Deep Passion (+ 18)

Autor: vickoteamEC
Género: Angustia
Fecha Creación: 22/05/2012
Fecha Actualización: 15/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 25
Comentarios: 154
Visitas: 39369
Capítulos: 18

T E R M I N A D A

El amor profundo y sincero se refugia en un extraordinario sentimiento de pasión. Desbordante y descontrolada pasión, aquella que te hace perder la cabeza, la misma en la que juegas el corazón.

 

 

Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es propiedad de mi alocada imaginación.

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Capítulo 8: PASIÓN EN EL AIRE

 

CAPITULO VI

 

Alice miró cómo el coche de Bella se perdía en el camino; cuando el pequeño punto dejó de ser visible, deseó más que nunca no haber accedido a dejarla ir sola, algo le decía que debía estar con ella. Suspiró con derrota y entró a la gran casa; ahora más vacía sin su querida Bells deambulando de aquí para allá, “¡Pero qué idea tan estúpida!”, se reprendió recordando el momento en el que había decidido resguardar a Bella en la casa Black, “¡Debí ir con ella!”, se martirizaba insistentemente.

Por un breve instante observó a su alrededor y se permitió apreciar la forma en la que se desenvolvían sus colegas, “Cuando el gato no está, los ratones bailan”, pensó citando la graciosa frase que alguna vez le escuchó decir a un distinguido joven foráneo que se encontraron en un gran evento, uno de los tantos a los que asistió cuando los señores Swan aún estaban con vida, el recuerdo la entristeció. “Cuánto desearía que estuvieran aquí, si vivieran muchas cosas fueran tan diferentes”, pensó. Sí, definitivamente todo sería distinto e Isabella sería la misma, no la mujer arrogante, estricta, dura, fría y calculadora que se empeñaba en ser.

No supo qué tanto tiempo se consumió entre una cavilación, un recuerdo y un apabullante sentimiento y otro. Alzó el rostro con convicción, se puso de pie y sin titubear recorrió los pasillos en busca de alguien que le ayudaría a llegar a Bella. La incertidumbre no la dejaría en paz, no era capaz de esperar un par de días para tener noticias, moriría de pena mientras se consumían las horas implacables y tortuosas. No, definitivamente Alice no tenía qué pasar por eso.

— ¡Frederic!

— ¡Alice! — dijeron al unísono cuando toparon en el recodo de uno de los tantos pasillos de la primera planta.

—Necesito decirte algo — hablaron de nuevo en coordinación. Mientras el joven hombre disfrutaba de la situación con una sincera risa, Alice se limitaba a darle una nerviosa sonrisa.

— ¿Qué pasa, mi bella dama? — dijo él tomando delicadamente la mano de Alice para dejar un beso en su dorso. Cuando bajó la delicada mano de la doncella, Frederic no la soltó, manteniéndola unida a él en un lindo e inesperado gesto.

Si hubieran estado en otra situación, Alice podría haber dado rienda suelta a sus sensaciones; el delicado revoloteo en su estómago cómo decenas de plumas cayendo en un lento vuelo sin rumbo fijo, el martilleo de su corazón, el fervor con el que corría la sangre por sus venas, la sensación de que su piel se había adelgazado dejándola totalmente sensible, vulnerable y expuesta. Todo eso y más. Pero las sensaciones eran acalladas por la espesa nube negra que pesaba en su cabeza, que tenía la preocupación guiándola cómo general de batalla y que rezaba el nombre Isabella cómo una gran ornamentación de incandescentes velas.

— ¿Qué es lo que quieres decirme, Frederic? — urgió después de suspirar.

—Primero las damas — insistió. Alice respiró profundamente, lo miró directo a los ojos y apretó gentilmente la mano que aún sostenía la de él.

—Necesito que me lleves a la casa Black.

— ¿Algo anda mal? — la preocupación en el tono de Alice lo puso alerta, arrastrándolo a él en el sentimiento.

—No sé — contestó ella con sinceridad.

—Ya verás que todo va bien. No te preocupes por la señorita Isabella — dijo él apremiante, envolviéndola en sus brazos en un reconfortante abrazo que Alice agradeció infinitamente, en silencio.

Por las veces que él había tratado a Alice; por la forma en la que hablaba de su ama; por la precaución con que la miraba, cómo si Isabella fuera una pequeña y vulnerable niña que apenas aprende a caminar; por el brillo en sus ojos y la devoción en sus palabras; por la forma tan amorosa que tenía de acariciar su nombre cada vez que lo pronunciaba. Por todos esos detalles y un poco más, desde hacía tiempo que Frederic sabía que entre ella y Alice había algo más que una simple relación señora-empleada. Algo más fraternal o más… sacudió levemente la cabeza desechando inmediatamente la absurda idea que comenzaba a tomar forma en su interior.

—Aún así quiero ir a la casa Black. Por favor, Frederic — el ruego le parecía desesperado, sabía que terminaría por acceder pero no quería meterlos en problemas.

— ¿No se molestará la señorita?

—Cuando le exponga mis motivos, dudo que lo haga. Frederic, por favor — se separó levemente de su abrazo y lo miró a los ojos, hechizándolo al instante—. ¿O es que tengo que buscar a otro chofer?

—No.

— ¿Entonces?

—Por supuesto que te llevo, mi bella dama.

— ¡Gracias! — dijo ella abalanzándose de nuevo hacia él en un apretado abrazo.

Entusiasmada, Alice corrió hasta su habitación a preparar un pequeño equipaje, cambió su ropa por un traje de viaje y a toda prisa salió al encuentro con Frederic. Impecable, él la esperaba en la entrada con un brazo dispuesto hacia ella.

—Llegaremos con un par de horas de diferencia — informó Frederic mientras la guiaba hacia el coche.

—Lo sé. Gracias — dijo viéndolo directamente—. ¿Qué es lo que tenías que decirme?

—Después hablamos sobre eso, mi bella dama. Ahora vayamos a reunirla con su señorita — le sonrió encantadoramente, obteniendo un gesto similar de vuelta.

Alice se acomodó en el coche, puso su mente en blanco mentalizando que pronto estaría de nuevo al lado de su Bells y cerró los ojos. Frederic se acomodó en su sitio, haló las riendas y comenzaron el inesperado viaje hacia la casa Black.

*

*

*

*

En un punto de su inconsciencia, Isabella sabía que estaba en las garras del depredador, que Aro la tenía y que vengaría su fortuna tal y cómo se lo prometió tiempo atrás. Estaba aterrada y en el silencio de su conciencia se permitió gritar, llorar y patalear desesperada; totalmente aterrada y horrorizada por las ideas maquiavélicas que pudieran estarse formando en la mente de aquel que ahora la hacía cautiva… su prisionera. A pesar de que sus ojos pugnaban por sellarse eternamente, sabía que pronto reaccionaría y tendría que actuar feroz, segura y altanera; aunque por dentro no fuera más que un pequeño gatito asustado.

¿Aún estarían por algún desconocido camino? ¿Ya la habría llevado a su escondite? ¿Qué tan lejos estaba? ¿Dónde? ¿Con quién? ¿Qué haría con ella? Su cabeza era un tumulto de preguntas y sensaciones que la tenían tan absorta que no pudo precisar exactamente en dónde se encontraba o en qué situación.

Isabella abrió los ojos lentamente, temiendo lo que podía encontrarse, respiró profundamente y con convicción desplegó completamente sus párpados. Un cálido olor a madera, leña quemada y té inundó sus fosas nasales; sintió la suavidad de una ligera manta sobre su cuerpo. Ahora que hacía memoria, podía recordar el ardor del frío mientras se adentraba en la negrura del bosque, lo tensos que se pusieron sus músculos mientras los hacía luchar en contra del entumecimiento y cómo los gélidos piquetes del viento calaban en sus huesos; todo aquello cómo producto del crudo invierno que recién comenzaba a llegar.

Un pensamiento resonó en su mente cómo un fuerte golpe. Un momento… ¿ella estaba arropada?, ¿al lado de una cálida chimenea?, ¿había té dispuesto para ella?, ¿¡Estaba sobre un cómodo sofá!? Se sentó de golpe, examinó todo a su alrededor dándose cuenta de que las respuestas a sus preguntas eran todas afirmativas. Estaba en una pequeña pero acogedora sala, decorada sencillamente; las paredes eran de piedra roja, los pulcros muebles de roble estaban decorados con los mismos patrones ornamentales en tonos dorados, la chimenea era grande e irradiaba un reconfortante calor que se extendía por toda la habitación, la habitación estaba obscurecida por las gruesas cortinas y la iluminación se la debía a los candelabros encendidos. Se puso de pie y giró sobre sus talones para buscar a su captor. ¿Quién tendría tantas molestias hacia su rehén?     

Siguió paseando la vista por la estancia hasta que topó con un mueble que abarcaba toda una pared. Era un conjunto enorme de estantes, cajones, adornos, libros, cuadernos y algunas cosas más. Al final de éste estaba… él. Con un libro oscilando en un precario agarre entre sus dedos, lo dejó caer sobre la parte del mueble que fungía como escritorio, haciendo eco. Se miraron con furia, fijamente, con una tensión casi palpable, cómo un hilo tenso entre sus miradas.

— ¿Por qué me has traído aquí? ¿Qué quieres? — espetó la furiosa voz de Bella.

—Quiero hablar contigo.

— ¡¿¡Y por qué hiciste todo esto!?!

—Era la única manera — un jadeo involuntario escapó de los labios de Isabella, ¿hasta dónde sería capaz de llegar él?

— ¿¡Matando al chofer!? ¿¡Te has vuelto loco!? ¿¡Quién eres!? — dijo estrellando sus puños contra su pecho. ¿En qué momento habían salvado la distancia?

Él detuvo su agresión con un suave agarre, la miró intensamente y la hizo bajar las manos.

—No está muerto, de seguro en este momento está lloriqueando con su amo — explicó él con calma.

— ¿Cómo… pero… si yo vi…? — él rodó los ojos.

—El idiota, en el forcejeo se golpeó la cabeza contra el coche y se desmayó.

Isabella no contestó, sólo lo miró con detenimiento. ¡Demonios!, ¿en algún momento dejaría de tener algún efecto sobre ella? Bella se zafó del agarre y caminó de nuevo hacia el sofá en el que había despertado.

—Vamos a hablar— impuso él.

—Déjame ir, Edward — alcanzó a escuchar la risita burlona de él—. ¿Prefieres que mi novio te de caza y te acuse de secuestro ante un tribunal? — espetó ella con coraje. La risa de Edward se elevó, retumbando contra las paredes, llenándole los oídos.

— ¿Ya viste que ha nevado? El suelo está casi blanco— dijo él desinteresadamente asomándose a través de las cortinas.

¡Vaya!, esas eran noticias, con esa fría demostración de la naturaleza quedaba oficialmente inaugurado el invierno. A pesar de eso Isabella no se dejó intimidar y siguió el rumbo inicial de sus pensamientos.

— ¿Dónde estamos? — dijo ella cómo si le hablara a un extraño.

—Al norte en el sur.

— ¡Hablo en serio!

— ¿Quieres una taza de té? — ofreció Edward servicialmente, cómo si Bella estuviera ahí de visita.

—Déjame ir.

—No hasta que hablemos.

—No tengo nada que hablar contigo— dijo ella con su tono frío que ya era más que una costumbre.  

—No has respondido nada de lo que te he preguntado con anterioridad.

— ¡Déjame ir! — chilló exasperada. Edward se acercó cómo un felino, haciéndola caer sentada sobre el sofá, huyendo de su proximidad; se inclinó sobre ella, taladrando su mirada, hasta que terminó recostada sobre el respaldo.

—Sólo tienes dos opciones, Isabella. Cedes y terminamos con esto de una buena vez… o te sigues negando y te juro que no vuelves a ver la luz del sol— el tono de la amenaza resultaba un tanto intimidante, pero Isabella no se dejaría intimidar.

—No sé de qué hablas.

— ¡Por favor! — espetó Edward con sorna—. ¿¡Cómo es posible que hayas puesto a trabajar cómo tu sirvienta a tu propia hermana!?

—Intento protegerla.

— ¿Ah, sí? ¿De qué? O mejor dicho… ¿de quién? — preguntó Edward con coraje y convicción.

—No tengo por qué decírtelo.

—Lo de no salir es en serio — reafirmó con tanta veracidad que a Bella no le quedó duda de que lo cumpliría. Lo conocía.

—Edward… — la voz de Bella fue un resuello tembloroso.

— ¿Dime?

Isabella no lo soportaba, estaba a punto de derrumbarse, ¿por qué tenía que ser tan insistente?, ¿por qué ejercía ese mágico poder tan aplastante sobre ella? Peor aún, ¿por qué tenía esas ansias locas por contarle todo? “¡Suficiente!” gritó una voz en su interior. Su labio tembló, dejó escapar una bocanada de aire en un golpe seco fuera de sus labios, leves espasmos sacudieron sus hombros y un caudaloso torrente de lágrimas se derramó por sus ojos; derrumbándola, exponiéndola totalmente, dejándola vulnerable y a merced de lo que Edward quisiera hacer con ella. Cómo un material moldeable a su antojo. Estaba totalmente dispuesta a él.

—No llores, linda. No lo hagas — dijo sentándose a su lado, la atrajo en un abrazo que ella intensificó sin dudar.

La tensión, la miseria, la incertidumbre, el dolor, el odio, la venganza, la esperanza, la lucha, el amor… todo se arremolinó en torno a Isabella en un doloroso llanto amargo. No podía estar un minuto más sin hablar, había añorado tanto ese momento, había soñado tantas vences con estar de nuevo cerca, entre sus brazos.

—Dime, ¿qué es lo que pasa, Bella? Confía en mí, cuéntamelo todo.

—Es que… — el llanto se acumuló en su garganta, era tanto, tan sofocante que no pudo seguir hablando.

— ¿Por qué puedes confiar en ese perro Black y en mí no? ¿Por qué él lo sabe todo? ¿Por qué él te cuida?

—Perdón — en esa disculpa iban implícitas muchas cosas—. Perdóname, Edward. Perdón. Ya no lo soporto más. No puedo. Perdón, perdón— dijo Isabella entre sollozos, en murmullos roncos y desesperados.

Edward la estrechó con fuerza entre sus brazos, acarició su cabello delicadamente, besó su cabeza en repetidas ocasiones, reconfortó su espalda con suaves caricias y le permitió explotar el remolino de sentimientos de su interior. Mientras el tiempo se consumía y el dolor amenguaba, los sollozos también lo hacían, hasta que pudo contenerse por completo, respirar profundamente y relajarse un poco.

— ¿Vas a contarme qué es lo que pasó desde que dejamos de vernos? — apremió Edward.

—Sí — murmuró Isabella mientras asentía.  

—Te escucho.

Ella se deslizó suavemente hacia un lado, deshaciendo el abrazo y encarándolo desde la cómoda posición que había adoptado. Su mirada se perdió en un punto fijo en el pasado y comenzó a relatar su vida de los últimos cuatro años.

 

El día que nos despedimos lloré hasta el anochecer. Esos meses en los que tu padre te instruiría sobre negociaciones y asuntos que, sinceramente, poco me importaban; serían los más largos y dolorosos para mí. Mi hermanita estuvo siempre a mi lado, alentándome, ayudándome, aprendiendo a mi lado y siguiendo cada paso que daba. Prometí no caer enferma de tristeza y así lo hice.

“Pasaron dos semanas, en las que me esforzaba duramente por mantenerme con la fuerza suficiente para seguir. Estuve tentada a escribirte en muchas ocasiones, pero cada vez me recordaba la promesa que nos hicimos sobre ser paciente y enterraba el deseo en el olvido. Un viernes papá llegó diciendo que teníamos qué marcharnos, todo fue tan abrupto. Empacamos lo más esencial y nos fuimos inmediatamente. Llegamos a una gran casa, tras una escueta explicación nos dijo que disfrutábamos del fruto de sus crecientes negociaciones; pero aún había algo de misterio en todo eso: la forma tan inesperada en la que nos mudamos, los nuevos y ostentosos lujos, el exagerado incremento en la servidumbre, los hombres que siempre escotaban a papá, la insistencia de no salir de casa. Tontamente creí que nuestra estancia sería pasajera, que en cualquier momento empacaríamos para regresar a nuestro hogar y que estaría de vuelta para cuando tú aparecieras.

“Merecía una explicación, pero cada vez que intentaba acercarme a mi padre llegaba mamá persuadiéndome con sermones sobre comprensión, amor y respeto a la familia y lecciones de etiqueta. Fui la sombra de mi padre, me compenetré de lleno en los movimientos de sus negocios y fui tan insistente que terminó cediendo a mi curiosidad. Un día nos reunió en el salón; por sus palabras pude darme cuenta de que se estaba obsesionando con cosas que, hasta ese momento, estaban fuera de mi alcance. Alice, mamá y yo estuvimos atentas a cada una de sus palabras, nos contó sobre cómo la fortuna de la familia se hacía cada vez más grande (aún en la época en la que tú y yo mantuvimos nuestro noviazgo), nos dio una elaborada explicación repleta de detalles… luego, nos relató el trato que lo hizo firmar un pacto con su muerte.

“Aro Vulturi lo envolvió en turbias negociaciones en las que él calló ingenuamente, cuando se dio cuenta de su error era demasiado tarde para retractarse. Al ver la creciente fortuna Swan, la codicia de Vulturi se elevó por los cielos, arrastrando junto con sus planes obscuros y maquiavélicos a mi padre. De un momento a otro, bajo la superficie de la encubierta mafia, nuestros bienes comenzaron a desaparecer de a poco, papá tuvo que prescindir del servicio de muchos empleados, nos limitó las compras y nos prohibió estrictamente las salidas; no podíamos ir más allá de los jardines alrededor de la casa y teníamos que hacerlo bajo la supervisión de una considerable flota de guardias detrás de nosotras.

“Con astucia mi papá comenzó a desenmascarar a Vulturi, reunió pruebas suficientes en su contra y desenredó sus redes ilícitas de negociación. Con esto comenzó a devolver a nosotros lo que con mucho esfuerzo había logrado. Yo estaba inmiscuida en todo, a veces mis ocurrencias le servían de algo. Un día llegó con Jacob, lo presentó como uno de sus aliados, poco después me di cuenta de que estaba muy bien enterado de la situación y que estaba de nuestro lado en la línea de fuego. Él y su familia también habían sido víctimas de Aro, su ayuda en nuestra causa era en cierta forma su venganza hacia él.

“Para cuando entregaron las presentaron las pruebas suficientes en contra del “Gran Aro Vulturi dueño del Imperio”; me di cuenta de que mi papá estaba totalmente obsesionado con todo lo que implicara ese asunto. Después de una larga deliberación el juez falló a favor de mi papá, calló una orden contra Vulturi, lo hicieron ceder absolutamente todo a nosotros, los Swan y lo dejaron sin nada. Claro, lo más probable es que aún haya algo de su dinero esparcido por distintas partes, lo que nos fue entregado tal vez sea la mayoría de su fortuna… pero no todo.

“El día del juicio estuvimos presentes mis padres y yo, por petición mía y de mi madre no dejamos que Alice apareciera ese día. Cuando todo quedó oficialmente en manos de mi padre Aro enloqueció en el tribunal, juró venganza en contra mía y de mis padres. En su voz quedó firmada a fuego la cruel forma con la que los haría pagar y cómo lo último que estaría en sus pensamientos sería yo, su indefensa hija, sola en el mundo. Al llegar a casa suspiramos de alivio, Aro iría directo a la horca por sus desfalcos, crímenes y atrocidades y Alice no había quedado expuesta ante semejante bestia.

“El día en el que supuestamente se llevaría a cabo se ejecución, él escapó, haciendo que mi padre redoblara esfuerzos y aumentara la flota de seguridad. Las palabras de Vulturi jurando venganza por la humillación, su fortuna y su adorado imperio; resonaron en mi cabeza el día que mis padres murieron. Un evidente “accidente” provocado fue lo que los llevó a su fin. La forma en la que su coche se volcó era inexplicable y tenía la firma de Vulturi por todas partes, junto a las rosas negras que se encargó de hacerme llegar. Ganándose el terror mío y el de Alice.

“Jacob estuvo conmigo en todo momento. Tratamos de llevar la situación lo mejor que pudimos, pasamos una temporada refugiadas en la casa Black, hasta que llegué a la decisión que no podía pasar mi vida huyendo. Por el bien de mi hermana, decidimos hacerla pasar por mi doncella, con el apoyo de Jake decidí salir de las sombras. Ocupé la casa del imperio, me involucré en eventos sociales e hice amistades; todo con la idea de ganar un puesto entre los personajes más importantes de la sociedad. Trato de ganar su simpatía, su reconocimiento, hasta el momento he hecho algunas importantes alianzas comerciales; de esta forma trato de convertirme en una figura reconocida y un punto difícil para Vulturi. El baile en el que nos vimos de nuevo, donde me nombraba la nueva dueña del imperio, fue otro de nuestros planes para socializar.

“Tiempo después, cómo una de nuestras tácticas, se nos ocurrió que la mejor forma de que Jacob pudiera protegerme y yo pudiera cederle bienes sin necesidad de burocracias; era uniéndonos en matrimonio. No es más que un acuerdo con beneficios para ambos, él obtiene el poder de mi dinero y yo la protección de él. Jacob prometió protegerme, entre nosotros sólo hay un cariño fraternal. Él no ha dejado de rastrearlo, tiene el firme propósito de acabar con Aro. Pero es una rata escurridiza, se pasea discretamente entre las alcantarillas y parece predecir cada paso que da Jake.

“La Isabella romántica, dulce, tierna y cariñosa que tú conociste poco a poco se fue transformando en una mujer dura que experimenta el sabor del veneno de la venganza a la menor provocación. Me he vuelto fría e indiferente a muchas cosas, pero trato de mantenerme firme para ir en contra de la codicia. Sé que Aro no se detuvo con la muerte de mis padres y no se detendrá hasta tenerme a su merced. Sé que has notado mi trato hacia los empleados, pero eso también es un arma que juego con mi doble cara; pero tampoco es cómo si los tratara a punta de látigo. Necesito que sean fieles, obedientes; trato de recompensarlos, de cierta forma, con comodidades, un buen sueldo, buena comida. Trato de ser comprensiva a pesar de mi carácter. Les enseño a disciplinarse.

                                                                                    

El rostro de Bella bañado en llanto, con una mueca de auténtico dolor… calaba en lo profundo del alma de Edward. Pensó en mil formas de reconfortarla, pero ninguna era suficiente.

Edward, ¿comprendes aunque sea un poco el temor que le tengo a Aro? ¿El por qué de mi huída? ¿Por qué no te busqué más? ¡Me muero si algo te pasa! Porque… a pesar de todo, aún siento algo por ti.

—Bella…— la voz apremiante de Edward no la distrajo, aunque su mano en su barbilla era otra cosa.

—Ya no pude más, no pude borrar todo lo que vivimos, no pude dejar tu recuerdo en el pasado. Estas semanas han sido una verdadera tortura para mí…— no pudo más, rompió en llanto de nuevo.

—Tranquila, cariño. Ya estás conmigo, nada te pasará— prometió al tiempo que la acurrucaba amorosamente entre sus brazos.

—Me dejó una rosa— confesó Bella con precaución.

— ¿Qué?

—En mi carruaje. Puso una rosa negra, igual a las que me mandaba antes, con una nota— Edward la estrechó más fuerte entre sus brazos cuando la sintió temblar levemente.

Para este punto la luz del día era apenas un recuerdo mortecino de la luminosidad del sol, el frío era más intenso y el hambre hacía gruñir con ferocidad a un par de estómagos. Cómo si nada hubiera pasado, terminaron el día con un gran repertorio de alimentos, hablaron de detalles sobre la situación de Bella, se pusieron al día de sus logros, Edward compartió con Bella los conocimientos que había adquirido el tiempo que pasó en el extranjero. En fin, trataban de inmortalizar el momento.

Durmieron inocentemente, cada uno en una cama de la habitación; era parecida a la que alguna vez Bella compartió con Alice, dos camas separadas por mesitas de noche, una gran chimenea al lado, muebles de roble y colores claros. La tensión que se alzaba en el espacio entre una cama y otra era lo suficientemente densa cómo para inquietarlos, pero lo suficientemente reconfortante cómo para permitirles una tranquila noche de sueño.

Sus apasionados sentimientos se revelaron en forma de un intenso cosquilleo que ponía su piel alerta y sensible, que cada pequeño espacio de su ser palpitara meramente de deseo. Isabella estuvo tentada a salvar el espacio para meterse debajo de las mantas de Edward, él sentía exactamente lo mismo; ella se frenó por temor a que Edward descubriera sus aún notorias marcas por su cuerpo y mal interpretara esos estigmas. A pesar de que había hablado mucho más de lo que había hecho en las pasadas semanas, aún quedaban mil cosas por decir.

Al otro día madrugaron para abandonar la casita, Bella se sorprendió al darse cuenta de que todo el tiempo estuvo en una casita de campo en tierras de la propiedad McCarthy. Edward ayudó a Bella a acomodarse enfrente de él sobre el lomo del cabello que Emmett había dispuesto para él. Cuando Edward tuvo que pasar los brazos alrededor de Bella el calor arrasó con el frío que amenazaba con paralizarlos. La ropa de Rosalie, tanto la de cama cómo la que capucha que la cubría, hacían lucir encantadora a Bella.

Pronto, el rápido galope los posicionó frente a la casa Black. Los nervios de Isabella aparecieron de tal forma que dificultaron su respiración y aceleraron su corazón hasta que sintió una mareadora presión en la cabeza. Bella siguió los pasos seguros de Edward, atravesaron el umbral de la puerta entre el ajetreo del que ella estaba segura que era culpable.

— ¡Bella! — chilló la voz de la pequeña Alice desde un rincón del recibidor.

Bella alzó la vista hasta conectarse con la mirada de su hermana, Jacob apareció detrás de la entrada de la sala con una expresión de asombro que inmediatamente se transformó en una de coraje.

— ¡Cullen! — espetó con la mandíbula tensa, los puños entrecerrados y su posición agazapada contra el secuestrador de su protegida.

 

************

Bueno, aquí les dejo este nuevo capítulo. En ésta ocasión se lo dedico muy especialmente a la GUERRERA que me ha enseñado TANTAS cosas en mi vida, a esa personita especial que se ha metido a fondo en mi corazón, que se ha sabido ganar mi admiración, respeto y amor. Eres GRANDE!!! Soy muy feliz de que estés bien, que te tengo cómo apoyo en mi vida, que eres parte de mi familia TE AMO!!! DTBS!!

Y también a mis musas, las hermosas personas que me comentan!!

Las adoro!! MIL GRACIAS!! 

Pebbles, éste tb es un regalito para ti!! TE AMO!!! Gracias por apoyarme!!! *-*

Sé que aún le falta pasar por revisión pero... moría por actualizar!!!

Merezco un coment?? un votito???

Besos de bombón!!!!

Les espero en mi facebook: VickoTeamec

 

 

 

 

Capítulo 7: INESPERADAS SORPRESAS Capítulo 9: COMPROMISO

 
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