CLARO DE LUNA de Midnight_girl

Autor: nessyblack, CECI
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 14/07/2009
Fecha Actualización: 21/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 74
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Capítulos: 37

EL REGRESO:

 

 

“Por fin” suspiré mientras observaba el anuncio de mi llegada a Forks. Había decidido hacer ese viaje en auto, aunque mis padres se habían empeñado que tomara un vuelo hasta Seattle. Pero si había decidido hacer un viaje largo era precisamente porque necesitaba mucho tiempo a solas y en silencio para poder dar rienda suelta a mis pensamientos; pensamientos que habían surgido casi un año atrás, y que me habían obligado a estar constantemente alerta para que mi papá, con ese maravilloso don que poseía, no se enterase de ellos....

 

 

AUTORA: MIDNIGHT_GIRL

 

 

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Capítulo 1: EL REGRESO

 

“Por fin” suspiré mientras observaba el anuncio de mi llegada a Forks. Había decidido hacer ese viaje en auto, aunque mis padres se habían empeñado que tomara un vuelo hasta Seattle. Pero si había decidido hacer un viaje largo era precisamente porque necesitaba mucho tiempo a solas y en silencio para poder dar rienda suelta a mis pensamientos; pensamientos que habían surgido casi un año atrás, y que me habían obligado a estar constantemente alerta para que mi papá, con ese maravilloso don que poseía, no se enterase de ellos.

Observé con detalle el pequeño poblado que se presentaba ante mí conforme me adentraba en él. Parecía ser uno de esos tantos y típicos días cubierto de espesas nubes, evitando que la luz del sol se filtrara entre ellas. Entendía por qué mi familia adorara vivir ahí, por qué añoraban poder regresar algún día, cuando hace unos seis años atrás tomaron la decisión de irse de ahí.

Seis años… qué rápido avanzaba el tiempo en la eternidad. Seis años aprendiendo lo que a la mayoría le tomaba toda una vida. Claro, pero yo no era como la mayoría. Ni mi familia más cercana era como la mayoría, ni siquiera él, el hombre por el que mis pensamientos se encontraban en una encrucijada desde hacía varios meses.

Al recordarlo, mi cuerpo no pudo evitar un estremecimiento. Aunque mi temperatura corporal sobrepasaba la media por algunos grados, el recuerdo de la última vez que nos vimos me provocó una sensación helada en el pecho.

Di vuelta a la izquierda en un cruce de caminos y enfilé el auto tratando de no presionar de más el acelerador. Aunque detestaba conducir a menos de 150 kilómetros por hora, sabía que no quería que el reencuentro con mi abuelo Charlie fuera él deteniéndome por conducir con exceso de velocidad mientras me aplicaba una infracción y amenazaba con llamar a mis padres para que me dieran una buena reprimenda.

Estacioné el “viejo” Aston Martin V12 Vanquish de papá fuera de la casa del abuelo. Su patrulla estaba estacionada en la cochera, por lo que supuse que se encontraría en casa. Tomé el ligero suéter negro que descansaba en el asiento del copiloto, así como el enorme bolso Vuitton que la tía Alice me regaló la semana pasada. A ella le encantaban las compras y buscaba el menor pretexto para regalarme cosas, contra las protestas de Bella, o mejor dicho, de mi madre, que temía que me convirtiera un una insoportable niña inmortal mimada. Aunque al final, creo que eso no había sucedido, porque mientras mis tíos Alice, Rosalie y Emmett, así como la abuela Esme serían capaces de poner el mundo a mis pies, mis padres y el abuelo Carlisle se encargaban de darle el balance necesario a mi existencia.  

No es que me regañaran en exceso o me castigaran con crueldad. No, no, ni siquiera habían sido capaces de darme una buena nalgada la única vez que hice un monumental berrinche, que de recordarlo, hasta a mi misma me provocaba darme una buena azotaina. No, eran demasiado pacientes pero inflexibles al hacerme entender, mediante las palabras, la diferencia entre el bien y el mal, así como mi responsabilidad hacia mi familia y aquellos que me rodean.

