudaré, Forks. ¿Tenía alguna duda al respecto? Cuénteme todo lo que sepa. Luego decidiré qué debo hacer para mantener a su hermana a salvo.
Benjamin le repitió casi palabra por palabra la conversación que había oído entre Jacob y Isabella.
—Las piezas comienzan a encajar —reflexionó Edward—, salvo por una cosa. ¿Por qué desea Volturi casarse con Isabella y por qué estaba tan ansioso por aceptar su desafío?
—No tengo ni idea. He estado lejos, en la universidad, durante los últimos años y he sabido poco de lo que sucedía en mi familia. Ni siquiera me explicaron la naturaleza del duelo de mi padre hasta que estuvo enterrado. Isabella debía de estar desesperada por conseguir dinero para hacer lo que hizo. Está poniendo su vida en peligro por mí. ¿Sabe usted cómo me hace sentir eso?
—Puedo imaginarlo muy bien —murmuró Edward—. Si tengo que ayudar, usted deberá hacer exactamente lo que yo le diga.
—Lo que sea. Haré lo que sea por ayudar a Bella.
—Muy bien. Entonces debe regresar a Oxford mañana.
—¡Maldición! ¿Cómo puede pedirme eso?
—Es lo mejor para todos. Deje que yo maneje el asunto.
Benjamin entornó los ojos.
—No va a entregarla a la justicia, ¿verdad?
—¡No sea pesado! Sé lo que estoy haciendo. A propósito, puede felicitarme por mi matrimonio con su hermana.
—Creí que Isabella había rechazado su propuesta.
—Eso ahora no importa. Vuelva a casa, Forks. Confíe en mí para hacerme cargo de todo. Jake y Bells van a desaparecer para siempre y su familia experimentará un repentino cambio de fortuna. En cuanto a Jacob, sin Bells, predigo que morirá de viejo en su lecho.
Benjamin no parecía convencido.
—¿Me informará si surgen problemas?
Edward le dirigió una mirada ofendida.
—No surgirán problemas. Déjelo todo en mis manos.
—Muy bien —accedió Benjamin—. Cualquier cosa será mejor que lo que Bella está haciendo con su vida.
Se levantó, sofocó un bostezo y se dirigió hacia la puerta.
—Buenas noches, milord. Estoy en deuda con usted.
—Aguarde, Forks. Hay algo más. Le pido permiso para vender su casa. Confío en que no tenga una vinculación sentimental con ella.
—No tengo muchos recuerdos de esa casa. ¿Qué va a hacer con tía Charlotte?
—La instalaré con mi abuela, por lo menos de momento.
—Yo puedo alquilar un alojamiento cuando haya acabado mi educación —reflexionó Benjamin—. Y tal vez compre una comisión en el ejército.
—Ordenaré que mi abogado deposite el dinero de la venta de su casa en el banco, a su nombre.
—Muy bien. Tiene mi autorización para proceder. Ahora debo irme.
—No va a encontrar transporte a estas horas de la noche. Llévese uno de mis caballos. Laurent lo acompañará a los establos y se ocupará de que el caballo sea devuelto mañana. Estoy seguro de que debe de estar rondando por aquí para acompañarle.
Así era, Laurent estaba montando guardia fuera del estudio. Edward habló con él brevemente, luego, ambos, Benjamin y el sirviente, se marcharon. Edward se demoró con su brandy otra media hora, reflexionando sobre sus planes para Isabella y el futuro que ambos iban a compartir.
Se levantó temprano a la mañana siguiente, pese a haberse retirado a altas horas de la noche. Había mucho que hacer y demasiado poco tiempo para realizarlo todo. Comentó sus planes con Laurent mientras desayunaba.
—Voy a trasladarme temporalmente a mi casa de campo —dijo Edward—. Deseo que Siobhan y usted preparen mis cosas y me sigan durante la semana.
—¿Cuan pronto piensa irse, milord?
—Hoy.
Laurent se sorprendió.
—¿Tan pronto? ¿Ha habido problemas por su duelo con Volturi?
—No, no es nada de eso. Hay problemas, pero implican a lady Isabella.
—¿En qué puedo ayudar?
Edward confiaba totalmente en Laurent y no tuvo ningún escrúpulo en contarle la razón de su apresurada marcha. Lo más concisamente posible, le habló sobre Jake y Bells y de por qué quería llevarse a Isabella de Londres.
—¡Por Dios! —balbuceó Laurent—. Resulta difícil de creer.
—Lo mismo he pensado yo, pero los hechos son irrefutables. Todo lo que sé de Isabella concuerda con lo que su joven hermano me dijo anoche. No puedo permitir que la detengan, Laurent.
—Desde luego que no, milord. Es inimaginable. ¿Cómo se propone mantenerla en Cullen Park?
—Voy a casarme con ella, aunque tenga que chantajearla para conseguirlo. Es el único modo que se me ocurre de salvarle la vida. Por fortuna aún tengo la licencia especial que compré hace algunas semanas, de modo que eso no será problema.
Tiró su servilleta.
—Será mejor que me ponga en marcha. Hay mucho que hacer antes de partir. Yo mismo hablaré con Garret para que prepare el coche para el viaje.
—Muy bien, milord. Todo será hecho según sus deseos.


Edward se encaminó inmediatamente a la mansión de su abuela. Aunque era temprano, encontró a lady Jane en su soleado salón del desayuno, tomando café y leyendo el Times de Londres.
—Cullen, ¿qué te trae por aquí tan despierto y tan temprano? ¡Qué contenta estoy de verte, muchacho! Me he estado sintiendo vergonzosamente descuidada últimamente. ¿Me acompañas? Pediré el desayuno.
Edward dio a su enérgica abuela un beso en la mejilla y se sentó frente a ella.
—Ya he desayunado, abuela, pero tomaré café.
Lady Jane levantó una mano e, inmediatamente, un lacayo llevó una taza y sirvió café de una jarra de plata.
—¿Qué te trae por aquí a estas horas del día? —repitió su pregunta la dama.
Inexplicablemente nervioso, Edward carraspeó. Sabía que su anuncio haría feliz a su abuela y se sorprendió al darse cuenta de que también a él lo hacía dichoso, aunque no debería. A Isabella, el matrimonio sólo le provocaría congoja y desilusión. Sin embargo, serviría para protegerla, y eso era en lo que debía él concentrarse.
—No me tengas en vilo, querido —lo reprendió lady Jane—. Evidentemente vienes a darme noticias de gran importancia.
Edward sonrió.
—Voy a casarme, abuela.
Ésta palmoteo excitada.
—¡Oh, querido, eso es maravilloso! No podías hacerme más feliz. ¿Cómo has convencido a lady Isabella para que acepte tu proposición.
—Es una larga historia, abuela, ahora no tengo tiempo de contártela.
—Celebraremos la boda aquí, desde luego. Yo lo organizaré todo. Lo único que debe preocuparte es traer a la novia y la licencia.
—Voy a casarme en Cullen Park, abuela. Isabella y yo saldremos inmediatamente hacia el campo.
Lady Jane enarcó las cejas sorprendida.
—¿Es eso prudente? ¿Qué me dices de Irina? Ella vive allí, lo sabes. ¿No será algo incómodo?
—No veo por qué tiene que serlo. Mi relación con Irina concluyó cuando se casó con mi hermano. Yo no abrigaba ninguna enemistad ni hacia ella ni hacia Paul. Y desde luego no estoy decayendo por mi cuñada. Cullen Park es lo bastante grande para todos si ella decide quedarse una vez yo me haya casado, pero sospecho que preferirá trasladarse a su propia residencia. Paul la dejó bien provista, y yo le he permitido quedarse en Cullen Park porque no tenía intenciones de casarme ni de volver ahí.
—No obstante, no vas a casarte sin que tu familia esté presente —argumentó la marquesa viuda—. Dispondré el viaje cuanto antes. Puedo tener el equipaje y estar lista para salir esta misma semana. Aplaza tu boda hasta que yo llegue, Cullen, significa mucho para mí.
Como de costumbre, Edward no pudo resistirse a la petición de su abuela.
—Muy bien, aguardaré hasta que llegues. Pero tú podrías hacer algo por mí a cambio.
—Lo que quieras, querido, lo que quieras.
—Me gustaría que invitarás a lady Charlotte, la tía de Isabella, a trasladarse contigo como acompañante. Isabella tal vez no quisiera dejar sola a su tía, y a mí me gustaría un poco de intimidad con mi esposa durante las primeras semanas. Puedes llevarla contigo a Cullen Park para la boda. También quisiera que encontraras un sitio en tu hogar para Jacob, el criado de la familia.
—Una acompañante —reflexionó lady Jane—. No es mala idea, Cullen. Conozco a lady Charlotte y nos llevaremos muy bien. No digas más, querido. Enviaré mi carruaje allí con una nota pidiéndole a lady Charlotte y a Jacob  que vengan a verme aquí esta tarde.
—Gracias, abuela. Sabía que podía contar contigo. Isabella se sentirá contenta al saber que su familia estará bien atendida. Adiós, abuela. Te veré en Cullen Park.
—Desde luego que sí, querido, desde luego que sí.


