Todo por amor (+18)

Autor: Rakelluvre
Género: Romance
Fecha Creación: 20/04/2012
Fecha Actualización: 18/06/2012
Finalizado: NO
Votos: 4
Comentarios: 46
Visitas: 30033
Capítulos: 15

 

¿Que secreto guardarías para proteger al ser que amas?. Porque yo soy la esposa que lo ama incondicionalmente. ¿Cómo hacerle entender que ya todo a terminado? Yo elegí la mujer equivocada para que sea mi esposa. ¿Cómo resistir al amor prohibido? Yo he llegado al final de su historia para comenzar una nueva.

Los personajes no me pertenecen son de Meyer, la trama si es mía. Gracias a mis Betas. Sarobari Yumel 22 y Lillian. 

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Capítulo 4: Rose

 

Año y medio atrás...

Tal vez si mi padre no hubiera muerto a manos de ese ladrón, tal vez si mi madre no se hubiera vuelto a casar, tal vez y solo tal vez mi vida fuera distinta.

Rosalie Hale, caminaba apurada con sus altas zapatillas rojas por las calles de Chicago, su vestimenta constaba de una minifalda, camisa blanca manga larga hasta sus muñecas y saco a juego. El color del traje aun cuando estaba desgastado hacia juego con sus zapatillas. Su cabellera larga hasta la cintura rubia como los rayos del sol, ojos color azul como el cielo, espesas pestañas, boca chica y nariz respingona hacia de ella una hermosura de mujer. Una diosa del amor.

Odiaba la impuntualidad, llegando exactamente cinco minutos antes a su entrevista de trabajo al edificio de Cullen & Asociados, respiro hondo tratando de quitarse los nervios de encima. Miro el alto edificio y entro. Espalda recta, cabeza en alto paso lento pero seguro, expresión serena y mirada fija, se acercó a la recepción.

 -Buenos días señorita tengo entrevista con el señor Cullen, para el puesto de secretaria.

 -¿Cuál es su nombre? -la recepcionista no la miro.

-Rosalie Hale.

 

Rosalie siguió las indicaciones y seis minutos mas tarde estaba frente a la puerta del señor Cullen. Dio dos suaves toques y espero...

 

Ella entro espalda recta, cabeza en alto, a paso seguro y mirada serena.

-Buenos días, señor soy…-Odio la impuntualidad, un minuto tarde -el hombre la corto -Los días lunes estamos mayormente cargados de trabajo tome asiento y apunte le daré algunas indicaciones a menos que tenga memoria fotográfica y recuerde todo lo que tiene que hacer. -el tecleaba y mantenía la mirada fija en el ordenador.

-Pase.

-Si señor, permítame. -se sentó en la silla frente a él y de su bolso saco su usada agenda y su pluma. -Lista.

-Aun no apuntes -, situó su mirada en ella sin expresión alguna —. Según recursos humanos por tus resultados en los exámenes y entrevistas fuiste la más apta para el puesto, por lo que no gastare mi tiempo entrevistándote para citarte hasta mañana cuando hoy hay demasiado que hacer aquí. Estas a prueba por una semana si no me sirves el sábado a última hora se te hará saber. Y por supuesto el tiempo a prueba se te pagara. Ahora si escribe...

-Tome -

le entrego un gafete que decía “Visita” -. Ultimo piso, no hay secretaria por lo que yo avisare al señor desde aquí, cuando llegue solo toque su puerta y espere a que le de el paso.

-¿Solo hay una puerta en ese piso?

-Si. -Dignándose a levantar la mirada le sonrío. -Suerte.

-Gracias.

 

Tras recibir una capacitación express de Jessica la secretaria de Vicepresidencia paso el día entre contestar teléfonos, escribir algunas cartas, ordenar el itinerario de su jefe, contactar algunos abogados para solicitar expedientes de los últimos casos del mes, y revisar correos electrónicos. La salida de trabajo era hasta las siete de la noche, pero su jefe no se había retirado por lo que ella continuo ordenando expedientes por orden alfabético.

 Edward salió de la oficina a las nueve de la noche, se sorprendió al verla ahí entre hileras de expedientes, se quedo parado detrás de ella mirando lo que hacia y dedujo que los estaba ordenando. Al haber despedido a cuatro inútiles secretarias que solo querían el puesto para abrirse de piernas frente a él, la oficina era un completo desorden ya que todo el mundo tomaba los expedientes y los botaba sin tomarse la tarea de dejarlo en su lugar incluyéndose él.

-¿Por qué aun estas aquí? Hace dos horas debiste haberte ido -la voz ronca de él la hizo dar un pequeño salto en su lugar.

-Ah disculpe señor, es que usted aun se encontraba dentro y pensé que pudo haberme necesitado.

-¿Necesitado para que? -le pregunto mientras la miraba desvergonzadamente con una sonrisa ladeada de la cintura para bajo. Pero cambio la expresión borrando su sonrisa sexi conquistadora, cuando miro su rostro. La mirada de Rosalie era helada. -la próxima vez solo avísame que ya es hora.

 Edward salió de ahí sorprendido por el rechazo mudo de ella, sonrío al saber que al fin había encontrado a la secretaria perfecta.

Eran poco mas de las once cuando ella llego a casa, los gritos de su hermana Bree la alertaron, entro corriendo al apartamento para encontrarse a su padrastro Royce sobre ella intentando golpearla, Rosalie tropezó con las piernas de su madre quien estaba tirada e inconsciente en el suelo. Se levanto para correr a su habitación, saco el viejo bate de su padre y regreso a la sala.¡Suéltala maldito o te la veras conmigo! -rugió como leona enfurecida en defensa de su cachorro.

-¡Perra tu no te metas! -Rosalie no lo pensó soltó dos golpes, uno detrás de las rodillas del hombre provocando su caída y el siguiente en su espalda. Bree salto para salir de la jaula humana de su padrastro.

-¡Bree corre a la salida!

-¡Ah! Puta desgraciada -Royce lloraba del dolor.

-Te lo tienes merecido mal nacido, no te vuelvas a acercar a Bree -reviso el pulso de su madre la muy desgraciada estaba borracha. Fue a su habitación y de debajo del colchón saco los últimos ahorros que tenia. En una bolsa hecho dos cambios de ropa para el trabajo, tomo la mochila de la escuela de Bree y un cambio para ella. Salió de la casa no sin antes amenazar nuevamente con el bate a su padrastro.

Bree sangraba de la nariz y tenia el ojo morado. Tomaron un taxi y se instalaron en un hotel pagando un día de alojamiento. Una vez en su recámara se dispuso a tomarle fotos con su celular. Después lavo y desinfecto sus heridas, la nariz no estaba rota pero se le haría un buen moretón.

A la mañana siguiente Rosalie se presento a laborar media hora antes de su entrada. Aun le faltaba mucho para terminar de ordenar los expedientes. Edward Cullen llego diez minutos después y de nuevo se sorprendió al encontrarla ahí archivando como si no se hubiera ido de la oficina. Pero su ropa era distinta pantalón negro blusa blanca, muy parecida a la del día anterior, los mismos zapatos rojos y suéter verde.

-¿Por qué te golpeo? -le pregunto a su hermana mientras acariciaba sus cabellos.

-Quería tu dinero. Para su droga. -Bree estaba a dolorida y pensaba en lo buena que era su hermana, la amaba y la admiraba. Ella pudiendo haber escapado de aquella mala vida desde hace mucho no lo había hecho por ella.

-¡Maldito!

-No quiero volver -lágrimas cayeron de los ojos de Bree de tan solo catorce años.

-No lo haremos.

 

-¡Buenos días! -la secretaria se giro y miro a su jefe quien estaba evaluando su vestimenta.

-Buenos días. ¿Gusta una taza de café?

-Si, dos de azúcar -él no menciono nada sobre su atuendo pero negó con la cabeza y se fue a su oficina.

A la hora de la comida Rosalie se quedo en la oficina adelantando su trabajo, cuando recibió una llamada de recepción indicándole que la policía la buscaba. Extrañada bajo a la recepción.

-Buenas tardes -saludo recelosa.

-¿Es usted Rosalie Hale?

-Si.

-Soy el comandante Riley queda usted detenida por agresión y secuestro.

Edward Cullen regresaba a la oficina al lado de su socio Eleazar Denali, cuando el alboroto en la recepción llamo su atención, pero mas se sorprendió al ver a su secretaria ser esposada. Entonces la escucho gritar.

-¿Que demonios? -murmuro Edward para si mismo. -¿Qué sucede aquí?

-Tiene derecho aguardar silencio, todo lo que diga será usado en su contra -Rosalie se quedo callada miro a su jefe y con lágrimas en los ojos le dijo:

-En mi celular tengo las pruebas de mi inocencia, por favor -su mirada era suplicante, y algo dentro de Edward se movió.

-¿Agresión? ¿Secuestro? ¡Ese hijo de puta la iba a matar a golpes si no la defendía!

Seis meses después...

-Señor Cullen aquí tiene los documentos que me pidió y también le recuerdo que tiene una cita con Emmet Mcarty a las dos te la tarde.

-Gracias Rose de verdad estaría perdido sin ti. -le dijo antes de dar un sorbo a su café humeante, para después cerrar los ojos y saborearlo bajo la mirada de veneración de su secretaria. -Delicioso, ni siquiera mi esposa hace un café tan rico.Gracias señor. -Un minuto después salió de allí y tras cerrar la puerta suspiro con el corazón latiéndole de forma apresurada.

Rose sonrío -

 Lo que había empezado como agradecimiento y gran respeto por aquel hombre quien le dio un voto de confianza a ella, una completa desconocida. Él le había mandado a uno de los abogados del bufete para hacerse cargo de su problema. Las cosas salieron bien. Ella no se cansaba de decirle lo agradecida que estaba con él. Como todo un caballero le había dicho que lo hubiera hecho por cualquier empleado siempre que fuera inocente como en su caso, que tenia una justificación a sus actos. Pero aun así ella se esforzaba al doble en su trabajo siempre realizándolo a la perfección, para hacerle saber a Edward Cullen que no había cometido un error en ayudarla y mucho menos a contratarla. Pero todo ese respeto y admiración con el tiempo se convirtió en veneración por su héroe, hasta que aquellos sentimientos cada día se hacían mas fuerte y su atracción por sentir ese cabello suyo entre sus dedos, acariciar su ancha espalda, preguntarse como se sentiría al ser estrechada entre sus fuertes y protectores brazos, todo eso la volvían un imán sexual cada que estaba frente a él. Hasta el día en que sus sueños se hicieron realidad.

Eran las once de la noche cuando Edward salió de su oficina, había bebido unas cuantas copas de Whisky, su insatisfecha vida personal y los problemas del trabajo lo estaban hundiendo, necesitaba una distracción y con urgencia algo que lo hiciera sentirse feliz y vivo. Algo que no le deprimiera, algo que no fuera Isabella Cullen. Y entonces ahí estaba ella, su fiel, eficiente y hermosa secretaria. Dormida en su escritorio esperando la salida de su jefe para poder retirarse. ¿Cuántas veces le había dicho que se podía ir a la hora de su salida? Si él se quedaba era para pasar menos tiempo al lado de su inservible mujer, pero no por eso tenia que sacrificar a su pobre y muy agradecida secretaria.

 Con una sonrisa de ternura en su rostro se acercó a ella, por largo tiempo la observo, era bonita de hecho hermosa, su cabello rubio desparramado en el escritorio era lo mas sexi que había visto desde que se había casado con la inútil, gorda y fea Isabella. Rosalie no solo era hermosa por fuera, también lo era por dentro. Inteligente, fuerte, leal, amorosa y por supuesto también una buena madre capaz de enfrentarse a un hombre de casi dos metros de altura para proteger a aquella niña, su hermana, quien consideraba y trataba como a su hija. Que distinta seria su vida si en vez de esperarlo en casa una castaña fuera una rubia. Esa que estaba ahí esperándolo a que el saliera.

