2ª PARTE EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 61
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Capítulos: 26


Grandes sorpresas les aguardan a Edward y Bella mientras intentan hacer frente a lo que les ha deparado la vida. Los demonios del pasado amenazan con destrozar la apasionada relación que han construido, a pesar de que se juraron que nada les separaría. Una pérdida, devastadora y terrible, sumada a la posibilidad de un nuevo futuro les abre los ojos y les hace ver lo que es realmente importante pero ¿podrá esta pareja de enamorados seguir adelante y dejar atrás las dolorosas historias que los persiguen?
Un acosador sigue merodeando entre las sombras, tramando una conspiración aprovechando el ajetreo y la distracción de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Bella y Edward están a punto de perderlo todo a medida que aumenta la situación de peligro. ¿Se verán superados por las circunstancias o lucharán con las escasas fuerzas que les quedan para salvarse el uno al otro y ganar el mejor premio del mundo: una vida juntos?

 

BASADA EN EYES WIDE OPEN DE RAINE MILLER

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Capítulo 11: CAPÍTULO 10

Capítulo 10

 

 

Cuando abrí la puerta del baño para salir, con la prueba de embarazo en la mano, Edward aún estaba donde le había dejado cuando la cerré en su sonriente cara. Dios, cómo le quería por intentar bromear y hacer que esta estresante situación fuera un poco más llevadera. Por lo que veía, diría que estaba llevando la posibilidad de ser padre muy bien.

De hecho, casi parecía desear que estuviese embarazada. Me preguntaba por qué, y definitivamente podía decir que en esto él y yo no teníamos la misma mentalidad en absoluto. Para nada. Edward era mucho mayor. Ocho años mayor. Años que marcaban una gran diferencia cuando nos enfrentábamos a las inminentes posibilidades del matrimonio y una familia. La vida estaba pasando demasiado rápido y me aterrorizaba. Lo único que me impedía volverme loca era su actitud ante la situación de que podíamos hacer esto.

Aún no sabía realmente cómo era posible que me hubiese quedado embarazada. Tenía unas cuantas preguntas para mi médico, eso estaba claro. Como, por ejemplo, ¿cómo narices pueden fallar las píldoras anticonceptivas cuando nunca se me ha olvidado ninguna y llevaba años tomándomelas religiosamente?

Me rodeó con el brazo y me acompañó con el aparato del suero de vuelta a la cama.

— ¿Has estado aquí esperando? —Le eché una mirada furtiva.

—Por supuesto que sí —dijo Edward, y me cogió la barbilla y la mantuvo elevada para que mis labios se encontraran con los suyos en un beso lento, deliberado y muy apasionado. Lo necesitaba. Siempre parecía saber cuándo precisaba afecto y consuelo y era muy generoso repartiéndolo.

Le puse el test de embarazo en la mano y observé cómo se le abrían los ojos.

—Quiero que lo mires tú primero. Lo miras y luego me lo dices. Tarda unos minutos en dar el resultado. —Mi voz sonaba trémula, así era como me sentía.

Él me sonrió.

—Vale. Puedo hacerlo. Pero primero mi chica tiene que volver a la cama.

Me besó en la frente y luego dejó el test en la mesilla de noche y ahí se quedó. Me metió en la cama, se volvió a quitar los vaqueros y trepó junto a mí. Me acercó a él y nos acomodó igual que estábamos antes. Apoyé la cabeza en su pecho y puse una mano sobre sus duros músculos. Tenía mucho que decir, pero apenas sabía por dónde empezar. Mejor hacerlo por la parte más importante de mi discurso.

— ¿Edward?

— ¿Sí?

—Te quiero mucho.

En el instante en que susurré esas palabras todo su cuerpo se relajó. Noté cómo su dureza se ablandaba y supe que había estado esperando que hiciera esa declaración, probablemente desde hacía bastante tiempo, a lo largo de las muchas horas de este día-barra-pesadilla. Sabía que no podía decir esas palabras tan a menudo y con la facilidad de Edward y, aunque trataba de demostrárselo, me di cuenta de que se lo ocultaba un poco, y no estaba bien hacerle eso. Me esforzaría por él.

—Yo también te quie…

Lo hice callar con los dedos sobre sus labios y levanté la cabeza.

—Sé que me quieres. Me lo dices todo el tiempo. Se te da mejor que a mí expresar tus sentimientos y quiero que sepas que me doy cuenta. Lo veo en cómo me cuidas y en cómo me tocas y en cómo me lo demuestras estando ahí cuando te necesito. —Respiré hondo.

—Bella…, es la única forma…

—Por favor, déjame terminar. —Volví a poner los dedos en sus labios—. Necesito decir esto antes de que miremos el test de embarazo y me derrumbe por completo, porque estoy segura de que lo haré sea cual sea el resultado.

Sus ojos azules decían infinidad de cosas, aunque su boca se mantuviera cerrada. Me besó los dedos, que aún cubrían sus labios, y esperó a que continuara.

Volví a respirar hondo.

—Es la última vez que salgo huyendo de ti. No volveré a hacerte daño con un «Waterloo». Ha sido horrible marcharme así y estoy muy avergonzada por haber sido tan débil y egoísta. He actuado como una niñata y ni siquiera puedo imaginar lo que tu familia piensa de mí ahora mismo. Deben de estar rezando para que no esté embarazada, y solo se trata de una gripe horrible, porque estoy segura de que me ven como una loca americana que está intentando echarte el anzuelo…

—No. No, no, no, no, no piensan eso —interrumpió él mientras sus labios encontraban los míos y silenciaban mi discurso para siempre. Me hizo rodar debajo de él, con mucho cuidado con mi muñeca izquierda, y me estiró el brazo hacia arriba para que no me lo golpeara. Muy propio de Edward. Hacerse cargo de mí de la única forma que sabía… y de la forma en que lo necesitaba. ¿Cómo lo sabíasiempre?

Me besó concienzudamente, me inmovilizó debajo de él y se adentró hondo con la lengua, haciendo un movimiento circular una y otra vez alrededor de la mía. Se apoderó de mí la misma maravillosa sensación de ser invadida que tenía cada vez que estábamos juntos. Su necesidad de estar dentro de mí sumada a mi necesidad de tenerlo allí.

Levantó la cabeza y me mantuvo debajo de él, apoyando su cuerpo con una mano y sosteniéndome la barbilla con la otra. Ahora tenía la cara seria.

—Sé la verdad, Bella. He estado contigo desde el primer día, ¿recuerdas? Sé lo mucho que tuve que esforzarme para conseguirte. —Agachó la cabeza y arrastró su barba incipiente por mi cuello para lamerme debajo de la oreja—. Te deseaba entonces, te deseo ahora y te desearé siempre —susurró entre mordisquitos por el cuello y la garganta, mientras volvía a mi boca para devorarme otra vez.

Florecí bajo sus íntimas caricias y encontré la forma de llegar a donde necesitaba estar.

Él retrocedió y sus hermosas y duras facciones reflejaron las sombras de la única lámpara de la habitación. Y allí mismo, a altas horas de la noche, sumidos en una situación que tenía el poder de cambiar nuestras vidas para siempre, mi Edward pronunció las palabras más perfectas que existen.

—Ojalá pudiera hacerte el amor ahora mismo. Ahora. Antes de que sepamos lo que dice…, porque no cambiará nada de lo que siento aquí… por ti. —Me cogió la mano derecha y se la puso en el corazón.

—Sí, por favor —alcancé a decir antes de caer en un lugar tan profundo de mi amor por él que me dejaba expuesta. Lo que teníamos él y yo era verdaderamente irreversible.

Se levantó y se sentó sobre sus rodillas. Sus penetrantes ojos azules me pedían permiso, porque así es como él era siempre conmigo. Edward sabía lo que quería y lo tomaría de mí, pero necesitaba saber si yo estaba dispuesta.

Lo estaba. No hubo intercambio de palabras porque no eran necesarias. Realmente no.

Levanté el otro brazo despacio para igualarlo con el izquierdo y arqueé la espalda para ofrecerme a él como sé que le encanta. Me entregué a su cuidado y sabía que nos llevaría a un lugar donde podríamos estar así juntos de la forma que entendíamos tan bien.

Se quitó la camiseta y la tiró. Mis ojos se empaparon de sus esculturales abdominales y las sólidas curvas de sus deltoides y bíceps. Podría mirarle durante horas y nunca me cansaría.

Tiró de mi camiseta hacia arriba, me la pasó por encima de la cabeza y la dejó apelotonada alrededor de mi brazo izquierdo. Tendría que quedarse ahí, porque yo seguía conectada a la vía. Bajó las manos, planeando sobre mi piel, sin tocarla mientras me miraba de arriba abajo. Me recordaba a un pianista justo antes de empezar a tocar una pieza. Era precioso de ver.

Se inclinó sobre mí, empezando por el hueco de la garganta y siguiendo a continuación hacia abajo tan lejos como pudo. Arrastró su lengua despacio sobre mi esternón, por mi estómago y hasta mi ombligo, donde prestó especial atención a la hendidura. No se acercó a mis pechos y esa obvia evasión me hizo vibrar por él, mi cuerpo totalmente encendido anhelando sus caricias.

Levantó la vista de mi ombligo justo antes de alcanzar la cinturilla de mis mallas. Descendió con la lengua mientras sus manos me bajaban las mallas, trazando una línea recta, para lamerme el sexo. Su lengua empujó entre los pliegues y encontró mi clítoris excitado y deseoso de él. Me doblegué fuera de la cama y gemí mientras me devoraba con sus labios y su lengua hasta el borde del orgasmo.

—Todavía no, preciosa —dijo con voz ronca contra mi sexo, aminorando los golpes de su lengua para mantenerme al borde del clímax sin llegar a alcanzarlo. Apoyó la palma de la mano sobre mi estómago y con la otra se las arregló para quitarme del todo las mallas con un poco de ayuda de mis caderas elevadas.

Me separó una pierna, la levantó con una mano a la vez que emitía un sonido de puro deseo carnal y miró cómo me abría para él, con la otra mano aún colocada sobre mi vientre. Edward me tenía totalmente expuesta y desnuda, inmovilizada bajo sus manos, cuando descendió otra vez y hundió la lengua dentro de mí y me penetró tan hondo como pudo. Hizo magia con esa lengua suya y me sentí caer al vacío a medida que mi cuerpo rozaba el orgasmo. Podría haber muerto si no me lo hubiese dado.

—Dímelo ahora —ordenó con una brusca respiración junto a mi sexo.

De nuevo lo entendí. Sabía exactamente lo que quería escuchar.

— ¡Te quiero, Edward! Te quiero. Te quiero mucho… —declaré entre sollozos, apenas capaz de formar palabras perceptibles.

Pero me escuchó.

Edward envolvió su perfecta lengua alrededor de mi perla y lamió fuerte. Exploté como una bomba nuclear, despacio al principio y luego una pausa de ebullición antes del estallido incendiario que me hizo pedazos. Pedazos de mí que solo un hombre podía recoger y ensamblar de nuevo. Solo Edward podía hacerlo. Esta verdad la entendía incondicionalmente. El único que tenía el poder de desarmarme era el mismo que poseía el poder de volver a recomponerme.

Los ojos azules de Edward planeaban sobre mí cuando abrí los míos. Había vuelto a ascender por mi cuerpo, su mano donde acababa de estar su boca: sus largos dedos se deslizaban lentamente dentro de mí mientras el pulgar presionaba el núcleo de emociones y desencadenaba una ardiente sensación de placer.

Seguí flotando, aún respirando con dificultad, mirando y aceptando su beso y sus íntimas caricias.

El sabor a mí en sus labios siempre me hacía sentir querida. Como si quisiera compartir su experiencia conmigo. Sacó los dedos de donde habían estado clavados, los sumergió, curvados, en mi boca y los deslizó por la lengua. Era intimidad añadida a más intimidad. Edward me susurró cosas eróticas sobre el aspecto que tenía, sobre mi olor, mi sabor y sobre lo que me iba a hacer a continuación.

Pero yo estaba impaciente por recibir más, especialmente porque sentía su sexo duro y enorme contra mi pierna y me había dado cuenta de que se había quitado los calzoncillos en algún momento.

Intenté acercarme girando las caderas contra su rígido miembro. Él se rio entre dientes y susurró algo sobre que se tomaría su tiempo para dármelo.

Volví a pensar que para entonces podría estar muerta.

—Mi Edward… —Intenté tocarlo con la mano, pero él me arrastró el brazo de vuelta por encima de mi cabeza y me echó una mirada que no necesitó traducción. Giré la cabeza de un lado a otro, necesitaba más y estaba desesperada.

—Dime lo que quieres —canturreó contra mi cuello.

Me arqueé otra vez, tratando de unirnos, pero Edward controlaba la velocidad.

—Quiero…, quiero sentirte dentro de mí —le supliqué.

—Mmmm…, lo tendrás, nena —cantó con voz ronca—. Ahora lo tendrás. Voy a darte mi polla muy…, muy… despacio. Tan despacio y profundamente que sentirás cada molécula mía… dentro de ti.

Me moriría.

Noté que cambiaba de posición entre mis piernas y me abría más, su dura envergadura ya balanceándose lentamente contra mi piel empapada, pero aún sin penetrarme. Sabía lo que estaba haciendo. Estaba saboreando, prolongando la expectación, regalándome cada pequeña sensación de tacto y placer, tan despacio, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Tenía a un dulce y muy paciente Edward amándome esta noche.

Se apoyó con las manos y fue contoneando las caderas poco a poco con un movimiento lento y controlado mientras la punta de su pene me embestía con golpes minúsculos y besaba mi acalorado sexo una y otra y otra vez. Su cuerpo palpitaba sobre mí y nos miramos a los ojos enardecidos cuando agachó la cabeza para juntar su frente con la mía. Solo una vez que establecimos esa conexión empujó con fuerza dentro de mí hasta el final y sucumbió a la consumación del acto, enterrándose todo lo que pudo mientras el jadeo más erótico salía de su garganta.

Grité por la gloria del momento.

Edward encontró de nuevo mis labios y hundió la lengua al ritmo de las elegantes embestidas de su sexo, tomándose su tiempo para llevarme con él. Sabía que aguantaría hasta que me volviera a correr o estuviese a punto.

Su ritmo se incrementó de forma constante y contraje los músculos internos todo lo que pude a su alrededor, intentando abarcar cada pedazo de él. Supe que estaba funcionando cuando se tensó aún más y empezó a respirar con brusquedad con cada empujón. Los sonidos que emitía me parecían preciosos y se me metían en la cabeza junto con los apasionantes latidos de mi sexo propulsándome hacia otro clímax.

Cuando me cubrió un pezón con la boca y tiró del otro con un suave pellizco de repente sentí que me estrellaba incontrolablemente como hace un maremoto, llevándoselo todo a su paso. Edward me miró fijamente mientras estallaba con un rugido estremecedor y me llenaba de calientes ráfagas con unas últimas acometidas furiosas y rápidas antes de aminorar la velocidad a suaves rotaciones que sonsacaron las últimas gotas de placer entre nosotros hasta caer en una calma total.

Ahora estaba llena de él y no quería que esa sensación desapareciera. Deseaba quedarme así para siempre. En ese momento me parecía que para siempre era una maravillosa posibilidad.

Pero él rodó hasta quedarse boca arriba y me llevó con él hasta que estuve encima, mi muñeca izquierda completamente intacta después de todo lo que habíamos conseguido. Ahora me permitió usar las manos para tocarlo. Se las puse en el pecho y las extendí, sintiendo los fuertes latidos de su corazón contra mis palmas.

Él me cogió la cara y me besó durante un rato, mientras me susurraba que era suya, lo mucho que me quería independientemente de lo que sucediera en nuestras vidas y que nunca dejaría de quererme.

Me pasó la mano por la espalda, siguiendo la columna vertebral arriba y abajo.

Después conmigo aún en sus brazos, murmuró con un suave roce de sus labios con los míos:

—No te duermas todavía.

—No lo haré.

— ¿Estás preparada?

Asentí con la cabeza y susurré:

—Sí.

—Y nada nos va a cambiar.

Nada cambiará que nos queremos —aclaré.

—Desde la primera vez que te escuché hablar supe que además de belleza tenías cerebro —dijo guiñándome el ojo.

Alcanzó la prueba de embarazo, que descansaba en la mesita, y la puso a la luz.

Se me aceleró el corazón, y no era por los preciosos orgasmos.

—Sale un signo menos para negativo y un signo más para positivo —solté.

Edward me miró levantando una ceja.

—Gracias por la aclaración. Creo que esa parte me la podría haber imaginado, nena.

Dirigió la vista hacia el test de embarazo con los ojos entornados.

Apoyé la mejilla en su pecho y traté de respirar.

Miró el test y luego sus manos empezaron a moverse lentamente arriba y abajo por la curva de mi columna como antes.

Me pareció que habían pasado siglos, pero él se mantuvo en silencio mientras me acariciaba la espalda distraídamente con la mano, aún conectados, su sexo todavía enterrado dentro de mi cuerpo incluso en su estado medio duro, hasta que no pude soportar otro segundo de espera.

— ¿Qué dice? —susurré.

—Tienes que mirarme.

La falta de confianza en mí misma que había conocido durante años, con la que tenía una relación estrecha y personal, volvió sigilosamente para sembrar el caos en todas las buenas sensaciones que acabábamos de disfrutar juntos. Ese miedo casi me paralizó, pero Edwrad no lo permitiría. Continuó acariciándome, e incluso me dio algún empujoncito para liberarme del miedo que me inmovilizaba.

—Olvídate de todo lo demás y mírame, Bella.

Tomé un trago de valentía y levanté la vista.

Desde el primer momento que conocí a Edward, sus sentimientos siempre fueron evidentes, desde las expresiones de su cara al tono de su voz y su lenguaje corporal. Resultaba fácil saber si estaba satisfecho, molesto, relajado, excitado o incluso contento. La expresión de Edward contento no era muy frecuente, pero la había visto lo suficiente como para reconocerla.

Cuando miré a la cara que me estaba mostrando ahora, estuve segura de una cosa.

Mi Edward estaba contento, realmente contento por el hecho de que iba a ser padre.

 

Capítulo 10: CAPÍTULO 9 Capítulo 12: CAPÍTULO 11

 
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