Protegiendo un amor (+18)

Autor: cari
Género: + 18
Fecha Creación: 07/06/2010
Fecha Actualización: 17/06/2010
Finalizado: SI
Votos: 57
Comentarios: 96
Visitas: 228179
Capítulos: 24

Edward Cullen quería una esposa. La candidata debía ser de buena familia y debía estar dispuesta a compartir su cama para darle un heredero. Además debía aceptar un matrimonio sin amor.

Bella Swan era una hermosa joven de alta sociedad conocida por ser una princesa de hielo, ella mejor que nadie entendería las condiciones de aquella relación.

Pero Bella acepto la proposición de Edward porque necesitaba ayuda para defenderse de su pasado.

Lo que él no sabía era que Bella no era una mujer fría, ni sofisticada si no una joven tímida y asustada.


Esta historia es de otra escritora llamada helen ... editada por mi ... espero k les guste es mi segundo fic....

 

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Capítulo 11: Un matrimonio de conveniencia

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Al día siguiente, todo transcurrió con relativa normalidad entre preparativos para el desfile de modelos previsto para el mes siguiente, una llamada de una revista de tirada nacional que quería hacerles un reportaje, estudiar la moda de las pasarelas de Londres y de Milán y buscar telas para la próxima colección de invierno.

Aquel día no hubo llamadas de Demetri e Isabella  se preguntó si el episodio con el guardaespaldas contratado por Edward lo habría asustado o estaría esperando el momento adecuado.

Edward  la llamó dos veces. En la primera ocasión, Isabella se negó a ponerse al teléfono y en la segunda declinó la invitación que le hizo.

Ignorarlo no le sirvió de nada.

Aquella noche iba a acudir en compañía de su madre a una fiesta que daba una de las mejores amigas de Renee.

Todo el mundo esperaba que llevara algo espectacular e Isabella no defraudó. Eligió un conjunto en color lila pálido compuesto por falda y cuerpo tacones altos a juego y el pelo recogido alto lo que hizo que la gente la mirara con admiración.

Isabella estaba segura de que Edward  estaría entre los invitados y se encontró buscándolo mientras conversaba aquí y allá con el resto de los congregados en aquella velada que estaba teniendo lugar en Point Piper.

Isabella se dijo que se lo estaba pasando bien y casi lo consiguió hasta que vio entrar a Tanya muy bien peinada, maquillada por un profesional, con estupendos diamantes en las orejas y en el cuello y llevando el vestido rojo.

Isabella apretó los dientes, pero se dijo que lo cierto era que la modelo hacía justicia al vestido y que ése era, al fin y al cabo, el objetivo de una diseñadora, que prenda y mujer se fusionaran.

De repente, al girarse, se encontró con Edward, que la miró de manera enigmática y sonrió. Al instante, Isabella sintió que un intenso calor se apoderaba de ella. No le gustaba nada que su cuerpo actuara por un lado y su mente por el otro.

A Isabella le gustaba tenerlo todo controlado y no le apetecía nada vivir aquella situación. Sobre todo, porque su instinto de supervivencia le indicaba que saliera corriendo de allí.

¿Acaso Demetri no le había hecho suficiente daño como para que le quedara claro que no debía acercarse a ningún otro hombre? Todavía estaba pagando el precio de aquello.

¿Por qué volver a vivir lo mismo por elección propia?

Isabella observó fascinada cómo Tanya se colocaba al lado de Edward  y lo besaba muy cerca de la boca. Aquello la hizo sentir celos. No estaba preparada para sentirlos y se apresuró a girar la cabeza y a saludar a otro invitado.

Al cabo de un rato, salió a la preciosa terraza desde la que se veía a la bahía iluminada.

«Mágico», pensó.

—Parece ser que tienes la costumbre de no contestar a mis llamadas.

Isabella no se había dado cuenta de que Edward  la había seguido, pero, ahora que le tenía cerca, se le había acelerado el pulso y el calor se había vuelto a apoderar de ella.

Lo tenía demasiado cerca.

—No tenemos nada de lo que hablar —contestó.

—¿Tu ex prometido no se ha vuelto a poner en contacto contigo?

