CLARO DE LUNA de Midnight_girl

Autor: nessyblack, CECI
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 14/07/2009
Fecha Actualización: 21/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 74
Visitas: 97546
Capítulos: 37

EL REGRESO:

 

 

“Por fin” suspiré mientras observaba el anuncio de mi llegada a Forks. Había decidido hacer ese viaje en auto, aunque mis padres se habían empeñado que tomara un vuelo hasta Seattle. Pero si había decidido hacer un viaje largo era precisamente porque necesitaba mucho tiempo a solas y en silencio para poder dar rienda suelta a mis pensamientos; pensamientos que habían surgido casi un año atrás, y que me habían obligado a estar constantemente alerta para que mi papá, con ese maravilloso don que poseía, no se enterase de ellos....

 

 

AUTORA: MIDNIGHT_GIRL

 

 

http://midnightsleepless.blogspot.com/

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 28: DIA DESPUES

Me deslicé en el asiento del copiloto y me abroché el cinturón de seguridad con las manos algo temblorosas. No era tanto por precaución o por cumplir con la ley de tránsito, sino más bien por tener algo qué hacer.
Stanislav ocupó el asiento del piloto y encendió el vehículo, cuyo motor rugió suavemente. Le miré de reojo sin dedicarle una sola palabra pues, ¿qué podría decirle después de la noche anterior? Ni siquiera encontraba un adjetivo para describirla. Además, no sabía cuál era el protocolo a segur en situaciones como esa; era una auténtica novata en esas cuestiones.
El auto empezó a avanzar suavemente por la estrecha calle antes de incorporase a una avenida mucho más transitada. Giré la vista hacia el cristal oscuro de mi ventanilla. De hecho, todos los cristales estaban ahumados, tanto que no sabía cómo era posible que Stan pudiera tener visibilidad para manejar.
“Es por el asunto del sol”, me había dicho momentos antes cuando había salido de la casa cubierto por una gruesa capa gris oscuro, a pesar de que debajo de ella iba perfectamente vestido con unos jeans negros y una camisa tipo polo del mismo color. Cuando vi la capa pensé que era para mí, por aquello de que no tenía ropa a la mano. De hecho, había tenido que volver a echar mano del guardarropa de Stanislav, quien ésta vez se había visto forzado en dejarme una camiseta y unos shorts deportivos que me quedaban bastante grandes.
Cuando leyó mi perplejidad sobre el tema, se limitó a sacar una mano bajo la capa/hábito, no sin antes cerciorarse de que no había gente alrededor que pudiera observarnos. Me quedé boquiabierta ante lo que mis ojos veían: la piel de la mano de Stanislav brillaba como si fuera un cristal.
–¿Cómo…? ¿Es en serio..?
–Sí, tan enserio como que el cielo es azul.
–O sea que los vampiros no se desintegran –dije medio en broma, esperando que sonriera, pues desde que yo había despertado, había estado bastante serio.
–No, no nos desintegramos –dijo secamente mientras se cercioraba que la puerta quedaba bien asegurada –La piel de todo nuestro cuerpo brilla intensamente con los rayos del sol. Por eso tenemos que ser discretos y no exponernos, sino nuestra naturaleza quedaría al descubierto. Cuando está nublado, podemos andar más libremente entre la gente; en días tan soleados como este, hay que ser discretos. –Dijo al tiempo que abrió la puerta de mi auto y con un ligero movimiento de la cabeza, me instó a subir.
–¿Segura que quieres volver? –me preguntó Stan, dignándose a dirigirme la palabra al fin, distrayéndome de mis pensamientos. El tráfico de Florencia a esas horas era imposible, así que avanzábamos lentamente, para desesperación de mi… ¿de mi qué? No estaba muy segura qué etiqueta sería la adecuada para Stan en esos momentos.
–No es que quiera, pero tengo qué volver… Apolo va a estar bastante pesado por mi ausencia y más vale hacerle frente de una buena vez a lo que se avecina. Además, necesito algo de ropa, no puedo ir por la vida medio desnuda.
–Supongo.
¿Qué le pasaba? ¿Por qué estaba tan seco conmigo? Bueno, tampoco esperaba poemas cursis ni odas a mi belleza o promesas de una sublime eternidad. ¿A qué venía esta especie de semi ley de hielo? Era un juego que yo también podía jugar, sin lugar a dudas.
Me repantigué más en el asiento y volví una vez más la vista hacia la ventana, pretendiendo que estaba ocupada viendo todo lo que iba surgiendo a nuestro paso. Nerviosamente, empecé a jugar con mi anillo de compromiso, girándolo con los dedos de la otra mano.
Stan masculló algo así como “kurva” y por la manera en que lo dijo, imaginé que era una palabrota en checo.
–¿Qué? –pregunté apática mirándolo de reojo casi con desdén
–¡Deja de jugar con esa maldita cosa!
–¿Cómo? –me volví por completo para mirarlo con los ojos como plato, estaba segura. ¿Qué le pasaba? Mi paciencia estaba empezando a evaporarse y dudaba poder tolerar su genio ese día.  Me fijé que estaba aferrando con mucha fuerza el volante tanto que sus manos se pusieron más blancas si era posible; temí que terminara por romperlo o sacarlo de su lugar.
–Estoy haciendo un esfuerzo por no arrancarte ese maldito anillo y tirarlo por la ventana. ¡Me importa un comino si es un diamante muy raro o si vale millones! –dijo mientras daba una fuerte palmada sobre el volante y frenaba la marcha del auto. Se volvió y por primera vez en ese día me miró directamente a los ojos; me sentí algo aturdida al ver la furia y a la vez, la desesperación en ellos. –Tenemos que hablar –traté de decir algo, pero puso su frio dedo índice derecho sobre mis labios para evitar que lo hiciera –no es el lugar ni el momento indicado, pero tenemos qué hacerlo… Me revienta que Apolo esté cerca de ti, no me gusta y…
En eso escuchamos el claxon del automóvil de atrás, instándonos a continuar la marcha dado que el semáforo había cambiado de color. Con un furioso “hovno” reanudó el camino.
“Voy a tener que comprarme un diccionario de checo” pensé mientras escuchaba lo que seguramente sería otro insulto en su idioma natal.
El tenso silencio volvió a instalarse entre nosotros y por primera vez lamentaba que no pudiera conducir como un maniático a toda velocidad. El denso tráfico hacía que fuera insoportable la agonía de estar sentada ante ese vampiro tan cambiante, arrogante, bipolar, maniático…
“Y sexy, tierno, cariñoso y bastante mmm…” terminó mi mente por mi. Involuntariamente empecé a recordar la noche o mejor dicho,  la madrugada anterior.
Para mi bochorno, mi respiración empezó a ser un poco más descontrolada mientras sentía cómo el rubor empezaba a apoderarse de mis mejillas hasta la piel de mi pecho. Me volví una vez más hacia el cristal, esperando que Stanislav no se diera cuenta de mi aspecto.
–¿Qué te pasa? –su voz ya no era tan brusca, pero aún así sonaba algo forzada.
–Nada… sólo que… que de ponto siento algo de calor. No se me da muy bien estar en lugares tan encerrados…
Sin más, él encendió el aire acondicionado mientras yo daba gracias en silencio por que mi mente encontró una excusa perfecta para no ponerme en evidencia delante de él. Cerré los ojos, tratando de retomar el control de mis emociones.
–Puedes dormirte un rato, si quieres. Con tanto tráfico, todavía nos queda una media hora de camino al palazzo… Supongo que estarás casada después de….
–No lo estoy –dije tajante. No le iba a dar la oportunidad de que su ego se fuera hasta la estratósfera.
–Pensé que…
–No.
Se instaló un nuevo tenso silencio entre nosotros; estaba confundida porque no entendía como pudimos haber estado tan cerca y después tan lejos.
–¿Sabes que hablas dormida? –dijo de pronto, como si nada.
–¿De verdad? –dije secamente, aunque también un poco sorprendida.
–Sí.
–¿Y no ronco también?
–No, no –esta vez,  sonrió relajadamente y no pude evitar sentir una especie de vuelco en mi interior –No roncaste, de hecho, apenas si dijiste un par de palabras… fuera de eso, duermes como un ángel.
Ok, si empezaba a sonreír de esa manera y su mirada ya no era tan dura, iba a empezar a tener problemas para controlar mis emociones.
–¿Y qué fue lo que dije? –pregunté tratando de concentrarme en algo que no fuera el rostro de Stanislav o el recuerdo de sus manos acariciándome tiernamente o…
–Nada importante –su tono volvió a ser algo seco, y por un instante su rostro se puso rígido, como si hubiera recordado algo que le hubiera molestado.
–¿Nada importante? –si así había sido, ¿por qué había sacado el tema a colación?
–Sí, hablaste sobre tu… tu... tu no se qué –movió nerviosamente la mano al aire. Noté su trastabilleo, como buscando una respuesta que pudiera servir para sacarle del atolladero –¿Recuerdas qué estabas soñando? –preguntó con repentino interés.
Fruncí el ceño, ¿a qué venía todo esto de mis manías a la hora de dormir ó su interés por mis sueños?
–Mmm… pues no sé. Ni siquiera estoy segura de haber soñado algo; creo que quedé profundamente dormida después de… tú sabes –finalicé nerviosa desviando la mirada.
–Supongo que te debo una disculpa… –exhaló ruidosamente
¿Estaba arrepentido de la noche anterior?
“¿¡Qué le pasa?! No sé qué significa, pero kurva para él también”
–No hay nada qué disculpar –mi tono de voz salió seco, duro –Si sientes alguna clase de arrepentimiento, culpa o lo que se le parezca, créeme que prefiero no saberlo…
–¿Crees que me arrepiento? –su voz sonó sorprendida, mientras abría los ojos desmesuradamente y me dirigía una rápida mirada antes de volverse a concentrar en el camino.
–Pues estás diciendo que me debes una disculpa y bueno, tu humor no es precisamente el mejor…
–Mi disculpa no es por anoche –exhaló nuevamente con violencia –¡Sakra!
–¡Deja de estar maldiciendo en checo! Por lo menos hazlo en un idioma que entienda…
–Lo siento, sólo que esto es algo nuevo para mi.
¿Estaba bromeando?
–¡Por favor! ¿¡Cómo que nuevo para ti!? ¡Tuviste una hija….! –no pude evitar alzar la voz, pero estaba a punto de perder la paciencia y darle un buen puñetazo en el brazo.
–No me refería a eso… ¡Claro que eso no es nuevo para mi!
–¿Entonces…?
–A lo que me refiero es que… –suspiró mientras se salía de la congestionada avenida y se metía a un estrecho callejón para aparcar el auto.
Apagó el motor, se soltó el cinturón de seguridad y se giró en el asiento para quedar frente a mí; entrelazó su mano izquierda entre las mías mientras ponía su mano derecha bajo mi barbilla para obligarme a mirarle.
–Te debo una disculpa por mi actitud de esta mañana. Lo siento, no pretendí ser busco o frío… no después de anoche… –sus ojos me miraron con ternura mientras deslizaba su mano derecha y acariciaba con suavidad mi mejilla –Sólo que... bueno, esto es casi nuevo para mi; hace tiempo que no…
–¿Qué no estás con una mujer? –terminé rápidamente por él
–Que no estoy con una mujer humana –corrigió
–Oh… –traté de ocultar mi desilusión.
–No te voy a mentir, no soy ningún santo y he tenido algunos… episodios con otras vampiras.
Recordé a Heidi, Chelsea y Renata, las tres impresionantemente guapas vampiras, y la actitud tan efusiva y confianzuda que habían mostrado con él la noche anterior. No pude evitar sentirme algo molesta. Bueno, es que hasta Jane andaba tras él.
“Genial, de todos los vampiros que me rodean tuve que terminar enredada con el más facilote”
–Oh, bueno, después de todo, eres hombre. –dije escupiendo las palabras, como si fueran una maldición –Supongo que tienes necesidades qué satisfacer. –traté de sonar tranquilamente sofisticada.
Stanislav sonrió, pareció encontrar graciosa mi respuesta.
–Pues sí, incluso los monstruos de nuestra raza tenemos esas necedades tan básicas. Fácilmente podemos distraernos con eso…
–Ah, entonces lo de anoche fue una distracción para matar el tiempo…
–¿Podrías dejarme hablar por favor? Creo que nos estamos enredando de más –Hice el intento de hablar, pero me lanzó tal mirada que me disuadió de hacerlo o de intentarlo siquiera –Escúchame bien por favor: te ofrezco una disculpa por mi actitud tan seca de esta mañana, mi excusa es que todo me tomó por sorpresa y con la guardia baja. Desde Maia no había estado con una mujer mortal, hace tiempo que no sabía lo que era la calidez de un cuerpo tan cerca del mío… No te voy a mentir en esto: tengo un pasado tras de mi, aunque ninguna de ellas fue algo serio o significativo, más bien eran relaciones cortas, pasajeras con el único propósito de saciar ese otro instinto que puede ser tan fuerte para nosotros como el beber sangre. Tal vez sea una excusa tonta, pero es la única que tengo y es la verdad. No sabía cómo comportarme o qué decir; temía tu reacción e incluso tu rechazo… Desde que me convertí, nunca había dejado que nadie mortal o no, se acercara tanto a mi.
Me quedé callada, ¿qué podía decir? No tenía la más remota idea… Tal vez si no tuviera esa maldita amnesia sabría qué hacer, tal vez tendría más experiencia para manejar la situación, tal vez…
“No te hagas tonta, amnésica o no, no tienes la experiencia como para manejar a alguien como Stanislav. No me hiciste caso anoche, así que atente a las consecuencias de jugar a algo tan peligroso y del que no conoces las reglas.”, me regañó mi conciencia.
–Y, ¿entonces…?
–¿Qué?
–¿En dónde nos deja todo esto? –pregunté. –Obviamente, esto cambia algo entre nosotros, ¿pero qué?
Stanislav guardó silencio antes de contestar
–No puedo prometerte nada…
–¿Quieres que lo olvidemos? –sus palabras me calaron, pero logré hablar con calma. –Total, una cosa más que echarle a mi amnesia, qué más da… –traté de hacer una broma, pero Stan torció el gesto. Parecía que no entendía mi sofisticado sentido del humor.
–¡Claro que no! –masculló entre dientes.
–Entonces, ¿¡qué quieres de mí!? –grité exasperada. –No me gustan los jueguitos ni andar por las ramas, así que aclaremos todo de una maldita vez para poder regresar a casa. Apolo debe estar esperándome y…
–¿De verdad estás ansiosa por regresar junto a esa bestia? –Me tomó por los hombros, zarandeándome ligeramente.
–¡Suéltame! –le ordené mientras me zafaba con brusquedad –Apolo me importa un soberano comino, pero prefiero hacerle frente de una buena vez a él y al insoportable drama que me va a armar por irme anoche del “banquete”.
–Lo siento… –se disculpó nuevamente. –Me revienta pensar en ti junto al animal ese… No voy a dejar que le hagas frente sola, temo que pueda hacerte algo.
–No me va a pasar nada…. –dije con calma –Creo que puedo manejarlo; es algo fanfarrón, pero no creo que pueda hacerme daño.
–No lo conoces…
–¿No? Entonces, ¿cómo demonios terminé comprometida con él? –pregunté suspicaz –O ¿hay algo que se me esté escapando…?
Pude ver en su tensa mirada la lucha interna que tenía, ¿qué pasaba? ¿Había algo que me estaban ocultando?
–Sólo no te separes de mi lado cuando lleguemos al palazzo, ¿si? –fuera cual fuera aquello que había estado a punto de decirme, decidió callarlo. Estiré una mano y la posé en uno de sus fuertes antebrazos, esperando que mi don descargara algún recuerdo que me ayudara a descubrir aquello que parecía ocultarme.
“¡Maldición!, ¿es que esto solo funciona cuando se le da la gana?” refunfuñé para mis adentros, al darme cuenta que a pesar de mis esfuerzos, mi don no respondía.
Suspiré exasperada.
–Está bien… pero no contestaste mi pregunta, ¿y ahora qué?
–No lo sé… como te dije, no puedo prometerte nada y menos en esta situación.
–¿Qué situación?
–La batalla que viene, tu compromiso con Apolo, y sobre todo, que en cuanto todo termine, te vas a ir de aquí.
–¿Me voy a ir?
–Lo prometiste, ¿recuerdas?
–Si, pero creí que después de anoche, bueno, ya no…
–No importa lo que haya pasado ni lo que esté por suceder. Tienes que alejarte de todo esto, tienes que salvar tu alma; no dejes que esta oscuridad te atrape…
–Supongo que tú no vas a venir conmigo, ¿verdad?
–No puedo o mejor dicho, no debo hacerlo… No puedo dejar que estés junto a una abominación como yo. Mereces algo mejor que un monstruo.
–No lo eres...
–Lo soy, soy un asesino, que no se te olvide. Me alimento de la sangre de indefensos humanos…
–Pero anoche me contaste del club de la eutanasia y lo que haces por esas personas enfermas…
–Pero eso lo hago apenas un par de años atrás; antes me alimentaba de la manera tradicional. Y por muy “piadoso” que quieras ver lo que hago, eso no oculta lo que en realidad hago: matar gente. No soy bueno, no soy de fiar y no merezco tenerte…
–Me está empezando a doler la cabeza tratando de entenderte…
–Creo que ni siquiera yo me entiendo… Viniste a poner mi mundo de cabeza, ¿sabes? –sonrió tristemente. Entrelazó una vez más su mano con la mía; parecía que le gustaba mí contacto.
–Stanislav, lo último que quiero es obligarte a nada o que me digas aquello que no sientes… Si lo que quieres decirme es que todo fue un gran error y que preferirías hacer de cuenta que no pasó nada… bueno, está bien.
–No, no estaría bien… Tal vez si fue un error, pero por dejar que te acercaras tanto al peligro de este mundo oculto. Voy a estar a tu lado si así lo quieres y de la forma en que lo desees; para nuestra desgracia, no creo ser capaz de estar lejos de ti, pero lo haré si tú quieres.
–¿Y qué pasa si no quiero que te alejes?
–Que no lo voy a hacer, aunque sé que sería lo más estúpido y egoísta de mi parte. No me voy a alejar de ti mientras estés cerca de los Vulturi y todo lo que ellos representan, pero después…
–Después, me vas a dejar ir, ¿no?
–Así es… Y sé que me va costar, porque los vampiros somos unas criaturas bastante egoístas, y por ese mismo egoísmo me va a ser difícil dejarte ir. Pero es lo correcto, es lo justo para ti.
–¿Y Apolo?
–¿Qué pasa con él?
–¿Crees que me va a dejar ir tan fácilmente?
–No, y por eso mismo, hoy cuando lleguemos la palazzo y termines tu compromiso con él, voy a estar a tu lado.
–¡Hey! Un momento… ¿quién dijo que voy a terminar con él?
–¿¡Qué?! Dime que estas bromeando…
–No –Stanislav me miró con furia y confusión a la vez. Imaginé que debía de explicarme claramente antes de que le diera un ataque –Si me voy a ir de aquí después de que el enfrentamiento con los Cullen haya pasado, tengo que trazar un cuidadoso plan para que no sospechen nada. Tú y yo sabemos que ellos no me van a dejar irme tan fácilmente, así que no puedo darles motivo para que sospechen, y eso incluye fingir que sí me voy a casar con Apolo, pero no dentro de una semana como él quiere.
–¿Quiere que se casen ya? ¡Menos te quiero cerca de él…!
–Stanislav, por favor… déjame hacer las cosas a mi manera.
Se quedó callado
–¿Por favor?
Mutis nuevamente
–¿Por fis?... ¿si?
–Ok… –parecía que había tenido que torturarlo para que aceptara –Pero por favor, ten cuidado; trataré de protegerte como sea de Apolo, no te imaginas lo peligroso y terrible que puede llegar a ser. Tenemos que ser precavidos y fingir que nada ha cambiado entre nosotros, no podemos levantar sospechas sobre los planes de tu marcha.
–Está bien, tendré cuidado para que no noten algo raro entre tú y yo…
–¿Puedes prometerme algo?
–¿Otra cosa? Si ya te prometí que me voy a ir de aquí…
–Sí, necesito que me prometas algo más y en eso voy a ser inflexible.
–¿Qué? –pregunté suspicazmente
–Prométemelo primero
–Está bien, te lo prometo –dije poniendo los ojos en blanco –¿De qué se trata?
–Que pase lo que pase, no te vas a enamorar de mí ni vas a tratar de salvarme.
–¿Cómo?
–No quiero que pongas tu amor ni tu corazón en algo como yo, ni que pretendas salvarme de algo que soy y que no se puede cambiar. No quiero decepcionarte al ver que no consigues aquello que deseas. –Dijo tajante, poniendo nuevamente en marcha el automóvil para sacarlo del callejón y retomar la avenida por la que habíamos estado transitando con rumbo al palazzo.
Me quedé aturdida por sus palabras.
Me sentí como alguien que estuviera ahogándose en una piscina, y en lugar de lanzarle un salvavidas, decidieran poner un cartel advirtiendo el peligro.
Y sentí que la advertencia de Stan estaba llegando tarde para mí.

 

–¿Estás lista?
–No precisamente –respondí soltando el aire que había estando conteniendo desde que el palazzo se había hecho visible unos metros atrás.
Stan dobló a mano izquierda del imponente edificio de tres pisos para entrar por el garage subterráneo. Me sorprendió no encontrar el auto que Apolo había usado la noche anterior, sin embargo, un Ferrari azul cobalto, un Mercedes rojo y un Porsche descapotable café metálico estaban estacionados ahí.
–¿Qué sucede? –pregunté al ver que Stanislav miraba con el ceño fruncido los automóviles.
–el café es de Jane y el Ferrari se parece al de Dimitri… creo que tenemos compañía.
–¿Crees que signifique “problemas”?
–Tal vez... –suspiró ruidosamente, como si la situación le fastidiara –Probablemente mandaron la “artillería pesada” para buscarte.
–¿Qué quieres decir?
–Demetri es el mejor rasteador. Es capaz de encontrar a cualquiera en cualquier parte del mundo, aún en el mismísimo centro de la tierra; tiene unos sentidos bastante desarrollados que le ayudan en eso.
–¿Y Jane?
–Imagino que a ella la mandaron solo por si acaso…
–Por si acaso no quería volver yo, ¿verdad?
–Sí, su don es bastante atemorizante…
–Y doloroso –me estremecí al recordar la vez que Jane se le ocurrió usar su don conmigo, pretextando ayudarme en mi entrenamiento.
Stanlislav agarró mi mano y se la llevó a los labios para depositar en los nudillos un suave beso. En un parpadear se bajó del auto y lo rodeo para abrirme la puerta y ayudarme a bajar de él.
Cerró la puerta y me rodeó con los brazos.
–Recuerda, hay que ser cautelosa con Apolo y con los demás… Voy a estar cerca de ti, para cerciorarme que no te pasa nada malo.
¿Qué era aquello a lo que temía tanto? Siendo hija de Aro, el líder de los Vulturi, era inimaginable que hicieran algo contra mía, ¿verdad? A veces sentía que eran más parecidos a una familia de la mafia italiana, donde hicieras lo que hicieras, nunca podías abandonarlos si no era con tu vida de por medio.
–Te doy mi palabra que voy a portarme bien.
Stanislav me besó suavemente, si apenas un roce frío de sus labios con los míos, nada parecido a los explosivos besos de unas horas antes. Me sentí un poco decepcionada.
–Si te beso como realmente tengo ganas de hacerlo, no creo poder parar… ¿Sería mucho pedir que no beses a Apolo? Sé que tienes que fingir que todo sigue igual con respecto a él, pero trata de no mostrarte demasiado efusiva con él. No creo poder soportarlo sin intentar romperle el cuello.
Sonreí
–Trataré…
–¿Nada de besos para ese remedo de vampiro?
–Haré lo que pueda.
–¿Y sería mucho pedir que tampoco nada de coqueteos con él o con el resto de los vampiros de la guardia o cualquier humano que se atraviese por tu camino?
–No, nada de vampiros, humanos…
“No, nada de vampiros, humanos, zombies, brujos o momias revividas... Sólo tú, Jacob Black.”
¿De dónde había salido eso?
De pronto, el atractivo rostro moreno de un hombre de ojos castaños apareció en mi mente.
“Jacob Black”
La imagen me sonreía con ternura y sus ojos eran un profundo y tranquilo pozo donde parecía sumergirme; una sombra cubrió la imagen por un segundo, y después el mismo rostro volvía a surgir, pero esta vez con una mirada cargada de dolor, tanto que de solo verle podía destrozar el corazón.
“Sólo tú, Jacob Black.”
–¿Quién demonios es Jacob Black? –el rostro de Stanislav se volvió de piedra mientras su voz sonó como un latigazo cruel.
Lo miré sorprendida. No sólo había pensando en el tal Jacob, sino que había dicho su nombre en voz alta.
–¿Qué significa eso de “Sólo tú, Jacob Black”?
Lo miré sin responder, pues mi voz parecía haberme abandonado.
¿Qué podía decirle? No sabía quién era Jacob Black ni por qué de pronto su rostro vino a mi mente; lo que sí podía saber, porque una vocecita interior así me lo indicaba, es que él era una pieza fundamental en el rompecabezas que era mi vida, sólo tenía qué averiguar quién era. Y sobre todo, averiguar por qué sentía tal tristeza y un sentimiento como de traición justo cuando mi mente conjuró su rostro.
–¿Vas a responderme, mujer? ¡¿Quién demonios es el tal Jacob Black?!
Stanislav me tomó por los hombros y me acercó a él, tanto que su frio aliento chocaba a milímetros de mi rostro.
–No… no lo sé…
–¡¿Es alguien de tu pasado?!
–No lo sé… –mi voz sonó apagada, mientras mi mirada estaba perdida, pues buscaba frenéticamente la respuesta dentro de nublada mente.
–¡Maldita sea! ¿Quién es? –esta vez, Stanislav me zarandeó fuertemente, tanto que sentí dolor por la presión que sus manos ejercían en mi cuerpo.
–¡No sé!... ¡Suéltame que me haces daño! –le grité enfurecida mientras que con fuerza me zafé de su contacto –¿Qué parte de “no sé” no te queda clara? ¡No sé quien es Jacob Black! ¡Ni tampoco sé por qué puedo ver con claridad su rostro o por qué su recuerdo me duele!
La fuerza de mi voz retumbó en el garaje. Instintivamente, me abracé a mi misma, acariciando con mis manos ahí donde las de Stanislav me habían sujetado con fuerza. Imaginé que a pesar de que yo era más resistente al humano promedio, me iban a quedar marcas en la piel.
–Lo siento… –la voz de Stan sonó extraña, como si realmente lamentara haber sido brusco conmigo. No me digné siquiera a mirarle; estaba molesta por su reacción y furiosa por el hecho de que mi mente no fuera capaz de retener más que pequeños atisbos de mi pasado. –No pretendía hacerte daño.
–¿No? –dije sarcásticamente, mientras mantenía el rostro ladeado, mirando hacia cualquier otra parte que no fuera él.
–Te dije que parte de mi naturaleza vampírica lleva consigo el egoísmo, ¿no? Y también debería agregar que solemos ser bastante egocéntricos.
–¿Egocéntrico tú? ¡Nunca lo hubiera creído!
–Atena… –puso su mano bajo mi mentón y me obligó girar el rostro para verle directamente a la cara –Lo siento, no quise ser tan rudo… sólo que no es muy bueno para mi ego que después de anoche, de pronto el nombre de ese Jacob se instale en tus sueños y en tus recuerdos.
–¿Qué quieres decir? –pregunté confundida, ¿de qué demonios estaba hablando?
–¿Recuerdas que te dije que hablabas dormida?
–Ajá…
Stanislav soltó mi rostro y se llevó las manos a los bolsillos traseros de su pantalón. Ahora fue él quien paseaba la mirada por todos lados sin detenerse a mirarme un solo instante.
–Cuando te quedaste dormida, yo me quedé ahí, a tu lado… –suspiró profundamente –Y de pronto, te removiste inquieta y lo llamaste… dijiste “Jacob, mi Jacob”.
–No recuerdo haber soñado nada…
–Pues debiste estar soñando con él, pues lo llamabas entre suspiros…
Nos quedamos viéndonos el uno al otro. El me miraba interrogante, mientras yo lo hacía desesperada. ¿Es que no iba a poder recuperar nunca la historia de mi vida? Había tratado de ir obteniendo información sobre quién era esta “Atena” pero nadie me contestaba claramente Sólo eran respuestas demasiado vagas; se excusaban con el hecho de que no podían forzar mi mente y que poco a poco tenía que ir recobrando mis recuerdos cuando mi cerebro lo hiciera por sí mismo, justo cuando estuviera preparado.
Había intentado que por lo menos me contaran cuál era mi dinámica familiar, cómo me llevaba con Gianna, mi hermana, cómo era mi carácter con respecto a todos estos vampiros que prácticamente me habían criado, o cómo era yo en general antes del accidente. Pero nada,  se rehusaban a usar más de una frase corta para contestar mis preguntas.
“Siempre has sido tal y como eres ahora. Bueno, salvo que no eras tan remilgosa con nuestra forma de alimentarnos”, era la respuesta más larga que había obtenido de Apolo.  Cuando quise preguntarle algo a Stanislav, se limitó a decirme que antes de esto, no habíamos tenido ningún tipo de trato
“La guardia está compuesta en su totalidad por 50 vampiros, pero son pocos lo que están de fijo en Volterra. Por lo general nos dispersamos alrededor del mundo para mantener bajo control a los de nuestra raza. Antes de entrenarte, no tuvimos contacto alguno. Ni tu ni yo estuvimos jamás en el mismo lugar como para habernos conocido antes.”
–No sé quien es ese Jacob ni por qué sueño con él –dije volviendo al presente –Supongo que es alguien que conocí hace tiempo –dije sumiendo los hombros y con la mirada gacha.
–Supongo… –Stanislav volvió a estrecharme en sus brazos –¿Has vuelto a recordar cosas de tu pasado?  –su voz sonó casual, pero detecté la nota de interés oculta.
–No mucho, realmente. Sólo un par de retazos pero que parecen no tener relación entre si… Es como intentar armar un rompecabezas de un millón de piezas y sin saber realmente de qué figura se trata.
Stan me estrechó más fuerte contra su frío y duro pecho y depositó un breve beso sobre mi cabeza.
–Cuando menos lo pienses, tal vez más pronto de lo que crees, tendrás tu vida de regreso.
–Eso espero… –suspiré profundamente –Imagino que el golpe que me di contra las rocas cuando caí al tratar de huir de los Cullen fue baste fuerte como para dejarme sin recuerdos…
–Será mejor que entremos de una buena vez. –Stanislav me soltó de pronto y emprendió la marcha al interior del palazzo.
Me desconcertaba este tipo de cambios de humor tan bruscos de él, sobre todo aquellos que se presentaban cuando yo trataba de obtener información de mi pasado a través de él, o como en este caso, cuando hablaba de la noche en que había perdido la memoria.
“No soy bueno, no soy de fiar y no merezco tenerte…”
Esas habían sido sus palabras, y una pequeña vocecita en mi interior me dijo que debía tomarlas en cuenta y no dejarlas pasar por alto.
Lo seguí un par de pasos atrás, y sin poder evitarlo, empecé a recordar lo sucedido apenas unas horas antes, cuando Stan y yo habíamos estado tan cerca…
–¿Estás… segura? –me preguntó entrecortadamente mientras sus labios volvían a atacar los míos, con un beso apasionado y ansioso que me arrancó unos ruiditos lastimeros de la garganta.
–Sí… –fue todo lo que puse decir, mientras mi mente se sumía en el sopor de la excitación que corría vertiginosamente por mis venas.
Acarició la suave piel de mi mandíbula con el pulgar; instintivamente, separé mis carnosos labios, esperando saborear la frialdad tan dulce de los suyos, tal y como lo había hecho momentos antes. Fui consciente de que estaba sentada en su regazo, envolviendo su cintura con mis piernas, encajando nuestros cuerpos maravillosamente bien, igual que piezas que faltaran en un rompecabezas.
Se inclinó, ladeó su cabeza y me besó como si deseara hacerlo desde hace mucho tiempo. Fue un beso dulce, nada exigente; cerré los ojos y le rodee el cuello con los brazos, apretándome aún más contra su macizo cuerpo.
Stan gimió, como si su frío cuerpo hirviera en su interior. El deseo lo consumía, al igual que a mi, lo pude ver en el brillo de sus ojos carmesí.
Una vocecita muy lejana me decía que debía parar esto, ponerle fin al desastre que traería esto, pero mi cuerpo no obedecía. La sangre me martilleaba con furia en los oídos, agolpándose en el centro; la necesidad se apoderó de mí, ardiente e insoportablemente intensa. A medida que iba siendo consiente de cada parte de mi cuerpo apoyada en el de él, mi control se iba erosionando aún más.
Intensificó el beso y de mi garganta escapó un suave sollozo de rendición. Introdujo la lengua en mi boca, profundamente y le respondí con mi lengua sedosa. Noté los pezones erguidos bajo el algodón de su camisa, deseando con desesperación sentir sus caricias ahí. Con manos diestras, fue desabrochando uno a uno los botones de la camisa, dejándola resbalar por encima de mis hombros hasta mi cintura. Me cubrí tímida, sin estar segura si era la primera vez que estaba semi-desnuda frente a un hombre; o por lo menos, así lo sentí, como si fuera mi primera vez.
Me envolvió en la helada, pero a la vez, ardiente prisión de sus brazos. Me besó a un lado del cuello y regresó a mi boca, inclinando la cabeza primer a un lado y luego al otro, como deseando más, incapaz de saciarse. Sentí como si me ahogara, como si apenas fuera capaz de respirar, pero aún así, me negué a tomar aire. Me apretó aún más contra él y di un gritito ahogado, clavando mis dientes contra su labio inferior, al notar la dureza de su cuerpo excitado.
La pasión nos devoraba. Volvió a besarme de un modo casi salvaje, y le devolví el beso con la misma intensidad. Puso su mano sobre mi pecho derecho y me estremecí tanto por lo frío de su tacto como por el placer. Me besó el cuello abajo hasta llegar al pezón, erguido y tembloroso, lo lamió y después cubrió el seno con la boca.
Con un movimiento rápido, Stanislav se libró de la camisa y mi bikini, arrojándolos a alguna parte del chalet. De pronto, levantó mi cuerpo desnudo en sus brazos y me llevó hasta la cama.
–La puerta… –susurré suavemente, recordando que no le había puesto el seguro.
–Nadie se atreverá a entrar… –replicó el con seguridad.
Volvió a besarme y se detuvo para quitarse la camisa. Sentía que no podía esperar más, deseaba sentirlo a mi lado, satisfacer esa necesidad tan dolorosa que me embargaba. Lo vi deshacerse de las botas, desabrocharse el pantalón y recostarse a mi lado en la cama.
–¿Estás segura? ¿Estás segura que esto es lo que quieres? Si hacemos el amor… no habrá marcha atrás.
Sentí que me había quedado sin voz ante la intensidad de su mirada. Tenía que darle crédito al hecho de que a pesar de que la pasión parecía irnos consumiendo hasta la inconsciencia, aún así me daba el derecho de elegir.
Acaricié su masculino perfil con mis dedos, deteniéndome en la suavidad de sus labios. Lo besé larga y esmeradamente en la boca, siguiendo por un lado del cuello,  después por la oreja.
–Te deseo –dije en voz baja –Te necesito y nada más importa.
Alguna parte remota me advertía que eso no era verdad, que lo que pasara esta noche importaba mucho, pero en aquel momento me daba lo mismo.
Stanislav me besó, acarició mis pechos con suavidad; deslizó la palma de su mano por la zona lisa bajo el ombligo y siguió el camino más allá…
Me puse tensa al sospechar sus intenciones.
–Confía en mí. Deja que haga que nos guste a lo dos.
Sus palabras me tranquilizaron, relajándome un poco y Stan pudo situarse entre mis piernas, acariciándome con suavidad primero y después más profundamente, de un modo tan rítmico que hacía que me retorciera en el colchón con los dedos clavados en su espalda.
–Stan… por favor… no puedo… No… No puedo más.
–Relájate, cariño, tranquila. –Cambió de posición, oprimiendo  la dureza rígida de su bragadura contra la carne cálida y húmeda de mi conducto –Confía en mí y relájate.
Me poseyó con cuidado, como si buscara no lastimarme. Su rostro reflejaba un placer insoportable, pero también me di cuenta que luchaba por no perder por completo el control. Cuando llegó a la barrera de mi inocencia, se contuvo unos momentos más, permitiéndome amoldarme a él.
–Stan… –susurré vacilante, pero aún así, mi cuerpo se movía impaciente bajo el de él. –No te detengas…
–No podría… ni aunque mi existencia dependiera de ello.
Un beso ardiente y apasionado, y me penetró hasta el fondo. Solté el aliento con fuerza y después le devolví el beso, a la vez que lo tentaba con las manos, acariciaba las costillas, palpaba sus músculos y tendones, como si quisiera aprendérmelo centímetro a centímetro.
–Dios mío, Ren… Atena…
Mi respuesta inocente pero instintivamente apasionada pareció volverlo loco, impidiéndole contenerse más, como si hubiera estado absteniéndose mucho tiempo y me deseara demasiado. Retrocedió y volvió a tomarme, una y otra vez, tomándome profundamente con embates sucesivos. Me arqueé contra él, entregándome por completo al placer, sintiendo como un potente estallido en mi interior. Unos cuantos empujes más y mi cuerpo se apretó contra el de Stanislav, curvándome debajo de él, alcanzado mi propio clímax, tensa como un arco.
Stanislav me besó nuevamente, antes de rodearme con sus brazos y girar, de tal manera que dejó que yo quedara encima de él, apoyando mi cabeza sobre su duro pecho. Me sentía abrumada por la fuerza del deseo, sorprendida por el hecho de que había sido virgen, pura aunque no ingenua por la facilidad de una amante experta con la que había respondido a las caricias de Stan. ¿Qué clase de mujer había sido durante mi vida previa? No estaba segura de la respuesta.
–¿Estás bien? –preguntó Stan después de un rato. Por su tono de voz, imaginé que él estaría tan sorprendido como yo. ¿Qué podía decirle? Ahí, apoyada contra su pecho, envuelta en su frío abrazo, sintiéndome tan viva, pero a la vez tan confundida, ¿qué podía responder? Así que opté por la salida cobarde: cerré los ojos y fingí dormir. Imaginé que Stan iba a querer hablar, preguntar cosas que ni siquiera yo sabría qué contestar.
Al no obtener ninguna respuesta de mi parte, Stanislav no insistió. Sentí que cubría nuestros cuerpos con la colcha y me acercaba más a su cuerpo. Agradecí que no se apartara de mi, que no buscara romper nuestro contacto, porque a pesar de que no quería enfrentarme a él, tampoco quería alejarme de él.
El sueño poco a poco fue apresándome, haciendo que la maraña de pensamientos fuera quedando relegada en algún lugar de mi mente.


Me desperté sola. El lugar de Stanislav estaba vacío, pero aún así pude percibir su aroma en la almohada. Me dejé caer nuevamente contra la cama, desnuda mientras contemplaba las vigas del techo. Me dolía el cuerpo en sitios donde no me había dolido nunca, o por lo menos que yo recordara; el dolor suave que sentía entre las piernas me recordaba lo que había perdido la noche anterior.
Cerré los ojos mientras suspiraba profundamente y me estiraba perezosamente sobre la cama. Stanislav me había hecho el amor. Me había hecho sentir un placer inimaginable. Había sido salvaje en su deseo y al mismo tiempo, tierno. Sonreí al recordar cada una de sus caricias y mi corazón empezó a latir desbocado al rememorar el esculpido cuerpo de Stan.
–Veo que ya estás despierta –su voz tronó como si fuera un relámpago anunciando la tormenta. Abrí los ojos, encontrándome con un par de feroces ojos escarlata.
–Eerrr.. sí, acabo de despertar. –de pronto, me sentí nerviosa y un poco cohibida al ser consiente de mi desnudez. Agarré con fuerza la colcha que cubría mi cuerpo, y la apreté con fuerza contra mí, como si fuera un escudo protector.
–Ten –dejó bruscamente un bulto de ropa sobre la colcha –puedes usar esto para vestir.
–Gra… gracias –dije nerviosa, sin comprender del todo su frialdad. ¿Había hecho algo mal? ¿Es que lo que había sido para mi una experiencia inolvidable, para él era algo decepcionante?
Sin más, Stan se retiró, dejándome sola. Imaginé que en parte era para darme cierta privacidad, aunque ya me había visto tan desnuda como el día que nací, ¿entonces?... A toda velocidad, me puse el short y la camiseta que me había dejado. Me pasé los dedos por el cabello, esperando con eso no tener tan mal aspecto y verme por lo menos medianamente bien. Algo recelosa, bajé los escalones hasta la planta baja, donde Stan me esperaba apoyado contra la pared, cruzado de brazos y el semblante serio; de alguna manera, su actitud me recordó al rudo matón de una película antigua.
–Voy a entrar al baño… yo…
–Adelante
A toda velocidad, me di un baño, me lavé los dientes y me ocupé de todos y cada uno de esos pequeños rituales de higiene humana. Al salir del cuarto de baño, me percaté que a un lado de la puerta habían ido a parar, hechos un ovillo, la camisa y el bikini de la noche anterior. Al recordar cómo los había perdido, no pude evitar sonrojarme nuevamente.
–Ven –más que una petición, las palabras de Stanislav sonaron como una especie de orden militar. Él estaba rígidamente sentado en el sofá, con la mirada fija en el infinito, pero aun así era consiente de mi presencia.
Con paso decidido me acerqué a él; tenía mi orgullo y no pensaba demostrarle ni lo incómoda que me sentía ni lo mal que estaba sentándome esa actitud tan fría hacia mi.
–¿Qué pasa?
Stanislav me miró fijamente, taladrándome con la mirada. Sin voltear o parpadear siquiera, estiró la mano hacia la mesilla que tenía al lado derecho y tomó una especie de frasco que contenía un líquido rojo oscuro. No necesité esforzarme mucho para saber de qué se trataba.
Enarqué la mirada interrogante.
–Supongo que el ardor por la sed no se te ha pasado. Es de cerdo –arrugué la cara –el menú no era muy amplio y, después de todo, te viene bien.
Al escucharle hablar de la sed, sentí un picor en la garganta, recordándome esa otra necesidad que no había sido saciada la noche anterior.
A pesar de mi desagrado inicial, tomé el frasco y le di un largo trago al contenido. Pensé que iba a terminar vomitando, pero no, el sabor de la sangre empezó a calmar el ardor, aunque no del todo.
–Toma –volvió a decir, esta vez estirando su fría mano hacia mí para entregarme una cajita blanca con verde donde se leía “NorLevo”. Fruncí el ceño, confundida mientras habría la cajita y del interior sacaba una tira naranja metalizada con dos pastillitas blancas en su interior. Lo miré sin comprender –Anoche no usamos protección y bueno… tú eres hija de un vampiro y una humana…
No necesité más explicaciones. Comprendí el mensaje a la perfección: no nos habíamos cuidado y la posibilidad de un embarazo era bastante alta. Mentalmente me di un buen zape por dejar que las hormonas me hubieran hecho olvidarme por completo de esa posibilidad.
–¿Cuál es la dosis?
–Tómate una. Si te causa nauseas y la vomitas en un lapso de tres horas, te tomas la otra.
Sin habérmela tomado, ya sentía nauseas pero del miedo de haber quedado embarazada. Me aterraba la idea de enfrentarme a algo así, no me sentía preparada para ello, menos cuando no era capaz de recordar siquiera el último año de mi vida; cuando estaba preparándome a para una guerra sin cuartel y sobre todo, cuando había prometido alejarme de los Vulturis, y por ende, del potencial padre de mi supuesto hijo.
Con manos temblorosas, saqué una pastilla, la puse en mi boca y le di un trago al frasco de sangre. Tan largo que me lo terminé completamente.
–Gracias –dije por fin lo primero que se me ocurrió. –¿Cómo conseguiste la sangre y las pastillas?
–Soy un hombre de recursos –dijo sarcásticamente mientras hundía los hombros.
Nos quedamos callados; frenéticamente busqué algo que decir, algo que rompiera el bloque de hielo que se había instalado entre nosotros. ¿Qué había sucedido? ¿Se había arrepentido de lo que había pasado entre nosotros? Quería preguntárselo, pero mi orgullo y terquedad me impedían hacerlo, no iba a permitir que supiera lo mal que me estaba sentando su actitud.
–¿Qué hora es?
–Casi medio día…
–¿Tan tarde? –pregunté sorprendida –Vaya… creo que será mejor que me lleves al palazzo –dije casi frenética.
–¿Estás desesperada por regresar a los brazos de tu novio? –preguntó mordaz
–Siempre es agradable regresar a casa, ahí donde está tu corazón, ¿no? –le contesté en el mismo tono mientras me alejaba con rumbo al baño para cepillarme nuevamente los dientes. Imaginé que mi respuesta no le había sentado del todo bien, pues se quedó callado y se limitó a seguirme con la mirada. El no era el único que sabía jugar rudo.

 


Al entrar de lleno, aparté los recuerdos de mi cabeza. Llegamos en silencio hasta el amplio vestíbulo del palazzo. A pesar de vivir ahí, su belleza no dejaba de cortarme el aliento: era una amplia área blanca, desde el mármol lustroso del piso hasta las impolutas y níveas  paredes de donde colgaban un par de frescos de Gian Domenico Ferretti. El vestíbulo estaba rodeado de impresionantes arcos que conducían a diversas partes del palazzo, pero lo que más llamaba la atención era la imponente escalera de mármol, que al llegar al primer rellano en el escalón número diez, se dividía en dos tramos, que llevaban hasta el segundo nivel de la casa.  Justo ahí donde la escalera se dividía dos, en la pared estaba colocado el Rubens “El Juicio de Paris”, y más que una muy buena reproducción, conociendo lo que ya sabía de los Vulturis y su afición de coleccionar cosas valiosas, no dudaba ni un segundo que más bien la pintura del mismo nombre que exhibían en el Museo del Prado fuera en realidad la reproducción de la que estaba viendo en esos momentos.
–Te ofrezco una disculpa –Stanislav se detuvo de pronto y se volvió a mirarme; no tuve tiempo de detenerme, así que choqué torpemente contra él y si no fuera porque me sostuvo por el codo, hubiera ido a dar al suelo estrepitosamente.
–¿?
–Por mi comportamiento… no quise lastimarte ni ser brusco contigo –Sabía a qué se refería, pero preferí guardar silencio. –Supongo que mi ego resintió demasiado que estando entre mis brazos, fuera otro quien ocupara tus pensamientos.
¿Quería decir eso que estaba celoso del tal Jacob? No me atreví a preguntarle pero tampoco sabía cómo tomar sus palabras. En el trayecto de regreso, Stanislav dejó bastante claro que fuera lo que hubiera entre nosotros, era pasajero; no hizo promesas de ningún tipo. Más bien, quien había prometido irse y evitar buscar imposibles, había sido yo.
–Esta bien… –me encogí de hombros mientras le esbozaba una leve sonrisa. No sabía qué decir, estaba bastante confundida en esos momentos; habían pasado demasiadas cosas en apenas unas horas.
Miré de un lado al otro, buscando la presencia de Apolo o de alguno de los dueños de los autos del garaje. Pero el palazzo parecía desolado.
–No hay nadie –dije en un susurro
–Tal vez estén en alguna parte del palazzo. ¿Por qué no subes a tu habitación, tomas una ducha y descansas? Mientras, voy a buscar a los demás y me entero de qué traman. La presencia de Dimitri y Jane no es fortuita.
Asentí ligeramente con la cabeza. Stan acarició ligeramente mi mejilla con su fría mano y enfiló sus pasos hacia el ala izquierda de la casa.  Me quedé parada, observando alejarse por el largo pasillo hasta doblar al fondo a la derecha; sólo entonces, que mis ojos lo perdieron de vista, me acerqué con pasos lentos hacia la escalera para subir a mi habitación.
Menee la cabeza mientras sonreía tristemente.
“¿Por qué mi relación con Stan es tan complicada? ¿Por qué puedo sentirle tan cerca, pero a la vez tan lejos?” me pregunté. Aunque lo que más me preocupaba en esos momentos, era por qué mis instintos me decían que detrás de la cara que me mostraba Stanislav, había algo más. Y sobre todo, por qué ese sentimiento de desasosiego que iba creciendo en mi interior desde el momento en que el rostro de Jacob Black había emergido de la oscuridad en que estaban sumidos la mayoría de mis recuerdos.
Puse un pié sobre el primer escalón, cuando una voz que conocía bastante bien sonó a escasos pasos de mi.
–¿Te la pasaste bien? –la voz de Apolo estaba cargada de sarcasmo
–Apolo… –contesté con desdén, mirándolo casi de reojo.
–¿Qué pasa? ¿No piensas contarme qué tal fue revolcarte en la cama de Stanislav?
Me sorprendí,  pero traté de controlar mi reacción. La aparente actitud calmada de Apolo hizo que los vellos del cuello se me pusieran de punta.
–No sé de qué hablas…
–¿No? Vaya, así que ahora tienes problemas también con la memoria de corto plazo… ¿O es que la fama de conquistador de nuestro vampirito checo, es solo eso, fama? ¿Tan malo fue que ni siquiera merece la pena recordarlo?
Apolo se acercó más a mí, y pude ver sus ojos azules inyectados de sangre, mientras que su aliento apestaba a alcohol. Estaba borracho como una cuba. Borracho y bastante impertinente.
–Apolo, estas borracho y diciendo sandeces. –Le dediqué una mirada de desprecio y decidí seguir mi camino rumbo a mi habitación. No estaba de ánimo ni de humor para aguantar a mi “adorado” prometido, menos si estaba tan alcoholizado.
–¡No te atrevas a irte, pequeña embustera! –la voz de Apolo tronó furiosa mientras me agarraba con fuerza por el brazo y de un jalón me acercaba a él –¿Crees que no sé que vienes directamente de la cama de Stanislav? Tu cara de culpable te delata… Y tienes la desfachatez de venir vestida con su ropa.
–Sí, traigo ropa que me prestó amablemente después de que mi vestido terminara arruinado por las manchas de sangre de…. –ni siquiera me sentía capaz de hablar sobre el “banquete” de la noche anterior.  –Stanislav simplemente me ayudó a controlar la crisis nerviosa que me produjo la “fiestecita” de anoche. Que tu retorcida mente esté imaginando cosas que no son, no es mi problema.
–¡No me mientas! –me zarandeó con fuerza, tanto que sentí que mi cabeza iba a salir volando en algún momento –¡Todavía apestas a él!
–¡Me estás haciendo daño! ¡Sueltameeeeeee! –luché con fuerza hasta zafarme de él.
–¡Eres una cualquiera! ¡Tan remilgosa para compartir tu cama conmigo, tu prometido! A pesar de mis mimos, de tratarte como una muñequita, te portabas como una novia victoriana, negándome el placer de estar contigo, cuando en realidad, lo único que eres es una pu%$.
Furiosa por el insulto, le asesté una buena bofetada.
–¡Si no quiero estar contigo es porque me repugnas! –le grité –¡No soporto tenerte cerca de mi! ¡No me gusta estar contigo y no pienso hacerlo! ¡Primero muerta antes que permitir que me pongas un solo dedo encima!
Apolo se frotó la enrojecida mejilla.
–¿De verdad? Bien, te voy a dar gusto…
De pronto, me encontré en el piso, con Apolo encima de mi y sus manos rodeando mi cuello fuertemente. Alcé las manos, buscando defenderme, arañándolo con ganas, tratando de que me soltara y me dejara respirar.
Un sonido seco salía de mi garganta, mientras Apolo seguía apretándome el cuello con una mano, mientras con la otra me asestaba un puñetazo en el pómulo izquierdo, cerca del ojo, el cual casi de inmediato empezó a cerrarse.
Levanté la mano nuevamente, esta vez casi sin fuerzas. Empezaba a sentirme mareada por la falta de aire, y aún así, logré poner la mano en su mejilla, tratando de hacerle algún daño que lo hiciera quitar la presión sobre mi garganta y me dejara respirar.
En lugar de eso, un flashazo de imágenes salió a flote en mi mente.
Apolo estaba golpeándome, mientras yo trataba de defenderme, luchando contra él, respondiéndole al tú por tú cada golpe. Estábamos en un bosque oscuro y frío; Apolo se reía con crueldad de mis intentos por hacerle daño y eso me enfurecía aún más
–Este… berrinche, empieza a molestarme –había dicho –Ríndete de una vez y ahorrémonos esto.
–¡Primero muerta antes de irme contigo!
–Si así lo quieres…
Empezó a golpearme salvajemente, dejándome indefensa ante la potencia de su ataque. No estábamos solo, había otras tres siniestras figuras de túnicas oscuras que nos observaban impasibles, sin importarles que la bestia esta estuviera más que dispuesta a matarme.
“Dimitri… Gianna…” los había llamado Apolo, pero había otro nombre que se me escapaba… El nombre del otro que no hizo ni el más mínimo intento de ayudarme.
Mi mente empezaba a sumirse en la oscuridad, pero no como esa que ocultaba los recuerdos de mi pasado, sino una oscuridad más tenebrosa, parecida a los momentos finales de una vida. El aire me faltaba, dejándome sin fuerzas para luchar contra ese enloquecido semi-vampiro.
–¡Eres mía! ¡Y si no ten tengo, nadie más lo hará! –los gritos me llegaban muy a lo lejos.
Quise luchar, pero ya no podía más. Al mismo tiempo, mi mente buscaba el nombre de aquel vampiro que había sido testigo de una paliza igual que me había dado Apolo.
“Dimitri… Gianna…”
“Dimitri… Gianna…”
–Sta… Stanislav… –fue lo último que alcancé a murmurar antes de sumirme en la oscuridad.

 

Capítulo 27: NOTICIAS Capítulo 29: MEDIAS MENTIRAS, MEDIAS VERDADES

 
14439947 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios