2ª PARTE EL AFFAIRE CULLEN

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 14/08/2013
Fecha Actualización: 14/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 61
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Capítulos: 26


Grandes sorpresas les aguardan a Edward y Bella mientras intentan hacer frente a lo que les ha deparado la vida. Los demonios del pasado amenazan con destrozar la apasionada relación que han construido, a pesar de que se juraron que nada les separaría. Una pérdida, devastadora y terrible, sumada a la posibilidad de un nuevo futuro les abre los ojos y les hace ver lo que es realmente importante pero ¿podrá esta pareja de enamorados seguir adelante y dejar atrás las dolorosas historias que los persiguen?
Un acosador sigue merodeando entre las sombras, tramando una conspiración aprovechando el ajetreo y la distracción de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Bella y Edward están a punto de perderlo todo a medida que aumenta la situación de peligro. ¿Se verán superados por las circunstancias o lucharán con las escasas fuerzas que les quedan para salvarse el uno al otro y ganar el mejor premio del mundo: una vida juntos?

 

BASADA EN EYES WIDE OPEN DE RAINE MILLER

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Capítulo 25: CAPÍTULO 24

Capítulo 24

 

Cuatro semanas después…

Por lo que he oído, tengo que daros la enhorabuena a los dos. —El doctor Burnsley levantó la vista de entre las piernas de Bella, donde estaba utilizando la sonda-plátano otra vez. Me di cuenta de que definitivamente estaba celoso de la sonda. Esa maldita cosa estaba viendo más acción que mi pene últimamente. Bella quería mantener la castidad en el dormitorio durante las dos semanas previas a nuestro enlace para que la noche de bodas fuese un poco más especial. La idea más ridícula que había escuchado nunca, pero joder, yo hacía lo que me decían. Casi siempre.

—Así es. En nuestra próxima visita ya no será la señorita Swan. De ahora en adelante será la señora Cullen. —Le guiñé el ojo a Bella.

Ella articuló las palabras: «Te quiero».

Yo también te quiero, preciosa. Pensé mis palabras.

—Muy buenas noticias entonces —dijo el doctor Burnsley, que ahora estaba mirando el monitor y había encontrado la mancha negra en la extensión blanca con el latido de un corazón, solo que nuestra mancha había crecido de forma considerable y ya no parecía una manchita ni de lejos. Mis ojos se quedaron fascinados, veía brazos, piernas, manos y pies, que se movían sin parar. Nuestro bebé estaba ahí dentro convirtiéndose en una personita—. Todo parece estar progresando muy bien. El bebé está creciendo sano, ya es aproximadamente del tamaño de…

—Un melocotón —informé al buen doctor.

Él giró la cabeza con incredulidad y sorpresa.

Bella se rio por lo bajo pero mantuvo los ojos en la pantalla, mientras observaba los ejercicios de gimnasia que nuestro pequeño estaba realizando de forma brillante para nosotros.

—Sí, pesa alrededor de doscientos veinticinco gramos y ya está desarrollando los dientes y las cuerdas vocales. —Le sonreí al doctor—. Y Bella ha completado el primer tercio de su embarazo y está ahora oficialmente en el segundo trimestre.

—Alguien ha estado leyendo —dijo el doctor Burnsley con un perplejo levantamiento de su canosa ceja. —

Embarazo puntocom, doctor, una fuente brillante. —Le guiñé el ojo a él también, pero no creo que le gustase demasiado.

Tres horas después…

Estábamos oficialmente de vacaciones.

¿Las maletas hechas y cargadas? Hecho.

¿El Range Rover lleno a reventar con todo lo que podríamos necesitar durante nuestro viaje para la boda en Hallborough… y un poco más? Hecho.

¿La novia? Hecho. Por supuestísimo.

Mi chica estaba tan apetitosa como siempre con su vestido morado de flores y su pelo recogido en un moño descuidado. Me gustaba cuando lo llevaba así porque me hacía pensar en soltárselo y pasar las manos por él cuando estuviésemos desnudos en la cama. Pronto…

—Entonces ¿estás preparada para que te pongan los grilletes, señorita Swan? Última oportunidad para pasar de esta fiesta de famosos y fugarte conmigo —bromeé mientras tiraba de ella contra mi pecho y le colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Mmm, ¿de quién dices que fue la idea? —preguntó de manera burlona.

—Solo di una palabra y no tenemos que hacerlo, nena. —Iba en serio: me echaría atrás si eso era lo que Bella realmente quería, pero tío, mi hermana me mataría una y otra vez.

—No, no, no, señor Cullen. Tú organizaste esta boda tan pija a la que van a venir la realeza y dignatarios a comer platos de alta cocina y a beber champán del caro a la histórica casa rural de tu hermana. —Levantó una ceja—. Y ahora tienes que cumplir con todo eso. —Se agarró de mi camiseta —. Recogemos lo que sembramos.

—Cierto.

—Además, quiero verte esperándome de pie en el altar, tan guapo con esos ojos azules tuyos solo para mí.

—Joder que sí, solo para ti. —La besé concienzudamente, probé su delicioso sabor y pensé en que tenía el resto de mi vida para disfrutarlo.

Ella sonrió y negó ligeramente con la cabeza.

—Esa boca…

—Te encantan las cosas que te hago con esta boca…

—Mmmm, muchísimo. —Sonrió—. Tienes razón, señor Cullen. —Alisó el trozo de mi camiseta del que se había agarrado y me hizo sonreír. Bella hacía eso cuando hablaba de sus sentimientos como ahora mismo. Me parecía increíblemente sexi, pero todo en ella me lo parecía.

Sobre todo desde que llevaba demasiados días sin estar dentro de ella. Solo cuarenta y ocho horas más de este sinsentido sin sexo, gracias a Dios. ¿Y luego? Bueno, vendría la luna de miel, ¡allá vamos!

Definitivamente habría montones y montones de orgasmos también en ese viaje. Una villa italiana en la costa, apartada, privada, nada más que tiempo para hacer el amor, comer, dormir, nadar en el mar y hacer más el amor. Creo que podría hacer eso el resto de mi vi…

—Además, tengo un bonito vestido y un velo para esta fiesta country. —Me miró y me guiñó un ojo —. Lo has pagado tú.

— ¿Fiesta country? ¿Qué clase de palabra yanqui es esa?

—Una muy apropiada, de hecho. Significa una fiesta campera con música, baile y violines. —Hizo un rápido gesto de violín en el aire—. Sé que este tipo de fiestas solo se dan en el campo, y además has contratado a David Garrett. No hay ningún violinista mejor que él, por cierto, y no hablo solo de sus habilidades musicales, Cullen, así que sí, nos has organizado una buena fiesta country a la que tenemos que asistir. Más te vale empezar a mover tu sexi trasero británico para ponernos en camino.

—Conque te gusta David Garrett, ¿eh?

Fingió que se lo estaba pensando, puso cara de mala y se dio un golpecito en la barbilla con el dedo.

—Una dama nunca cuenta esas cosas.

— ¡Fabuloso, joder! ¡Mi mujer está a punto de dejarme por el violinista de mi propia boda! Genial.

—Saqué el móvil—. Disculpa, tengo que llamar a David Garrett para cancelar su invitación a nuestra bo…—Ni se te ocurra, chaval —me interrumpió seriamente—. ¡Si vamos a tener a todos esos famosos en la boda, tengo derecho a elegir al menos a unos cuantos de ellos como mis favoritos! Es lo justo.

Fingí estar celoso.

— ¿Así que vas a aguantar todo el alto standing solo por el violinista? —Mi pregunta era en broma, pero había algo de verdad en ella.

Resultaba irónico comprobar cómo el plan que puse en marcha solo por su seguridad y protección había resultado ser innecesario después de todo. Bella ya no necesitaba la posición de famosa de alto standing porque su acosador estaba muerto, recibiendo el castigo eterno que tanto merecía.

Nunca averiguamos exactamente qué le pasó a Karl Westman, pero yo tenía una teoría muy buena.

Después de que mi padre nos alejara en coche de la escena, Emmett, Jasper y Len se quedaron a investigar.

Mi primera prioridad era poner a Bella a salvo por encima de todo, y había visto muchos cadáveres como para reconocer uno cuando lo veía. Westman murió en el acto por el disparo de una bala de alto calibre en la cabeza.

Sin embargo, lo que sucedió allí fue extraño. Lo había deducido casi todo y dudaba mucho de que fuese a haber nunca una confirmación por parte del senador, pero Jasper me había dicho que cuando fue a recoger la flecha que había lanzado, alguien se había llevado el cuerpo. Fue cuestión de segundos.

Solo los profesionales son capaces de llevar a cabo una operación de ese tipo. Emmett y Len volvieron a rastrear a la mañana siguiente y allí no había nada. Habían limpiado hasta la sangre. Ni rastro de nada.

Bella había mencionado que todo el lugar mostraba una tranquilidad demasiado siniestra y que no había visto ni una sola persona en el hotel, lo cual no tenía sentido con los Juegos Olímpicos en marcha. Eso prácticamente confirmaba que había gente involucrada de las más altas esferas. El Servicio Secreto de Estados Unidos, lo más seguro. Westman era hombre muerto incluso antes de llevarse a Bella del piso.

Desastre evitado, pero aun así faltó el canto de un duro. Todo este desastre había pasado por una razón. Muy extraño, pero cierto. Si Westman no hubiese empezado a acecharla no nos habríamos conocido, ni habríamos empezado a salir, ni estaríamos a punto de casarnos y tener un hijo. A veces se me escapaba de la razón, aunque fuese nuestra realidad. Intentaba no pensar en esa parte.

Bella ahora era libre para vivir una vida normal, sin nadie ahí fuera tramando secuestrarla o hacerle daño o molestarla en ningún aspecto, y ese era mi mejor regalo. Gracias al cielo… y a unángel muy especial en particular.

— ¡Edward! —Me estaba mirando con el ceño fruncido.

— ¿Sí? —pregunté mientras pasaba el pulgar entre sus cejas para alisar las líneas de su expresión.

—No me estás escuchando. Te he contestado y estabas ausente, como soñando.

—Lo siento. ¿Qué has dicho?

Me echó una mirada y luego empezó con lo de agarrar y alisar la camiseta otra vez.

—Lo que estaba diciendo es que… aguantaría cien de estas ridículas bodas de famosos si eso significara que me estaba casando contigo. —Sus ojos marrones/verdes/grises se encontraron con los míos—. Mereces tanto la pena, señor Cullen.

Pasó un buen rato antes de que saliésemos a la carretera camino de Hallborough.

 

Dos días después…

 

Jake y yo observamos a Simón desde la rosaleda esperando que no nos viera. Con su verdísimo traje milanés hecho a medida, organizaba a los invitados para hacerles fotos espontáneas en todo tipo de locas posturas vanguardistas.

—Que Dios nos ayude si esas fotos que está haciendo salen a la luz pública. Estaremos jodidos, ¡literalmente! —Dijo Jake de forma seca mientras hacía un gesto con la cabeza hacia las obscenas payasadas de cierto príncipe pelirrojo y su acompañante desconocida—. ¿Por qué diablos contrató

Edward a Simón Carstairs para hacer las fotos de la boda?

—Aaah…, bueno, esa fue una situación en la que a Edward le dieron una cura de humildad o, como decimos en Estados Unidos, se tuvo que tragar sus palabras respecto a nuestro querido Simón. Edward le llamó para disculparse por lo sucedido y cuando terminó la conversación había conseguido contratar al fotógrafo más gay de todo Londres, sino de toda Europa. —Me encogí de hombros—. Hace unas fotos preciosas y al final todo ha salido bien. —Le di un codazo a Jake—. Simón estaba super ilusionado con ese estrafalario traje verde.

Jake y yo nos reímos juntos y continuamos observando la fiesta. Simón era una calamidad de la que no podías apartar la vista con su traje verde otoño. Puso a Alice y a Jasper juntos en algunas fotos. Me preguntaba cómo se llevaban desde que los habíamos metido en esto juntos y les habíamos nombrado dama de honor y padrino. Alice estaba preciosa, como siempre, y parecía que Jasper también lo pensaba.

Tendría que arrinconarla más tarde para que me diera la exclusiva. Veía potencial en ellos dos por su lenguaje corporal y por cómo actuaban el uno con el otro. La química se estaba fraguando, estaba segura.

—Yo habría hecho las fotos de tu boda, ya lo sabes —dijo Jake.

Le miré a su preciosa cara.

—Lo sé. Pero hoy necesitaba a mi amigo, al que quiero tantísimo, para algo mucho más importante.

—Lo sé —susurró Jake, y me cogió las manos—, y ha sido un gran honor para mí acompañarte hasta el altar el día de tu boda. Es… estoy sin palabras ahora mismo, Bella. Eres tan hermosa, mi querida amiga, por dentro y por fuera… —Me estrujó las manos—. Y verte feliz ahí delante con Edward ha sido tan impresionante que no soy capaz de encontrar las palabras para decírtelo como es debido, excepto que te quiero. —Se llevó mis manos hasta la boca para darme un beso.

—Vale…, ahora estoy llorando, Jake. —Me reí entre sollozos—. ¿Tienes un pañuelo para la llorona de la novia con las hormonas a flor de piel?

—Lo siento, cari —dijo tímidamente al tiempo que me pasaba su pañuelo.

—No pasa nada —le respondí mientras me limpiaba los ojos con cuidado—. En realidad no tenía a nadie más a quien pedírselo. No quería entrar sola… No sé por qué, pero sabía que mi padre hubiera querido que tú estuvieses allí. Te tenía en un pedestal, a ti y a nuestra amistad, Jacob. Y tú estabas allí en la galería aquella noche…, tú me dijiste que mirase al tío bueno del traje gris con los ojos bien abiertos que me abrasaban desde el otro lado de la sala. Tú estabas allí desde el principio, desde que nos encontramos Edward y yo.

—Sí, allí estaba. —Jacob también parecía tener los ojos bastante llorosos en ese momento.

—Toma. —Le devolví el pañuelo.

Los dos nos reímos y recobramos la compostura.

—Gracias por invitar a mi madre —dijo él.

— ¡Por supuesto! Me encanta tu madre. Es tan graciosa cuando se toma unas cuantas copas…, y le encanta verte tan arreglado. Me alegro mucho de que la hayas traído.

—Bueno, a ella también le encantas tú, y estoy seguro de que si no fuese gay me habría obligado a casarme contigo hace años. Quiere ser abuela y va a estar encima de ese bebé cuando llegue, así que más vale que te vayas preparando. —Hizo un gesto con la cabeza hacia mi barriga, que estaba empezando a hacer su aparición.

—Eso es muy bonito —dije yo mientras me fijaba en el grupo y veía a mi madre y a Frank charlando con un diplomático italiano en su mesa. Las cosas habían mejorado algo entre nosotras dos, pero no sabía si había esperanzas de futuro para nuestra relación. Y no pasaba nada. De verdad que no.

Ahora tenía una familia que me necesitaba tanto como yo a ellos. Todas esas personas vivían en Inglaterra. Ahora este era mi lugar en el mundo.

Había muchos otros a mí alrededor que importaban. Mi bebé, por ejemplo. El padre de Edward y mi tía Marie serían los abuelos que mi madre y mi padre nunca podrían ser. Hannah, Freddy, Alice, Jasper, Emmett y Rose serían los tíos y tías. Jordan, Colin y Zara serían los primos. Tanto amor a mi alrededor…

Unos brazos fuertes me rodearon desde atrás y una suavidad facial muy familiar me acarició el cuello.

—Señora Cullen, ¿te estás escondiendo en el jardín en tu propia boda?

—Pues sí —dije mientras me inclinaba hacia atrás con gran alegría.

— ¡Ay, por el amor de Dios! Pero ¿qué hace mi madre? —gruñó Jacob en dirección a la pista de baile donde Simón ahora estaba bailando una rumba muy lasciva con la señora Black entre los vítores de la multitud.

—Ve a por ellos, Jake. —Edward y yo nos reímos a sus espaldas mientras Jake se retiraba para ir a rescatar a su madre de las caderas de Simón.

—Por muy alocado que parezca Simón ahora mismo, ese pirado sabe bailar —dije sin parar de reír —. Aún no puedo creer que lo hayas contratado para hacer las fotos.

Edward se acurrucó contra mí un poco más.

—No me lo recuerdes, por favor. Me chantajeó, lo sabes. Me dijo que me perdonaría si le contrataba para hacer las fotos de nuestra boda. Pensé que estaría bien, así que accedí. Luego me mandó el contrato. Créeme cuando te digo que tu amigo Simón hoy se ha llevado una buena compensación por sus servicios. ¡Incluso me mandó la factura de un maldito traje a medida hecho en Milán!

Casi me ahogué de la risa.

— ¡Oh, Dios mío! —Señalé a Simón, que culebreaba detrás de la madre de Jake con su brillante traje de seda verde—. Ahí lo tienes, cariño. Un dinero muy bien gastado, diría yo. Simón parece taaaan feliz… —Me reí un poco más.

—Más le vale que las fotografías sean dignas de exposición —dijo Edward entre dientes.

—Te he visto bailar hace un ratito con una belleza que tiene predilección por los helados — continué, con la esperanza de distraer la atención hacia algo más agradable.

A Edward le cambió la cara de inmediato.

—Es tan asombrosa… Espero que nuestro melocotoncito sea igual que ella si es una niña. —Puso las manos sobre mi vientre—. Ya puedo notar el melocotón. Tu tripa está dura y antes no lo estaba.

—Sí. Ya lo creo que el melocotón está ahí dentro. —Puse mis manos sobre las suyas.

—Me encanta tu vestido. Es perfecto. Tú eres perfecta.

—Tú también estás bastante guapo con ese esmoquin. Te has puesto un chaleco morado solo por mí.

Me encanta. Vamos muy conjuntados, señor Cullen. —Y era verdad. Mi vestido de encaje color crema llevaba un cinturón morado atado a la espalda, y yo lucía el colgante en forma de corazón de perlas y amatistas en el cuello. Edward llevaba su chaleco morado de rayas y un lirio morado oscuro en la chaqueta. Mi velo era largo y sencillo, pero me encantaba por las fotos que me había hecho con él.

Fotos solo para los ojos de Edward. Quería que las viese.

—Tengo un regalo para ti —dije.

—Eso suena muy bien —contestó mientras se arrimaba más a mi cuello—, pero toda tú eres mi regalo. —Me cogió la cara con ambas manos como me encantaba que hiciera—. ¿Qué le parecería a la señora Cullen marcharse de aquí y empezar la noche de bodas?

Un segundo después…

—La señora Cullen se apunta.

Me ofreció el brazo.

—Mi dama, ¿me acompaña?

— ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que me gustan tus modales de caballero? Es un contraste tan grande con esa boca tan sucia que tienes, pero, oye, realmente funciona conmigo.

A Edward se le notó la satisfacción en los ojos.

—Bueno, está bien, nena. Creo que puedo comportarme así para ti. —Entornó los ojos y se llevó mi mano a los labios—. Me aseguraré de hacerlo esta noche.

Gracias, Dios mío.

—Tengo que subir un segundo a nuestra habitación a por tu regalo, ¿vale? Solo será un momento.

Me besó la mano y trazó un círculo con la lengua, justo encima de donde estaban mi anillo y la alianza que me había puesto durante nuestros votos, antes de dejarme ir.

—Te estaré esperando al final de las escaleras cuando bajes. Solo tengo que decirle a Hannah que nos escapamos —me dijo con dulzura.

—Dios, cómo te quiero —le respondí.

Me dedicó una de sus escasas sonrisas y dijo:

—Yo a ti más.

—Lo dudo mucho —aseguré por encima del hombro—, pero ¡me vale!

Me di prisa en coger el paquete de nuestra habitación y estaba bajando cuando noté una sensación de calidez. Caló en mí, se envolvió alrededor de mi cuerpo como un manto de una forma reconfortante. Me detuve en las escaleras donde el magnífico Mallerton de Sir Jeremy y Georgina estaba colgado en la pared. Me encantaba mirar ese cuadro, y no era solo por el tema o su técnica, que era impresionante, era la emoción que se expresaba en él. Había un gran amor en esa familia. Sir Jeremy, con sus ojos azules y su pelo rubio, miraba a su encantadora y bella Georgina con una expresión que transmitía su profundo amor por ella. No sé cómo se las arregló Tristan Mallerton para plasmarlo en un cuadro, pero sin duda había captado el momento entre esos dos amantes de hacía tantísimo tiempo. Y me dejaba sin aliento por su pureza.

Y luego estaban los hijos, un chico mayor y una niña más pequeña. La niñita estaba sentada en el regazo de su madre, pero solo tenía ojos para su padre. Me imaginaba cómo debía de haberla entretenido durante las largas horas de posados para un retrato como este. Mis estudios de arte me habían otorgado conocimientos sobre el tiempo necesario para crear un cuadro de esta magnitud; debió de ser maravilloso. Una niña no miraría a nadie así a no ser que lo sintiera. Esta pequeña quería a su padre, y había sido muy querida por él. Igual que yo.

Te quiero muchísimo, papá…

Cuando le di la espalda al cuadro para seguir bajando, vi a Edward aguardándome al final de las escaleras. Me esperaba pacientemente como si entendiera que necesitaba un momento y mi intimidad.

Edward parecía reconocer mis estados de ánimo en momentos como este. Y si lo pensaba bien, Edward había sido el mejor regalo que mi padre me había hecho nunca.

Charlie Swan, mi adorado y cariñoso padre, había mandado a Edward Cullen a buscarme en Londres para que pudiera rescatarme. Ahora tenía el resto de mi vida para estarle agradecida por ello.

Gracias, papá. Miré a la niñita del cuadro y sentí una conexión con ella, sin importar los siglos que nos separaban. Esperaba que la hija de Sir Jeremy Greymont hubiese disfrutado de muchos años con su padre. Veinticinco años era la cantidad de tiempo que me habían concedido a mí con el mío y debía aceptarlo agradecida por ser un regalo tan valioso.

Me negaba a ponerme triste al pensar en mi padre el día de mi boda. Él ahora era solo un pensamiento feliz para mí. Me quería y yo lo quería a él. Aún estaba conmigo de alguna forma y yo aún estaba con él, y nada podría arrebatarnos eso a ninguno de los dos.

 

—Mantén los ojos cerrados hasta que te diga que los abras, ¿vale? —Aparqué el coche y fui hasta el lado de Bella para ayudarla a salir—. No mires, señora Cullen, quiero hacer esto bien.

—Tengo los ojos cerrados, señor Cullen —dijo ella, de pie frente a mí—. Mi regalo. Dámelo, por favor.

Lo saqué del asiento y se lo puse con cuidado en las manos. Pesaba poco, era una caja negra plana con un lazo plateado.

— ¿Lista?

—Sí —afirmó ella.

—Vale, mantenlos cerrados, que voy a cogerte en brazos y a llevarte.

—Suena muy tradicional —dijo.

—Me considero un tío tradicional, nena. —La cogí en brazos, con cuidado para que no le arrastrara el vestido, y avancé por el camino de grava de Stonewell Court. Las piedras crujían bajo mis pies y se oía el sonido de las olas al romper en las rocas a lo lejos. El sitio era espectacular y esperaba que le gustase. Todo estaba iluminado con antorchas y vasijas antiguas y había velas que brillaban dentro de unos farolillos de cristal en el suelo. Hasta la suite del último piso estaba iluminada. La suite de nuestra noche de bodas.

—Escucho el mar —dijo contra mí mientras me acariciaba ligeramente la parte de atrás de la cabeza una y otra vez con una mano.

—Ajá. —Me detuve donde me pareció el lugar perfecto para revelarle la sorpresa—. Vale, hemos llegado a nuestro destino nupcial, señora Cullen. Voy a dejarte en el suelo para que puedas verlo bien —le advertí antes de ayudarla a ponerse de pie. La coloqué frente a la casa y le tapé los ojos con las manos.

—Quiero mirar. ¿Vamos a dormir aquí?

—No estoy seguro de si vamos a dormir mucho…, pero pasaremos aquí la noche. —Le besé la nuca y aparté las manos—. Para ti, preciosa. Ya puedes abrir los ojos.

—Stonewell Court. Sabía que estábamos aquí. Recordé el olor del mar y el sonido de la grava cuando hemos entrado. Es tan hermoso…, no puedo creerlo. —Abrió los brazos—. ¿Quién ha hecho esto para nosotros?

Aún no lo pilla. Le puse las manos en los hombros y le besé el cuello desde atrás.

—Hannah, principalmente. Ha estado intentando hacer un milagro para mí.

—Bueno, creo que lo ha conseguido. Me deja sin aliento. —Se giró para mirarme—. Es el lugar perfecto para pasar nuestra noche de bodas —dijo mientras se apoyaba en mi cuerpo.

Le cogí la cara con las manos y la besé con ternura, rodeados por el resplandor de las antorchas y la brisa del océano.

— ¿Te gusta?

—Más que gustarme. Me encanta que podamos estar aquí. —Se dio la vuelta de nuevo y se apoyó en mí otra vez para mirar la casa un poco más.

—Me alegro mucho, señora Cullen, porque después de estar aquí juntos no podía quitarme este lugar de la cabeza. Quería traerte de vuelta aquí. El interior necesita un poco de atención, pero está en perfecto estado y tiene los cimientos sólidos, construidos sobre las rocas. Esta casa lleva aquí mucho tiempo y espero que siga durante mucho más a partir de ahora.

Me saqué el sobrecito del bolsillo y lo pasé por detrás para sostenerlo delante de ella y que lo pudiera ver.

— ¿Qué es esto? —preguntó.

—Es nuestro regalo de bodas. Ábrelo.

Abrió la solapa y volcó el extraño surtido en su mano, algunas modernas, otras muy viejas.

— ¿Llaves? —Se dio la vuelta, sus ojos muy abiertos de la impresión—. ¡¿Has comprado la casa?!

No pude aguantarme la sonrisa.

—No exactamente. —Le di la vuelta para que mirase la casa otra vez, la rodeé con los brazos desde atrás y apoyé la barbilla en su cabeza—. He comprado un hogar para nosotros. Para ti y para mí, y para el melocotón, y cualquier otra frambuesa o guisante que pueda llegar después. Este lugar tiene muchas habitaciones donde ponerlos.

— ¿De cuántas frambuesas estamos hablando? Porque estoy viendo una casa muy grande que debe de tener montones de habitaciones que llenar.

—Eso, señora Cullen, aún está por ver, pero puedo asegurarte que me esforzaré al máximo por llenar unas cuantas.

—Ah, entonces ¿qué haces aquí fuera? ¿No sería mejor ponerse manos a la obra? —preguntó con suficiencia.

La cogí apresuradamente y me puse a caminar. Rápido. Si ella estaba preparada para la luna de miel, entonces yo no iba a ser tan tonto como para demorar el asunto. Una vez más, no soy un idiota.

Mis piernas recorrieron el resto del camino a toda prisa y luego los escalones de piedra de nuestra nueva casa de campo.

—Y la novia cruza el umbral —dije mientras empujaba la pesada puerta de roble con el hombro.

—Te estás haciendo cada vez más tradicional, señor Cullen.

—Lo sé. Y en cierto modo me gusta.

— ¡Oh, espera, mi regalo! Quiero que tú también lo abras. Bájame. El vestíbulo iluminado será perfecto para que las veas.

Me dio la caja negra con el lazo plateado, muy contenta y muy guapa con su encaje de novia y el colgante en forma de corazón sobre la garganta. Me vino a la mente el recuerdo de lo que tuvo que aguantar aquella noche con Westman, pero lo aparté y lo mantuve lejos. No había cabida en este instante para nada feo. Era un momento de alegría.

Abrí la tapa y saqué un papel de seda negro. Las fotografías que aparecieron debajo casi hicieron que me diera un infarto. Bella preciosa y desnuda en muchas poses artísticas, vestida solo con el velo de novia.

—Para ti, Edward. Solo para tus ojos —susurró—. Te quiero con todo mi corazón, con toda mi mente, con todo mi cuerpo. Ahora todo te pertenece a ti.

Al principio me costaba hablar, así que simplemente me quedé mirándola durante un momento y pensé en la suerte que tenía.

—Las fotos son preciosas —le dije cuando por fin pude articular las palabras—. Son preciosas, nena, y ahora…, ahora entiendo el porqué. —Bella necesitaba hacer hermosas fotos con su cuerpo.

Era su realidad. Yo necesitaba poseerla, cuidarla para complacer un requisito que controlaba mi psique, mi realidad.

—Quería que tuvieses estas fotos. Son solo para ti, Edward. Solo tú las verás. Son mi regalo para ti.

—Apenas tengo palabras. —Eché un vistazo a las poses lentamente, absorbí las imágenes y las saboreé—. Me gusta esta en la que estás mirando por encima del hombro y el velo te cae por la espalda. —Estudié la fotografía un poco más—. Tienes los ojos abiertos… y me estás mirando.

Ella me sostuvo la mirada con sus hermosos ojos multicolor, que me sorprendían todo el tiempo con sus cambios de tonalidad, y dijo:

—Te están mirando, pero mis ojos solo han estado realmente abiertos desde que llegaste a mi mundo. Tú me lo diste todo. Tú me hiciste querer ver lo que había a mi alrededor, por primera vez en mi vida adulta. Tú me hiciste quererte a ti. Tú me hiciste querer… una vida. fuiste el mejor regalo de todos, Edward Anthony Cullen. —Levantó el brazo para tocarme la cara y dejó ahí la palma de su mano, mostrándome con los ojos sus sentimientos.

Le cubrí la mejilla con la mano.

—Igual que tú para mí, mi preciosa chica americana.

Besé a mi encantadora esposa en el vestíbulo de nuestra nueva casa de piedra durante mucho tiempo. Yo no tenía prisa y ella tampoco. Teníamos el lujo de la eternidad ahora mismo y nos lo tomaríamos como el precioso regalo que era.

Cuando estuvimos preparados, la volví a coger en brazos; me encantaba notar su suave peso descansar contra mi cuerpo y la tensión de mis músculos mientras la llevaba escaleras arriba hacia la suite que nos esperaba y donde no la soltaría en toda la noche. Me aferraría a ella para salir a flote.

El concepto tenía sentido para mí. No podía explicárselo a nadie más, pero no necesitaba hacerlo.

Sabía lo que significábamos el uno para el otro.

Bella era mi mejor regalo. Era la primera persona que había visto mi interior. Solo sus ojos parecían ser capaces de hacerlo. Solo los ojos de mi Bella

 

 

 

 

 

CONTINUARÁ

 

Capítulo 24: CAPÍTULO 23 Capítulo 26: CAPÍTULO 25

 
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