CLARO DE LUNA de Midnight_girl

Autor: nessyblack, CECI
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 14/07/2009
Fecha Actualización: 21/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 74
Visitas: 97559
Capítulos: 37

EL REGRESO:

 

 

“Por fin” suspiré mientras observaba el anuncio de mi llegada a Forks. Había decidido hacer ese viaje en auto, aunque mis padres se habían empeñado que tomara un vuelo hasta Seattle. Pero si había decidido hacer un viaje largo era precisamente porque necesitaba mucho tiempo a solas y en silencio para poder dar rienda suelta a mis pensamientos; pensamientos que habían surgido casi un año atrás, y que me habían obligado a estar constantemente alerta para que mi papá, con ese maravilloso don que poseía, no se enterase de ellos....

 

 

AUTORA: MIDNIGHT_GIRL

 

 

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Capítulo 4: ENOJOS

–¡¡¿Qué están haciendo?!!

Sentí que el corazón se me hubiera parado y un horrible estremecimiento me recorrió desde la punta del dedo gordo del pie izquierdo, hasta el último de mis rizados y cobrizos cabellos.

Giré el rostro levemente hacia la derecha para encontrarme con el rostro desdibujado por las carcajadas de Seth.

–Ja, ja, ja, ¿los asusté?... Así tendrán la conciencia –al parecer, Seth no era capaz de controlar su risa.

–¡Seth, casi me provocas un infarto! – le chillé – Te juro que me dan ganas de pegarte por asustarme así. ¡Bruto!

–Ja, ja, ja, lo siento, Nessie –parecía todo menos arrepentido – Pero no pude evitarlo. Estaban tan concentrados en lo que hablaban que no me escucharon cuando les grité primero, y luego cuando les silbé.

Le lancé una disimulada mirada a Jacob para comprobar si él también se había asustado como yo, pero su rostro reflejaba que más que susto, la interrupción de Seth le había provocado un gran disgusto.

–Me pregunto si algún día vas a madurar al fin –el tono de voz de Jake era bastante seco.

–Mmm… no sé, tal vez, pero tú no pierdas la esperanza –mientras hablaba y con singular alegría, se sentaba entre Jacob y yo. –En fin, los estuvimos buscando por un buen rato, hasta que los vi. No pensamos que fuera a haber tanta gente desde temprano, bueno, aunque siendo día del trabajo, no me extraña que….

–Un momento, ¿cómo que “nos andaban buscando”? –Jake puso demasiado énfasis al pronunciar la última frase– Eso me suena a manada

–¡Exacto! –la sonrisa de Seth era bastante burlona –Allá atrás vienen Quil con Claire y Embry. Leah dijo que tal vez venga más tarde con los niños.

No sé si mi cara había reflejado el desagrado que sentí escuchar el nombre de Leah. No me apetecía nada un encuentro con ella, ya que siempre había mostrado una animadversión contra los Cullen que rayaba en lo ridículo. Y sobre todo, recordaba las palabras de la tía Rose que insinuaban el interés más que amistoso que tenía Leah por Jacob.

–¡Vaya! Así que habrá casa llena este día…

Seth lanzó una carcajada y se volteó para hacer una seña con la mano al resto de los chicos. Quil venía cargado con una hielera, dos toallas, una sombrilla extra-grande, un salvavidas redondo y una niña de unos 10 años agarrada de su mano. Se veía bastante cómico con todo eso encima. Embry únicamente cargaba una pelota de voleybol y una hielera más pequeña. El grupo se unió a nosotros en un parpadeo, y a partir de ahí, fue imposible que Jacob y yo estuviéramos solos.

 

 

 

La mayor parte de día transcurrió entre la camaradería reinante entre Jacob y el resto de los chicos. Nos la pasamos jugando, charlando y comiendo. Descubrí que las dos hieleras que habían llevado Quil y Embry contenían comida suficiente como para alimentar a un regimiento por un mes, pero más gracia me dio ver la manera en que comían estos enormes chicos quileutes. Parecía una competencia para ver quien podía engullir más sándwiches por segundo.

Los únicos “peros” de ese día casi perfecto fueron primero, la aparición de Leah con dos niños pequeños. Un niño, al los chicos que nombraron Sam hijo, tenía cuatro años, y una niña llamada Mary de un año. Nunca me habían emocionado los niños, nunca había sentido el impulso de pedir un hermanito y jamás extrañé el tener un amiguito de juegos durante mi acelerada infancia, pero al saber que estos niños eran hijos de Sam y Emily, y que ésta había muerto en el parto de Mary, no pude evitar enternecerme con los chiquillos. Y aunque Leah, que al parecer ayudaba a Sam cuidando a sus hijos, no parecía muy feliz de verme tan cerca de los niños, se guardó cualquier comentario y me permitió jugar con ellos.

En cambio, Claire, la niña que Quil cuidaba como la más delicada madre, era una pesadilla. Jamás pensé encontrar un ser tan irritante en el cuerpo de una niña tan pequeña. Claire tenía diez años y era demasiado voluntariosa, caprichosa y grosera. No sabía por qué Quil le cumplía hasta el más mínimo capricho, es más, ni siquiera sabía por qué la estaba cuidando. Pero la verdad que no veía la hora en que el pequeño monstruito regresara con sus padres. Deseé tanto que Rose o Jasper estuvieran aquí, porque ellos serían lo suficientemente intimidatorios como para poner a la pequeña Claire en paz.

El segundo “pero” del día fue cuando a Seth me retó a una competencia a nado, apostando que el perdedor invitaría a cenar al ganador. Otra de las tantas cosas que había heredado de mi padre, era la habilidad para nadar y recordaba muy bien que las veces que Emmett siempre le había ganado a Jacob cuando se retaban, diciéndole que los “chuchos eran demasiado pesados en el agua”, así que supuse que también yo tendría esa ventaja sobre Seth y Embry, que de último minuto había decidido participar en la apuesta.

Me quieté el short de mezclilla y la blusa que usaba, para quedar en mi bikini azul marino y ahí, tronó la bomba: Jacob se levantó de inmediato, y con una enorme toalla que estaba a un lado de él, pretendió cubrirme. Al principio me pareció que se trataba de una broma de su parte, pero me bastó mirarlo a los ojos para darme cuenta de que estaba furioso, a punto de echar espuma por la boca.

–Tienes que estar bromeando, Jacob Black –Le dije a la vez que esquivaba por segunda vez su intento por cubrirme con la toalla.

–Tápate.

–¡Ja! –exclamé sarcásticamente –Ya parece que te voy a hacer caso

–No puedes andar medio desnuda por la playa… eso no es de gente decente

–¡Ja! Por Dios, Jacob. Ando tan vestida o tan desnuda como el resto de las mujeres que están aquí –estiré mi mano izquierda y señalé a nuestro alrededor –Es una playa, no un convento. ¿O qué pretendías que usara? ¿Una burka?

–No, pero… Nessie, pudiste usar algo con más tela que eso –lo dijo como si hubiera pronunciado la peor grosería. –Se buena niña, y cúbrete. No quiero imaginarme lo que dirían tus papás o tu abuelo si te vieran así.

Ya no le contesté, me limité a lanzarle una larga e intensa mirada antes de darme la media vuelta y emprender la marcha.

–Renesmee Carlie Cullen… regresa y deja de portarte como niña.

No había dado ni tres pasos, así que me detuve pero sin mirar atrás. Controlé la furia de mi voz lo mejor posible y hasta yo misma me sorprendí que mis palabras salieran con una voz tan perfecta y cantarina al decirle

–Deja tú de querer tratarme como una. Voy a dar una vuelta, regreso cuando tú dejes de portarte tan ridículamente y cuando a mi se me pase el coraje, porque en estos momentos, eres mi persona menos favorita de todo Washington.

–¡Nessie, espera! Voy contigo

–Gracias, Seth, pero quiero estar sola… También heredé de mamá el temperamento cuando se enoja.

Pareció bastar con eso para que nadie me siguiera. Todavía recordaban perfectamente la vez que mamá enfureció y Seth terminó herido sin querer.

Así que mi bikini y yo empezamos a caminar a lo largo de la playa, rumiando por el repentino ataque moralista de Jacob. ¿Pero qué le sucedía? En la mañana todo parecía ir bastante bien entre nosotros, más que bien. Estuvo a punto de besarme, de eso estaba segura; habíamos compartido un momento muy especial, y si no hubiera sido por la estúpida interrupción de Seth, en esos momentos, en lugar de estar peleando, Jacob y yo…. ¿Jacob y yo, qué? Porque no creía que por un beso, Jacob me hubiera bajado la luna y las estrellas, aunque yo quisiera. Sí, con un beso nuestra relación no sería la misma, la pregunta entonces sería ¿qué tipo de relación tendríamos? ¿Me diría que él también había empezado a pensar en mí de la misma manera en que yo pensaba en él? ¿O por el contrario, me diría que era un error y que lo había malinterpretado? ¿O me rechazaría por el asunto de la edad?

–Hey, ¿me puedes pasar el frisbee?

La voz masculina me sacó de mis cavilaciones.

–¿Perdón? –volteé mi cabeza hacia la izquierda, de donde provenía la voz.

–Que si me pasas el frisbee que estás a punto de pisar –un hombre rubio, con una sonrisa amable era el dueño de esa voz.

–Oh, sí, perdón… No me había fijado que estaba aquí. –Quise agacharme para recoger el juguete, pero el hombre, que ya se había acercado hasta donde yo estaba, se agachó más rápidamente. Sin querer, nuestras frentes chocaron.

–¡Ouch!

–¡Disculpa!

Me sobé el lugar donde me golpeé. Fabuloso, lo que me faltaba.

–Bueno, ya tienes tu frisbee, así que… –pretendí reanudar mi marcha, ya que ahora no solo tenía que esperar a que el enojo se me pasara, sino también que el dolorcito de cabeza por el choque con el hombre rubio, también disminuyera.

–Espera, por favor. Déjame compensarte el golpe… imagino que te está doliendo. Puedo buscarte un par de aspirinas.

–Por norma, no acepto medicamentos de extraños. No es nada personal

–No, claro… quise decir que en la caseta del salvavidas tienen un botiquín de primeros auxilios, así que imagino que ahí pueden darte unas aspirinas.

Era rara la vez que había tomado algún medicamento, puesto que mi salud era tan buena que rara vez me enfermaba, pero en esos momentos, sí que me empezaba a molestar el dolor de cabeza.

El hombre no necesitó insistir mucho, así que opté por seguirlo unos veinte metros que era más o menos la distancia que había hasta la caseta de los salvavidas. Efectivamente, ahí me dieron un par de aspirinas, mismas que me tomé con un vaso de agua. Gracias al cielo que empezaron a surtir efecto de inmediato.

–¿Te sientes mejor?

–Sí, la verdad es que si… gracias por insistirme a que viniera a buscar las benditas pastillas.

–De nada, fue un placer.

Aunque el hombre se estaba portando con bastante decencia y educación, había algo en la forma en que me miraba que me hacía sentir algo incómoda.

–Bueno, creo que será mejor que me despida, no quiero seguir entreteniéndote y echarte a perder el día.

–Al contrario, de verdad que ha sido todo un… placer. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Algo recelosa contesté –Mmm… creo que sí

–¿Te conozco de algo?

–No lo creo.

–Tu cara me recuerda a alguien pero no puedo identificar a quién. Sobre todo tus ojos.

–No sé, tal vez tengo un rostro muy común.

–No es eso, créeme. Tu rostro no tiene nada de común.

–Gracias… creo.

Debió notar mi incomodidad, porque sonrió de una manera relajada, como esperando dar señales de que no era un peligro.

–Creo que no me he presentado. Me llamo Michael Newton, pero puedes decirme Mike.

–Mike, mucho gusto… yo soy Renesmee –evité darle mi apellido, porque no sabía si era un habitante de Forks que hubiera conocido a mis padres años atrás.

–¿Renesmee…?

–Solo Renesmee.

–Bien, sólo Renesmee, ¿qué haces por Forks? Porque definitivamente, no eres de este pueblo, o ya te habría visto antes.

Así que sí era habitante de Forks, menos mal que no le solté el Cullen o el Swan

–Estoy visitando a una parte de mi familia

–¿Si? ¿A quién?

–Ah… –me callé antes de decir nada. No lo conocía, así que ¿por qué darle más información de la necesaria? Si algo había aprendido era a ser muy discreta con las personas y circunstancias que rodeaban mi existencia –a… un pariente.

–Supongo que no me lo vas a decir.

–Supones bien, no te conozco y por norma general, no hablo de mi familia con extraños.

–Ah, pero ya no somos extraños, yo soy Mike y tú Renesmee, ya nos presentamos, ¿recuerdas?

Me lo dijo con una sonrisa que hizo que yo también sonriera. Mientras habíamos hablado, sin darme cuenta, caminamos hasta una caseta donde vendían bebidas y había un par de bancas donde sentarse.

–¿Puedo al menos invitarte un helado?

Me dio pena darle una nueva negativa, así que accedí. Además, empezaba a tener algo de sed y mi humor había mejorado bastante como para hacer un nuevo amigo.

Compró un par de helados de limón y nos sentamos en una de las bancas. Estuvimos conversando un buen rato, dejando que él hablara más que yo. Supe que sus padres vivían en Forks, que tenían una tienda de artículos deportivos y que él estaba ahí para pasar una temporada. Había estudiado periodismo y fotografía en la universidad y que acababa de regresar del Medio Oriente, donde había hecho algunos reportajes sobre los conflictos de la región. Había regresado a su pueblo natal en busca de algo de paz mental. Yo me limitaba a contestar sus preguntas con monosílabos o con ligeras evasivas, regresando la conversación a él. Al final, me resultó bastante simpático este Mike Newton. Y si era sincera, también me resultó bastante atractivo, aunque a lo rubios no entraban precisamente en mi top.

No se por cuánto tiempo estuve ahí, pero después de 3 helados y justo cuando me contaba sobre un viaje que hizo a Darfur, una voz bastante conocida tonó a nuestra espalda.

–Así que aquí te escondiste.

Mike y yo volteamos al mismo tiempo, sorprendidos.

Decidí ignorar el comentario de Jacob sobre “esconderme”, porque mi humor era realmente bueno y no quería volver a enojarme.

Al ver que no contestaba, Jacob prosiguió.

–Estábamos preocupados por ti. No te encontrábamos en ningún lado y temíamos que te hubiera pasado algo malo – esto último lo dijo mirando fijamente a Mike.

–Creo que fue mi culpa. Se nos fue el tiempo y creo que retuve a Renesmee más de lo necesario. –Mike frunció de repente el ceño, como buscando algo entre las facciones de Jacob –Espera, ¿te conozco, verdad? –Jacob no respondió –¡Claro! Eres Jacob Black. Hola, soy yo, Mike Newton, ¿me recuerdas?  Era amigo de Bella Swan.

¡Perfecto! De pronto estaba rodeada de viejos amigos de mamá. O mejor dicho, de pronto empezaba a coquetearle a los viejos amigos de mamá. Realmente, en una situación normal, eso se escucharía bastante raro.

–Sí, te recuerdo –fue todo lo que dijo Jacob antes de voltear y verme –Será mejor que nos vayamos, Charlie ya regresó de pescar con mi padre y está preguntando por ti.

–¿Te refieres al jefe Charlie Swan? –preguntó Mike  a Jacob, y sin esperar respuesta, me preguntó a mi –¿Así que ese pariente con el que estás de visita, es Charlie Swan? ¡Ya decía yo que me parecías conocida de algo! Tus ojos son idénticos a los de Bella.

–Pues sí… eso dicen.

–¿Son primas?

–Mmm… algo así. Ya sabes cómo se enredan a veces los árboles genealógicos. –No quería abundar mucho en la explicación sobre mi parentesco con los Swan, porque era bastante difícil de explicar y de creer. –Supongo que es hora de irme. Fue un gusto, Mike y gracias por los helados. La pasé súper. –me deslicé con gracia hasta Jacob y deslicé mi brazo alrededor del suyo –Vamos con Charlie, antes de que se preocupe de verdad.

Podía sentir que Jacob estaba igual o más de enojado que cuando nos peleamos por el asunto del bikini. Pero preferí ignorar el asunto hasta que estuviéramos solos y lejos de Mike. Con un ligero y discreto golpecito de mi codo en sus costillas, le hice una seña para que empezara a moverse. No habíamos dado ni un par de pasos cuando la voz de Mike nos detuvo

–¡Renesmee!

Di un giro de tres cuartos para mirarlo

–¿Sí?

–¿Puedo llamarte un día de estos?

No se si fue el hecho de que Jacob se estuviera portando como un burro conmigo, o la sonrisa esperanzada que me dirigió Mike, o el hoyuelo que se le hizo en la mejilla izquierda cuando sonrió, el caso es que dije

–Sí, claro… Imagino que el número de Charlie está en la guía.

–Entonces, te llamaré.

En lo que pareció un impulso, se acercó y me dio ligero y amistoso beso en la mejilla en señal de despedida. Agradecí el gesto con una sonrisa y emprendí la marcha con Jacob a un lado.

Sabía que Jacob estaba que echando humo, lo podía notar en su silencio y el su postura tan rígida. Y por primera vez, me dio gusto verlo así, porque definitivamente a Jacob Black le faltaba que alguien le bajara los humos.

 

 

 

 

Sabía que si me reía, Jacob se pondría más furioso si era posible, pero era un esfuerzo titánico no estallar en carcajadas. Mi enojo inicial se había evaporado por completo, pero parecía que para Jake no aplicaba el caso. Casi podía ver cómo salía humo de cada poro de su piel, y en otro caso jamás me parecería divertido verlo así, pero ¡vamos! enojarse por mi bikini, no era para tanto, ¿verdad?

De buena gana, me hubiera ido así, con mi diminuta vestimenta hasta la casa de los Black, donde seguramente el abuelo me estaría esperando, pero imaginé que seria demasiado tanto para el abuelo como para Billy Black, pero ¡qué demonios! era bastante divertido provocar un poco de caos en el mundo de Jacob Black.

Éste no me dirigió ni una palabra mientras nos enfilábamos hacia donde se habían quedado los demás. Al llegar ahí, todavía estaban Seth y Embry, que estaban demasiado entretenidos con un par de rubias (que a mi parecer, estaban demasiado operadas y excesivamente teñidas), quienes los miraban como si fueran sendos trozos de carne.

–¡Nessie! –el primero en verme y saludarme fue Embry –Así que regresaste de una sola pieza –sonaba bastante divertido mientras le dirigía una mirada burlona a Jacob. Podría imaginarme el por qué de la burla: lo más seguro es que Jake estuviera a punto de organizar un escuadrón de “búsqueda y rescate” si no me hubiera encontrado pronto.

–Así es –si ya estaba causando destrozos, un par más no harían la diferencia, así que toda la coquetería que pude, giré sobre mi propio eje para mostrarles que había regresado sin un rasguño.

–Recoge tus cosas, Renesmee –si Jacob seguía frunciendo el ceño de esa manera, tendría arrugas muy pronto –Es hora de irnos.

–Bueno… –Seth interrumpió –Jake, viejo, Embry y yo nos vamos a quedar un rato más…. Ellas son Britney y Britanny –yo les dije “hola” mientras agitaba la mano en señal de saludo. Jacob se limitó a asentir ligeramente la cabeza sin pronunciar palabra alguna –Embry y yo nos ofrecimos a enseñarles los alrededores de la reserva…

–Ok… ¿Y Leah y Quil?

–Leah se llevó a los niños porque estaban muy cansados y Mary ya se había dormido en sus brazos. Claire decidió que ya había tenido suficiente de la playa, así prácticamente le ordenó a Quil que la llevara a otra parte más divertida. –Por el tono de voz de Embry, imaginé que al igual que yo, tampoco podía entender por qué Quil se portaba como si fuera poco menos que el esclavo de la pequeña tirana llamada Claire.

Mientras hablaban, yo me había puesto ya la ropa que había dejado perfectamente doblada a un lado de una de las hieleras. Me acomodé bien mi blusón y me despedí con un ligero beso en la mejilla de Seth y Embry. Les dije adiós con la mano a las “muñequitas de plástico” que se habían ligado aquel par y emprendí mi marcha de regreso a la casa de los Black.

Jacob no hizo el menor esfuerzo de tomarme la mano o de hablarme siquiera. Si pensaba que le iba a ofrecer una disculpa, se podía ir buscando una silla para no cansarse de esperar, porque eso no iba a pasar. El jueguito de “La Ley de Hielo” era algo que también yo podía jugar, y cuando jugaba lo hacía para ganar.

En esta ocasión, se me hizo más corto el trayecto de regreso, tal vez porque íbamos más a prisa y porque en esta ocasión Jacob no iba mostrándome y describiéndome todo aquello que encontrábamos a nuestro paso.

Al llegar a la casa, nos encontramos con el abuelo y Billy sentados en el porche, cada uno con una sonrisa y una cerveza en la mano. Ambos se veían realmente relajados.

–¡Nessie! ¡Jacob! Pensé que iban a regresar más tarde –mi abuelo se mostró realmente sorprendido, realmente no esperaba verme todavía de regreso. Así que eso de que el abuelo ya me quería de regreso no había sido más que una treta de Jacob. –Apenas son las 5 de la tarde, ¿ya quieres regresar a casa, querida? –me lo dijo con unos ojos algo tristes, como los de un cachorrito al que le niegas que siga mordiendo tu par de zapatos favorito.

–No, abuelo, al contrario. ¡Me la estoy pasando súper! –Tal vez mi voz sonó un poquito más irónica de lo que hubiera deseado.

–Me alegro que te guste nuestra tierra, Nessie –Billy lo dijo con orgullo. –Imagino que no habrá problemas para que acepten quedarse a la cena. Sue Clearwater va a preparar algo del pescado que trajimos e invitamos al resto de los chicos: Jared, Paul y  mi hija Rachel, Leah, Quil. Incluso Sam decidió acompañarnos un rato con sus pequeños. A los únicos que nos falta avisarles es a Seth y a Embry.

–No creo que vengan –intervine –Creo que tienen otros planes en mente.

–¿Planes? –replicó extrañado Billy, mientras se rascaba la cabeza. Como que no le cabía en la mente que alguno de los “chicos” prefiriera hacer algo más antes que convivir con el resto de la manada.

–Sí, planes que incluyen a dos clones de Pamela Anderson.

–Ja, ja, ja… entiendo –Billy y el abuelo rieron muy divertidos. –En fin, Jacob, ¿por qué no le enseñas tu taller a Nessie o por qué no se van a pasear en lo que llega la hora de la cena?

No sé si el abuelo o Billy habían percibido el humor de Jacob, pero lo último que quería era preocuparlos con nuestra tonta pelea, les seguí el juego.

–¡Si! ¡Buena idea! –palmeé con más fuerza de la necesaria el antebrazo de Jacob.  –Enséñame tu taller.

Sin esperar respuesta, y sin saber siquiera dónde estaba el mentado taller, me di la media vuelta y empecé a caminar.

–¡Que se diviertan chicos! –gritó alegremente mi abuelo

No creo haber dado ni siquiera diez pasos cuando Jacob me alcanzó.

–No tienes idea a donde vas, pero primero muerta a preguntar, ¿verdad? –puso sus manazas sobre mis hombros y me giró levemente hacia la derecha –Es allá, en el garaje.

Entramos en el garaje y debo reconocer que quedé impresionada por lo que vi. Aunque por fuera parecía algo ruinosa la construcción, por dentro era otra cosa. Realmente parecía un taller profesional, y aunque yo no sabía distinguir una herramienta de otra, imaginé que no faltaría ninguna de cualquier tipo en ese lugar.

De primera vista, un auto rojo, antiguo me llamó la atención.

–Es un Cadillac Eldorado Biarritz de 1959 –Jacob pronunció el nombre del modelo casi con reverencia divina.

–Es… bonito. –Era todo lo que podía decir. Sí, me parecía bonito, pero de autos no entendía mucho. Sabía que tenían que llenarse de gasolina para moverse y que los Cullen adoraban los autos rápidos y hechos en Europa. Punto.

–No cabe duda que eres hija de Bella Swan: tú y ella no saben diferenciar entre un Mercedes y un “carrito chocón” de las ferias.

–Ja…ja… ja! –me reí irónicamente –¡Qué gracioso! –le saqué la lengua en un gesto muy infantil.

–En eso también se parecen: son muy orgullosas y tercas…. Ven acá… –Estiró la mano para agarrarme por el antebrazo y con mucha ligereza me acercó a él y me envolvió entre sus brazos –¿Ya se te pasó el berrinche?

–¿Mi berrinche? –con todo y lo apretujada que me tenía, pude levantar la cabeza para mirarlo a la cara –El del berrinche fue otro. Yo no fui la que se “enmuló” por una tontería. Además, ¿qué no me habías aplicado la “ley del hielo”?

Jacob guardó silencio por un momento antes de empezar a reírse con ganas.

–Me rindo, eres imposible.

–¿Imposible? Y eso en el idioma de Jacob Black, ¿es bueno o malo?

–Mmm –parecía estar buscando la respuesta correcta –supongo que bueno para ti, y malo para mí.

–¿Por qué? No entiendo

–Porque haces conmigo lo que quieres. Siempre ha sido así y lo más seguro es que así sea por siempre.

En ese momento, abrazada en él, tuve otra “descarga” de sus recuerdos. Era yo de pequeña, con un año de edad, pero con el aspecto de una niña de cuatro. Mis padres me habían llevado a la feria de la extensión urbana que había entre Tacoma y Seattle. Jacob, Emmett y Rosalie nos habían acompañado. El recuerdo se centraba en el momento en que vi un enorme oso de peluche café, como de dos metros de altura, el cual era el premio principal en uno de los juegos. No dejé de llorar y patalear hasta que Jacob lo ganó para mí. Y como no cabía en el auto, Jacob y Emmett, tuvieron que sacar un brazo cada uno por una de las ventanas y sostenerlo sobre el toldo. El pobre Jake regresó con el brazo entumido, pero ni se quejó ni dejó caer mi premio.

Al visualizar ese recuerdo, sonreí. Era algo de lo que no me acordaba en lo absoluto.

–¿Entonces, ya somos amigos de nuevo? –dije regresando al presente.

–Nunca hemos dejado de serlo, Nessie.

–Bueno, tú me entiendes… o sea, ya no estamos enojados, ¿verdad?

–No, ya no.

Quería hablar con él sobre el casi beso en la playa, pero terminé preguntando otra cosa

–¿Estás reparando el auto?

–A eso le llamo cambiar de conversación… Sí, lo estoy reparando. Lo encontré casi por casualidad, hecho un guiñapo y aprovechando mi título en Ingeniería Mecánica, lo empecé a armar en mis ratos libres. ¿Te gusta?

–Sí, ya te dije que es bonito.

–No, no es simplemente “bonito”. Es una belleza, un templo a la industria automotriz del siglo XX.

–Ajá, si… –aún dentro de sus brazos, me giré para quedar con mi espalda apoyada en su pecho –¿También arreglas motos? –mi vista se detuvo en un par de motos, una negra y una roja, que estaban muy al fondo.

–No, yo… ¡ah! Las viste… Son un recuerdo de juventud.

–¿Las dos son tuyas? –si bien, los autos no me despertaban una pasión desproporcionada por ellos, las motos me parecían más interesantes. O mejor dicho, ver esas motos me despertó la curiosidad.

–Solo la negra –calló de pronto, como si estuviera pensando si decirme o no algo.

–¿Y la roja?

–La roja es… o era, mejor dicho, de tu madre.

–¿¡Qué?! –dije incrédula. Jamás imaginé relacionar en la misma oración las palabras “mamá  y “motocicleta”. No era algo que relacionara con mi muy madura y centrada madre. –¿Bella… digo, mamá tuvo una motocicleta? ¿Charlie lo permitió?

–Digamos que tuvo una fase de probar los deportes extremos. Y no, tu abuelo jamás se lo permitió. De hecho, duró una buena temporada castigada por ello.

¡Zaz! Otro flash-back de Jacob que se alojaba en mis propios recuerdos: ahora era un muy joven Jacob reparando las motos, y mamá, con un aspecto bastante demacrado, sonreía mientras lo veía trabajar. ¿Por qué se veía así mamá? ¿Había estado enferma? Debió de ser en un tiempo muy lejano, antes de conocer a papá. Jacob se ve tan joven, nada que ver con el aspecto que lo recuerdo desde el día de mi nacimiento.

–Mmm vaya, así que Bella, digo, mamá también tuvo su época rebelde. Creo que esa información me puede ser útil algún día.

–¡Ni se te ocurra decirle! Me arrancaría la cabeza si sabe que te ando contando sus travesuras de adolescente.

–Está bien –levanté mi mano derecha, como si estuviera haciendo el juramento ante un tribunal –palabra de niña exploradora de que no voy a decir nada.

–Nessie, jamás fuiste parte de las Girl Scouts….

–Ja, ja, ja… pero el caso es ese.

–¿Ahora yo te puedo preguntar algo?... Pero  primero, sentémonos. Ven –me soltó e inmediatamente me agarró de la mano para llevarme del lado del asiento del copiloto del Cadillac rojo. Con un gesto muy galante, me abrió la puerta del auto –Señorita…

–Muy amable, caballero.

Mientras me acomodaba en el interior, Jacob lo rodeó en un santiamén para sentarse del lado del conductor.

–¿Qué querías preguntarme?

–Una tontería, pero me da curiosidad… ¿por qué a veces llamas por su nombre de pila a los miembros de tu familia? Hasta antes de que yo regresara a La Push, tu mamá siempre fue “mamá”, jamás le dijiste “Bella”.

–Es por la costumbre… Este último año, Bel… digo, mamá y papá decidieron mandarme al Hanover High School para que cursara el último año. Y pues ya sabes, ni modo que dijera que Edward y Bella Cullen son mis padres, cuando los tres parecemos de la misma edad. Así que yo era algo así como la nieta de la prima de la tía de la tarara tía segunda de Esme. O sea, una prima lejana, pero muy lejana de todos los demás. Así que delante de mis compañeros y maestros, ellos eran Bella, Edward, Emmett, Rosalie, Alice y Jasper. Nada de padres, tíos y mucho menos, abuelos. Sé que no les gusta, sobre a todo a mamá, que los llame por sus nombres, pero es la fuerza de la costumbre.

–¡Vaya! Así que me perdí de tu baile de graduación.

–Sí.

–¿Y me perdí de algo más?

–¿Cómo qué…?

–Mmm… no sé, tal vez de ver cómo tu padre y tus tíos se controlaban para no arrancarle la cabeza a tu primer novio.

La imagen que de pronto me pintó Jacob me hizo sonreír. Sí, los hombres Cullen serían capaces de hacer eso si les llevara un hipotético novio a casa. Es más, no sería nada raro que si ellos me hubieran visto con el bikini, hubieran compartido la reacción de Jacob. Eran medio Neandertales los hombres que me rodeaban.

–Eso no te lo perdiste. Todavía no le presento ningún novio formalmente a mi familia.

–¿Formalmente? –entrecerró los ojos, como formulándose una idea –Eso suena a que sí has tenido algún noviecillo pero no te has animado a someterlo al escrutinio familiar.

–No, eso suena a que no he tenido novio. Ni escondido, ni formal, ni imaginario ni nada.

–Me alegro –la amplia sonrisa que casi le llegaba hasta los ojos lo indicaba.

–¿Por qué? ¿También te vas a poner sobre protector con eso, al igual que con mi forma de vestir?

–¿Quieres empezar otra pelea, Nessie?

–No, solo es curiosidad. Contéstame, Jacob Black, ¿por qué te alegras que no haya tenido novio antes?

–Porque no.

–Esa no es una respuesta.

–¿Según quién?

–Según yo.

–¿Entonces, cuál sería el motivo?

No sé en qué momento nos acercamos tanto el uno al otro, pero nuestros estaban demasiado cercanos, nuestros alientos se mezclaban mientras nuestras respiraciones se acompasaban en un frenético ritmo. No sabía si él podía escuchar con su aguzado oído el palpitar desbocado de mi corazón. De pronto, el coche, el garaje, el mundo mismo me pareció demasiado pequeño e intimo.

Me deleité recorriendo sus duras pero atractivas facciones: sus profundos ojos negros, que parecían dos pozos llenos de secretos y deseos, su nariz, su boca que casi siempre sonreía pícaramente. Deslicé la mirada por su cuello, su amplio pecho, que como siempre, estaba desnudo, desprovisto de cualquier camiseta, y en esos momentos, agradecía la aparente repulsión que sentía Jacob por esa prenda, porque me permitía admirar mejor sus músculos. En un impulso, apoyé pálida y cremosa mano sobre su hombro derecho, y admiré el maravilloso contraste que hacía contra su suave piel morena rojiza.

–¿Nessie?

–¿Qué? –Su voz me sacó de mis sensuales ensoñaciones.

–No has respondido a mi pregunta… ¿Por qué crees entonces, que me alegro que aún no hayas tenido novio?

–Por el mismo motivo por el que querías besarme esta mañana.

Ahora nuestros labios estaban separados unos cuantos milímetros.

–¿Y cuál es ese motivo?

–El mismo por el que me va a besar en este momento… –lo dije casi en un suspiro, pues sus labios ya estaban presionando los míos. ¡Oh, sí! Jacob Black me estaba besando por primera vez. Era nuestro primer beso, ¡Que diablos! Era mi primer beso, y ¡wow! Estaba a punto de que me volara la cabeza. Lo que había empezado como un suave y muy ligero roce, se volvió en un fiero beso. Entrelacé mis brazos alrededor de su cuello, mientras con una mano deshice la coleta con la que recogía su largo y negro cabello. Él, por su parte, enterró sus dedos en los mechones de mi pelo, a la vez que entreabría mis labios para profundizar el beso.

En ese momento olvidé hasta respirar, porque todos mis sentidos estaban puestos en las caricias de Jake. Sabía que era cuestión de nada llegar al punto de no retorno. Y creo que él también se dio cuenta, porque con esfuerzo, tengo que reconocérselo, se apartó de mí.

Nos quedamos mirando entre sorprendidos y aún con el torrente de deseo corriendo por nuestras venas. Los ojos de Jacob gritaban el esfuerzo que estaba haciendo por controlarse. Y sabía que en los míos se reflejaban lo mismo. Pero vaya, nunca pensé que fuera a ser así, tan fuerte, tan… adictivo.

Papá tenía ciertas creencias sobre el alma humana. El creía que los vampiros ya no la poseían y que el único camino que les quedaba era el infierno. Por eso, él era muy quisquilloso acerca de que yo tenía que conservar mi alma y mi oportunidad de llegar al cielo a como diera lugar. Pues bien, creo que cuando papá me dio esa charla no tomó en cuenta el factor “Jacob Black” en mi vida, y sí que estaba en un aprieto, porque en ese beso, veía muy difícil no romper el sexto y el noveno mandamiento.

 

 

 

Esa noche no pude conciliar el sueño, aunque todo lo que había pasado en ese día era como para que me hubiera dejado exhausta. Pero nada más cerrar los ojos, rememoraba el beso de Jake, y eso bastaba para que el corazón me latiera más aprisa y me olvidara de respirar.

Me volví a girar en la cama, tratando de encontrar una posición cómoda y que se prestara para que el sueño me venciera. Conté borregos, pumas, murciélagos, licántropos y nada. Así que en lugar de luchar inútilmente contra mi mente, le di rienda suelta, total, a lo mejor recordando el día vivido, tal vez así pudiera dormirme al fin.

Después de terminar nuestro beso, ninguno dijo nada, no era necesario. Jacob me acurrucó contra su pecho y se limitó a jugar con mi pelo. Yo me limité a trazar con mis dedos líneas imaginarias sobre su pecho.

No sé por cuanto tiempo estuvimos ahí, pero sólo hasta que el abuelo nos llamó para ir a cenar, fue entonces cuando decidimos movernos. Jacob sólo me soltó para poder salir del auto, pero toda la noche tuvo mi mano entrelazada a la suya. Mi abuelo hizo una mueca rara cuando nos vio, pero se contuvo para decirme algo, los demás pareció no extrañarles nuestro comportamiento, como si fuera lo más normal del mundo. Tal vez Jacob les había comentado algo sobre nosotros, aunque técnicamente no sabía qué tanto había de “nosotros” o de qué forma se aplicaba el “nosotros”. La que tampoco brincaba de alegría era Leah, casi podría jurar que la escuché gruñir cada vez que por casualidad estaba junto a ella.

No recuerdo haber comido, en primera porque no me gusta el pescado, en segunda porque estaba tan embobada con Jacob que tuve suerte de recordad respirar. ¿Qué me pasaba? ¿Era normal que me volviera una completa imbécil estando junto a él? Es que lo único que me faltaba era ponerme a babear como San Bernardo, pero lo chistoso es que solo cuando no estaba junto a Jake era cuando me daba cuenta de mi comportamiento. Si la tía Rosalie me viera…

Después de la cena, y ya después que Sam se retirara con sus niños, así como Claire que, ¡oh, sorpresa!, había asistido con su mamá y Quil, se fueron (menos el niñero-esclavo, y eso porque tuvimos que rogarle para que se quedaran), bajamos a la playa y encendimos una fogata. Fue divertidísimo estar con el resto de los chicos, el abuelo y Billy, que nos contó historias sobre los Quileutes,

Pasada la media noche fue que regresamos a casa. Jacob nos acompañó hasta el auto, y una vez que el abuelo se acomodó en el asiento del copiloto (decidí manejar yo de regreso, porque Charlie ya no podía mantener los ojos abiertos), se acercó a mí y me abrazó. Yo esperé como mínimo una réplica del beso anterior, más me sorprendió cuando con su mano retiró algunos mechones de pelo de mi cara, y esbozó una sonrisita traviesa, me besó en la frente. Creo que notó mi desconcierto, porque me susurró al oído “no es buena idea con tu abuelo enfrente. Mañana temprano paso por ti, tenemos mucho de qué hablar. Sueña conmigo”. Creo que le contesté que sí o hasta mañana, no recuerdo bien qué. Pero de pronto, ya estaba yo conduciendo de regreso a casa.

Justo cuando le di las buenas noches, el abuelo hizo un esfuerzo para mantenerse despierto y soltar aquello que tenía atorado desde horas antes.

–Nessie, espera…

–¿Si, abuelo?

Se paró frente a mi y con sus profundos ojos cafés, idénticos a los míos, pero cargados con mucha más experiencia, me miró largamente antes de proseguir.

–¿Tú y Jacob Black…?

–¿Jake y yo qué? –puse mi cara a lo “Shirley Temple”, la que siempre me servía cuando quería lucir angelicalmente inocente.

–Nessie… –el abuelo se frotó la frente, medio exasperado, medio buscando las palabras correctas –Hija, lo único que quiero es que no te hagan daño. No sé qué hay exactamente entre ustedes dos, pero hay algo, no me mientas tratando de negarlo.

Me sentí algo culpable. El abuelo lo único que buscaba era protegerme de cualquier potencial daño.

–Abuelo, tienes razón: sí hay algo con Jacob, el “qué”, no lo sé, no podría definirlo aún. Pero, para ser sincera contigo, no esperaba sentir algo así.

De pronto, la expresión del abuelo parecía haberse echado encima un par de años más.

–Me lo temía. Esa es la misma expresión que tenía Bella cuando salió por primera vez con tu padre… Sólo cuídate, por favor. Sé que no puedo pedirte que hagas o dejes de hacer ciertas cosas, pero es lo único que te pido, cuídate, no quiero que salgas lastimada.

Me abrazó con fuerza, y de nuevo, un recuerdo de él que se transfería a mi cabeza. Mamá, o alguien que parecía mi madre, lucía bastante mal, casi catatónica. Lo más impactante eran sus ojos, que parecían vacíos, pero a la vez, llenos de algo que iba más allá del dolor. La sola imagen me provocó leves temblores en mi cuerpo.

–¿Tienes frio, Nessie? Ya lo creo con esa ropa tan corta… Será mejor que vayas y te pongas la pijama sino quieres pescar un buen resfriado.

Le volví a dar un beso en la mejilla al abuelo y dije “buenas noches”. Pero la imagen de mamá no dejaba de darme vueltas en la cabeza, ¿por qué estaba así? ¿Qué había sucedido? ¿Fue antes de conocer a papá? ¿Por qué  justo cuando el abuelo mencionaba la primera cita de mis padres, vino ese recuerdo a su mente?

Esa era una de las tantas cosas que daban vueltas en mi mente, sin permitirme dormir.

Otra de ellas, era algo que había visto durante la cena. Claire llegó junto a su madre y a Quil, cada uno agarrado de una de las manos de la niña. Lo que me llamó la atención fue la pulsera intrincadamente trenzada, de cuero color chocolate. En alguna parte había visto otra parecida, pero no podía recordar dónde. Mi memoria si bien, era capaz de almacenar ciertos recuerdos desde el primer día que vi la luz en este mundo, también poseía la debilidad humana de no albergarlos todos. Algunos terminaban en mi conciencia, y otros, alojados en el oscuro manto de la inconciencia. Le pregunté a Claire de dónde había salido tan bonito accesorio, a lo que me contestó que Quil se la había regalado.

Le comenté esto a Jacob, pero no dijo nada al respecto, hasta que se me ocurrió decir que iba a pedirle a Quil que me hiciera una pulsera parecida. Jake se puso serio y me dijo que él sería quien me la haría a mí. El comentario no me hubiera escaldado si no fuera porque lo había dicho como si pedírselo a alguien más fuera algo inapropiado.

En algún momento el sueño me venció, pero el sonido del abuelo tocando mi puerta a la vez que decía “Nessie, te buscan”, fue lo que me despertó. Me senté en la cabeza y mientras me mesaba el cabello con mis manos, recordé que Jacob había quedado en pasar por mi temprano. ¡Maldición! Me había quedado dormida y no estaba lista.

Abrí la puerta y alcancé a detener a mi abuelo antes de que empezara a bajar las escaleras.

–pss… pss… abuelo –dije casi en un susurro. Mi voz todavía sonaba algo enronquecida por el sueño –¿Es Jacob?

–Sí… ¿quieres que le diga que venga más tarde?

–¡No!... entretenlo mientras me pongo presentable. Denme quince minutos para lucir como ser humano otra vez.

No esperé la respuesta del abuelo, cerré la puerta y como poseída me abalancé sobre mi equipaje aún no deshecho. Con velocidad casi supersónica saqué un short caqui y una blusa roja. ¿Pero es que la tía Alice había sacado de mis maletas los pantalones de mezclilla comunes y había metido todo aquello que no sobrepasara los 30 centímetros de largo? En fin, no tenía tiempo como para ponerme a buscar algo más, así que agarré mi ropa y mi neceser y me metí al baño.

Nunca en la vida había logrado estar lista en menos de 15 minutos, así que creo que había batido un record entre las mujeres Cullen.  Dándome un último vistazo en el espejo de la habitación, decidí bajar, no quería hacer esperar más a Jacob.

Lo encontré tomando una taza de café con el abuelo mientras hablaban no sé qué cosas sobre  un taller. Imaginé que era el taller de Jacob, pero no presté demasiada atención a eso, sino más bien al imponente hombre que se levantó nada más verme en el marco de la puerta. Ese día, Jacob vestía un par de desgastados jeans y una camiseta negra que se le ajustaba bastante en su musculatura. Tuve que hacer un gran esfuerzo para no empezar a hiperventilar o a babear. ¿Por qué tenía que ser tan espectacular mi Jacob?.. Mi Jacob, hacía años que no le decía así. Cuando parecía de nos 3 ó 5 años, así era como lo llamaba, “mi Jacob”, pero a medida que empecé a crecer más y más, el viejo mote quedó en el olvido.

–Buenos días, Nessie… ¿lista para irnos?

–Ajá… –¿realmente mi voz sonó tan patéticamente derretida? “¡Por Dios, Nessie!” me reprendí, sino me concentraba, iba a terminar por ponerme en vergüenza yo solita. –Digo, Buenos días… sí, podemos irnos cuando quieras.

–Entonces, en marcha.

–Hey, un momento…. –el abuelo se giró un poco en la silla para detenernos justo cuando emprendíamos la marcha –Creo que sería buena idea que desayunaras algo primero. Ya te dije que mientras estés aquí, me voy a cerciorar que te alimentes bien. Jacob, a ver si me ayudas con esta niña, que casi no come.

–No te preocupes, Charlie. Que nuestra salida incluye el desayuno.

–Aunque por la hora, más bien va a ser almuerzo –El reloj de la cocina marcaban las 11:32 de la mañana.

–Como sea, asegúrate de alimentar bien a mi niña, ¿entendido?

–Entendido y anotado, señor –Jacob hizo un saludo militar al abuelo.

–Ya vámonos. –Agarré la mano de Jake y empecé a arrastrarlo hacia la puerta –¡Nos vemos al rato, abuelo…! –grité prácticamente desde la calle.

Aún de la mano de Jacob, llegamos hasta donde estaba una enorme camioneta gris plata. Jacob me abrió la puerta para que pudiera acomodarme.

–Bueno, tal vez no es un Mercedes o uno de los Jeeps de Emmet, pero creo que nos servirá para nuestro paseo.

–Jacob Black, haces que suene como si fuera una snob, y no lo soy –le saqué la lengua

–Ja, ja, ja, mi niña tan susceptible… Sé que no lo eres, solo bromeaba. ¿Me perdonas?

–Mmm solo porque eres tú.

Jacob soltó una fuerte carcajada, parecía bastante divertido. Cerró la puerta e inmediatamente rodeo la camioneta para subirse por su lado.

Antes de encender el motor, giró de pronto hacia mí, y en un parpadeo, me besó. No fue tan devastador como nuestro primer beso, pero tampoco estuvo nada mal. Aunque para mi desilusión, duró menos de lo que me hubiera gustado.

Todavía tenía los ojos cerrados cuando él dijo:

–Ya puedes respirar, Nessie. –abrí los ojos y su rostro aún estaba muy cerca del mío –¿Sabes? Tus reacciones resultan bastante buenas para mi ego.

–¡Tonto! –le dí un ligero puñetazo en el hombro –No creo que tu ego necesite más estímulos. Es tan grande como el Empire State.

Jake tomó mi mano aún empuñada y me besó en los nudillos.

–Lo bueno es que te tengo a ti para que mi ego no crezca tan descomunalmente, ¿no?... Tenía muchas ganas de besarte. Tener que esperar 14 horas, 23 minutos y … –echó un rápido vistazo al reloj que llevaba en su muñeca izquierda– dieciséis segundos para besar a mi novia me estaba volviendo loco… en fin, eso lo hablamos más tarde. Es mejor que nos vayamos, si no queremos seguirle dando un buen espectáculo a tu abuelo, que nos ve a través de la ventana.

Yo no pude responder nada, porque con eso del “para besar a mi novia” me dejó completamente muda. ¿Su novia? ¿me había perdido de algo? Porque hasta donde yo lo recuerdo, Jacob jamás me preguntó o me pidió que fuera su novia. No señor.

Tal vez fuera un poquito coqueta e impulsiva, pero eso no quitaba que mis papás me habían educado a la vieja usanza. No, señor, Jacob Black tenía que hacer las cosas como Dios manda. De eso me iba a encargar yo.

 

Capítulo 3: RAZONES Capítulo 5: DECLARACION

 
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