Deep Passion (+ 18)

Autor: vickoteamEC
Género: Angustia
Fecha Creación: 22/05/2012
Fecha Actualización: 15/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 25
Comentarios: 154
Visitas: 39359
Capítulos: 18

T E R M I N A D A

El amor profundo y sincero se refugia en un extraordinario sentimiento de pasión. Desbordante y descontrolada pasión, aquella que te hace perder la cabeza, la misma en la que juegas el corazón.

 

 

Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es propiedad de mi alocada imaginación.

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Capítulo 3: VIDAS PARALELAS

 

 

CAPITULO I

 

Isabella se instaló cómodamente en uno de los amplios sillones de su sala particular, llevó un bocadillo a sus labios y degustó el manjar con suma paciencia. A los minutos unos golpecitos en la puerta principal de sus aposentos interrumpieron su momento de ocio.

-Adelante- dijo en el tono autoritario que había adoptado.

-¿Me ha mandado llamar?- dijo Tanya asomando la mitad de su cuerpo.

-Así es. Entra y toma asiento a mi lado- se recorrió un poco, palmeó el lugar a su costado y le dio espacio a su “confidente”.

-¿En qué puedo ayudarla?

-Necesito que me hables acerca de todas y cada uno de las personas que estarán presentes en el evento de ésta noche. Como sabrás, es de suma importancia para mí, ya que es mi presentación oficial ante la sociedad como la legítima propietaria del Imperio Vulturi. Quiero detalles de todos los invitados, pero sobre todo, de los huéspedes- explicó.

La chica, atenta a cada una de sus palabras; asintió, tomó aire y comenzó a hablar sobre cada persona que estaría en el gran salón esa noche. Isabella sabía de ante mano que la mujer que tenía frente a ella podía serle de mucha ayuda; su fama de chismosa, aunque no la más condecorada por ella, podría servirle para conseguir algunos favores, preparar estrategias o enterarse de lo que más le conviniera. Isabella hizo notas mentales de los detalles a los que Tanya ponía especial énfasis, se sorprendió por la soltura con la que relataba cada chisme o imperceptible defecto. Poco tiempo después se dio cuenta que era mejor tener a Tanya como aliada y jamás como enemiga, a no ser que quisiera ser el centro de la habladurías del poblado entero.

Después de largo tiempo la chica paró su explicación gráfica a punta de gesticulaciones sobre todos y cada uno de los asistentes. Isabella le sonrió, luego  estuvieron un momento más hablando de trivialidades, sólo para diluir un poco el sabor del chisme y la exuberante satisfacción de saber los secretos de las personas.

-Muchas gracias por todo, Tanya. De seguro Alice ha llegado con los vestidos que le he encargado. De todos ellos pide que te muestre algunos y elige el que quieras- Tanya abrió la boca sorprendida, Bella le sonrió y le dio unas palmaditas en la espalda.

-Gracias- murmuró la sirviente.

-Te has portado bien el día de hoy. Quiero que seas mi segunda doncella ésta noche- dijo con su aire aristocrático y firme.

-¿Habla en serio, señorita Isabella?- preguntó Tanya con un brillo frenético de incredulidad y satisfacción en los ojos.

-Por supuesto. Y así será de ahora en adelante en los eventos a los que te solicite.

-Muchas gracias…

-Basta. Deja la palabrería y anda a ver a Alice- ordenó.

-Sí, claro, por supuesto. Gracias- murmuró, poniéndose torpemente de pie y haciendo torpes reverencias.

-Te puedes retirar, Tanya.

-Claro- tartamudeó.

-Tanya…- incentivó Bella con su tono estricto, aquel al que todos sabían que debían obedecer a la primera. La chica asintió en silencio, con una petulante sonrisa avariciosa en los labios, salió de la habitación y en cuanto estuvo detrás de la gran puerta de roble pegó la carrera al encuentro con la primera doncella de Isabella.

