DESEOS PROHIBIDOS?TERMINADO

Autor: rake
Género: + 18
Fecha Creación: 16/11/2010
Fecha Actualización: 31/05/2011
Finalizado: SI
Votos: 32
Comentarios: 89
Visitas: 197671
Capítulos: 56

 

TERMINADO

FIC RECOMENDADO POR LNM CON 4 VOTOS!!!

 Si eres perseverante,los deseos se hacen realidad y aqui está la prueba que lo confirma.

Leer este fic que os aseguro que acabará por encantaros.

VOTAR Y COMENTAR MUCHAS GRACIAS.

 

 

                      

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Capítulo 22: Cansado de esperar

—Ésta era mi aula.

Edward observó cómo Bella examinaba la estancia.Los pupitres alineados en filas perfectas.La pizarra donde daba sus explicaciones a los alumnos.Las estanterías donde guardaba sus libros.Lo había dejado todo allí cuando se fue a Londres.Su sustituto aún no se había asentado lo suficiente como para borrar la presencia de Edward y eso le alegraba,porque quería que Bella pudiera hacerse una idea de lo que había sido antes de convertirse en conde.

La condesa se acercó a la ventana y miró el césped sombreado por los árboles.A lo lejos se divisaba el camino por el que llegaban los padres cuando traían a sus hijos a la escuela.

—Tus alumnos debían de estar muy distraídos con el trasiego de personas que se ve desde estas ventanas—comentó Bella.

—Tanto como yo.Cuando hacía buen tiempo,dábamos la clase a la sombra de los árboles.

—¡Qué inusual!

Edward cogió un trozo de tiza,lo tiró al aire y lo atrapó al vuelo.Le gustaba sentir su peso en la palma de la mano.

Después escribió en la pizarra:«Un amor intenso provoca una pasión intensa».

Remató la frase con un golpecito con la tiza en la pizarra.Bella le lanzó una mirada rápida e imperturbable y continuó mirando por la ventana,en absoluto impresionada por la ternura de lo que había escrito.Mientras Edward borraba la pizarra,se preguntó qué podía hacer para congraciarse con ella.

—Anoche soñé que estaba solo contigo en mi habitación—dijo por fin,pensando que,aunque no era cierto,al menos era directo.

Ella lo miró por encima del hombro y lo paralizó con una de sus típicas miradas incisivas.

—Anoche estabas borracho.

—Entonces,¿eras real,no un fantasma?

—Alguien tenía que meterte en la cama y como a tu hermano siempre le parece que lo llama tu madre,tuve que hacerlo yo.Debería verlo un médico.Es muy posible que tenga alucinaciones,porque yo nunca la oigo llamarlo.

Edward entendió que Bella bromeaba,que sabía perfectamente que Emmett lo decía sólo para esfumarse.

—Emmett y yo siempre hemos tenido una extraordinaria habilidad para oír a nuestra madre cuando los demás no la oyen.—Y el mutuo acuerdo de usar esa excusa cuando les pareciera que el otro quería quedarse a solas con una chica guapa.

—¿También compartís el tic ocular?—preguntó ella con acritud.

—No,lo mío es un tic labial.No puedo evitar sonreír cuando veo a una mujer hermosa.

—Jamás pensé que fueras de los que beben en exceso—espetó ella.

A Edward le pareció detectar verdadera decepción en la voz de Bella.No la culpaba,pero consideraba injusto que se lo reprochara cuando tampoco se dejaba cautivar por sus virtudes.

—Todo el mundo huye de algo:unos se dan a la bebida y otros vuelven la cara.

—O se convierten en hielo—añadió ella con una triste sonrisa.

—No tienes por qué hacerlo.Conmigo no.

—¿De qué huyes tú,Edward?

El tono de preocupación de Bella le produjo sorpresa y alegría a la vez.Atravesó la estancia hasta donde se encontraba ella,apoyó el hombro en la pared y miró por la ventana,procurando tenerla a la vista por el rabillo del ojo.

—Echo de menos la autenticidad de una vida sencilla.

—¿La autenticidad?—dijo ella negando con la cabeza.

—Finges ser una condesa de hielo pero no lo eres.Nunca había visto a tanta gente mirar por encima del hombro a los demás como en todos esos bailes de gala a los que hemos ido y no acabo de comprender por qué lo hacen.¿Qué ganan con ello?¿Una falsa sensación de superioridad?Yo valoro el esfuerzo,Bella.Valoro la capacidad de razonar y pensar.Valoro las grandes obras de la literatura.Valoro al ser humano y todo lo que ha conseguido.Los bailes me resultan tediosos,las conversaciones de las cenas carentes de interés y me parece estupendo que lady Rosalie Hale se atreva a presentarse en público sin guantes.—Se volvió hacia Bella para poder mirarla a los ojos—.Sé que soy indigno del título…

—Al contrario,no conozco a un hombre más digno.—Con la mano enguantada,le acarició la mejilla.Tomaba la iniciativa por primera vez y él deseó desesperadamente que hubiera seguido el ejemplo de lady Hale y se hubiera quitado el maldito guante antes—.Jamás he conocido a nadie que crea tan firmemente en lo que dice como tú.Ni he conocido nunca a nadie que crea que existe otra pasión que la carnal.

—Hay pasión en todo.En la labor del artista,del escritor,del arquitecto,del constructor,de todos los que se entusiasman con lo que hacen,no sólo bajo las sábanas…—Se interrumpió al percatarse de las implicaciones de su comentario;ella desvió la mirada—.No has conocido la pasión entre las sábanas,¿verdad?

—No—confesó ella apartando la mano de su mejilla.

—Yo podría ofrecértela.

—No aprecio ni un atisbo de duda en tu voz y no sé si es porque eres verdaderamente hábil o sólo arrogante.

—Te aseguro que conmigo conocerías la pasión—afirmó,tomándola por la barbilla para conseguir que volviera a mirarlo a los ojos.

—Tengo secretos que debo guardar,Edward y por los que nunca me verás en tu cama.

—Tal vez no impidan que tú puedas verme en la tuya.

Ella soltó una breve carcajada,una muestra de ternura que lo conmovió profundamente.

—Me tientas,lord Forks,pero me temo que te decepcionaría mucho lo que descubrirías en mi cama.

—No veo por qué.

—Por lo mucho que te gusta la sinceridad y lo poco que te agrada ver sólo la superficie de una persona.Pides más de lo que yo puedo darte.

—Puedo conformarme con menos—dijo,sorprendido por la súplica casi desesperada de su propia voz.

—No deberías y no te lo permitiré.

Bella levantaba de nuevo su muro de hielo y él estaba cansado de escalarlo.Se acabó.No podía haber pasión si no había interés y conocía a muchas mujeres que podían ofrecérselo.

Capítulo 21: Intereses Capítulo 23: Otra mujer

 


 


 
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