 

Me eché un último vistazo en el retrovisor, comprobando que tenía un aspecto “decente” después de conducir el auto más de doce horas. Salí del auto con un movimiento rápido pero elegante, aprendido de las exquisitas y ultra femeninas mujeres de mi familia. Subí a prisa los escalones de la entrada y toqué con firmeza a la puerta. Estaba nerviosa, sentía un enorme nudo en la garganta y en el estómago por la anticipación. Aunque Charlie había sido una presencia constante en mi vida, habían pasado por lo menos seis meses sin vernos físicamente.

No cabía duda que no solo los Cullen poseían una asombrosa fuerza, también del lado de los Swan  se había hecho un importante aporte en ésa área a mi carga genética. Porque, aunque el abuelo Charlie no poseía esos descomunales músculos del tío Emmett, o la agilidad y destreza del tío Jasper o de mi propio padre, el abuelo había mostrado una fortaleza por demás envidiable, una entereza extraordinaria para, sin jamás hacer una pregunta directa, comprender y aceptar las extraordinarias circunstancias que envolvía a los Cullen, entre ellas, mi propia existencia. O, ¿de qué otra forma se entendería que, aceptara que en ocho años, había pasado de ser un bebé en pañales, a una mujer con la apariencia de entre 18 o veinte años, totalmente desarrollada física y, esperaba, mentalmente?

Al tercer golpe que di a la puerta, esta se abrió lentamente, a la vez que el rostro de mi querido abuelo se asomaba por ella.

–¡Nessie! – Pronunció con cariño, pero a la vez, bastante sorprendido de verme. –¿Pero…? ¿Qué…? ¿Cómo….? Tú…. –Las palabras se le agolparon antes de fruncir el seño, perplejo – ¿Tenemos problemas?– Su voz estaba cargada de recelo mientras salía al exterior, y de una forma casi cómica, giraba su cabeza de un lado al otro, como esperando ver lo mismo una banda de gangsters como una legión de extraterrestres invasores.

–¿Problemas?– Repliqué un tanto divertida, al captar levemente que durante todos estos años, el abuelo había desarrollado varias teorías para explicar lo inexplicable que había alrededor del otro “bando” de la familia. –¿Por qué tendríamos que estar en problemas para visitar a mi abuelito? La última vez que nos visitaste, me dijiste que te encantaría que viniera un día a Forks, que morías por tenerme aquí contigo.

Charlie se olvidó de sus teorías y sus sospechas con mis palabras. Se hizo a un lado, y sonriendo de oreja a oreja, me abrazó con fuerza.

–¡Me alegro que lo hicieras! Ya sé que nos llamamos seguido, pero no es lo mismo. No puedo abrazar a mi nieta favorita por el teléfono.

–¿Tu nieta favorita? Abuelo, soy la única que tienes –dije poniendo demasiado énfasis a lo de “única”. –O a caso, ¿me cambiaste por alguna nieta adoptiva a la que sí puedas sentar en tus rodillas? –No pude evitar sonar celosa.

Charlie se empezó a reír con ganas, mientras me daba un pellizquito en la mejilla izquierda

–En eso te pareces demasiado a tu madre: rápidamente sacas conjeturas y te pones hipersensible…. Claro que no tengo ninguna nieta adoptiva o escondida por ahí…. A ver, antes de seguir con esto, será mejor que entremos a la casa. Ya estoy demasiado viejo como para que la humedad no haga mella en mis huesos o en mis pulmones. ¿Dónde está tu equipaje, Nessie?

–En el auto, pero ni creas que voy a dejar que lo bajes. Ya no tienes la edad para cargar cosas taaaan pesadas.

–Pero no soy ningún viejo decrépito, soy lo bastante fuerte aún para…

–Abuelo, ni Sansón o el tío Emmett serían capaces de cargar con facilidad el equipaje que traigo –lo interrumpí– Tía Alice fue quien me ayudó a empacar.

Solo con pronunciar el nombre de “Alice” y la palabra “empacar” en la misma oración, el abuelo se dio una idea de lo que estaba implícito.

–¡Oh, ya veo! –lentamente me condujo al interior de la casa mientras cerraba tras nosotros la puerta. –¿Tienes hambre? ¿Sed? ¿Quieres pasar al baño? Imagino que quieres estirarte un poco antes de que me acompañes a cenar.

–No a las dos primeras preguntas, sí a la tercera… ¿Dónde está el baño?

–Arriba, la primera puerta a la derecha de las escaleras…. Supongo que eras muy pequeña para recordar la última vez que estuviste en esta casa, así que tendré que darte un tour para que no te pierdas en esta mansión –dijo mientras esbozaba una sonrisita tan parecidas a las de mamá cuando hacía alguna broma.

Charlie me dio un rapidísimo tour por la casa, mostrándome dónde estaba qué cosa. Cuando me mostró el cuarto que había sido de mi madre mientras ella vivió con él, noté que la voz se le cargaba de emoción.

–Esta habitación fue de Bella desde el día que nació, y no sabes qué feliz soy de que hoy duermas en la misma cama que ella… –no volví la vista para mirarlo, porque sabía que odiaba esos exabruptos emocionales, no era bueno manejando los sentimientos, pero estaba casi segura que sus ojos estarían luchando por no dejar salir las lágrimas. –En fin, te dejo para que entres al baño y te pongas presentable para la cena.

–Eso suena como si tuviera que salir por la maleta número seis de mi equipaje y sacara mi mejor vestido de gala. –Dije al tiempo que me cruzaba el pasillo hasta la puerta del baño.

–¿Maleta número seis? ¿Traje de gala? –el sonido de la voz por demás confundida de mi abuelo me divirtió, casi podría ver en mi mente su rostro perplejo.

–Es una broma. –Grité a través de la puerta cerrada. Me acerqué al lavabo y me observé detenidamente en el espejo. No es que fuera vanidosa, no, ese departamento en la familia era completamente dominado por la tía Rosalie, pero tampoco me gustaba ser descuidada con mi aspecto. Me lavé las manos y el rostro, dando gracias por la perfecta piel heredada de los genes de mi padre, porque si estuviera usando maquillaje en esos momentos, probablemente tendría un aspecto horripilante con el rímel y el delineador de ojos corrido.

Lo que más deseaba en esos momentos era tomar un buen baño, ponerme el pijama y acostarme a dormir. Pero supuse que ese pequeño ritual humano lo tendría que llevar a cabo después de la cena, porque seguramente Charlie estaba ansioso por saber de mi madre, de mí y con algo de renuencia, de papá y el resto de los Cullen.

Me acomodé el pelo con los dedos, mientras le echaba un último vistazo a mi atuendo. El pantalón de mezclilla negra y la blusa rosa de cuello alto parecían inmaculados, así como mis botas altas de tacón stiletto. Nada mal para un viaje de doce horas en el auto.

Bajé con lentitud las escaleras, observando a detalle aquella casa donde mamá vivió un tiempo. Aquella casa había sido testigo de cómo había nacido la historia de amor de mis padres. Suspiré al recordar cómo se miraban con adoración, la forma en que sus ojos se iluminaban al mirarse mutuamente. La mayoría de mis fantasías románticas estaban basadas en mis padres, porque yo quería encontrar un hombre que me amara como papá amaba a Bella. Yo quería sentir esa misma emoción que ella mostraba cuando él se limitaba a tomarle de la mano. Si había visto que esa clase de amor existía, no podía conformarme con menos.

Claro que no estaba segura si el objeto de mis ensoñaciones románticas pensaría lo mismo. Uno de los motivos por los que había decidido hacer ese viaje a Forks, era por que no me lo podía sacar de la mente… Estaba demasiado confundida, pero a la vez, demasiado decidida aclarar lo que sentía por él.

Había crecido siendo una presencia constante en mi vida. Alguien incondicional, mi compañero de juegos, mi confidente, mi cómplice de travesuras. Pero un día, hace casi un año, lo vi de otro modo, empecé a “sentirlo” de otra manera… ya no era esa ternura, esa complicidad que siempre había sentido por él. No, no, era algo más… algo que me hacía estremecer con solo evocar sus ojos o su sonrisa. Algo que no me atrevía a nombrar por miedo a confundir las cosas y arruinar mi relación con él.

Él… ya no me sentía capaz de pronunciar su nombre ni siquiera a mi misma. Él, que siempre había estado junto a mí, que significa para mí lo mismo que mamá o papá, pero en un sentido diferente. Porque esos sentimientos, esos sueños que tenía sobre él, eran todo menos fraternales… Él, que su nombre era…

–¡Jacob Black! ¡Qué bueno es verte otra vez, muchacho! ¿A qué no sabes quién está de visita?

La voz de mi abuelo, proveniente de la puerta de entrada,  me sacó de la ensoñación en que estaba sumida. ¿Jacob estaba aquí? ¿Sabría que venía? ¿Mis padres se habrían comunicado con él? Súbitamente, sentí que las manos me sudaban y me temblaban a la vez, por la anticipación de verlo después de estos doce meses. Instintivamente, retrocedí varios escalones arriba.

–Por el auto que está estacionado allá fuera, imagino que es o el Presidente o Bella y Edward Cullen.

La voz de Jake tenía un cariz extraño, no sabría decir si entre suspicaz o emocionado.

–¡Wow! Así que tenemos visitas, ¿eh, Charlie?

–Así es, Seth. Me alegro que tu madre sea quien cocine en esta casa, porque sino, probablemente la visita se regresaría en un santiamén al ver lo desastroso que soy para la cocina.

El murmullo de las voces se dirigió a la cocina, mientras hacía tiempo para controlar la respiración. No quería que mi reencuentro, con el objeto de mis desvelos fuera un desastre gracias a mis descontroladas reacciones.

Respiré profundamente una última vez antes de bajar con sigilo las escaleras dirigiéndome a la cocina. Las voces charlaban animadamente, incluyendo una cuarta voz perteneciente a una mujer, que no había escuchado momentos antes.

–Sue, eso huele maravillosamente

–Gracias, Charlie… Será mejor que ustedes se pongan a preparar la mesa  si quieren cenar en esta casa.

–Esta bien mamá… Jacob, te toca poner los cubiertos.

Sin darme cuenta, llegué hasta el umbral de la cocina, justo cuando Jacob se ponía de pié y giraba en redondo para contestarle a Seth, quien ya se encontraba frente a mi con cara de sorpresa. Jacob esbozaba una sonrisa mientras volteaba el rostro, pero al momento de verme, su mueca se congeló, y lo que debía de ser una sonrisa abierta, alegre, se terminó convirtiendo en una mueca que reflejaba el impacto de verme ahí.

–Renesmee…

No pude evitar estremecerme de placer al escuchar la forma en que pronunció mi nombre, como una suave caricia.

Nos miramos fijamente y antes de que la emoción me dejara articular palabras, Charlie dijo:

–¡Nessie, me arruinaste la sorpresa!... En fin, chicos, Sue, mi nieta vino de visita. –Charlie se escuchaba muy emocionado, e imagino que su rostro lucía igual… la verdad, no sabría decirlo a ciencia cierta, porque mis ojos se negaban a apartarse del rostro de Jake. La abuela Esme decía que era de muy mala educación quedársele viendo a las personas por mucho tiempo, y probablemente, si estuviera ella presente, ya me hubiera reprendido por eso, pero sinceramente, ni quería ni podía dejar de verlo. Era como si mis ojos tuvieran vida y voluntad propia.

 

 

 

 

–Nessie, ¡qué sorpresa tenerte por aquí! –Los brazos de Seth me rodearon en un abrazo casi sofocante, como si de una boa constrictora se tratara. Aunque sabía que era imposible, sentía que mis costillas estuvieran a punto de partirse en dos.

–Gracias… Seth… yo también me alegro de verte. –Intentaba de alguna forma amable y educada separarme de su abrazo.

–Suéltala –la voz de Jake tronó secamente. –Creo que la estás sofocando con esos brazos de oso que tienes.

Seth me volteó una mirada apenada y procedió a liberarme de su prisión.

–Disculpa, Nessie, sólo que me emocioné al verte, ¡de verdad! ¿Vienen tus padres contigo? ¿Cómo están Alice, Emmett y Jasper? ¿Carlisle y Esme? ¿Rosalie por fin dejó de ser un engorro?

–Seth, no la aturdas con tantas preguntas.

–¡oops! Cierto, Jacob… Perdona, Nessie.

Esbocé una sonrisa al ver la mirada contrita de Seth. Tal vez él había nacido quince años antes que yo, pero sin querer pecar de soberbia, creo que yo lo adelantaba y por mucho en lo referente a la madurez. Desde que tenía uso de razón, Seth siempre había sido el mismo adolescente algo alocado y rebelde. Por eso era mi segundo hombre-lobo favorito. Mi licántropo predilecto estaba justamente frente a mí, sin dirigirme ni una sola sonrisa o un “hola” como saludo. Nada, parecía una piedra labrada a cal y canto en medio de la cocina de Charlie.

Sue Clearwater tampoco se desvivía por darme una calurosa y eufórica bienvenida. Claro que no esperaba fuegos artificiales ni una banda de guerra amenizando mi llegada, pero por lo menos sí esperaba un poco más de entusiasmo de parte de la gente que conocía de tanto tiempo. Parecía que los únicos felices de mi visita a Forks eran el abuelo y Seth.

–Vaya, Renesmee, sí que has… cambiado desde la última vez. –pronunció Sue mientras me dedicaba una larga mirada, recorriéndome desde la punta del pie hasta el último de los cabellos de mi rizada melena. Creo que a ella también le hubieran caído muy bien unas cuantas clases de modales y buenas maneras que Esme nos repartía a diestra y siniestra.

–¿No piensas decirle ni siquiera “hola” a mi nieta, Jacob Black? –Charlie miró al interpelado fijamente. No sólo yo era consiente de la actitud casi… chocante que estaba tomando Jacob.

–Hola, Renesmee.

Si no me hubiera sentido tan… ¿aprensiva? ¿rara? ¿incómoda? por la actitud de él, me hubiera reído a carcajada limpia por el tono y la expresión de Jacob. Parecía un preescolar que a regañadientes hacía lo que su padre le ordenaba.

Además, me había dicho “Renesmee”, ¿dónde había quedado el dulce “Nessie” de toda la vida? Casi había logrado que mi madre cometiera su primer asesinato vampírico a causa del sobrenombre que me había puesto a los cinco minutos de haber nacido. Había logrado que todos, menos mi mamá, me llamasen así. Es más, a veces si alguien me llamaba por mi nombre de pila, no reaccionaba a él, porque estaba acostumbrada al “Nessie” desde el primer día de mi existencia. Así que ¿por qué ahora me trataba con ese formal y frío “Renesmee”?... Bueno tal vez sí sabía la razón, de ese “Renesmee” que me molestaba, pero había esperado que estos meses sin vernos lo hubieran suavizado lo suficiente como para olvidar lo que sucedió la última vez que estuvimos juntos.

–¿Pero qué demonios…? Por favor, Jacob, parece que te estuvieran sacando una muela en lugar de saludar a nuestra querida Nessie.

Parecía que al fin Jake había caído en cuenta dónde y con quién estaba en esos momentos. Carraspeó  para aclararse la garganta antes de dar un par de zancadas y acercarse a mí. Tal como era su costumbre, vestía únicamente un pantalón de mezclilla cortados en forma de bermudas y unas sandalias. La ausencia de camiseta me permitía darle un rápido vistazo a sus músculos que parecían haber sido cincelados por un artista del Renacimiento. Si no me controlaba, mis hormonas me iban a jugar una muy mala pasada delante de los presentes.

–Lo siento… Nessie, creo que la sorpresa de verte así, tan de repente en Forks me dejó algo tonto para reaccionar…. Claro que me da gusto verte. ¿Cómo están todos en tu familia?

Antes de que siquiera pudiera articular palabra, Sue interrumpió cualquier posible respuesta de mi parte.

–Creo que será mejor seguir con la charla más adelante. Renesmee debe de estar hambrienta y cansada después de un viaje tan largo… Seth, Jacob, será mejor que muevan sus perezosos traseros y se pongan en acción para poner la mesa y poder cenar de una buena vez. Charlie, trae la otra silla que pusiste en el patio. La vamos a necesitar. Y tú, niña, siéntate en lo que la cena está lista –pretendí decirle a Sue que yo también quería ayudar en la cena, pero ni siquiera me dejó abrir la boca para agregar algo –No, niña, acabas de llegar así que aprovecha para que estos hombres te mimen, porque no creo que tengas otra oportunidad para gozar de tanta buena disposición de su parte.

Estuve tentada en decirle que no era la primera vez que ellos tres me consentían, en especial el enorme hombre que en esos momentos luchaba por sacar con cuidado unos platos de la alacena, pero me callé al imaginar que eso era algo que no sería del interés de Sue Clearwater, aún cuando era la “novia”, por llamarla de algún modo, de mi abuelo.

Vaya que si eran una pareja por demás peculiar la que habían formado ella y Charlie. No vivían juntos, pero casi todos los días el uno estaba en la casa del otro. No eran buenos mostrándose afectuosos el uno con el otro delante de la gente, pero en su mirada se notaba el cariño que sentían mutuamente. Si sentía un enorme amor por mi abuelo, una inquebrantable confianza en él, Sue a veces me daba miedo… podía llegar a ser toda una Generala, dando órdenes a diestra y siniestra, y no se detenía ante nada ni nadie para decir aquello que la incomodaba. No cabía duda de dónde había sacado Leah el famoso genio por el que era conocida: todo se lo debía a su madre.

Una vez puesta la mesa, nos sentamos para degustar el platillo que había preparado Sue. Era una especie de asado acompañado de vegetales y puré de papa. Imagino que estaba delicioso, por la forma en que Seth y el abuelo atacaban sus platos. Jacob parecía tener muy poco apetito, pues apenas pinchaba uno que otro trozo de la carne, y era raro en él, porque junto con Seth, eran famosos por su insaciable manera de comer.

En cambio yo, bueno, mi dieta no era de lo más común. Aunque podía ingerir cualquier alimento, como el resto de los humanos, mi dieta favorita era la misma que el resto de los Cullen. Prefería alimentarme a base de pumas y osos pardos salvajes. No había nada como la caza, la adrenalina que sentía cada vez que me enfrentaba a esos animales. Una vez, el tío Emmett y la tía Rosalie me llevaron de cacería a África. Había sido una de las experiencias más gratificantes de mi cortísima existencia, y no era para menos, si había logrado cazar a un león, el jefe de la manada.

Haciendo un esfuerzo que iba más allá de mis fuerzas humanas y vampíricas, procedía comer lo que Sue había preparado. No quería ofenderla y terminar creándole algún problema con mi abuelo.  Resignadamente, me llevé a la boca unos trozos de brócoli (si había algo que más detestara en esta vida, eran los vegetales… iugg!).

–¿Cómo está la familia, Renesmee? –inquirió Sue, como decidiendo que era momento de continuar con la charla que había interrumpido momentos antes.

–Bien... Carlisle sigue trabajando en la clínica, Esme sigue con lo de la decoración y restauración de casas antiguas… los demás, siguen en lo suyo. Ya sabes, sin grandes cambios ni sorpresas.

–¿Siguen en New Hampshire?

–Solo los abue… –no estaba segura cómo tomaría Sue la palabra “abuelos” para referirme a Carlisle y a Esme, cuando físicamente aparentaban ser solo unos  seis o siete años más grandes que yo– solo Esme y Carlisle están ahí de fijo por el momento. Jasper y Alice están pasando una temporada en Denali con unos… primos que tenemos ahí. Emmett y Rosalie andan de vacaciones en Rusia.

–¿Y Bella y Edward? –quien preguntó fue Seth, mientras trataba que la comida no se le escapara por la boca.

–Ellos están en Montreal. Bella quiere perfeccionar su francés sin tener que irse hasta París… Ya saben, después de lo de Renée, es renuente a alejarse demasiado de la familia.

Por un momento, quedamos en silencio, recordando a mi fallecida abuela materna. Renée Dwayer había fallecido junto a su marido Phill hacía siete años atrás durante un huracán que golpeó con fuerza la isla del Caribe donde se encontraban pasando unas vacaciones. Podía recordar perfectamente el dolor de mi madre cuando recibió la noticia, así como los posteriores días, sumida en una profunda tristeza. Creo que fue la primera vez que mamá se dio cuenta de que al elegir la eternidad, uno de los tantos costos que iba a pagar sería irse despidiendo de todos aquellos “mortales” que tanto amaba.

Había tenido que aprender a ir sobrellevando la pérdida de mi abuela un día a la vez; ella decía que el consuelo que le quedaba es que no había tenido que desaparecer de la vida de la abuela súbitamente para no exponerla al peligro a causa de nuestros secretos. A mamá siempre le dolió tener que estar lejos de Renée y darle largas a las visitas que aquella con tantas ansias le pedía. De hecho, la abuela le había casi suplicado a Bella que la acompañara junto con papá en esas vacaciones. En el fondo, mamá se preguntaba si ella hubiera podido salvarles de haberlos acompañado tal y como Renée y Phill les pedía.

–Sí, fue una pena lo de Renée y su marido –Charlie dijo por lo bajo mientras trataba de aclararse la garganta –En fin, es mejor no hablar de cosas tristes y celebremos la visita de mi niñita pequeña favorita. –mientras decía esto, me daba un ligero apretón en la mejilla derecha.

–Abuelo, con mi metro setenta y tres de estatura, creo que lo menos que se podría decir es que soy una “niñita pequeña”.

–Y no solo por la estatura, porque por donde te vea uno, es más que evidente que ya no eres una niña, ¡ja, ja, ja! –Seth estaba destornillado de la risa mientras Jacob y el abuelo le dirigían una mirada furiosa y yo trataba de no sonrojarme ni darle una patada por debajo de la mesa.

–¡Seth Clearwater, compórtate!

–Lo siento, mamá –Pero la mirada divertida de Seth indicaba que estaba todo, menos apenado –Disculpa Nessie, pero siempre has sido divertidísimo tomarte el pelo y verte poner roja como un tomate… En eso eres idéntica a Bella….. Oh, disculpa, hermano…. – Seth se puso serio de repente, al tiempo que miraba algo avergonzado a Jacob. Seguramente le había dicho algo que el resto de los presentes nos habíamos perdido.

Traté por todos los medios no mirar a Jacob que estaba sentado enfrente de mi, entre Seth y su madre. Charlie estaba sentado a mi derecha, mientras Seth estaba a mi izquierda. No necesitaba mirar a Jacob para saber que estaba enojado. El por qué, todavía no estaba segura de adivinarlo.

Terminamos de cenar casi en silencio, intercambiando algunas palabras realmente intrascendentes. Esperaba que tomaran mi actitud casi silenciosa como una muestra del cansancio que tenía a causa del viaje. Sue prácticamente nos echó de la cocina, evitando que le ayudáramos siquiera a recoger los platos. Sólo Charlie fue admitido como ayuda para secar los platos.

Seth se encaminó al viejo sofá de la sala, y dejando caer toda su enorme humanidad en él, se desparramó mientras se apoderaba del control remoto y empezaba a cambiar de un canal a otro buscando algo qué ver. Quedé parada a un lado de Jacob, sin saber si qué hacer a continuación.

–¿Quieres salir al porche? Hace una buena noche, se alcanzan a ver algunas estrellas.

Quise que no se notara mucho la emoción que me embargó al darme cuenta que recordaba cuánto me gustaba observar las estrellas.

–Sí, claro, me encantaría.

–Vamos pues.

Jacob se adelantó a abrirme la puerta y se hizo a un lado para dejarme pasar. Antes de entrecerrar la puerta, le gritó a Seth que estaríamos sentados en el porche, por si Charlie preguntaba.

El abuelo había puesto un par de mecedoras ahí fuera, así que nos sentamos en ellas. Había un poco de viento, cargado del aroma de la tierra húmeda y de los árboles del bosque que colindaba con la casa. Parecía que ninguno sabía qué decir para romper el silencio, por lo que estuvimos lo que parecían bastantes minutos sin decir palabra alguna.

–Jacob…

–Tú…

Rompimos a reír con nerviosismo.

–Tú primero.

–Primero las damas

–Pero iba a decir una tontería

–No importa, tú primero.

–No, tú.

–Nessie… –dijo utilizando el mismo tono que usaba para advertirme que me estaba poniendo algo pesada.

–Nada, solo quería decirte que me alegraba verte de nuevo.

–¿De verdad? –sonaba algo escéptico

–¡De verdad! –su duda me dolió –Te hemos extrañado mucho.

–¿Hemos? Dudo que toda tu familia no haya suspirado de alivio cuando me fui de New Hampshire.

–Ok, ok, tal vez exageré un poco… todos, menos Rosalie, te hemos echado de menos. Emmett extraña a su compañero de beisbol. No es que no aprecie el talento de Carlisle, pero dice que tú no eres tan quisquilloso para hacer morder el polvo a papá y al tío Jasper.  Sabes que te consideramos parte de la familia.

–Eso no me pareció la última vez que hablamos

–Si.. este… sobre eso, quería decirte que…

–Prefiero no tocar ese tema. –Jacob cruzó los brazos sobre su desnudo pecho. Conocía ese gesto: era cuando el Jacob orgulloso salía a flote y no había forma de razonar con él.

–Pero yo si… tengo que decirte algo.

–No quiero escucharlo

–Por favor, déjame decirte “lo siento”… no sabes lo mal que lo he pasado por todas las estupideces que dije cuanto te fuiste.

–¿De verdad, Renesmee? ¿Realmente has dejado de pensar que mi único interés que tenía en ti y en tu familia era el dinero que les podía sacar a los Cullen? –Levantó la ceja de forma irónica mientras esperaba una respuesta de mi parte.

Recordé algunas de las cosas que le dije aquella vez

“Por mi te puedes ir al infierno, Jacob Black… lárgate con Leah, no importa. Total, a ti nunca te hemos importado realmente. Lo único que buscas es el dinero de los Cullen”

“Por lo menos ten la decencia de reconocer que ya te enfadaste de estar de lamebotas del abuelo, esperando una buena tajada de la fortuna de mi familia. No pongas de pretexto que tu padre está muy enfermo”

“Para mi nunca has sido mas que una especie de nana-guardaespaldas. Y ahora que ya estoy bastante crecidita, creo que no me haces falta. Un criado menos qué pagar en la nomina”

–Jacob, por favor, te lo suplico, déjame disculparme, déjame explicarte por qué fui tan… tan…

–¿Tan….?

–Tan… mala, idiota, cabezona, grosera, imprudente, inmadura, dura, estúpida y…

–Vale, vale, ya entendí el punto

Suspiré mientras lo miraba fijamente, suplicante, expectante. Esperaba que en su corazón todavía quedara un poco del cariño que siempre me había profesado. Sabía que lo había lastimado, que lo había ofendido, pero sinceramente, esperaba que algo de nuestro viejo y especial vínculo le permitieran darme una oportunidad para sanar las heridas.

Respiró profundamente, como resignado a pasar por un trago amargo que consideraba innecesario y molesto.

–Soy todo oídos, Renesmee… Espero que esto valga la pena para ti.

–Gracias, Jacob.

Me acomodé mejor en la silla, respiré profundamente y esperé que las palabras adecuadas vinieran a mí. No quería estropearlo diciendo cosas sin sentido o mal entendidas. Sabía que estaba en un punto crucial en nuestra relación, y no quería arruinarlo más de lo que ya estaba. De solo pensar en no recuperar a mi Jacob, el corazón se me estrujaba dolorosamente.

 

Capítulo 2: MALOS ENTENDIDOS

 
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