Todo por amor (+18)

Autor: Rakelluvre
Género: Romance
Fecha Creación: 20/04/2012
Fecha Actualización: 18/06/2012
Finalizado: NO
Votos: 4
Comentarios: 46
Visitas: 30026
Capítulos: 15

 

¿Que secreto guardarías para proteger al ser que amas?. Porque yo soy la esposa que lo ama incondicionalmente. ¿Cómo hacerle entender que ya todo a terminado? Yo elegí la mujer equivocada para que sea mi esposa. ¿Cómo resistir al amor prohibido? Yo he llegado al final de su historia para comenzar una nueva.

Los personajes no me pertenecen son de Meyer, la trama si es mía. Gracias a mis Betas. Sarobari Yumel 22 y Lillian. 

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Capítulo 5: El Comienzo.

El comienzo.

Isabella se encontraba en la sala de espera de aquel enorme hospital de fertilización, desde el comienzo del matrimonio, Edward le hablaba sobre la numerosa familia que quería que tuvieran. Lo platicaron detalladamente tomando la decisión de esperar a que ella terminara su carrera para poder dar inicio a la búsqueda de bebes. Cumplido el plazo dejo de tomar la píldora, aunque le hubiera gustado ejercer su profesión no cambiaba la idea de tener una hijo de Edward. Y ahí estaba después de un año sin poder concebir. Mentiría si dijera que no tenía miedo de no poder darle una familia a Edward. Pero no quería hacerse ideas erróneas en la cabeza por lo que asistió con un medico especializado en fertilización.

Cuando le propuso asistir al hospital, no quiso atormentarlo de sus sospechas por lo que no le dijo la verdadero motivo del porque asistir a dicho medico, la razón que le dio era para traer a un niño sano al mundo. Edward no puso resistencia a asistir con el medico como lo supuso, de hecho estaba feliz porque las cosas se hicieran de la mejor manera, le agradaba la idea de prepararse antes de la concepción. Ambos tomaban vitaminas, él había dejado de beber su adorado Whisky los fines de semana. Siempre estaba pendiente de que ella no olvidara las pastillas de ácido fólico y de que su alimentación fuera la adecuada. Pero ya habían pasado seis meses y no habían logrado quedar embarazados, por lo que en su última cita les habían hecho estudios mas a fondo.

Ese era el día en que les darían los resultados y sabrían el origen de su problema.

La puerta con el nombre de Dr. Irina Whitlock se abrió.

-Señora Cullen, pase por favor

-Gracias -le dijo a la enfermera con una sonrisa amable.

-Buenas tardes Isabella. ¿no viene Edward contigo? -pregunto tras ver a su asistente cerrar la puerta.

-Buenas tardes Irina. No, tenía audiencia -soltó una risita nerviosa.

-Bueno podríamos cambiar la cita -sugirió Irina.

-Oh no… no hay problema puedes darme a mi los resultados de los análisis. -Se mordió el labio inferior -¿salieron mal los estudios? -se preocupo.

-Tus estudios salieron muy bien.

Estaba sentada en la enorme cama matrimonial de su apartamento mirando aquellos análisis médicos sobre la infertilidad de su esposo. Un bebe es lo que habían estado deseando hacia ya un año, este nunca llego y nunca llegaría. Pero debía ser optimista, siempre había otras formas como la adopción. La trabajadora social del hospital de fertilidad en el que estaba siendo tratada le había aconsejado asistir a una reunión de parejas con diversos problemas de fertilidad, en donde algunas mujeres hablaron acerca de sus experiencias.

Escucho el ruido de la puerta de entrada, rápidamente se seco las lágrimas que había en sus ojos y dio un ultimo suspiro de dolor. Ella tenía que ser fuerte para él, ya que el no poder ser padres era doloroso, pero el saberse incapaz de concebir seria aun más fuerte. Había escuchado que algunas mujeres sentían que no servían o no eran mujeres por ser estériles, sus esposos no las comprendieron y las abandonaron por cualquier pretexto no sin antes humillarlas acabando con su autoestima. Y los esposos que aceptaron quedarse a afrontar la realidad al final tuvieron amantes que les dieron los hijos que ellos querían. Contados con los dedos de una sola mano adoptaron. En el caso de los hombres era mucho peor, toda autoestima se esfumaba, sentían que ya no servían para nada e incluso reaccionaban a la defensiva, se mostraban inseguros tanto en sus actos como con sus parejas lo que terminaba destruyendo el matrimonio. Ambas posiciones eran terribles de mirar. El ver a esas mujeres y hombres destruidos le hizo desear jamás permitir que él sufriera o pasara por lo mismo. Ella jamás lo abandonaría aun cuando eso significara perder su maternidad.

-Hola amor, no escuche ruido y pensé que no estabas -Le saludo Edward a sus espaldas, pero ella tenia terror para enfrentarlo -¿Qué ocurre? -tenia que decidir ahora, callar y hablar la mentira o decirle la verdad. Se giro quedando frente a él, aun tenia rastros de su llanto. Edward de inmediato fue hasta ella, tomo su rostro y la beso.

-¿Qué sucede Bella? -de nuevo le pregunto, aun mas preocupado.

-No podremos tener hijos. -le contesto con la mirada baja. No podía mentirle mirándolo a los ojos era una mala mentirosa.

-¿Por qué dices eso? -la pregunta salió en automático.

-Soy estéril. -La noticia fue como una abofeteada a su ego, a su hombría y su futuro feliz. No la abrazo o consoló, no dijo nada, dio media vuelta y se fue.

Mientras tanto Bella seguía asombrada por la reacción de Edward, sabia que había sido un golpe fuerte. Ahora daba gracias por haberle mentido para no decirle que era él quien no podía concebir. Ahora todo era cuestión de tiempo para aceptar la realidad. Él la amaba y juro jamás abandonarla.

Tomo los papeles y los escondió en su novela favorita Cumbres Borrascosas, al día siguiente, se desharía de ellos.

Eran más de las cuatro de la mañana cuando Edward llego a casa con olor a alcohol. Lo supo por que el deposito un suave beso en su frente antes de recostarse a su lado. Ella había estado muy preocupada pero comprendía que su desilusión por no poder ser padres era demasiada y tal vez estaba con alguno de sus amigos. Así que espero pacientemente su llegada, fingiendo dormir, aliviada de que regresara sano y salvo.

Edward

Desde que desperté me pregunte una y otra vez ¿Qué demonios había hecho? ¿No se supone que amo a mi esposa? ¡Maldición le jure ante Dios y ante el hombre que la amaría en las buenas y malas. En la salud y en la enfermedad. Hasta que la muerte nos separara. Me deje llevar por el dolor, ella me decepciono, se supone que uno se casa con la persona indicada para formar un hogar lleno de hijos y ella lo hecho todo a perder. De ahora en adelante lo único que tendré será a ella, no abra esperanza ni ilusión de un pequeñín en un futuro no muy lejano. Porque no existe la posibilidad de uno.

La miro dormir, me odio a mi mismo por fallarle, pero más la odio a ella por provocarlo. Si ella no fuera el problema estaría ahí, apoyándola consolándola. No puedo evitar culparla aun cuando de antemano sé que es algo que no puede evitar. Pero ha matado algo dentro de mí.

Me levanto de la cama, tomo mi ropa y entro al baño. La ducha de agua tibia me cae de maravilla, mi cuerpo se siente arder por el exceso de alcohol en mi sistema. Siento que la cabeza me estallara de un momento a otro, y los malditos recuerdos de la prostituta siguen ahí. Salgo del baño y la encuentro a ella, mi mujer, entrando a la habitación con una taza de café y un par de aspirinas.

-Toma te sentirás mejor con esto -Ella siente culpabilidad y ahora no sabe como diablos remediar las cosas. No hay remedio, tendría que volver a nacer, pero esta vez sin imperfecciones en su maldito vientre inerte.

-Gracias -contesto más por educación que por otra cosa.

-Edward, sé que esto no es fácil para ti, como no lo es para mí. Pero quizás podríamos considerar la adopción -al escuchar su voz entrecortada y sus ojos brillosos el amor que le tenia oprimió mi corazón, pero la mención de una adopción.

-¡Estas loca! -le grite furioso, ella retrocedió pero yo fui mas rápido y la tome de los brazos diciéndole cerca del rostro -Jamás, escúchame, nunca llamare hijo a alguien que no lleve mi sangre. -La solté arrojando su cafecito y pastillas al suelo.

Como se atrevía a siquiera pensar que yo cuidaría de un niño sin saber por quienes o como fue engendrado. Si sus padres o familiares tendrían alguna enfermedad rara e incurable. Si pertenecía a una familia de drogadictos o asesinos. Por eso y por otras cosas más no aceptaba y ni siquiera pensaba en esa posibilidad. Una de las razones por las que me había casado con Bella era por su buena salud, y si no pertenecía a una cuna de oro, si pertenecía a una familia digna y respetable su padre había sido el jefe de policía de Forks, se suponía que nuestros hijos estarían orgullosos de su abuelo Charlie por ser un hombre justo y honorable. Su abuela Renne fue una mujer bondadosa y hogareña según sus viejos conocidos. Mis padres también eran personas respetables el como medico cirujano era considerado de los mejores y Esme es la madre cariñosa y perfecta.

-Estúpida -termine de arreglarme y salí del hogar sin despedirme.

Habían pasado ya dos meses desde que se enteraran de que no podrían ser padres. Parecían dos desconocidos viviendo juntos, él llegaba cada día mas tarde, argumentando mucho trabajo en la oficina. Los fines de semana salía al bar con sus amigos a jugar billar o a charlar. Pero esas salidas por las tardes se convirtieron en nocturnas. Llegaba al amanecer o simplemente al siguiente día. Según él ya sea Laurent o James no lo dejaban manejar tomado, por lo que terminaba quedándose en sus departamentos. Ella confiaba en él ciegamente. En cuanto a lo sucedido optaron por no volver a mencionar el tema. Era demasiado doloroso para ambos por lo que siempre Edward terminaba hiriendo a Isabella.

A los tres meses Edward salía todos los fines de semana a correr sin siquiera invitarla, solo decía vuelvo mas tarde. Fue un domingo después de una de sus salidas cuando ella descubrió algo que plantaría la duda en su corazón.

Isabella

Dios mío no puedo creer que él se lo tomara tan apecho, siento como si hubiera colocado una enorme pared entre nosotros. Intento acercarme cuando llega de trabajar, trato de lanzarme a sus brazos pero la frialdad con la que me mira me detiene frente a él. Evalúo mi siguiente movimiento abrazarlo o desistir, la opción que tomo es un simple "Hola". Doy media vuelta y entro a la cocina para preparar su cena.

Ya no hablamos como solíamos hacerlo, de cómo nos fue en el día, los problemas de su trabajo o de lo que yo hice mientras él no estaba. Tengo terror de perderlo. No me ha tocado y temo que busque a alguien más. ¿Por qué me hace esto? ¿Por qué me esta abandonando a mi suerte? Tal vez me equivoque, debí decirle la verdad. Pero si él lo ha tomado bastante mal pensando que soy yo la estéril no quiero pensar en lo que sucedería si supiera que en realidad es él. No, jamás debe saberlo. Hoy voy a abordarlo, haremos el amor y todo volverá a ser igual.

Él se ha ido a correr como cada domingo tiempo suficiente para arreglar todo y pasar un día encamados. Recuerdo cuando solíamos hacerlo.

Me levanto de la cama y recojo la ropa sucia que por costumbre bota por toda la habitación, camisa, pantalón…

-¿Qué es esto? Preservativos -un jadeo escapa por mi boca, no puedo evitar que las lágrimas salgan de mis ojos. -No, él no puede hacerme esto. Tal vez son de James si, eso debe ser. ¡Demonios! ¿A quien engaño?.

Llevo mi puño cerrado en mi boca y me muerdo, lo hago para no gritar de desesperación. Levanto la ropa sucia y la llevo a su lugar. Entro al baño y me cambio la ropa de cama por una deportiva, no dejo de llorar, siento un enorme dolor en mi garganta, en mi pecho y sobretodo en mi corazón.

Escucho las llaves en la puerta, he pasado dos horas sentada frente a la televisión sin mirarla pensando en nada y en todo. El entra, no me dice nada. Yo en cambio lo sigo a la habitación donde empieza a desnudarse para tomar un baño. Y de nuevo la maldita ropa tirada en la habitación.

"Acabo de ordenar la habitación ¿podrías recoger lo que has tirado?"

-¿Por qué lloras? -no me había dado cuenta que aun lloraba, pero él esta extrañado.

Meto mi mano en el bolsillo de mi pantalón y saco los preservativos para estirar mi mano abriendo mi puño dejándolos al descubierto. El los mira y como si nada pasara dice:

-¿Por eso lloras? -el maldito cínico me lo dice de lo mas tranquilo.

-Y lo dices tan tranquilo ¡Imbécil!.

-¡Hey! Mide tus palabras Isabella. Además ¿por qué estas revisando mis cosas? ¿Que no se supone que hay confianza?

-No revise nada, se cayeron de tú pantalón cuando lo levante del suelo. Dime, ¿me estas siendo infiel?

-Ay Isabella que tonterías dices. Para que engañarte y complicarme la vida cuando puedo dejarte y salir con quien yo quiera sin temor a una esposa celosa y patética. -me escupió en la cara la palabra patética dándome cuenta que este patán no era el hombre con el que me case.

Sin poder evitarlo y no sabiendo que me sucedió le di una bofetada, tan fuerte que lo hizo girar el rostro a un lado. Su mejilla estaba roja en el lugar donde le golpee. Iba a disculparme cuando su mirada llena de odio se planto en mis ojos. Me asuste pero no pude reaccionar cuando el me regreso el golpe haciéndome caer al suelo.

-No vuelvas a tocarme, Isabella. Que no estamos en igualdad de condiciones. Deberías darme las gracias por no dejarte cuando no eres más que una maldita mujer seca -me dijo saliendo de la habitación, mientras yo permanecía en el suelo sujetando mi mejilla.

Edward

Salí de la habitación dejándola tirada en el suelo. ¿Qué hice? La golpee con tanta furia contenida que seguramente le dejaría marca. Sintiéndome arrepentido y el ser mas despreciable que hay en el mundo salí de la casa camine por las calles pensando en mis acciones. La golpee y la insulte sabiendo que ella tenía razón, y todo el derecho del mundo a reclamarme. Pero ella no me reclamó, me preguntó. Y yo como un maldito cretino la insulte a ella quien no era culpable de las circunstancias.

Me dirigí a una florería le compre un ramo de rosas rojas y regrese a casa. Cuando entre la escuche hablar por teléfono mientras sacaba del congelador hielo.

-Claro me interesa, ¿a que hora? De acuerdo -silencio -a nombre de Isabella Swan. Gracias. Si que tenga buen día -la escuche decir.

Sin siquiera mirarme pasa a mi lado con la cabeza baja y el hielo envuelto en una toalla sosteniéndolo con una mano en su rostro. La sigo. Cuando entro a la habitación se me hielo la sangre, ella esta haciendo las maletas.

-¿Qué haces? -Apreté el ramo de flores a mi cuerpo. Sintiéndome impotente.

-Me voy. Disculpa por haberte pegado no fue mi intención -se disculpo cuando yo lo merecía por ser una mierda con ella. Mi amada y a la vez odiada esposa. Pero al fin y al cabo muy amada.

-No Isabella te falte al respeto, lo merecía -ella no tenia idea de que tanto merecía aquello.

-No Edward, una cosa son las palabras y otra lo son los golpes -tenia razón, soy abogado y lucho contra cretinos como yo, irónico.

-Perdóname tú a mí. Yo también perdí el control. No debí seguirte el juego -Ahora la culpo a ella como el bastardo que soy.

Ella no dijo nada solo metía y metía mas ropa a la maleta.

-Mira te traje rosas son tus favoritas. ¡Dios! Isabella no te vayas. Por favor -No puedo evitar derramar lágrimas, realmente me siento mal viéndola partir por mi culpa. -Te necesito.

Ella me mira, siento horror al ver que el golpe está hinchando su ojo, casi lo tiene cerrado. Ella está llorando. Corro a abrazarla y beso su hermoso rostro en la parte donde la dañe.

-Perdóname, no volverá a ocurrir. Te lo juro -haría todo por cumplirle mi palabra.

-¿Me engañas? -me pregunta con dolor en su mirada. Pidiéndome con ella que le mintiera porque no podría resistirlo y yo no podía perderla.

-No preciosa como crees, son de James. Quería que me fuera con una mujer que se acercó a la mesa, pero no lo hice, porque te amo. Perdóname no volveré a salir con ellos te lo prometo. ¿Si?, por favor quédate nos daremos una oportunidad y todo saldrá bien. Volveremos a ser los mismos.

La beso en sus hermosos y carnosos labios. Por un momento me separo de su cuerpo, mi santuario, para tirar al suelo las maletas y ropa que hay en la cama mientras ella sostiene el ramo de rosas, se las quito de las manos y las esparzo alrededor del centro de la cama, me reúno de nuevo con mi amor. Perdido en sus ojos le saco la playera que lleva, y después el pantalón, dejándola en ropa interior blanca. Ella no es delgada como una modelo, ella está llena de curvas que adornan su hermoso cuerpo. Me gusta porque donde toco no encuentro huesos solo hermosos músculos los cuales podía amasar a mi gusto. Su vientre es plano, pero en estos momentos me hubiera gustado verlo redondo con un niño nuestro dentro de el. Una lágrima cae por mis ojos mientras le acaricio y deposito un beso en su vientre. Escucho que ella jadea y sus lágrimas caen en mi cabello, yo siento su humedad.

Comienzo a desnudarme bajo su mirada, y una sonrisa triste se asoma en mi rostro al verla morder su labio inferior signo de su deseo por mi, me complace. Totalmente desnudo frente a ella la tomo en brazos y la deposito sobre la cama. Las rosas a su alrededor enmarcan el cuadro de una hermosa mujer y esta es mía. Solo mía, la amo a pesar de mi odio hacia ella, hacia las circunstancias que nos han negado la felicidad plena, yo la amo y no puedo evitarlo aun cuando deseo hacerlo. Pero en este momento me rindo ante ella, ante mi amor por esta mujer buena y dulce.

Después de admirarla por un momento, subo a la cama, comienzo a besar sus pies como un sumiso servidor. Con una rosa recorro su cuerpo mientras ella cierra los ojos y se deja llevar por las sensaciones. Sus piernas, después sus caderas, estomago continuando el camino hacia sus pechos su cuello y por ultimo su rostro. Ella besa los pétalos de la rosa. Termino de desnudarla primero el sujetador después las bragas, ella totalmente desnuda bajo mi mirada. Es hermosa. Tomo de nuevo la rosa que ahora esta en su mano y acaricio sus pechos, sus pezones se erectan con la suave caricia de la flor. Hago un camino con ella hasta esos rizos castaños que esconden su centro. Lentamente abro sus piernas puedo ver su humedad de su centro, esta lista, pero yo aun no lo estoy para dejar de deleitarme con ella. Nuevamente retomo las caricias de la rosa ahora en esos labios hinchados; su cuerpo se sacude en un ligero temblor que me hace vibrar; ella dice mi nombre con voz ronca y sensual. Y yo no puedo resistirlo más. Me coloco entre sus piernas sobre ella, la miro a los ojos y le digo "Te amo", mientras uno nuestros cuerpos, mientras nuestras almas se complementan.

He Luchado por recuperar lo perdido, porque mi amor por ella no muera, pero pronto comienza a convertirse en una carga demasiado pesada para llevar. Ambos ponemos de nuestra parte y ya habría funcionado de no ser porque yo sigo guardándole resentimiento por no poder tener hijos.

En el trabajo todo es presión, necesito una fuga de escape y pronto la encuentro bajo los brazos de mis secretarias, pero nunca entienden que solo es el momento. Siempre quieren mas por lo que termino botándolas. Hasta que llega ella.

Es lunes, el peor día de la semana. Lleno de trabajo y juntas. Yo sin secretaria, a la última la había despedido cuando descaradamente comenzó a desnudarse frente a mí.

Ahora tengo que entrevistar a una tal Rosalie Hale. ¡Malditos teléfonos no dejan de sonar!

-Diga.

-Señor Cullen, Rosalie Hale ha llegado a la entrevista.

-Qué pase.

Isabella

Pero nada ha vuelto a ser igual. Durante algunas semanas permanezco escondida en el departamento. Alice me llama continuamente para salir, pero yo finjo estar en un seminario que dio la universidad. Edward empieza a llegar temprano, y yo comienzo a recibirlo como antes pero algo en él me repele. Hablamos de lo que hacíamos en el día, pero sin entusiasmo, los lapsos de silencio son cada vez más frecuentes y más largos. No puedo evitarlo, hacemos el amor pero todo es tan pasivo que pronto caemos en la monotonía. Muchas veces intento sorprenderlo, repetir aquella noche en la que de nuevo fue mío, pero jamás ocurre. Su cuerpo se encuentra conmigo pero su mente no.

El tiempo trascurre, discutimos pero ya no como en esa ocasión en la que ambos perdimos el control. Entonces un día llega hablándome de su nueva secretaria y del problema del que tuvieron que sacarla. Me habla de su hermana Bree, la situación en la que se encuentran peleando su patria potestad, Edward me dice que es fácil quitársela a la madre pues es una alcohólica que no trabaja y el padrastro está en la cárcel. Pero aun así es un pleito que llevara su tiempo. En ese momento sintiéndome muy sola le sugiero que seamos sus padres de acogida mientras se soluciona el problema. Rosalie puede ver a su hermana cuando quiera. Y de esa forma la conozco a ella, a Rosalie Hale, la mujer que adelantara el final de mi hogar. No puedo culparla de la destrucción de un matrimonio, donde el amor no era de dos.

Capítulo 4: Rose Capítulo 6: Traición parte I

 
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