La siguiente parada de Edward fue en White's. Puesto que su abuela y lady Charlotte se proponían asistir a la boda, decidió invitar también a sus dos amigos. Los encontró en animada conversación en un saloncito privado.
—Cullen, únete a nosotros —lo saludó Jasper—. Estamos discutiendo una aventura financiera. ¿Nos darás tu opinión?
—En otra ocasión quizá. Tengo algo importante que deciros.
—Somos todo oídos —dijo Edward.
—Los dos estáis invitados a una boda. Se celebrará en Cullen Park, y necesito un padrino.
—¿Hablas en serio? —exclamó Jasper—. ¡Por Dios, Cullen lady Isabella debe de ser una hacedora de milagros! ¿Está embarazada?
—¡Por Dios, no! Bien, ¿qué decís?
—Me sentiría honrado de ser tu padrino, Cullen, pero delego en McCarty. Él te conoce desde hace más tiempo. ¿Quién será la madrina?
—Tal vez Irina le haga los honores a Isabella.
—¿La esposa de tu hermano? Yo creía que tú y Irina... Bien, ya sabes. Pensaba que por esa razón nunca visitabas tu finca de Derbyshire. Es de todos conocido que la cortejaste hasta que te dejó por tu hermano.
—Eso fue hace años. No ha habido nada entre Irina y yo desde que se casó con Paul. Me sentí decepcionado cuando lo escogió a él, pero no les guardé rencor a ninguno de los dos.
—Y bien —inquirió Emmet—, ¿cómo has convencido a lady Isabella para que se case contigo? ¿Se ha hartado finalmente de las habladurías? Han comenzado a salir a la superficie noticias de tu duelo con Volturi, lo que ha revitalizado los chismes sobre ti y Isabella.
—Debería haber imaginado que Biers no podría mantener la boca cerrada —comentó Edward—. ¿Alguno de vosotros ha visto a Volturi?
—Parece haber desaparecido, supongo que estará lamiéndose las heridas —aventuró Jasper—. ¿Has fijado ya fecha para la boda?
—No. En realidad Isabella todavía no sabe nada.
—¡¿Cómo?! —exclamaron Jasper y Emmet al unísono.
—Un problema menor. Mi abuela saldrá para Cullen Park dentro de pocos días y espero que vosotros lleguéis durante la semana. La boda se celebrará en cuanto todos estéis allí.
—Estaremos —le aseguró Jasper a Edward—. Y buena suerte cuando tengas que convencer a tu esposa de que serás un excelente marido.
Mientras salía de White's, Edward pensó que realmente necesitaría suerte. Isabella difícilmente podía ser obligada por nada. Ahora sabía por qué había rechazado su propuesta. Había temido que él la identificase como su asaltante. Pero no creería que él fuera a descubrirla, ¿verdad? Su opinión de él debía de ser realmente muy mala si temía algo así. Ya era bastante grave que él le hubiera disparado y la hubiese herido.
Pensar que casi había matado a Isabella avivó su furia. Se sentía capaz de retorcer su gracioso cuello por haberse puesto en peligro. Bien, se casaría con ella para poner fin a sus actividades ilegales. Siendo su esposa, ella estaría a salvo.
Por desgracia, había un grave inconveniente. Con el fin de proteger a Isabella de dolor y pesar cuando se separasen, tendría que negar la pasión que sentía por ella. No podía permitirse perder el control como la última vez que hicieron el amor.
No podía tener un hijo con ella....

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Adelanto: 

Isabella se sentía complacida. Benjamin había cambiado bruscamente de idea acerca de regresar a la universidad, y ella lo había enviado hacia allí en coche aquella misma mañana....


—Mi duelo con Volturi es ya de conocimiento público —explicó Edward—. Los chismosos están disfrutando de lo lindo, lo que significa que las habladurías e insinuaciones sobre nosotros se difundirán muy pronto.
—Confío en que no estés aquí por algún sentido equivocado del deber.


—¿En serio? Estoy haciendo lo que debo para protegerte... Bells.
—No necesito que... ¿Cómo me has llamado?



Capítulo 11: Capitulo 11 Capítulo 13: Capitulo 13

 
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