DESEOS PROHIBIDOS?TERMINADO

Autor: rake
Género: + 18
Fecha Creación: 16/11/2010
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 32
Comentarios: 89
Visitas: 197691
Capítulos: 56

 

TERMINADO

FIC RECOMENDADO POR LNM CON 4 VOTOS!!!

 Si eres perseverante,los deseos se hacen realidad y aqui está la prueba que lo confirma.

Leer este fic que os aseguro que acabará por encantaros.

VOTAR Y COMENTAR MUCHAS GRACIAS.

 

 

                      

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Capítulo 44: Baile de gala

Aquella mañana,tan pronto como se marcharon todos los invitados,Edward le pidió a Bella que aquella noche se vistiera como si fueran a un baile de gala organizado por la realeza y ella había invertido casi toda la tarde en ello.Basó todas sus decisiones en lo que pensaba que a él le agradaría más.Nunca antes se había arreglado para agradar a un hombre,pero eso era lo que estaba haciendo.

Eligió un vestido color marfil de larga cola suelta rematado en unas diminutas rosas rojas.El discreto escote apenas revelaba la clavícula,aunque de forma seductora,algo que Bella completó poniéndose unas gotas de perfume entre los pechos.Coronaba su peinado un penacho de plumas de garza real y una rosa roja.Llevaba unos pendientes muy finos y una gargantilla sencilla.Contempló la posibilidad de prescindir de los guantes,pero como no sabía lo que Edward tenía en mente,tampoco podía descartar la posibilidad de que realmente la llevara a un baile de gala.

No obstante,esperaba que se tratara de una velada íntima para ellos dos.Una última noche juntos que,como él mismo había dicho,pudieran recordar.

Aunque empezaba a preguntarse si algún día terminaría de arreglarse.Jessica estaba inusualmente torpe aquella noche y había tenido que hacerle el recogido varias veces hasta lograr por fin que se mantuviera en su sitio.Bella había estado a punto de perder la paciencia,pero se había mordido la lengua porque no quería que nada estropeara aquella velada y Jessica siempre era muy hábil arreglándola.Confiaba en que no estuviera incubando algo.

—Está preciosa,milady—dijo mientras le ajustaba la cola del vestido.

—Gracias,Jessica.

—El conde estará encantado.

No podía admitir abiertamente que era lo que esperaba.¿Qué iba a pensar de ella su criada cuando sin duda ya había corrido el rumor de que se casaría con un duque?Aun con todo,confiaba en que al conde le complaciera.

Mientras salía de su dormitorio,le costaba creer la ilusión con que esperaba aquella velada.Edward y ella habían hecho muchas cosas juntos,pero nunca con aquella expectativa:que lo que iban a hacer lo hacían el uno para el otro y sólo para ellos.

Bella bajó la magnífica escalera de mármol más satisfecha de lo que era capaz de demostrar.Por lo visto,también él se había esmerado en vestirse como si fueran a un baile de gala.Llevaba un frac negro sobre un chaleco color burdeos y una camisa blanca.El corbatín,de color plata,conjuntaba de maravilla.Mientras lo observaba allí de pie,sonriente,Bella supo sin lugar a dudas que era el hombre más guapo que había conocido nunca y el conde más elegante.En aquel momento,le pareció que podía haber pasado por rey.

Cuando estuvo cerca,él le tendió la mano enguantada y ella le entregó la suya.

—Estás preciosa—le dijo dulcemente—.Y por esta noche eres mía.

—¿Adónde vamos?—inquirió ella,sorprendida ante su propia falta de aliento.El conde tenía esa facultad:la de robarle el aliento y devolvérselo de inmediato.

Edward le besó la mano y aun a través del guante,ella pudo sentir el calor de sus labios en los dedos mientras él la miraba intensamente.

—No muy lejos—prometió.

Edward hizo que se cogiera de su brazo y ella se sintió como una parra en busca de sustento.

—¿Se te subiría a la cabeza si te dijera que eres muy guapo?—le preguntó ella.

La sonrisa de Edward se intensificó y lo hizo más atractivo de lo que Bella creía posible.

—Entonces hacemos buena pareja.

«No tan buena»,pensó ella de pronto,porque aquella noche no era más que una farsa.En el fondo,ninguno de los dos tenía lo que el otro necesitaba.Pero Bella no quería pensar en eso y menos en aquel momento,mientras él se esforzaba por ofrecerle algo especial dado que ella no podía entregarse a él para siempre.

La escoltó por el largo y ancho pasillo.Un lacayo alerta a la entrada del salón de baile les abrió la puerta.

—¿Vamos al salón de baile?—preguntó ella mirándolo.

—Te he dicho que te vistieras para ir a un baile.

La condujo al interior y fue como si lo viera por primera vez.Al iluminarlo sólo con velas estratégicamente colocadas para arrojar luces y sombras por toda la estancia,Edward había logrado crear intimidad en un lugar diseñado para rebosar inmensidad y opulencia.Hasta las paredes forradas de espejos parecían haberse encogido.De pronto,empezó a sonar música.Bella escudriñó las sombras.

—¿Es eso una orquesta?

—Sí.Esta noche quiero bailar contigo como nunca he podido hacerlo antes:demostrándote que te adoro.Hoy no quiero que haya límites entre nosotros,ni falsas apariencias;ni quiero fingir que no eres la mujer a la que quiero tener en mis brazos.

—Edward,no podemos comportarnos con tanto descaro aquí.¿Qué pensarán los sirvientes?

—No son estúpidos,Bella.Sospecho que ya lo saben.Esta noche es nuestra y sólo nuestra.

La condujo a una mesa,pequeña y redonda,del jardín,cubierta por un mantel blanco.Unas orquídeas adornaban el centro,allí puestas sin jarrón,sin tallo,con una vela de llama vacilante en medio de ellas.Un lacayo le retiró la silla para que se sentara.Después,Edward se sentó a su lado,no en el otro extremo de una mesa larguísima ni a una distancia prudencial,sino junto a ella,para poder cogerle la mano,lo que le hizo preguntarse a Bella cómo demonios esperaba que comiera.

Como si le hubiera leído el pensamiento,Edward le soltó la mano y empezó a quitarse los guantes.

—¿Nos preparamos para comer?

Bella se quitó los guantes a su vez y los colocó en el borde de la mesa.

—Tengo una idea—espetó él,inclinándose hacia ella—.Seamos descarados esta noche y no volvamos a ponernos los guantes.Bailemos con las manos desnudas.

Consciente de lo cálidas que eran las manos de Edward,Bella asintió con la cabeza a aquella idea tan escandalosa.¿Quién iba a verlos?¿Quién iba a saberlo?Sería su secreto.

La comida y el vino se sirvieron como en las cenas que habían ofrecido a sus invitados.

—¿Cómo has preparado todo esto?—preguntó ella absolutamente maravillada.

—Me ha ayudado Alice.Ha aprendido algunos de tus trucos.

—No puedo creer que hayas podido mantenerlo en secreto.Ni siquiera he visto llegar a la orquesta.

—Jessica me ha ayudado en eso—aclaró con una sonrisa.

—¿Jessica?Pero¿qué demonios…?—se interrumpió al recordar lo que le había costado a su criada peinarla aquella noche.Bella entrecerró los ojos—.¿Cómo te ha ayudado?

—Le he pedido que te mantuviera ocupada durante tres horas mientras yo lo preparaba todo.

—Por eso no atinaba a hacerme el recogido.

—Que yo pienso deshacer más tarde—dijo,convirtiendo su sonrisa en una especie de promesa.

Y ella esperaba ese momento con una impaciencia difícil de soportar.Resultaba asombroso que después de pasar tantas noches en sus brazos aún la ilusionara tanto pasar una más.No quería recordar que sería la última,pero sí quería recordarla siempre.

Apenas hablaron mientras comían,ni se dieron prisa en terminar.Se limitaron a mirarse,a degustar el vino y a disfrutar del faisán.Bella recordó que,en una ocasión,él le había dicho que buscaba una mujer con la que pudiera disfrutar del silencio.Entonces no había entendido a qué se refería,pero ahora sí:no hacía falta decir nada para que todo se entendiera.

Cuando terminaron de servirles la cena y les retiraron todos los platos,él tomó una orquídea e inclinándose hacia Bella,se la introdujo por el corpiño,entre los pechos,una broma que la hizo reír y a él sonreír.Después se puso en pie y la ayudó a levantarse.

—¿Me concede el honor de este baile?—preguntó el conde.

—El honor es mío,milord.

La condujo a la pista en penumbra.La orquesta,que había estado tocando piezas tranquilas mientras cenaban,empezó a interpretar un vals y ella se dio cuenta de que Edward no había dejado nada al azar aquella noche.Todo era mágico.Hacía unos meses,él ni siquiera estaba a gusto en Londres y ahora era capaz de organizar la noche más romántica de su vida.

Su mano desnuda descansaba en la de él y se preguntó a quién se le había podido ocurrir la necesidad de llevar guantes.El calor de su tacto resultaba embriagador.Bailaron más juntos de lo que habría sido decente…en caso de encontrarse en un salón lleno de invitados.Pero como estaban solos,bailaron cuanto quisieron.Con elegancia,Edward la paseó por toda la estancia sin tener que preocuparse de no tropezar con otros.Aquel salón,aquella noche,aquel vals,eran suyos,suyos y de nadie más.

TENGO UN SORPRESON!!!!!!!!!!

YA TENGO EL FIC TERMINADO EN MI PC!!!

Capítulo 43: Despedida Capítulo 45: El adios

 


 


 
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