2ª PARTE EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 61
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Capítulos: 26


Grandes sorpresas les aguardan a Edward y Bella mientras intentan hacer frente a lo que les ha deparado la vida. Los demonios del pasado amenazan con destrozar la apasionada relación que han construido, a pesar de que se juraron que nada les separaría. Una pérdida, devastadora y terrible, sumada a la posibilidad de un nuevo futuro les abre los ojos y les hace ver lo que es realmente importante pero ¿podrá esta pareja de enamorados seguir adelante y dejar atrás las dolorosas historias que los persiguen?
Un acosador sigue merodeando entre las sombras, tramando una conspiración aprovechando el ajetreo y la distracción de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Bella y Edward están a punto de perderlo todo a medida que aumenta la situación de peligro. ¿Se verán superados por las circunstancias o lucharán con las escasas fuerzas que les quedan para salvarse el uno al otro y ganar el mejor premio del mundo: una vida juntos?

 

BASADA EN EYES WIDE OPEN DE RAINE MILLER

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Capítulo 13: CAPÍTULO 12

Capítulo 12

 

La preciosa pluma color turquesa de la doctora Roswell emitía el sonido más maravilloso del mundo sobre su cuaderno a medida que tomaba notas.

—La universidad no puede cambiar el programa por mí. Tendré que hacer las prácticas de restauración en algún momento. Pero aceptaron darme permiso para faltar a Rothvale y han aprobado mi sustitución en algunos trabajos de investigación.

— ¿Y cómo te sientes con respecto a eso? —Sabía que iba a preguntármelo.

—Humm… Estoy decepcionada, por supuesto, pero no tenía elección. —Me encogí de hombros—.

Es raro, pero aunque esté muerta de miedo por tener este bebé, me da más miedo hacer algo que pueda dañar a mi hijo.

La doctora Roswell me sonrió.

—Vas a ser una madre maravillosa, Bella.

Bueno, eso aún está por ver.

—No tengo ni idea de cómo ser madre ni de cómo he llegado a esta situación. —Alcé las manos—.

Ni siquiera reconozco mi vida comparada con cómo era hace dos meses. No sé si seré capaz de conseguir el trabajo para el que me he preparado todos estos años. Hay muchas cosas que no sé.

—Eso es muy cierto. Pero te aseguro que es así para todo el mundo, en cualquier parte.

Reflexioné acerca de esa afirmación tan sabia y elocuente. Esa mujer podía decir tanto con tan poco… ¿Cómo podríamos cualquiera de nosotros predecir el futuro o saber en qué vamos a acabar trabajando? Es imposible saberlo.

—Sí, supongo —dije al final.

— ¿Y qué pasa con Edward? No has hablado mucho acerca de lo que él quiere.

Pensé en él y en lo que podría estar haciendo en ese preciso instante. Trabajar duro para mantener a salvo a todas esas celebridades en las Olimpiadas, dando órdenes en las reuniones, más órdenes en las videoconferencias y estresándose. Me preocupaba por él pero nunca se lo diría. Simplemente se centraba en sus cosas sin quejarse. Pero sus pesadillas siguen ahí, ¿sí o no?

—Oh, Edward es muy práctico con todo esto. Me ha mostrado su apoyo desde el primer momento. No parecía asustado ni atrapado ni… nada por el estilo. Sinceramente, esperaba que lo hiciese. No nos conocemos desde hace mucho, y la mayoría de los hombres saldrían huyendo en dirección contraria al tener que enfrentarse a un embarazo no planeado, pero él no. —Negué con la cabeza—. Él insistió en que no rompiésemos. Me dijo que no podría hacerlo. Que el bebé y yo somos su prioridad ahora.

Me sonrió de nuevo.

—Parece que está encantado y eso debe darte cierta seguridad.

—Desde luego. Quiere que nos casemos tan pronto como podamos organizarlo cuando terminen las Olimpiadas. Quiere que hagamos público el compromiso. —Me miré el regazo—. Yo he estado posponiendo esa parte y eso no le hace mucha gracia.

Anotó algo e hizo la siguiente pregunta sin levantar la mirada:

— ¿Por qué crees que eres reticente a anunciarlo públicamente?

—Oh, Dios…, no lo sé… La única manera que se me ocurre para describirlo es como una sensación de impotencia, una falta de control en mi vida. Es como si me llevase la corriente. No estoy luchando por mantenerme a flote o en peligro de ahogarme, pero no puedo salir de ella. La corriente me arrastra y me lleva a lugares a los que nunca creí que llegaría. —Comencé a emocionarme un poco y deseé no haberle dicho nada, pero era demasiado tarde. Las verdades empezaron a brotar de mi interior—. No hay marcha atrás. Tan solo puedo seguir adelante, me guste o no.

— ¿Quieres abandonar? —La doctora Roswell me ofrecía opciones, tal y como supe que haría—.

Porque no tienes por qué tener el bebé, o prometerte, o casarte, o cualquiera de esas cosas. Lo sabes, Bella.

Sacudí la cabeza y miré hacia mi barriga. Pensé en lo que habíamos creado y me sentí culpable por haber confesado en voz alta mis preocupaciones.

—No quiero abandonar. Amo a Edward. Él me dice que me quiere todo el tiempo. Y le necesito… ahora.

—Bella, ¿te das cuenta de lo que acabas de decir?

Me encontré con su mirada sonriente y supe que iba a soltar el resto.

—Necesito a Edward. Le necesito para todo. Le necesito para poder ser feliz y para que sea el padre de este bebé que hemos concebido, y para quererme y cuidarme…

Mi voz se fue apagando hasta convertirse en un sollozo que sonó tan patético que me odié en ese instante. La doctora Roswell habló con suavidad.

—Da mucho miedo, ¿verdad?

Las lágrimas empezaron a caer y cogí un pañuelo.

—Sí. —Sollocé. Tuve que tomarme un segundo para seguir hablando—. Le necesito tanto…, y eso me hace totalmente vulnerable… ¿Y qué haré si algún día decide que ya no me desea?

—A eso se le llama confianza, Bella, y es de lejos lo más difícil de conseguir.

Tenía razón.

Cenar sola era un asco. Pero no me quejaría a Edward. Entendía lo ocupado que estaba en el trabajo y había tenido un montón de eventos nocturnos últimamente. Limpié los restos de la cena, que consistió en una sopa de verduras y pan francés, que por ahora permanecían en mi estómago. Gracias a los antieméticos, porque estoy segura de que si no ya estaría muerta. Parecía que con comida muy ligera y tomando las medicinas con regularidad era capaz de dejar atrás los vómitos la mayor parte del tiempo.

Tanto Freddy como el doctor Burnsley dijeron que padecía algo llamado hiperémesis gravídica, o, en cristiano, náuseas severas matutinas. En mi caso comenzaron como náuseas nocturnas y deshidratación seria, y con el tiempo podría causar malnutrición si no me lo trataba. Maravilloso. Así que no hace falta que diga que estaba haciendo todo lo posible por comer.

Había recibido un mensaje de texto de Edward hacía una hora en el que me decía que llegaría tarde a casa y cenaría en la oficina. Lo entendí, pero eso no significaba que tuviese que gustarme. Las Olimpiadas eran un evento enorme y resultaba apasionante ver cómo iban tomando consistencia los preparativos para la ceremonia de inauguración. De verdad entendía las obligaciones a las que Edward estaba sometido en el trabajo y me hacía sentir mejor saber que él lo odiaba tanto como yo, si no más.

Me decía todo el tiempo lo mucho que desearía poder quedarse a una de mis cenas caseras y achucharnos frente a la televisión y hacer el amor como postre.

Sí, a mí también.

Era un manojo de emociones y lo sabía. Estaba sola y con las hormonas a flor de piel, y muy necesitada en estos momentos. Odiaba sentirme necesitada. Miré con anhelo la cafetera Miele, que debía de costar más que mi colección de botas, y me enfurruñé mientras pasaba el trapo a la encimera de granito. No poder tomar apenas café en los próximos seis meses iba a ser tan horrible como la solitaria cena de hoy. No me iba el descafeinado e imaginarme la tortura de aguantar con una sola taza diaria no merecía la pena.

En su lugar estaba buscando mi zen interior y acrecentando mi relación personal con los tés de hierbas. Los de frambuesa y mandarina habían resultado una grata sorpresa, he de admitirlo. Preparé una taza del de frambuesa y llamé a Jacob.

—Hola, reina.

—Te echo de menos. ¿Qué haces esta noche? —pregunté, esperando no sonar muy patética.

—Ricardo ha venido y acabamos de hacer la cena.

—Ah, entonces ¿por qué has cogido el teléfono? Debes de estar ocupadísimo con otras cosas.

Perdona por interrumpir, tan solo quería darte un poco de cariño.

—No, no, no, gordi. No tan rápido. ¿Qué te ocurre? —Jake era sin lugar a dudas el hombre más intuitivo del planeta. Podía percatarse de la más mínima insinuación y desarrollar los posibles escenarios. Le he visto en acción las veces suficientes como para saberlo.

—No me ocurre nada —mentí—. Estás ocupado y tienes compañía. Llámame mañana, ¿vale?

—No. Ricardo está solucionando un par de asuntos de negocios por teléfono. Empieza a hablar. —

Suspiré. ¿Por qué había llamado a Jake?—. Estoy esperando, querida. ¿Qué te ocurre?

—Jake, estoy bien. Todo va bien. Acabo de mudarme con Edward y él está saturado de trabajo con la preparación de los Juegos. Yo estoy con mis cosas.

—Así que estás sola esta noche. —Jake iba a pedirme detalles, uno tras otro. A veces soy estúpida.

—Sí. Él está muy liado ahora con las reuniones de la organización.

— ¿Y por qué narices no me llamaste? Te habría llevado a dar una vuelta.

—No, tú tienes planes con el maravilloso y guapo Ricardo, ¿recuerdas? De todos modos, no me apetece mucho salir estos días.

— ¿No te encuentras bien?

Joder.

—No, Jake, de verdad que estoy bien. Lo único es que estaba sola en casa y echaba de menos a mi amigo y quería oír su voz, eso es todo. No hemos hablado desde la sesión de fotos que me hiciste con las botas.

—Oh, Dios, son preciosas. Te enviaré algunas de las pruebas a tu e-mail.

—Me muero de ganas de verlas. —Y me moría de verdad, pero seguro que Edward no. Aún mostraba su desaprobación a mis posados, pero no iba a ceder en eso. Especialmente ahora. Si no podía trabajar en el Rothvale con los cuadros, entonces podía estar segura de que iba a tener mucho tiempo para mi otro trabajo como modelo. Al menos ahora, antes de que mi cuerpo se volviera enorme. Esperaba incluso hacer un par de sesiones embarazada. Era algo que se me pasaba por la mente, aunque no pudiera compartir mis novedades con nadie. Jake no sabía nada todavía, tampoco Alice. Ambos me iban a matar por no contárselo.

—Así que te has mudado con Cullen, ¿no es así?

—Sí, Jake, lo he hecho. Edward me lo pidió. Después de lo que ocurrió en la Galería Nacional la noche de la gala Mallerton, tomamos la decisión. Mantengo el alquiler de mi piso para ayudar a Alice hasta final de año, pero sí, ahora vivimos juntos.

— ¿Cuándo es la boda? —preguntó Jake en tono soñador.

Me eché a reír.

— ¡Para!

—Hablo en serio, chica. Vas directa a ello, y si sé algo seguro es que ese Cullen te quiere bien y mucho, querida.

— ¿De verdad se lo notas?

Jake se echó a reír al otro lado del teléfono.

—Tienes que estar ciego para no verlo. Me alegro por ti. Te lo mereces, y mucho más.

Oh, aquí viene.

—Me echaré a llorar si pronuncias una sola palabra más, Jake, lo digo en serio. —No mentía esta vez. Parecía haber captado mi estado y alegró el tono.

—Tienes que dejarme ayudarte a elegir tu vestido. Prométemelo —me rogó—. Vintage, a medida, con el encaje hecho a mano. —El tono soñador había vuelto—. Parecerás una diosa, lo sabes, si te pones en mis manos.

Sonreí y pensé en lo mucho que se sorprendería Jake si supiese que él y Edward estaban de acuerdo en ese tema.

—No diré una palabra, malvado. Tengo que dejarte, pero me ha encantado escuchar tu voz. He estado sin ella mucho tiempo.

—Yo también, preciosa. Mándame un mensaje de texto con tus días libres y déjame que te lleve a almorzar la semana que viene.

—Lo haré, Jake. Te quiero.

Vaya, eso ha estado cerca, pensé al pulsar el botón de colgar. Mejor no llamar a Alice. Y eso era extensible a papá, mamá y la tía Marie. Con tan solo mirarme, Alice sería capaz de planearme todo el embarazo y tener el hospital listo. Sabía que no podría ocultarlo mucho más tiempo. Edward me estaba presionando con lo del anuncio de nuestro compromiso y si algo sabía sobre Edward era que generalmente conseguía lo que quería.

No tenía suficiente todavía y lo siguiente que hice fue entrar en mi Facebook.

En el buzón había un mensaje de Jessica, mi compañera de instituto. Habíamos estado en contacto a través de Facebook desde que me mudé a Londres. No tenía muchos amigos en mi página y lo mantenía muy privado. Edward lo había comprobado en profundidad y había dado su aprobación. Me dijo que la amenaza estaba en gente que ya me conocía, que sabía dónde vivía y trabajaba, así que tener una cuenta de Facebook no importaba mucho de todos modos:

Jessica Stanley: Hola, guapa, ¿cómo estás? Yo sigo con el mismo trabajo y la misma vida, y no adivinarías con quién me topé hoy. Karl Westman, de Bayside. ¿Te acuerdas de él? ¡Aún está megabueno! Jajaja. Me pidió mi número de teléfono: Karl ha estado trabajando en Seattle. Me encontré con él en el gimnasio. Todavía voy a First Fitness cerca de Hemlock. Veo a tu padre allí a veces. ¡Y tenemos el mismo entrenador personal! Tu padre es un amor y está muy orgulloso de ti. A Habla de ti todo el tiempo y dijo que seguías con lo de modelo y que te encantaba. Me alegro por ti, Bella. ¡Me encantaría volver a verte! ¿¿Cuándo vas a volver a  visitarnos?? c Jess

Vaya, eso sí que fue una bofetada del pasado. No Jessica, sino Karl. No creo que ella lo recuerde, pero desde luego yo sí. Karl fue el chico con el que salí durante un tiempo una vez que Lance se marchó a la universidad. Karl, el que hizo que Lance se pusiera terriblemente celoso cuando descubrió que yo no me había quedado esperando a que volviese de la universidad para echar un polvo, o eso fue lo que me contaron. La razón por la que Lance y sus colegas abusaron de mí en la mesa de billar y pensaron que sería divertido grabarlo en vídeo.

Nunca volví a ver o a hablar con Lance, ni siquiera con Karl. Sé que este intentó ponerse en contacto conmigo un par de veces antes de que me enviasen a Nuevo México, pero yo no quería verle, ni a él ni a ninguno de mis viejos amigos, a excepción de Jessica. No podía regresar a ese lugar; esa era la misma razón por la que no había vuelto a mi ciudad natal en cuatro años. No tenía intención de regresar nunca.

Era raro pensar en todo eso de nuevo. No sentía rencor hacia Karl, sencillamente no sentía nada. En realidad Karl me había tratado bastante bien, considerando mi reputación en el instituto, pero me encerré en mí misma tras el incidente y no era capaz de mirar a los ojos a nadie que hubiese visto esas imágenes de mí en ese vídeo. Me pregunto qué pensó Karl cuando lo vio. ¿Intentaba consolarme porque sentía lástima por lo que había ocurrido o estaba buscando un poco de acción conmigo? Quién sabe. Estoy segura de que no lo sabía entonces, ni me importaba. Estaba demasiado ocupada buscando salir de esa vida.

Escribí un mensaje muy pero que muy feliz y agradable a Jess deseándole buena suerte con él y salí de Facebook. Ahora tenía una nueva vida. En Londres…, con Edward… y el bebé que iba a tener.

 

Emmett se sentó frente a mí y parecía más afectado de lo que le había visto en toda mi vida.

No le culpaba, en realidad. Decirle que ya no necesitábamos preocuparnos de si habían envenenado la comida o la bebida de Bella en la gala había sido tan solo el principio de su conmoción.

— ¡No me jodas!

—He esperado una semana para decírtelo. Aún no se lo hemos contado a nuestras familias y ella lo está pasando muy mal con las náuseas.

Giró la cabeza con un gesto de preocupación.

— ¿Eres tú, Edward? Deberías oírte hablar.

— ¿Qué?

No podía esperar a que Emmett estuviese en mi situación. Dios, él se iba a casar en un par de meses y apostaría lo que fuera a que no pasaría mucho tiempo antes de que entrase en mi despacho como si le hubieran dado un golpe fuerte en la cabeza.

—Actúas como si no fuese nada. Vas a ser padre, colega.

—Bueno, ¿qué quieres que diga? No es que planeásemos que su píldora fallara, y en realidad no cambia nada entre nosotros —contesté sonriendo—. Gracias por la aclaración. Estoy al tanto.

A Emmett se le dibujó una sonrisa.

—Estás encantado —dijo riendo y sacudiendo la cabeza—. Estás encantado con esto, ¿verdad?

Lo estaba y no había razón para mentirle.

—Sí, lo estoy. Además me voy a casar con ella. Y ocurrirá antes de que tú y Rose lo hagáis —le desafié, y él levantó las cejas—. Cuanto antes hagamos el anuncio, mejor. Dejemos que el senador y los idiotas que le rodean lo lean en la prensa rosa. CULLEN SE CASA CON UNA MODELO AMERICANA,

EL PRIMER NIÑO ESTÁ EN CAMINO. Cuanta más publicidad, mejor. ¿Qué tal: MODELO AMERICANA EMBARAZADA SE CASA CON UN ANTIGUO CAPITÁN DE LAS FUERZAS ESPECIALES ENCARGADO DE LA

SEGURIDAD DE LA FAMILIA REAL? Eso suena algo mejor, creo. La lista de invitados será impresionante, puedo prometértelo. Todo famoso que conozca recibirá una invitación. Cuanto más alto sea su estatus, más les costará acercarse a ella. ¿Puedes imaginar que a un oficial norteamericano se le pillara poniéndole la mano encima? Probablemente se declararía una guerra. Si quieren ver hasta dónde puedo llegar estoy absolutamente preparado para joderles de lo lindo. —Fingí una sonrisa.

Emmett asintió.

—Me alegro por ti, Edward. Bella es tu cura. Cualquier persona con ojos en la cara se daría cuenta. —

Hizo una pausa antes de preguntar—: ¿Cómo se ha tomado ella lo de ser madre?

No pude evitar el arrebato de orgullo que creció en mí cuando Emmett preguntó eso último.

—Ya sabes cómo es Bella. Es muy prudente con las cosas importantes y esta es una de ellas, pero sé que está tan asustada como cualquiera en su lugar. ¡Joder, es aterrador!

Alcancé un Djarum Black y lo encendí.

—Sí, pero vosotros dos os las arreglaréis para salir adelante, estoy seguro —dijo Emmett antes de cambiar de tema—. ¿Qué tal lo hizo Len mientras estuve fuera?

—Bien. Firme, fiable. De hecho, se encuentra en el apartamento ahora mismo e imagino que según se acerque a la ceremonia de inauguración, estará con ella la mayor parte del tiempo. Voy a necesitarte para que te encargues de todo esto cuando me ausente.

Len era el sustituto de Emmett para vigilar a Bella. La llevaba en coche donde necesitara ir y básicamente estaba al tanto de la entrada del apartamento en el momento en que yo no estuviese allí con ella. No podía ni quería arriesgarme a que se expusiera a nada. Cuanto más indagábamos en la campaña del senador Oakley, más pistas apuntaban a la posible implicación del senador en lo que ahora creo que fueron los asesinatos astutamente encubiertos de Montrose y Fielding. Había pistas que señalaban a que Fielding estaba muerto, pero no decían nada del cadáver, si es que lo había. Emmett había identificado a los del Servicio Secreto rondando por el apartamento abandonado de Fielding en Los Ángeles. Ese cabrón había sido asesinado, apostaría mi Cruz de la Victoria.

—Hora de largarse, jefe. Es demasiado tarde para que estés por aquí y tu chica está sola en casa — dijo Emmett.

—Estoy de acuerdo. —Suspiré ante la idea de las largas noches que me esperaban las próximas semanas, di una larga calada al cigarrillo y lo apagué. Realmente estaba progresando en eso de reducir el consumo. A veces tan solo los dejaba consumirse sin llegar a fumármelos.

Emmett me dio unas palmaditas en la espalda al salir.

 

—Así que papá… En cuanto tengamos una oportunidad necesitamos emborracharte para celebrarlo.

Has dejado embarazada a tu chica y te vas a poner los grilletes. —Sacudió de nuevo la cabeza como si siguiese sin creérselo—. Tú no haces nada a la ligera, ¿verdad?

—Me temo que no —gruñí.

El apartamento estaba a oscuras y en silencio cuando entré. Lo único que quería era ponerle las manos encima. Siempre sufría un momento de pánico si entraba y sentía el lugar vacío, pero era una estupidez porque llegaba tardísimo a casa del trabajo y acababa de liberar a Len de sus quehaceres en la puerta. ¡Por supuesto que estaba en casa! Estaría dormida y la casa a oscuras.

Me deshice de la chaqueta y empecé a desanudarme la corbata según me dirigía al dormitorio. Me alegré de no llegar a entrar, porque habría sufrido un ataque al corazón al encontrar la cama vacía.

Me quedé de piedra cuando la vi estirada en el sofá, con su e-reader descansando sobre su vientre y el iPod conectado con música, y simplemente la contemplé. Miré sus largas piernas enredadas en una manta, su brazo estirado sobre la cabeza, su cabello suelto bajo el cuerpo.

Lo único que iluminaba la habitación eran las luces de la ciudad que entraban por los ventanales, pero era suficiente para verla. Llevaba puesto uno de mis calzoncillos negros de seda y un pequeño top verde que mostraba lo suficiente de sus suaves curvas como para excitarme. De todos modos, no se necesitaba mucho para devolverme a la vida. Cuanto más tiempo estábamos obligados a pasar separados, peor llevaba mis necesidades irracionales. La deseaba. Todo el tiempo. Querer. Necesitar.

Desear. Estaba perdiendo la cabeza y estaba bastante seguro de que Bella lo sabía. Se preocupaba por mí y eso me hacía quererla mucho más. Por fin tenía a alguien que se interesaba por mí, no por mi aspecto o por cuánto dinero tenía.

Sus ojos se abrieron y me encontraron.

Me quedé inmóvil a dos metros de ella y me quité los zapatos. Ella se recostó en el sofá y se estiró, arqueando la espalda y el pecho hacia mí a modo de invitación.

No nos habíamos intercambiado una palabra todavía pero ya nos habíamos dicho un montón de cosas. Íbamos a hacerlo como bestias y sería increíble. Como siempre.

Entonces…, haremos un estriptis a la vez, ¿eh?

Me parece perfecto.

Yo primero. Yo tenía más ropa que quitarme que ella. Creo que no dejé de sonreír. Aunque no se notara por fuera, por dentro estaba sonriendo de oreja a oreja.

Me desabroché los botones de la camisa lentamente, mientras veía cómo me miraba a medida que sus ojos se iban encendiendo. Me quité la camisa y dejé que cayera al suelo. La aparté de una patada y le guiñé un ojo a Bella.

Te toca, preciosidad.

Hizo un movimiento que me encantó, uno que hace tan bien que debería ser ilegal. Levantó los brazos y cruzó las manos detrás del cuello y las arrastró entre su pelo hacia arriba, estirando el cuello antes de volver a bajarlas hasta el borde de su camisetita verde. Me miró e hizo una pausa.

De mi garganta salió un leve gruñido. Puramente instintivo e imposible de contener. Necesitaba devorarla en ese mismo momento.

Con lentitud se subió ese trozo de tela verde, revelando la sedosa piel de su estómago, y la camiseta hizo una ligera parada sobre los montículos de sus pechos, que a continuación tuvieron una pequeña caída cuando se liberaron a medida que la tela volaba ligeramente por el aire. Ella estiró los brazos y puso las manos en el sofá.

Me acerqué un paso mientras me quitaba el cinturón, que cayó al suelo con un golpe seco. Me relamí los labios al tiempo que pensaba en el maravilloso sabor de sus tetas cuando las tuviera en mi poder. Dulce.

Me desabroché el botón, me bajé la cremallera y dejé que los pantalones se deslizaran por mis caderas. Recibieron la misma patada en el suelo que la camisa.

Bella se metió dos dedos en la boca y los sacó lentamente, trazando círculos alrededor de uno de sus pezones, ahora erizado y de color rosa oscuro.

Dios, esta noche muero, seguro.

La sujeté fuerte, deseando que me entendiera.

Necesito esa boquita tuya en mí, nena.

Me miró con ojos cansados e interceptando el mensaje. Coló las manos bajo la cinturilla de los calzoncillos que tanto le gustaba ponerse y elevó las caderas para bajarlos por sus largas piernas. Dejó caer la tela de seda negra por la punta de sus dedos y se acostó como una diosa en un pedestal con las piernas ligeramente flexionadas, un brazo estirado, el otro doblado. Era una pose. Como las que hacía cuando la retrataban. Pero esta pose era solo para mí.

Estaba tan hermosa que casi no quise moverme. Necesitaba beberla primero. Necesitaba emborracharme de ella. Nunca podría cansarme de mirar a Bella.

Di un paso y me deshice de uno de mis calcetines. Un paso más y perdí el otro. Ya solo quedábamos mis calzoncillos y yo.

Bella se mojó los labios cuando me acerqué al borde del sofá y esperé a que me tocara.

Mi cuerpo estaba todo lo tenso que podía estar, me dolían los testículos e hice todo lo que pude por no lanzarme encima de ella y enterrarme en su interior.

Se echó hacia delante y me tocó el pene por encima de la seda. Empujé hacia arriba y se lo llevé a su mano a la vez que echaba la cabeza hacia atrás. Noté los calzoncillos rodar por los muslos y salí de ellos rápido. Mi pene estaba atrapado en una mano, mis testículos en otra. Y entonces sentí su suave lengua en mi piel.

—Jooooder, nena… —jadeé cuando ella me agarró la polla y se la empezó a meter y sacar en su boca en profundas embestidas. Levantó sus preciosos ojos y se encontró con los míos mientras me llevaba hasta lo más profundo de su garganta una y otra vez. Excitante. Profundo. De manera experta.

Quería controlar mi orgasmo, pero supe que no sería capaz si seguía haciéndome eso. Era increíble y lo necesitaba demasiado. Estaba perdido en ella y la sensación era tan maravillosa que no quería que me encontraran. Quería perderme para siempre en ese momento con ella. Podría morir felizmente en ese instante y seguro que con una sonrisa en la cara.

—Ahhh, jodeeer, ¡me corro!

Se sacó la polla de la boca y me lamió y me apretó los testículos. Envolví el puño alrededor de mi sexo y me masturbé con fuerza. Una. Dos. Tres veces, y empecé a eyacular justo en su boca. La experiencia más erótica del mundo, joder. Mi chica recibiéndome así, su boca abierta con la lengua fuera, esperando recibir mi semen.

Santo Dios, volveré a hacer esto.

Un estremecedor rugido salió de mí cuando me corrí y perdí la noción del tiempo.

Cuando recuperé el sentido, estaba de rodillas con Bella acariciándome el pelo y mi mejilla descansando sobre su regazo. Aún iba a necesitar un minuto o dos para regresar a la Tierra.

—Sabes cómo darle la bienvenida a tu chico tras un día de mierda —murmuré mientras le acariciaba su pierna.

—Te he echado de menos esta noche —dijo con dulzura mientras me seguía acariciando la cabeza.

Su tacto siempre se sentía maravilloso.

—Yo más —refunfuñé—. Odio estar lejos de ti por las noches.

Se relajó un poco. Lo noté cuando se acomodó debajo de mí. Respiré hondo, inhalando su perfume.

El aroma floral mezclado con el de su piel me enviaba a una confusión sexual tan primitiva y profunda que creo que enterré parte de mi naturaleza humana. Mi bestia apareció con la fragancia de su excitación. Hacía que me entraran ganas de hacerle cosas muy sucias.

Levanté la cabeza y mis manos fueron hasta sus rodillas. Le abrí las piernas ante mí y miré su sexo depilado. Estaba preciosa cuando la tenía expuesta para mí. ¿Solo para mí? Dejé a un lado ese pensamiento doloroso y me centré en mi tesoro en ese momento.

—Dios, estás empapada, mi amor. Necesitas un poco de atención, ¿verdad?

—Sí… —susurró con la boca abierta mientras empezaba a respirar con dificultad.

—He sido muy descuidado. —Tiré de sus caderas hasta el borde del sofá y la mantuve abierta—.

Debes disculparme.

Lamí su hendidura y adoré la respuesta que recibí: caderas ondulantes y un suave y sexi gemido.

Los sonidos que ella era capaz de hacer…

Mi polla estaba lista para más acción solo con oír ese ronroneo gutural. Me sumergí y le lamí el sexo, separándole los labios para llegar hasta el punto mágico y tan placentero. Arqueó las caderas de nuevo y emitió más sonidos sexis para mí.

Me di un festín. No hay otro modo de describirlo. Chupé y lamí y mordisqueé, y podría haber permanecido ahí durante mucho, mucho tiempo. Su sabor siempre me hacía enloquecer.

Cuando la sentí contraerse alrededor de mi lengua y dos de mis dedos habían encontrado el camino hasta el interior de su maravilloso sexo, me preparé para lo que venía sin ninguna duda. Ella encima de mí.

— ¿Estás lista, nena? —conseguí preguntar, con mis labios contra los suyos.

—Síííí…

Su grito salió con suavidad y se ahogó en una respiración vibrante. Tan hermosa para mí que casi odiaba hacerla llegar al clímax y perder ese sonido.

—Córrete para mí. —Me centré en su clítoris y lo pellizqué con los dientes—. ¡Ahora mismo!

Era una orden, y, como las otras veces, lo hizo a la perfección. Todo su cuerpo se arqueó, dejando escapar un grito ahogado y tembloroso desde lo más profundo de su garganta cuando apreté los dedos en su interior.

Observé con mis ojos, saboreé con mi lengua, oí con mis oídos y sentí con mis dedos cómo mi preciosa chica alcanzaba el clímax. El único sentido que no utilicé cuando se corrió fue el del habla.

No había palabras para describirla ni nada que pudiera decir con cierta coherencia en ese momento; era una obra de arte, y yo me había quedado sin palabras.

 

Capítulo 12: CAPÍTULO 11 Capítulo 14: CAPÍTULO 13

 
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