-Tranquila, yo estoy contigo- me dijo Edward mientras me tenía abrazada. No pude contener el impulso ver su rostro, sus ojos me miraban con ternura y comenzó a acercar su rostro al mío, no podía creer lo que iba a pasar, Edward iba a besarme y ahí entraba mi cobardía en acción, giré mi rostro centímetros antes que nuestros labios se encontraran. Me sentía una tonta, ¿qué pensaría él de eso? Capaz que creería que no me gusta, ¡cuando me vuelve loca! Tenía que hacer algo.
-Lo siento, tengo que subir- dije mientras contenía unas lágrimas que amenazaban con salir, pero algo me detuvo, Edward agarraba mi brazo para que no subiera.
-Discúlpame, no te vayas- me dijo mientras me volvía a abrazar. ¿Cómo podía pedir disculpas él si la tonta fui yo?-¿Bella que tal si te muestro algo? -Dijo mientras me llevaba de la mano al gran piano de la sala- te voy a enseñar como toco el piano.
Solamente asentí con la cabeza mientras me sentaba con él en el piano. Al sentarnos, Edward me miró de una manera que hizo que el pecho me saltara de alegría, la cual se manifestó con una sonrisa en mi cara.
-¿Sabes? Me encanta cuando sonríes- dijo mientras sus manos comenzaban a tocar las teclas del piano- Ésta canción me recuerda a ti- dijo y comenzó a cantar
Buenas noches, mucho gusto
Eras una chica más
Después de cinco minutos, ya eras alguien especial
Sin hablarme, sin tocarme
Algo adentro se encendió
En tus ojos se hacía tarde y me olvidaba del reloj
Estos días, a tu lado me enseñaron que en verdad
No hay tiempo de terminar
Para comenzar a amar
Siento algo tan profundo, que no tiene explicación
No hay razón ni lógica en mi corazón
Entra en mi vida, te abro la puerta
Sé que en tus brazos ya no habrá noches desiertas
Entra en mi vida, yo te lo ruego
Te comencé a extrañar, pero empecé a necesitarte luego…
No podía creer lo que escuchaba, era la voz de Edward con la que había soñado hacía tantas noches atrás y hoy lo tenía frente a mí cantando una de mis canciones favoritas. Su voz era perfecta, la melodía era hermosa…
-Gracias Edward, de verdad es hermosa la canción- le dije con lágrimas en mis ojos, había sido simplemente perfecta la canción y él había dicho que le recordaba a mí. Lloraba de alegría, lloraba porque al fin me daba cuenta que estaba completa e irrevocablemente enamorada de Edward Cullen y lloraba porque era una tonta, solamente pude decir un “gracias” cuando lo que quería decir era “te amo”.
-Bella no llores, sé que soy mal cantante, pero pensé que te gustaría- dijo en broma.
-que tonto Edward- dije secando mis lagrimas con mis manos, hasta que una de sus manos se posó en mi mejilla
-Bella, eres la chica más especial en mi vida. Solamente con mirarme una vez fue suficiente para que mi corazón saltara en mi pecho como nunca lo había hecho- dijo viéndome a los ojos.
-Vaya- dije casi en susurro- nunca me habían dicho eso.- Y era verdad, nunca un chico me había dicho eso, nunca había tenido novio ni nada parecido, no me habían dado mi primer beso y era una tonta en el amor.
-Bella, gracias por escucharme- me dijo- no te voy a presionar para que me digas tus sentimientos, cuando estés lista, te escucharé- finalizó y vi como sus ojos se volvían cristalinos, ¿cómo decirle que lo amaba con locura? ¿Qué incluso hubo noches en las que soñé con su voz?...
-No te vayas- dije y Edward volteó a verme, sus ojos ya estaban calmados, pero sabía que estaba triste y todo era por mi culpa- ¿Quieres una merengada?- pregunté lo primero que se vino a la cabeza, solo quería que volviera a sonreír.
-¿No me vas a intoxicar si acepto verdad?- dijo y logré mi cometido, una sonrisa se extendió por su rostro.
-claro que no- dije y tomé su mano, si no sabía cómo decirle lo que sentía, por lo menos se lo iba a demostrar. Nos dirigimos tomados de manos a la cocina donde busqué todo lo necesario para preparar dos merengadas de oreo.
-Bella, ¿de verdad no tienes frío? Te puedo prestar un suéter- me preguntó Edward, quién se había sentado encima de la mesa de la cocina. En ese momento recordé que apenas llevaba un mini short de algodón y una franelita de tiritas, me puse roja al instante porque Edward se me había quedando viendo.
-No tranquilo- dije volteando mi rostro para que él no notara que me había puesto como un tomate- así estoy bien- mentí, porque ya estaba comenzando a sentir frío de nuevo- Están listas la merengadas- avisé para poder cambiar el tema de conversación. Le dí una a Edward quien todavía decía que lo iba a envenenar con la bendita merengada.
-Si no la quieres no importa- dije con fingida indiferencia- me la tomo yo también- le dije mientras levantaba una ceja para ver que decía.
-Está bien, me la tomo- dijo dándole el primer sorbo como un niño chiquito, un muy lindo niño chiquito- ¡Bella, está buenísima!- dijo y yo reí ante su comentario- ¿Dónde aprendiste a hacerla?
-Inventando en la cocina- dije sinceramente- no soy buena haciendo comidas saladas, solamente me quedan bien los dulces- concluí levantando mis hombros para restarle importancia a la situación, no era importante.
-¡Eres excelente!- dijo y se acercó para darme un abrazo, en ese momento nuestros rostros volvieron a quedar a pocos centímetros, esta vez era él quien iba a girar el rostro, pero no se lo permití, puse mis manos en sus mejilla y sus manos viajaron a mi cintura, estrechándome más a él.- Bella, no quiero que hagas algo que no quieras- dijo en susurro, su aliento me llegó moviendo cada una de mis terminaciones nerviosas.
-Esto es lo que te quería decir hace rato- susurré y me levanté en puntitas para poder llegar a sus labios, él comprendió lo que quería e inclinó su cuerpo para que nuestros labios se juntaran.
Fue un beso tierno al principio, mis manos seguían en sus mejillas, pero Edward me abrazaba con más fuerza, haciendo que mis manos viajaran a su cuello, sus hombros y su cabello, intentando grabarme cada uno de sus músculos, cada parte que mis manos tocaba. Sus manos fueron a mi espalda para poder acercarme más a su cuerpo, su lengua pidió permiso para entrar en mi boca y se lo concedí, era mi primer beso, y sin duda alguna, el mejor beso de mi vida. No me importaba el hecho que me encontrara en pijama y en una cocina, era simplemente perfecto.
Nuestros labios se separaron pero el puso su frente en la mía. Nuestras respiraciones estaban agitadas pero se iban acompasando. Así nos quedamos hasta que ya estábamos completamente calmados.
-Bella- dijo en susurro sin soltarme- te amo…- ¡AL FIN ALGUIEN ME DECÍA ESAS DOS PALABRAS QUE ESTABA LOCA POR ESCUCHAR, Y NO ERA CUALQUIER PERSONA, ERA EDWARD CULLEN!, el chico por el que estaba loca.
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