Deep Passion (+ 18)

Autor: vickoteamEC
Género: Angustia
Fecha Creación: 22/05/2012
Fecha Actualización: 15/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 25
Comentarios: 154
Visitas: 39370
Capítulos: 18

T E R M I N A D A

El amor profundo y sincero se refugia en un extraordinario sentimiento de pasión. Desbordante y descontrolada pasión, aquella que te hace perder la cabeza, la misma en la que juegas el corazón.

 

 

Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es propiedad de mi alocada imaginación.

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 4: CELOS APASIONADOS

 

 

 

CAPÍTULO II

 

 

Edward Cullen era un codiciado soltero, lo tenía todo: reconocimiento público, respeto, posición, cultura, modales, elegancia, porte, una inigualable belleza… una gran fortuna. Sí, a los ojos de las cientos de damas solteras, lo tenía absolutamente todo, o al menos eso era lo que ellas creían.

Sus padres, preocupados por su soltería y su cada día más madura edad, organizaban un baile tras otro. Pero, a pesar de la insistencia y de los múltiples incentivos, el apuesto caballero no lograba encontrar a una joven y bella dama para desposar. Él sabía perfectamente que su corazón tenía años lleno y vacío a la vez; rebosante de aquel dulce, inocente y apasionado amor… pero vacío de abandono, tristeza y olvido.

La única persona que sabía de su terrible pérdida y de cómo se había roto su corazón era su querida prima, Rosalie Hale. Era increíble que ella fuera mucho más allegada a él que su propio primo, Jasper, el  hermano de Rosalie. Tal vez, el curioso fenómeno se debía a que las edades de Edward y Rose eran casi las mismas, en cambio Jasper era menor que ellos dos.

Un despejado y luminoso día de otoño, Rosalie llegó dando brincos de alegría a la casa Cullen, ya que su pretendiente la había invitado a pasar una breve temporada en su mansión, aprovecharía la ocasión para darla a conocer en sociedad en importantes eventos que allá se desarrollarían; hasta ese momento ellos ignoraban que entre esos eventos estaba la presentación de una joven nueva en el poblado, de la que mucho se hablaba y poco se sabía. Rosalie pidió con entusiasmo a su primo que la acompañara, era una gran oportunidad para ella, una que no quería desperdiciar y que casi le aseguraba su compromiso con Emmett McCarty.

Según ella, no podía encontrar mejor chaperón que su querido Edward. Él pensó que no estaba nada mal dejar las fiestas de sus padres y las diversiones banales por un momento; que viajar era una estupenda idea, conocer otras tierras y tratar a otras personas. Esa misma tarde se trazaron los planes y comenzaron los preparativos para el viaje.

Un par de días después ambos se instalaban en las amplias y lujosas habitaciones dispuestas para hospedarlos por poco más de un mes. Edward se dedicó con esmero a poner cada pertenencia que lo acompañaba en lugares estratégicos para su comodidad. Tomó un viejo libro de su biblioteca personal, se acomodó sobre la gran cama y no hubo leído las primeras tres líneas cuando vino a su mente una inocente mirada castaña, iluminada y enmarcada  por una resplandeciente sonrisa. Se recostó sobre la almohada y se permitió fantasear con aquel adorable ser que le robaba el aliento, al que se había dedicado en cuerpo en alma, al que añoraba, al mismo ser que le entregó por completo el corazón para luego estrujarlo y masacrarlo con un inexistente adiós…  aquella mujer que no estaba.

-Isabella- su nombre salió involuntariamente de sus labios, como una delicada caricia, una imperceptible brisa que deseaba que llegara algún día a sus oídos. Fantaseaba.

Sin previo aviso sus ojos cedieron de a poco hasta que fue arrastrado a la calma de la inconsciencia.  Inclusive en sus sueños sentía la delirante fantasía de estar de nuevo a su lado, de verla por lo menos una última vez, de tener un adiós digno de recordar.

Edward despertó al siguiente día con los músculos agarrotados y un desagradable cansancio. Poco había ayudado el hecho de que no cambiara su traje de viaje por algo más cómodo para dormir. Se desperezó, se levantó muy a su pesar, mandó a preparar la tina de baño y a que dispusieran su atuendo mientras él se deshacía de las prendas sucias en el vestidor. Poco después bajó al comedor para acompañar, al anfitrión y a su prima, en el desayuno.

