CLARO DE LUNA de Midnight_girl

Autor: nessyblack, CECI
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 14/07/2009
Fecha Actualización: 21/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 74
Visitas: 97583
Capítulos: 37

EL REGRESO:

 

 

“Por fin” suspiré mientras observaba el anuncio de mi llegada a Forks. Había decidido hacer ese viaje en auto, aunque mis padres se habían empeñado que tomara un vuelo hasta Seattle. Pero si había decidido hacer un viaje largo era precisamente porque necesitaba mucho tiempo a solas y en silencio para poder dar rienda suelta a mis pensamientos; pensamientos que habían surgido casi un año atrás, y que me habían obligado a estar constantemente alerta para que mi papá, con ese maravilloso don que poseía, no se enterase de ellos....

 

 

AUTORA: MIDNIGHT_GIRL

 

 

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Capítulo 37: ELECCIONES Parte dos

Mamá y yo bajamos del auto. Entrelazó su mano con la mía y avanzamos al interior del hospital de Forks, donde años antes el abuelo Carlisle había trabajado. A pesar de que el día había amanecido lluvioso y gris, como cualquier otro día en Forks, mi madre llevaba unas enormes gafas que le tapaban casi medio rostro. Cualquiera que nos viera, nos confundiría con hermanas, o mejor dicho, con la hermana pobre y la hermana rica de una familia, pues si bien mamá iba vestida informalmente con unos simples jeans y un suéter azul marino de casimir, parecía salida de un anuncio de Abercrombie & Fitch, mientras yo tenía una pinta espantosa, con el pelo algo enmarañado y unas profundas ojeras que delataban la espantosa noche en vela que había tenido.  Antes de salir de casa del abuelo Charlie, me había lavado la cara, esperando mejorar un poco mi apariencia.

No estaba segura si en la recepción nos darían algún tipo de información acerca de Jacob y Seth, es más, dudaba que siquiera nos dieran el número de sus habitaciones.

–Mamá, ¿cómo podremos…?

–Ven –empezó a caminar con paso decidido, interrumpiendo mi pregunta. Recorrimos los pasillos sin que alguien nos detuviera o se molestara en darnos más de un segundo de su atención, guiadas por el efluvio tan característico de la manada.  Nos detuvimos en una especie de sala de espera, ocupada únicamente por cuatro personas: Billy Black, su hija Rachel, Leah y Sue Clearwater. Para mi alivio, no había rastro de Paul, el integrante con el peor genio de la manada. Sus amenazas aún retumbaban en mis oídos.

La primera en vernos fue Leah, quien con gesto feroz se puso de pie para encararnos.

–¡Qué demonios están haciendo aquí! Fuimos bastante claros que no los queríamos cerca, que tenían qué mantenerse apartados de nuestros caminos.

–Leah, por favor… –intervino Billy, quien en su enjuto rostro se veía la tristeza y la mortificación que estaba sintiendo. –No es el lugar ni el momento.

–Billy, todo esto es culpa de ellas. Tienen qué irse, es una burla que sigan aquí, fingiendo preocupación, tratando de ocultar la clase de monstruos que son…

–Leah, si estamos aquí es porque nos preocupa lo que suceda con ustedes. Hemos sido amigos demasiado tiempo, Jacob siempre ha sido mi mejor amigo, casi un hermano.

–¿Y de qué le ha servido eso? Lo único que ha conseguido es acarrear desgracias a su vida y a la del resto de nosotros. –cada una de las palabras de Leah eran como un dardo envenenado de odio y resentimiento.

–Billy –pronuncié lastimosamente mientras me acercaba hasta ponerme en cunclillas, a la altura de su silla de ruedas –por favor, ¿cómo está Jacob?

–Estamos esperando a que salga de cirugía. Las heridas de su espalda… –la voz del viejo lider de los quileutes se engrosó, haciendo que la culpa creciera a nuevas proporciones en mi interior.

–No te desgastes dándole explicaciones, ella sabe lo mal que está, fue quien lo atacó.

–¡Leah! –la amonestó mi madre

–¿Es cierto eso? –preguntaron al únisono Rachel y Billy sorprendidos. Agaché la mirada, avergonzada, pues a pesar de cualquier justificación que pudiera dar, la verdad es que yo era la responsable del estado de Jacob.

–Todo tiene una explicación, Billy, Rachel… –intervino mi madre, tratando de mediar la tensión.

–¡No hay mas explicación que al fin se muestran como los monstruos que son! Hace nueve años temíamos que fueras una cosa maligna, capaz de acabar con todo aquello que se pusiera frente a ti, y resulta que al final fue verdad. Pobre de Jacob, que arriesgó su vida, su familia, a su pueblo por defender a una aberración como tú.

–Leah, no voy a permitir que insultes a mi hija o a mi familia. Entiendo su dolor, nosotros también perdimos a Rose esta noche, pero no voy a dejar que descargues tu furia en Renesmee…

–¿Todo bien por aquí? –una voz femenina interrumpió la tensa escena. Levanté la mirada y me encontré con la menuda figura de una mujer enfundada en un traje verde agua, como los que había visto alguna vez en los cirujanos de una serie de televisión. Había algo en el rostro de la mujer que se me antojó familiar, pero no sabía el qué.  Tal vez la había visto en la reserva, pues su tono de piel y sus rasgos eran característicos a los de las chicas quileutes.

–Emma, ¿cómo está mi hijo?

–Billy, voy a ser honesta contigo. La herida de la espalda de Jacob fue seria, hicimos todo lo que estaba en nuestras manos. Sea lo que sea con lo que se hirió, le cercenó uno de los nervios de la espina dorsal, una herida T-4 Asia C. Tenemos que esperar a que despierte para poder evaluarlo mejor, pero ten por seguro que lo que viene no es fácil

.–¿El no va a…? –Billy miró sus piernas, inhertes desde hacía demasiado tiempo. Entendimos su pregunta, su miedo. –No quiero que mi muchacho termine como yo…

–Va a ser una recuperación demasiado larga y dolorosa. Tendrá que seguir una terapia, poner mucho de su parte para recuperarse… –al mirarla con detenimiento, noté cierta tristeza en su mirada. –Billy, te prometo hacer todo lo que esté en mi mano para ayudar a Jacob… será mejor que regrese, tengo que revisarlo yo… –pronunció con cierta complicidad. ¿Sería posible que supiera el secreto? Si era así, ¿cómo…? Era algo que sólo los miembros de la manada sabían, algo que compartían únicamente con el objeto de su impronta –Tía Sue, en cuanto termine con Jacob, voy a darle un vistazo al primo Seth.

–Gracias, Emma.

La menuda doctora desapareció tras un par de puertas abatibles.

–Papá… vas a ver que todo saldrá bien. Jacob es joven, fuerte, lo va a lograr.

–Rachel, no quiero que mi hijo termine sus días, atado a una maldita silla como yo… No podría soportar verlo condenado a un futuro así.

–¿Y bien? ¿Qué vas a hacer ahora, Nessie? –Leah pronunció mi apodo con acidez – ¿Cuándo piensas decirle a Jacob que lo vas a dejar por un maldito chupasangres? ¿O vas a escoger la salida cobarde y simplemente desaparecer, sin darle la cara? Vas a abandonarlo después de dejarlo inválido. Claro, no puedes estar al lado de alguien que ya no sea perfecto.

Escuché el jadeo de sorpresa de Rachel y Billy.

–Leah, no es así…

–¿Qué? ¿Acaso no escuché a la sanguijuela decir que tú y ese… ese tipejo que llegó al final eran novios? Vamos, niégalo,  di que entre ustedes no hay nada. Era más que evidente, todos nos dimos cuenta, vimos la forma en que te pegabas a él, aún y cuando Jacob estaba ahí tirado por tu culpa.

–¿Es cierto eso? ¿Vas a dejar a mi hijo?

–Billy, yo… no es lo que creen.

–Por favor, no acosen así a mi hija… han sido horas demasiado largas y duras para todos...

–Creí que la impronta era indestructible, irremediable –susurró Rachel a su vez –¿cómo puedes hacer algo así? ¡Vas a matar a mi hermano del dolor!

–Claro, vas a terminar lo que no pudiste con esos cuchillos. Pobre Jacob, otra vez eligió mal; parece que su destino en esta vida es servirle de juguetito a las Swan. De tal madre, tal hija…

–¡No te permito que insultes a mi madre! –le gruñí –Sé que estás sufriendo, pero eso no es una excusa para descargar en nosotros el dolor por la muerte de Sam.

