2ª PARTE EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 61
Visitas: 65652
Capítulos: 26


Grandes sorpresas les aguardan a Edward y Bella mientras intentan hacer frente a lo que les ha deparado la vida. Los demonios del pasado amenazan con destrozar la apasionada relación que han construido, a pesar de que se juraron que nada les separaría. Una pérdida, devastadora y terrible, sumada a la posibilidad de un nuevo futuro les abre los ojos y les hace ver lo que es realmente importante pero ¿podrá esta pareja de enamorados seguir adelante y dejar atrás las dolorosas historias que los persiguen?
Un acosador sigue merodeando entre las sombras, tramando una conspiración aprovechando el ajetreo y la distracción de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Bella y Edward están a punto de perderlo todo a medida que aumenta la situación de peligro. ¿Se verán superados por las circunstancias o lucharán con las escasas fuerzas que les quedan para salvarse el uno al otro y ganar el mejor premio del mundo: una vida juntos?

 

BASADA EN EYES WIDE OPEN DE RAINE MILLER

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 23: CAPÍTULO 22

Capítulo 22

 

Miré el reloj, deseando poder marcharme del estadio Lord’s Cricket Ground enseguida, pero sabía que me quedaba como mínimo otra hora allí. Jasper acababa de anunciar el tiro con arco y la gente de los medios de comunicación había terminado la transmisión, pero todavía estaban desmontando los puestos y sabía que eso llevaría algo de tiempo. Estaba proporcionando a mi primo un servicio personal, el mismo que daba a los miembros de la casa real, y por ahora todo iba bien. Las eliminatorias individuales masculinas no habían resultado una gran sorpresa y no se me ocurría nada que quisiera más que volver a casa con mi chica y hacer las paces. Esta noche me tocaba retractarme… y yo era bueno en eso.

Jasper venía hacia mí cuando sonó mi móvil. Esperaba que fuera Bella. No había contestado aún a mi mensaje anterior. Sonreí cuando vi su nombre…, pero leí lo que había escrito en el mensaje. No puedo seguir contigo. Edward, anoche nos mataste. Mi Antigua vida es lo que quiero ahora de vuelta… ya no te quiero… ni quiero tener nuestro bebé. Me voy a casa y quiero estar sola… ¡no vengas a por mí ni me llames por Teléfono! Busca ayuda, Edward, creo que Lo necesitas desesperadamente… Bella.

No recuerdo cómo salí de ahí. Sé que Jasper estaba conmigo, así que debió de ayudarme. Mi padre apareció más tarde. Yo quería volver a casa porque el GPS decía que Bella estaba ahí. La última señal registrada de su móvil era de mi piso. Nuestro piso.

Pero no estaba allí.

Cuando descubrí su anillo de compromiso y su móvil en el fondo del acuario de Simba, quise morirme. Era un mensaje alto y claro. Un mensaje cruel y terriblemente doloroso, pero que entendí sin reservas.

Nuestro primer encuentro había sido en el acuario, aunque ninguno de los dos lo supo en ese momento. Bella había visto a Simba antes incluso de conocerme. Habíamos empezado con Simba. Y también terminaríamos con Simba. Qué apropiado.

En cualquier caso, la situación no encajaba en absoluto. Mi lado emocional quería rendirse, pero mi parte pragmática todavía luchaba por razonar sobre toda esta mierda. Lo de anoche había estado mal, sí, pero ¿era digno de una ruptura? Difícilmente. Bella no era cruel. En todo caso, tenía más corazón que la mayoría de la gente. Y era muy sincera. Si hubiese querido dejarlo, me lo habría dicho en persona, nunca mediante algo tan impersonal como un mensaje. El mensaje no era para nada su estilo.

También me había prometido que jamás me enviaría otro «Waterloo». Es cierto que no me había puesto esa palabra en el mensaje, pero me había prometido que nunca más saldría corriendo y me dejaría de esa manera.

Len ni siquiera sabía que Bella se había ido del piso. Me dijo que dejó que el tipo de Fountaine fuera a mi despacho a trabajar en el acuario a las cuatro en punto, como estaba programado. Sobre las cinco y media, Bella le escribió pidiéndole que fuera corriendo al Hot Java a traerle un té especial Masala Chai que le gustaba tomar ahora que estaba embarazada. Len fue a la tienda, pero mientras estaba en la cola ella le llamó y le dijo que no importaba lo del té, dado que yo estaba camino de casa y ya le había comprado algo. Len nos relató que cuando volvió al piso, el tipo de Fountaine al parecer había acabado su trabajo y se había marchado. Pudo escuchar el agua correr en el baño y dio por hecho que Bella se estaba duchando.

