Todo por amor (+18)

Autor: Rakelluvre
Género: Romance
Fecha Creación: 20/04/2012
Fecha Actualización: 18/06/2012
Finalizado: NO
Votos: 4
Comentarios: 46
Visitas: 30035
Capítulos: 15

 

¿Que secreto guardarías para proteger al ser que amas?. Porque yo soy la esposa que lo ama incondicionalmente. ¿Cómo hacerle entender que ya todo a terminado? Yo elegí la mujer equivocada para que sea mi esposa. ¿Cómo resistir al amor prohibido? Yo he llegado al final de su historia para comenzar una nueva.

Los personajes no me pertenecen son de Meyer, la trama si es mía. Gracias a mis Betas. Sarobari Yumel 22 y Lillian. 

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Capítulo 9: Te dejo en Libertad II

Día Uno:

Bella se levanto temprano como cada mañana. Todavía tenía en la mente la conversación que había escuchado en la noche, entre Edward y su amante. El no dijo nombre, pero quien fuera que estaba del otro lado de la línea se lo estaba quitando, y ella tenía solo cinco días para intentar cambiar eso. Preparo el desayuno para ambos. Mas tarde Edward llego al comedor para sentarse frente a ella y disfrutar de lo que con tanto amor le hizo.

—¡No, vas a desayunar tú? —le dijo extrañado de no ver nada frente a ella mas que un vaso de plástico con dibujos de vacas supuso era leche.

—No, Alice me invito a un desayuno que realizara para presentar algunos de sus proyectos a un inversionista extranjero.

—Mmm — continuo con su desayuno mientras leía el periódico del día. Ignorándola un poco.

Cuando Edward llego a la oficina se encontró con una Rose seria y fría.

—Rose, solo serán cinco días. Por favor no actúes como ella. Posesiva, eso no me gusta entiéndeme, esto es mejor que pasar por tribunales para conseguir el maldito divorcio.

—De acuerdo. Ya tengo el departamento. —Dijo ella con una sonrisa —¿quieres que vayamos a verlo por la tarde?

—Por supuesto, tal vez hasta lo estrenemos.

Por la noche, cuando el llego a casa ella se encontraba sacando del horno la cena.

—Hola —saludo él desde la entrada.

—Hola — respondió ella con entusiasmo y una enorme sonrisa en los labios. Dejo la charola en la mesa de la cocina y se acercó a él abrazo y beso su mejilla. —Bienvenido a casa.

Cenando juntos como hace mucho. En un silencio que no era incomodo. Todo lo contrario, era relajante para ambos, disfrutando de su cena.

—¿Cómo te fue con la odiosa hermana mía?

—Bien, aceptaron dos de sus cuatro proyectos, van a financiarla.

—Que bien voy a llamarla mañana para felicitarla.

Estaba recostado en la cama cuando ella salió del baño con un camisón semitransparente de color durazno, no quiso mirarla mucho pues pensó que ella lo buscaría para hacer el amor. Preparado para rechazarla se llevo la sorpresa de que ella paso de largo para ir a leer a la sala mientras escuchaba música. Él se quedo dormido.

"Caminaba por un enorme pasillo con alfombrado color rojo. A sus lados había butacas vacías, solo adornadas con flores blancas. Siguió el camino y cuando llego al final de este vio a una mujer muy delgada vestida de negro y un velo en su rostro. Entonces se dio cuenta que el vestía un traje oscuro y que llevaba una rosa color rojo. Frente a la mujer había un ataúd, se acercó aun más y entonces la vio. Era una mala copia de su esposa. Esta mujer tan parecida a Isabella era mucho más delgada. Parecía que la carne había desaparecido de su cuerpo dejando solo su piel adherida a su esqueleto y enormes ojeras negras alrededor de sus ojos. La belleza de su rostro se había esfumado. Su cabello castaño estaba esparcido en la cama de satín. La mujer a su lado toco su hombro, cuando el miro aquella mano fría y cadavérica vio el anillo de matrimonio de su esposa."

Despertó sudando y agitado miro por inercia a su lado y la vio de espaldas. Dormía plácidamente.

Día dos…

—Edward despierta… —sintió aire en su rostro, el aroma de su aliento entro por sus fosas nasales embargándolo de deseo por besar sus labios. Cuando abrió los ojos la vio a ella soplándole para que se despertara. —Señor Cullen tiene que levantarse e ir a trabajar.

—¿Qué hora es?

—7:30 —dijo ella.

—¡Diablos!

Bella lo vio salir sin que él le dirigiera un hasta pronto. Tomo su desayuno de siempre un laxante de linaza que le ayudaba a purgarse lo poco o nada que tenia en el estomago cada mañana.

Mas tarde fue al gimnasio y de ahí a sus clases de baile, ya sabia la rutina hasta con los ojos cerrados, ahora tenia que presentarla con su instructora con la ropa que usaría esa noche. Estaba nerviosa no quería desnudarse frente a una persona desconocida pero la instructora le dijo que ganaría seguridad. Realmente les había costado demasiado y debía admitir que había hecho milagros con ella para hacerla bailar de esa forma tan sexi. Viéndose natural y hasta atractiva; Alice le tomo una grabación en un ensayo y por primera vez le gusto como se veía moviéndose sensualmente.

Comió con Alice y Tanya, o mejor dicho fingió hacerlo desparramando la comida en su plato y escondiendo otra tanta en su servilleta, ellas no se percataron de sus malos hábitos, planearon la mejor manera de tentar terreno con Edward. Ella tenia que darle a entender que se cambiaria de ciudad cuando ellos supuestamente terminaran, solo para saber que tanto le importaba el no volver a verla. Cuando llego al departamento lo hizo dos horas antes de que Edward llegara de trabajar. Se dirigió al baño y vomito lo que había comido por la tarde.

Por la noche ella estaba ahí, esperándolo como siempre, con esa sonrisa amable y su cena lista para él. Cuando el llego platicaron acerca de su día: Isabella había estado buscando empleo. Molesta le dijo que no se lo daban porque no tenía experiencia. Estaba indignada y el sonrío al verla furiosa, se dio cuenta que le gustaba verla molesta y despotricando ante la injusticia.

—No te burles Edward. — dijo ella haciendo una pequeña pataleta graciosa.

—No lo hago solo que eres graciosa cuando te enojas. Pero puedo darte una carta de recomendación diciendo que trabajaste con nosotros por seis meses. — le dijo

—Eso es malo señor defensor de la ley. — lo apunto con un dedo acusatorio

—Entonces no te quejes. — se encogió de hombros

—Tanya me dijo que abrirá una nueva tienda, me ofreció empleo como encargada.

—Vaya que bien. ¿Por qué no aceptas?

—Es en Florida.

—Oh —no dijo más.

Cuando se fueron a la cama ella solo le dijo buenas noches y se recostó dándole la espalda. En esta ocasión el color de su ropa de dormir era rojo.

A las tres de la mañana despertó nuevamente agitado. El mismo sueño pero en esta ocasión las butacas no estaban vacías, había gente vestida de negro. Miro a su izquierda el lugar estaba vacío, sintió miedo por lo que apresuradamente salió de la cama y entro al baño, ella no estaba ahí, fue hacia la sala pero tampoco la encontró, mas la luz de la cocina se filtraba por debajo de la puerta y su ventana. Se asomo y la vio ahí parada frente a la mesa y una rebanada de pastel y un vaso de agua en su mano. Sonrío y negó con la cabeza, silenciosamente regreso a la cama.

Día tres

—Edward te dejo preparado el desayuno voy a salir. —le dijo detrás de la puerta del baño mientras él se bañaba.

—De acuerdo. —contesto él.

—Que tengas un buen día, esposo.

Cuando Edward llego a la oficina se encontró con Rosalie esperándolo muy dispuesta a complacerlo, pero las pesadillas lo dejaban exhausto junto con la presión del trabajo. Tuvieron sexo rápido, pero esté no le resulto placentero, mas bien todo lo contrario. Se sentía culpable, sentimiento que hacia ya mucho tenia olvidado y guardado en lo mas profundo de su cajón de cosas desagradables que olvidar.

Por la noche cuando llego a casa ella no lo recibió. Estaba en el baño vomitando.

—Isabella, ¿estas bien? —pregunto entrando al baño.

—No entres —le ordeno— ya salgo.

Diez minutos después…

—Lo siento me cayo mal el pollo que comí en la tarde te sirvo la cena.

—ok.

Ceno solo porque ella se había ido a recostar en la cama. Rosalie le envió un mensaje diciéndole que lo amaba y esperaba con ansias el día que pudieran estar juntos sin tener que esconderse. Él no deseaba gritar a los cuatro vientos su relación con una de las mejores amigas de su esposa o ex para ese entonces. Tenia que hablar con Rose y explicarle que debían guardar un tiempo. No le respondió el mensaje.

La pesadilla había vuelto a cambiar solo un poco. Esta vez cuando camino por el pasillo la gente lo observaba, de nuevo al final del camino ella, su esposa, recostada en el ataúd. La mujer a su lado volvió a tocarlo pero esta vez ella señalo a su esposa, quien hacia un momento dormía, ahora ella lo observaba con los ojos hundidos y en ellos no había nada, solo dolor. Ella recostada le dijo —Mírame Edward.

Cuando despertó, lo hizo mas agitado que en días pasados y había sudor en su frente. Busco a Bella con la mirada, como en la noche anterior ella no estaba ahí.

Bella se despertó en la madrugada de esa noche. Tenía hambre, le dolía el estomago. Salió de la cama y fue al baño, saco sus pastillas milagrosas inhibidoras del hambre. Salió del baño y observo a Edward durante un rato mientras este dormía. Le parecía un Dios Griego preso del mundo de los sueños. Su semblante cambio de un momento a otro y lo vio despertar.

—¿Te he despertado? —escucho la voz de ella en la oscuridad.

—No, tuve un mal sueño. ¿Dónde estas?

—Aquí — le dijo al pie de la cama

—Ven vamos a dormir. —Edward levanto las sabanas y abrió sus brazos para que ella se acomodara en ellos. La abrazo, pues sentía que si no lo hacia ella desaparecería de un momento a otro y tenia miedo de volver a sentir esa sensación de perdida que tenia mientras soñaba.

Isabella contenta fue a sus brazos, se sentía amada…

Día cuatro…

Cuando despertó esa mañana aun la abrazaba fuertemente, una sonrisa se dibujo en su rostro, aspiro el perfume de su pelo y mordió su lóbulo, ella se removió.

—Despierta dormilona. — le dijo él de manera juguetona.

—No, estoy a gusto aquí. — protesto ella acomódense en sus brazos

—Vamos, tengo que ir a trabajar.

—De acuerdo, pero si quieres que me levante, tienes que soltarme.

Entonces se dio cuenta de que era el quien en realidad no quería soltarla y levantarse para irse a trabajar.

—¿Por qué no te tomas el día? —el aun no la soltaba.— Podemos ir al cine y luego a comer por ahí.

Edward la soltó, tomo ropa limpia y comenzó a desnudarse bajo la vista de ella quien lo miraba con la boca abierta.

—Tienes una oportunidad para esconder nuestros celulares y desconectar el teléfono. Piensa que vamos a hacer esta mañana. — le dijo el con una sonrisa en los labios.

Y fue así como ellos pasaron el día deambulando por las calles de Chicago. Fueron a una feria, se divirtieron jugaron y la pasaron bien como cuando ambos se amaban.

Por la noche vieron una vieja película de terror, abrazados bajo una manta.

"Camino por el pasillo alfombrado rojo, la gente a sus lados lloraban y susurraban…

—Es él.

—¿Por qué no la miro?

—Culpable.

—Él no la amaba.

Cuando llego al final donde se encontraba la mujer de velo y vestido negros el observo a su esposa en el ataúd. Deposito la rosa roja en el pecho de Isabella. La mujer de negro tomo su hombre y el la miro, pero en esta ocasión ella retiro el velo que escondía su rostro. Era ella su Bella, con la que se había casado y no la mala copia de ella que se encontraba en el ataúd. Él no podía halar solo la miraba.

—Mírame Edward, ¿por qué no lo haces?.

—Lo estoy haciendo.

—No, no lo has hecho. Me has matado.

El miro el féretro y ahí estaba su copia, miro de nuevo hacia Bella pero esta ya no estaba. Miro a su alrededor y la gente lo señalaba"

Eran las 3:30 AM cuando ella se levanto de la cama. De nuevo la maldita hambre. Fue a la cocina y saco una rebanada de pastel, se sentó frente a el plato y comenzó a imaginar una y mil formas de comerlo, tenía hambre, ¿como vivir así? Quería mandar todo a la porra, después de todo solo quedaba un día y si subía de peso podría ser que ellos ya estuvieran divorciados. ¿Qué más daba?. Pero por más que quería probar la comida no podía. Algo la detenía, algo se lo impedía.

4:30AM despertó agitado, sudando y con miedo de perderla. Ella no estaba en la cama. Se levanto buscándola, fue a la sala y por ultimo a la cocina, ahí estaba ella sentada mirando el trozo de pastel de chocolate, ella tomo una cuchara y llevo a sus labios un pedazo pero se detuvo al inicio de ellos, cerro los ojos, temblaba y lloraba. Bajo la mano, tomo el plato y la vacío en la basura. Estaba de espaldas a él. Entonces el la miro, estaba extremadamente delgada, ya no estaban esas protuberantes curvas que lo mataban, se veía mas pequeña.

Ella cayó de rodillas y comenzó a llorar. Él no sabía que hacer, acercarse y abrazarla o dejarla en su intimidad. Decidió lo segundo, una hora después ella regreso a la cama.

Día cinco…

Se levanto una hora mas temprano, beso la frente de su mujer y fue a darse una ducha. Cuando salió del baño, Bella lo esperaba con un café en la mano.

—¿Sales mas temprano? —le pregunto pensando que no quería soportarla ni un minuto mas, pensando que contaba las horas y los minutos para volver a ella, a la otra.

—No. Solo que pensé podríamos pasar un poco mas de tiempo juntos, esta mañana. —Ella le regalo una de sus sonrisas llenas de amor. Él quería acercarse y besarle los labios, pero ella dio media vuelta yéndose a la cocina.

Bella estaba contenta, el quería pasar mas tiempo a su lado, pero si lo veía objetivamente este seria prácticamente su ultimo desayuno juntos, hoy era su aniversario, hoy era el día decisivo en su relación. Trato de despejarse un momento por lo que prendió la radio en su estación favorita… Empezó a sonar una canción que se sabia de memoria pues desde la primera vez que la escucho le había gustado, además que los días que vivió sin Edward la escuchaba una y otra vez, auto convenciéndose de que debía hacer lo correcto si realmente lo amaba.

Comenzó a cantar mientras escuchaba cada palabra de aquella canción analizando cada frase, y llego a la conclusión de que debía ser fuerte y dejarlo ir. Comenzó a cantarle lo que no podía decir con palabras sencillas.

Tú me quieres pero yo te amo,

esa es la verdad.

Tu presencia aquí me esta matando,

sentirte a la mitad.

Me eh cansado de intentar y no lograr

que te vuelva a enamorar.

Sé que no me quieres lastimar,

pero tengo que soltarte.

Hoy te dejo en libertad.

Cuando entro a la cocina ella cantaba. El timbre de su voz le fascinaba, pero poniendo atención en la letra de la canción se dio cuenta del mensaje oculto que le enviaba. Ella lo estaba dejando en libertad, lo estaba dejando elegir, porque ella lo amaba y por amor se hacia a un lado para que él fuera feliz con alguien mas.

Se acercó despacio a ella, cuando Bella sintió su presencia se giro para topárselo de frente. Él le sonrío con tristeza, la abrazo y beso su mejilla para separarse un momento después.

—El desayuno esta listo. Ve a sentarte.

Él no le quitaba la vista de encima siguiendo cada uno de sus movimientos. Sus miradas chocaban y ella sonreía con una pregunta no formulada en voz alta ¿Qué tanto me miras? El solo subía los hombros y negaba con la cabeza.

Desayunaron ella yogurt y él Hot Cakes con tocino. Cuando llego el momento de irse ella lo despidió como todos los días, con una sonrisa en los labios deseándole un buen día, y con la mano diciendo adiós. Sin ningún beso o abrazo de despedida. Gracias decía él.

Pero hoy era diferente, tenia miedo, sentía una opresión en el corazón, un presentimiento de que no volvería a verla jamás. Por lo que al pie de la puerta se detuvo, volteo a verla.

—¿Qué? ¿Olvidas algo? —le pregunto con sonrisa burlona.

—Si, creo que he olvidado algo… — él se acercó a ella la tomo de los hombros y la beso, bajo sus manos a su cintura atrayéndola más a él. Su beso era necesitado, apasionado.

Cuando la soltó, sus corazones latían fuertemente, la miro memorizando cada centímetro de su rostro y volvió a besarla.

—Isabella yo…

—Shhhh, —puso un dedo en sus labios y le sonrío — no digas nada.

Lo abrazo. Cuando él se iba ella lo llamo…

—Edward… —Sé detuvo al pie de la puerta.

—Si.

—Gracias.

—¿Por qué? — pregunto desconcertado.

—Por haberme hecho muy feliz en su momento.

—Bella yo…

—Shhh, vete ya o llegaras tarde y odias eso.

El acepto.

—Te veré esta noche… —le dijo ella.

—Bella no me gusta como te vez — ella sintió un nudo en la garganta —Creo que no te has alimentado bien, a mi me gustan tus curvas, me excitan. — él le guiño un ojo y salió de casa. Mientras que a ella de pronto le entraron ganas de comer, sin cargo de conciencia.

Tenia mucho por hacer ese día, preparar una deliciosa cena, asistir a su cita con el estilista. Puso manos a la obra pero se encontraba inquieta tenia un presentimiento, como si esa extraña interacción hubiera sido una despedida.

—Tonta. — eso no podía ser puesto que al parecer el aun la amaba, podía sentirlo, pero tenia miedo de que fuera solo una mera ilusión y que en realidad el solo estaba soportándola por que ya pronto todo se acabaría y podría estar con su amante al fin.

Si eso sucedía atesoraría estos últimos días, porque cuando firmara el divorcio tendría que confesarle su mentira y el la odiaría por engañarlo. Seguro no querría volver a verla.

No, definitivamente nunca podría dejarla. Se había dado cuenta de lo mucho que la amaba, y que ya no le importaba si tenían hijos o no, ellos serian su única compañía, su única familia, siempre juntos…

No importaba si se llevaba la vida entera pidiéndole perdón por su traición, pero cada día viviría para hacerla feliz. No había necesidad de hacer una elección, por que nunca hubo porque hacerla. Ella era su mujer, la mujer que su corazón y su alma eligieron para compartir su vida entera.

 

 

Día 5 a las 21:48 horas.

Edward miraba a Rosalie con ternura y melancolía, cuando un mesero se acercó a su mesa interrumpiendo su platica silenciosa, lo agradecía por que no podía seguir con esa situación en la que tenia que disculparse y decirle siempre no.

El mesero le entrego una nota, le señalo una mesa vacía para después dejarlos solos nuevamente. Edward leyó el inicio de la aquella carta con letra distorsionada y un poco manchada de lo que parecían ser lagrimas…

Querido esposo:

Disculpa si interrumpo tu noche, la que hasta el día de ayer era nuestra, en una noche como hoy hace cinco años nos casamos ¿lo recuerdas?. Si, supongo que si. También supongo y comprendo que al ya no amarme has decidido hacerla tuya y de ella.

No por favor no pienses que te he seguido…

Era de ella, su esposa. Se levanto del asiento tirando la silla en la acción, sin decir nada salió corriendo dejando a Rose solo observándolo, ella sabia quien había enviado la nota. Ella la vio llegar al lugar unos momentos antes.

Edward salió corriendo tras ella, choco con un mesero pero no le importo su único objetivo era la mujer a la que había dañado.

Cuando abandono el restaurante la vio entrar en su auto que un año atrás fuera su obsequio de cumpleaños. Apresuro su carrera hasta ella, sin alcanzarla.

—¡Isabella! —grito mientras levantaba los brazos en una inútil lucha por hacerse notar en el retrovisor del auto que salía a gran velocidad sin ninguna precaución.

Un taxi le pito probando si necesitaba el servicio, él subió al auto pidiendo desesperado que siguiera aquel Volvo negro. El taxista piso el acelerador del auto para dar inicio a la persecución, ella manejaba como nunca lo había hecho, rápido y de forma violenta. Esquivaba los autos que se cruzaban en su camino, nunca la vio así. Marco a su número telefónico sin pensar en nada más que hablar con ella, explicarle que era un error. Marco una vez. Su teléfono estaba ocupado, una segunda el mismo resultado al tercer intento ella le tomo la llamada…

—¿Qué quieres? te he dicho que firmare el divorcio y me iré de tu casa, ¡así que déjame en paz!.

—Escúchame Bella, por favor, para el auto. Estoy detrás de ti en el taxi.

Ella miro el espejo retrovisor, ahí estaba él, seguramente burlándose de ella como todo ese tiempo, en el que llevo a su amante a ella, para entablar una amistad. ¿Qué quería? ¿Humillarla mas?. Lagrimas salieron de sus ojos, el dolor en su corazón era demasiado fuerte, la agonía la tenia al borde de la locura…

Edward pensaba que si continuaba manejando así iba a pasarle algo.

—Para Isabella no estas bien… — la ira la inundo, ¿cuántas veces lo había escuchado decirle que no era lo suficiente para él?.

—¡Vete a la mierda! Estoy cansada de escuchar que jamás soy suficiente para ti, maldito estéril, tú hijo de puta no puedes tener hijos, te mentí Edward, te mentí porque te amaba, quería protegerte —ella le grito con rabia y dolor con una mano sujetaba el volante y con la otra el celular. Las lágrimas le borraban la visión, quería huir alejarse de todo, de él.

—¡Bella, Cuidado! — Edward grito horrorizado.

Una luz la cegó, una fuerza impulsándola hacia el frente del auto, más dolor y luego oscuridad.

Sola, si, sola me he sentido por mucho tiempo, obscuridad es lo que hay a mi alrededor. Perdida estoy, sin saber a donde ir me quedo en el mismo lugar.

Ahora sé que la diferencia entre estar viva y estar muerta es que muerta ya no hay dolor...

Capítulo 8: Te dejo en Libertad I Capítulo 10: Si hoy fuera un día normal.

 
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