–¡No te atrevas a pronunciar su nombre siquiera! ¡Maldita seas!, ¡maldigo el día que naciste!, ¡maldigo el día que tu madre decidió venir a Forks! ¡Si no hubiera sido por ella, nada de esto estaría pasando! ¡Ustedes han destuído mi vida dos veces, me han arrancado la felicidad nuevamente! –por el rostro de Leah empezaron a correr ríos de lágrimas de rabia y dolor –Ustedes nos han condenado a todos, nos han vuelto unas abominaciones…

–¡Basta Leah! No es el momento ni el lugar para recriminaciones.

–Lo siento, Billy, pero es la verdad. Nos hemos callado demasiado tiempo, ya no puedo más… Jacob ha sacrificado demasiado por ellas, nos ha sacrificado a todos, nos ha arrastrado a una vida demasiado dura y sombría, ¿y todo para qué? Le han pagado mal, con ingratitud y traciones.

» Esta noche, dos niños se han quedado sin padre; unas madres lloran a sus hijos, ¿qué sigue después? Mientras Jacob siga atado a ellos, nuestras vidas también lo estarán. Y si Jacob se recupera y decide seguirla, a pesar de su traición, él sigue siendo el líder legítimo, seguiremos arrastrados en el mundo de pesadilla. Y aunque no quieras reconocerlo, el que Jacob se haya largado, dándole la espalda a su verdadera familia, a su pueblo y a sus tradiciones, eso casi acaba contigo…. Empiezo a preguntarme si esto de la impronta realmente vale la pena tanto sacrificio.

No supe que responder, sabía que Leah tenía razón. Jacob había dado demasiado, era el único que realmente se había sacrificado una y otra vez por mí, por nosotros.

–Si alguna vez quisiste aunque fuera un poco a Jacob, lo mínimo que podrías hacer por él es largarte. Si no puedes amarlo como se merece, si no puedes compensarle todo lo que ha hecho y dado por ti, vete, déjalo buscar su felicidad y a nosotros permítenos vivir en paz.

Tenía un enorme nudo en la garganta, provocándome una sensación de ahogo. Nos quedamos callados, con las duras palabras de Leah aún retumbando en el ambiente.

–Será mejor que nos vayamos –pronunció mi madre tomándome con firmeza por el antebrazo, en señal de que esperaba que no pusiera resistencia e insistiera en quedarme –Billy, realmente siento todo lo que ha pasado, sabes cuánto quiero a Jacob, ustedes siempre han sido como una familia para Charlie y para mi. Me duele mucho todo esto…

Billy guardó silencio, limitándose a endurecer su expresión. Era evidente que no nos querían ahí a mi madre y a mí.

Dejé que mamá prácticamente me arrastrara por los pasillos. Yo estaba demasiado ensimismada, las palabras de Leah habían calado hondo en mi conciencia.

–Espero que no hayas creído ni una sola palabra de lo que dijo Leah. Ni tú ni nadie tiene la culpa de lo que ha sucedido. O en todo caso, es culpa de la ambición de Aro…

–Mama, ¿podemos ver a Seth, por favor? –dije, ignorando las palabras de mamá.

–Nena, no creo que sea buena idea…

–Por favor, sólo un momento. Ya estamos aquí, y solo quiero ver que esté bien. Es lo mínimo que se merece después de ayudar a la abuela Esme.

–Está bien –aceptó mi madre nada más recordar que la abuela no hubiera tenido ni una sola oportunidad en la batalla si no hubiera sido por Seth –Vamos a buscarlo.

No fue difícil encontrar la habitación donde estaba el pequeño de los Clearwater. Con un poco de persuasión al estilo Cullen con uno de los enfermeros, mi madre consiguió el número del cuarto donde estaba.

Seth estaba recostado sobre una cama, con los ojos cerrados. Noté que tenía un leve moretón en el pómulo izquierdo y que la mano drecha estaba completamente escayolada y reposando sobre un cabestrillo. Fuera de eso, parecía tan sano y fuerte como siempre.

–Parece que esta dormido. Será mejor que lo dejemos descansar –susurró mamá bajito.

–No estoy dormido –dijo con voz ronca y pastosa Seth, abriendo lentamente los ojos –Sólo descansaba los párpados… Parece que después de tantos años durmiendo a pierna suelta, por fin el insomnio me ha hecho su presa.

–Lo siento, no queríamos molestarte. Sólo queríamos saber cómo estas.

–He estado mejor, pero no me puedo quejar, Bella. Esto es nada en comparación a lo que me puso haber pasado. –Seth esbozó una sonrisa triste.

–Seth, perdóname… de verdad lo siento mucho…

–¿Qué tengo que perdonarte, Nessie? Esta noche hemos perdido a muchos que amábamos… Siento lo de Rosalíe.

–Debes odiarme por lo que hice con Jacob… esta grave y por mi culpa

–Hija, por favor.

–Es la verdad mamá.

–Nessie, te conozco y sé que si enfrentaste a Jacob, fue por una razón. Algo debió suceder para que lo hicieras…

–¿no crees que lo hiciera a propósito?

–No, pequeña, claro que no… Sé cuanto amas a Jacob y sé que en tus cinco sentidos jamás le harias daño a propósito. Y lo mismo que tu familia –desvió la mirada hacia mi madre – sé que ustedes son tan víctimas como nosotros en todo esto.

–Parece que eres el único que lo cree así. Paul y Leah fueron bastante claros al culparnos.

–No es fácil para nadie, el dolor a veces hace decir cosas que en realidad uno no piensa o siente… Paul siempre fue muy allegado a Sam y mi hermana… –Seth suspiró profundamente, y el esfuerzo le hizo poner una leve mueca de dolor. Me pregunté si tendría además algún par de costillas rotas también. –Les cuento esto para que entiendan el dolor de mi hermana; no quiero que se sientan culpables, son cosas que pasan… Anoche, Sam le había propuesto a Leah intentar ser una familia. Hace mucho tiempo, ellos se habían amado, no de la misma forma en que Sam amó a Emily, pero sí lo suficiente para ser felices y desear en su momento casarse y pasar la vida juntos… Leah siempre quiso ser madre y con esto de ser lobos, su sueño se frustró. La vida parecía darle una nueva oportunidad con los hijos de Sam y Emily, los niños ya le dicen “mami”… Mi pobre hermana creyó que al fin la vida le estaba comensando tantas amarguras, que por fin iba a ser su oportunidad de ser feliz al lado del que siempre fue el amor de su vida. Y pasa esto, Sam muere y Leah… –la voz de Seth se engrosó de emoción. –Sé que está de más pedirles que no permitan que Leah se entere que les he contado esto, pero quiero que la comprendan. Perder dos veces su más preciado sueño, y esta vez de forma definitiva ha sido devastador, aunque trata de ser fuerte por mamá y por los hijos de Sam.

–Gracias por contárnoslo, Seth… Pobre Leah. –dijo mi madre. En eso, su teléfono celular empezó a sonar insistentemente. Se disculpó rápidamente y salió de la habitación para atender la llamada, dejándome a solas con mi viejo amigo.

–¿Es verdad?

–¿Qué cosa?

–Que el vampiro que hizo “flotar” a mi hermana es tu novio

–Oh… lo escuchaste también.

–Ya sabes que en fase, podemos oir y ver lo mismo que el resto de la manda… Entonces, ¿es verdad? ¿Te has enamorado de otro?

Desvié la mirada, avergonzada.

–¿Y Jacob? ¿Has dejado de amarlo?

–No es tan sencillo… es complicado.

–Vaya… –dijo con una mueca burlona –parece que después de todo, algunas leyendas del pueblo sí tienen sus fallos.

–Lo dices por lo de la impronta.

–Sí, bueno, es que se suponía que era algo asi como una sentencia divina, algo imposible de romper. Es la primera vez que sé de alguien que decide abandonar sin más a su alma gemela.

–No voy a abandonar a Jacob.

–¿Entonces? ¿Vas a dejarlo a él? –preguntó extrañado – Porque, chica, sinceramente ustedes parecían demasiado…, no sé cómo describirlo, pero era evidente.

–¿Me odiarías si eligiera a Stanislav?

–¿Odiarte? ¡Claro que no!, eres mi amiga… bueno, Jacob es como mi hermano y no me gusta la idea de verlo sufrir, pero los quiero a los dos y lo único que importa es que sean felices, juntos o por separado. Si tu corazón no está con él, no se pueden forzar las cosas, por más que la impronta diga lo contrario… ¿Puedo pedirte algo?

–Claro.

–No lo destruyas, ¿quieres? No importa a quién elijas, yo sé que Jacob será feliz al ver que tú lo eres. Si ese Esteban…

–Stanislav –corregí

–Como sea, si él es el indicado, díselo sinceramente a Jacob, no trates de maquillarle la verdad pensando en no hacerle daño. La mentira, por más piadosa que creas que sea, es lo que realmente lo destruiría. Sea lo que sea que decidas, sé honesta con él.

–Nena, es hora de irnos –pronunció mi madre, asomando la cabeza por la puerta entreabierta –Hay que dejar descansar a Seth.

–Gracias por pasar a verme, no todos los días las chicas más guapas de Forks tocan a mi puerta –pronunció sonriendo Seth. Agradecía tener un amigo como él, alguien de corazón tan noble y puro. Esperaba que pronto encontrara alguien que lo hiciera feliz, tal y como se lo merecía.

Mamá y yo nos despedimos de él, prometiéndole que cuando las aguas se calmaran un poco, regresaríamos a verle.

–Puedo decirle a Emma que las deje pasar sin que mamá o mi hermana se enteren.

–¿Emma?

–La doctora Emma Young, es la hermana menor de Emily. Es ella quien se está encargando de mí y de Jacob… Ningún otro doctor puede hacerlo, o de lo contrario descubrirían nuestro secreto.

–¿Ella sabe lo de…?

–Sí. Es una larga historia, pero en síntesis, cuando murió Emily, ella vino, Sam perdió el control y entró en fase delante de Emma… Es un poco como Charlie, dice que no quiere saber ni los detalles ni la historia completa, le basta con saber que hay cosas que a veces se escapan de la ciencia.

Nos despedimos al fin. Una vez  en el pasillo, camino a la salida principal, noté que mi madre llevaba una pequeña bolsa de papel color café.

–¿Y eso? –dije extrañada.

–Oh, aproveché para ir a  la farmacia de enfrente cuando salí de la habitación de Seth.

–¿A la farmacia? ¿Para qué? –no le encontré caso, no es como que alguien de la familia pudiera necesitar banditas para las heridas o aspirinas.

–Toma, ábrela –me la entregó, algo incómoda. De pronto tuve la sensación de que no me iba a gustar nada el “regalo” de mamá. Con una sonrisa nerviosa, abrí la bolsa, metí la mano y levanté las tres cajitas alargadas que había en el interior, con la intención de leer las etiquetas. Nada más lee la primera, casi me voy de espaldas. –¿Tres? ¿En serio? ¿Por qué…?

–Para estar seguros… Tu abuelo no tiene a la mano lo necesario para hacerte la prueba y obviamente no podemos dejar que alguien más te saque sangre y la analice –enunció mi madre en voz baja, mirando de un lado a otro para asegurarse de que nadie pudiera estar escuchándonos.

–Pero, ¿tres? –repetí incrédula. No sabía si me había sorprendido más el que mi propia madre me estuviera entregando las pruebas caseras de embarazo o que haya comprado tres para estar segura del resultado… –¿de quién fue la idea? ¿De papá?

–Hija, por favor. Estamos preocupados por ti, y bueno, tu padre... “escuchó” accidentalmente que tal vez…

–¿Accidentalmente? –pronuncié sarcástica –Por favor, ha estado merodeando en mi cabeza y en la de Stan toda la noche…. –sentí que me ponía roja por completo. ¡Qué bochornoso que mi padre  supiera de mi vida íntima! ¡Con razón no había hecho más que mascullar y gruñir cada cinco segundos al verme junto a Stanislav –No puedo creerlo…

–Entiéndenos. Si estás embarazada, bueno, eso cambia muchas cosas… Tenemos que tomar precauciones.

–¿Precauciones? ¿Me pedirían que no tuviera al bebé? –me estremecí y torcí el gesto, recordando lo que había sucedido cuando descubrí que la mitad de mi familia, incluyendo mi padre, habían querido evitar que yo naciera.  Cabía la posibilidad de que si estaba embarazada, el niño fuera de Awka, si es que él… no, ni siquiera podía pensarlo.  Por mi salud mental, iba a tener que  guardar en mi “cajita de miedos” las dudas sobre lo que Awka pudo haber hecho o no conmigo durante esos tres días. Él era el único que podría haberme dicho la verdad y estaba muerto, así que si quería seguir adelante sin volverme loca, tenía que hacerme a la idea que no había tenido oportunidad de abusar de mí. Por otro lado, era más probable que el padre de mi hijo fuera Stanislav, y más que miedo, lo que me provocaba esa idea era una especie de vuelco en el corazón.

–No, jamás podría pedirte algo como eso. Sólo que, bueno, tú sabes cómo tuvo que ser para mí al final, y en tu caso… no sabemos que tal te irían las cosas. Tal vez vaya a ser necesario convertirte, y va a costar convencer a tu padre de ello.

–Vaya, esto de ser de las pocas de mi… clase deja demasiados huecos sin responder. –suspiré resignada –Está bien, pero no pienso hacerme las pruebas en casa. Ya es bastante malo que tú y papá estén tan enterados de mi vida sexual –mamá encogió los hombros y entrecerró los ojos, incómoda al escuchar la expresión –no quiero que el resto sea testigo de esto… Vamos al baño que está junto a la recepción del hospital.

 

 

 

 

El viaje de regreso lo hicimos en silencio. Agradecí que mamá no intentara rellenarlo con cháchara insustancial.

“¿Cuándo piensas decirle a Jacob que lo vas a dejar por un maldito chupasangres?

Sólo tú, Jacob Black

No quiero tener más hijos… no pienso volver a pasar por eso nunca más

Vas a abandonarlo después de dejarlo inválido. Claro, no puedes estar al lado de alguien que ya no sea perfecto

Renesmee, ¿quieres ser mi novia? ¿quieres tratar de quererme de la misma forma que te quiero yo?

La impronta es irrompible, tan fuerte y duradera como el mismo tiempo… dos almas gemelas, el verdadero amor

Mientras estés con uno, el otro seguirá presente en tu vida, no podrás separarte de él… veo tres hijos en tu futuro, dos niños y una niña, que al igual que tú, serán muy especiales

No lo destruyas, ¿quieres?… Sea lo que sea que decidas, sé honesta con él.

Soy peligroso… tienes que alejarte de mi, de todo esto antes de que sea demasiado tarde

Sin ataduras… sin remordimientos…

El legítimo heredero, como tú lo llamas, está mal herido gracias a tu hija. Si él se salva tal vez, y sólo tal vez, algo se pueda rescatar del pacto… Vendremos por ustedes… y lo que esos no pudieron hacer, lo haremos nosotros

No quiero que pongas tu amor ni tu corazón en algo como yo, ni que pretendas salvarme de algo que soy y que no se puede cambiar. No quiero decepcionarte al ver que no consigues aquello que deseas”.

–Estás muy callada… –dijo mamá mientras giraba el volante para tomar la desviación hacia la casa de la familia.

–Estaba pensando… tomando algunas decisiones.

–No te apresures a nada, ¿quieres? Recuerda que aún eres joven y tienes toda una existencia por delante.

–Mamá, tu elegiste tu destino a los diecisiete años.

–Nena, pero tú apenas…

–Mamá, no me salgas con lo de los años porque ya lo hemos discutido antes. Tal vez nací hace nueve años, pero crecí el triple de rápido que un humano. Parezco de veinte, pero por dentro, de pronto me siento de treinta… –dije con una mueca triste, sumiéndome en el silencio nuevamente. Desde que salimos del hospital, no había dejado de pensar una y otra vez en lo mismo. Tenía que tomar una decisión, tenía que hacer lo correcto… Aunque sinceramente, no sabía qué era exactamente “lo correcto”.

–¿Y qué vas a hacer? –me preguntó mamá antes de bajar del auto.

–Lo correcto.

–No me gusta como suena eso. No quiero sonar repetitiva, pero por favor no te apresures, piensa las cosas con calma, para que tu elección sea lo que realmente deseas.

–Pero a veces no sólo se trata de lo que uno desea; a veces, todo se limita a lo que es necesario, a lo que es lo correcto.

–Renesmee…

–No, por favor… –dije pasando saliva, tratando de mantenerme tranquila. Lo que tenía que hablar con Stanislav no iba a ser nada fácil.

Subimos las escaleras que llevaban del garaje a la casa. Me sorprendió encontrarla semi-vacía. El abuelo Carlisle y tía Alice estaban demasiado ensimismados hablando entre sí, en voz baja. Sólo alcancé a escuchar la palabra “funeral”, imaginé que estarían preparando algo así para tía Rose; al percatarse de nuestra presencia, nos saludaron y mamá aprovechó para preguntarle por los demás. El clan de la tía Zafrina habían decidido regresar al Amazonas, partiendo al poco tiempo de que mamá y yo habíamos salido rumbo a casa del abuelo Charlie. Los tíos de Denali también habían decidido regresar a su hogar, necesitaban su propio tiempo y espacio para sobrellevar el dolor de la muerte de tío Eleazar. La abuela Esme y tío Jasper estaban con tío Emmett en su habitación.

–¿Y Edward? –inquirió mamá

–Está en su antigua cabaña. Dijo que necesitaba un poco de aire.

–Voy a ir a buscarle. Tal vez me necesite.

–Ya lo creo. Han sido demasiadas cosas en un día y él ha tenido que ser fuerte por todos nosotros, pero también necesita un poco de consuelo –asintió Alice.

–Bien… –mamá giró el rostro hacia mí y noté que estaba preocupada. Esbocé una sonrisa, tratando de tranquilizarla un poco –¿Estas bien?

–Sí.

Esperé a que se fuera antes de preguntar por él.

–¿Y Stan?

–Afuera, creo.

–Voy a buscarlo.

Salí al exterior, rodeando la casa. Levanté la mirada al cielo al escuchar el tronido proveniente de él. Parecía que iba a caer una buena tormenta sobre Forks, pues a pesar de ser apenas las tres de la tarde, el cielo etaba prácticamente negro. Stanislav estaba de espaldas al jardín donde la noche anterior habíamos peleado por nuestra supervivencia, parecía muy concentrado mirando el río cuyas aguas se deslizaban lentamente.

El corazón me latía más a prisa a cada paso que me acercaba hasta él. Aunque no se había girado a verme, sabía que él ya había sentido mi presencia.

–Has vuelto. –dijo cuando me detuve a su lado, hombro con hombro.

–Sí, siento haber tardado tanto… Pasamos por el hospital después de visitar a mi abuelo. Queríamos saber cómo estaban Seth y…

–¿Cómo está Jacob? –se me antojó bastante extraño escuchar en sus labios el nombre del otro.  Stan al fin giró su rostro hacia mí, clavándome con una penetrante mirada.

–Tuvieron que operarlo y tienen que esperar a que despierte para valorarle. Al parecer, corté uno de sus nervios medulares y…

Stanislav emitió un silbido asombrado –Vaya, parece serio.

–Sí…

Era evidente que entre nosotros se había instalado un ambiente incómodo, más propio de dos perfectos extraños que de dos amantes.

–Siento haberte dejado solo tanto tiempo –repetí nerviosa –Espero que no te hayas aburrido mucho.

–Alice ha sido muy buena anfitriona.

–¿Si?

–Sí. Me mostró un montón de fotos tuyas y de tu familia –“Oh, no”, pensé abochornada– Eras una niña hermosísima, Renesmee. Es increíble que  toda tu infancia, o mejor dicho, toda tu vida hasta hoy se resuman en apenas nueve años.

¡Demonios!”, recordé lo quisquilloso que se había puesto con el asunto de la edad.

–Si, bueno… yo… crecí más rápido de lo normal…

–Nunca hubiera pensado que algo de lo que pudiera decir Jane fuera verdad. Después de todo, sí me estaba acostando con una niña.

–¡Por favor…! –dije torciendo la mirada –Es difícil de entender, pero no es como te lo imaginas… Sí, nací hace nueve años, pero mi infancia y mi pubertad la dejé atrás a toda velocidad…

–Descubrí algo interesante –continuó, sin darle importancia a mis palabras.

–¿Cómo qué?

–Ambos nacimos un 10 de Septiembre, sólo que en diferente año…

Mmm… es cierto.

–También descubrí que Jacob ha sido parte de tu vida desde un principio, como si fuera un designio del destino. Como si estuviera escrito que sus vidas estarían enlazadas desde el inicio.

–Sí, él fue… es alguien importante para mí.

–Casi se podría decir que son pocas las fotografías que no aparece al lado tuyo… En cada una te mira con un grado de adoración que podría rayar en la obsesión.

Guardé silencio, mirándolo largamente antes de agachar la mirada. Su cuerpo se notaba tenso, guardando las manos en los bolsillos traseros del pantalón. Yo me crucé de brazos, observando la percudida ropa oscura que estaba usando desde la noche anterior. Ni siquiera se me había pasado por la mente darme una ducha y cambiarme de ropa hasta ese momento, al recordar que todavía usaba parte del uniforme de la guardia.

–Por lo visto, el que soñaras con él aún cuando habías perdido la memoria significa algo demasiado grande, demasiado importante como para ignorarlo.

–¿A dónde quieres llegar exáctamente? –le pregunté, alzando la mirada hacia sus ojos. Su perfecto rostro parecía inmutable, aunque en sus ojos me pareció ver por un momento un brillo extraño, con un dejo de dolor. No estaba segura, tal vez fue algo producto de mi imaginación.

Stan se agachó rápidamente y tomó una piedra, para lanzarla al río y hacerla rebotar tres veces sobre el agua. Ambos seguimos la trayectoria de la piedra;  él como pensando detenidamente sus palabras, yo aguardando su respuesta.

–Te estuve esperando sólo para decirte adiós.

El corazón se me encogió, provocándome una sensación helada en su lugar.

–¿Adiós? Eso suena definitivo.

–Lo es.

–Creí que ibas a quedarte, lo prometiste.

–No, prometí que aquí estaría cuando volvieras de ver a tu abuelo. Jamás prometí que me quedaría. Sin ataduras, eso dijimos

–Sin remordimientos –concluí.

Era cómico hasta cierto punto. Había regresado con toda la intención de decirle algo parecido a Stanislav. Tenía que decirle adiós, eso era lo correcto. Porque mi destino estaba con Jacob, ¿verdad? Era lo que todos decían, lo que se esperaba… Se suponía que lo nuestro era tan perfecto, diseñado por los propios dioses para hacer feliz al otro. Él era mi alma gemela, mi otra mitad hecha a la medida para mí. ¿Cómo iba a darle la espalda a eso? Incluso aquella vieja gitana que me había leído el futuro en Volterra me había dicho que iba a tener tres hijos y que mientras estuviera con uno no podría olvidar al otro. Eso era una señal. Stanislav ya no quería tener otro hijo, mucho menos tres, y hasta donde sabíamos, era casi imposible sobrevivir al embarazo de un vampiro, ¿cómo hacerlo al de tres? Por muy semi-inmortal que fuera, dudo que mi cuerpo lo resistiera. Además, si eligía a Stan, como en esos momentos mi traicionero cuerpo deseaba, al final jamás podría dejar de pensar en Jacob, no sería feliz, terminaría arrepintiéndome de haberle dado la espalda a mi perfecto futuro con Jake.

–Te prometí que recuperarías tu vida, que regresarías con tu familia y que todo lo que habías vivido en Volterra sería una pesadilla que con el tiempo olvidarías, ¿recuerdas? –asentí, apretando la quijada, tratando de que el traicionero llanto no hiciera su aparición –Y así ha de ser. Se feliz y trata de olvidar todo esto. Olvida Volterra, olvida la pesadilla…olvídame a mi.

–Me pides algo imposible. Nunca podría hacerlo…. Aunque quisiera, no puedo. Estás grabado a cal y a canto en mí.

–Quisiera poder prometerte que me olvidaré de ti, pero tampoco puedo… Fuiste especial, me regresaste tantas cosas que creí perdidas. Y eso es algo que te agradeceré siempre.

–¿Por qué…? –Me callé, ¿para qué hurgar en la herida? No tenía caso preguntar, no tenía caso desear imposibles.

–¿Por qué…?

–Nada… no tiene caso…

–¿Por qué no puedo quedarme? –insistió, adivinando la pregunta que dejé morir en mi labios – Porque así debe de ser. Como te dije antes, verte a ti, a tu familia, me hizo darme cuenta de muchas cosas… Te confieso que en algún momento pensé que tal vez, después de que pasara todo esto, tal vez hubiera una forma de estar junto a ti, pero…–suspiró profundo– reconozco lo que soy, lo que puedo o no hacer. Y el jugar a ser humano, el tratar de vivir la vida de una familia “normal”, no es para mí. La monogamía y el compromiso a largo plazo no es para alguien como yo, y tú mereces algo más que eso.

»He visto cómo sufren por la pérdida de tu tía, y sinceramente, creí que esa clase de dolor sólo se puede experimentar siendo humano. Es tan intenso como lo que yo sentí al perder a Maia, y aunque suene cobarde, me niego en rotundo a pasar nuevamente por ahí.

Un relámpago rompió con violencia en el cielo, seguido de un ensordecedor trueno, y sin más, empezó a caer la lluvia furiosamente, convirtiéndose rápidamente en una cortina de agua  que  apenas dejaba ver. Pero aún así, nos quedamos ahí, empapados. El cuerpo me empezó a temblar, pero más que de frío, del dolor que empezaba a destrozarme, ¿por qué era tan difícil decir adiós?

–¿Y  qué es lo que quisieras de mí, entonces?

–Exactamente todo lo que yo no puedo darte. Suena ilógico, egoísta y desventajoso… Por eso es mejor decir adiós, es lo más decente que puedo hacer por ti.

¿Y qué hago con el “te amo” de esta tarde?”, gritó mi corazón.

Hacer de cuenta que nunca lo dijiste”, respondió la razón.

–¿A dónde irás?

–Con mi hija… Alice vio que Jane iba con Aro y después se dirigía a Londres, en busca de Annie. Aunque ahora está en Praga, más vale tomar precauciones. No pienso permitir que los últimos días de mi hija sean los peores.

Praga, la ciudad natal de Stanislav, de Maia y su hija… Imaginé que era una forma de cerrar el círculo de lo que fue su vida humana.

Otra señal. Si tía Alice puede ver su futuro, quiere decir que no es nuestro destino estar juntos. Si así fuera, su futuro desaparecería de la visión de mi tía

–Mi orgullo se opone a que lo pregunte, pero... tengo qué saberlo, necesito saberlo… ¿qué pasa con lo que te dije esta tarde?

–Dijiste que me amabas…

Asentí, no creí que pudiera hablar sin que la voz me fallara. A pesar de mis esfuerzos, las lágrimas corrían por mi rostro, camuflajeadas por la lluvia.

–Gracias por decirlo, pero yo sé que no es verdad… –sentí una llamarada furia al ver cómo minimizaba mis palabras, mis sentimientos –Tal vez lo creas así, pero a la distancia te darás cuenta estabas confundida, que no sentías eso; que fue producto de los días que estuvimos juntos, prácticamente en tu cautiverio. Si mal lo recuerdo, hay un nombre para eso, creo que lo llaman el “Síndrome de Estocolmo”

Abrí los ojos, sorprendida. ¿Por qué mis padres y Stanislav parecían convencidos de que estaba sufriendo de ese mentado síndrome?  De pronto me pareció una coincidencia demasiado extraña…

–Creo que es mejor que me vaya.

¡No!”, dijo mi parte egoísta.

Déjalo ir, no tiene caso alargar algo que no tiene futuro ni es sano”.

–¿Alguna… alguna vez volveré a verte?

–¿Quién sabe? Nuestra existencia puede ser bastante larga y este mundo es demasiado pequeño… Además, todavía nos quedan por lo menos otro par de vidas, ¿lo recuerdas? –asentí, recordando aquella charla sobre las religiones que creían en que un alma vivía siete vidas –Y si no es en esta, ya nos tocará encontrarnos en la siguiente. Tal vez ahí las cosas sean mejores… tal vez ahí a mi me toque ser tu alma gemela.

–¿Lo prometes?

–¿Qué?

–Que nos encontraremos en la siguiente vida… y que me vas a esperar esta vez.

–Te lo prometo… si no fue en esta vida, será en la siguiente. Es lo justo.

Stanislav dio un par de pasos hacia atrás, y con cada uno de ellos sentía mi alma sangrar…

Es lo correcto… Es lo que tienes que hacer

–Una última cosa… bueno, dos.

–¿Qué? –dije de inmediato, aferrándome a cualquier cosa que retrasara su partida.

–¿Cuál fue el resultado de la prueba de embarazo?

–¿Lo sabes?

–Escuché accidentalmente a tu padre hablando de ello por teléfono… ¿y bien?

¿Realmente serías capaz?

Respiré profundamente, indecisa.

–¿Qué pasaría si te dijera que vas a ser padre nuevamente?

–Cambiarían algunas cosas, pero de todas maneras me iría… Mi hi... –era evidente que le costaba decir la palabra –El niño merece un padre mejor de lo que yo podría ser jamás… ¿Eso quiere decir que…?

–Fue negativo. No estoy embarazada… Sólo quería saberlo.

–Ya veo.

–Dijiste que eran dos últimas cosas. Lo del resultado fue una, ¿cuál es la otra?

–Esto…

Con dos largas zancadas recorrió la distancia que había puesto entre nosotros. La rapidez con la que me vi estrechada entre sus brazos me provocó un leve mareo. Sentí la dureza de sus fríos labios contra los míos y jamás me parecieron más dulces y cálidos. Me aferré con fuerza a él, rodeando su cuello con mis brazos, entregándole en ese beso esa parte de mi corazón que siempre sería de él. Porque dijera lo que dijera, con síndrome o sin él, lo cierto es que había un lugar que sólo pertenecería a Stanislav Masaryk. Entrelazó su lengua con la mía, me besó con desesperación. Era el beso del adiós, el beso de dos amantes cuya historia llegaba a su fin.

Era un acto puramente egoísta. Quería que ese fuera el último recuerdo que tuviera de mí, que sin importar cuántas Renatas, Chelseas o Neemas pasaran por su vida, ninguna pudiera borrar mi huella. Era una estupidez, un capricho, pero mi lado egoísta se resistía a dejarlo ir sin más.

No supe quién fue el que se separó primero, lo cierto es que ambos teníamos la respiración agitada, luchábamos por recuperar el control a como diera lugar.

Lo correcto. Tiene que ser lo correcto…

–No te apresures, no te ates a nada ni a nadie aún… Sbohem, můj sladký láska –susurró antes de echar a correr rápidamente, perdiéndose entre la densidad del bosque y la lluvia que caía a raudales.

Me quedé de pie, sintiendo un dolor intenso que me clavó al suelo. No podía respirar. Sólo podía pensar en cómo seguir con mi vida, como evitar pensar que había terminado. Porque si por fin iba a ser feliz con mi verdadero amor, ¿por qué sentía que todo se había derrumbado?

 

 

 

–¿Vas a llegar a tiempo?

–Sí mamá. Te prometo que voy a estar a tiempo para el funeral de tia Rose. –respondí mientras me daba un último vistazo en el espejo que colgaba en el recibidor de la casa. Me había puesto una sencilla blusa de algodón de tres cuartos de manga, un par de pantalones de vestir y unos cómodos zapatos tipo ballerina, todo en color negro. Últimamente se había convertido en mi color favorito, me sentía extraña usando prendas que no fueran de ese color o blancas. Tal vez fuera por el luto que vivía la familia o porque todo lo sucedido no invitaba a un ánimo más festivo.

O tal vez porque te recuerda alguien que has decidido enterrar en lo más profundo de tu mente, aunque no puedes

¡Basta!”, reprendí a mi voz interior. No tenía caso pensar en… no podía pensar en… en él.

–¿Crees que es buena idea? Tal vez debería ir contigo o tu padre.

–No te preocupes. Seth me va a acompañar… no va a pasar nada.

–Pero…

–Tranquila… Ya pasó una semana, y necesito ver a Jacob. Ayer por fin lo cambiaron de habitación, ahora puede recibir visitas. Seth prometió estar conmigo y que íbamos a ir a una hora en que ni Paul ni Leah o Rachel estuvieran presentes…. En fin, será mejor que me vaya de una vez si quiero regresar a tiempo.

–Es a las cinco de la tarde, recuérdalo.

–Sí. Eso quiere decir que tengo… –miré el ligero reloj que colgaba de mi muñeca izquierda –tres horas y media. Volveré para entonces.

Tomé mi bolso, la canasta preparada para la ocasión y las llaves de mi “viejo” Aston Martin y conduje hasta el hospital de Forks.

Había pasado una semana desde el enfrentamiento con los Vulturi y apenas iba a poder ver a Jake. Su familia, junto con Leah incluída, se habían opuesto a toda costa a que yo lo visitara. Me consideraban, y con justa razón, la culpable del estado de Jacob. Seth había durado apenas dos días en el hospital, pues la fractura de su brazo iba sanando perfectamente. Él era quien me mantenía al tanto del estado de salud de mi ¿novio? (no sabía en qué punto estaban las cosas entre nosotros).

Según lo que me había dicho el pequeño Clearwater, Emma era la única que podía auscultarlos, escudándose en que ella era nativoamericana y que los quileutes sólo confiaban en los médicos de su propia etnia. Habían tenido que inventarse ese pretexto para evitar que cualquier otro echara un vistazo en los casos de los chicos y terminara descubriendo que no eran como el resto de los humanos. Jacob estaba recuperándose bien, las cicatrices habían cerrado pronto, pero aún quedaba lo de la lesión de la espalda.

A pesar de la velocidad con la que podemos soldar nuestros huesos o con la que podemos cicatrizar, eso del nervio lesionado es harina de otro costal”, había dicho Seth, lamentándose después al ver mi cara de culpabilidad y remordimiento. Era el único de todos los de la manada y de los que conocían el secreto, que me había perdonado. Sabía que había estado bajo el control mental de Awka, que jamás le hubiera hecho daño de forma consciente a Jacob. En síntesis, era el único que no le había puesto precio a mi cabeza.

Después de rodear dos veces el estacionamiento, por fin encontré donde aparcar. Apagué el motor, me desabroché el cinturón de seguridad y tomando con una mano mi bolso y con el otro la cesta con bollitos de chocolate (los favoritos de Jake), bajé para encontrarme con Seth, quien me esperaba impaciente frente a la puerta del hospital.

Nos saludamos brevemente y entramos presurosos.

–Está solo. Prácticamente nos corrió a todos, nos ordenó ir a descansar a casa y a comer algo decente.

–¿Y tú no obedeciste la orden del jefe?

–Estaba esperándote. En cuanto te deje con él, me voy a casa.

Sonreí nerviosa. Sentía que las manos me sudaban por primera vez en mi vida, al tiempo que sentía un enorme hueco en el estómago. Era la primera vez que lo veía después de tanto tiempo, la primera vez que hablaría con él siendo Renesmee y no una especie de super asesino a sueldo.

Seth detuvo nuestra marcha frente a una puerta marcada con el número 6. Sentí el bombeo de mi corazón retumbar hasta mis oídos.

–Aquí es… ¿Quieres que entre contigo?

–¿Sabe que estoy aquí? –respondí

–No. Aunque se muere por verte… Ayer me preguntó por ti.

–¿De verdad?

–Sí.

–Estoy nerviosa…

–No tienes por qué… Todo va a salir bien, vas a ver. Sólo tienen que ser sinceros el uno con el otro… Creo que si desde un principio hubieran evitado tantos secretos y verdades a medias, nos hubiéramos ahorrado un montón de cosas…

Asentí, segura de que Seth tenía razón. Si desde un principio hubiéramos hablado con la verdad, si no hubiéramos tratado de ocultar cosas bajo el pretexto de evitarle dolor a nuestros seres queridos, o de proteger nuestros estúpidos egos…

–Creo que será mejor que entre. Prometí a mamá que estaría a tiempo para el funeral de la tía Rose.

–¿A qué hora es?

–A las cinco… Tía Alice dice que hará buen clima, que incluso habrá un poco de sol… Tardamos un poco en hacerlo, tuvimos que convencer al tío Emmett porque no quería separarse de la urna con las cenizas de mi tía.

–¿Crees que se molestará tu familia si voy?

–Claro que no. Seth, tú siempre has sido uno más de nosotros… Sabes cuánto te aprecian mis padres. Papá te considera un gran amigo.

–Y él también lo es para mí… Bueno, Nessie, es todo tuyo.

Le dije adiós a Seth con la mano y respiré profundamente varias veces antes de tocar la puerta.

–Pase –respondió al otro lado una gruesa voz que de pronto me sonó extraña, lejana.

Abrí la puerta lentamente, quedándome en bajo el umbral, indecisa si entrar de una vez o esperar a que él me invitara a hacerlo.

La televisión estaba encendida en el canal del noticiero local. Pero Jacob no le prestaba atención, tenía la vista perdida en el vacío. Era evidente que sus pensamientos estaban bastante lejos de ahí.

Debió sentir mi presencia, pues de pronto dirigió sus ojos hacia mí.

–Nessie… –pronunció suavemente. Su mirada se tiñó con calor al pronunciar mi nombre, iluminado su rostro como el de un niño en la mañana de Navidad.

–¿Puedo pasar?

–Adelante.

Di un paso, algo aprensiva. No podía evitar sentirme avergonzada, culpable. Y más difícil se me antojaba sostenerle la mirada, así que la desvié hacia el piso, como si repentinamente tuviera que cuidar cada paso que iba dando.

–¿Y esos bollitos?

–Ejem, ejem… son para ti… Sé que son tus favoritos y te los traje. Estaba indecisa entre traerte estos o unos con chispas de chocolate o si traerte de sabores surtidos, no sé, tal vez termines empalagándote con el sabor o… –empecé a farfullar, nerviosa y atropelladamente.

–Está bien. Los de chocolate son los únicos que me gustan… Supongo que tendré que esconderlos para que ninguno de los glotones de la manada me los arrebate –dijo con un poco de humor. Era claro que se había dado cuenta de mi nerviosismo, y estaba tratando de aligerar un poco el ambiente entre los dos.

No respondí nada, simplemente esbocé lo que esperé fuera lo más parecido a una sonrisa y dejé la canasta sobre la primera superficie plana que ví, una pequeña mesita de noche junto a un sillón.

–¿Quieres sentarte –dijo indicándome con su larga mano izquierda una silla que estaba de ese lado.

–Sí… claro –con la mirada aún gacha, tomé asiento. Puse mis manos sobre las rodillas, nerviosa e inconsientemente empecé a tronarme los dedos  uno a uno.

–No deberías hacer eso. Es malo, dicen que se te pueden enchuecar los dedos.

–Oh… perdón.

Silencio. Él parecía estudiarme detenidamente, sin decir palabra alguna. Y yo no sabía qué decir o qué hacer, no tenía ni idea por dónde empezar.

–¿Hay algo interesante en el piso?

–¿Cómo? –dije, alzando la mirada hacia él por primera vez.

–Es que desde que entraste te has limitado a observar el suelo. Tal vez hay algún tipo de grabado antiguo en los mosaicos y no me había dado cuenta. –dijo medio burlón.

Mirar su rostro fue una especie de impacto. Me pareció más maduro, con el rostro más delgado, con los pómulos más marcados, haciendo que su cara pareciera más angulosa. Tampoco recordaba esas pequeñas arruguitas que empezaban a márcarsele en las comisuras de los ojos. Era tan… extraño. Era como si hubiera pasado toda una vida desde la última vez que lo ví, en lugar de semanas. O tal vez así fuera, porque lo cierto era que después de lo sufrido, sentía que había pasado una vida para mí. Era como si hubiera un “antes” y un “después” demasiado marcado en mi vida. La vida de “antes” pertenecía a “Nessie”, la alocada y voluntariosa niña que quería comerse el mundo a puñados. La vida del “después”, a la que tenía que hacerle frente de ahora en adelante era la de Renesmee, la mujer que era consciente de que todo acto tiene sus consecuencias y que no se puede ir por la vida andando a base de egoísmo.

Jacob estaba reclinado sobre la cama, con su melena oscura y lisa desparramada sobre la almohada. Un catéter corría desde su mano izquierda hasta una bolsa de donde goteaba un líquido incoloro.

–Es para el dolor –dijo al seguir el recorrido de mi mirada – sólo por si acaso.

Volví a desviar la mirada hacia el rincón del lado de la puerta, incómoda al escuchar la palabra “dolor”. Gemí al descubrir una silla de ruedas.

–Jacob… perdóname. Te lo juro que jamás quise hacerte daño…

–Nessie.

–Por favor, déjame hablar. Esta culpa me está matando. No tienes idea de lo que han sido estos días para mí, sabiendo que…. Es mi culpa. Estuve a punto de matarte, te ataqué como una maldita bestia salvaje… no tengo excusas para lo que hice. No me va a alcanzar la existencia para compensarte lo que hice.

–¿Por eso estás aquí, por remordimientos?

–¡No! ¡Claro que no! –dije poniéndome en pie de un salto para acercarme a un lado de la cama –Estoy aquí porque me importas, porque estaba preocupada por ti… Tenía que verte, comprobar que estabas bien.

–¿Sólo por eso?

No estuve segura de comprender.

–¿Únicamente por eso has venido?

–¿Por qué más? Eres importante para mí, siempre lo has sido… No podía estar lejos sin saber de ti, sin verte.

–No sé… –dijo con aire triste. Clavó su mirada en mí, deteniéndose a estudiar mi rostro concienzudamente, como buscando algo. –Vaya.

–¿Qué?

–Has cambiado.

–¿Cambiado? Bueno… tal vez. No fueron días precisamente buenos. Supongo que después de vivir rodeada de los Vulturis, la experiencia me dejó un poquito… rara.

–No, es algo más. Tu mirada es diferente, tu forma de hablar, de compórtate… La Nessie de antes no hubiera dudado ni un segundo en decirme que la razón de estar aquí es por que me quiere.

–Yo… claro que te quiero, Jacob. Siempre lo he hecho, siempre ha sido así… Siempre será así.

–Siempre es una palabra importante y que no debemos decir a la ligera. Dime la verdad, ¿por qué estás aquí?

–Ya te lo dije, porque te quiero, porque me importas…

–Eso dice tu boca, pero las palabras no llegan a tus ojos. Y sospecho que tampoco a tu corazón.

–Jacob, creo que no te sigo… Tal vez debí haber venido antes, pero no quería complicar las cosas.

–Supe que mi familia y algunos de los chicos no te lo han puesto fácil. Lo siento.

–Tienen razón de ponerse así… Después de lo que pasó… Siento mucho lo de Sam, Embry y Colin. Todos lo sentimos… Supimos del funeral, hubiéramos querido estar ahí pero creímos que los demás lo habrían tomado a mal.

–Gracias, no ha sido fácil para nadie. Siento lo de Rose, sé cuánto querías a tu tía… ¿Qué tal está Emmett?

–Mal… Casi no habla, está como encerrado en su propio mundo. Ayer lo tuvieron que llevar a cazar casi a rastras… Papá temía que pudiera perder el control si no saciaba su sed. Le preocupa mucho mi tío, nos preocupa a todos. No sé si alguna vez podrá ser como antes, si volverá a sonreír nuevamente.

Guardé silencio. Las cosas no estaban saliendo como lo esperaba. Creí que serían más fáciles, más cómodas entre los dos ahora que conocía lo de la impronta de Jacob conmigo.

–La noche que desapareciste, habíamos quedado de vernos en mi taller. –pronunció Jacob con voz serena, rompiendo el silencio entre nosotros.

–Lo recuerdo.

–Esa noche pensaba decirte toda la verdad, contarte acerca de algo de lo que tal vez debí hablarte antes. Mi excusa es que no quería que te sintieras presionada ni que apresuráramos las cosas. Deseaba que todo fluyera naturalmente entre nosotros, que nuestra relación tomara su curso natural, que madurara a su ritmo.

–Pensabas decirme lo de la impronta, ¿verdad?

Me miró sorprendido.

–¿Quién te lo dijo?

–Ese mismo día, casi por accidente  empecé a recordar cosas, a atar cabos… Esa noche pensaba contarte lo que había descubierto, o mejor dicho, pensaba obligarte de alguna manera a que me confesaras que yo era el objeto de tu impronta, que ese amor inconcluso del que alguna vez me habías hablado era yo…. ¡Ay, Jacob! No tienes idea de lo feliz que me sentí al descubrirlo, había deseado tanto escuchar que me amabas, que yo era la única… Cuando creí que te habías imprimado de otra mujer, odié con toda mi alma a esa supuesta mujer, la detestaba por tener tu corazón y no ser capaz de amarte como yo…

»Por eso me sentí tan herida cuando descubrí todas esas cosas la noche de mi cumpleaños. Cuando descubrí cuánto habías amado a mi madre, todo lo que habías estado dispuesto a hacer por ella… Fue como una puñalada, una tración de dos de las personas que más quería en este mundo.

»Pero esa noche… salí de casa, segura de que a partir de ese momento, mi vida no sería la misma. Y no me equivoqué… No fue la misma, sólo que no de la forma en que lo había imaginado.

–Yo también creí que a partir de sa noche, todo sería distinto, todo sería perfecto al fin. Por fin iba a poder decirte cuánto te amo, contarte todo acerca de la imprimación, de lo que significaba… No sé, incluso empezar a hacer planes para el futuro.

–Vaya trastada que nos preparó el destino, ¿no?... O tal vez fue una lección. Quizá fue la forma en que la vida nos enseñó que ocultar cosas, por más piadoso que nos parezca, no es lo correcto. Tal vez si desde un principio hubiéramos hablado con la verdad y no solo hablo de lo de la imprimación… Tal vez si yo no hubiera sido tan orgullosa y desde un principio te hubiera contado lo que había escuchado decir a la tía Rose sobre que tu único interés en mi era el dinero de mi abuelo… tal vez no hubieras tenido que regresar, tal vez yo no habría tenido que venir y no hubiera caído como una estúpida en la trampa de los Vulturi. Tal vez, si te hubiera dicho lo que sentía, sin dejar que mi orgullo se entrometiera, las cosas hubieran sido tan distintas.

–Si, tal vez si hubiéramos hecho o dicho muchas cosas, nada hubiera salido así… Pero el hubiera no existe. Lo que tenemos es esto, es la consecuencia de nuestros actos y de todas las buenas intenciones que pudimos tener detrás de ellos.

–Pero ahora ya sabemos la verdad. . Esto puede ser un nuevo comienzo para nosotros.

–¿Eso es lo que quieres? ¿Realmente?

–Claro… después de todo, somos almas gemelas. Es nuestro destino estar juntos, es algo irremediable, irrompible.

–Eso es lo que dicen, pero lo cierto es que no es algo que esté grabado en piedra. Siempre tendremos elección. El que seamos almas gemelas no significa que tengamos que estar casados, con hijos y todo lo demás… Hay almas gemelas que nacieron para ser amigos. No se trata de ser un mero amor carnal.

–Pero… Nosotros debemos estar juntos, es nuestro destino, es lo que todos creen, lo que esperan. Sam y Emily, Quil y Claire, Paul y Rachel, lo de ellos es amor verdadero, almas gemelas destinadas a estar irremediablemente unidas… Así es como se supone que debe ser para nosotros.

Jacob me miraba en silencio, con una sonrisa triste. Esperé que dijera algo, que me diera la razón. Tenía que recordar cómo habían sido las cosas entre nosotros siempre, cómo habían sido antes de que yo desapareciera.

–¿Quién es él? –dijo al fin, tomándome por sorpesa.

–¿Él? No entiendo…

–Yo creo que sí… ¿Quién es él? –repitió nuevamente, con voz serena. –Háblame de tu novio.

–Oh…

¡Leah!”, protesté en mi interior. Imaginé que ella le había ido con el cuento, pues estaba tan furiosa contra mí, que contarle a Jacob lo que había escuchado acerca de Stanislav sería una especie de pequeña venganza.

–No es con afan de reclamarte o hacerte sentir mal… Sólo quiero saber si te hace feliz.

–Jacob, por favor… No tiene caso hablar de él. Fue un malentendido, algo que… no fue importante.

–Te conozco mejor que tú misma y sé cuando mientes. Por favor, no lo hagas.

–Jacob… –casi sin pensarlo, tomé su mano izquierda entre las mías y de inmediato vi desfilar ante mis ojos las lucecitas multicolores formando una blanca deslumbrante. Los recuerdos de Jacob durante el tiempo que duró mi cautiverio fueron demasiado dolorosos, demoledores…

Me solté rápidamente, como si su contacto me quemara.

–Oh… realmete lo pasaste mal. Lo siento…

–¿Otra sesión de recuerdos robados? –Preguntó irónico –Deberías dejar de hacerlo, no es bueno…

–Lo siento, no puedo controlarlo.

–¿Podrías dejar de decir “lo siento”? Empieza a sonar hueco…

–Lo… –me detuve a tiempo –Perdón.

–¡Por favor! –dijo entrecerrando los ojos. –En fin…. ¿en dónde estábamos? Oh, sí, me íbas a contar sobre él.

–No hay nada que decir. Él fue simplemente alguien que me ayudó en medio de mi peor pesadilla… Se ha ido y dudo que alguna vez nuestros caminos se vuelvan a cruzar.

–No me lo creo. Nessie, mírame a los ojos y dime que él no significa nada para ti, que realmente lo que pudo haber entre ustedes fue algo sin importancia. Júrame que si él apareciera por esa puerta en estos instantes no dudarías ni por un segundo en darle la espalda.

Sea lo que sea que decidas, sé honesta con él”, las palabras de Seth retumbaron en mi cabeza.

–Él… yo… –cerré los ojos, derrotada. Tenía que ser sincera, si quería que esta vez las cosas funcionaran –No puedo decir eso… Él significó algo, pero… eso ya no importa. Él no tiene cabida en mi vida, la vida que quiero contigo.

–¿Sabes? Si esto me lo hubieras dicho hace semanas, me hubieras hecho el hombre más feliz de este mundo.  Pero ahora…

–¿Ahora qué?

–Ahora me doy cuenta que lo quiero todo, Nessie. Y eso significa que te quiero conmigo, sí, pero te quiero entera, no con un amor a medias.

–¡Yo te quiero!

–Pero a él también. Aunque no lo digas, tus ojos lo hacen por ti... No sé realmente qué habrás pasado en Italia, qué es lo que te haya tocado vivir, pero sé que fue algo demasiado grande, tanto para cambiarte. No eres la misma, no eres la “Nessie” de la que me enamoré. Tus ojos, tu sonrisa, incluso tu forma de moverte, todo es distinto.

–Puedo volver a ser la misma, sólo dame tiempo.  Puedo intentarlo, quiero intentarlo por ti.

–No, no me uses de excusa. Lo que hagas, lo que elijas, hazlo por ti y no para darle gusto a alguien más. Sino, serás infeliz y harás infeliz a aquellos que te rodeen.

–¡Te elijo a ti, Jacob Black! Te quiero a ti, quiero estar contigo, quiero darte la vida que estamos destinados a vivir.

–Haces que suene como una penitencia y el amor jamás debe de serlo. Tal vez me elegiste a mí, pero es una elección que no cuenta.

–¿Por qué? –proferí incrédula.

–Porque es una elección basada en la culpa. –Abrí los ojos como plato, sorprendida –¿Crees que no me he dado cuenta de la forma en que miras de reojo hacia la silla de ruedas? Tus ojos siempre han sido demasiado transparentes para mí, por eso puedo darme cuenta cuánto has cambiado; en ellos veo las sombras de la culpa y el remordimiento por lo que pasó la noche de la pelea… Yo no te culpo de nada, Seth me ha hablado de la amnesia y lo del control mental bajo el que estabas. Fue algo que sucedió, algo que nadie hubiera deseado que pasara.

–¿Ya no me quieres?

–Nessie, podrás olvidarme, podras matarme, pero eso jamás haría que dejara de amarte.

–¿Entonces?

–Te quiero, pero también me quiero a mí. Y por eso mismo, no puedo aceptarte a medias, los dos nos merecemos algo más que eso. No quiero sonar petulante o egoista, pero realmente creo que merezco alguien que me quiera completo, estoy harto del amor compartido.

Sentí sus palabras como si se hubieran tratado de un gancho al hígado.

–Primero mi madre, después yo… Realmente las mujeres Swan te hemos jugado mal, ¿no?

–No ha pasado nada que yo no haya aceptado. Tal vez en el fondo soy un poco masoquista, pero estoy a tiempo de cambiar las cosas; creo que me gustaría que por una vez en la vida alguien pelee por mí.

Nos miramos en un incómodo silencio. Tenía que reconocer que Jacob tenía razón. Él no se merecía que lo amaran a medias, necesitaba alguien que pudiera darle todo de sí, no un corazón incompleto.

–Jacob, es hora de… ¡Oh! Disculpa, no pensé que tuvieras visitas.

La Doctora Emma Young pareció sonrojarse levemente. Había entrado de improvisto, abriendo la puerta al tiempo que revisaba con interés los papeles que llevaba en la mano. Recordé que Seth había mencionado que Emma era hermana de Emily, la difunta esposa de Sam; entendí por qué la primera vez que la había visto, su rostro me parecía conocido. Poseía un atisbo de la misma belleza serena que alguna vez fue su hermana mayor.

–Adelante, Nessie ya se iba.

–¿Nessie? –preguntó curiosa Emma, mirándome con interés –¿Eres Renesmee Cullen?

–Sí

–Vaya, he escuchado mucho de ti.

Imaginé que nada bueno si lo había oído de alguno de los quileutes que no fuera Seth Clearwater.

–Bueno, supongo que tengo que irme… Me esperan en casa.

–Bien. Gracias por venir a verme.

–No tienes por qué agradecerlo. Sabes cuánto me importas, Jacob.

–Lo sé, pero eso no basta.

Esbocé una sonrisa forzada. Jacob Black me estaba dando “calabazas”

–Entonces, hasta luego… –dije dado la media vuelta.

–Espera.

–¿Sí? –volví el rostro. Tal vez, después de todo, había reconsiderado su postura.

–Dile a tu familia que el tratado sigue en pie. No hay nada que haya podido romperlo.

–¿De verdad? Paul dijo…

–Paul no es el legítimo heredero de Ephraim Black –pronunció orgulloso, y por primera vez lo vi como el líder quileute, el legítimo macho alfa de la manada que estaba destinado a ser. –Mientras ambas partes mantengan su palabra, el tratado sigue vivo. Nadie de mi gente irá tras de ustedes.

–Se los diré. Gracias

Le dediqué una rápida mirada a Emma, quien parecía demasiado concentrada checando el expediente clínico de Jake. Era como si las palabras que había escuchado de nosotros no hubieran despertado en ella la menor curiosidad o temor.

–Ah, una última cosa.

–Dime.

–Esto –dijo palmeando sus piernas –es temporal. No me voy a rendir sin luchar.

Le creí. Conocía demasiado bien a Jacob, y sabía que a parte de su gran corazón, también tenía un enorme orgullo y tesón, y hacía falta más que una semi-vampira amnésica e hipnotizada para acabar con él.

Abandoné el hospital, preguntándome de pronto por qué la decisión de lo justo y lo correcto de pronto ya no me parecían tales. Por primera vez me pregunté si realmente elegir esas dos opciones servian de algo.

 

 

 

–Renesmee, ¿dónde estás?

–Aquí –susurré en la oscuridad, meciéndome en el viejo columpio que alguna vez el abuelo Carlisle había hecho para mí.

–¿Qué pasa cariño?

–Nada, mamá… Sólo quería estar un momento a solas. El funeral me ha puesto melancólica.

–Sí, a mi también.

Esa misma tarde, le habíamos dado el último adiós a mi adorada tía Rosalie. Había sido un servicio pequeño, con mi familia y Seth como testigos. Incluso el abuelo Charlie había asistido, ya que como él dijo “después de todo, los Cullen también son mi familia”.  El abuelo Carlisle había echado mano de un antiguo libro de oraciones y los demás hablamos sobre los más preciados recuerdos que teníamos de la tía Rose.  Había llorado durante todo el funeral, tanto que llegué a pensar que estaba volcando incluso las lágrimas que el resto no podían derramar.

El momento más triste y conmovedor fue cuando el tío Emmett esparció las cenizas en el río mientras tía Alice interpretaba con su melódica voz una de las canciones favoritas de tía Rose, “Edelwisse”.

–No puedes detenerme, Edward.

–¡No puedo permitir que hagas una locura! ¡No puedes hacerle eso a Esme! ¡No soportaría perder otro hijo!

Los gritos de papá y tío Emmett llamaron nuestra atención. Provenían de la entrada de la casa, estaban peleando en los escalones de la entrada principal.

–Si ella hubiera sido quien dejó de existir, tú harías lo mismo. –entendimos que ese “ella” se refería a mi madre. Y era cierto, si algo le hubiera sucedido a mamá, papá se hubiera vuelto loco de la rabia y hubiera tratado de ir a prenderle fuego al Palazzo dei Priori con todo y Vulturis dentro.

–Hermano, por favor –por el tono de voz de papá, imaginé que lo que estaba escuchando en la mente de mi tío no era precisamente agradable. –La venganza no es el camino, no podemos…

–Van a pagar por lo que le hicieron a mi Rose… uno a uno van a pagarlo…

–¡Emmett!

Mi tío salió corriendo como una centella, aprovechando el impulso de la carrera para cruzar con un espectacular salto el río.

–Tenemos que detener a Emmett antes de que comenta una locura.

Genial. Justo cuando tío Jasper junto con tia Alice y mis abuelos habían salido de caza, era cuando se le ocurría a Emmett volverse vengativo. Sin el don tranquilizante de tio Jasper, estábamos en desventaja para controlar a mi descomunalmente fuerte tío.

Papá salió tras de él, seguido por mi madre.

–¡Renesmee, quédate y trata de llamar al resto de la familia! –gritó mamá –Necesitamos a Jasper de inmediato.

–Ni hablar, yo también voy –respondí poniéndome en pie de un salto.  –Ya les llamaré en el camino… Corre, antes de que lo perdamos de vista.

Mientras corría, desee poseer un don más útil. En esos momentos no me vendría nada mal el don tranquilizante de tio Jasper, o el de Neema, capaz de paralizar el cuerpo aún y cuando la mente de la victima luchara contra ello.

Sacudí la cabeza, no tenía caso pensa en eso. Lo importante era detener a mi tío, evitar que hiciera una locura. Era hora de que yo también empezara a proterger a mi familia; era una Cullen, y los Cullen cuidamos los unos de los otros.

Capítulo 36: ELCCIONES Parte uno

 
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