-Permíteme decirte lo encantadora que estás ésta mañana, Rosalie- dijo aquel hombre tomando delicadamente una mano de ella para luego dejar un casto beso en el dorso.

Edward lanzó una mirada furibunda hacia aquel gesto, sintió celos recorriendo  como veneno por sus venas, carraspeó con rudeza hasta que el desconocido apartó todo contacto con su pequeña Rose y borró su pícara sonrisa de sus labios. Edward sonrió ante su victoria. El tiempo que duró el breve evento Edward no dejó de atacar con preguntas casi imposibles al supuesto prospecto a marido para su prima, fue tan insistente que llegó un punto en el que Rosalie pensó que haber llegado a casa de Emmett de mano de su primo había sido un gran error. A media mañana Emmett los invitó a pasar un rato en la terraza principal, ahí podrían hablar con calma y planear un itinerario de actividades.

-Aprecio el interés de su parte en cuanto a las relaciones públicas de Rosalie- dijo Edward a media plática, interrumpiendo un momento de sonrisas pícaras y miradas sugestivas entre el par de tórtolos. Sonrió internamente cuando se percató de que su prima había entendido el mensaje y se alejaba de Emmett para ponerse al lado suyo.

-No hay problema, Edward. Ya te he dicho que puedes tutearme- Edward asintió mecánicamente –Por éste lugar hay grandes eventos muy a menudo y creo que los he invitado en la mejor temporada.

-Me gustaría saber qué tienen de extraordinario esas reuniones- dijo Edward petulante. Rosalie le lanzó una mirada en desaprobación.

-La crema y nata de la sociedad. Sólo eso. No hay mejor lugar para encontrar lo que uno busca, que en una buena fiesta de aquí mismo o sus alrededores- explicó.

-Esperemos que Edward por fin encuentre a la mujer de sus sueños- dijo Rosalie colgándose del brazo de su primo -¿No lo deseas así, primito?

-¡Rosalie!- regañó entre dientes.

-Hablando de eventos. Ésta noche se ofrecerá una gran fiesta en el “Imperio”, soy uno de los invitados a hospedarme para la serie de actividades que habrá al siguiente día. Aseguré dos lugares más, por supuesto. Así que preparen una pequeña maleta y un traje de gala para ésta noche.

-¿En serio? ¿Iremos a un evento como ese?- preguntó Rose con la mirada chispeante de emoción.

-Claro. Se rumora que por mucho ese será el evento del año. Es la presentación de la nueva dueña. Sinceramente, no tengo el gusto de conocerla; pero entre los sirvientes se ha rumorado que es una verdadera pesadilla, que es una joven mujer con carácter de viuda sesentona.

-Es una lástima que alguien joven tenga un carácter tan duro- opinó Rosalie.

-Así es- concordó Edward.

Siguieron con el hilo de la conversación hasta que una cosa les llevó a hablar de otras y después de otras más. A medio día dieron por terminada la reunión en la terraza y se dirigieron cada uno a sus habitaciones para disponer todo para el corto pero importante viaje.

Mientras Edward elegía su atuendo y tenía a una empleada ayudando con su pequeño equipaje, su mente estaba activa y alerta; repasando lo que había pasado y su actitud hacia Emmett. Si ese encuentro hubiera ocurrido un par de años atrás, estaba seguro de que su comportamiento sería otro, más cordial y completamente distinto al que era ahora. Por un momento analizó la posibilidad de qué él fuera visto como un joven con actitud de viudo sesentón. Se propuso ser más flexible con su anfitrión que tan amablemente había abierto las puertas de su casa para él y que no hacía otra cosa que idolatrar cada paso que daba su prima; cosa por la que pensó que debería estar agradecido.

Emprendieron el viaje en un ambiente más relajado, Edward estuvo con la guardia baja e incluso llegó a disfrutar de la compañía en el interior del coche. Emmett no era tan terrible como lo había hecho pensar su parte más irracional y sus celos enfermizos, se sorprendió de lo que había dejado ir por enfocarse a encontrarle defectos y se reprendió de haber desperdiciado un buen momento, que pudo haber llegado a ser divertido, ese mismo día por la mañana.

Al llegar a la entrada principal del famoso “Imperio” Edward y Rosalie no pudieron evitar mirar por la ventanilla y comprobar con sus propios ojos aquello de lo que tanto se hablaba y que Emmett no dejaba de adular a cada instante. A pesar de ser de noche pudo apreciar unos jardines con excelsa belleza, cuidadosamente podados y flores que parecían haber sido colocadas a mano en lugares estratégicos para realzar su belleza. El camino estaba iluminado con múltiples velas tintineantes sostenidas por farolas rodeadas de un armazón de figuras y curvas desiguales; entre una y otra había una delicada y espumosa guirnalda de pequeñas flores en tonos guindas, marrones y beige. Excelso. El Imperio hacía honor a su nombre, el último misterio que quedaba por resolver, que no sabía por qué pero lo tenía ansioso, era revelar el rostro de la dueña de todo eso.

El coche se detuvo y pudieron admirar el lugar en todo su esplendor. Justo al centro de la entrada había una imponente fuente de mármol, a forma de una glorieta, incluso ésta estaba contagiada de la delicada y elegante decoración; en la superficie flotaban las mismas flores que había visto con anterioridad.

-¡Qué romántico!- dijo Rosalie dando vuelta sobre su eje para guardar en su memoria cada mínimo detalle.

-Se nota el buen gusto y el toque femenino- aduló Emmett.

-Es un verdadero Imperio- opinó Edward.

Rose pasó un brazo por el de Edward y otro por el de Emmett, luego caminaron al mismo compás y subieron con elegancia la escalinata de la puerta principal para adentrarse a la lujosa mansión. Inmediatamente fueron acogidos por el resto de los invitados, no pasó mucho tiempo cuando comenzaron a codearse con las más reconocidas personalidades de la sociedad. Edward se detuvo un momento para admirar la belleza y perfección del lugar. Si el recibidor era así, no podía si quiera imaginar cómo sería el resto de la gran mansión o el salón en el que estaba por desarrollarse el gran evento. El servicio era excepcional y la decoración sofisticada. Definitivamente esa noche sería especial.   

Los murmullos pararon simultáneamente, alzó la vista y la dirigió hacia lo más alto de las escaleras. El lacayo anunció la entrada del ama del Imperio y sus dos doncellas. Creyó que sus oídos reventarían cuando de la firme y potente voz del hombre salió disparado el nombre de la mujer que lograba nublarle los sentidos con un simple suspiro, la mujer que había tatuado el contorno de sus dedos en su piel, la misma que regresaba de vez en vez por las noches como un fantasma para atormentarlo con maravillosos sueños. Una figura angelical se plantó frente a su vista, la irreverencia de su atuendo lo menguaba con su porte grácil y sofisticado; Edward pudo haberse tallado los ojos, pero estaba seguro que si los volvía a abrir ella seguiría ahí, erguida con un aire orgulloso, bajando lentamente por la escalera, saludando con leves asentimientos de cabeza a los presentes y sonriendo con arrogancia.

Se sentía paralizado por una extraña emoción de alegría, añoranza y alivio; quería correr a su lado, estrecharla entre sus brazos, decirle lo mucho que la había extrañado y lo tanto que le había hecho falta. Un segundo después se dio cuenta que sí, estaba paralizado, pero ahora de una ira que rallaba en el salvajismo, ¿por qué se había ido?, ¿dónde había estado?, ¿por qué desapareció?, ¿por qué borró todo contacto con él?, ¿qué había pasado con ellos?; la lista de preguntas era inmensa, haciendo que el sentimiento incrementara. Apretó los puños mientras permitía que sus ojos se deleitaran con la hermosa vista.

Cuando ella estaba a punto de tocar el piso, Edward fue consciente de la chica menuda y de cabello azabache que la secundaba. Sintió mucho más coraje, apretó la mandíbula, se concentró en respirar con normalidad y sólo pudo sentir repulsión hacia el cuerpo que se había robado el alma pura de la que un día estuvo enamorado.  

