2ª PARTE EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 61
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Capítulos: 26


Grandes sorpresas les aguardan a Edward y Bella mientras intentan hacer frente a lo que les ha deparado la vida. Los demonios del pasado amenazan con destrozar la apasionada relación que han construido, a pesar de que se juraron que nada les separaría. Una pérdida, devastadora y terrible, sumada a la posibilidad de un nuevo futuro les abre los ojos y les hace ver lo que es realmente importante pero ¿podrá esta pareja de enamorados seguir adelante y dejar atrás las dolorosas historias que los persiguen?
Un acosador sigue merodeando entre las sombras, tramando una conspiración aprovechando el ajetreo y la distracción de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Bella y Edward están a punto de perderlo todo a medida que aumenta la situación de peligro. ¿Se verán superados por las circunstancias o lucharán con las escasas fuerzas que les quedan para salvarse el uno al otro y ganar el mejor premio del mundo: una vida juntos?

 

BASADA EN EYES WIDE OPEN DE RAINE MILLER

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Capítulo 4: CAPÍTULO 3

Capítulo 3

 

 

No sé qué me hizo abrir los ojos. Creo que fue el ligero olor a mermelada, pero en cualquier caso ahora entiendo por qué las películas de terror en las que salen niños son, sin lugar a dudas, las más terroríficas de todas. No hay nada como un niño en silencio observándote mientras duermes o, incluso peor, despertándote.

Me vienen un montón de preguntas a la cabeza, como: ¿cuánto tiempo llevas ahí mirándome como una de las gemelas malditas de El resplandor?

Me aterró durante unos dos segundos. Y después sonrió.

— ¡El tío Edward está despierto! —gritó con todas sus fuerzas al tiempo que corría hacia la puerta, que dejó abierta de par en par.

— ¡Zara! Cierra la puerta, por favor. —Me senté detenidamente, consciente de que estaba desnudo y con cuidado de seguir bien tapado con las sábanas. Además estaba solo en la cama, así que me incliné y miré hacia el baño para tratar de ver a Bella.

Pero ella no estaba ahí.

—Está abajo hablando con mami. Están tomando café. —Zara asomó la cabeza de nuevo.

— ¿Sí? —dije, preguntándome por qué narices había dormido como un tronco y cuánto tiempo llevaría mi sobrina merodeando a mi alrededor. ¿Nivel de escalofrío? Doce de diez.

Zara asintió de manera contundente.

—Bajó hace siglos.

— ¿Qué opinas de ella?

Ignoró mi pregunta e inclinó la cabeza hacia mí.

— ¿Te has casado, tío Edward?

Estoy seguro de que mis ojos se salieron de sus órbitas, porque Zara me miró fijamente mientras esperaba una respuesta.

—Hum…, no. Bella es mi novia.

—Mamá y papá están casados.

—Sí, lo están. Yo estuve en la boda. —Sonreí y deseé poder salir de la cama y alcanzar algo de ropa, pero me tenía bien atrapado.

— ¿Por qué duermes desnudo?

—Perdona, Zara, necesito vestirme.

—Papá no duerme desnudo como tú. Bella es simpática. ¿Me llevarás a tomar un helado con Rags? Le encanta el helado y yo dejo que lo lama y mamá dice que eso es un asco, pero yo le dejo de todos modos. Mami me dijo que no subiera aquí, pero me cansé de esperar a que te despertaras. Eres el único que aún duerme.

Increíble. Una niña de cinco años me tenía preso en la cama y lo único que podía hacer era escuchar, fascinado por su letanía de observaciones, opiniones y peticiones, mientras rezaba para encontrar un modo de escapar. Me dirigió una mirada indignada con la última frase. Una que parecía decir: ¿Qué demonios te pasa, tío Edward? Y de verdad, estaba de acuerdo con su lógica de cinco años.

Me pasaban un montón de cosas.

—Vale, te diré una cosa, señorita Zara. Veré qué puedo hacer con lo de ir a por el helado con Rags si sales de la habitación para que pueda levantarme y vestirme. —Le brindé mi mejor movimiento decejas—. ¿Trato hecho?

— ¿Y qué pasa con mamá? —soltó sin cambiar en absoluto de expresión. Esta niña podría jugar al póquer con los grandes algún día, no me cabía la menor duda. Mi sobrina era magnífica.

—Si mamá no sabe nada acerca de lo de los helados, no le hará daño. Ese es mi lema. —Me pregunté cuánto tiempo pasaría hasta que esa frase se volviera en mi contra. Probablemente lo que tardase en llegar al piso de abajo, pero ¡qué narices! Si servía para conseguir un poco de privacidad inmediata…

—Trato hecho. —Me miró fijamente antes de ir hacia la puerta y volverse con sus ojos azules clavados en mí con un mensaje: Será mejor que muevas el culo enseguida o volveré a por ti.

—Bajaré de inmediato —insistí a la vez que le guiñaba un ojo.

Esperé un largo minuto a levantarme después de que se fuese. Utilicé una almohada para cubrir mis partes y pegué una carrerilla, y antes de entrar en la ducha cerré el pestillo del baño. Lo último que necesitaba era que me pillara una niña con todo al aire. Así que Bella estaba abajo hablando con

Hannah… Me pregunté qué estarían diciendo de mí y me apresuré.

La ducha me sentó bien. El agua caliente ayudó a limpiar las telarañas de mi cabeza. Joder con el sueño de anoche. El hecho de que hubiese tenido otra pesadilla con Bella al lado me cabreaba deverdad. Y aunque me aliviaba que no fuese tan mala como la última, aún odiaba levantar mierda de laque no necesitaba preocuparme ahora. Ella quería hablar de ello otra vez… No estoy preparado.

Me froté el pene con la mano al lavarme, recordando lo que le había hecho a Bella tras mi pesadilla. Ella aceptaba todo lo que estuviese dispuesto a darle en lo que a sexo se refería, sin protestar, sin quejarse, dispuesta y generosa con su cuerpo en todo momento, ayudándome a salir del terror. Lo hace porque te ama. Tuve que preguntarme si su reacción tendría algo que ver con su pasado, con las cosas que me contó acerca de su violación y cómo se había sentido cuando era más joven. Bella parecía tan segura de sí misma casi todo el tiempo que era duro imaginarla sintiéndose frágil y vulnerable. Mi postura era sencilla, de verdad. No me importaba su pasado. No cambiaba nada lo que sentía por ella. Ella era la única, la persona con la que necesitaba estar. Ahora solo quedaba convencerla de ello. Y lo haré… porque la quiero. Agarré una toalla de felpa para secarme según salí de la ducha.

Sonreí al espejo mientras me recortaba la barba. La cara que me puso cuando le dije que deberíamos casarnos no tenía precio. Debería haber utilizado mi móvil y haber grabado un vídeo. Mi sonrisa se convirtió en preocupación al pensar en el vídeo que le mandaron anoche. Me recordó que debía llamar a Emmett en algún momento del día. Quería detalles del hijo de puta que estaba jugando con ella. No lo haría durante mucho tiempo más, eso podía jurarlo.

Volver a pensar en la noche anterior rozaba lo doloroso. Cientos de imágenes cruzaban mi mente. El vestido morado de Bella, el colgante que le regalé alrededor de su cuello, los perturbadores mensajes de texto y el vídeo, la amenaza de bomba, cómo la busqué presa del pánico, y luego ella vomitando a un lado de la carretera. ¡Dios! Todo fue una absoluta locura. Necesitábamos un poco de paz y algo de descanso. Estaba decidido a concedernos eso este fin de semana aunque me fuese la vida en ello.

Me sentí culpable de inmediato por ser tan exigente con ella en la cama anoche. No había mucha paz y descanso para mi chica conmigo al lado. Recordé la desesperación por estar dentro de ella otra vez… tras ese sueño. ¡Joder! Agradecía haber estado menos alterado que la última vez, pero aun así me preocupaba que fuese demasiado para ella. Que yo fuese demasiado.

