Protegiendo un amor (+18)

Autor: cari
Género: + 18
Fecha Creación: 07/06/2010
Fecha Actualización: 17/06/2010
Finalizado: SI
Votos: 57
Comentarios: 96
Visitas: 228157
Capítulos: 24

Edward Cullen quería una esposa. La candidata debía ser de buena familia y debía estar dispuesta a compartir su cama para darle un heredero. Además debía aceptar un matrimonio sin amor.

Bella Swan era una hermosa joven de alta sociedad conocida por ser una princesa de hielo, ella mejor que nadie entendería las condiciones de aquella relación.

Pero Bella acepto la proposición de Edward porque necesitaba ayuda para defenderse de su pasado.

Lo que él no sabía era que Bella no era una mujer fría, ni sofisticada si no una joven tímida y asustada.


Esta historia es de otra escritora llamada helen ... editada por mi ... espero k les guste es mi segundo fic....

 

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Capítulo 20: Desfile

Isabella se despertó oyendo el latido del corazón de Edward. Al instante, le apeteció repetir lo que habían hecho horas antes, pero no se atrevía a tocarlo ni a acariciarlo aunque necesitaba explorar y descubrir las zonas erógenas de su cuerpo.

¿Y sí la rechazaba? Isabella decidió arriesgarse, alargó la mano y le acarició la cintura. A continuación, lentamente subió hacia sus costillas, exploró su pezón masculino y le puso la mano en el hombro.

Edward  no se movió y su respiración no se alteró. Isabela siguió acariciándole el brazo, llegó a su cadera, se adentró entre sus muslos y fue directamente a su entrepierna.

—Si sólo buscas jugar, te sugiero que pares ahora mismo —le dijo Edward.

—¿Y si no lo hago?

—Entonces, ten muy claro cómo va a terminar esto —sonrió Edward.

—¿Es una advertencia o una promesa?

—Las dos cosas.

Isabella chasqueó la lengua y comenzó a acariciar su cuerpo lentamente, disfrutando de la textura de su erección, comenzando desde la base y llegando a la cabeza, la parte más sensitiva. Dejándose llevar por la curiosidad, apartó las sábanas y comenzó a lamerle el pecho. A continuación, se deslizó por su abdomen y, cuando llegó al ombligo, escuchó satisfecha que a Edward se le aceleraba la respiración.

Cuando llegó a su sexo, lo recorrió con la punta de la lengua dejando un reguero de placer.

—Ten cuidado, agapi mu —le advirtió el  tomándole la cabeza entre las manos—. Si sigues así, no voy a aguantar mucho.

—Pues me apetecía seguir un rato —contestó ella.

—Imposible —contestó el, colocándose entre sus piernas y penetrándola sin preliminares.

Isabella sintió que aquello era mucho más de lo que creía posible, una invasión primitiva, pagana y descontrolada que los llevó a explotar al unísono. Al terminar, Isabella pensó que no se podía mover. Tampoco era que le apeteciera hacerlo.

Edward  la trató con dulzura, besándola y acariciándola hasta que Isabella se durmió entre sus brazos, sintiéndose completa y segura.

Todo estaba listo para el desfile de verano pero, de todas maneras, Isabella revisó las listas, confirmó con Alice unos cuantos ajustes de última hora, escuchó cómo la presentadora de la gala hacía el discurso de bienvenida y cómo, a continuación, presentaba el primer modelo de Arabelle.

Habían trabajado mucho para llegar a aquel momento e Isabella cruzó los dedos para que todo saliera bien. La música comenzó a sonar y la primera modelo salió a la pasarela.

El exclusivo auditorio de Double Bay era maravilloso, había mucha gente invitada e Isabella rezó para que todo discurriera sin incidentes. De la ropa informal pasaron a los trajes de chaqueta y la categoría que siempre se llevaba los mayores aplausos fue, como de costumbre, la de vestido de fiesta.

Cuando la última modelo abandonó la pasarela, la presentadora llamó a Isabella, que salió a saludar, seguida por sus modelos. Para aquella ocasión, se había vestido de negro y había escogido mallas, botas de tacón alto por la rodilla y camiseta negra, llevaba el pelo liso y suelto y, desde el estrado, presentó a cada modelo y llamó a Alice para la final.

En aquel momento, vio a Edward al final de la sala y levantó la mano en señal de que lo había visto. Al ver que Edward  le sonreía, sintió una sensación maravillosa por todo el cuerpo.

—Hemos triunfado —le dijo Alice mientras todo el mundo aplaudía.

—Sí —contestó ella mientras volvían al vestuario.