Olvidó por un momento todo lo que pasaba por su cabeza cuando escuchó el timbre de voz que tanto había extrañado, luego cayó en cuenta del tono de sus palabras. Suspiró. Trató de serenarse mientras caminaba detrás de la multitud de personas que se guiaban hacia el salón, se contuvo de correr para ser el primero en ser recibido por esos brazos, por los ojos soñadores que veía en su mente y por unas dulces palabras salidas de aquellos perfectos labios. Era una suerte que Emmett y su prima se perdieran entre el resto de invitados, sería vergonzoso para él que lo notaran así de nerviosos.

Dejó que casi todos los presentes entraran, dejándose casi al último. Contuvo su comportamiento y deslizó su mano hacia enfrente para estrechar la de Isabella, se sentía sumamente emocionado. Tenía la mirada fija en aquel rostro perfecto y angelical, sintió que la respiración se le atoraba en la garganta cuando sus ojos se conectaron con la mirada por un momento sorprendida de su Bella.

-Buenas noches, bienvenido- dijo ella, confundiéndolo con su actitud amarga.

-Buenas noches, señorita Swan- lo único que se le ocurrió para hacer más íntimo ese momento fue besar delicadamente su mano.

Caminó al interior del salón y tomó una copa de la primera bandeja cargada por un chico del servicio que pasó frente a él. La bebió casi de golpe. Vio a Isabella y no la perdió de vista, aunque muchas de las ahí presentes trataban de llamar su atención, él sólo podía mantener la fija vista en un punto del salón, no entablaba conversación y en su mano siempre descansaba una copa. No sabía cuánto tiempo tenía en su papel de cazador, pero fue como si se le presentara una oportunidad cuando la vio desaparecer sola detrás de la puerta, no dudó en seguirla. No sabía si se sentía aliviado o angustiado de ir cada vez más lejos, sólo, detrás de ella, en privado.

Se adentró a una habitación, él entró justo un minuto después, sentía una extraña y abrazadora combinación de emociones. Luego, un murmullo proveniente de aquella persona, ese dulce ser que lo atormentaba a pesar del tiempo y la distancia.

-Edward- cuando escuchó su nombre de sus labios sintió que se elevó al cielo para después caer con agonía a su temible realidad.

-¿Qué te ha pasado?- fue lo primero que se le ocurrió.

-Nada- su tono, su presencia arrogante, todo le indicaba que ya no era ella.  

-Por supuesto que sí. He oído lo que se dice de ti, pero jamás me imaginé que fueras… tú, aquella de la que tanto hablaban- no podía ser cierto que fuera la misma.

-¿En serio? Ignoro de lo que me hablas.

-Lo estoy viendo y no puedo creerlo. Te has vuelto fría, arrogante, una persona sin sentimientos…- Edward se sentía desplazado, humillado.

Trataba de ser el mismo para ella, hablarle con las más tiernas palabras, pero con su actitud sólo conseguía sacar su peor parte. Definitivamente, ella había amargado su existencia con su partida y ahora, con su indiferencia. La acorraló, como un león asechando a su presa, entre el ventanal y su cuerpo, dejando entre ellos un pequeño espacio que se sentía como kilómetros. Todo se tornó realmente terrible.

-¿Quién eres? ¿Qué le hiciste a la mujer que amé? ¿Dónde está mi Bella?- preguntó entre dientes, recordando cómo fue testigo del trato que le daba a sus empleados por detrás de las miradas de todos los demás, quienes no le tomaban importancia a ese tipo de nimiedades, sólo él, que no le quitó los ojos de encima ningún instante.

-Soy la misma- contestó ella con frialdad.

-No eres la misma persona a la que conocí- dijo recordando lo que ella le había hecho a la pequeña Alice.

-Por supuesto que sí.

-¡No insistas!

-No, no insistas tú- cuando se volteó a encararlo le dieron ganas de hacer muchas cosas y de no hacer nada a la vez.

-Isabella, Isabella… no lo niegues. Dime qué fue eso tan terrible que te pasó para que te convirtieras en otra- quería en su lado más masoquista y egoísta que confiara en él, que dejara que la reconfortara, que fuera la misma de antes.

