CLARO DE LUNA de Midnight_girl

Autor: nessyblack, CECI
Género: Fantasí­a
Fecha Creación: 14/07/2009
Fecha Actualización: 21/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 74
Visitas: 97568
Capítulos: 37

EL REGRESO:

 

 

“Por fin” suspiré mientras observaba el anuncio de mi llegada a Forks. Había decidido hacer ese viaje en auto, aunque mis padres se habían empeñado que tomara un vuelo hasta Seattle. Pero si había decidido hacer un viaje largo era precisamente porque necesitaba mucho tiempo a solas y en silencio para poder dar rienda suelta a mis pensamientos; pensamientos que habían surgido casi un año atrás, y que me habían obligado a estar constantemente alerta para que mi papá, con ese maravilloso don que poseía, no se enterase de ellos....

 

 

AUTORA: MIDNIGHT_GIRL

 

 

http://midnightsleepless.blogspot.com/

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 36: ELCCIONES Parte uno

–Renesmee…

La voz de Stan me llamó con suavidad. Volví el rostro hacia él ansiosa; necesitaba comprobar que estaba bien. Se acercó hasta donde mamá y yo estábamos paradas. Al parecer, el tío Garrett, Neema y él habían terminado de incinerar los cuerpos de los Vulturis.

Stanislav estiró su mano y acarició mi mejilla con ella. Parecía inseguro, como si dudara en acercarse más a mí o mantener cierta distancia.

–¿Estás bien?

–Define “bien” –dije con una sonrisa triste. El nudo que sentía en la garganta se iba haciendo cada vez más grande, provocándome una sensación de asfixia mientras un nuevo par de lágrimas se asomaba por mis ojos –Mi tía Rose…

–Lo siento…

–Y no sólo ella… perdimos amigos, gente que amamos… y… Eleazar… – la angustia hacía que mis palabras salieran en una especie de balbuceó casi incoherente, aunque por su mirada, supe que Stan entendía lo quería decir.

–¿Eleazar? ¿Qué pasa con él? –La voz de tía Carmen llevaba una clara nota de ansiedad. Estaba abrazando a mi abuela, consolándola por la pérdida de la tía Rosalie, pero nada más escuchar el nombre de su pareja, hizo que volviera el rostro hacia mí –¿Por qué no ha venido esta noche con ustedes? ¿Qué ha sucedido? –exigió saber.

No pude evitar agachar la mirada, ¿cómo podía decirle que él también había muerto?

–¡No! ¡Dime que no es verdad! –su grito me provocó un nuevo desgarre en el alma. Mamá entrelazó sus helados dedos con los míos. No había necesitado decir nada, imaginé que el rictus de mi cara era por demás elocuente.

–¡No!.... Dímelo, por favor. Necesito escuchar que él está bien.

–Tía… –la voz me salió quebrada. En ese instante, Stanislav me rodeó los hombros con su largo brazo, en gesto protector. Agradecí su contacto, necesitaba de su apoyo, de su fortaleza porque no me sentía capaz de seguir en pie. Era demasiado en tan poco tiempo –Lo siento… lo siento mucho –aunque hubiera querido, ya era imposible controlar mi llanto, se deslizaba a raudales por mis mejillas. –el tío Eleazar está… ha muerto. Lo siento…

Carmen abrió los ojos como plato, moviendo rápidamente la cabeza en señal de negación al tiempo que se dejaba caer de rodillas al piso.

–No… ¡Nooooo! –se hizo un ovillo sobre el suelo cubierto de césped mientras Tanya y Kate se acercaban a ella con prontitud, rodeándola con sus brazos mientras Carmen seguía lanzando gritos de dolor e incredulidad.

Me volví entre los brazos de Stan, ocultando el rostro en su sólido pecho. Necesitaba de su consuelo, necesitaba mitigar mi propio dolor. Sentí cómo enterraba sus dedos en mi pelo y depositaba un suave beso en mi coronilla.

–Hija…

Alcé la mirada antes de romper el abrazo de Stan para refugiarme en los brazos de papá.

Había regresado a casa, había regresado al lado de mi familia, sólo que ya no estaba completa. Había alguien a quien jamás volvería a abrazar, a quien jamás le volvería decir cuanto la amaba.

Tía Rose…

Al instante siguiente, mamá estaba a mi lado, rodeada también por los brazos de papá y entonces me aferré a ellos, tal y como lo hacía cuando era una niña pequeña.

Cerré los ojos con fuerza, deseando por un momento poder retroceder el tiempo hasta cuando era una niña; al tiempo cuando todo parecía perfecto, cuando la vida parecía serlo.  Desee con vehemencia regresar a los días cuando todos estábamos juntos, felices y los Vulturis no eran más que un lejano y mal recuerdo.

Papá aflojó la intensidad del abrazo, al tiempo que giraba hacia atrás su rostro. No pude evitar voltear yo también, curiosa por saber qué era aquello que había captado su atención. A unos diez metros de distancia de nosotros, estaba Paul, el cuñado de Jacob. Ya estaba en su forma humana, cubierto apenas por unos deshilachados vaqueros cortados a forma de short. Recordé que los quileutes solían llevar un atillo de ropa anudado a una de sus pantorrillas y por lo general, trataban de vestir lo más ligero posible para que la carga no fuera tan molesta a la hora de cambiar de fase.

–Llévense la camioneta de Esme… Insisto, es más práctico…

Al parecer, papá respondía una pregunta formulada en la mente de Paul, quien clavó su mirada furiosa en mí. Me estremecí instintivamente.

–Si tratan de llevarse a Jacob cargándolo en brazos, pueden lastimarlo más. No sabemos la magnitud de sus heridas. –mientras decía, se volvió por completo de frente a Paul. Al parecer, su enojo era tal que ni siquiera nos consideraba dignos en esos momentos para dirigirnos la palabra.

Algo se encogió en mi interior. Lo que había hecho con Jake no tenía nombre ni perdón.

–Déjenme revisarlo… O por lo menos dejen que lo haga Carlisle… No Paul, te equivocas. Jamás quisimos que las cosas terminaran así… No son los únicos que sufren, nosotros también perdimos parte de nuestra familia…

Se hizo un breve silencio. Papá frunció el ceño con tristeza primero y después con furia.

–El dolor te hace pensar así. Pero ella no tiene la culpa de nada, fue una víctima más de algo que ustedes jamás podrían imaginar ni en sus propias pesadillas –Mi padre extendió sus brazos hacia atrás, en gesto protector, como buscando cubrirme con su cuerpo que se había puesto en tensión. Stan comprendió también las intensiones de papá, con un ágil movimiento lo sentí pararse tras de mi y rodearme la cintura con su mano.

Ladeé la cabeza un poco más. Por las palabras de mi padre, imaginé que Paul y el resto de la manada me consideraban la culpable de todo lo sucedido.  Detrás de aquél, los quielutes habían recuperado su forma humana. Seth trataba de mantener el gesto serio, pero en la rigidez de su rostro se evidenciaba el dolor que le producía el andar, incluso a pasos lentos y apoyando casi todo su peso en los hombros de Leah, quien le ayudaba para moverse.

Una camioneta, la que reconocí como la de Jake, apareció rodeando la casa hasta llegar a detenerse cerca de los hermanos Clearwater. Brady se bajó de ella y ayudó a Leah a subir con cuidado a Seth en el asiento del copiloto. Después de todo, el ofrecimiento de papá de que usaran la SUV de mi abuela había estado de más.

La pick-up era de doble cabina, así que nada más acomodar lo mejor posible a Seth, Leah abrió las puertas del compartimiento trasero mientras Quil y Jared trataban de mover con el mayor cuidado posible a Jacob hacia el asiento del vehículo. Dudé que el cuerpo tan largo y grande de Jake pudiera caber en ese espacio.

Dios mío… pueden lastimarle más. Es mi culpa, debería ir con él, debería estar a su lado y asegurarme de que…

–No –susurró casi imperceptiblemente papá hacia mí –No es buen momento, no te permitirán acercarte a él.

–No puedo quedarme de brazos cruzados. Se involucraron en una guerra que no era la de ellos, no hacer nada sería una… una traición…

–Hija, créeme que me estoy controlando por no cruzar estos metros y estar ahí ayudando a los chicos. ¿Crees que puedo quedarme indiferente ante sus propias pérdidas? –me sentí culpable. Mi padre era un hombre de altos valores y de gran lealtad hacia sus amigos; algo debió leer en la mente de los quileutes que lo hizo contenerse de ir en su ayuda, pero ¿qué? –Si uno de nosotros cruza la línea invisible que han marcado, nos veríamos envueltos en una nueva lucha. Los considero mis amigos, pero no puedo permitir que te hagan daño. No nos quieren cerca y creo que esta noche ya ha habido demasiadas pérdidas qué lamentar; no podemos dejar que el dolor nos haga perder aún más.

–Si tan solo el abuelo pudiera revisar a Seth y a Jake, comprobar que los están trasladando correctamente a la Push…

–No van a necesitar de la ayuda de tu abuelo, ni los van a llevar a la reserva

–¿Qué?

–Los llevan al hospital.

¿Qué? ¡Era una locura! Los quileutes no eran como los humanos, en el hospital iban a hacerles estudios, analizar su sangre… podían descubrir su secreto. Iba a ser un desastre.

–Hay alguien que puede ayudarlos –continuó papá, contestando a la pregunta de mi mente. –Y es lo mejor. Esas heridas no son algo que se puedan solucionar con alcohol y unas cuantas suturas.

Probablemente, mi padre estaba viendo las heridas de Jacob en la mente de los otros de la manda. Su tono de voz no era muy esperanzador.

–Nessie…

Mientras Quil y Jared lo trasladaban con cuidado hacia el vehículo, Jacob me llamó con voz áspera y debil.

–Jake…

Casi sin darme cuenta, intenté dar un paso adelante, pero la mano que Stan tenía sobre mi cintura se tensó al escucharme pronunciar su nombre. Y de la misma manera pude ver que Paúl y el resto de los quileutes en  pie se envaraban. Evidentemente, había pasado a encabezar la lista de sus enemigos.

Los vimos preparar el traslado de los heridos y de los caídos. El corazón se me encogió al ver cómo ponían en la parte trasera de la camioneta los cuerpos inertes de Sam y Colin. Quil, con la mirada cargada de amarga tristeza fue hasta el lugar donde estaba la cabeza de Embry para recogerla. No pude evitar volver el rostro mientras cerraba los ojos con fuerza; la atrocidad de la muerte de Embry era una muestra palpable de la crueldad de mi propia especie. No estaba segura del lugar donde estaría el resto de su cuerpo, sólo podía recordar vagamente algunas cosas de esa misma noche, antes de librarme del control de Awka. Aníbal había sido el encargado de dar caza a Embry, o por lo menos eso creía haber escuchado, aunque a decir verdad, la historia completa la desconocía. Empezaba a preguntarme cuántos días había estado bajo el control de Awka y qué es lo que había hecho él conmigo.

Supuse que los quieutes iban a buscar el resto del cuerpo para darle sepultura tal como sería con los cuerpos de Sam y de Colin. De pronto me pregunté, ¿cómo iban a explicar la muerte de los tres? ¿cómo iban a justificar las heridas de Seth y de Jacob? No tenía miedo de que me acusaran formalmente de intento de asesinato a Jacob Black, sabía hacerle frente a las consecuencias de mis actos. Lo que me preocupaba era que se pudiera develar el secreto de los quileutes y el de mi familia.

–Nosotros nos encargaremos de fabricar la historia –pronunció mi padre de cara a Paul. Observé que Jared se ponía detrás del volante del vehículo para echar a andar el motor con un potente rugido. Leah, Quil y Brody se internaron nuevamente en el bosque, mezclándose entre las sombras de los árboles. –De cara al mundo, esto será un terrible accidente carretero. Su secreto será protegido.

Paul debió de haber estado pensando en cómo explicar la tragedia y papá se ofreció a ayudarle, contestando de paso mi duda sobre eso.

–No, esto es asunto nuestro únicamente –la voz sonó fuerte y clara; por fin Paul parecía dignarse a dirigirnos la palabra –Les exijo que se mantengan todos apartados de nuestro camino. Si pasan los límites establecidos, no duden ni por un momento que no iremos tras ustedes. Sea quien sea –las últimas palabras las pronunció clavándome la mirada fijamente.

–El tratado sigue vigente –contestó papá.

–El tratado se rompe cuando uno de los suyos ataca a uno de los nuestros.

–Sólo el legítimo heredero de Ephrain puede…

–El legítimo heredero, como tú lo llamas, está mal herido gracias a tu hija. Si él se salva tal vez, y sólo tal vez, algo se pueda rescatar del pacto.

–¿Y si no?

–Vendremos por ustedes… y lo que esos no pudieron hacer, lo haremos nosotros.

Paul nos dio una última mirada cargada de puro odio antes de darse la media vuelta y perderse también entre los árboles del bosque. La camioneta salió en reversa, patinando las llantas antes de alejarse a toda velocidad.

El aullido de los lobos resonó con fuerza aunque a la distancia antes de dejarnos sumidos en el silencio.

–Edward…

–No va a pasar nada malo, amor. Te lo prometo. –Papá apretó con fuerza la mano de mi madre para infundirle confianza. –Es el dolor el que hizo que Paul hablara así.

Stanislav me envolvió por completo entre sus brazos.

–Tranquila, tu padre tiene razón. No va a pasar nada malo, jamás permitiría que te hicieran daño.

Me di cuenta de que estaba temblando. Eran tantas emociones acumuladas, tantas cosas qué asimilar, era demasiado para tan poco tiempo. Sentí el sabor amargo de la bilis colarse por mi garganta, y de manera brusca me solté del abrazo de Stan para alejarme un par de pasos antes de que las arcadas me acometieran con furia.  Realmente empezaba a sentirme enferma.

–Renesmee, será mejor que entremos a la casa.  –Mamá puso sus frías manos sobre mi frente y mi cuello mientras las nauseas remitían –Creo que tu abuelo debería echarle un vistazo a tus heridas.

–No es nada

–Dame gusto por favor. Esta noche ha sido difícil, por lo menos dame la tranquilidad de saber que físicamente estás bien. Ven. –Mamá me ayudó a incorporarme con cuidado, tal vez para evitar que las nauseas regresaran. Me sentía un poco mareada, pero aún así no se me escapó la mirada de mi padre: una mezcla de sorpresa, enojo y preocupación. A pesar de que mantenía un férreo control de su expresión, casi podría decir que lucía más pálido de lo normal.

Sacudí la cabeza, seguramente todo eran imaginaciones mías.

–Mamá, te prometo que no es nada. Además, creo que hay cosas más importantes de qué ocuparnos en estos momentos. –dije al tiempo que miraba en dirección a donde el tío Emmett estaba sentado, rodeándose las rodillas con sus largos brazos mientras la tía Alice le susurraba palabras de consuelo. Imaginé que tío Jasper había echado a andar su don, logrando que la manada no se nos viniera encima, y también, consiguiendo que Carmen y Emmett se controlaran un poco. 

Sí, había cosas más importantes en esos momentos, pero ¿por dónde empezar? Era como si el mundo se nos viniera encima sin control.

 

 

Esa madrugada fue demasiado difícil y larga. Con pesar, tuvimos que encargarnos de los restos de la batalla, vigilar que el fuego que destruía los cuerpos de los Vulturi no se saliera de control y terminara convirtiéndose en un incendio forestal.

Tío Jasper se dio a la tarea de emplearse a fondo para controlar al tío Emmett, quien parecía como ido, como si lo hubiera dopado con una fuerte dosis de Valium o Prozac. La Abuela Esme había logrado que él entrara a la casa, y una vez ahí se había quedado sentado en un rincón de la sala, con el rostro desencajado y la mirada perdida, sin pronunciar ni una sola palabra.

El abuelo Carlisle fue quien se encargó de recoger las cenizas de tía Rose, una vez que el fuego había consumido por completo su cuerpo. Las colocó en una pequeña especie de urna de porcelana que originalmente se usaba como adorno en una de las mesillas de la sala. Le entregó las cenizas a Emmett, quien las acurrucó contra su pecho, como si temiera que alguien pudiera llegar e intentar arrebatárselas.

Ya muy entrada la noche, el clan de tía Zafrina hizo su aparición por la casa. Según entendí, ellas habían llegado a Forks para ayudara mi familia a buscarme y, si era necesario, rescatarme de mis plagiarios. Esa noche habían salido de caza y conociendo el tratado que había entre mi familia y los quileutes, decidieron ir lo bastante lejos, tanto como pasar la frontera con Canadá.

–No debimos alejarnos tanto… Si hubiéramos sabido… –se lamentó tía Zafrina cuando supo a quiénes habíamos perdido en medio de la batalla.

–Nos sentimos demasiado culpables… debimos haber estado a su lado. Ta vez hubiéramos podido ayudar en algo, tal vez no hubiéramos perdido a Rose o a Benjamin o a Tia… –terció Kachiri.

–Todo fue demasiado sorpresivo, no tienen por qué sentirse culpables. Sabemos que si hubieran estado aquí, habrían luchado a nuestro lado sin dudarlo ni un segundo –La tía Alice pronunció en tono conciliador, a pesar de que en su mirada se notaba la tristeza que sentía por la pérdida de su querida hermana.

Nos quedamos en silencio. Yo estaba sentada en el mullido sofá de la sala, apoyando casi todo el peso de mi cuerpo contra el duro pecho de Stanislav, quien me rodeaba con su brazo. A mi derecha, mamá sostenía mi mano con delicadeza, mientras mi padre nos lanzaba miradas cargadas de recelo y molestia. No quería ni imaginar que es lo que pudiera pensar sobre Stan y yo, o peor aún, qué pudiera estar “escuchando” es nuestras mentes en esos momentos.  Era difícil de explicar, pues aún cuando había recuperado de golpe mi memoria, aún cuando estaba al fin con mi familia que me amaba profundamente, aún así sólo Stan me hacía sentir segura en esos momentos. Era como si él fuera mi red de seguridad, era en quien más confiaba más en esos instantes. El solo pensar en quedarme sola con los demás, sin tenerlo a mi lado, me llenaba de aprehensión.

–¿Por qué? –el abuelo Carlisle fue quien rompió el triste silencio. –¿Qué fue lo que hicimos para despertar la ira de los Vulturi?

–¿Hacer? En realidad, nada… o simplemente representar un peligro potencial para Aro –contestó Neema con voz casi casual.

–¿Peligro nosotros? ¡Eso es una estupidez! –masculló la abuela Esme seguida de una palabrota que jamás hubiera imaginado escuchar de su boca. –Hemos seguido todas y cada una de las reglas y desde a vez que vinieron a Forks, hace nueve años, nos hemos mantenido lo más apartados de ellos, ¿qué peligro podemos representar?

–Ustedes son un clan grande y son capaces de formar alianzas tanto con otros aquelarres como con los hombres lobo –al escuchar las últimas palabras de Stan, no pude evitar torcer un poco el gesto. Me estaba muriendo de la preocupación, ansiaba saber qué sucedía con los chicos de la manada, pero las amenazas de Paul habían sido lo bastante claras. –Además, por lo poco que sé de ustedes, entiendo que hay miembros con dones extraordinarios.  –le lanzó una mirada de admiración a mamá. Supuse que el que ella pudiera mantener a raya el terrible don de Jane era algo digno de fascinación. –Si sumamos todo eso, bueno, Aro debió pensar que podrían llegar a representar algún tipo de problema si ustedes así lo quisieran.

–No entiendo, o mejor dicho, no me cabe en la cabeza tanta saña contra nosotros –mi madre apretó los dientes –¿Por qué llevarse a mi hija si lo que querían era acabar con la familia?

–Supongo que sería más fácil de entender si contamos la historia desde el principio. –sugerí.

Enderecé la postura y respiré hondo antes de empezar a narrarles los hechos desde el momento en que decidí encontrarme aquella noche con Awka en el bosque. Les conté todas y cada una de las cosas que viví durante el tiempo que estuve al lado de los Vulturi. Les hablé de la noche que desaparecí de Forks, de la retorcida historia de “Atena” la hija de Aro, el entrenamiento casi militar al que fui sometida para hacerle frente a la batalla de esa noche, mi amnesia, el control al que Awka había sometido mi mente… Stanislav me ayudó a profundizar el relato con detalles que yo desconocía, como su primer encuentro con el tío Eleazar y el acuerdo al que habían llegado para entregarme sana y salva a mi tío y preparar nuestro escape de Volterra.

A medida que nuestra historia avanzaba, algunos mascullaban por lo bajo o emitían gruñidos ininteligibles.  Hablar de la muerte del tío Eleazar fue una de las cosas más duras que jamás hubiera tenido que hacer antes. No me sentía capaz de mirar a la cara a tía Carmen, me sentía demasiado avergonzada, demasiado culpable de su dolor por la pérdida de su compañero. Y el sentimiento era el mismo pero multiplicado miles de veces más intenso con respecto a tío Emmett.  

Lo único que callé fueron los detalles de mi relación con Stanislav. No era el momento para que mi familia supiera la naturaleza y la intensidad de lo que vivimos. Tal vez nunca lo fuera, porque el hecho era que yo me había acercado a Stan, me había unido a él de una forma en la que no lo había hecho con nadie, así que ¿cómo hablarles de eso a mis padres? Claro que el simple hecho de contarles sobre mi vida íntima se me antojaba demasiado violento y si le sumábamos su amistad con Jacob…

Jacob. ¿Qué estaría pasando en esos momentos? ¿Cómo estaría? La preocupación me estaba matando. O mejor dicho, la preocupación, la culpabilidad, el remordimiento y un montón de cosas más estaban haciendo mella en mí.

–Fue una estupidez no avisarnos que estabas en Volterra. –la voz de mi padre me sacó de mis cavilaciones –Hubiéramos ido por ti, jamás hubiéramos dejado que Eleazar corriera  tal peligro. –papá gruñó mientras miraba acusadoramente a Stan.

–Eleazar entendía la situación perfectamente –el tono seco de su respuesta dejaba en claro que Stanislav no iba a dejarse apabullar por mi padre. El choque de dos temperamentos tan fuertes era inminente.  –Si  les hubiera dicho que Renesmee estaba en poder de los Vulturi, ustedes hubieran acudido de inmediato.

–¡Por supuesto!

–Y eso hubiera sido una reverenda estupidez. Aro convocó a toda la guardia; éramos más de 40 vampiros acuartelados en la ciudad. Hubiera sido una masacre peor que la de esta noche si ustedes  hubieran intentado tomar por asalto el palazzo –mi padre intentó interrumpir las palabras de Stan, pero éste siguió hablando para evitarlo –Con menos de la mitad de la guardia, su bando tuvo bajas significativas, ¿imaginas lo que hubiera pasado con ustedes, sin los lobos, enfrentándose a toda la guardia? Aún y cuando Neema y yo les hubiéramos ayudado, aún así nos hubieran borrado a todos de un plumazo. Imagino que lo último que hubieras querido es lleva a tu… familia al extermino completo.

»Eleazar fue uno de ellos, conocía la forma de trabajar y entendía que la única forma de sacar a tu hija de Volterra sin mandar a nadie más al matadero, era preparando la huída tal de esa manera.

–Aún así, el plan no resultó.

–No, las cosas no salieron como lo planeamos.

–Aro descubrió que Stanislav deseaba ayudar a Atena…, digo, a Renesmee a escapar. Supongo que tengo que reconocer mi culpa en eso. –agregó Neema.

–¿Qué quieres decir? –la pregunta de tío Jasper iba cargada de suspicacia.

–Stanislav me había contado algunas sobre ella… No sé, supongo que bajé la guardia, el caso es que permití que Aro me tocara y descubriera las sospechas que tenía Stanislav sobre quién era en realidad Renesmee y las intenciones que tenía para ayudarla a escapar de ellos una vez que todo hubiera terminado…  Esa noche fuimos tras ellos, yo tenía que demostrar mi lealtad a Aro, por eso me ordenaron participar en el grupo de caza de los traidores. Además, la única forma de ayudar a Stanislav era atacarlo yo misma, hacerles creer que me había desecho de él.

–Vi como lo… –el recuerdo aún me ponía la piel de gallina –lo atacaste salvajemente, vi el resplandor del fuego, aspiré el olor a carne quemada, ¿cómo entonces…? Y luego, esta noche, estuviste a punto de hacer lo mismo con mi papá.

–Supongo que formando parte de una familia de vampiros, sabes bastantes cosas sobre nuestra raza, como el que podamos reconstituirnos a pesar de las heridas, ¿no? –asentí –Eso fue lo que pasó con él. En cuanto al olor de la carne quemándose, ¿recuerdas el callejón inmundo donde los atrapamos antes de la huída? Descubrí el cadáver putrefacto de un perro y… imagínate el resto.

»Y sobre tu padre, bueno, sólo estaba matando el tiempo en lo que reaccionabas o en lo que mi amigo llegaba, lo que sucediera primero.  No pensaba hacerle daño, simplemente tenía que fingir que quería hacerlo.

–Es verdad. Leí tu mente y no pensabas en aniquilarme. –el tono de voz de mi padre seguía cargado de recelo. Imaginé que aún y cuando Stan y Neema habían peleado a nuestro lado, aún así los veía como parte del enemigo.

Neema se encogió de hombros. Parecía que el tener que estar dando explicaciones era algo que realmente le incordiaba.

–¿Por qué no vino Aro? Eso no me queda claro, el ama estas situaciones, ser la mano ejecutora de la sentencia a muerte.  –la ácida voz de tía Tanya se hizo presente. Ellas también tenían mucho que reclamar al líder de los Vulturi; gracias a él, habían perdido a su “madre” y dos hermanos.

Neema enarcó la ceja antes de responder secamente

–Tiene que guardar las apariencias. Esto no fue una especie de juicio justo para declararlos inocentes o culpables de los delitos imputados, no había público que pudiera validar su sentencia de muerte. Esto fue una misión de exterminio total. Teníamos órdenes de eliminarlos a todos, incluyendo a los lobos o a los humanos que pudieran estar con ustedes. Si era preciso, debíamos arrasar con el pueblo entero.

»Aro sabía que si el clan de ustedes desaparecía misteriosamente de buenas a primeras, sin un motivo aparente, las sospechas de los demás apuntarían directamente hacia ellos. Al parecer, el enfrentamiento que casi se da entre ustedes hace nueve años fue bastante conocido.

Stan y yo nos volvimos a mirarla, ¿cómo sabía tanto?

–Estos tres días que Awka te tuvo bajo la influencia de su don, los elegidos para la misión recibimos una especie de curso intensivo sobre tu familia y algunos de sus aliados. Sé que tu padre puede leer nuestros pensamientos, tu madre tiene un escudo que protege de los dones que afectan a la mente, hay una adivina, una que puede dar descargas eléctricas con sus manos… –mientras hablaba, ibaa señalando uno a uno con la mirada. Era como si hubiera podido escuchar  la pregunta que había formulado en mi cabeza –En fin, como iba diciendo, Aro sabe que para poder conservar la posición de poder que tiene, debe seguir fingiendo que los Vulturi representan la balanza de la justicia de nuestro mundo.

»Incluso dentro de la misma guardia hay jerarquías, hay información que se maneja exclusivamente a ciertos niveles. Aro nos mandó llamar a todos, incluidos aquellos miembros ubicados al otro lado del hemisferio. Justificó esta misión diciendo que ustedes habían solicitado la ayuda de los Vulturi para solucionar no se qué problema en su clan, pero que en realidad había terminado siendo una trampa donde Gianna fue eliminada. Así que para los miembros más bajos de la organización, los que no conocen la verdadera historia, el ataque a ustedes es una vendetta perfectamente justificada.

»De cara al exterior, soltó el rumor de que los rumanos estaban planeando una especie de invasión, así que con pretexto de mostrar fortaleza al enemigo, decidió quedarse en su trono, rodeado de la mayoría de la guardia y hacer frente al posible ataque. No sé que tan cierto sea eso de los rumanos, pero le dio la coartada perfecta. Nadie podría decir que su mano estaba detrás de la desaparición de ustedes. Aro ama la guerra, pero ama más el poder y el status que tiene.

–Pareces conocer bien la forma en que operan –pronunció tío Jasper.

–Mejor de lo que pudieran imaginarse… Lo mío con los Vulturis es casi como un muy mal matrimonio de conveniencia. –La mueca de Neema dejó entrever un gesto de amargura, pero rápidamente se recompuso. De pronto me pregunté cuál sería la historia detrás de ella.

–Supongo que deberíamos agradecerles su ayuda, y sobre todo, que trataran de proteger a mi hija…

–Pero no puedes –concluyó Stanislav

–Edward… –dijo mamá con una ligera nota de amonestación.

–¡Papá! –protesté a la vez –Stan se portó bien conmigo, me ayudó en todo momento…

–Lo siento, pero no puedo ignorar el hecho de que se la llevaron. Si no hubieran venido por ella desde un principio, nada de esto hubiera pasado.

–No puedo borrar lo hecho –contestó Stan – pero al menos intenté enmendar algo del daño.

–¿Si?, ¿cómo? ¿Aprovechándote de ella?

oh, oh… aquí vamos a la parte que no quería llegar

–Papá… –pronuncié con voz chillona mientras sentía que un incómodo sofoco, el mismo que sentía siempre que me ruborizaba por completo. –Por favor…

Lo mío con Stan era algo que no pensaba discutir en esos momentos y menos delante de tantos testigos. Lo que fuera que hubiera entre nosotros era algo que únicamente nos incumbía a él y a mí.

Un pensamiento bastante desagradable cruzó mi mente de repente, haciendo que abriera los ojos como platos.

–Neema, ¿dijiste que estuve tres días bajo el control de Awka?

–Sí…

Oh por Dios…

–¿El…? –¿cómo preguntar delante de mi familia? Recordé que Awka había tratado por todos los medios de que me metiera en la cama con él, y si había estado tres días bajo su poder, a solas…. Me estremecí de horror y papá bufó furioso. –¿Sabes qué fue de mí en esos días?

–¿No recuerdas nada?

–No. Apenas si puedo recordar unas cosas de antes de la batalla… mi mente está completamente en blanco entre esta noche y la noche en que tío Eleazar… Neema, por favor, dime qué pasó conmigo. ¿Awka… él… cuánto tiempo estuvo a solas conmigo?

El silencio se instaló densamente en el ambiente. Agaché la mirada, incómoda, avergonzada, pero sobre todo, temerosa. Era bastante obvio que los demás habían entendido hacia donde iba mi pregunta. Papá y Stan mascullaron sendas maldiciones que en otro momento me hubieran ruborizado, al tiempo que mi madre me rodeó con su brazo para reconfortarme.

–Renesmee…

–Neema, por favor. Quiero saberlo. Lo que haya pasado, quiero saberlo…

–Bueno, yo… la verdad es que yo no estuve todo el tiempo con ustedes.  Lo que yo vi fue que únicamente se encargó de manejarte como un títere, probando qué tanto podía controlarte. Aro dio órdenes de que siempre alguno de nosotros los vigilara, no quería que Awka se distrajera con sus adicciones.  No vi que abusara de ti, no creo que lo hiciera…

–Pero no puedes asegurarme que no lo haya hecho.

–¡Podría volver a matarlo por esto! –la furia de Stan  me sobresaltó

¿Y si…? No, no quería ni imaginarme en la posibilidad. Es cierto que la primera vez, Stanislav y yo no habíamos sido nada precavidos, bueno, de hecho, también habíamos olvidado tomar precauciones otras dos veces, pero las otras siete Stan se había encargado del asunto del control natal.  Tener un hijo de Stan no me daba miedo; pero tener uno de Awka me llenaba de repulsa.

–Renesmee, Aro nos dio la orden de no permitir que Awka se distrajera con nada. Y eso te incluía a ti. Como dije antes, no estuve todo el tiempo ahí, pero yo era quien más tiempo pasaba vigilándolos, casi podría jurar que no pasó nada entre ustedes… Lo más “divertido” que hizo contigo fue hacer que te alimentaras al estilo tradicional.

–¿Me alimenté de un humano? ¿Maté a alguien?

No estaba segura de querer seguir escuchando más.  Tal vez no hubiera sido una mala idea dejar que esos tres días en blanco siguieran siendo un misterio.

–¿Cómo crees que estás tan fuerte? –contestó Neema –Antes de una batalla, nos alimentamos hasta decir basta para fortalecernos. La sangre humana es como gasolina para nuestros cuerpos.

Enterré el rostro entre  mis manos, sintiéndome como derrotada. ¿Qué más había sucedido en esos tres días? Me había convertido en una asesina y probablemente Awka por fin había conseguido de mí lo que no había querido darle…

–¡Oh! –la exclamación de tía Alice llamó nuestra atención, sacándome de mi propio drama personal. Alice tenía los ojos semi cerrados y el rictus tenso. Comprendí que estaba en el trance habitual de sus visiones del futuro – ¿Qué hace…?

–Alice, ¿qué sucede? –preguntó mi abuelo

–Jane…

El nombre de la pequeña Volturi me produjo un nuevo escalofrío. ¿Por qué veía a Jane? Se suponía que habíamos acabado con todos, ¿qué no?

–Está viva… y muy furiosa. –Prosiguió la tía –Quiere… venganza.

–¿Viva? ¿Dónde está? –papá se acercó hacia el taburete donde estaba sentada mi tía y se puso de cuclillas, a la altura de ella. Ahora él parecía concentrado también, como si estuviera contemplando al mismo las visiones de mi tía.

–No estoy segura… cambia de parecer… duda entre regresar a Italia o ir a… ¿a Londres?

–¡Annie! –pronuncié una octava más aguda de lo normal –Stan, tu hija.… –Me sentí frenética. No podía permitir que Annie, completamente inocente de toda esta locura, se viera arrastrada por mi culpa. No me sentía capaz de cargar un peso más en la conciencia  –Tenemos que hacer algo, Jane es capaz de todo…

–Tranquila… –sujetó con delicadeza mi mentón con su mano derecha –No le va a pasar nada malo a mi hija –de refilón, alcancé a ver las muecas confusas de mi familia al escuchar lo de la hija de Stanislav, pero no había tiempo de explicaciones.

–¡Jane va a Londres! ¡Es obvio que te vió y va a querer cobrárselas con Annie!

–Mi hija ya no está en la ciudad… Antes de venir aquí, llevé a mi hija a un lugar seguro. Ni siquiera está en Inglaterra. Sabía que las posibilidades de que yo saliera bien de esto eran pocas, así que me aseguré que ella no cayera en manos de los Vulturi. Sus útimos días no se verán empañados por el horror de mi mundo.

–De nuestro mundo… –corregí con un susurro

–¡Maldita sea! – rezongó tía Alice –No puedo ver claramente. Cambia de parecer de prisa, es como si supiera cómo eludir mis visiones… También contempla la posibilidad de regresar a Forks y hacernos frente…

–¡Es una locura! Jane no es tonta, pero sí una cobarde que en cuanto vio la batalla perdida, no dudó ni un minuto en salir corriendo para salvar su pellejo –Neema se puso de pie y avanzó un par de pasos hasta donde había estado la enorme pared de cristal, la cual estaba fragmentada sobre el piso de la habitación. El viento empezó a colarse a través de ella, haciendo que el largo cabello de la vampira ondeara suavemente a su ritmo –Aunque… Jane es demasiado peligrosa. Aún cuando puedan contener su don con el escudo de Isabella, eso no quita que es un enemigo de cuidado. –Neema, se giró en redondo, mirándonos fijamente con el rostro serio.

–Si había alguien a quien Jane quería, era a su gemelo Alec… Nos odia por su muerte, nos odia por su fracaso. –Alice hablaba pausadamente. –No puedo ver más… –su voz salió en un forzado jadeo, parecía como si le doliera la cabeza del esfuerzo.

Cerré los ojos con fuerza y me undí entre los cojines del mullido sofá preguntándome si esto sería alguna especie de pesadilla de la que no podía despertar.

 

 

 

El resto de la noche transcurrió lentamente, sumidos en un ambiente tenso, extraño, triste y hasta cierto punto, confuso. A veces algunos hablaban sobre qué es lo que podríamos esperar de los Vulturi cuando se enteraran del fracaso de la misión; otras, la habitación quedaba sumergida en el silencio, cada quien lidiando con sus propio dolor o sus propios temores.

Mi cabeza en particular era un lío de culpas, miedos y preguntas que no me atrevía a contestarme a mi misma. Culpa al observar a mi tío Emmett sumido en una especie de catatónia mientras la abuela Esme lo abrazaba y le susurraba palabras de consuelo; también la sentía al mirar el gesto devastado de tía Carmen, o al recordar las heridas de Jacob.

La culpa me estrujaba hasta la última terminal nerviosa. En mi fuero interno había una tortuosa vocecita que no dejaba de repetirme que gracias a mí se habían desencadenado tantas desgracias, y no eran sólo las sucedidas esa noche. No, esa misma vocecita me decía que debido a mi nacimiento nueve años antes, era que esta especie de maldición de los Vulturi había caído sobre nosotros. Porque gracias a que se habían enterado de mi existencia fue que se aparecieron tiempo atrás para acabar con mi familia. Y aunque no lograron su cometido en esa ocasión, yo siempre fui el pretexto perfecto para reanudar la cacería. Habían esperado que yo cometiera un error para caer con el peso de su “justicia” sobre los Cullen o sino, me veían como la trampa perfecta para atraparnos.

La otra parte de culpa que me atosigaba era la relacionada con Jacob. Era imperdonable la forma en que le había atacado, si algo malo le sucedía… Además, no sólo era eso, también estaba lo sucedido con Stan. Podía justificarme con argumentos como que técnicamente yo había dado por rota nuestra relación a raíz de lo sucedido en mi fiesta de cumpleaños, o que estaba amnésica cuando terminé liada con Stanislav o un montón de excusas más, pero siendo brutalmente honesta conmigo, a pesar de todo, no me arrepentía para nada de haber estado con él.  No era como que de pronto hubiera dejado de querer a Jake o que dejara de ser importante para mí, sólo que de pronto sentía el corazón fraccionado en partes iguales. Era como si hubiera estado andando por un largo camino que parecía seguro y de pronto, se viera dividido en dos, sin un solo señalamiento hacia dónde había que seguir.

El día que me habían secuestrado, había creído descubrir que yo era el objeto de la impronta de Jacob, que éramos dos almas gemelas, la pareja perfecta del otro. Se suponía que era un amor más allá de lo místico, a prueba de todo, tan eterno como el tiempo. Si era así, ¿por qué Stan me había calado hasta los huesos? ¿Por qué de pronto una vida lejos de él se me antojaba insoportable? ¿Por qué no soportaba ni siquiera la idea de estar sentada a centímetros de distancia de él?, porque desde el instante en que habíamos entrado a la casa, no había permitido que se apartara de mi, llevábamos lo que me parecían horas, sentados en la misma posición, en el mismo lugar y tan cerca como era posible, a pesar de las miradas extrañadas de mi familia o de la mirada furiosa de mi padre en particular.

Tenía miedo de lo que pudiera venir después. ¿Qué iba a suceder cuando Jake se recuperara? ¿Y si no lo hacía? ¿Qué iba a pasar con mi familia? ¿Se rompería el tratado? ¿Tendríamos qué abandonar para siempre Forks? ¿Qué significaba que Stan hubiera venido a Forks a pelear contra los Vulturis?  ¿Qué había me había sucedido en esos tres días bajo el control de Awka? Esas y mil preguntas más daban vuelta por mi cabeza sin control.

–Deberías de intentar dormir un poco – pronunció muy bajito contra mi oído, interrumpiendo el tortuoso derrotero de mi pensamientos. Casi podría afirmar que sólo había podido escucharlo yo, pero conociendo el super oído que los vampiros poseían, no estaba tan segura.

–No puedo. Si cierro los ojos, el corazón me late demasiado a prisa y empiezo a ver cosas que realmente quisiera poder olvidar… –En ese momento, un chirrido llamó mi atención. El abuelo había accionado el mecanismo que cubría la entonces existente pared de cristal con una placa de metal. No me había dado cuenta que había empezado a llover, imaginé que habían tenido que recurrir al “sistema de emergencia” (como le decían a la pared de acero) para evitar que el agua entrara a la habitación. De pronto, la habitación me pareció demasiado pequeña, asfixiante. –Siento que me ahogo… necesito aire –me levanté bruscamente.

–¿Hija?

–Estoy bien, mami… sólo necesito tomar aire. Voy a salir un momento al porche…

–No creo que sea una buena idea que estés fuera. Voy contigo.

–No, voy a estar  bien… sólo necesito estar un momento a solas… necesito aire.

–Renesmee…

Giré en redondo y con pasos veloces abrí la puerta, dejando que el viento me diera de lleno en la cara, aspirando una profunda bocanada de aire. A mi espalda alcancé escuchar decir a papá, “Dénle un poco de espacio. Lo necesita desesperadamente”. Me acerqué apenas al borde del primer escalón, no era tan tonta como para alejarme de la casa e intentar dar un paseo por el bosque. Jane suelta y furiosa era todo un peligro. Dejé que las gotas de de la lluvia empaparan mi rostro, mientras cerraba los ojos y dejaba que el aire impregnado con el aroma de los árboles y de la tierra mojada llenaran por completo mis pulmones.

Mantuve los ojos cerrados por quien sabe cuanto tiempo, intentando que mi mente se quedara en blanco por lo menos un segundo para no terminar volviéndome loca.

–¿Mejor?

–No en realidad… –dije abriendo los ojos con lentitud para descubrirlo a mi lado, observando la lluvia caer.

–Será mejor que te resguardes de la lluvia si no quieres pescar un resfriado.

–Nunca he tenido uno y  no creo que a estas alturas me enferme de eso. –Aún así, retrocedí para protegerme del agua.  Me di cuenta que la puerta de la casa se había quedado abierta, supuse que Stan lo había hecho para la tranquilidad de mi familia, para que pudieran vigilarnos. –Debí parecer una loca, con mi pequeño ataque de claustrofobia… Es sólo que hay tantas cosas… me siento agobiada.

–Tu familia entiende que no es fácil para ti. De hecho, no creo que sea fácil para nadie de ellos, sobre todo para tu padre.

–Siento que papá esté siendo algo rudo. Él no es así normalmente, sólo que…

–Lo comprendo perfectamente. Yo también soy padre y si estuviera en su lugar, lo último que quisiera ver es que mi hija termina siendo amiga de un asesino que encima participó en su secuestro.

Torcí el gesto al escuchar lo de “amiga”. Parecía que Stan no tenía tantas dudas ni cosas qué aclarar sobre nosotros. Recordé una conversación que tuvimos una vez:

Necesito que me prometas algo más y en eso voy a ser inflexible.

¿Qué?”, pregunté suspicazmente

“Prométemelo primero”

Está bien, te lo prometo. ¿De qué se trata?

Que pase lo que pase, no te vas a enamorar de mí ni vas a tratar de salvarme

¿Cómo?

No quiero que pongas tu amor ni tu corazón en algo como yo, ni que pretendas salvarme de algo que soy y que no se puede cambiar. No quiero decepcionarte al ver que no consigues aquello que deseas”.

–Me hubiera gustado que los conocieras en otras circunstancias. Me hubiera encantado que los conocieras a todos, contarte sus historias… –la voz se me engrosó al pensar en tía Rose. A ella le hubiera caído bien Stanislav, estaba segura.

–Sí, a mi también me hubiera gustado eso… ¿Sabes? Al verte con ellos, ver a tu familia, me ha dado mucho qué pensar.

¿? –lo miré sin estar segura de entender.

–Verlos me ha hecho preguntarme qué hubiera sido si… –se interrumpió como buscando las palabras adecuadas –No sé, es que de pronto me doy cuenta que si hubiera sabido que era posible vivir de este modo, que era posible el no convertirte en una bestia del todo, tal vez hubiera podido estar con mi hija… tal vez no hubiera tenido que renunciar a ella, tal vez no hubiera terminado envuelto en tanta miseria. Ojalá hubiera adivinado o descubierto por mi mismo que esto es posible…

–Nunca es tarde para intentarlo.

–A un perro viejo no se le pueden enseñar trucos nuevos.

–El tío Jasper vivió a la manera “tradicional” casi un siglo antes de encontrarse con mi familia. No es fácil, pero se puede lograr…

Esperé una respuesta de él, pero se limitó a quedarse callado.

–Aún no puedo creer que estés vivo –dije en un intento desesperado de  romper el silencio.

–Bueno, técnicamente no lo estoy –dijo con sorna

–Tonto… –pronuncié esbozando una sonrisa torcida. –Sabes a lo que me refiero.

–Si…–Suspiró profundamente, al tiempo que ponía sus manos en los bolsillos traseros del pantalón– Supongo que debo ofrecerte una disculpa.

–¿Por…?

–Por lo sucedido esa noche. Por hacerte ver la bestialidad con la que podemos comportarnos, por fracasar en el plan para sacarte de Volterra, y porque por ese fracaso Eleazar pagó las consecuencias…

–Hiciste lo que pudiste, trataste de ayudarme y siempre estaré agradecida por eso. Pase lo que pase, todo lo que has hecho por mi jamás podré olvidarlo.

–¿Te arrepientes de algo?

–¿Cómo...?

–Ya sabes… ¿hay algo de todo lo que pasamos de lo que te arrepientas?

Me miró con intensidad, como si mi respuesta fuera importante para él.

–No –pronuncié honesta, sin dudas –Tal vez haya cosas de las que no me siento completamente feliz o que hubiera querido evitar, pero lo que sucedió entre tú y yo… Mentiría si te dijera que me arrepiento porque no es cierto.

–Renesmee, ¿qué voy a hacer contigo? –tomó con cuidado mi mano derecha y acarició suavemente los nudillos con su pulgar mientras me dedicaba una mirada tierna.

–No sé, tenerme paciencia, quererme, aguantarme… hay muchas opciones, aunque para serte sincera, ahora mismo ni siquiera sé que hacer conmigo misma…

–¿Te gustaría?

–¿El qué?

–Una de las opciones que mencionaste fue el quererte, ¿te gustaría que te quisiera?

¿Realmente lo había dicho en voz alta?

–Yo… eee…

–Nessie, ¿podrías venir por favor? –la aparición de mi padre se me antojó casi una intervención divina. Quería hablar con Stanislav, pone las cosas en claro entre nosotros, pero ese no era el lugar ni el momento, no con tantas cosas sucediendo a tal velocidad.  –Tu madre está al teléfono con Charlie y quiere que hables con él.

–¿Con mi abuelo? –dije extrañada mientras entraba a toda prisa al interior de la casa sin detenerme hasta llegar al lado de mamá.

–Aquí está, sí… Te la voy a pasar, pero por favor promete no alterarte… Ella está bien… No, no te estoy mintiendo… Papá, sí, te lo prometo… espera, te la paso –mi madre tapó ligeramente la bocina del teléfono antes de pasármelo –Es tu abuelo, quiere hablar contigo, asegurarse de que estás bien.

–¿Supo que desaparecí?

Mamá asintió ligeramente antes de darme del todo el aparato.

–¿Bueno?

–Nessie, ¿eres tú?

–Sí, abuelito, soy yo.

–¡Has vuelto! –Su voz iba cargada de tal emoción que me sentí abrumada por la intensidad –¿Estás bien? ¿Dónde has estado?, ¿Cómo regresaste?, ¿Por qué te llevaron?, ¿Quién fue?

–Abue, abue… –dije tratando de frenar un poco el aluvión de preguntas –Estoy bien, regresé esta noche. Es una larga historia, pero lo importante es que al fin estoy en casa.

–Te extrañé mucho, Nessie.

–Y yo a ti –y era cierto. Aún y cuando apenas había tenido un par de destellos de mi pasado en los días que estuve con los Vulturi, en dichos destellos había estado el rostro de mi adorado abuelo Charlie y su recuerdo me había provocado una sensación de anhelo. –Te quiero mucho, abuelito.

–No más que yo… Quiero verte, comprobar que estás bien.

–Te prometo que voy a ir a tu casa en la mañana.

–¿Por qué  no vienen ahora? Si no fuera porque tu madre es una mandona y no me deja poner un pie fuera de la cama, en estos momentos estaría en camino a verte.

¿Qué quería decir el abuelo con lo de que mamá no lo dejaba poner un pie fuera de la cama? ¿Qué más había pasado en mi ausencia?

–Es… es de madrugada, tienes que dormir y…

–¡Tonterías! Son las cinco y media de la mañana, a esta hora suelo despertarme. Además, con lo que pasó con los chicos de la reserva… Supongo que tú tampoco has podido pegar un ojo en toda la noche por eso. ¡Que desgracia!

Me quedé trabada, sin saber qué decir. No sabía qué tanto y cómo se había enterado mi abuelo de lo sucedido con los quileutes, pero lo que me había dejado paralizada era el tono lastimero con el que había pronunciado “qué desgracia”.

–¿Nessie? ¿Estas ahí?

–Sí… este… sí. Lo siento, es…

–Comprendo cómo debes sentirte.  Espero que Jacob salga bien de esa operación; según lo que me dijo Sue, parece que es muy riesgosa…

El piso pareció moverse descontroladamente bajo mis pies y si no hubiera sido por mi padre que apareció en un parpadeo a mi lado, hubiera caído estrepitosamente contra el suelo. Mamá agarró el teléfono y musitó un par de cosas más, no le presté demasiada atención, pues mi mente estaba en eso de la operación de Jake.

–¿Qué sucede? –preguntó la tía Alice.

–Jacob, al parecer sus heridas son tan graves como lo imaginamos –contestó papá por mi. Debió de escuchar en mi cabeza la conversación que había tenido con el abuelo Charlie.

–Nena, ¿estás bien? –mamá ya había dado por terminada la llamada, y por la forma en que fruncía el ceño noté su preocupación por mi.

–Sí, estoy bien… ¿el abuelo te dijo algo más sobre Jake? –dije casi con desesperación.

–No sabe mucho. Sue le llamó para contarle que los chicos habían sufrido un accidente en la carretera donde Sam, Embry y Colin perdieron la vida, mientras Jacob había quedado gravemente herido y Seth había salido con un brazo roto. Por eso me llamó tu abuelo, pensó que debíamos saber lo que estaba sucediendo.

–Mencionó que estaban operando a Jake, supongo que está en el hospital… –pronuncié prácticamente para mi misma –Tengo que ir allá, tengo que saber qué es lo que está pasando.

–No creo que sea buena idea, escuchaste a Paul –me recordó papá.

–¡Al diablo con Paul! Me estoy volviendo loca sin saber cómo están Jake y Seth; la culpa, la angustia me están matando…

–Nena, el abuelo me pidió que fueramos a su casa ahora mismo –dijo mamá suavidad – Podemos ir y tal vez por medio de él  podamos saber más, sin exponernos a un enfrentamiento con los chicos…

–Vamos entonces –dije presurosa. A mi tampoco se me antojaba iniciar una guerra contra nuestros viejos amigos, pero tampoco podía aguantar más sin saber qué estaba pasando con Jacob. Mi pobre Jacob.

Mamá encaminó sus pasos hacia la puerta que llevaba al garaje de la casa y me dispuse a seguirla. Apenas si había dado un par de pasos cuando vi a Stan y a Neema parados uno frente al otro con el gesto serio. A primera vista, daba la impresión de que se limitaban a mirarse mutuamente, pero fijando bien la mirada, se podía observar el rápido y discreto movimiento de sus labios.

–¿Qué sucede? –dije al tiempo que me acercaba a ellos.

–Neema se va.

–¿Por qué?

–Ya no me necesitan aquí –respondió ella – Además, Jane está suelta y enfurecida, y lo más seguro es que termine regresando con los Vulturi en busca de refuerzos para la revancha. Tengo que regresar a casa a proteger a lo mío.

Me pregunté a qué se referiría con lo de “regresar a casa a proteger lo mío”, pero preferí guardarme mis dudas. Mi madre me esperaba par ir a casa del abuelo. Tal vez más tarde podría inquirirle a Stanislav qué había querido decir su amiga.

–Entonces, ¿vienes conmigo o no? –preguntó ella desviando la mirada hacia Stan.

–¡No! –constesté yo a la vez que le miraba también. –Quédate, por favor…

–Renesmee…

–No puedes irte, no puedes dejarme nuevamente –apreté los dientes con tensión al hablar. Sabía que sonaba patéticamente desesperada, pero no podía evitarlo. Cuando creí que había muerto, el dolor había sido insoportable; no me creía capaz de pasar por  eso una vez más.

Stan mi miró detenidamente, con una especie brillo cuyo significado supe descifrar. O mejor dicho, al que no quise ponerle nombre para no crearme falsas ilusiones.

–Quieres que me quede? –preguntó al fin

–Sí… tenemos que hablar.

–Nena, ¿vas a venir? –al voz de mamá llegó desde las escaleras del garaje.

–¡Si, ya vooooy! –respondí a todo pulmón –Stan, tengo que ir a ver a mi otro abuelo, mi abuelo humano –Stan frunció el ceño entre confundido y asombrado – Luego te explico… ¿vas a estar aquí cuando regrese?

–Si es lo que quieres.

–Sí, eso quiero. Promételo, júrame que aquí estarás cuando regrese.

–Renesmee…

–Prométemelo.

–Te prometo que aquí estaré.

–Bien… –Giré el rostro hacia Neema. Por un momento había olvidado que estaba junto a nosotros. Parecía bastante divertida observándonos –Neema, gracias por todo. Ojalá pudieras quedarte más tiempo, pero entiendo que tengas que irte.

–No tienes nada qué agradecer. Creeme, había esperado bastante tiempo por una oportunidad así… –las palabras de Neema iban despertando mi curiosidad cada vez más. Su historia empezaba a intrigarme. –Entonces, hasta luego –dijo y me abrazó suavemente mientras susurraba muy por lo bajo contra mi oído “recuerda lo que te dije aquella noche en tu habitación. No dejes que el viejo y atormentado Stanislav regrese”.

Con un rápido movimiento, tanto que parecía un acto de magia, salió disparada hacia el exterior de la casa. Esperaba volver a verle alguna vez, con todo y que la vampiresa de aspecto de diosa de ébano me intimidaba un poco.

–¡Neeeessie! –volvió a gritar mamá. Ella rara vez me llabama por mi apodo infantil, y cuando lo llegaba a utilizar era únicamente cuando empezaba a perder la paciencia.

–Tengo que irme… ¿No te importa quedarte aquí? Papá…

–No pasa nada. Al parecer, tengo aliados en tus tíos Jasper y Alice –esbocé  una mueca lo más parecida a una sonrisa. Durante un momento de la noche, el tío Jasper le había dado las gracias a Stan por ayudar a tía Alice durante la pelea. El que hubiera sacado a mi tía sana y salva del ataque de los Vulturi, había sido má que suficiente para que se ganara el agradecimiento eterno de mi tío. –Ahora, ve, antes de que tu madre pierda la poca paciencia que me tiene…

–Ok… recuerda, prometiste que vas a estar aquí.

–Sí, te estaré esperando.

Sonreí y giré en redondo para alcanzar a mamá en el garaje. Pero antes de dar un paso siquiera, recordé algo.

–Mentí –dije mirándolo nuevamente.

–¿De qué hablas?

–Cuando me preguntaste que si me arrepentía de algo de todo lo que había sucedido entre nosotros. Y sí, hay algo de lo que me arrepiento.

–¿El qué? –preguntó secamente con su voz profunda.

–Me arrepiento de no haberte dicho cuánto te amo.

Abrió lo ojos sorprendidos. De hecho, yo misma estaba sorprendida por atreverme a decírselo, pero había perdido tanto, había pasado por demasiadas cosas que me habían abierto los ojos. Era una tontería guardarse los sentimientos por un estúpido sentido del orgullo.

–No me respondas nada –dije sellando sus labios con mi mano –ya habrá tiempo después. Sólo necesitaba decírtelo.

Stan me hizo caso, no dijo ni una palabra, pero en respuesta me besó con intensidad. Un beso rápido, pero tan vehemente y significativo que me dejó temblando hasta la última terminal nerviosa de mi cuerpo.

Medio aturdida corrí hacia el garaje, lo último que deseaba es que mamá subiera por mí y me llevara prácticamente a rastras hasta el auto.  Iba algo atontada que ni siquiera me detuve a reparar del todo en las miradas asombradas de mi familia, que habían sido espectadores de mi momento con Stan. Pero eso, tendría que esperar para después, había otras cosas más urgentes.

 

 

 

Estuvimos en casa del abuelo hasta casi las nueve de la mañana, justo cuando la enfermera que se encargaba de cuidarlo en las mañanas hizo su arribo. Mamá me había contado que el abuelo había sufrido un pre-infarto y aunque ya estaba mejor, aún tenía que estar en constante vigilancia, siguiendo una dieta estricta y específica. Cuando vi a mi abuelo me sorprendí encontrarlo más canoso, como si hubiera envejecido unos diez años en mi ausencia; me pregunté si mi madre no me estaría ocultando la gravedad de su salud cuando me dijo que había contratado a dos enfermeras para que lo cuidaran, por turnos, las 24 horas del día.

Mamá iba todos los días a visitarlo, era la única de los Cullen que podía hacerlo, pues según sus palabras, había cambiado tanto físicamente que la gente lo achacaba al paso del tiempo, aún cuando su cuerpo se había detenido en la perfección de los diecinueve años. Papá apenas si había podido ir a visitar a mi abuelo un par de veces al igual que el resto de la familia. Tenían que tener demasiada precaución, pues corrían el riesgo de que alguno de sus viejos conocidos en el pequeño Forks les reconociera y pudiera empezar a sospechar el por qué no habían cambiado nada después de tantos años.

–Vaya, no puedo creer todo lo que tuvieron que pasar por mi culpa… –suspiré mientras veía con desgana a través del cristal de la ventana del auto. Mamá conducía a una velocidad humanamente moderada, pues decía que mientras estuviéramos en Forks, teníamos que respetar las leyes del tránsito, tal y como se esperaría de la familia del jefe Swan.

–Deja de culparte, por favor, todo lo que ha sucedido, no ha sido responsabilidad tuya; has sido una víctima más en este macabro juego de Aro. No cabe duda que eres hija de tu padre, cargando culpas que no debes…

–Mamá…

–Nena, sé que esto no es fácil para ti, de hecho, no lo es para nadie, pero tienes que parar de pensar que la muerte de Rose, de Eleazar y del resto de nuestros amigos son culpa tuya. Tu padre está demasiado preocupado por ti.

–Así que papá se ha dado varias vueltas por mi cabeza –dije poco sorprendida. Era algo que esperaba por parte de mi padre, estaba en su naturaleza.

–No te molestes con él

–Y no lo estoy, sé que lo hace porque se preocupa por mí, porque me quiere… pero también me gustaría que no se hubiera enterado de ciertas cosas.

–¿Te refieres a ese chico, Stanislav?

Me sentí enrojecer mientras mamá hacía alto al ponerse en rojo uno de los tres semáforos de la ciudad. El mismo donde había chocado accidentalmente y Awka había aprovechado para hablar conmigo por primera vez. Al recordar al malvado semivampiro de fríos ojos azules no pude evitar estremecerme de miedo y repulsa.

–Hija, sabes que me gusta respetar tu privacidad –siguió mi madre al ver que no contestaba –Lo último que quiero es ser la típica madre “métome-en-todo”, pero…

–Pero quieres saber qué hay entre Stan y yo.

–Sí. Es obvio que no son simplemente amigos, ¿qué sucede entre ustedes dos?

Buena pregunta, pero sin una repuesta cien por ciento segura. Porque tenía que hablar con Stanislav, despejar el montón de cosas que había entre nosotros. Sabía lo que sentía por él, pero lo cierto es que el amor es cosa de dos y aunque le había dicho que lo amaba, lo cierto es que no sabía si él se sentía de la misma manera por mí.

–Es… es complicado. Aún tenemos cosas de qué hablar.

–Pero lo quieres. –la miré con los ojos abiertos como plato, ¿cómo sabía eso? –Es obvio, nena. Alguna vez yo también fui demasiado joven y demasiado intensa a la hora del amor… –suspiró levemente antes de girar con cuidado el volante para esquivar un auto estacionado en doble fila –¿Y Jacob?, ¿dónde encaja él en todo esto?

–Oh… mamá, sé que es tu amigo, sé que le debemos mucho, pero… yo…

–¿Dejaste de quererlo? Si mal lo recuerdo, jurabas que no habría nadie más aparte de él, que él sería al único que amarias para siempre, ¿qué pasó con eso?

– No es como que de un plumazo hubiera borrado a Jacob. Lo quiero, me importa y… sólo que todo es complicado, es como si tuviera el corazón dividido y tuviera que deshacerme de una de esas partes porque juntas no pueden existir. Jacob es alguien importante para mí, significa mucho, es solo que… no sé, sólo que no esperaba que alguien como Stanislav apareciera en mi vida y me calara tan hondo. Mami, no sé que vaya a pasar a continuación, pero lo último que quisiera es te enojaras conmigo si al final Jacob y yo no estábamos destinados a estar juntos. Es tu amigo y sé cuanto lo qusiste, o mejor dicho, cuánto se quisieron… –no pude evitar tocer el gesto. No solo había recuperado mi memoria, sino también los recuerdos de los demás que había ido añadiendo a mi colección de “recuerdos ajenos”.  A pesar de todo, aún me incomodaba que Jacob alguna vez hubiera amado a mi madre de un modo que casi rayaba la locura.

–Renesmee, sí, Jacob es mi amigo, ha sido parte importante de nuestras vidas durante mucho tiempo, pero tú eres mi hija y lo que más me importa en esta existencia es tu felicidad, sea quien sea, un vampíro, un licántropo, un humano o un alien, no importa, mientras seas feliz eso basta para ser feliz yo también.  –Mamá aparcó el auto y apagó el motor. Por fin habíamos llegado al hospital de Forks. Había insistido tanto para que me acompañara a averiguar como estaban Jacob y Seth, que al final había accedido, pues incluso había amenazado con venir sola si ella no quería acompañarme.  –Lo único que te pido es que no tomes una decisión apresurada y de la que te puedas arrepentir después. Aún eres muy jóven, tienes toda una eternidad por delante para comprometerte con alguien; no ha sido fácil lo que has vivido, lo que hemos tenido qué pasar y situaciones así nos hacen querer vivir demasiado a prisa por temor a perder aún más si dejamos correr el tiempo.

»Date tiempo para pensar las cosas, para ponerlas en perspectivas. Tal vez Stanislav sea tu destino, tal vez sólo estás confundida… ¿Sabes lo que es el Síndrome de Estocolmo? –asentí rápidamente –Tu padre y yo creemos que tal vez puedas estar experimentándolo…

–¿De verdad? –dije con sarcástica sorpresa. ¿Realmente mi familia reducía mis sentimientos por Stan a un mero padecimiento sicológico? No sabía si sentirme incrédula o insultada.  –¡Mamá!

–No estoy queriendo descalificar lo que puedas o no sentir, sólo tú puedes conocer lo que en realidad guarda tu corazón. Sólo digo que no descartes la posibilidad de tomar las cosas con calma, de estar segura de que no has confundido las situaciones. Después de todo, a Stanislav lo conoces hace muy poco y lo hicieron en circunstancias excepcionales… Date tiempo y dáselos a ellos también… En fin, ¿estas segura de que quieres entrar? Podemos regresar a casa si quieres. –no nos habíamos bajado aún del auto, ni siquiera me había desabrochado el cinturón de seguridad. Tenía nervios, sentía el estómago encogido de la aprensión, pero  asentí con decisión antes de abrir la puerta y disponerme a bajar del Maserati GranTurismo S gris de mamá. 

Capítulo 35: EXTERMINIO Capítulo 37: ELECCIONES Parte dos

 
14440035 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10758 usuarios