Pensándolo de nuevo, Bella no parecía estar molesta ni siquiera después de que le hablara de mis planes de hacer público nuestro compromiso. Me dijo que estaba loco, eso es cierto, pero no estaba enfadada conmigo de ningún modo, al menos que yo supiera. De hecho siguió cuidándome después de eso, cuando me desperté destrozado de otro sueño retorcido que mezclaba todo lo malo de Afganistán con mi preocupación por ella. Una-jodida-mierda. Ella había dicho que me despertó porque no quería que mi pesadilla fuera a más. ¿Y qué hice con mi dulce chica para agradecérselo?

Me la follé de nuevo.

La poseí con fuerza y ella aceptó todo lo que hice, me aceptó a mí. Dijo que no pasaba nada. Sí, de acuerdo, me quiere.

Era muy consciente de que el tacto de Bella me calmaba como nada lo había hecho antes. Ella era el único salvavidas al que me quería agarrar cuando me encontraba en ese estado.

Solo recordar cómo terminó nuestra sesión hizo que mi sangre bombease y mi mente volara. Fui a buscar ropa y me di cuenta de que ahora pensaba demasiado en el sexo. Buscar una distracción sería una buena idea sin duda. Por ahora. Cuando la tuviese de nuevo a solas, bueno, entonces todas las apuestas apuntaban a que no sería capaz de tener las manos quietas. Altamente improbable. Era tan solo otra prueba de lo bien que funcionábamos juntos y de por qué iba a llegar hasta el final con mi chica americana. Nunca había necesitado a nadie del modo en que la necesitaba a ella.

En el plan de hoy figuraba un largo entrenamiento, lo había decidido. Pasar un poco de tiempo haciendo cosas normales con Bella y mi familia, alejado del trabajo y los demás problemas, sería un agradable cambio. También quería que Bella se lo pasara bien aquí. Tal vez le apeteciese ir a correr por el paseo marítimo. Esperaba que se encontrara bien esta mañana. Me puse unos pantalones de deporte y unas zapatillas y agarré mi móvil.

Decidí contactar con Emmett antes de bajar. Llamarle me aliviaría la mente. A veces hablar de un caso era catártico.

—Qué tarde te has levantado hoy, jefe —anunció Emmett tras sonar la primera señal.

Le gruñí.

—A lo mejor llevo despierto horas, ¿cómo lo puedes saber?

—Es poco probable. Me sorprende que no llamases nada más llegar anoche.

—Tal vez lo hubiera hecho… si no hubiese estado tan cansado de un largo viaje y de un sueño poco reparador —le contesté—. Ah, y Bella se puso mala y tuvimos que parar a un lado de la carretera para que vomitara.

— ¡Jesús! Qué desagradable.

—Estoy de acuerdo. Toda la noche fue bastante desagradable.

— ¿Qué le ocurre?

—No sé. Un virus estomacal o algo así. Ya se encontraba mal en la galería.

—No supondrás que alguien envenenó su comida o su copa, ¿verdad?

Consideré la idea, aunque me enfureciera.

—No puedo descartarlo por completo. Hay que investigar a Paul Langley. Tiene su número antiguo de móvil y estaba en la galería, pero ahora la llama al número nuevo. Por otro lado, le ofreció un vaso de agua. —Quería tener a ese gilipollas a solas en una habitación. Podría descubrir toda clase de cosas, estoy seguro. Procuré centrarme en mi conversación con Emmett—. El tema es que la persona que mandó el mensaje se encontraba allí. Tal vez no en el evento, pero estaba viéndome fumarme un cigarrillo. Y la alarma saltó justo un segundo o dos después de que enviaran el vídeo con la música.

—Langley estaba limpio cuando le investigaste anteriormente.

—No me lo recuerdes, por favor. —Si ese hijo de puta estaba involucrado, juro que sería hombre muerto. Bella y yo necesitábamos hablar sobre su historia con Langley, una idea que me resultaba más desagradable que el desastre de la noche anterior—. Tan solo mira qué puedes averiguar. ¿Ha habido suerte con la localización de la llamada al móvil de Bella? —Había dejado la investigación en manos de Emmett, dispuesto a pasar un fin de semana sin dedicarlo a su caso o a mi trabajo.

—Alguna. La llamada fue hecha desde Reino Unido. Es probable que el que llamó a su móvil te observase en directo y no a través de una webcam desde Estados Unidos. ¿Piensas en esa posibilidad?

—Joder. —Un cigarro resultaba muy tentador ahora mismo—. Es poco probable, pero podría ser.

Bueno, no es Oakley entonces, está en servicio activo en Irak. Merodear por Londres le sería complicado cuando está esquivando misiles en el desierto. Tampoco es Montrose, porque está disfrutando de una bien merecida siesta eterna. Así que eso nos lleva al tercer hombre del vídeo. Ese mamón es el siguiente en mi lista. Aún no tenemos nada de él. Su expediente está accesible en el Q drive. Todo lo que importa sobre él se encuentra ahí. ¿Puedes indagar un poco? ¿Averiguar qué hace últimamente? Asegurarte de que no está usando su pasaporte. Hum…, su nombre es Fielding. Justin

Fielding, veintiséis años, vive en Los Ángeles, si la memoria no me falla. Quiero saber si también asistió al funeral de Montrose. Apuesto a que se esfumó.

—Yo me ocupo, E —concluyó Emmett—. Disfruta de tu fin de semana e intenta olvidar toda esta mierda durante unos días. Yo me ocupo. Ahora mismo la tienes a salvo y fuera del punto de mira. No va a pasar nada en Somerset.

—Gracias. Te lo agradezco. Ah, una cosa, ¿puedes dar de comer a Simba?

—No le gusto —dijo Emmett con tono seco.

—Yo tampoco, pero le gusta que le alimenten. Y si no lo haces empezará a comerse a sus compañeros de pecera.

—De acuerdo. Alimentaré a tu arisco y venenoso pez.

—No tienes que hacerle mimos, tan solo lanzarle algo de krill.

—Es más fácil decirlo que hacerlo. Esa criatura tiene una parte piraña, estoy seguro.

Reí ante esa imagen.

—Gracias, valiente soldado, por adentrarte en la batalla por mí dando de comer a mi pez.

—De nada.

—Vigila el fuerte por nosotros, y ya sabes dónde encontrarme. Estaremos de vuelta en la ciudad el lunes por la noche.

Terminé la llamada y salí de la habitación, ansioso por ver a Bella. Era el momento de enfrentarme a mi chica y ver en qué lío me había metido por mi mal comportamiento de anoche.

Aunque no estaba realmente preocupado. Mi chica me quiere y sé cómo darle lo que necesita…

Me reí ante mis engreídos pensamientos, abrí la puerta del dormitorio y por poco me choqué con mi sobrina.

Zara estaba sentada en el suelo, con la espalda contra la pared, esperándome al parecer. Tras mi sorpresa me agaché para ponerme a su nivel.

—Por fin has salido —dijo indignada.

—Perdona, tenía que hacer una llamada, pero ya he terminado.

Me miró esperanzada.

— ¿Podemos ir a tomar el helado ahora? Dijiste que iríamos.

—Aún es por la mañana. Los helados son para la tarde.

Arrugó su monísima nariz en respuesta. Supongo que no compartía esa visión pragmática.

Me señalé la mejilla.

—No he recibido aún unos bonitos buenos días de mi princesa favorita. —Se alzó, me rodeó el cuello con sus pequeños brazos y me besó en la mejilla—. Eso está mejor —dije—. ¿Te gustaría dar una vuelta? —pregunté señalándome la espalda.

— ¡Sí! —Su expresión se iluminó.

—Bueno, pues sube a bordo entonces —le respondí.

Se subió y colocó los brazos alrededor de mi cuello mientras yo sujetaba sus pequeñas piernas enganchadas bajo mis brazos. Gruñí, fingiendo que me costaba ponerme en pie. Choqué contra la pared con movimientos exagerados, con cuidado de que no se golpeara la cabeza.

—Dios, pesas mucho. Has estado comiendo muchos helados, ¿verdad?

Rio y golpeó sus talones a cada lado.

— ¡Vamos, tío Edward!

—Lo intento —gruñí, al tiempo que continuaba chocando contra las paredes y tropezando—.

¡Parece que tenga un elefante en la espalda!

— ¡No! —Exclamó riendo ante mis payasadas, y golpeó más fuerte—. ¡Ve más rápido!

—Sujétate bien —contesté, y salimos vitoreando y gritando todo el camino hacia la escalera que llevaba a la zona familiar.

Mi hermana y Bella estaban esperándonos cuando aparecimos en la hogareña cocina. Estoy seguro de que todas las risas y chillidos precedieron nuestra llegada, pero lo que me dio energía fue la mirada de Bella. Tenía los ojos como platos, probablemente sorprendida de verme jugar así.

—Hola Han —dije, adelantándome a besarla en la mejilla, con Zara aún colgada a mi espalda y agarrada a mi cuello.

—E. —Me abrazó y su pequeño cuerpo me llegaba justo debajo de la barbilla, tan reconfortante como lo había sido siempre. Como había perdido a mi madre tan pequeño, había tenido que sustituirla por mi hermana mayor en algunos sentidos. Ella siempre se comportaba como mi madre de todos modos y amoldamos nuestra relación de la única manera que supimos. Miré a Bella y le guiñé un ojo. Zara rio y botó como si quisiera que su «caballito» siguiese adelante—. Zara, ¿despertaste al tío Edward? —le preguntó Hannah con el ceño fruncido. Noté cómo la niña sacudía con fuerza la cabeza sin parar y tuve que contener la risa incriminatoria que amenazaba con aparecer en mi rostro.

—Abrió los ojos él solo, mami —dijo.

Bella se echó a reír.

—Eso ha debido de ser interesante, qué pena habérmelo perdido.

—Zara —la reprendió Hannah con suavidad—, te pedí que le dejaras dormir.

—No importa —le dije a mi hermana—. No me ha quitado más que un año o dos de vida, estoy seguro —bromeé—. ¿Recuerdas a esas niñas en El resplandor? —Hannah rio y me dio un golpe en el hombro. Me giré hacia Bella—. Buenos días, nena. Parece que tengo un monito en mi espalda. —Me gustaba ser juguetón por una vez.

—Oh, lo siento, pero no nos conocemos. Me pregunto si tal vez ha visto a mi novio por aquí. Su nombre es Edward Cullen. Un tipo muy serio, rara vez sonríe y desde luego no da vueltas por casas rurales gritando y golpeándose contra las paredes con pequeños monos en la espalda. —Le hizo cosquillas a Zara en la oreja, que rio un poco más.

—No. Ese tipo no está por aquí. Le dejamos en Londres.

Me extendió la mano.

—Soy Bella, encantada de conocerle —dijo con gesto serio.

Hannah resopló tras de mí y arrancó a Zara de mi espalda mientras yo tomaba la mano que Bella me ofrecía y la llevaba hasta mis labios para besarla. Me fijé en su cara y vi cómo se le iluminaban los ojos; luego sonrió y frunció los labios. Esos labios. Hacía cosas maravillosas con esos labios… Mía.

Hannah me dio unos golpecitos en el hombro.

—Te pareces a mi hermano, y tu voz suena igual, pero definitivamente no eres él. —Me ofreció su mano—. Hannah Greymont. ¿Quién es usted?

Reí y puse los ojos en blanco.

—«Tienes que divertirte un poco, E. Sal más y conoce a gente. Relájate y disfruta un poco de la vida» —dije imitando las palabras que había oído a mi hermana en más de una ocasión.

—No me malinterpretes, me gusta verte cabalgando y riendo así. —Hannah hizo una pausa y me señaló—. Tan solo dame un minuto para que me haga a la idea.

—Te acostumbrarás —le contesté mientras rodeaba a Bella con un brazo y le besaba en la sien, perfumada por la esencia floral de su champú. Siempre olía de maravilla—. ¿Cómo te encuentras esta mañana?