-Eso es algo que no conviene recordar.

-Pero… me fui de viaje y dejé al amor de mi vida, cuando regreso te has ido y ahora que te vuelvo a encontrar… eres otra persona- eran tantas palabras, tan inesperado el encuentro y sentía que cada segundo se le agotaba más el tiempo.

-Ya, Edward. No es necesario que hagas esto- no quería saborear la derrota, pelearía por ella, no pensaba dejarse vencer tan fácilmente.

-Bella, yo…

-¡No lo digas!- ¿dolor?, ¿decepción?, ¿coraje?, ¿qué había sido aquel sentimiento flameante que atravesó su pecho cuando ella se negó a escuchar la verdad de sus sentimientos?

-Parece como si… hubieras olvidado todo- ella se negó a mirarlo, le dio la espalda -¿Ya lo olvidaste, Isabella?- odio, el sentimiento había sido de odio.

-No lo recuerdes…- dijo ella con una firmeza que rayaba en lo violento. No era el único que podía hacer sufrir esa noche.

-¿Cómo me amabas?

-Silencio…- estaba consiguiendo su objetivo.

-¿Todas las tardes que pasamos juntos?

-Cállate…

-¿Los besos? ¿De cómo te entregaste a mí?- aunque a él también le doliera, tenía que orillarla a ceder.

-Ya basta…

-¿De cómo te retorcías entre mis brazos suplicando, gritando y gimiendo?

-¡Es suficiente!- gritó ella con tanto o más odio que él. Luego recibió un golpe que le dejó ardiendo la mejilla y abierto en un punzante dolor el corazón.  

El golpe fue como una sacudida que acomodó todos los sentimientos que estaban fuera de lugar. Lo primero que cruzó por su mente fue que todo había sido una fantasía, un cuento de adolescente y que jamás debió dejarse enamorar así. Ahora cualquier sentimiento hacia ella sería una absurda y estúpida obsesión, no descansaría hasta cobrar la última gota de sangre que se había esfumado de su corazón en el momento en el que ella decidió ser tan cruel. Definitivamente, la haría pagar por el dolor y la herida sangrante que había hecho en él. Su nuevo propósito a partir de ese momento era tenerla de nuevo y olvidarla, tirarla como ella había hecho con su amor.

Cuando vio que ella estaba a punto de salir la aferró violentamente por el brazo, la taladró con la mirada, quería decir mil cosas, tantas que no supo qué hacer, qué decir. Ella jaló su brazo y la dejó ir. El coraje de él salió en un sinfín de maldiciones, su puño estampado en alguna dura superficie, sus manos inquietas por su rostro y su cabello. Lo que más lo alteraba era la inquietante imagen de la piel de Isabella, sus labios, su rostro… todo en ella lo invitaba a pecar. Salió despotricando rumbo al salón, su mente lo torturaba repasando imágenes del pasado: Isabella entre sus brazos, el dulce sabor de sus besos, sus labios entre abiertos mientras dejaba escapar suaves y sensuales gemidos, la sensación de su piel entre sus dedos, su mirada apasionada, la sensación de su cuerpo fundido con el de ella. Estaba decidido, a partir de ese momento Isabella sería su objetivo, uno que perseguiría apasionadamente. Sabía que lo conseguiría.

A medio camino de regreso al salón sus ojos se encontraron con la peor imagen que sus enfermizos celos pudieron encontrar. Isabella estaba colgada del cuello de un tipo, en un férreo e intenso abrazo. Sintió hervir la sangre, sus puños se volvieron dos piezas de concreto, los cuales estaría encantado de estampar en el rostro de aquel que osaba tocar la fuente de su deseo. Volteó el rostro y trató de concentrarse en hacer lo moralmente correcto para no hacer una escena con tanta gente cerca. Se preparó para tener una larga y agotadora velada, pensó en cómo aparentar frente a los demás. Pero, sobre todo, pensó en cómo deshacerse del estorbo que tenía enfrente y que pasaba sus brazos alrededor de Isabella, su Isabella.

 

 

 

 

 

Capítulo 3: VIDAS PARALELAS Capítulo 5: FRENESÍ

 
14439915 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios