Protegiendo un amor (+18)

Autor: cari
Género: + 18
Fecha Creación: 07/06/2010
Fecha Actualización: 17/06/2010
Finalizado: SI
Votos: 57
Comentarios: 96
Visitas: 228161
Capítulos: 24

Edward Cullen quería una esposa. La candidata debía ser de buena familia y debía estar dispuesta a compartir su cama para darle un heredero. Además debía aceptar un matrimonio sin amor.

Bella Swan era una hermosa joven de alta sociedad conocida por ser una princesa de hielo, ella mejor que nadie entendería las condiciones de aquella relación.

Pero Bella acepto la proposición de Edward porque necesitaba ayuda para defenderse de su pasado.

Lo que él no sabía era que Bella no era una mujer fría, ni sofisticada si no una joven tímida y asustada.


Esta historia es de otra escritora llamada helen ... editada por mi ... espero k les guste es mi segundo fic....

 

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Capítulo 7: Atacada

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No había nada como despertarse nada más amanecer ante el insistente sonido del teléfono móvil. Isabella alargó el brazo, agarró el teléfono que tenía sobre la mesilla y descolgó.

Tras esperar unos cuantos minutos interminables en los que sólo hubo silencio, la persona que llamaba colgó.

¿Se habría equivocado de número? Una hora después, el teléfono volvió a sonar y, de nuevo, nadie contestó.

Isabella activó la función de rellamada y la compañía telefónica a través de una grabación le indicó que el número de la persona que llamaba era privado.

Demetri.

Isabella  se dijo que podía activar el identificador de llamada tanto en el teléfono fijo como en el móvil. Así, podría ver en pantalla el número de la persona que llamaba.

A continuación, intentó volverse a dormir, pero no lo consiguió, así que se levantó y se dirigió a la cocina a prepararse un café. Mientras se lo tomaba, pensó que se le había olvidado llamar a Edward la noche anterior para cancelar la cita ¿Y si fuera? No ir sería ceder a las amenazas de Edward.

Se pasó todo el día con aquella cuestión en mente y, al final, después de trabajar, se duchó a cambió de ropa y se dirigió a la ciudad en coche. Edward la saludó cuando la vio entrar en el restaurante y la besó en la boca.

—Estás guapísima.

Isabella agradeció el cumplido sinceramente mientras Edward  le indicaba al camarero que ya podía llevarlos a su mesa. Isabella se dijo que todo iba a ir bien, que lo único que iban a hacer iba a ser hablar, tomarse una copa de vino, comer y disfrutar del espectáculo. Cuando terminara, Edward la llevaría a casa.

Todo iba a ir de maravilla. Todo iba a ser muy fácil Isabella comenzó a relajarse. Cuando llegó el camarero, pidieron la cena y Edward  entabló una conversación cualquiera, sin demasiadas implicaciones, pues sabía que, si se ponía muy serio, se arriesgaba a que Isabella  se echara atrás.

Y no quería que aquello sucediera.

—Tengo entendido que has vivido en Francia y en Italia, ¿no? —le preguntó mientras comían—. ¿Siempre por motivos de estudios?

—Sí —sonrió Isabella  cada vez más a gusto—. Fui a estudiar y estudié mucho aunque también tuve algo de tiempo libre para viajar—. Los fines de semana solíamos alquilar un coche y nos íbamos de excursión, comprábamos comida y comíamos en el campo —recordó con un brillo especial en los ojos.

Edward  sintió un instinto de protección sobre aquella jovencita, sobre su amor por la vida. Le encantaría devolverle todo aquello, y sabía que podía hacerlo en cuanto Isabella  aprendiera a confiar en él.

Edward  la deseaba. En su cama, en su vida, su esposa, pero era consciente de que, si le proponía matrimonio en aquellos momentos, Isabella  saldría corriendo.

El espectáculo resultó ser excelente. Isabella  se lo pasó muy bien y así se lo hizo saber a Edward  mientras caminaban hacia el coche.

—Te propongo que nos tomemos un café en Double Bay y, luego, te acompañaré a casa, tú en tu coche y yo en el mío —sugirió acariciándole la mejilla—. Te sigo.

Y así fue cómo Isabella  se encontró en uno de los locales más de moda de la ciudad, preguntándose por qué no se había ido directamente a casa. La respuesta era que, en realidad, no quería que la velada terminara.

Edward  le hacía pensar en lo inalcanzable. ¿Tan malo sería? Isabella  pidió té mientras Edward  prefirió café. De la conversación que tuvo lugar a continuación Isabella recordó muy poco al día siguiente, sólo recordaba que parecía que se deseaban mutuamente.

La verdad era que le resultaba difícil aceptar que el interés de un hombre como Edward  en ella fuera genuino y, además, se preguntaba qué sucedería de ser así.

Abandonaron el local casi a medianoche y al llegar al coche de Isabella, Edward  le tomó el rostro entre las manos y la besó con pasión. Isabella  no sabía si el beso había durado segundos o minutos lo único que sabía era que le hubiera gustado que no hubiera terminado.

A Edward  le costó un gran esfuerzo apartarse y dejar de tocarla porque realmente se moría por hacerle el amor.

—Nos vemos mañana en la fiesta —le dijo abriéndole la puerta.

Isabella  asintió mientras se ponía al volante de su coche.

Apenas había tráfico y Edward   la siguió en su coche, tal y como había prometido, hasta que llegaron a su casa. Una vez allí, Isabella le dio una ráfaga de luces largas en señal de agradecimiento, abrió el garaje con el mando y accedió al aparcamiento subterráneo.

Una vez dentro, dejó su vehículo en su plaza y se fijó en que había dos luces fundidas. Qué raro, hubiera jurado que cuando se había ido unas horas antes todas funcionaban perfectamente.

De repente, un leve ruido a sus espaldas hizo que se le erizara el vello de la nuca y, en un abrir y cerrar de ojos, sintió unas manos que la empujaban contra un coche.

—Zorra.

A continuación, sintió la palma de la mano en la mejilla y estuvo a punto de perder el equilibrio.

¿Demetri?

Nada más verlo, comprendió que había bebido alcohol y consumido drogas. Tal vez, las dos cosas «No debo dejar de mirarlo, no debo pensar», se dijo Isabella.

Sentía dolor en la mejilla y en la mandíbula, pero lo ignoró y se quedó mirándolo atentamente para anticiparse a su próximo movimiento. Llevaba un spray de pimienta en el bolso, una alarma personal y botas de tacón, así que iba bien armada.

—¿Por qué demonios no me escuchas cuando te hablo, zorra?

«No pienso contestar», pensó Isabella.

A continuación, detectó el momento en el que iba a volver a golpearla, lo empujó y lo tiró al suelo. Sin pensárselo dos veces, le clavó el tacón, lo que hizo que Demetri aullara de dolor y se apartara con la mano herida.

Mientras la insultaba obscenamente, Isabella corrió hacia el ascensor sacando del bolso el spray de pimienta.

Para su suerte, el ascensor estaba allí, así que metió su clave de acceso y las puertas se cerraron.

Hasta que no se vio en su casa, con la puerta cerrada con llave y la alarma conectada, no se permitió reaccionar. Las manos le temblaban y le dolían ciertas partes del cuerpo.

Qué horror.

Tras darse una buena ducha de agua caliente y lavarse el pelo, se puso el camisón, apagó las luces y se sentó frente al televisor con la esperanza de que la película la distrajera.

A la mañana siguiente, le dolía todo el cuerpo.

Capítulo 6: Quiero salir contigo Capítulo 8: Pensando

 
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