Edward  no tenía intención de decirle que había contratado a un segundo guardaespaldas para que vigilara a Demetri. La investigación que habían llevado a cabo sobre él había revelado que ya de niño había tenido episodios de comportamiento psicópata que se habían repetido durante la adolescencia y habían desembocado a la edad de diecinueve años en un intento de violación y un despido por acosó sexual a una compañera de trabajo.

—No he recibido llamadas ni mensajes de texto ni nada —contestó ella—. ¿No se te ha ocurrido pensar que puede que no quiera hablar contigo ni verte? —añadió cambiando de tema.

Aquello hizo sonreír a Edward.

—Eres muy diferente.

—¿A quién? ¿A las mujeres que se pegan como una lapa a ti y están pendientes de todas y cada una de tus palabras para asentir y darte la razón en todo y babear cuando las miras?

—Sí.

—Vaya, yo creía que ese tipo de mujeres te encantaba.

Edward se rió a gusto.

—Tal vez me tendría que buscar una esposa para que me protegiera.

—¿De verdad?

—Sí, sería una vida muy sencilla —contestó Edward en tono divertido.

—No te veo en el papel de marido —bromeó Isabella.

—¿Tanto te cuesta creer que quiera tener hijos?

—¿Para continuar la dinastía Cullen?

—La mujer que se convirtiera en mi esposa tendría muchas ventajas.

Isabella no quería ni imaginarse cuáles podían ser aquellas ventajas. No quería ni plantearse que una de ellas fuera el poder disfrutar del cuerpo de aquel hombre.

La perspectiva se le hacía tan insoportable, que intentó esquivarlo para alejarse, pero Edward se inclinó sobre ella, le tomó el mentón con una mano y la besó, dejándola sin respiración.

De manera sensual, Edward exploró su boca y comenzó a jugar con su lengua, invitándola a bailar una danza ancestral que prometía mucho. Cuando deslizó una mano hacia su nuca, Isabella comenzó a responder. Al cabo de un rato, perdió el sentido del tiempo y del espacio, sólo existía el hombre y el efecto que tenía en su cuerpo y en su alma.

Aquello era muy diferente a lo que había experimentado en otras ocasiones. Isabella se sintió transportada a un lugar que jamás antes había visitado.

Como si se diera cuenta, Edward  la llevó todavía más alto, inflamando sus emociones hasta que Isabella sintió que iba estallar en mil pedazos. Estaba perdida, completamente entregada a él hasta tal punto que, cuando Edward  comenzó a apartarse, emitió un gemido de protesta.

A continuación, se quedó mirándolo mientras intentaba recuperar la compostura. Mientras tanto, Edward  la miró a los ojos muy serio y le acarició el labio inferior con la yema del dedo pulgar.

Isabella se dio cuenta de que estaba completamente afectada.

Aquello no había sido un beso.

Había sido una posesión.

¿Y qué llegaría luego?

Nada, absolutamente nada.

Edward  se dio cuenta de que Isabella estaba sorprendida y se sentía vulnerable, observó cómo se pasaba la lengua por el interior de la boca. Era evidente que quería más.

—¿Tan difícil te resultaría? —le preguntó.

Isabela. se quedó mirándolo estupefacta.

—Me refiero a que si te resultaría muy difícil ser mi esposa —le explicó Edward.

—No bromees con esas cosas —contestó ella.

—No estoy bromeando —le aseguró el.

—Me gusta la vida que llevo.

—La seguirías llevando. Tú tienes tu trabajo y yo tengo el mío.

—¿Estás diciendo que me propones un matrimonio de conveniencia?

—¿Te supondría un problema?

Aquello estaba yendo demasiado lejos.

—¿Por eso me has besado de esta manera? —le espetó—. ¿Y ahora qué? ¿Te vas a querer acostar conmigo para ver si somos compatibles? —se burló—. Si esto es una propuesta de matrimonio, qué asco…

Dicho aquello, se giró y volvió a entrar en la fiesta, aceptó una copa de champán, pero terminó dejándola olvidada en algún lugar, pues no le apetecía beber alcohol, buscó a su madre, le dijo que se iba y se despidió de los anfitriones.

Capítulo 10: Te protegere Capítulo 12: Viviendo juntos

 
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