Isabella aprovechó el tiempo en el que Alice estaría ocupada con Tanya para mandar preparar su tina de baño, con todas y cada una de las especificaciones que se le iban ocurriendo. El gran cuarto de baño estuvo dispuesto poco tiempo después, al ritmo que marcaban los chasquidos de sus dedos y el tintinear de su campanita. Ya en la calma del agua, lavó minuciosamente todo su cuerpo, quería lucir radiante para sus invitados, tenía que ser la dama más hermosa de la noche. Por supuesto, como buena anfitriona debía lucirse y eso incluía su aspecto. Cuando estaba por salir de su relajante y largo baño, Alice irrumpió en su habitación.

-¿Bells?- preguntó con su dulce voz cantarina.

-En el baño, Al- no en balde habían pasado todas sus vidas juntas. Tras la protección de las puertas con candado podían ser su realidad, podían quitarse sus máscaras, podían ser simplemente Al y Bells.

Isabella abrió los ojos justo cuando Alice atravesaba el umbral del cuarto de baño. Alice era mucho más que su doncella, era su mejor amiga, su confidente y…

-Veo que te esmeras para ésta noche- dijo Alice acercándose a Bella.

-Así es. Sabes que debo lucir impecable, Al- dijo inclinándose hacia enfrente, permitiendo que Alice la ayudara a lavar su espalda.

-¿Sabes? En el pueblo no se habla de otra cosa que no sea el gran evento de ésta noche. Desde las asistentes de la modista, las doncellas hasta las mismísimas invitadas de la alta sociedad- Isabella y Alice rieron cómplices, como si tramaran una travesura igual que cuando eran niñas.

-¿Bells?

-¿Sí?

-¿Tanya?- preguntó Alice alzando una ceja.

-Sí, ¿por qué?- contestó Bella mientras se preparaba para salir de la tina.

-No sé- dijo con ambigüedad.

-¿Al?

-¿La chismosa? ¿En serio? ¿La chismosa?- La risa de Bella resonó sobre los azulejos y superficies de mármol del espacioso cuarto de baño. Era muy gracioso ver a Alice con esa mueca de duda y decepción en el rostro.

-Sé lo que hago- respondió Isabella.

-Claro que sabes lo que haces. Pero… ¿por qué ella?

-Y… ¿por qué no?- la pregunta de Bells no terminó de convencerla, se encogió de hombros, la ayudó a salir de la tina y la guió hacia el vestidor donde ya estaban delicadamente acomodados los encargos de Isabella.

-Por lo menos la chica tiene buen gusto- comentó Alice sobre el vestido que había elegido Tanya.

-¿De verdad?

-Sí. Tomó uno de los más bonitos- dijo como si nada.

-Me parece perfecto. Al, ¿trajiste lo que te encargué?

-¿Qué cosa?- intentó hacerse la inocente y ladeó su cabeza como un cachorrito curioso.

-Alice…- advirtió Isabella haciendo reír a Alice.

-¡Claro! Está justo sobre tu cama- sonrieron y suspiraron al unísono ante la exhaustiva jornada de belleza que les esperaba.   

Pasaron el resto de la tarde puliendo, hidratando y embelleciendo cada centímetro de Bella. Las charlas no se hicieron esperar, las dos chicas disfrutaban de su mutua compañía tanto como el tiempo se los permitía. Acomodaron su cabello en dos elaborados y distinguidos peinados. Había valido la pena tanto trabajo, el resultado era sorprendente.

-Espectacular, falta el toque final- anunció Alice dando brinquitos de alegría.

-Gracias- contestó Isabella sonriente –Pero el toque final… lo daremos, precisamente, al final- ambas sonrieron cómplices –Ahora, esperaremos a que aparezca Tanya para ver si hay algo que arreglar en ella.

-Esperemos que no sean muchas cosas- dijo Alice con pesar.

-Ya verás que no, Al.

-Bells… hay algo que quiero preguntarte.

-¿Dime?- cuestionó mientras daba vueltas frente al espejo.

-¿Qué fue lo del incidente con Maggie ésta mañana?

-Ah, eso- contestó como si fuera una niña pequeña a la que estaban a punto de regañar.

-Sí ESO. Bells, ¿qué te he dicho?

-Pero, Al…

-¡Pero nada! Esa actitud sólo te traerá problemas. ¿Por qué no puedes ser tú misma?

-Soy yo.

-Claro, sólo cuando estás conmigo y no hay nadie alrededor. Isabella, esto es enfermizo, no puedes ir por la vida amargándote ni amargando a los demás. Terminarás por creerte tus mentiras y serás alguien que en verdad no eres.

-Debo ser así para que obedezcan y hagan las cosas como es debido. No quiero indisciplina entre mis empleados.

-Sabes que para todo hay manera.

-Alice, ésta nueva actitud me ha hecho conseguir todo lo que tenemos ahora.

-¿A qué costo? Tú y yo sabemos que toda esta riqueza podría ser efímera, lo hemos vivido. ¿Qué obtienes? ¿Venganza?   

-¡Sí! Eso es lo que más me importa- contestó con furia, haciendo que su corazón se acelerara, su respiración se agitara y le hirviera la sangre.

-No, no, no- se lamentó Alice, luego se acercó a ella y la rodeó con sus brazos en un intento por tranquilizarla –No digas eso. No me gusta que guardes tanto rencor, ¿no ves que me da miedo?

-¿De qué?- preguntó Bella girándose para acomodarse bien entre los brazos de Alice.

-De perder a la Bella que tanto quiero. Esa chica dulce, romántica, tierna y cariñosa- contestó Alice con pesar.

-No digas eso, Al. Siempre estaré para ti, siempre seré tu…- unos golpes en la puerta la interrumpieron, se separó de Alice y se encaminó. -¿Sí?- Alice la vio con decepción, la Bella autoritaria apareció como por arte de magia.

-Buenas tardes, señorita- la inconfundible voz de Tanya se anunció del otro lado.

-Alice, abre la puerta, por favor- dijo acomodándose frente a su lujoso tocador.

Como lo había predicho, de no ser por nimiedades, Tanya hubiera lucido perfecta. Después de todo, no tenía tan mal gusto como pudiera pensarse. Tomaron un pequeño tentempié antes de dar el detalle final y salir ante la expectante mirada de los invitados.

Se anunció la entrada de la dueña de aquella  lujosa mansión, esa tenía jardines impresionantes, campos hermosos, vistas maravillosas y un pequeño lago espectacular. Lo que hacía apenas un par de meses era catalogado como el Imperio Vulturi por la imponencia y magnitud de sus propiedades, además de la fortuna que representa el adquirirlas; esa noche pasaría a ser oficialmente el Imperio Swan. Era un acto casi petulante hacer una elaborada reunión que involucrara a las cabezas de la sociedad, sólo para demostrar quién era la ganadora de aquella batalla campal con sed de venganza.

Isabella se plantó en lo alto de las escaleras del gran recibidor, decenas de miradas se posaron sobre ella y observaron sorprendidos a la joven mujer que ocupaba uno de los más altos y codiciados puestos en sociedad. Isabella Swan era ahora la reconocida dueña y señora de todo lo que por tantos años fue considerado “el gran Imperio”. A partir de ese momento ella y las dos chicas que la flanqueaban, no dejarían de ser la comidilla del lugar, se hablaría de ellas por todo lo alto, desde la más sencilla muchacha hasta la más longeva mujer o el más distinguido caballero; todos y cada uno de ellos recordarían aquella noche en la que por fin se reveló la incógnita del rostro de la nueva dueña del gran Imperio.

Impactaba desde el primer instante; ya que su atuendo le ayudaba, aquella aparentemente dulce jovencita lucía un atrevido pero sofisticado diseño. La falda de su vestido era de color lila y sobre ésta caía una delicada y espumosa tela negra; desde el borde del corsé hacia arriba se acomodaban algunas filas de suaves y esponjosos jirones de tela que simulaban una tela de plumas del mismo color lila de la falda sobre el sutilmente brillante corsé negro; el diseño de las plumas ficticias se acentuaba en la parte delantera de la falda; su espalda, sus hombros y el inicio de sus pechos estaban al descubierto, pero su porte, su grácil movimiento al andar y su rostro, la hacían ver sofisticada antes que cualquier otra cosa;  el toque final; lo que terminaba por encantar era el innovador y atrevido accesorio que había decidido usar esa noche, el sombrero que Alice la había llevado esa misma tarde; era un diseño extraño, de dos ondas que se juntaban al frente, dando un punto a la altura. Todo en sí, era un conjunto muy atrevido y digno de ver; totalmente fuera de lo común y espectacular.

Las chicas a sus lados, sus doncellas, tenían puestos los más hermosos vestidos de gala. Usar un vestido de diseñador como ese, era algo que Tanya jamás pudo si quiera soñar, pero ahora lo portaba con petulancia y hasta cierto toque de elegancia. Pero claro, al estar a cada flanco de semejante belleza, quedaban totalmente eclipsadas por el cisne de vestido lila y negro que danzaba frente a ellas.

Isabella con su dulce voz y enfundada en su papel de anfitriona pidió a todos los presentes que pasaran al gran salón donde se desarrollaría la recepción. Ella encabezó la marcha hacia esa parte de la mansión y se plantó en la puerta para darle la bienvenida a los presentes de uno a uno; para todos hubo un saludo, un beso y una sonrisa. Atenta a los susurros de Tanya distinguió a cada personaje del que habían charlado ese mismo día por la mañana.

No supo por qué, pero un escalofrío la recorrió cuando vio esa fuerte mano masculina tendida frente a ella a modo de saludo. Al alzar la vista encontró el motivo de sus sentimientos, se perdió un instante en la profunda mirada esmeralda que la tenía hipnotizada.

-Buenas noches, bienvenido- dijo con una sonrisa hipócrita.

-Buenas noches, señorita Swan- él se inclinó en una perfecta reverencia y posó sus labios sobre el dorso de su mano. Ella compuso su expresión un segundo antes de que alguien pudiera notarlo, estaba fría de temor y nerviosismo.

Ya que todos estuvieron dentro del salón, la codiciada anfitriona les hizo compañía. Pudo haber sido una noche de fiesta amena, a no ser por aquella penetrante mirada que sentía a cada paso que daba. La fiesta estaba en su máximo esplendor, todos bailaban, bebían y se divertían. Por mucho aquella gran celebración sería recordada como el evento del año.

Isabella no aguantó más, pidió a sus doncellas que disfrutaran del evento y ella huyó a refugiarse al lugar más alejado que encontró, apartada de las falsas sonrisas y la música atronadora que inundaba el lugar. Terminó metida en la gran biblioteca, respiró profundo, deteniéndose del respaldo de un sillón, cerró los ojos tratando de tranquilizarse y fue entonces que su sesión de respiraciones profundas se vio interrumpida por una presencia. La misma que ella conocía a la perfección, aquella que no había olvidado y que sabía perfectamente a quién le pertenecía.

-Edward- murmuró cuando abrió los ojos y confirmó su temible pesadilla.

-¿Qué te ha pasado?- preguntó él con precaución.

-Nada.

-Por supuesto que sí. He oído lo que se dice de ti, pero jamás me imaginé que fueras… tú, aquella de la que tanto hablaban.

-¿En serio? Ignoro de lo que me hablas.

-Lo estoy viendo y no puedo creerlo. Te has vuelto fría, arrogante, una persona sin sentimientos…- dijo él con siseos entre dientes, mirándola con rencor.

Renegando de las palabras de él, Isabella le dio la espalda y caminó con paso firme hasta pararse frente al gran ventanal que dejaba entrar los plateados rayos lunares, los mismos que eran la única tenue iluminación que los hacía mantener la noción del espacio dentro de la gran biblioteca. Su rostro estaba desfigurado en una mueca de furia contenida, no podía creer lo que sus oídos habían escuchado, no podía concebir que el hombre que se hallaba detrás de ella fuera el mismo del que se había enamorado, más increíble le resultaba que todavía pudiera provocar aquella revolución en su interior, que sus nervios se encontraran a flor de piel y que esas ganas abrazadoras de perderse entre sus brazos y pertenecerle la desgarraran como una llamarada desde el interior. Sus sentimientos eran lo que más la enfurecían. Tomó la tela de su falda entre dos apretados y dolorosos puños. Luego, como una vibración extra sensorial, pudo percibir los silenciosos pasos de él por la habitación hasta que se situó justo detrás de ella.

-¿Quién eres? ¿Qué le hiciste a la mujer que amé? ¿Dónde está mi Bella?- preguntó entre dientes.

-Soy la misma- contestó con frialdad.

-No eres la misma persona a la que conocí.

-Por supuesto que sí.

-¡No insistas!

-No, no insistas tú- dijo volteando hasta quedar de nuevo de frente a él.

-Isabella, Isabella… no lo niegues. Dime qué fue eso tan terrible que te pasó para que te convirtieras en otra.

-Eso es algo que no conviene recordar.

-Pero… me fui de viaje y dejé al amor de mi vida, cuando regreso te has ido y ahora que te vuelvo a encontrar… eres otra persona.

-Ya, Edward. No es necesario que hagas esto.

-Bella, yo…

-¡No lo digas!

-Parece como si… hubieras olvidado todo- Isabella se giró de nuevo, le dio la espalda y sintió una fuerte opresión en el pecho -¿Ya lo olvidaste, Isabella?

-No lo recuerdes…

-¿Cómo me amabas?

-Silencio…

-¿Todas las tardes que pasamos juntos?

-Cállate…

-¿Los besos? ¿De cómo te entregaste a mí?

-Ya basta…

-¿De cómo te retorcías entre mis brazos suplicando, gritando y gimiendo?

-¡Es suficiente!- gritó con desgarrador coraje. En un movimiento fluido dio media vuelta y con todas las fuerzas que encontró en su ser estampó su mano contra la mejilla de Edward.

Se quedaron inmóviles por unos segundos. Ella jadeante por el esfuerzo, con un ardor punzante en la palma y los ojos clavados en la marca rojiza que había quedado en la mejilla dolorida de él. Edward, con la boca abierta de la impresión, la mirada clavada hacia el punto al que lo había dirigido obligadamente, el rostro de lado y la piel del rostro sensible y palpitante. Isabella enderezó su postura, se irguió orgullosa y dio dos pasos seguros hacia el camino de salida. Apenas daba el tercer paso cuando una fuerte mano atrapó su brazo con férreo coraje, haciéndola regresar de golpe los pasos que había dado. Ya de frente, conectaron con furia sus miradas, era como lanzar rayos de fuego el uno contra el otro, había una densa carga magnética que los envolvía y que amenazaba con incendiar de ira el lugar. De un tirón Isabella se zafó, Edward no hizo el ademán de volverla a apresar, la vio salir con furia, cuando ella por fin azotó la puerta, él profirió un grito de frustración, estampó el puño en un muro y se jaló el cabello mientras daba vueltas como león enjaulado.

Lo que se taladró en su mente casi inmediatamente fue la piel de Isabella a la luz de la luna, pálida, lisa, aterciopelada y perfecta. Lo que más lo torturaba era esa imagen, aquellos delineados y perfectos labios que sabía que se amoldaban a los suyos como si estuvieran hechos especialmente para él. Después de merodear un rato alrededor de la habitación caminó decidido hacia afuera, con el recuerdo de aquellos labios que lo invitaban a ser besados como la única imagen frente a sus ojos.   

 

 

 

Capítulo 2: EL GOCE DE LO ABSOLUTO Capítulo 4: CELOS APASIONADOS

 
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