Protegiendo un amor (+18)

Autor: cari
Género: + 18
Fecha Creación: 07/06/2010
Fecha Actualización: 17/06/2010
Finalizado: SI
Votos: 57
Comentarios: 96
Visitas: 228173
Capítulos: 24

Edward Cullen quería una esposa. La candidata debía ser de buena familia y debía estar dispuesta a compartir su cama para darle un heredero. Además debía aceptar un matrimonio sin amor.

Bella Swan era una hermosa joven de alta sociedad conocida por ser una princesa de hielo, ella mejor que nadie entendería las condiciones de aquella relación.

Pero Bella acepto la proposición de Edward porque necesitaba ayuda para defenderse de su pasado.

Lo que él no sabía era que Bella no era una mujer fría, ni sofisticada si no una joven tímida y asustada.


Esta historia es de otra escritora llamada helen ... editada por mi ... espero k les guste es mi segundo fic....

 

 <-->

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 14: Mi prometida

<!-- /* Font Definitions */ @font-face {font-family:"Cambria Math"; panose-1:2 4 5 3 5 4 6 3 2 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:roman; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:-1610611985 1107304683 0 0 415 0;} @font-face {font-family:"Book Antiqua"; panose-1:2 4 6 2 5 3 5 3 3 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:roman; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:647 0 0 0 159 0;} /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-unhide:no; mso-style-qformat:yes; mso-style-parent:""; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman","serif"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:ES; mso-fareast-language:ES;} p {mso-style-noshow:yes; mso-style-priority:99; margin:0cm; margin-bottom:.0001pt; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Times New Roman","serif"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:ES; mso-fareast-language:ES;} p.Texto, li.Texto, div.Texto {mso-style-name:Texto; mso-style-unhide:no; mso-style-parent:"Normal \(Web\)"; margin-top:0cm; margin-right:0cm; margin-bottom:6.0pt; margin-left:0cm; text-align:justify; mso-pagination:widow-orphan; font-size:12.0pt; font-family:"Book Antiqua","serif"; mso-fareast-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-ansi-language:ES; mso-fareast-language:ES; mso-bidi-font-weight:bold;} .MsoChpDefault {mso-style-type:export-only; mso-default-props:yes; font-size:10.0pt; mso-ansi-font-size:10.0pt; mso-bidi-font-size:10.0pt;} @page Section1 {size:612.0pt 792.0pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:36.0pt; mso-footer-margin:36.0pt; mso-paper-source:0;} div.Section1 {page:Section1;} -->

Isabella se despertó al oír su teléfono móvil.

—¿Estás bien, cariño?

Su madre. ¿Qué hora era? ¿Las nueve?

—Acabo de leer el periódico —le explicó Renee—. Menos mal que Edward me ha llamado para explicarme que lo de que te quedaras ingresada en el hospital fue preventivo.

—Mamá, siento mucho no haberte llamado yo —se disculpó Isabella

—No pasa nada cariño, Edward me lo ha explicado todo.

—¿De verdad?

Lo último que Isabella quería era que su madre se enterara de lo de su compromiso por la prensa.

—Me alegro mucho por ti, hija. Edward es un hombre maravilloso.

Oh, no. No podía soportar engañar a su madre, así que procuró que la conversación fuera breve.

Tras asegurarle que estaba bien, se duchó y se vistió y bajó a la cocina, donde encontró a Edward sirviéndose un café mientras Judith le servía los huevos revueltos.

La llamada de su madre no había sido más que la primera de una larga lista de personas que querían darle la enhorabuena por su compromiso con Edward.

A mitad de mañana, Isabella se fue a trabajar con el ordenador a la terraza, donde daba el sol. Se estaba tan a gusto allí, que no paró de trabajar hasta pasadas las cinco de la tarde. Para entonces, le dolían la espalda y el hombro, y le molestaba bastante la cabeza, así que decidió darse una buena ducha caliente, lavarse el pelo, vestirse y bajar a la cocina a preparar pan de ajo y ensalada para acompañar a la carne que Edward  quería hacer en la barbacoa.

Estaba saliendo del baño cuando oyó que sonaba el teléfono. Descolgó y nadie contestó. Silencio y respiraciones entrecortadas, jadeos.

