Deep Passion (+ 18)

Autor: vickoteamEC
Género: Angustia
Fecha Creación: 22/05/2012
Fecha Actualización: 15/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 25
Comentarios: 154
Visitas: 39363
Capítulos: 18

T E R M I N A D A

El amor profundo y sincero se refugia en un extraordinario sentimiento de pasión. Desbordante y descontrolada pasión, aquella que te hace perder la cabeza, la misma en la que juegas el corazón.

 

 

Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es propiedad de mi alocada imaginación.

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Capítulo 10: ESTRATEGIAS DE GUERRA

 

 

CAPÍTULO VIII

 

—Estoy muy cansada— dijo Bella mientras se dejaba caer sobre uno de sus cómodos sillones. No reparó en nada al llegar y fue directo a su habitación.

— ¿Puedo retirarme, señorita Swan? — dijo Alice tan correcta cómo cualquier otra empleada del imperio.

—Alice, deja de actuar así— la miró con dureza—. ¿No estás feliz de que esté de regreso?

— ¿Cómo te atreves a preguntarme eso?

— ¡Actúas cómo si me odiaras!

—No te odio. No podría. Aunque no voy a negar que estoy molesta.

—Alice…

— ¿Necesitas algo?

—No.

—Con permiso— dijo igual de fría cómo una vez Isabella la había tratado en público.

Mientras iban en el coche, de regreso, trató de ser prudente a los ojos de su hermana y mantuvo distancia con Edward, eligiendo sentarse al lado de Alice que de él. Eso no hizo que la tensión entre ellos se disipara. Isabella disipó sus pensamientos lejos de Edward para concentrarse en la pequeña figura de su hermana mientras se marchaba, tendría que esperar a que su berrinche pasara para hablar con ella. No le pasaron desapercibidas las miraditas entre ella y Frederic, ese fue el motivo que la hizo suponer que tenían una plática pendiente; además, ella tenía mucho que contarle sobre su noche con Edward.

A pesar de saber que su enojo no duraría mucho, prefirió refugiarse en los brazos de Frederic por el resto de la mañana mientras esperaba a que llegaran Edward, Jacob y los futuros esposos McCarthy.

Antes de la hora del almuerzo llegó Edward acompañado de Rosalie y Emmett; un poco más tarde entró Jacob. Isabella los recibió con los brazos abiertos y los guió hacia una de las terrazas de su casa. Después de un momento de cortesía en el que se dedicaron a tomar el té, comenzaron con los asuntos serios que atañían a la reunión.     

—Cómo te expliqué, Emmett, necesitamos unir fuerzas para cuidar a Bella…— dijo Edward.

—Y a Alice— interrumpió Isabella.

— ¿Alice? — habló Rose con una mueca evidente de duda. Desde el principio de la reunión pensó que el hecho de que la doncella de Bella estuviera presente era algo extraño y esperaba que sus dudas silenciosas fueran respondidas.

—Señorita Cullen, yo… yo soy…— trató de explicar Alice—. Soy Marie Alice Swan— declaró dejando boquiabiertos a Emmett y a Rosalie.

— ¿Qué? ¿Hermanas? — dijo Emmett.

—Sí— contestó Isabella acercándose a su hermana para rodearla con sus brazos protectoramente.

—Bueno… yo pensé que…— dijo el hombre un poco avergonzado.

— ¿Qué cosa, Emmett? — indagó Edward.

—Bueno… ellas pasan mucho tiempo juntas y yo… creí que…— Alice miró sorprendida a Emmett, con una ceja en alto, mientras él trataba de explicarse. Bella rompió en carcajadas y todos terminaron acompañándola cuando Rose le dio un codazo en las costillas a modo de reprimenda.

—No, Emmett. Ella es mi hermana— rectificó Bella.

—Bueno, lo importante es que unamos esfuerzos— dijo Jacob después del momento de diversión.

—Cuenten plenamente conmigo— dijo Emmett.

—Gracias— dijo Edward sinceramente.

—No hay de qué, primo. Supongo que tú harías lo mismo por nosotros si la situación fuera a la inversa.

Bella, Jacob y Alice expusieron su situación ante los nuevos aliados para convenir una estrategia en conjunto. Los tres se pusieron al corriente de la situación y con valentía se ofrecieron a hacer un frente unido; aunque Rosalie no podría estar al frente de las posibles batallas montada en su caballo, sí podría aportar recursos monetarios y así apoyar la causa

—Entonces seguiremos con el plan original: apariciones sociales, amistades poderosas, el compromiso con Jacob y Alice cómo la doncella de Bella— repasó Emmett.

—Así es— concordó Bella.

—Un momento, pero si Edward está contigo mientras Jacob y tú están “comprometidos” para guardar apariencias… ¿cómo van a disimular la soltería de Edward? — se aventuró a decir Rosalie.

—Pues…— Isabella se vio interrumpida por una nueva presencia entre ellos.

—Buenas tardes, disculpen la tardanza— dijo la sonriente pelirroja.

— ¿Victoria? — dijo Bella sin poder creerlo.

— ¡Hola, Bella! — contestó entusiasta mientras se apresuraba a  saludarla con un beso doble en la mejilla y un fuerte abrazo. Luego se pasó entre los brazos de todos saludando con la misma efusividad con la que saludó a Bella.

—Después te pongo al corriente de la situación— propuso Edward.

—Disculpen pero… ¿qué hace ella aquí? — dijo Bella recelosa.

—Para responder a tu pregunta, Rosalie, Victoria jugará el papel de mi conquista en los eventos a los que tengamos que asistir— explicó Edward.

— ¿Disculpa? — dijo Bella exaltada.

—Eso es una idea estupenda, ¿no lo crees así, Bella? — dijo Alice advirtiendo con la mirada a su hermana.

—Por supuesto— dijo entre dientes.

—Perfecto. Mientras pueda ayudar a mi querido primor, por mí no hay problema— dijo Victoria con tanta coquetería que Bella sintió la sangre hervir.

—Con permiso— dijo Maggie interrumpiendo la charla que tenían todos sobre Aro y su acoso hacia Bella—. El almuerzo está listo y la mesa dispuesta, mi señorita.

—Gracias, Maggie. Pon un lugar extra para la señorita Masen. Retírate— dijo en un tono que no tenía nada que ver con la Bella que todos habían visto minutos atrás. Maggie se despidió con una reverencia y fue a cumplir con las órdenes de Isabella.

—Así que de esto se trata lo de la actitud— apuntó Victoria.

—Así es— dijo Alice.

—Dejemos de hablar de mí y pasemos al comedor— interrumpió Isabella.

El momento en el comedor pasó sin mayor inconveniente, parecía un grupo de amigos en una simple reunión cordial, bromeando y pasando un día cómo cualquier otro. Después pasaron un rato más en la sala sólo hablando y conociéndose más, hasta que se hizo tarde y llegó la hora de las despedidas.

—Muchas gracias por todo, Isabella. Has sido muy amable— se despidió Victoria con cortesía.

—No hay problema— contestó la aludida.

—Hasta pronto— dijo Jacob antes para después de dejar un beso en la frente de Bella.

—Ve con cuidado— pidió Bella igual que siempre.

—Claro— contestó él y se fue.

—Estamos en contacto— dijo Emmett.

—Hasta pronto, cuídate— dijo Rose.

—Gracias a los dos— exclamó Bella con una sonrisa.

—No olvides la cena en mi casa— dijo Emmett recordando la invitación que le había hecho anteriormente.

—Ahí estaré— prometió Isabella.

Sólo faltaba uno en despedirse y aunque quisiera hacerlo de otra manera… tendría que conformarse con un simple beso en la mejilla.

—Vendré pronto, amor— susurró Edward para que sólo ella lo escuchara.

—Gracias por todo— respondió ella. Se miraron con la misma nostalgia, el mismo deseo de fundirse en un beso apasionado se instaló en el aire entre ellos.

—Te amo, mi Bella.

—Y yo a ti, mi Edward— se acercaron para darse un abrazo que tuvieron que romper más pronto de lo que los dos hubieran deseado.

Al quedarse de nuevo sola en la inmensidad del imperio Bella suspiró y fue a su habitación, un poco más tranquila por saber el fuerte sólido que se había formado ese día en su casa. Ese mismo que la protegería a ella y a su amada hermana. El coraje de Alice pronto pasaría, era cuestión de tiempo y lo sabía. Por lo pronto sería capaz de descansar y recuperar las energías gastadas por tantas emociones en el día.

Un par de días después Alice entró a la habitación de Bella para despertarla como cualquier otra mañana. Corrió las cortinas, se acercó delicadamente a la cama para llamarla y espantar el sueño de su Bells.

—Ya despierta, es hora de levantarse— pidió Alice con dulzura.

—Buenos días— dijo Bella en cuanto abrió los ojos.

—Buenos días, dormilona— saludó Alice con una sonrisa resplandeciente.

— ¿Alice? — dijo mientras se sentaba y la veía perderse en el interior de su armario, igual que siempre.

— ¿Dime, Bella? — dijo cuando regresó a su lado y acomodaba su ropa dispuesta a los pies de su cama.

— ¿Sigues molesta conmigo? — preguntó haciendo un leve puchero que hizo sonreír a Alice.

—No.

— ¿Podemos hablar de eso?

—Sí.

— ¿Dejarás de contestarme con monosílabos?

—Sí— contestó Alice divertida.

—Lamento mi comportamiento, pero entiende que estaba muy asustada y… fue mi única manera de expresar mi frustración. Lo siento— Bella asintió mientras hacia un gesto con su boca.

—Te perdono si me cuentas qué pasa con Frederic, ¿creíste que no me iba a dar cuenta?

—Bueno… él y yo… ahora estamos juntos— admitió Alice sonrojada.

—Hey— llamó Bella levantando su rostro con una mano—. ¿Eres feliz?

—Sí— contestó radiante y sonriente.

—No creo que nadie sea suficientemente bueno para mi hermosa hermanita. Pero si él te hace feliz… sólo puedo decir que: tienen mi apoyo.

—Gracias— dijo Alice abalanzándose hacia sus brazos—. Ahora tú cuéntame detalles sobre tu reconciliación— pidió inquisidora.

Se encaminaron al baño y tuvieron una larga charla, en la que las hermanas se reencontraron después de unos días de distancia. Todo fluyó tan natural entre ellas, como siempre. Los pormenores de sus noviazgos quedaron al descubierto entre una actividad y otra, la mañana pasó con rapidez y la plática se extendía más y más.

 —Por cierto, Rosalie y Victoria vienen en camino— anunció Alice.

— ¿En serio?

—Sí, me avisaron anoche. Rose quiere ir de compras antes de la cena de Emmett.

—Está bien. Dile a Frederic que tenga listo el coche.

—Por supuesto— dijo y se marchó a su nueva tarea.

Isabella se abrazó el torso al sentir el viento frío entrar por la ventana, se encaminó a cerrarla y luego perdió su mirada en el paisaje nevado. Todo había estado tan sereno, tan perfecto que asustaba, su corazón se agitó presintiendo que algo cambiaría pronto. Cerró los ojos encerrando sus temores en su interior, dejando que las extrañas sensaciones se perdieran en un recóndito lugar en su alma.

Tal y cómo lo había imaginado, la tarde de chicas pasó de tienda en tienda. Isabella había dispuesto a Tanya cómo doncella de Victoria, la sirvienta casi brincó de alegría al saber su nuevo puesto y se encargó de complacer a su señorita en todo cuanto le pedía. La salida le había hecho bien a Bella, necesitaba más de esas tardes entre amigas. Aunque le costara reconocerlo, Victoria comenzaba a ser de su agrado, aunque claro, eso se suponía que debió pasar desde un principio.

Frederic las esperaba fuera de la tienda, después las escoltó hacia el coche y las ayudó a subir en él. Se acomodaron en sus sitios dispuestas a descansar por largo rato en casa de Bella y quizá tomar el té. De repente Rose comenzó a removerse en su sitio, tanteó debajo de ella y encontró una caja larga y rectangular de color negro.

— ¿Qué es eso? — inquirió Victoria ante las ávidas miradas de las demás.

—No lo sé, supongo que aquí estaba— dijo mirando la rotulación plateada sobre la tapa—. Dice: “Isabella Swan” — ella frunció el ceño sumamente confundida y estiró la mano para tomar el paquete que se suponía que le pertenecía.

Lo abrió por un extremo, se paralizó al mirar su contenido y miró ansiosamente a Alice. Recordó que Tanya las acompañaba y guardó su comentario.

— ¿Qué es? — dijo Rosalie.

—Es… un… collar. Lo olvidé el otro día— explicó Bella no muy convencida.

Al llegar al imperio las sirvientas se disiparon para atender sus asuntos dentro de la casa, mientras que las cuatro chicas se encerraban en una de las salas de la casa. Sin titubear Isabella dejó al descubierto el contenido de la misteriosa caja. Las tres sorprendidas mujeres miraron casi con horror cómo saltaron a su vista un par de rosas negras y un polvoriento sobre amarillo, con manos temblorosas Bella lo abrió y sacó una escueta nota que decía:

 

“La dicha se disfruta, hasta que un difunto se le adjunta”

 

— ¿Qué demonios significa eso? — dijo Victoria frustrada.

—No tengo ni idea— dijo Bella sofocada—. Es Aro, es Aro. Habla de muerte. Aro…

— ¡No! Bella, no entremos en pánico— pidió Rosalie—. Victoria, vámonos. Tenemos que informar a Edward y Emmett sobre esto.

—Yo avisaré a Jacob— dijo Alice en medio de su estado de estupefacción.

Isabella se limitó a asentir y derrumbarse sola en un abismo de sentimientos encontrados. Necesitaba a Edward, pero simplemente no podía correr a sus brazos. Su llanto amainó un poco cuando se vio envuelta en la protección de los brazos de Jacob, aunque no fueran los que ella añoraba le servían de consuelo.

La cena de Emmett se llevó a cabo un par de días antes de la cena en la casa de Jacob con la que Bella daría cabida oficialmente a Jacob en su vida, en su cena de compromiso. Los nervios estaban a flor de piel, ella se movía inquieta por todas partes, saludaba a los invitados con fingida cortesía y evitaba a Edward en todo momento. Las amistades más “intimas” del futuro supuesto matrimonio se congregaron alrededor de la gran mesa del lujoso comedor de Jacob, había algunos familiares de Jacob y las cabezas de la sociedad acomodados estratégicamente alrededor de la mesa. Llegó el esperado momento y un tenso silencio se apoderó de todos ellos. Jacob se puso de pie con un copa en alto y llamó la atención de todos.

Bella lo miró por un momento apreciando lo elegante que lucía en su traje de gala, ¿se vería así el día de la boda? Imaginó que hubiera sido de ellos si Edward no hubiera regresado a su vida, si hubiera sido capaz de convertir la farsa en su realidad, ¿hubiera engendrado a sus hijos? ¿Se hubiera convertido en la señora Black hasta el final de sus días? Disipó sus pensamientos con una leve agitación de su cabeza y respiró profundamente para encontrarse con la tensa mirada de Edward.

—… y cómo lo han imaginado, Isabella Swan a partir de este momento es oficialmente mi prometida— dijo tomando la mano de ella que descansaba sobre la mesa. Ella lo miró interrogante y se puso de pie lentamente tratando de recordar el momento preciso en el que él comenzó a dar su discurso frente a todas aquellas personas.

Bella clavó la mirada en el rostro aparentemente feliz de Jacob y dejó que rodeara su cintura para mantenerla firme al lado de él, sabía que sin el apoyo de su mano sobre su costado ella caería al piso cómo un pesado saco de papas. Los nervios, el temor, la incertidumbre… la golpearon de repente, cómo si junto con el remolino de sensaciones que llegaba a ella se marchara al mismo tiempo su seguridad y valentía.

—Un aplauso a la nueva pareja— dijo una voz masculina desconocida para Bella. Todos rompieron en una ronda de sonoros aplausos.

Bella volteó hacia Jacob y vio la determinación en su mirada. Cuando él detectó el pánico le susurró un “lo siento” y se acercó a su rostro para dejar un rápido beso en sus labios. De no haber estado tan preocupada de la presencia de Edward, incluso podría haber pensado que fue agradable. Las ovaciones se hicieron más fuertes, ella escondió su intenso rubor bajando el rostro, dio una mirada de soslayo a Edward y apreció su mandíbula tensa y su mirada impasible sobre ella.

La convivencia en el comedor le pareció eterna a Isabella, en cuanto encontró una oportunidad corrió a encontrar refugio a un lugar apartado de los demás y terminó escondida en el despacho de Jacob. En cuanto se sintió invadida por la soledad de la habitación dejó su llanto correr, tratando de borrar la amargura y el miedo. No tenía mucho tiempo tendida sobre el sillón cuando sintió que alguien entraba y echaba el cerrojo, se incorporó rápidamente pero entre la poca iluminación y sus lágrimas sólo logró distinguir una figura grande que se acercaba a ella.

—Bella— llamó él con preocupación. Al escuchar su voz su llanto incrementó hasta que tortuosos sollozos sacudían su pecho—. Tranquila— pidió él llegando hasta su lado para rodearla con sus brazos.

—Lo siento, Edward— él no dijo nada, eso la hizo llorar más—. Di algo, por favor.

—No lo soporto. A pesar de saber que sólo es Jacob, no soporto sus manos sobre ti— dijo demandante.

—Perdóname— rogó en un sofocado sollozo.

Edward no dijo nada, sólo buscó su rostro a tientas su rostro y besó sus mejillas enajenadas en lágrimas, subió hasta sus ojos, luego descendió por su nariz y terminó devorando sus labios en un beso feroz. Era un gesto en el que Edward le dejaba claro que sólo era suya, que era su perdición y su vida, ella aceptaba gustosa esa demanda de territorio, no podía imaginarse con otro que no fuera él. Fue en ese momento tan íntimo y apasionado en el que deseó que todo aquello terminara, que sus pesadillas desaparecieran y sólo quedaran ellos dos juntos por siempre. Instintivamente Bella se pegó más hacia Edward, pasó sus brazos alrededor de él para mantenerlo cerca, él se las ingenió para colar sus manos por debajo de la espumosa falda, de repente una montaña de tela se interpuso entre ellos haciéndolos alejarse haciendo el beso insostenible.

Bella soltó una risita y Edward no tardó en acompañarla. Se acomodaron de tal manera que Bella tenía su espalda pegada al pecho de Edward, mientras él tenía sus piernas alrededor de ella. La abrazó por detrás y dejó un beso en su cuello, haciéndola estremecer.

—Edward, tengo miedo— admitió ella con pesar.

—Haré que acabe pronto— el tono mordaz de él podría hacerla temblar de miedo por todas las implicaciones que eso tenía. Pero no podía temerle, no a él.

—Ya es la tercera vez que pasa lo de las rosas— dijo recordando la salida que había tenido el día anterior con Alice y la espeluznante rosa negra que apareció en su asiento del coche.

— ¿Sabes? Creo que…— dijo Edward no muy seguro de terminar su frase.

— ¿Qué cosa? — urgió Isabella.

—Entre nosotros hay un traidor.

— ¿Qué? Edward, ¡por Dios! No me hagas pensar ese tipo de cosas.

—Podría estar bien oculto, puede ser cualquiera…

—Quien menos pensamos— dijo Bella con miedo. Edward la abrazó con más fuerza.

Y se quedaron ahí, abrazados, dejando pasar el mal momento. Edward intentó hacer que se relajara dejando besos a lo largo de su cuello.

—Te extraño— admitió Bella finalmente.

—Pero si aquí estoy.

—Quiero decir… extraño que tú y yo…

—Oh, ya entiendo— dijo deteniendo su sesión de besos y recargando su barbilla sobre el hombro de Bella—. ¿Recuerdas el día que me emborraché en tu casa?

—Por supuesto— dijo Bella recordando el arrebato de aquella noche.

—Ese día yo… soñé que… que nos despedíamos.

— ¿Nos despedíamos?

—Sí. Hacíamos el amor tan…

—Edward.

— ¿Dime? — Bella se separó del íntimo abrazo para encararlo y ver sus facciones tanto cómo permitía la luz tenue.

—No fue un sueño. Eso pasó— la sorpresa de Edward fue tan evidente cómo su ceño fruncido.

— ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—No sé— admitió Bella apenada.

—Bella…— regañó Edward para luego atraparla entre sus brazos.

La voz de Jacob se hizo escuchar al otro lado de la puerta. Bella se alejó de Edward reticente, se despidió de él con un acalorado beso y salió a terminar con la farsa de la reunión de compromiso.

Un par de días después de la cena de compromiso, Bella estaba intentando conciliar el sueño, había leído, había acomodado su armario, se había dado baño y aún continuaba dando vueltas por su habitación. Habían pasado al menos un par de horas desde que había despachado a Alice a su habitación después de una larga charla de chicas, sólo cómo ellas sabían, con la confianza entre hermanas que se tenían. Isabella no había visto a Edward y se sentía totalmente desesperada y necesitada de su contacto con él, de estar entre sus brazos, de sus besos, de su sola presencia alrededor de ella.     

Con derrota se dejó caer sobre uno de sus mullidos sillones y suspiró con cansancio. La puerta de su habitación se abrió de repente, alguien entró cómo un veloz rayo en tormenta, cerró con seguro, ella observó desde su privilegiado lugar en la penumbra y luego él caminó decidido hacia la cama de la habitación. Antes de ser presa del pánico, ella se permitió reconocer esa anhelada figura, se talló los ojos y se permitió perderse en su “¿fantasía?”.

— ¿Edward? — se puso de pie para que él regresara los pasos que los separaban y la envolviera entre sus brazos.

—No aguantaba más tiempo sin ti— confesó él, haciéndola sonreír.

— ¿Cómo entraste?

—Me escabullí con ayuda de Jacob.

Lo abrazó con todas sus fuerzas, hasta que le momento se vio interrumpido por una fuerte ráfaga de viento que se coló por la rendija que quedaba abierta de la ventana. Isabella se separó de él y fue hacia la ventana y se detuvo un momento a apreciar el jardín a la luz de la luna. Edward se acercó sigilosamente por atrás de ella, levantando con su movimiento una suave caricia en el viento que le erizó la piel, se detuvo hasta que su cuerpo apenas rozaba el despliegue de tela de su esponjosa falda.

—Y ahora, Bella, ¿qué haremos? — murmuró él con un tono de voz que debería estar prohibido, por su entonación, por su perfección y por las sensaciones tan inexplicables que la hacían enloquecer.

Ella se giró lentamente para quedar de frente y miró a través de sus pestañas hasta que sus ojos se conectaron hipnóticamente a los ojos esmeralda poseídos por el deseo… por el amor. Isabella tuvo el valor de alzar sus manos temblorosas después de pasarlas enérgicamente por la falda de su vestido para secar la humedad que había resultado de su nerviosismo, suavemente las deslizó por las mejillas de Edward hasta que acunó su rostro entre sus pequeñas manos.

—Te amo— le dijo con una vehemencia tal que él no supo cómo contestar, se limitó a dedicarle su más resplandeciente y sincera sonrisa.

Bella vio sus ojos brillar cuando la sonrisa de Edward se ensanchaba más y más, lágrimas de alegría emanaron por la comisura de sus ojos. Él tenía los mismos temores de ella, no había duda de eso, quedaban expuestos con el entendimiento de su silencio, con el dolor de su llanto.  Edward bajó su rostro hasta que pudo alcanzar los labios de Isabella, le envolvió la cintura con sus fuertes brazos y dejó que el momento surgiera tan intenso y desesperado como lo había ansiado por tanto tiempo. Bella sintió un revoloteo en el estómago mientras disfrutaba la sensación de tener sus labios aprisionados por los de Edward, esos que se movían en sincronía con los suyos, sentía, disfrutaba, jadeaba… amaba profundamente.

Cuando ya no pudo resistir más la sensación de su torso asfixiado por la presión del corsé y las manos de Edward, se retiró delicadamente, dejando su frente descansar sobre la de él, inspirando profundamente y perdiendo de nuevo el juicio cuando, al abrir los ojos, se encontró con la profunda mirada de Edward; admirándola como el más preciado tesoro. Luego ella hizo un recorrido con sus manos hasta agarrar dos puñados del suave y espeso cabello broncíneo de Edward, tiró de él, se puso de puntitas y rozó sus labios con los de él. Más despacio, más delicado, pero más apasionado.

Ella sintió de repente una oleada de calor y su cuerpo perdiendo todo contacto con la gravedad, luego una superficie blanda y esponjosa que soportaba su peso. Con esmero y sensualidad se encargaron de desaparecer toda barrera que impidiera su roce de piel contra piel. Con las manos entrelazadas, luego con sus yemas explorando y palpando cada centímetro de su ser, con labios ardientes y la más hermosa canción que jamás hubiera escapado por sus cuerdas vocales, disfrutaron de una agónica sincronía de placer.

Por más caricias y besos que pudieran entregarse sabían que podían llegar a más, por supuesto que lo sabían perfectamente, lo guardaban en un lugar muy especial en su mente y su corazón. Sabiendo de memoria y recordando lo que sus propios sueños le habían mostrado, Edward se dedicó a acariciar con esmero el cuerpo de su amada Bella, suya y de nadie más. Con manos ansiosas encontró la forma de abrirse paso entre los delicados pliegues de la humedad del sexo de Bella. Ella había esperado tanto por sentir las manos de Edward, por estar plenamente con él, que el simple roce que él le daba la hacía jadear con bocanadas de aire entre cortadas mientras se aferraba con fuerza a las mantas.

Bella abrió los ojos para encontrarse con la ardiente mirada obscurecida de Edward, encontró la fuerza que le hacía falta y trazó un camino desde el hombro de Edward, por su pecho, su estómago y siguió bajando hasta que pudo palpar con firmeza la dureza de su masculinidad, haciendo un leve masaje que provocó que Edward presionara sus dedos contra Bella con torpeza y ahogara un sonoro gruñido en sobre la piel de Bella. Sin resistirlo más ella guió a Edward hacia su entrada, él retiró la mano de Bella y se fusionó con la mujer a la que amaba con locura para ser uno sólo, de nuevo, después de tanto.

Bella encontró un gran alivio al sentirse totalmente plena, completa. La sensación de ser tan exageradamente amada caía en lo inverosímil, no podía ser cierto que aquel hombre con el que tanto había soñado, al que tanto había amado y por el que sería capaz de cualquier cosa, la hiciera tener todas aquellas maravillosas sensaciones. Se mantuvieron inmóviles por un momento, mezclando sus jadeos, entrelazaron sus manos y se dieron un tembloroso beso que se rompió en un gemido cuando un pequeño movimiento de sus caderas hizo que su íntima fusión creara una placentera fricción. Bella giró el rostro para enterrar sus dientes en el antebrazo de Edward mientras él la ayudaba a encontrar el ritmo perfecto que los conduciría al borde de una nube que los dejaría caer sin contemplaciones al vacío. Una vez que encontraron el ángulo perfecto, se mecieron empujando sus caderas con desespero.

Con cada terminación nerviosa a flor de piel, los tortuosos besos que no dejaba de sentir por cada parte de su ser, el cosquilleo de sus manos por doquier, los aruños, los más hermosos y perfectos sonidos emanados por sus labios y la respiración cada vez más errática; Bella se arqueó tensando todos los músculos, Edward profirió un gruñido ronco y sofocado, ella enterró sus uñas en la ancha espalda de Edward, se sintió desfallecer en una intensa espiral de satisfacción que sabía a gloria y dejó salir un alarido a todo pulmón… no era dolor, ni sufrimiento, era sólo la maravillosa y extenuante sensación de entregarse por completo, de amar.

Se abrazaron, aún con la respiración agitada, los músculos temblorosos y la piel perlada en una fina capa de sudor. Edward rodó cuidadosamente hacia un lado, aún unido a ella, Bella recostó su cabeza sobre el pecho de Edward mientras su mano izquierda dibuja trazos imaginarios en su piel. Él la ciñó con fuerza por la cintura con un brazo y con la otra mano peinó la revuelta melena castaña que amaba pasar por sus dedos.

—Te extrañe tanto— dijo él con la voz enronquecida.

—Yo también— contestó Bella en un suave murmullo—. ¿Edward?

—Dime, mi hermosa Bella— ella se apoyó en el codo derecho para poder encontrarse con su mirada.

—Promete que no te volverás a ir— suplicó casi sollozante.

Edward sufrió al encontrar en su súplica un temor que dolía en el alma, lo vio en sus ojos. Posó su mano en la mejilla ruborizada de Bella, ella se inclinó hacia el contacto de la mano que hacía sólo unos instantes la había tocado con tanta lozanía y amor, sin despegar su mirada de la de él. Él le sonrió cálidamente y respondió en suaves y delicados susurros.

—Nunca, mi amor— juró. Sellando su pacto con un intenso beso apasionado.    

 

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Para quienes se pregunten ¿y la segunda parte del capítulo 7? Les explico: está en el mismo capítulo anterior, con letras color guinda está escrito "PARTE I" y cómo a la mitad dice "PARTE II" en el mismo capítulo 7.

¿Creen que hay algún traidor? ¿o será traidora? ¿De quién dudan? ¿Jacob, Victoria, Rosalie, Emmett, Alice... Edward... Bella?

Mil gracias a tod@s por leer hasta acá!! Significa mucho para mí. GRACIAS

 

Ésta ocasión quiero dedicar éste capítulo express a una personita que se ha hecho presente en mi vida de una forma increíble, alguien que a pesar de la distancia ha estado para mí siempre que lo he necesitado, que me escucha cuando hay algo importante qué decir y que sabe mucho de mí. Quiero decirte que eres increíble, que soy una suertuda por tenerte en mi vida, que llegaste a alegrar mis días cuando mi vida era una completa mierda y quiero agradecerte todo lo que he aprendido a tu lado. Te llevo siempre en mi corazón, te extraño muy seguido y aún espero cumplir todas las travesuras que hemos dicho... para mí nunca vas a sufrir de locura, ni vas a tener tiña, ni sufrirás de fealdad, ni vas a quedar en el olvido, ni te voy a cambiar por absolutamente nadie... por el simple y sencillo motivo de eres totalmente única y el hecho de que te hayas ganado mi amor de hermana. ¿Sabes? saber que te importa lo que pueda pasarme me hace sentir una persona importante >_< ..... Te amo ♥♥♥ Éste cap es para ti porque por fin pasó lo que tanto habías pedido :P

 

Besos de bombón!!! para tod@s!!!

 

 

Capítulo 9: COMPROMISO Capítulo 11: BODA

 
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