2ª PARTE EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 61
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Capítulos: 26


Grandes sorpresas les aguardan a Edward y Bella mientras intentan hacer frente a lo que les ha deparado la vida. Los demonios del pasado amenazan con destrozar la apasionada relación que han construido, a pesar de que se juraron que nada les separaría. Una pérdida, devastadora y terrible, sumada a la posibilidad de un nuevo futuro les abre los ojos y les hace ver lo que es realmente importante pero ¿podrá esta pareja de enamorados seguir adelante y dejar atrás las dolorosas historias que los persiguen?
Un acosador sigue merodeando entre las sombras, tramando una conspiración aprovechando el ajetreo y la distracción de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Bella y Edward están a punto de perderlo todo a medida que aumenta la situación de peligro. ¿Se verán superados por las circunstancias o lucharán con las escasas fuerzas que les quedan para salvarse el uno al otro y ganar el mejor premio del mundo: una vida juntos?

 

BASADA EN EYES WIDE OPEN DE RAINE MILLER

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Capítulo 21: CAPÍTULO 20

Capítulo 20

 

Cómo se siente uno al poder respirar de nuevo, hijo? —me preguntó mi padre alzando la copa y con una sonrisa radiante.

—Como si el elefante de tres toneladas que tenía sobre el pecho se hubiera ido y ahora estuviera sentado a mis pies —le contesté con sinceridad, y le devolví el brindis.

—Apuesto a que sí. Pero, de verdad, la ceremonia de los Juegos ha sido maravillosa y un ejemplo de organización. Ha sido un espectáculo magnífico. Bravo.

Era evidente que a mi padre le había impresionado muchísimo la ceremonia de apertura, porque no parecía poder hablar de otra cosa durante la tardía cena. Yo me sentía totalmente aliviado de que hubiera transcurrido sin ningún problema.

A pesar de estar exhausto y de desear estar en la cama con Bella en mis brazos, me di cuenta de que esta noche en verdad estaba disfrutando de la celebración en el Gladstone. No sé cómo Jasper nos había conseguido una reserva dada la locura de la ciudad, pero todos adoraban a lord Jasper, medalla de oro británica en tiro con arco, con su buena presencia y su fama. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que salimos todos juntos y sabía que mi padre, y Emmett, y Rose valoraban que tuviera contactos, a pesar de que a mí me daba igual. Bella parecía estar pasándoselo bien y eso me bastaba.

Toda la ciudad estaba muy animada ahora que los Juegos se habían puesto en marcha. Y yo podía incluso comenzar a vislumbrar algo de luz al final de nuestro túnel. Había transcurrido otra semana desde la inauguración de los Juegos Olímpicos sin que tuviéramos problemas, amenazas ni mensajes.

Solo una vida normal.

Subí la mano por la espalda de Bella y le acaricié entre los hombros.

—Sí, la parte más difícil está hecha. La ceremonia de apertura ha ido como la seda. Ningún chiflado ha interrumpido la gala. Un final perfecto para todos estos meses de preparación. Ahora solo queda llevar a varias personalidades VIP a unos cuantos eventos aislados, pero son mucho más pequeños y más fáciles de manejar, sin contar con que tengo un equipo excelente para ocuparse de ellos —dije señalando a Emmett y alzando la copa de nuevo.

—Si seguimos manteniendo a los psicópatas lejos de Jasper, está todo hecho —contestó Emmett sonriendo burlón.

—Sí, por favor. Valoraría mucho que haya una gran distancia entre los psicópatas y todo lo que tenga que ver conmigo —replicó Jasper.

Seguía habiendo eso… Un rival coreano chalado se la tenía jurada a Jasper porque le guardaba rencor desde las Olimpiadas de hacía cuatro años, donde hubo una disputa con los jueces que acabó con el coreano descalificado e Jasper ganando el oro. El follón no había terminado. Es lo que suele pasar con los follones. Una vez que metes el pie en la mierda, se pega a tu zapato durante mucho, mucho tiempo y resulta muy difícil quitar el resto.

—Pareces cansado, cariño —dijo Bella en voz baja, acariciándome el brazo.