—Me siento genial —respondió sacudiendo la cabeza—. No sé qué fue lo de anoche, pero hoy me encuentro perfectamente. —Bebió de su taza—. Hannah hace un café delicioso.

—Sí que está bueno —contesté, y me serví un poco—. ¿Has comido algo?

—No, te estaba esperando. —Sus ojos parecían más marrones que nunca. Y tenía una mirada que me decía que quería discutir algo. Me parecía bien. Teníamos mucho de qué hablar. Debía convencerla de algo. Vamos.

—No tenías que esperarme…, pero se me ocurre una idea, si estás interesada —dije mientras volvía a su lado con mi taza de café, de la que emanaba un delicioso aroma.

—¿Y qué idea es esa, extraño-hombre-que-se-parece-a-mi-novio-pero-que-no-puede-ser-él?

Me provocaba de una manera que me hacía desear lanzarla sobre mi hombro y regresar a nuestro dormitorio.

—Qué graciosas están las señoritas esta mañana —dije, mirando a cada una de ellas, incluida la de cinco años—. ¿Dónde están los demás hombres? Estoy en inferioridad de condiciones.

—Cosas de los scouts. Volverán después de comer —explicó Hannah.

—Ah, ya veo. —Miré de nuevo a Bella—. ¿Te apetece correr por el paseo marítimo? Es realmente bonito y hay un café donde podemos tomar algo después.

Toda su cara se convirtió en algo indescriptible, una mezcla entre belleza y felicidad.

—Suena perfecto. Iré a cambiarme deprisa. —Se dio la vuelta y salió de la cocina con una risita.

Adoraba cuando era feliz, y especialmente cuando era por algo que yo hacía.

—Quiero ir —pidió Zara.

—Oh, princesa, vamos a correr muy lejos como para que vengas con nosotros hoy. —Me agaché hasta su cara otra vez.

—Me prometiste que podríamos llevarnos a Rags y comprar… —Zara no parecía muy contenta con su tío Edward. En absoluto. Eso también provocaba cosas raras en mi interior. Las niñas descontentas son la leche de aterradoras. Las niñas grandes también, en realidad.

—Lo sé —la interrumpí, y miré a Hannah, que puso los ojos en blanco y cruzó los brazos—. Vamos a ir por la tarde. Recuerda lo que dije… —le susurré al oído—. Los helados son para la tarde, princesa.

Mami nos está observando. Será mejor que vayas a jugar con tus muñecas o sospechará.

—Vale —me respondió susurrando alto—. No le diré que nos vas a llevar a mí y a Rags a por un helado esta tarde.

Reí bajito y la besé en la frente.

—Buena chica. —Me sentí bastante orgulloso de haber manejado ese pequeño problema tan bien.

Zara me dijo adiós con la mano cuando se fue a jugar y yo le guiñé un ojo. Me apoyé sobre los talones y alcé la vista hacia el gesto de burla de mi hermana.

—Me cuesta reconocerte, Edward. Te gusta mucho, ¿verdad?

Me puse de pie y volví a mi taza de café, dando un trago antes de contestar a ese comentario.

—Solo iremos a por un helado, Han.

—No hablo de comprarle chucherías a Zara a hurtadillas, y lo sabes.

La miré fijamente y le respondí.

—Sí, me gusta muchísimo.

Hannah me sonrió con dulzura.

—Me alegro por ti, E. Dios, estoy encantada de verte así. Feliz…, eres feliz con ella. —Los ojos de mi hermana se humedecieron.

—Eh, ¿qué ocurre? —La abracé.

Ella me abrazó fuerte.

—Son lágrimas de alegría. Te lo mereces, E. Ojalá mamá estuviese aquí para verte así… —Sus palabras se fueron apagando y era evidente que estaba emocionada.

Miré la fotografía que reposaba en el estante, una en la que estábamos los tres juntos, Hannah, mamá y yo sentados en el muro de casa de mis abuelos.

—Y lo está —dije.

 

Capítulo 3: CAPÍTULO 2 Capítulo 5: CAPÍTULO 4

 
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