-Rose -le llamo suavemente acariciando su nombre con voz seductora y anhelante. Ella abrió los ojos lentamente hasta que cayó en cuenta que él estaba ahí. Un rubor apareció en sus mejillas “adorable” pensó él.

-¡Oh! Disculpe señor. -Se puso de pie de inmediato y aliso sus ropas con nerviosismo.

-Rose, Rose ¿Qué voy a hacer contigo? -Soltó un suspiro dramático -Vamos te llevare a tu casa.

 

 

-No es necesario señor yo... -Edward tomo el rostro de ella entre sus manos, sus alientos chocaron, el de ella era dulce el de el a Whisky. -Lo es, preciosa. -Se alejó de ella y la incito a ir con él.

Subieron al elevador y al cerrarse las puertas Edward no pudo resistirse por mas tiempo a la tensión sexual que hacia ya algunas semanas atrás emanaba de ellos, sabia que no era correcto, que podía perder a una buena empleada pero la necesitaba. La tomo del cuello y la beso.Edward termino el beso. Sus ojos eran negros por la pasión y excitación del momento.Mas tarde entraron a un Hotel a las afueras de la ciudad. Esa noche ella se entrego por primera vez a un hombre, pero no a cualquiera lo hizo al hombre que amaba en secreto con todo su corazón. Que mas daba si mañana no volviera a ella, quería ser feliz aunque fuera una sola vez.

 Actualidad…-Me pregunto como es que puedes dormir tranquilamente sabiendo que estas destrozando la vida de una buena mujer. Una mujer que mientras te daban mi patria potestad fue mi madre de acogida. Me dio techo, ropa y comida. -Su matrimonio es un fracaso, el me ama a mi. -su voz se quebró al final

Eran casi las dos de la mañana cuando ella entro a su departamento, la habitación estaba a oscuras, en puntillas se dirigía a su habitación cuando la luz de la estancia se prendió. Bree su hermana de dieciséis años se encontraba sentada en el viejo sillón.

 

-Si sus sentimientos fueran verdaderos no te habría hecho su amante. ¡Por Dios Rosalie, abre los ojos! -¡Basta no me levantes la voz! No tienes por qué juzgarme. No sabes nada de la vida, ni es asunto tuyo. -hacia ya mucho tiempo que no se atrevía a ver a los ojos a su pequeña hermana, se sentía mas culpable de lo que demostraba.

 

 

Mas tarde recostada en su cama mirando las sombras que entraban desde su ventana hacia su techo se pregunto… ¿Por qué ella no le daba el divorcio? Tal vez pareciera una buena mujer, pero era egoísta, quería tenerlo a su lado sabiendo que nunca podría darle hijos. Edward no merecía una mujer como Isabella Cullen. Si tan solo tuviera la oportunidad, ella le daría un montón de chiquillos y hasta su vida entera para hacerlo feliz.

Nunca la habían besado de la manera en que Edward lo hizo, salvaje tierna y apasionadamente, todo a la vez, nunca se había sentido tan llena de necesidad de fundirse con aquel hombre. Sus piernas flaquearon, se derretía en sus brazos. No pensó en la esposa de él, solo en que los sueños a veces se podían hacer realidad.

Jamás nadie le había dicho algo parecido, nunca se había sentido demasiado importante para alguien como él.

-Su esposa señor. Yo no…

 

-No la menciones -tenso la mandíbula -ella… no me hace feliz. No hay nada entre nosotros desde hace mucho. Por favor.

 

-Te necesito Rose, te necesito ahora. Por favor ayúdame a apagar este fuego que has encendido en mi y que me esta llevando al infierno.

Capítulo 3: El Príncipe que no es Azul. Capítulo 5: El Comienzo.

 
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