—Estoy cansado —respondí mirando el reloj—, pienso que si nos vamos ahora, podríamos estar en la cama en media hora…

Le guiñé el ojo, pensando que todo lo que necesitaba esa noche era tenerla lo bastante cerca para tocarla y dormir unas pocas horas. Esas dos cosas harían que mi noche fuera perfecta.

Estaba contemplando la idea de marcharnos, pero mi chica me sorprendió, como solía hacer.

—Entonces ¿a qué estamos esperando? —Preguntó en voz baja—. Creo que me voy a quedar dormida sobre mi plato.

La examiné y pude ver los signos de cansancio y me sentí culpable por no haberme percatado antes.

Estaba embarazada y necesitaba descanso por partida doble. Vi ahí mi oportunidad y la aproveché.

—Buenas noches a todo el mundo. Toca recogerse. Mi mujer me está rogando que la lleve a la cama. —Bella se quedó boquiabierta y me golpeó en el brazo—. Y dado que soy un tipo medianamente inteligente, creo que ahora mismo lo mejor será que le deje hacer lo que quiera. —Me masajeé el brazo donde me había golpeado y le dije al grupo con exagerado énfasis—: Embarazadas, siempre insaciables.

Gruñí cuando me dio una patada en el pie, pero las risas que había obtenido habían merecido la pena.

—Estás muerto, Cullen —me dijo mientras nos dirigíamos al coche.

—Eh, bueno, la broma nos ha sacado de ahí, ¿no? —contesté mientras deslizaba un brazo sobre ella y me inclinaba para robarle un beso—. Y todo lo que dije sobre ti era cierto.

Ella apartó la boca para evitar mis labios y se rio.

—Eres un idiota, y no serás tan chulito en los próximos cinco meses.

— ¿Qué pasa en los próximos cinco meses? —pregunté confundido.

— ¿Todo eso de la insaciable embarazada? —dijo ladeando la cabeza y moviéndola lentamente de un lado a otro—. Eso se ha acabado. Por completo. —Hizo un gesto tajante con las manos—. Piensa en nada de sexo. En absoluto. Durante meses.

Vaya, esa es una idea horrible…

—Espera. ¿Estás de coña? Lo estás, ¿no?

— ¡Deberías ver tu cara ahora mismo! —dijo riéndose más de mí, encantada de haber dicho la última palabra. Sí, mi chica era muy competitiva y no se quedaba de brazos cruzados.

—Es terrible, ¿no? —respondí rezando porque me estuviera tomando el pelo sobre los meses de sequía, pues realmente serían una tortura.

—Sí —contestó, y deslizó una mano por detrás para agarrarme el culo—. Y te lo mereces, incluso a pesar de que te quiera, Cullen.

Qué afortunado soy.

—Me estabas vacilando con lo de los cinco meses, ¿no?

Ella rio de nuevo, luciendo presumida y terriblemente sexi, pero no contestó a mi pregunta.

— ¡No, hijo de puta! ¡Dije que vídeos no! ¡Nada de putos vídeos!

Edward me despertó con sus gritos. Estaba soñando otra vez. No. Eran pesadillas, estaba claro.

Las cosas que había gritado me asustaban de verdad. Había dicho el mismo tipo de cosas que las otras veces. Las palabras «vídeos no» una y otra vez en un tono suplicante. Me asustaba porque estaba fuera de sí cuando tenía esas pesadillas. Se convertía en otra persona, en un completo desconocido.

Sabía que sus pesadillas estaban relacionadas con algo relativo a su etapa en la guerra, cuando los afganos le hicieron prisionero. No obstante, jamás hablaba de eso conmigo. Era algo demasiado horrible, eso estaba bastante claro.

—Edward, tienes que despertarte. —Le sacudí de la forma más delicada que pude, pero él se movía de forma errática por todas partes, en otro mundo, y muy lejano.

—Ha muerto… ¡Oh, Dios! ¡Un bebé! ¡Era un maldito bebé, animales!

—¿Edward? —Le agité de nuevo, tirando con más fuerza de su brazo y su cuello.

— ¡No! No puedes hacer esto…, no…, no…, no…, por favor, no…, no lo hagas…, no lo hagas…, no pueden verme morir en un vídeo…

— ¡Edward! —Le di un pequeño manotazo en la boca, confiando en que le sacara de la pesadilla.