Hablé por teléfono con Annabelle y me transmitió un relato de una Bella perfectamente normal, emocionada con echar un vistazo a unas muestras de los regalos de los invitados que habían llegado.

Encontré el velo de su vestido de novia cuidadosamente doblado en una bolsa. Eso no tenía ningún sentido para mí. ¿Por qué estaba emocionada con mirar los regalos para los invitados si me iba a dejar? ¿Por qué había sacado el velo? Encontré incluso su vestido morado sobre la cama, como si hubiera estado escogiendo qué ponerse para la cena. ¿Por qué dejaría preparada la ropa para una cita si estaba pensando dejarme? Y la parte de que no iba a tener mi bebé tampoco cuadraba. Bella lo quería. Ella no se desharía de nuestro niño. Ella ya amaba a nuestro bebé como lo hace una madre. Eso lo sabía con el corazón, sin importar lo que dijera el mensaje.

Lo otro que me hacía de veras sospechar era que la cámara de seguridad de la puerta había fallado mientras Len estaba en la tienda de café. Durante el mismo lapso de tiempo en el que Bella debía de haber salido del piso y en el que el servicio técnico del acuario supuestamente tendría que haberse ido.

Ese tipo de coincidencias simplemente no ocurrían en la vida real. Solo pasaban en la tele.

Llamé a Fountaine y les pregunté a quién habían enviado para reparar el acuario de Simba.

Su respuesta me heló la sangre, que se detuvo de golpe en su camino hacia mi corazón.

—El señor Cullen nos llamó esta mañana para cambiar el día del servicio técnico, señor.

Fue entonces cuando supe que la persona que nos había enviado las fotos de Bella y yo frente a Fountaine había estado en la jodida tienda. Nos había seguido por todo Londres y había permanecido en la tienda, y me había escuchado pedir la cita para el servicio técnico. Le había dado la hora y el lugar, de forma que podía llevarse a mi chica de mi propia casa, a plena luz del día, delante de mis propias narices.

Maldita sea, joder…

Sonó una campana. El profundo y sonoro «clong» de un campanario, en algún lugar de Londres, sonó puntual. Conté siete «clongs» antes de abrir los ojos y me encontré en una habitación extraña, rezando por haber despertado de una pesadilla.

No fue así.

Estaba mareada después de haberme desmayado dos veces. La primera vez no me quedé inconsciente, solo lo suficientemente atontada para que mi secuestrador captara mi atención y me dijera qué tenía que hacer.

Me había obligado a hacerles cosas terribles y crueles a personas que me importaban, a personas que quería. Pero había hecho esas cosas confiando y rezando por poder salvarles la vida. Mi secuestrador no era un extraño para mí. Le conocía desde hacía muchos años, y en todos los sentidos de la palabra. Tampoco era ajeno al asesinato. Había asesinado a gente para llegar a donde estaba ahora. No tenía motivos para pensar que a mí no me mataría del mismo modo. No tenía nada más que perder.

—Mi preciosidad se despierta —susurró a mi lado; movía las manos por mi cuerpo con determinación y podía sentir su aliento en mi cuello.

—No…, por favor, no hagas esto, Karl. Por favor… —le rogué, tratando de empujarle hacia atrás con las manos.

—Pero ¿por qué no? Follamos muchas veces en el pasado. Entonces te gustaba. Sé que te gustaba — tarareó—, y entonces solo era un crío. Ahora sé lo que hago.

Deslizó una mano bajo mi camiseta hasta llegar a mi pecho y apretó. Arrastró su boca por mi cuello y trató de besarme, pero yo cerré los labios y volví la cabeza.

Me agarró con fuerza la barbilla y apretó, girándome hacia él.

—No pienses que podrás hacerte de rogar conmigo, Bella —dijo con voz cruel antes de estampar su boca contra la mía y meter a presión la lengua, tratando de invadirme.

—Karl, estoy embarazada…, no, por favor, ¡para, por favor! —rogué respirando con dificultad.

—Arghhh…, ese engendro bastardo creciendo dentro de ti no es una idea muy agradable, querida, sobre todo cuando estoy intentando follarte. Sabes bien cómo cortar el rollo, desde luego —se quejó

—, pero, bien, tú misma. Puedo esperar.

Karl se apartó de mí y se apoyó en la pared y sus ojos recorrieron mi cuerpo con lascivia. Se ajustó el paquete y me sonrió sarcástico.

