Deep Passion (+ 18)

Autor: vickoteamEC
Género: Angustia
Fecha Creación: 22/05/2012
Fecha Actualización: 15/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 25
Comentarios: 154
Visitas: 39354
Capítulos: 18

T E R M I N A D A

El amor profundo y sincero se refugia en un extraordinario sentimiento de pasión. Desbordante y descontrolada pasión, aquella que te hace perder la cabeza, la misma en la que juegas el corazón.

 

 

Los personajes son propiedad de Stephenie Meyer, la trama es propiedad de mi alocada imaginación.

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Capítulo 15: DUDA

 

CAPITULO XIII-I

 

Meses atrás nadie imaginaba la plenitud de la que se llenaría el imperio después del afortunado regreso de la señora Isabella, nadie soñó en algún momento ver llegar una primavera tan magnífica como la de esa época y nadie jamás imaginó que el galante hombre del que gustaba pasear la señora la haría reivindicarse hasta el punto de llegar a ser cortés con todo ser humano que le sirviera. En el olvido del crudo invierno quedó la Isabella huraña y temida nadie se atrevía a mirar a la cara, nada quedaba de aquel ser malvado que estaba envuelto en un cuerpo y rostro celestial; ahora era toda dulzura, toda sonrisas y agradecimientos hasta por la mínima atención. Era fácil acostumbrarse a ella. Era fácil ser plenamente feliz.

Ravenna se había establecido en el imperio por petición de su querida Isabella, ella no tuvo corazón para abandonarla cuando en el momento en el que se encontraba más perdida apareció para llenar sus días, después de descubrirla en su infame encierro. Ella y la adorable Alice se habían convertido en todo lo que tenía en la vida, eran su razón de ser, el motivo por el que se levantaba cada mañana y por el que dormía tranquila cada noche. La vida le había arrebatado mucho, pero ahora le daba una nueva oportunidad.

No se permitió llorar la muerte de Aro, después de todo él la había mantenido engañada todo el tiempo: limitando sus salidas, vigilándola con recelo cuando su único interés era la fuga de información y no su bienestar; la había usado como un objeto de placer, como un adorno, el trofeo que imperaba en su absurdo cuartel; la mujer que lo atendía, que lo esperaba dispuesta cada noche y lo idolatraba como nunca mereció.

En ocasiones Ravenna pensaba que era mejor haber muerto; muchas noches, en la soledad de su habitación, se reprendía por no ser más débil y no dejarse envolver por el manto de muerte que la cubrió cuando su esposo e hija perecieron en aquel distante ataque; luego pensaba que no había manera de que ella pudiera evitar todo lo que vivió el hombre que la amó tan enfermizamente, de las formas más inverosímiles y enloquecedoras; después venían a su mente las sonrisas de Alice e Isabella y el vientre creciente de su adorada niña, y se daba cuenta del motivo que la mantenía con vida. Ellas eran su adoración.

No era tiempo de arrepentirse por haber intimado con semejante abominación, de igual manera tenía que agradecerle de alguna forma que la aferrara a vivir, no como ella hubiera querido, pero en aquel entonces no tenía cómo reclamar nada.

Se estableció en el imperio con un puesto que le quitaba responsabilidades a Alice, en contra de los deseos de Isabella de que no realizara tarea alguna, Ravenna se encargaba de coordinar al servicio completo: cocineras, cocheros, jardineros, sirvientas, todo el personal. Era la que los preveía de víveres, coordinaba sus actividades, les daba su paga, entre otras cosas.

Un día se encaminaba hacia la habitación de Isabella con una charola que transportaba una humeante tetera con bebida de chocolate, últimamente la favorita de su niña, panecillos dulces y un par de caramelos. Siempre consintiendo a su pequeña. A mitad de uno de los pasillos, Edward la interceptó cuando salía del despacho.

—Ravenna, ¿podrías entrar un momento? — preguntó imparcial, haciéndola regresar un par de pasos.

—Por supuesto— dejó la charola en una mesita que estaba de paso y se sentó en el sofá que Edward le indicó con un ademán— ¿En qué puedo ayudarte? — preguntó amable como siempre.

Edward escrutó a su acompañante; miró la sonrisa que se extendía ligera en su rostro, como un listón de seda cayendo suavemente por una delicada tela; observó la expectación en su cálida y curiosa mirada; el cabello rubio bien cuidado, su piel tratada con los productos que Isabella le permitía adquirir en sus salidas de compras y su vestimenta elegante. Absolutamente todo provisto por su esposa.

—Seré directo, sin rodeos. ¿Qué es lo que buscas?

— ¿De qué hablas, Edward?

—Sinceramente, no termino de creer tu relación desinteresada para con mi esposa. ¿Cómo es posible que desde el principio la ayudaras sólo porque te simpatiza? Peor aún, ¿cómo es que no te llamó ni un ápice la suma exorbitante que te ofrecí en recompensa por tu ayuda? Disculpa, pero no te creo.

— ¡Edward! — chilló alarmada—. ¿Qué insinúas?

—No creo tu historia de amor de madre abnegada, así como aún dudo la muerte de Aro— Edward observó cómo se estremecía con la simple mención del nombre.

Ella lo miró impasible por un instante.

—Lo que no entiendo es cómo es posible que creas eso— dijo ella con firmeza.

—No me convences— contestó Edward con simpleza—. ¿Te pareció poco el dinero o viste muy cómoda la vida aquí y preferiste ayudarlo desde adentro?

—Edward, no es así.

— ¿Entonces cómo es? No encuentro otro motivo por el que necesites quedarte en el imperio.

—Ella es el único motivo— Edward desvió la mirada por unos segundos, luego el rostro de Ravenna se iluminó con entendimiento—. ¿Me estás corriendo?

—Isabella no me lo permitiría, la tienes totalmente engarzada contigo—. Ravenna seguía sin inmutarse—. Comprenderás que te mantenga vigilada permanentemente.

—Ya lo sabía, ahora entiendo porqué— dijo recordando a un par de personas que la seguían discretamente, en aquel momento pensó que sólo se trataba de una jugarreta de su imaginación—. Edward, haz lo que quieras, no tengo nada que ocultar. Y entiendo que quieras protegerla, ella y tu hijo son lo que más amas. Pero para mí… Alice e Isabella son lo único que tengo.

—Quiero creerte, Ravenna, pero hay algo que no me deja— ella asintió.

—Conoces mi historia y no recurriré a las lágrimas para convencerte. No gano nada agotando mis fuerzas en un llanto absurdo que sólo me dejaría como una débil mujer sentimental frente a tus ojos— Edward guardó silencio, taladrándola con su mirada imparcial y ella pensó que si eso hubiera pasado en otros tiempos, cuando la vida no la había endurecido tanto, definitivamente estaría hecha un mar de lágrimas—. No tendría corazón para hacerle eso a Isabella, ella no lo merece. Lamento que pienses eso de mí. Pero, piensa una cosa…, si le profesara a él tanto amor como insinúas, ¿de qué me hubiera servido traicionarlo?, ¿no estaría buscando desesperadamente la manera de estar a su lado a escondidas? Te lo repito, no tengo nada que ocultar y sé que sabes perfectamente mis pasos, así que dime, ¿he tenido oportunidad de informarle, si las cosas son cómo tú dices? — en el silencio de su escrutinio Edward pensó la respuesta.

Sí, podrías haberlo informado por medio de algún sirviente. Ya pasó una vez, Tanya desde su celda es prueba de ello.

—Aro está muerto, déjalo retorcerse en el infierno y no invoques su presencia maldita—. Edward continuó en inmutable silencio—. Y si me disculpas, iré a atender los antojos de Isabella. Debe estar impaciente esperando su merienda.

Edward la siguió con la mirada y al cerrarse la puerta se dejó caer pesadamente en el respaldo del sofá. Sentía que cada día estaba más paranoico, pero no era para menos, las circunstancias lo llevaban a ello. Su peor temor era quedarse sin los motores que movían su vida: su amada esposa y su futuro hijo. Tenía que confiar en sus más allegados, tenía que aprender a ver el amor desinteresado que algunas personas podían dar, tenía que vivir y dejar de atormentarse. Pero sabía que no tendría paz hasta que viera el cuerpo inerte de Aro, aunque eso fuera totalmente imposible.

Ravenna entró después de un par de toquecitos a la habitación de Isabella. Fue recibida por un par de hermosas sonrisas, sonrisas que aprendió a amar con rapidez.

—Hola, mis niñas— saludó sonriente.

— ¿Por qué tardaste tanto? — cuestionó Isabella con el ceño fruncido.

—Estaba hablando con Edward.

— ¿Pasó algo? — preguntó inmediatamente.

—No te preocupes, cariño. Todo está bien. Edward sólo se ponía al día con las reservas en la despensa y los insumos de la casa— mintió gentilmente provocando un suspiro aliviado en Isabella—. Ahora come, para que éste pequeñito se esté quieto— dijo pasando amorosamente la mano por el vientre de Isabella, sonriendo maternalmente.

—Ravenna, ¿puedes trenzar mi cabello como lo hiciste el otro día? — preguntó Alice con inocencia mordiendo su labio.

—Por supuesto, mi niña. Ven aquí— invitó a que se sentara a sus pies—. ¿Te gustó como te dejé aquel día?

—Sí. Es que… quiero verme linda para Frederic.

— ¿Tienen una cita? — preguntó Bella con un poco de pan en su boca.

—Sí— admitió Alice con las mejillas roboradas.

El trío de mujeres pasaba las tardes en amena compañía, hablando de todo y nada, leyendo, aprendiendo lecciones de vida por parte de Ravenna, aprendiendo del embarazo de Bella, paseando por los jardines, saliendo de compras o tejiendo pequeñas prendas para el bebé.

Alice había aprovechado muchas de las pláticas para apoyarse en ellas en su interminable dilema. El tiempo que Frederic estuvo fuera, ayudando al ejército de Edward y Jacob, se acercó mucho a Jasper, el hermano de Rosalie. Aunque ella se mostró siempre indiferente, esperando con añoranza el regreso de Frederic, él no se dio por vencido y en múltiples ocasiones atrajo su atención con pláticas triviales y detalles casi imperceptibles.

Estaba segura de sus sentimientos por Frederic, pero también sentía curiosidad por el hombre que compartió sus momentos de angustia, el mismo que la había defendido a punta de espada cuando un pequeño e insignificante grupo del bando de Aro intentó penetrar el imperio, siendo ella testigo silencioso desde el ventanal de su habitación; la preocupación por ella en el rostro del rubio después del enfrentamiento la conmovió, moviendo fibras en su corazón que no sabía que tenía.

Por mucho tiempo había buscado desesperadamente el apoyo de sus consejeras, que le dieran una señal que le indicara cuál era el camino que debía seguir, pero aún no lograba precisar por qué se sorprendía cuando le decían de nuevo  “esa respuesta sólo la tienes tú. Sigue tu corazón”.

No quería tomar una decisión desesperada, tampoco quería traicionarse y condenare a vivir una vida llena de “y si hubiera…” “y si mejor…”. Debía pensar con la cabeza fría y decidir por sí sola lo mejor para el resto de su vida: un puerto seguro, conocido y estable o un conocimiento nuevo, experiencias increíbles y seguridad.

Suspiró derrotada, sucumbiendo a un estado de adormilamiento mientras Ravenna trabajaba gentilmente con una mecha de su cabello tras otra, llevándola lejos de ahí, al mundo de los sueños en donde sus penas no eran nada y ella era ligera como una pluma.

Desde hacía tiempo se había anunciado por todo lo alto una unión para esas fechas, la consolidación de lo que muchos creían inevitable, un acto que a los ojos del mundo resultaba más conveniente que romántico. El evento del año había sido anunciado en una cena que muchos recordaban y muy pocos olvidaban. La expectación, la curiosidad y la satisfacción de los invitados por ser considerados para atestiguar el épico enlace; crecía día a día, como alimento del morbo de muchos y simpatía por unos pocos.

Los rumores eran fuertes, pero las habladurías entre sirvientes no eran suficientes como para confiar. Esa tarde se sabría si todo lo que se decía eran absurdos chismes o si más de uno tendría que cerrar la boca y observar que aquellos que consideraban inferiores tenían la verdad.

La boda se desarrollaría a media primavera, como siempre estuvo previsto.

La elegancia del recinto sagrado pululaba entre los pomposos arreglos florales entre hileras de butacas, los cristales de las lámparas parecían brillar más y los coros, como cantos celestiales, amenizaban desde que se ponía un pie en la entrada; resultando un lugar encantador.

Uno a uno cada invitado tomó su lugar, esperando con ansia ver aparecer por el pasillo a la afortunada esposa del señor Black.

Jacob se encontraba ya en su puesto, dando leves brinquitos, ansioso por la aparición de su futura esposa. Trataba de pensar en trivialidades, repasaba mentalmente la lista de pendientes que aún había esa mañana en el imperio, sólo por hacer algo.

Respiró profundamente tres veces, ¿era necesario sentirse así? Justo cuando daba su última exhalación, las notas imperiosas de la marcha que daría aquella bella mujer para entrelazarse con él de por vida, resonaron haciendo un enternecedor eco por las paredes de la iglesia. Todos se pusieron de pie y se giraron para admirar la sutileza de los pasos, la elegancia del bamboleo del velo de encaje que la cubría desde la cabeza hasta los pies, y que no dejaba ni por asomo admirar su rostro, ni la sonrisa resplandeciente o los ojos brillantes de exultante felicidad.

A Jacob le pareció que caminaba más lento, torturándolo cada vez más, poniéndolo más ansioso y a punto de correr como un desquiciado para tomarla entre sus brazos. La tuvo justo enfrente, sabía que muchas cosas cambiarían a partir de ese momento, sólo pudo sonreírle resplandeciente y guiarla del brazo a su lugar. Se presentaron ante el altar y la ceremonia comenzó, fluyendo en palabras armoniosas y puntos cúlmenes que sinceraban a los más sensibles hasta las lágrimas.

Con palabras solemnes el sacerdote dijo sus últimas palabras, elevó la bendición que convertía a la pareja en un matrimonio y rompió en aplausos como el resto de los asistentes.

Llegó el momento que todos esperaban.

Jacob estiró sus manos, tomó dos puñados de encaje y elevó la tela lentamente, preparándose para dar el beso que sellaría permanentemente la unión, con un último y fluido movimiento terminó el suspenso y reveló el rostro de la hermosa mujer, que para sorpresa de todos… no era Isabella.

 

***

Hola, hola por aquí.

Sé que soy una brujita malvada por tenerlas así y no actualizar. 

Es más, hoy me pregunté "¿por qué rayos sigo aquí?", luego miré sus comentarios y encontré la respuesta... ¡son ustedes! No saben lo agradecida que me siento de que estén leyendo justamente esto, si llegaron hasta acá es porque les gusta. 

Entiendo si no merezco un comentario, las tengo muy abandonadas. 

Subí éste mini capi y decidí hacerlo en dos partes porque viene un suceso importante al que decidí darle su propio protagonismo. No será como las veces anteriores en las que la segunda parte era continuación en el mismo capi, ahora será por separado.

Ya sé, ya sé... estoy loca!! Mis motivos tendré jaja

Trataré de ponerme al día con ustedes.

¡Queda muy poco para el final!

No sé exactamente cuánto pero muy poco. Yo les aviso con un capítulo de anticipación.

Mucho bla bla bla

Besos de bombón.

 

Capítulo 14: PLENITUD Capítulo 16: NUEVO AMANECER

 
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