Sus ojos se abrieron de pronto, idos y aterrorizados, y se irguió en la cama. Permaneció así, inclinado hacia delante, aspirando grandes bocanadas de aire, con la cabeza en las rodillas. Le puse la mano en la espalda. Se sobresaltó cuando le toqué pero dejé la mano ahí. Su respiración era irregular y no me decía nada. Yo no sabía qué decirle.

—Háblame —le susurré a su espalda.

Se levantó de la cama y comenzó a ponerse unos pantalones de deporte y una camiseta.

— ¿Qué estás haciendo?

—Tengo que salir fuera, ahora —dijo con voz débil.

— ¿Fuera? Pero hace frío. Edward, quédate aquí y hablemos de esto. ¡Tienes que hablar conmigo! — le rogué.

Él actuó como si ni siquiera me hubiera escuchado, pero creo que sí lo hizo porque se acercó a donde estaba sentada en la cama y me acarició la cabeza. Con mucha delicadeza, y solo por un instante, pero noté cómo temblaba. Su mano temblaba mucho y parecía muy perdido. Yo estiré la mano para tocar la suya pero la apartó. Entonces salió de la habitación.

— ¡Edward! —grité tras él—. ¿Adónde vas? ¡Vuelve aquí y habla conmigo!

Solo obtuve silencio.

Me quedé ahí un rato y traté de decidir qué hacer. Una parte de mí quería enfrentarse a él y obligarle a compartir eso conmigo, pero otra parte estaba muerta de miedo. ¿Y si le causaba más dolor y sufrimiento o le ponía las cosas más difíciles? Edward necesitaba ayuda profesional para lidiar con esto. Si le habían capturado y torturado cuando estuvo en el ejército, entonces era muy probable que sufriera un verdadero estrés postraumático. Yo debería saber algo sobre ese tema.

Tomé una decisión y me puse unas mallas y un jersey para ir a buscarle. No debería haberme sorprendido ver dónde estaba. Me había dicho la verdad. Estaba fuera. Fumando sus cigarrillos de clavo.

Me quedé detrás del cristal y le observé un momento. Estaba estirado en la tumbona con los pies descalzos en el aire debido a su altura, mientras las volutas de humo se arremolinaban y flotaban encima de él y las luces de la ciudad, en segundo plano, creaban un resplandor alrededor de su cuerpo.

El humo no me molestaba para nada. Nunca lo había hecho. Me encantaba cómo olía esa marca y Edward rara vez sabía a tabaco. Era un fanático de lavarse los dientes y siempre sabía muy bien, a menta, pero el aroma a especias se adhería a él y yo podía saber si había estado fumando. Sin embargo, su marca de cigarrillos no era muy típica, Djarum Black. Tabaco de clavo y especias, importado de Indonesia. Aún no sabía por qué fumaba cigarrillos de clavo. Edward no hablaba mucho conmigo sobre su tabaco, ni sobre las partes más sombrías de su vida.

Mi Edward ahora mismo estaba con toda seguridad en una de ellas, y me rompía el corazón verle así.

Abrí la puerta corredera y salí fuera.

No se percató de mi presencia hasta que me senté a su lado en la otra tumbona.

—Vuelve a la cama, Bella.

—Pero quiero estar contigo.

—No. Vuelve dentro. El humo no es bueno para ti ni para el bebé. —Su voz sonaba misteriosa y alejada y me asustó mucho.

—Tampoco es bueno para ti —dije con firmeza—. Si no me dejas estar aquí contigo, entonces apaga el cigarrillo y vuelve dentro a hablar conmigo. Tenemos que hablar sobre esto, Edward.

—No. —Negó con la cabeza y dio otra profunda calada a su cigarrillo.

Se me hizo un nudo en el estómago y me enfadé, pero necesitaba hacer algo para conseguir que reaccionara; en ese instante estaba muy lejos de mí.

— ¡Esto es absurdo, Edward! Necesitas ayuda con esas pesadillas. ¡Mira lo que te están haciendo! —

No dijo nada, y el silencio retumbaba entre los sonidos nocturnos de la ciudad—. Si no vas a hablar conmigo sobre esto, entonces necesitas encontrar un terapeuta o un grupo o algo que te ayude.

Ninguna reacción, solo seguía fumando. El extremo rojo del cigarrillo ardía en la oscuridad y yo seguía sin obtener nada de Edward.

— ¿Por qué no me contestas? Te quiero y estoy aquí por ti, y nunca me cuentas por qué fumas cigarrillos de clavo y mucho menos qué es lo que te hicieron en Afganistán. —Me recosté más cerca de él—. ¿Qué te pasó allí, Edward?

Pude oír el pánico en mi voz y supe que estaba al borde de otro ataque de llanto. Su comportamiento me hería profundamente y me hacía sentir como si yo no fuera lo bastante importante como para ayudarle a enfrentarse a su mayor miedo. Edward conocía toda mi mierda oculta y dijo que nada de ello le importaba. ¿No sabía que yo lo haría todo por él? Haría cualquier cosa para ayudarle cuando me necesitara.

Apagó con cuidado el cigarrillo que estaba fumando en el cenicero que estaba junto al sofá. Se cruzó de brazos y se quedó contemplando la ciudad. No me miró ni una vez cuando empezó a hablar en voz baja.

—Los fumo porque todos mis guardias tenían cigarrillos de clavo. Tabaco de especias hecho a mano, que olía tan jodidamente bien que casi perdí la cabeza. Mataba por uno. Casi me volví loco de tanto desearlo.

Me estremecí en el frío aire de la noche escuchando a Edward, mientras mi corazón se rompía con cada palabra que me dirigía.

—Entonces… el… el… di… día que me iban a ejecutar ocurrió un milagro… y me salvé. Viví. Su espada no encontró mi cuello. —Su voz se quebró.

— ¿Espada? —No tenía ni idea de adónde quería llegar, pero sentía miedo solo de pensar en lo que Edward estaba tratando de explicarme.

—Sí. Iban a grabar en vídeo mi decapitación y se la iban a enseñar a todo el mundo —me contó en voz muy baja, pero las palabras tenían una fuerza increíble.

¡Dios mío! No me extraña que tuviera pesadillas. No podía siquiera imaginar lo que había sufrido físicamente cuando le torturaron, pero la tortura psicológica de pensar lo que le iban a hacer debió de ser peor. No pude contener un gemido y se me escapó, deseando con todas mis fuerzas abrazarle, pero continuó hablando.

— ¿Quieres saber qué fue lo primero que pedí?

—Dime.

—Salí de mi prisión sin estar seguro del todo de si estaba vivo o muerto en el infierno. Un marine americano se acercó a mí, impactado de que saliera caminando de entre los escombros todavía con vida. Me preguntó si estaba bien. Le dije que quería un cigarrillo de clavo.

—Oh, cariño…

—Estaba vivo, ¿comprendes? Vivía y por fin podría fumar uno de esos maravillosos cigarrillos de clavo hechos a mano que me habían vuelto loco durante semanas. Ahora los fumo… porque… supongo que me ayuda a saber que estoy de verdad vivo. —Tragó saliva—. Es una mierda enorme…

—Oh, Edward… —Me levanté del sofá y fui hacia él para abrazarle, pero me detuvo.

—No —dijo con la mano en alto para mantenerme a distancia. Parecía estar tan lejos de mí en ese momento…, inalcanzable. Yo quería llorar, pero sabía que eso se lo pondría más difícil y no quería causarle más estrés del que ya tenía—. Vuelve dentro, Bella. No quiero que estés aquí ahora. Es malo para ti. No es… bueno… estar cerca de mí. Necesito estar solo.

— ¿Me estás echando?

Se encendió lentamente otro cigarrillo; la llama de su mechero brillaba mientras lo prendía.

—Simplemente vuelve a la cama, nena. Te amo, pero ahora mismo necesito estar un rato a solas.

Percibí algo de él. No podía creerlo, pero podría jurar que estaba interpretándolo correctamente.

Edward estaba aterrorizado de hacer algo que me hiriera de alguna forma, y ese era el motivo por el que me pedía que le dejara solo.

Le concedí su deseo, a pesar de que hacerlo me rompió el corazón.

 

Capítulo 20: CAPÍTULO 19 Capítulo 22: CAPÍTULO 21

 
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