Isabella sintió que el estómago se le cerraba. No hacía falta ser muy lista para deducir que era Demetri, que había leído sobre su compromiso en la prensa.

¿Cuánto tardaría en volver a atacar?

Isabella no quería vivir así, teniendo que mirar siempre atrás, esperando que ocurriera algo. Aquello tenía que terminar. Tras vestirse, bajó a la cocina. Al cabo de unos minutos, llegó Edward, que se acercó y la besó en la mejilla.

—¿Por qué haces eso? —le preguntó Isabella, enarcando las cejas.

—Para practicar. Mañana por la noche será nuestro estreno en público.

—Así que tendré que agarrarte del brazo y mirarte con adoración —bromeó Isabella—. ¿Adónde vamos?

—Nos han invitado unos amigos a cenar en su yate.

Muy bien, no había problema, pero tenía que pasar por su casa a por ropa. El único problema era que no tenía medio de transporte y necesitaba ir también al taller.

—Ben te llevará al trabajo y donde necesites —le dijo el.

¿Acaso leer el pensamiento de los demás era otro de sus talentos? Evidentemente, aquel hombre conocía bien a las mujeres. Seguro que en la cama era pura dinamita.

«¡No debo pensar en eso!», se dijo Isabella. Cenaron amigablemente en la terraza y, después de haber recogido juntos, Isabella decidió irse a dormir.

—Tengo una cosa para ti —anunció Edward

Una cosa resultó ser un precioso solitario de diamantes, un anillo muy caro.

—No, no puedo… —se lamentó Isabella. Edward se lo puso en el dedo de todas maneras.

—Es lo menos que se merece mi prometida.

—Pero yo no soy tu prometida.

—De momento, sí lo eres.

Isabella miró el anillo y asintió.

—¿Gracias, es muy bonito. Lo cuidaré bien y te lo devolveré en cuanto todo esto acabe.

—Considéralo esencial para nuestra obra de teatro.

—Es espectacular.

—¿No me vas a dar las gracias?

Isabella lo miró inquieta y Edward le puso las manos en los hombros y la besó en la boca. Isabella no se podía ni mover. Aquel hombre amenazaba con poner todo su mundo patas arriba y, además, la afectaba de una manera como ningún otro hombre lo había hecho jamás.

Pero nada iba a suceder entre ellos porque ella no podría soportar otro fracaso emocional.

—Deja de darle vueltas a la cabeza —le dijo Edward  acariciándole el labio inferior con el dedo.

Isabella murmuró algo incoherente y salió de la cocina a toda velocida

A la mañana siguiente, Isabella entró en la cocina, saludó a Judith, se sirvió un cuenco de cereales y un plato de fruta y salió a la terraza, donde Edward  estaba terminándose el café.

—Buenos días —la saludó.

A continuación, se puso en pie, agarró a Isabella del mentón y le dio un beso en la boca que duró un poco más de lo estrictamente necesario y que dejó a Isabella con ganas de más, lo que era toda una locura.

Aquel hombre estaba invadiendo su vida lentamente, reavivando emociones que Isabella no quería volver a sentir. Si quería proteger su corazón, no podía permitirse el lujo de ponerse sensiblera.

Llevaba un año entero colocando las piezas con cuidado en su lugar para que soldaran, prometiéndose a sí misma que jamás permitiría que otro hombre le rompiera el corazón, y ahora se encontraba en una situación que no podía controlar con un hombre que alteraba su equilibrio emocional hasta tal punto que quería salir corriendo y esconderse.

Dadas las circunstancias, no había escapatoria.

—Esta tarde nos iremos sobre las siete —anunció Edward.

Isabella asintió y se sentó. Edward  se puso la chaqueta Y se fue. Mientras hojeaba el periódico, sonó el móvil de Isabella y al comprobar quién era vio que se trataba de su guardaespaldas.

—La estoy esperando fuera para cuando quiera que la lleve al trabajo.

—Salgo en cinco minutos —contestó ella.

Había bastante tráfico y tardaron un buen rato en llegar a Bondi. Una vez allí, Ben aparcó el coche frente a la puerta y apagó el motor.

—No hace falta, que me esperes.

—El señor Cullen  me ha dado otras instrucciones —contestó el guardaespaldas entregándole una tarjeta—. Ahí tiene mi teléfono móvil apuntado. Llámeme en cuanto quiera que la lleve a su casa a por ropa.

