2ª PARTE EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 61
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Capítulos: 26


Grandes sorpresas les aguardan a Edward y Bella mientras intentan hacer frente a lo que les ha deparado la vida. Los demonios del pasado amenazan con destrozar la apasionada relación que han construido, a pesar de que se juraron que nada les separaría. Una pérdida, devastadora y terrible, sumada a la posibilidad de un nuevo futuro les abre los ojos y les hace ver lo que es realmente importante pero ¿podrá esta pareja de enamorados seguir adelante y dejar atrás las dolorosas historias que los persiguen?
Un acosador sigue merodeando entre las sombras, tramando una conspiración aprovechando el ajetreo y la distracción de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Bella y Edward están a punto de perderlo todo a medida que aumenta la situación de peligro. ¿Se verán superados por las circunstancias o lucharán con las escasas fuerzas que les quedan para salvarse el uno al otro y ganar el mejor premio del mundo: una vida juntos?

 

BASADA EN EYES WIDE OPEN DE RAINE MILLER

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Capítulo 26: CAPÍTULO 25

UN REGALO PARA EL LECTOR

UN CUENTO NAVIDEÑO

 

EL PRIMER ENCUENTRO DE EDWARD Y BELLA

24 de diciembre de 2011

Londres

La calle estaba muy poco concurrida teniendo en cuenta que era Nochebuena. Probablemente por el maldito frío que hacía, la gente había sido lo bastante lista como para quedarse en casa. Era un completo cliché eso de ir a comprar un regalo en el último momento, pero aquí estaba yo abriéndome camino a través de las puertas de Harrods con la esperanza de encontrar algo perfecto para mi tía Marie. Sabía que debía ponerme las pilas, porque iba a pasar el día siguiente con ella ¡y no tenía nada con lo que presentarme!

Resultaba difícil regalarle algo a Marie porque era única y muy poco convencional; era casi imposible superar su estilo. Además tenía dinero suficiente como para comprarse cualquier cosa que deseara. Me recordaba a la tía Mame, de la película Tía y mamá, en muchos sentidos. Desde sus exóticos viajes y el marido rico fallecido hasta los maravillosos vestidos de su armario.

Después de tres cuartos de hora me rendí y me dirigí a la calle, tras parar antes a comprar un café moka. Necesitaba cafeína y entrar en calor.

Salí a la calle y me bebí el café mientras miraba los escaparates de las tiendas en busca de algo interesante. El aire helador me iba a colorear las mejillas, eso seguro. Al menos tenía café caliente y los villancicos que se escapaban de algún lugar sonaban bien. Muy Cuento de Navidad, y estoy segura de que a Dickens le habría encantado saber qué ciento sesenta y ocho años más tarde, algunas de las canciones de entonces seguían sonando. Me encantaba la historia y me hacía sonreír el pensar que algunas tradiciones habían cambiado muy poco después de tantos años. El cambio no es siempre bueno. Se necesita un carácter fuerte para sobrellevar el paso del tiempo. Ojalá yo fuese así de fuerte.

Algunos días me preguntaba si aguantaría mucho tiempo aquí. A pesar de mi determinación de independizarme en Londres, echaba de menos a mis padres durante las vacaciones. La decoración, la repostería, las fiestas…

Bueno, tal vez las fiestas no. Las fiestas ya no me iban mucho. Y realmente me preguntaba si alguna vez volvería a poner un pie en San Francisco.

Cambia de tema, por favor.

Di con una tienda que parecía interesante. Parecía una tienda de antigüedades o de segunda mano.

El nombre estaba grabado en la puerta de cristal: «Escondrijo». Y realmente lo era. Había un montón de estas pequeñas tiendas en Londres y algunas tenían una decoración preciosa. Esta era una de ellas.

Entré y escuché cómo sonaba una campana sobre la puerta.

—Feliz Navidad —dijo una alegre voz.

—Feliz Navidad —contesté al sonriente rostro de un caballero mayor que vestía el uniforme británico compuesto por un chaleco de punto y una chaqueta de tweed.

La tienda olía bien. Como a canela. Al día siguiente haría algún bizcocho en casa de la tía Marie y lo estaba deseando. Me encantaba cocinar, pero perdía su gracia si no tenías para quién hacerlo. Noté que se me escapaba un suspiro y lo reprimí.

Me acerqué a la sección de prendas de punto. Era evidente que se trataba de una remesa nueva, no antigüedades. Juegos de bufanda y gorro en muchos colores. Cogí uno de color morado oscuro y acaricié la bufanda. Parecía cachemira, era igual de suave. Sin embargo, a lo mejor era lana de oveja.

Miré el precio y levanté una ceja. Pero lo quería. Maldita sea, lo necesitaba en un día como este. Miré el precio otra vez y decidí que estaba bien derrocharlo en mí. Al fin y al cabo era Navidad.

¿Estás de broma, boba? Aún no tienes nada para Marie.

Pensé que estaba empezando a vencerme el pánico. Suspiré y seguí buscando.

Me di una vuelta, pero no encontré nada y decidí que era hora de irse. Me acerqué al mostrador para pagar el gorro y la bufanda y vi el expositor con la bisutería tras el cristal. Eso sí que despertó mi interés. Eran piezas muy bonitas, con un toque bohemio y vintage que le iba a Marie como un guante.

¡Bingo!

Una pieza me llamó especialmente la atención y era perfecta: un broche de una paloma. De plata, con perlas en las alas y la cola, un ojo de cristal negro y un pequeño corazón colgando de su pico con un cristal azul en el centro. La paloma simbolizaba la paz, y sabe Dios que el mundo podría tenerla más a menudo. Lo mejor era que podía visualizar a mi tía llevándolo. Supe que le encantaría.

Pagué a toda prisa, emocionada de haber triunfado en mi angustiosa búsqueda de regalos. Miré el reloj, consciente de que debía ponerme en marcha, y vi que aún me quedaba un trecho hasta la estación de metro.

Hacía frío.

Un frío increíble.

Tanto frío que me puse mi nuevo gorro y me envolví el cuello con la bufanda ahí mismo, en la calle. Comprobé rápidamente mi cara en el retrovisor de un coche aparcado, solo para asegurarme de que no tenía un aspecto ridículo, aunque no es que me importara mucho cuando estaba helada.

Pasé un par de edificios hasta que no pude soportar el frío un segundo más y entré en el primer sitio que encontré con un cartel de ABIERTO. Acuario Fountaine. Era una tienda de mascotas. O, para ser más exacta, una tienda de peces tropicales. Me valía. Se estaba calentito, tenía una luz tenue y la humedad que se desprendía de las peceras resultaba un cambio agradable comparado con donde acababa de estar. Me desenrollé la bufanda y eché un vistazo, parándome en cada pecera para mirar y leer el nombre de cada pez.

La sección de agua salada me recordó a un viaje que hice a Maui cuando tenía catorce años. Fuimos a bucear y vi algunos de los peces que estaban en esas peceras. No lo sabía entonces, pero esas vacaciones habían sido las últimas que había pasado con mis padres juntos. Mi madre y mi padre se separaron poco más tarde y nunca habría otro viaje en familia. Triste.

Tuvieron que luchar para ser civilizados ahora el uno con el otro. Bueno, ¿no es ese el mejor oxímoron? «Luchar para ser civilizados».

Me detuve en uno particularmente interesante. Un pez león. Los peces león son increíbles cuando los ves así de cerca, con todas sus aletas puntiagudas haciéndolos tan irreales. Uno de ellos parecía curioso y se acercó al cristal y aleteó hacia mí como si quisiera que conversáramos. Era mono. Sabía que eran venenosos si los tocabas, pero aun así resultaban cautivadores. Pensé que un acuario de agua salada debía de llevar mucho trabajo de mantenimiento.

—Hola, guapo —susurré al pez.

— ¿Puedo ayudarla en algo? —preguntó un joven a mi espalda.

—Solo lo estaba mirando. Es un pez realmente bonito —le dije al dependiente.

—Sí, de hecho está vendido. El dueño viene a recogerlo hoy para llevárselo a casa.

—Ohh, bueno, entonces espero que seas feliz en tu nuevo hogar, guapo —me dirigí de nuevo al pez —. Con suerte será alguien que te mime.

El dependiente coincidió conmigo y se rio.

Me di la vuelta, y decidí que era hora de enfrentarse al frío del exterior otra vez e irme a casa. Aún tenía que envolver el regalo de Marie y había pensado hornear algo esta noche, unas galletas de azúcar que llevaría al día siguiente. Era una pequeña tradición que habíamos empezado, y era divertido glasearlas y añadir virutas para decorarlas. Mis favoritas eran las que tenían forma de copos de nieve.

Me dirigí hacia la puerta, ajustándome el gorro y envolviéndome el cuello y la mitad de la cara con la bufanda, cuando alguien entró en la tienda. Me eché a un lado para dejarle pasar y me impresionaron su altura y su bonito abrigo, pero no le miré a la cara. Mis ojos enfocaban hacia lo que caía tras la puerta de la tienda.

Copos de nieve.

¡Estaba nevando la víspera de Navidad en Londres!

— ¿Está nevando? —murmuré atónita.

—Sí… —dijo él.

Salí al exterior y percibí en él un aroma atrayente cuando pasamos el uno junto al otro. Como una mezcla de especias exóticas, gel y colonia. «Resulta agradable cuando un hombre huele tan bien», pensé. «Una chica que pueda olerte todo el tiempo tiene mucha suerte».

Me acerqué a la ventanilla de un Range Rover HSE negro aparcado en la calle y comprobé mi gorro en el reflejo, tal y como había hecho antes. No quería parecer un adefesio de camino a casa.

La nieve había empezado a caer con más fuerza y pude ver algunos copos posándose en mi gorro morado, incluso a través del reflejo en la ventana del todoterreno. Sonreí bajo la bufanda al girarme para reemprender la marcha.

Tenía frío de camino a casa. Frío…, pero estaba extrañamente contenta. Nieve en Navidad para una chica de California sola en Londres durante las fiestas. Totalmente inesperado. Pero me di cuenta de algo de camino a casa. Las pequeñas cosas de la vida son a veces los regalos más preciados que nos pueden dar, y si los reconoces cuando llegan, entonces eres realmente afortunado.

Capítulo 25: CAPÍTULO 24

 
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