Mientras sus ayudantes recogían los vestidos y los accesorios con cuidado, Isabella y Alice les dieron las gracias a las modelos.

—Anda, vete ya —le dijo Alice—. Por favor, dale un beso a ese prometido tuyo que está como para comérselo —añadió con una gran sonrisa.

—¿En público? —bromeó Isabella—. Qué vergüenza.

Al salir a la sala, Isabella se encontró con su madre, que la envolvió en un gran abrazo.

—Querida, qué bien ha salido todo —le dijo Renee—. Qué orgullosa estoy de ti.

—Gracias a tu apoyo, mamá.

—Ya sabes que puedes contar conmigo para lo que quieras.

—Increíble —le dijo Edward,  poniéndole las manos en los hombros y besándola en la boca.

—Gracias por venir —le dijo Isabella sinceramente—. No esperaba verte aquí.

—No puedo quedarme mucho —se disculpó Edward—. Tengo una reunión.

—Me basta con que hayas venido —contestó ella.

—Me tengo que ir, pero esta noche saldremos cenar y a celebrarlo —le dijo besándole la mano.

—¿Me estás pidiendo una cita?

Habían ido a varios actos sociales, llevaba viviendo un tiempo en su casa, había ocupado su cama y se había hecho pasar ante todo el mundo por su prometida, pero, ¿una cita?

—¿Solos tú y yo?

Edward  se rió.

—Ya me encargo yo de la reserva —se despidió.

Mientras observaba cómo se iba, Isabella se dio cuenta de que muchas mujeres lo seguían con la mirada y pensó que, si de verdad fuera suyo…

Le había entregado a Edward  su corazón y su alma, pero no sabía lo que sentía él por ella. En algún momento, la ficción y la realidad se habían mezclado y ya no sabía lo que era real y lo que no.

Aparte de su experiencia en la cama, ¿qué tenía de Edward? El suficiente afecto como para ofrecerle su protección, pero eso podía ser única y exclusivamente porque sus acciones habían contribuido a la reaparición de Demetri en su vida.

En aquel momento, la representante de una cadena de tiendas se dirigió a ella y durante un buen rato Isabella se vio sumida en un ajetreo de preguntas y respuestas, de saludos y felicitaciones

—Enhorabuena, me ha encantado el desfile.

Isabella se giró al oír la voz de Tanya y se encontró, efectivamente, con la espectacular modelo.

—Gracias —contestó, pensando que seguro que tenía algún as guardado en la manga.

—¿Ya habéis puesto la fecha de vuestra boda?

—No, todavía no.

—La verdad es que debe de ser maravilloso saber que cumples con los requisitos que Edward buscaba en una mujer para convertirla en su esposa —añadió la modelo—. Yo estuve a punto de decirle que sí porque es increíble en la cama, pero eso de tener hijos no es para mí —añadió—. Ya sabes, una realmente no se recupera jamás de esas cosas —añadió—. Uy, perdón, ¿acaso creías que era por amor?

Isabella sonrió.

—Qué triste —dijo con dulzura—. No hay nada como una persona que no sabe perder.

Dicho aquello, se giró y se fue al vestuario donde, para alivio suyo, Alice y las chicas lo tenían ya todo recogido.

—Ha sido maravilloso, fantástico, increíble —le dijo su socia, abrazándola—. Tenemos citas, promesas, pedidos y peticiones para que hagamos más desfiles —añadió emocionada—. Oye, ¿por qué no estás contenta?

—En una palabra: Tanya

—¿Está celosa?

—No te lo puedes imaginar.

—¿Qué te parece si lo metemos todo, en la furgoneta y les decimos a las chicas que se encarguen ellas de llevarlo al taller mientras tú yo nos vamos a tomar un café, que nos lo tenemos bien merecido? —le propuso Alice.

—Me parece bien.

Media hora después, Isabella y Alice  eligieron una cafetería y entraron. Ben las seguía a una distancia prudente. Tras hacer repaso entre las dos de lo bien que había salido el desfile y de unas cuantas cosas que querían cambiar para el próximo, Isabella anunció que tenía que irse, pues había quedado a cenar con Edward.

Alice  le dijo que se iba a quedar un rato más en la cafetería haciendo un par de llamadas e Isabella salió del local y comenzó a recorrer la corta distancia que la separaba del 4x4. En el camino, se paró un momento a mirar un escaparate. De repente, sintió que Ben la empujaba hacia adelante con fuerza, escuchó el ruido de unos frenos, el derrapar de unos neumáticos y la explosión del cristal cuando un coche atravesó el escaparate de la tienda.

Capítulo 19: Otra noche de amor Capítulo 21: Ahorrando agua

 
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