— ¿Vas…, vas a matarme? —Traté de no pensar en sus motivos y en qué sucedería si le salía bien.

Luché para mantener la calma y no considerar huir. Necesitaba que Karl confiara en mí un poco para poder llevar a cabo lo que tenía en mente. No huir de él sería el primer paso.

—No lo sé todavía. Quizá sí y quizá no. —Sonrió con maldad—. Si decides que quieres follar más pronto que tarde, házmelo saber. Eso quizá te beneficie, cariño.

Intenté ignorar su comentario.

— ¿Te ha contratado el senador Oakley para matarme? —Mi corazón latía con tanta fuerza bajo mis costillas que dolía.

Echó la cabeza hacia atrás en la pared y se rio.

—El senador es un pelele que no sabe hacer la o con un canuto. Mmm…, no, querida, el senador Oakley no me ha contratado.

—Entonces ¿por qué? ¿Por qué me haces esto, Karl? Tú siempre fuiste… bueno conmigo.

—Que te jodan, perra. En siete años no has sabido nada de mí —contestó con brusquedad, con cara de medio loco. O, mejor dicho, de auténtico loco—. No soy el chico bueno que recuerdas del instituto —me dijo con aire satisfecho, sonriendo mientras hablaba, cambiando su comportamiento por completo, de loco a risueño en cuestión de segundos.

—Entonces dime qué te ha cambiado, Karl. ¿Por qué no eres ya el buen chico que recuerdo? —Hice la pregunta y después permanecí callada. Estudié lo que me rodeaba lo mejor que pude e intenté no pensar en Edward ni en qué estaría haciendo en este momento. ¿Habría descifrado ya mi mensaje? ¿O estaría aún en shock por el dolor de mis palabras, creyendo que ya no le quería?

¡Como si eso pudiera ocurrir jamás!

Si Edward había descifrado mi mensaje oculto, ¿tendría yo alguna oportunidad de darle la única pista que poseía en este momento?

Karl empezó a hablar. A divagar, en realidad. Se perdió en una diatriba sobre cómo mató a Eric Montrose e hizo que pareciera una pelea de bar. Apenas escuchaba. Traté de encontrar un modo de conseguir su móvil, y sabía lo que haría con él en el momento en que lo tuviera. Solo necesitaría un momento. Uno solo. Podría hacerlo en un minuto si surgía la oportunidad.

—Nadie más tenía que morir, ¿sabes?, después de Montrose —dijo.

— ¿Qué quieres decir? —pregunté.

—Es culpa tuya que tuviera que morir más gente. No me apasiona la parte del asesinato, Bella.

Me resulta muy desagradable. —Frunció el ceño y examinó mi cuerpo de nuevo, pensando sin duda en algo con que pasar el tiempo en esta habitación en la que me había encerrado.

—Karl, no…, tú no eres como ellos. Tú no habrías hecho lo que esos chicos me hicieron en la fiesta.

Entornó los ojos un segundo.

—Tienes razón. Fueron unos cerdos por hacerte eso. Violar a una chica que está inconsciente no es mi estilo. —Se bajó de la cama, fue hacia la ventana y miró el cielo oscurecido—. Con el tiempo habrías venido suplicándome por ello.

Mmmm…, no lo habría hecho, maniaco hijo de puta.

Se giró y me miró como si fuese idiota.

—Estaba aquí, en Londres. Tenía todo planeado. Íbamos a quedar otra vez y a empezar de nuevo justo donde lo dejamos hace todos estos años. Habríamos hecho un pacto para hundir a Oakley con la historia de ese vídeo que grabó el mierda de su hijo —explicó como si estuviera hablando con un niño pequeño—. Entonces se lo habríamos vendido al equipo de Oakley, y si no hubiera estado interesado, entonces al equipo rival, y nos habríamos marchado para disfrutar de una vida feliz en algún lugar bonito y tranquilo.

—Entonces ¿qué pasó para que cambiaras de opinión? —pregunté en voz baja.

— ¡Tu puto novio es lo que pasó! —gruñó—. De todos los tíos con los que podrías haber empezado a salir, tuviste que elegir a un tipo de seguridad con conexiones con la jodida familia real y la inteligencia militar británica. Gracias por todo, Bella. ¡Qué bien!

—Pero yo no lo encontré, él me encontró a mí. Mi padre contrató a Edward para protegerme de… —

En el momento en que las palabras salieron de mis labios, la niebla comenzó a disiparse y la verdad sobre el fallecimiento de mi padre me fue revelada.

—Lo sé —dijo Karl sin más; sus ojos oscuros mostraban lo profundas que eran las raíces de su locura.

—Tú mataste a mi padre, ¿verdad? —Luché por aferrarme a algún resquicio de pensamiento o acto racional.

No lo conseguí.

 

— ¿Dónde está? ¿¡DÓNDE COJONES ESTÁ!? —grité a ninguna persona en concreto. Tenía a Jasper, Emmett, Len y a mi padre de pie mirándome a la espera de pautas. Sin embargo, no sabía por dónde empezar.

Necesité todas mis fuerzas para no romperme en pedazos y temblar como un flan por culpa del miedo y la desesperación.

—Hijo, mira esto. Creo que Bella te ha dejado un mensaje oculto. —Mi padre sostenía mi móvil y lo estaba estudiando.

— ¿Qué? ¡Qué pasa! —Le cogí el teléfono y leí de nuevo el mensaje.

—Las mayúsculas —dijo mi padre por encima de mi hombro—, solo están en mayúsculas algunas palabras. Mira el resto.

Las palabras «Edward», «Mi», «Antigua», «Teléfono», «Busca» y «Lo» eran las únicas que empezaban por mayúscula. Mi padre tenía razón. No podía creerlo. Mi chica me había dejado con éxito un mensaje en código a pesar de la coacción del secuestro. Cerré los ojos y recé para que ocurriese otro milagro.

—Y otras palabras que deberían estar en mayúscula las ha dejado en minúscula, como tu nombre…

— ¡Sí, papá, lo he cogido! —le corté y corrí hacia el cajón de mi mesa, en el que hurgué hasta que localicé su móvil antiguo. Lo enchufé al cargador y lo encendí. La espera mientras se ponía en funcionamiento fue una tortura.

No había nada nuevo en él. Mi excitación se vino abajo, pero al menos ahora surgía algo de esperanza. Una pequeña probabilidad por la que apostar. Un hilo del que podía tirar y ver las cartas que había debajo. Entendía ese tipo de probabilidades. Un mensaje significaba esperanza. Un mensaje significaba que estaba viva. Y si tenía que apostar por Bella, estaba seguro de que ella lucharía hasta su último aliento para ganar. Mi chica era así, y ahora mismo no había nadie en quien tuviera más fe que en ella.

—Me ha enviado un mensaje cifrado —dije otra vez, a nadie en particular, todavía anonadado de que hubiera reaccionado tan rápido en una situación terrible.

Subí el volumen y dejé su precioso móvil cargándose en la mesa de mi despacho. Me senté y observé cómo su luz parpadeaba de forma intermitente. Tenía que hacerlo. Mi chica iba a llamarme y a decirme dónde estaba para que pudiera ir a por ella y traerla de vuelta. Vamos, nena…

Cada hora que pasaba era un siglo para mí. Después me vino a la mente que no me habían entrado ganas de fumarme un cigarrillo mientras esperaba a que mi chica me enviara un mensaje desde dondequiera que estuviese. No pensaba en coger uno, ni en su sabor, ni siquiera sentía el mono de nicotina. Nada de eso. Jamás en mi vida volvería a coger un cigarro si eso me devolvía a Bella sana y salva. No era prometer mucho, lo sé. En realidad era patético. Pero era todo lo que tenía para apostar.

Recé a mi ángel y le pedí otro milagro y esperé que me escuchara por segunda vez en mi vida.

Mamá, necesito otra vez tu ayuda…

Y entonces llegó una foto en un mensaje que emitió el sonido más maravilloso que jamás había escuchado. Abrí el mensaje y me quedé mirándolo, asimilando lo que acababa de enviarme.

Bella estaba jugando sus cartas en una situación de vida o muerte y había aumentado la apuesta poniendo sobre la mesa una cantidad enorme que podía acabar de cualquier forma. La quería muchísimo por hacerlo y sentí que mi corazón podía estallar en cualquier momento. Mi chica había jugado sus cartas con el instinto de una jugadora experta. Por supuesto que lo hacía, ella era mi chica.

— ¿Papá? —Le tendí el móvil con la mano temblorosa—. ¿Dónde está ese campanario? Debes saber dónde está. Llévame ahí ahora mismo. Bella puede verlo desde donde acaba de hacer la foto.

 

Capítulo 22: CAPÍTULO 21 Capítulo 24: CAPÍTULO 23

 
14443905 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10761 usuarios