Isabella iba a abrir la boca para protestar, pero finalmente no lo hizo.

—Gracias —contestó.

Al entrar en el taller, recibió la enhorabuena de todas sus compañeras, que le hicieron mil preguntas, pues no era fácil entender cómo en tan poco tiempo se iba casar con uno de los solteros más codiciados del país.

Menos mal que había mucho trabajo.

A media mañana, Ben la llevó a su casa a recoger la ropa. Estaba terminando cuando sonó el teléfono móvil y, al descolgar, Demetri comenzó a soltarle un torrente de insultos. Estaba ya tan acostumbrada, que Isabella tuvo el reflejo de dejar la función de grabar.

Al comprobar el contestador automático vio que también había otros dos mensajes de Demetri  igual de espantosos.

Aquella tarde, Isabella eligió un vestido de seda color jade, lo combinó con una pashmina adornada da con hilo dorado, tacones altos y bolso dorado también y le añadió un broche, pendientes y pulsera de diamantes.

Edward  estaba increíble con su traje de gala, camisa blanca y corbata negra. Mientras bajaba las escaleras para reunirse con él, Isabella pensó que debería estar prohibido que un hombre pudiera emanar tanto poder y sensualidad.

El Bentley los esperaba aparcado en la entrada e Isabella se sorprendió al ver que Ben se subía en el 4 x 4 en el que la había llevado a ella y los seguía.

—Por precaución —le explicó el.

Al cabo de un rato, llegaron a un puerto privado. Aquello no era un yate, era una mansión flotante en la que Isabella reconoció a un aclamado doctor australiano y a su esposa, a tres empresarios de renombre, a dos parlamentarios, a una presentadora de televisión y su novio y a una modelo extranjera que se había convertido en actriz.

Casi treinta invitados, con los anfitriones incluidos, que charlaban, bebían champán francés y degustaban exóticos canapés.

Todo el mundo les daba la enhorabuena e Isabella estaba sonriendo tanto, que empezó a dolerle la cara. Edward   no se separó de ella ni un solo momento. ella no sabía si para protegerla o para asegurarse de que no se salía del guión.

En un momento dado, Edward  deslizó la mano desde la nuca de Isabella hasta su cintura y siguió bailando y bajando… hasta colocársela sobre la base de la columna vertebral, lo que hizo que Isabella tragara saliva y se diera cuenta de que le hervía todo el cuerpo y de que todas y cada una de sus terminaciones nerviosas estaban disparadas. Lo tenía tan cerca, que olía su colonia y se dijo que desearía poder dar marcha atrás en el tiempo unas cuantas semanas y volver a cuando su vida era normal.

Una vez sentada a la mesa para cenar, conversó con los demás invitados que tenía cerca y fingió que era la mujer más feliz del país. Y lo habría sido si su compromiso hubiera sido real y Edward , el amor de su vida.

Como si sintiera que tenerlo tan cerca la alteraba sobremanera, Edward  deslizó la mano por debajo de la mesa y se la puso en el muslo durante unos segundos. En aquel momento, un invitado les preguntó para cuándo era la boda y Edward , agarrando a Isabella de la mano, contestó que muy pronto, y le besó la palma.

Aquel gesto evocador y sensual hizo que Isabella maldijera a Edward  en silencio por fingir su parte tan bien.

Cuando Isabella creyó que ya estaba casi a salvo después de la cena, los anfitriones anunciaron que habían contratado a un pinchadiscos para amenizar la velada y animaron a todo el mundo a bailar, así que ella se encontró entre los brazos de Edward, manteniendo a raya la tentación a apretarse contra su cuerpo para comprobar si estaba tan excitado como ella.

Al final, decidió no hacerlo, pues le pareció que sería más fácil seguir adelante con la farsa así. Si resultaba que Edward  estaba excitado, no podría volver a mirarlo a los ojos, y le resultaría mucho más difícil desempeñar su papel, al que cada vez le estaba tomando más cariño, lo que era una locura.

Cuando, por fin se fueron, Ben los siguió a una distancia prudente hasta Vaucluse.

Capítulo 13: Pesadilla Capítulo 15: Noche de amor

 
14439913 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios