Protegiendo un amor (+18)

Autor: cari
Género: + 18
Fecha Creación: 07/06/2010
Fecha Actualización: 17/06/2010
Finalizado: SI
Votos: 57
Comentarios: 96
Visitas: 228159
Capítulos: 24

Edward Cullen quería una esposa. La candidata debía ser de buena familia y debía estar dispuesta a compartir su cama para darle un heredero. Además debía aceptar un matrimonio sin amor.

Bella Swan era una hermosa joven de alta sociedad conocida por ser una princesa de hielo, ella mejor que nadie entendería las condiciones de aquella relación.

Pero Bella acepto la proposición de Edward porque necesitaba ayuda para defenderse de su pasado.

Lo que él no sabía era que Bella no era una mujer fría, ni sofisticada si no una joven tímida y asustada.


Esta historia es de otra escritora llamada helen ... editada por mi ... espero k les guste es mi segundo fic....

 

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Capítulo 16: Libertad

 

Isabella se despertó cuando la alarma de su teléfono móvil comenzó a sonar. ¿Ya eran las siete? Le parecía que apenas había dormido. Al moverse, se dio cuenta de que estaba desnuda y, entonces, lo recordó todo.

La pesadilla, Edward …..…

¡¡¡¡¡¡Edward!!!!

Le había pedido que se quedara y se había quedado. Isabella cerró los ojos al recordar el erotismo de lo que habían compartido.

Un ruido llamó su atención y, al girar la cabeza, vio a Edward  saliendo del baño con una toalla a la cintura.

—¿Qué tal te encuentras? —le preguntó, sentándose en la cama junto a ella.

Isabella sintió que se sonrojaba, así que Edward  le tomó el rostro entre las manos y la besó lentamente.

—¿Estás dolorida después de lo de anoche? —comentó, mirándola de nuevo.

—Preferiría que no habláramos de eso —contestó ella.

—No hablar de ello no hará que lo olvidemos.

—No tendría que haber sucedido.

—¿Lo dices en serio? —se extrañó, apartándole un mechón de pelo de la cara.

—La verdad es que no esperaba que estuvieras aquí.

—¿Creías que iba a dejar que te despertaras sola?

Lo cierto era que la idea de despertarse sola era la que menos le preocupaba. Había otra cuestión que le preocupaba mucho más.

—Anoche no tomamos medidas anticonceptivas —comentó.

         —Te aseguro que estoy sano —contestó el.

Isabella se rió histérica, pero se tranquilizó cuando, tras hacer cálculos, se dio cuenta de que tenía pocas posibilidades de haberse quedado embarazada.

—Si estás preocupada por si te quedas embarazada, tranquila. Si lo estás, nos ocuparemos de ello los dos juntos.

—Te recuerdo que no somos pareja.

—¿Cómo que no?

—Como que no.

—¿Quieres empezar el día discutiendo?

—No.

—Muy bien.

—Lo que quiero hacer es darme una ducha y vestirme —contestó ella con frialdad.

Edward se puso en pie. En cuanto estuvo a solas, Isabella eligió ropa limpia y se fue al baño. Se quedó un buen rato debajo del agua caliente y se frotó vigorosamente, preguntándose qué demonios había hecho. Había roto todas las creencias morales preconcebidas que tenía, eso era lo que había hecho.

Mientras se vestía, se dijo que, para ser sincera consigo misma, tenía que admitir que, gracias a las caricias de Edward, se sentía más viva que nunca.

Cuando entró en la cocina, y tras saludar a Judith y a Ben, se sirvió yogur y fruta fresca y salió a la terraza. Edward  levantó la mirada e Isabella se sentó frente a él sin abrir la boca.

—¿Café? —le preguntó Edward.

—Sí, gracias.

Isabella no quería ni mirarlo porque cada vez lo deseaba más. La cabeza le decía una cosa, pero el corazón le decía otra, y tuvo que hacer un gran esfuerzo para permanecer allí sentada desayunando como si tal cosa. Fue un gran alivio cuando Edward  se puso en pie, la besó en la sien y le deseó que tuviera un buen día.

 

Había días en el taller en los que todo iba bien, pero aquél no fue uno de ellos. Unas telas que habían encargado no llegaron y una clienta decidió cambiar el tamaño de los botones por enésima vez.

Para colmo, Demetri llamó tres veces insultando y amenazando.

Aunque había tomado la decisión de no dejar que aquellas llamadas la asustaran, lo cierto era que la habían afectado. Daría cualquier cosa por bajar a la playa a pasear mientras escuchaba música en su iPod y se olvidaba del mundo un rato.

No le iba a resultar fácil deshacerse de Ben, pero tampoco sería imposible. Isabella buscó la manera de hacerlo. Y cuando creyó encontrarla, se le iluminaron los ojos.

—Alice, voy un momento a la farmacia —anunció—. Vuelvo dentro de diez minutos.

Una vez en la calle, saludó a Ben, que la acompaño hasta la farmacia.

—No hace falta que entres conmigo, no voy a tardar mucho —le indicó.

El guardaespaldas sonrió y se quedó mirando el escaparate mientras Isabella entraba en la tienda ella sabía que la tenía vigilada, pero, si lo hacía bien, si conseguía ganar unos minutos, podría salir por la puerta de atrás de la farmacia, cruzar la avenida y acceder a la playa.

El plan era pedirle a uno de los ayudantes que la dejara pasar a la trastienda porque tenía ganas de ir al baño.

—Claro, pasa, no hay ningún problema —le dijo la farmacéutica en persona.

Cuando salió a la avenida, Isabella sintió una gran sensación de libertad y aceleró el paso en dirección a la arena.

¡Lo había conseguido!

—¿Vas a algún sitio?

Al girarse, se encontró con Ben, que la miraba muy serio.

—Quería pasear por la playa un rato… sola —confesó.

—Esto no ha sido muy inteligente por tu parte.

—A veces, una tiene estos lapsus —contestó Isabella, intentando apelar a la compasión del guardaespaldas—. ¿Tan terrible es querer escapar un rato?

—No es terrible, es una locura dadas las circunstancias. Si quieres pasear por la playa, me dices y bajamos a la playa, no hay problema.

Pero no sería lo mismo ir con guardaespaldas que sin él.

—¿Entonces? ¿Taller, playa o casa? —le preguntó Ben.

La casa a la que Ben se refería no era su casa y la playa había perdido su atractivo, así que…

—Al taller —contestó Isabella—. Supongo que se lo vas a contar a Edward, ¿no? —añadió mientras caminaban uno al lado del otro.

—Es mi obligación hacerlo.

Aquello hizo que Isabella pasara una tarde angustiosa y en el trayecto de vuelta a casa no abrió la boca. Para su alivio, el coche de Edward  no estaba cuando llegaron. Genial. Así, podría meterse en el baño a darse un buen baño de espuma.

La confrontación iba ser inevitable, pero le daría un poco de tiempo. Con esa idea en la cabeza, Isabella llenó la bañera, añadió sales de baño, se desnudó, se recogió el pelo y se metió entre las burbujas.

Qué delicia.

Isabella cerró los ojos y se relajó.

—¿Has tenido un mal día?

Al oír la voz de Edward, abrió los ojos sobresaltada.

—¿Qué haces aquí?

Edward se había cambiado de ropa y ahora llevaba unos pantalones de tela y un polo. Estaba increíblemente guapo. El algodón del polo marcaba sus hombros musculados, resaltaba sus bíceps y marcaba su imagen de poder. Demasiado poder. Isabella recordaba perfectamente cómo la hacían abrazado aquellos brazos y cómo la habían acariciado aquellas manos.

Sexo, pasión electrificante.

—Me parece que me tienes que contar una cosa.

—Supongo que ya te lo habrá contado Ben con todo lujo de detalles —contestó ella.

—Sí, pero me gustaría que me lo contaras tú —insistió el.

—Estoy en desventaja —protestó ella, haciendo referencia a que estaba metida en la bañera.

—El lugar donde nos íbamos a encontrar lo has elegido tú —le recordó el.

—No esperaba que invadieras mi intimidad —le espetó Isabella.

—Pues te has equivocado.

Edward  agarró una toalla, la desdobló y se la ofreció. ¡Si se creía que iba a salir de la bañera con él delante, estaba loco!!!!

—Vete el infierno —le dijo Isabella, tirándole la esponja y dándole en el pecho.

Edward  se acercó y quitó el tapón de la bañera. Isabella protestó al ver que el agua comenzaba a salir.

—Eres un… —dijo, aceptando la toalla y cubriéndose con ella.

Aquello era demasiado. Aquel hombre era demasiado. Isabella sintió estúpidas lágrimas en los ojos.

—Vete. Por favor.

El «por favor», le llegó a Edward al alma.

—Ya hablaremos de esto más tarde —le dijo girándose y saliendo del baño.

Capítulo 15: Noche de amor Capítulo 17: Durmiendo juntos

 
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