UNA CITA CASI A CIEGAS

Autor: AlienaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 07/04/2012
Fecha Actualización: 23/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 105
Visitas: 76757
Capítulos: 29

Bella Swan nunca pensó que por acceder a regañadientes a los ruegos de su amiga, pasaría un día tan maravillosamente increíble junto a un hombre insaciable.

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Capítulo 25: Isabella y Marie van a tener a Edward

 

 

 

DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenece, son propiedad exclusiva de S. Meyer.


 

 

Capítulo 24: Isabella y Marie van a tener a Edward

 

Pov Edward

 

—¡Eddie, Edward!, ¿dónde se habrá metido este hombre?

 

Solo era capaz de escuchar el suave repiqueteó de las gotas al chocar contra el suelo de la ducha. Todo era paz y tranquilidad a mi alrededor. El agua caía sobre mi cuerpo relajando todos y cada uno de mis doloridos músculos. Estaba agotado, literalmente agotado. No sé cuánto tiempo llevaba apoyado contra la pared dejando que el preciado líquido elemento cayese sobre mí. Podrían haber sido minutos, horas, años…el caso es que lo necesitaba. No voy a negar que echaba de menos a mi Bella aquí dentro, la duchas sin ella eran…más aburridas sin ella pero…que le íbamos a hacer…sino se hacen cierto tipo de sacrificios por un amigo que lo necesita y merece, ¿qué clases de personas seríamos?

 

Adoraba a mi Bella, ella era todo para mí, absolutamente todo, la amaba con cada fibra de mi ser, estaba muy ilusionado con la llegada de mi propio bebé y de mis ahijadas, le estaba muy agradecido a Chelsea por lo que una vez hizo por nosotros. Por eso me tomaba este cansancio como algo necesario pues ambas me necesitaban… me encantaba sentirme necesitado, valorado, querido, apreciado…amado por esa mujer que era toda mi vida y por aquella amiga que nos había demostrado tanta fidelidad y que estaba sola, aunque…para ser sincero…tenía tantas ganas como ella de que Carlos volviera. Lo que Chelsea no sabía es que faltaban horas para su vuelta. Esta mañana había recibido una llamada telefónica de él diciéndome que llegaba en la madrugada. Me había pedido que no le dijera nada a Chelsea…era su sorpresa para ella.

 

No voy a negar que esa noticia me había relajado mucho, mañana seríamos dos en las clases del parto… todo volvería a su lugar. La matrona que las impartía por fin se daría cuenta de que cuando Chelsea decía que era la amiga, lo decía en el buen sentido de la palabra. Carlos, respiraría con Chelsea y haría los ejercicios con ella. Al regresar a casa, yo podría ducharme con mi Bella pues él ya se encargaría de hacerlo con su mujer. No creo que Emily dejase viajar a nuestra amiga con su embarazado tan avanzado y sobre todo trayendo gemelos, por eso les iba a decir que mi casa era su casa hasta que pudiesen regresar a Mallorca. De hecho pensaba ofrecerles una participación en las acciones de la compañía y un puesto de trabajo en nuestro periódico. Ambos se quejaban de sufrir el llamado Síndrome de la Isla, algo psicológico que sufrían muchas personas que vivían allí ya que el único modo de salir era por avión o barco.

 

El agua de la ducha seguía cayendo implacable sobre mi cuerpo…. yo era incapaz de pensar…mi agotada mente parecía incapaz de dejarme tranquilo y ahora recreaba en mi subconsciente una conversación entre Chelsea y Bella…parecía que me llamaban…pero mi cuerpo se negaba a moverse…

 

—¡Eddie, Edward!, ¡maldita sea, este hombre esta sordo!, ¿dónde se ha metido?, por Dios nunca me ha dolido tanto algo parece que voy a echar el alma por la boca.

 

—Seguro…que… está… en… la… ducha…y no nos oye ¡Ayyyyyyyyyyyyyyy!

 

—¿Y…. cuanto tiempo….necesita… para ducharse si está solo?, a este paso aparecerá cuando… su hijo se case más que nada por hacer bulto.

 

—Bueno recuerda…. que hemos quedado que tu hijo… se tiene que casar con una de mis hijas…esperemos que le parezca bien.

 

—A quien les tiene que parecer bien es a nuestros hijos ¿no crees?, Ayyyyy ¡maldita sea como duele esto!, ¡Edward!, ¿dónde te has metido?, ¿te has caído por el sumidero de la ducha?

 

Sin darme cuenta me fui resbalando poco a poco hasta llegar al suelo, el cansancio me pasaba factura, me estaba quedando adormilado arrullado por el repiqueteo de las gotas, solo escuchaba a mi alrededor el sonido del agua cayendo….parecía que alguien me llamaba…seguro que era una jugarreta de mi mente… en este momento por mí el mundo se podría ir a pique porque yo…

 

—¡Eddie, Edward!, ¿puedes venir un momentito por favor?, vamos sino te molesta…

 

Un momento, ¿solo el sonido del agua cayendo?, ¿alguien que me llamaba? esos gritos no los producía el agua, más bien parecían gritos de…¿terror? Salí de la ducha lo más deprisa que pude tropezándome con el borde de la misma lo que provocó un encuentro inesperado con el suelo.

 

—¡Eddie, Edward!

 

Lo cierto es que me había hecho daño pero no tenía tiempo para auto compadecerme, me levanté con dignidad, saltando sobre un pie en un pobre intento de aliviar el dolor del otro, me enrollé una toalla a la cintura y fui corriendo como alma que lleva al diablo hacia los gritos, ¿qué diablos les pasaría ahora?, como sea otro antojo…vamos a ver Cullen esos no son gritos de antojos son gritos de…pero todo pensamiento coherente se fue a la porra cuando al entrar en el salón mis ojos vieron la escena dantesca que tenía lugar en él. Bella y Chelsea estaban las dos a cuatro patas en medio de un charco de agua de dudoso color, la una encarada a la otra y sujetándose la tripa con las manos, al tiempo que gritaban por turnos, pues ni en eso conseguían coordinarse las pobres, también por turnos resoplaban y respiraban tal y como nos habían enseñado. Yo me las quedé mirando y comencé a resoplar con ellas pues mi subconsciente entrenado me mandó que lo hiciera. En ese momento mi cuerpo se congeló, mis pies se pegaron al suelo, mi boca se paralizó, solo acertaba a resoplar tal como hacían ellas y… ¿estaba rompiendo aguas yo también?, me pregunté al ver el charco que había bajo mis pies. Vamos a ver Cullen no seas estúpido, los hombres no rompen aguas, acabas de salir de la ducha, me dije a mi mismo mirando hacia abajo, te recuerdo que no te has secado el cuerpo. Si hubieras roto aguas serías objeto de estudio y…

 

—¿Te vas a quedar ahí mirando como parimos aquí en medio o nos vas a llevar al hospital?– me dijo de pronto Bella antes de comenzar a gritar de nuevo sacándome de mi estúpida y ridícula paja mental. Mi mente shockeada salió de la impresión para asimilar lo que estaba sucediendo y entonces entré de nuevo en shock al tiempo que mis piernas comenzaban a temblar. Asentí con la cabeza incapaz de decir algo coherente y subí de nuevo las escaleras tropezándome con mis propios pies al más puro estilo Bella.

 

Entré a la habitación y tomé la pequeña maleta que mi esposa había preparado para llevar al hospital. Raudo y veloz fui al cuarto de Chelsea a por la suya. Bajé de nuevo las escaleras y pasé a su lado, rumbo al garaje. Las dos, que seguían a cuatro patas, me miraron mal pero yo no tenía tiempo de analizar esa mirada. Llegué al garaje abrí la puerta del volvo y metí las dos maletas. Volví al salón y tomé a Bella en mis brazos, cuando llegué al coche fui directamente al maletero, lo abrí y…

 

—Edward Cullen, ¿no pensarás meterme ahí dentro verdad? –miré un momento hacia el susodicho sitio y…

 

—Lo…lo…siento…amor…yo…yo…los nervios…dije yendo hacia la parte de delante del coche y sentándola en el asiento del copiloto. Saqué las maletas de donde las había dejado, las coloqué en el maletero, su lugar correspondiente, fui a por Chelsea, la puse en el asiento de detrás, abrí el asiento del piloto y…

 

—Edward Cullen, a mi me encanta y excita verte así pero…no creo que me guste que ni las enfermeras…ni siquiera Chelsea…te vean vestido de esa guisa, además que nos pueden poner una multa y salir en todos los periódicos. Ya me estoy imaginando el titular: futuro padre se vuelve el escandaloso público número uno.

 

Me di cuenta entonces de que no me había vestido y seguía con la toalla enrollada a la cintura…

 

—Tranquila Bella que yo en estos momentos estoy un poco ocupada –dijo Chelsea lanzando un nuevo grito de dolor –vamos que ni por qué me pusieras delante a Robert Pattison o Taylor Lautner haciendo estreeptease…

 

Y ya estaban otra vez con esos dos, ¿qué coño tendrían que no tuviéramos los demás?, pensé malhumorado por el comentario, la señora a punto de tener a mi hijo…y la otra a punto de tener los de Carlos…serán…

 

Sin decir palabra subí rápidamente las escaleras, entré a la habitación y me puse los bóxers. Caray como picaban y que estrechos me quedaban, ¿por qué se me metían por…? además mi miembro se salía y no es que estuviese erecto no era momento, reconozco que era grande pero …al pasar por delante del espejo tuve la respuesta a todos los interrogantes. Con las prisas me había puesto uno de los tanguitas de Bella, ¿cómo demonios le cabía eso en el culo?, no es que estuviera gorda, pero…ahora me explicaba porque a mí me ponía tan…vamos a ver Cullen quieres dejar de pensar idioteces y vestirte de una vez.

 

Cuando ya por fin logré ponerme unos bóxers y meter los pies en los Jeans, cada uno en el sitio correspondiente, fui a por los zapatos pero…no me había terminado de subir bien los pantalones, mis susodichos pies se tropezaron y…besé el suelo. Me levanté como pude pasando la lengua por el labio pues me lo había mordido al caer haciéndome un poco de sangre, me termine de subir los pantalones, me puse los zapatos cada uno en el respectivo pie, y bajé de nuevo al garaje…

 

—Menos mal que ya has vuelto, a este paso tu hijo se casa y tu aun estas vistiéndote, te vamos a tener que comprar un GPS para localizarte –preferí ignorar el comentario, seguido de un estruendoso grito así que me metí en el coche y puse rumbo al…hospital. Llamé a Rose por el manos libres, Emmett había encargado a un compañero, experto en el tema, que lo manipulara para que fuera un medio de comunicación seguro al igual que lo eran los móviles que me había mandado Laurent.

 

—Rose –le dije cuando contestó –Isabella y Marie van a tener a Edward –no así no es –estoy de parto –no, así tampoco –los bebés van a tener a Chelsea y a Bella…esto…vamos que voy camino del hospital.

 

—No te preocupes Edward te entiendo, voy a ver con quien puedo dejar a Rossie y voy a echarte una mano.

 

—Rose, intenta ponerte en contacto con Carlos…esto…llamó esta mañana para decirme que regresaba en las primeras horas de la madrugada, ¡pero serás merluzo!, ¿no ves que estoy de parto?, ¿es que te dieron el carnet de conducir en una feria?– le increpé a un conductor que me había hecho una maniobra extraña ¿o había sido yo el autor?, me pregunté a mi mismo mientras fundía el claxon de tanto tocarlo. La verdad es que a estas alturas el concepto de color rojo, ámbar o verde, había perdido sentido para mí y corría como un loco atravesando la ciudad. Menos mal que había poco tráfico.

 

—¿Y porque no me lo habíais dicho?, os juro que…—pero no supe que nos iba a jurar porque una nueva contracción seguida de una serie de insultos a su marido que es mejor no reproducir, inundó de nuevo el ambiente del coche. Vamos a ver qué culpa tendríamos los hombres y nuestra supuesta arma de destrucción masiva, tal y como mi amiga la estaba llamando, que yo supiera ellas no ponían pegas cuando utilizábamos con ellas el…arma.

 

—Chelsea, cariño, te quería dar una sorpresa, no te pongas así él…—pero callé porque esta vez el grito era de Bella.

 

—Pues me parece que la sorpresa se la va a llevar él y luego un buen bofetón de mi parte por sus ocurrencias. Para sorpresas estoy yo. Le voy a dar yo sorpresa.

 

—Rose –seguí diciendo ignorando los gritos de las dos y los comentarios de Chelsea, te encargas de ponerte en contacto con todos. Bueno…esto…a las chicas…pues verás…vamos que no me importaría si las dejases para las ultimas –le dije sin saber ni siquiera que decía.

 

—A ver si va a resultar que las abuelas y las tías del muchacho van a ser las últimas en enterarse –me recriminó mi Bella con mala cara.

 

—Tranquilo Edward…yo me encargo de llamar a todos –me dijo Rose mientras una luz azul seguida de un sonido muy familiar, me cegaba la cara.

 

—Lo que faltaba, claro sino fueras tan deprisa, vamos al hospital a tener un bebé no hace falta que te creas Rayo McQueen –el sonido de unos golpes en el cristal me detuvieron de contestar mal por segunda vez a mi esposa. Bajé la ventana a un policía con una cara…muy seria.

 

—Perdone agente pero es que los bebes corrían porque el coche esta de parto y… esto… –miré al policía con expresión inocente y la esperanza de que no pensara que iba hasta arriba de coca o algún otro tipo de droga. El agente en cuestión metió la cabeza dentro del coche, miró a Bella, miró a Chelsea que en este momento tenía una nueva contracción y…

 

—Yo soy la amiga –dijo Chelsea al policía entre grito y berrido –el hombre me miró reprobatoriamente, un día esa palabrita nos iba a meter en un lío.

 

—Su marido es amigo de mi esposa –dije yo con la sensación de que había liado mas la cosa –digo esto…su marido está de viaje, ellos son amigos nuestros y…

 

—No me interesa saber más de su peculiar y extraña relación, les abro paso hasta el hospital porque veo que tienen un poco de prisa.

 

Y con la ayuda del buen policía al que vete tú a saber lo que le habíamos dado a entender, llegamos al hospital sin más incidentes. Salí del coche a la velocidad del rayo dirigiéndome al mostrador de la recepción.

 

—Voy a tener tres bebés –le dije a la mujer de la ventanilla que me miró como si tuviera una buena merluza. En seguida dos guardas de seguridad se pusieron detrás de mí, ¿qué problema tendríamos nosotros con la autoridad competente que siempre tropezábamos con ella?

 

—Señor tranquilícese –me dijo uno de ellos.

 

—Como porras quiere usted que me tranquilice si en el coche tengo a un bebé que va a tener a mí esposa y a unas ahijadas que van a tener a mi amiga y…

 

—¿Alguien puede dejar de escuchar las estupideces de este hombre y atendernos? –escuché una voz a la que estuve a punto de contestar mal por tercera vez en esa noche. Pero al ver que las dos pobres habían conseguido llegar hasta aquí por ellas mismas sin mi ayuda, el mal humor fue sustituido por remordimiento ya que, mientras efectivamente yo estaba diciendo idioteces, ellas se las estaban apañando solas.

 

—Amor ¿estás bien? –le pregunté zafándome de las manos que me agarraban y corriendo hacia ellas que andaban como buenamente podían cogidas con una mano la una a la otra y sujetándose la tripa con la que les quedaba libre. El buen policía iba detrás haciendo lo que se supone era mi trabajo.

 

—¿Y tú qué crees?, ¿ves acaso que esté bien?, te iba a sugerir que me lleves a bailar—. Por cuarta vez en la noche estuve a punto de contestar una impertinencia pero dos atentas enfermeras que salían con dos sillas de ruedas me lo evitaron.

 

—¿Puede ponerlas juntas?, es que están conmigo las dos y…—las enfermeras me miraron como todo el mundo nos mira últimamente, caray ¿tan malo era hacer el favor a unos amigos?

 

—Esto es la Seguridad Social señor Cullen no el hotel Ritz, claro que podemos ponerlas juntas –me contestó una de las enfermeras con sorna, que pregunta más tonta, me dije a mí mismo.

 

Fuimos derechos a lo que se conoce como sala de dilatación, sala de locos más bien diría yo pues solo se escuchaban gritos, berridos e insultos a los pobres maridos y sus…armas de destrucción masiva. Armas en cuestión que tenían muchos nombres y acepciones según estaba oyendo como demonio peludo o…cosa infernal.

 

Las pusieran a cada una en una camilla separadas por una cortina que yo me encargué de dejar descorrida, y me dejaron al cuidado de las dos aunque advertí cierto deje de reserva y burla en su mirada. Pero no me dio tiempo a analizarla…Bella empezó a chillar…

 

—Vamos amor que tu puedes, respira, fuuu, fuuuu, fuuuu, eso así es amor, lo estás haciendo muy bien –le dije mientras le masajeaba la tripa y la espalda dándole suaves besos en la frente y el pelo. La contracción pasó, Bella se relajó, yo me relajé pero…por poco tiempo...Chelsea empezó a gritar…

 

—Cariño por favor ¿puedes esperar un poco a tener otra contracción?, voy a ver si atiendo a Chelsea.

 

—Pues no se –me contestó malhumorada —les preguntaré a ver si se pueden esperar –sin hacer caso del tono de sarcasmo que tenía su voz me lancé hacia Chelsea e hice la misma operación, respiré con ella, le acaricie la tripa y la espalda…la contracción pasó y Bella empezó de nuevo.

 

—No te muevas de aquí ¿ok? Ahora vuelvo.

 

—¿Y donde quieres que valla?, ¿a bailar al club?, Carlos, maldita sea ¿dónde estás?, cuando aparezcas te voy a dar yo a ti sorpresa, la sorpresa te la vas a llevar tu cuando os pida el divorcio a ti y a tu bomba de relojería –tampoco me dio tiempo a analizar ese… comentario porque estaba atendiendo a Bella, respirando con Bella, acariciándole la espalda, uffff que estrés.

 

Y así estuvimos durante más de una hora, ellas con contracciones, yo corriendo de una camilla a otra… De repente una enfermera gorda con cara de malas pulgas y enfundándose unos guantes, entró en la estancia con cara… ¿asesina?, joder si se parecía a un personaje de los libros de Stephen King, a mí me echó para atrás del miedo que me infundió.

 

—Sr Cullen –me dijo de modo muy enérgico —esto…verá…su amiga ha dilatado muy poco… trae gemelos y… —me dijo sacando la mano enguantada y la cabeza de…salva sea la parte de Chelsea.

 

—Menuda noticia –contestó Chelsea a voz en grito –pues mira que no me había dado cuenta. Sí creí que traía dos dinosaurios.

 

—Un poco mas y descubre el petróleo esta mujer –pero a ver muchachas ¿es que no veis la cara de malas pulgas que trae?

 

—Hay que hacerla una cesárea señora –le dijo sin más miramientos y yo me eché a temblar. Si me iba con Chelsea, Bella se quedaba sola, yo quería ver nacer a mi bebé. Chelsea era mi amiga pero mi bebé…mi Bella…

 

—Pues haga lo que sea que tenga que hacer –le contestó Chelsea en medio de otra contracción ya que era su turno –Eddie no vengas conmigo, te lo prohíbo, ya has hecho bastante, es…otro quien debería estar aquí… quédate con Bella, ella es tu mujer, es tu hijo y…tienes que ver nacer a tu hijo ¿está claro?, te lo ordeno te quedas aquí con tu mujer y…

 

—¿Ah pero es que estos no son también suyos? –dijo la enfermera psicópata con cara de confusión.

 

—Que van a ser suyos pedazo de alcornoque, son de mi marido al cual voy a castrar en cuanto lo vea, está en un maldito viaje y ellos se ofrecieron a cuidarme ¿es que en este país no puede dejar la gente de pensar mal?, ¿es el deporte nacional o qué?, porque yo pensé que era el dichoso futbol.

 

—Sr. Cullen –me dijo la enfermera ahora suavizando su expresión, valla si hasta parecía guapa, Cullen deja de pensar idioteces por favor –su mujer todavía no ha dilatado del todo, va bien, pero le queda por lo menos una hora o dos, a la señora…

 

—Echevarría, señora Echevarría –contestó Chelsea

 

—Bueno pues a la señora Echevarría hay que hacerle una cesárea de urgencia pero…me temo que si no es usted el marido no puede entrar porque…

 

—Aquí, ya estoy aquí…ya llego…Chels cariño perdona yo… –dijo de pronto un muy apurado Carlos entrando por la puerta tropezando con todo y dándose un buen golpe con la esquina de la camilla –Rose vino a recogerme al aeropuerto —dijo mientras se frotaba la zona dolorida saltando sobre un pie justo, justo igual que había hecho yo al salir de la ducha.

 

—Pues ya era hora, yo aquí pariendo y tu de viajecito por ahí –le recibió Chelsea con cara de pocos amigos mientras la preparaban para llevársela. Pero Carlos supo calmar a la fiera entre besos y arrumacos al tiempo que nuestra enfermera favorita le explicaba la situación.

 

—Señor Cullen –dijo una segunda enfermera entrando a su vez por la puerta –afuera hay otra mujer que dice que es su cuñada –me informó con cierto aire de burla.

 

—Y mi cuñada es –le contesté harto ya de la cuestión— ¿quiere por favor decirle que entré?, claro si es que se puede.

 

—Lo siento señor Cullen…las normas…

 

—Ya, ya déjelo, solo dígale si es tan amable que a Chelsea le están haciendo una cesárea, que SU MARIDO —recalqué el marido –ya llegó y que a mi ESPOSA –remarqué el esposa –le falta un poco.

 

Y el tiempo pasó entre contracción y contracción y algún que otro insulto dirigido a mi pobre miembro que no sé porque se ponía tieso cuando se dirigían a él, si es que la reconocía como su dueña que le vamos a hacer. Para Bella mi querida y humilde erección era la...endemoniada máquina de seducción diseñada para fabricar bebés. Yo me tragaba las ganas de decirle que ella nunca hacía ascos a la susodicha maquina y la ponía en mi regazo dándole besos en la cara, en la boca, en el cuello y conseguía calmarla…hasta la siguiente contracción.

 

Carlos entró un momento en la sala para decirme que nuestras ahijadas ya había llegado a este mundo y que eran muy guapas y sonrosadas. A pesar de que estaban bajas de peso no necesitaban mucho tiempo de incubadora pues estaban sanas y con ganas de comerse al mundo. Chelsea estaba en recuperación pero muy bien. Yo le felicité con lágrimas en los ojos y con unas ganas cada vez más grandes de conocer a mi hijo.

 

—Ya es hora Sra. Cullen, tenemos que ir al paritorio –dijo la enfermera psicópata, que ahora lo parecía menos, tirándome una bata de esas verdes de hospital con unas zapatillas y una mascarilla –póngase esto rápido si quiere ver nacer a su hijo –esto…si mi capitán, me entraron ganas de decirle. Vale retiro lo dicho de que ahora parecía más amable. Caray con lo bueno que está el café por las mañanas ¿por qué la gente se empeñaba en darle al vinagre?, pensaba mientras me iba poniendo el dichoso uniforme de quirófano al tiempo que iba literalmente corriendo al lado de mi esposa la cual se veía ya muy cansada de tanta contracción.

 

—Mi amor, por favor deja que te pongan la epidural, no puedo verte así, es superior a mis fuerzas –le dije todo preocupado.

 

—Tranquilo Cullen esto no es…—pero lo que iba a decir se quedo ahogado por una nueva contracción que ahora le venía muy seguidas. Llegamos al paritorio y la trasladaron a otra camilla provista de los famosos estribos. Emily, a quien habíamos llamado y que había asistido ya a Chelsea en su cesárea, se puso entre sus piernas presta a recibir al bebé.

 

—Empuja cuando te diga Bella –le dijo y no sé cuánto tiempo pasó, no sé si fueron minutos, horas, segundos, días, no lo sé, lo único que tuve claro es que el tiempo se detuvo cuando escuché el sonido más hermoso del mundo, el llanto de mi hijo.

 

—Edward ¿te atreves a cortar el cordón?—me dijo Emily poniendo a Edward junior en los brazos de su madre, y con mucho cuidado me acerqué hacia donde estaba. Me atreví, valla si me atreví. Emily y una de las enfermeras me dieron la enhorabuena pues por lo visto no todos los padres podían y acababan estrellados en el suelo, pero es que mis ojos solo estaban fijos en la imagen más hermosa que nunca vieron, madre e hijo uno en brazos del otro, mi esposa y mi hijo, los dos juntos y en una simbiosis especial, reconociéndose.

 

Una vez liberado de la prisión del cordón, Emily se lo llevó a lavar y adecentar para después ponerlo suavemente en mis brazos donde pude disfrutar de la segunda imagen más bonita de la noche…mi hijo…el fruto de nuestro amor en mis brazos…no me pude contener y mirando a Bella quien me devolvía la mirada con la misma emoción, solté a llorar las lagrimas de felicidad más hermosas del mundo.

 

Mientras lavaban y atendían a mi esposa, salí con mi hijo un momento para que conociera a su tía y madrina Rosalie, la cual lloró conmigo de la emoción. Una enfermera más simpática que la anterior apareció para llevar al niño a la incubadora donde sería atendido hasta que Bella la pasasen a una habitación. Aprovechamos los dos para buscar a Chelsea, pero estaba en una UCI. Sin embargo, Carlos nos llevó a ver a mis ahijadas y yo aproveché para presentarle a nuestro hijo.

 

—Ya he llamado a todos –me informó Rose mientras esperábamos a que llevasen a Bella a una habitación.

 

—Uffff pues podrías haber tardado un poco –dije entre dientes pensando en el circo que iban a montar no solo los diablos, sino las madres, las tías, las suegras, ufffff ya me cansaba solo de pensarlo –no me malinterpretes Rose es que…

 

—Te entiendo Edward, no quiero ni acordarme de la que montó Renée cuando nació mi hija. Casi se come a la enfermera porque al ir a darle su baño a Rossie, la desenrolló de la mantita en la que estaba envuelta como si fuera y repito su expresión, un rollito de primavera. Luego no hacía nada más que darles consejos a todas las madres, decir que las enfermeras no sabían hacer su trabajo porque según ellas tenían muy poco abrigados a los niños y estos tienen más frió que lo adultos. En fin que cuando nos echaron yo creo que todo el mundo respiró aliviado.

 

—Sr. Cullen –nos dijo la enfermera favorita de las novelas de S. King –su mujer está ya en la habitación. ¿Ya había pasado tanto tiempo?, pensé mientras me levantaba corriendo para ir en busca de mi esposa con Rose y Carlos detrás.

 

—Lo siento –nos dijo malas pulgas otra vez –no pueden entrar tantos de un golpe –así que Carlos se quedó fuera mientras Rose y yo entrábamos. Esperaba, de verdad esperaba que mañana esta mujer estuviera de guardia pues con la llegada de mis diablos esta individua con su mal genio, se convertiría en mi ídolo.

 

—Me alegro de verte bien Bella –le dijo Rose dándole un beso en la frente –mañana te veo ¿vale?, ahora tengo que irme no quiero abusar de Liam y su esposa.

 

—Gracias Rose, esto…¿has llamado a las chicas y a mis padres?

 

—Sí ya lo hice –contestó mirándome con complicidad.

 

Bella estaba molesta ya que le dolían los puntos de la episiotomía. Pero todo dolor y malestar se pasó cuando a los pocos segundos de estar en la habitación, se abrió la puerta y una enfermera bajita y muy simpática que respondía al nombre de Mary nos llevó a nuestro hijo. Los dos nos quedamos mirándolo con adoración, felices y contentos. Cogí a Edward, se lo puse en brazos a Bella y lo que entonces contemple se quedo grabado en mi retina como la tercera imagen más hermosa que jamás vi, de hecho las otras dos quedaron relegadas a segunda y tercera porque sin lugar a dudas esta era la más hermosa. Mi hijo succionaba con ansias el pecho de su madre recibiendo el alimento que esta le daba. Pero mi pene inquieto no pudo dejar de dar su punto de vista poniéndose erecto ante la imagen, así que con mucho disimulo lo reacomodé antes de que viniera alguien o…lo viese Rose, que aun estaba allí. Ya buscaría yo la manera de chupar también esos dulces pechos que eran mi manjar preferido aunque era consciente de que no podía hacerlo mucho pues mi hijo los necesitaba ahora más que yo. Y encima teníamos por delante tres meses de asueto, mi erección solo de pensarlo se puso flácida por primera vez desde que conocía a Bella.

 

Cuando Rose se fue entró Carlos a conocer a nuestro bebé y darle un beso a Bella y allí se quedó hasta que malas pulgas le dijo que tenía que salir.

 

Pasamos una noche relativamente tranquila. Las enfermeras pasaban de cuando en cuando a controlar la tensión de mi Bella y ver como estaba el bebé. Todo parecía estar bien. A primeras horas de la mañana se abrió de nuevo la puerta y apareció por ella una camilla que transportaba a Chelsea con sus dos hijas en brazos, seguida de Carlos que empujaba con mucha maestría y orgullo una cuna doble. Habíamos pedido expresamente que las pusieran juntas en una habitación particular pagada por nosotros, ya que juntas habían iniciado todo esto, juntas tendrían que seguir hasta estar con sus bebés en sus casas. Me acerqué a la cama de Chelsea y contemple con ternura a mis dos ahijadas que dormían plácidamente. Eran muy bonitas y exactamente iguales, las dos tenían el cabello castaño de su padre y los ojos grises de su madre. Iban a causar mucho estragos y algún que otro lió cuando fueran conscientes del potencial que tiene a veces ser iguales.

 

Carlos y yo cogimos una cada uno y se las llevamos a Bella para que las conociera. Con mucho cuidado corrimos la cama de Chelsea hacia la de Bella dejando a las dos juntas, fui a por Edward y lo dejé junto a las niñas justo en medio de las dos niñas. Mi hijo en un momento dado estiro su bracito y lo puso encima de la mano de una de las bebés.

 

—Esa es Isabella –dijo Chelsea muy convencida.

 

—¿Cómo las reconoces?

 

—Isabella tiene el pelo más oscuro que su hermana…no me digas como lo sé pero lo sé…lo he notado nada más verlas…mientras venía hacia aquí —yo pensé para mí que lo que un bebé recién nacido tenía en la cabeza más que pelo era...un pequeño proyecto del mismo, pero...si Chelsea lo decía...

 

Todo era tan perfecto…tan bonito…tan pacifico…tan…

 

—Señoras por favor esto no es un circo…

 

—Señoritas si no le importa

 

—Habla por ti rica que yo ya soy señora

 

—Y yo…

 

—Pues anda que no hace años que yo también lo soy

 

—Toma y yo.

 

—Yo os gano a todas…

 

—Claro si este par de estúpidos quisieran nosotras también podríamos serlo. A este paso nos vamos a quedar para vestir santos.

 

—Sí nos vamos a marchitar, se nos va a pasar el arroz y…

 

—Bueno es igual señoras o señoritas es lo de menos, la cuestión es que no pueden entrar ahí todas a la vez, esto es un hospital…

 

Carlos, Chelsea, Bella y yo nos miramos entre sí…los diablos habían llegado a la ciudad y necesitaban un sheriff que las controlase. Sujetándome el puente de la nariz respiré profundo al reconocer ese montón de voces

 

—¿Cómo cuernos han hecho para llegar tan deprisa? –preguntó Carlos

 

—Seguro que ya tenían el avión preparado y salieron nada mas llamar Rose. Claro Renée estaba también en Chicago junto con Charlie no hizo falta hacer escala y habrán venido directas –le contesté –ahora vuelvo.

 

Salí de la habitación con Bella y Chelsea mirándome divertidas y lo primero que pude ver fue a Renée y a Esme con Emmett detrás de ellas, saliendo de detrás de un oso de peluche de enormes dimensiones, ¿dónde pensarían que íbamos a poner eso?, mi casa era grande pero... Kate y Alice sujetaban otro igual. Irina tenía en sus manos dos enormes canastillos de bebé y mi tía una enorme bolsa en la que vete tú a saber qué diablos llevaba. Los hombres estaban un poco apartados pasando atléticamente de la discusión con la pobre enfermera bajita que respondía al nombre de Mary. Para una vez que necesitaba a la psicópata, ¿dónde coño estaba?, bueno a ver seamos justos…todos los hombres no estaba apartados mi tío Aro y mi cuñado Emmett estaban los dos en medio del lío ¿por qué no me extrañaba?, mi abuelo Marco las miraba con el ceño demasiado fruncido y mi abuelo Edward…su expresión era…¿de cansancio?

 

—Yo me encargo –le dije a la pobre mujer quien asintió y salió huyendo despavorida. De repente me sentí literalmente ahogado por un montón de brazos que me aprisionaban en un abrazo descomunal.

 

—Felicidades Edward cuanto me alegro, ¿dónde está mi nieto?, ¿está mi hija bien?, ¿y Chelsea y las bebés?

 

—Soy tío, soy tío —canturreaba Emmett dando vueltas a mi alrededor moviendo el culo como si estuviera bailando la danza de los siete velos al tiempo que me propinaba un golpe en la espalda que casi me manda a Pernambuco –Rose hija que brusca eres –le dijo a mi cuñada quien acababa de propinarle un zapatazo en salva sea el sitio que movía… muy bien por cierto. A ver Cullen formalidad.

 

—Enhorabuena sobrino –me dijo mi tío Aro un…pelín más comedido.

 

—Edward hijo no sabes lo emocionada que estoy, ya soy bisabuela no sabes la alegría que me das, por fin conoceré a unos de mis bisnietos antes de morir… ¿Cómo están los dos?, ¿y Chelsea?

 

—Hijo, hijo, que feliz soy…soy abuela y…soy madre y…

 

—Primo, primo –chillaban Irina y Kate a la vez dejándome sordo en el proceso –hemos venido en cuanto hemos podido –sí, si ya lo veo, me dije a mí mismo.

 

—Hermano ¿y mi sobrino, quiero ver a mi sobrino?, ¿cómo están las niñas de Chelsea?, hay que ir a verlas también –decía Alice dando saltitos y dando vueltas sobre su propio eje en una clara imitación de la Tierra en su movimiento de rotación, Jasper como siempre intentaba mantenerla quieta. De repente me acordé que tenía una misión que cumplir, mi Bella y Chelsea acaban de parir, los bebés eran muy pequeños así que…

 

—¡Alto ahí!, esperad un momento todos por favor –les dije y lo debí decir muy serio porque mujeres y hombres se cuadraron a la vez y me miraron expectantes —esto es un hospital, no el club de Garrett ni el restaurante de la esquina o un centro comercial. Aquí hay que mantener un respeto, no se puede chillar y armar alboroto, hay enfermos.

 

—Edward por Dios que gruñón estás, la paternidad no te ha sentado nada bien, cualquiera diría que el que has parido eres tú. Ya sabemos que esto es un hospital pero en esta área hay mujeres que acaban de parir no enfermas.

 

—Los bisabuelos junto con Aro y Sulpicia pueden pasar ahora mismo a conocer a los bebés. Renée, Esme, Carlisle, Charlie iréis después a ver a vuestro nieto. Renée esto…a ver una cosita, no te apures que aquí las enfermeras saben hacer muy bien su trabajo y está científicamente probado que los bebes tienen frió cuando tu lo tienes y viceversa no hace falta embutirles en ropa como si fueran un…rollito de primavera, así que…si no te importa…tengo intención de tener más hijos y me gustaría volver a este hospital –le dije desafiándola con la mirada a que se atraviese a rebatir mi opinión. Y la debí mirar muy serio porque abrió la boca para decir algo pero en el momento la cerró—. Chelsea también está en la misma habitación –les dije mientras miraban fijamente a la autora del discurso sobre mujeres que han parido pero que no están enfermas.

 

—Alice –le increpé armándome de paciencia –aquí hay mujeres que se han pasado horas dilatando y con dolores enormes, que han sufrido una cesárea, que están cansadas y con pocas ganas de vuestras sandeces ¿te ha quedado claro?, ¿os ha quedado claro a todas?

 

—Sí…esto…sí –dijo una muy sombrada Kate –hijo que mal genio se te ha puesto ni que hubieras estado toda la noche pariendo tu. Y otra vez la misma broma ¿la habrían ensayado en el avión?

 

—Muy bien –dije ignorando el comentario. Si ellas supieran no solo la noche que yo llevaba sino el mes que había tenido —ahora vamos a pasar a la sala de espera y luego cuando los bisabuelos salgan, entran los abuelos, luego los tíos directos, o sea, Rose, Emmett y…Alice con Jasper –dije resoplando al mencionar a mi hermana ya que la consideraba el diablo jefe. Después entrareis vosotros –añadí mirando a unas muy enfurruñadas Kate e Irina.

 

—Ni que esto fuera la cola de la peluquería. Desde luego Edward siempre has sido un gruñón pero hoy estás que no hay quien te aguante, vamos que te superas a ti mismo. Parece que la paternidad te ha sacado tu lado Mr. Hyde de golpe –dijo Irina enfurruñada, pataleando y cruzándose de brazos pero al entrar a la sala de espera nos encontramos a una pobre mujer llorando lo que hizo que todo el escándalo se callara. Lo veis, les dije con la mirada, no todo el mundo es feliz, esto es un hospital.

 

Dimos media vuelta respetando la privacidad de aquella pobre mujer que lloraba desconsolada por…lo que fuera y fuimos a la cafetería a tomar algo pues yo no había desayunado y celebré la ocurrencia de Jasper. Los orgullosos bisabuelos, Aro y Sulpicia vinieron en nuestra búsqueda y fue el turno de los abuelos. Cuando éstos salieron, les tocó a los tíos, después pasaron Irina y Kate con sus parejas. Todo se desarrolló tal como yo había estipulado y en el proceso me había ganado una amiga, la enfermera bajita llamada Mary. Nadie protestó ni dijo nada más, esa mujer y su problema, fuera el que fuese, nos había llegado al alma. Es increíble darse cuenta de que mientras la mitad del mundo ríe, la otra mitad llora.

 

—Esto…Edward hijo –me dijo Esme mirando con complicidad a Carlisle al tiempo que bajaba la cara y se sonrojaba. Era el turno de Irina y Kate de entrar a ver a los niños. Por la cara que puso Alice estuve más que seguro que ella ya sabía lo que quería decirme esta mujer.

 

—¿Qué pasa mamá?

 

—Bueno…pues…que dirías si tu hijo….esto…jugara con su sobrino a los coches, o sobrina rompiéndole sus muñecas haciéndole llorar y…este…fuera un poco más pequeño que él…bueno o pequeña y…

 

—Mamá, ¿qué me estas intentando decir? –le pregunte con un cierto tono de sospecha pues quieras que no algo había adivinado pero mi mente no terminaba de asimilarlo estaba un poco esto…atrofiada.

 

—Pues…lo que intento decirte es…¿qué te parecería tener un hermano que fuera de la misma edad de tu hijo?

 

—Mamá…

 

—Ahí Edward por Dios que lento eres…es que estoy embarazada –me dijo soltando la bomba como quien suelta un globo en medio de la calle. Yo me quede paralizado un solo segundo pero luego me eche a reír.

 

—Pues que te felicito madre, me alegrara conocer a ese hermano o hermana y que juegue con mi hijo. No podía ser de otro modo en esta familia, un tío más pequeño que el sobrino si hasta para eso somos originales –le dije mientras le abrazaba. Alice y Carlisle se unieron a nuestros abrazos.

 

—¿De cuánto estás?

 

—Más o menos de seis semanas, me enteré antes de antes de ayer. Esta todo muy bien por eso la doctora Cooper me dejó viajar tan deprisa.

 

—Valla ya vemos que Shreck se ha enterado –dijo Irina entrando en ese momento junto con Rose.

 

—Irina ¿Por qué me llamas así? –le pregunté un poco molesto pues hacía tiempo que no escuchaba ese nombre.

 

—Pues porque el embarazo y el parto no te ha sentado nada bien primo, nada bien. Arrggg ¿habéis visto a los niños?, son tan monos, son tan preciosos…dan ganas de cogerlos y cometerlos a besos y…

 

—Pues modérate porque sino por las noches te voy a llamar para que los arrulles mientras yo estoy durmiendo con Bella.

 

—Me encantaría Edward pero es que…verás…mis tetas no dan leche para que ellos coman y si no comen no callan y…

 

Y el que callé fui yo ante la contundente explicación de mi prima, explicación que fue corroborada por el resto del grupo y demás gente que había en la cafetería.

 

—¿Y Renée? –le pregunté a Rose mas por desviar el tema que por otra cosa. Hacía unos segundos estaba aquí con nosotros ¿donde se había marchado?

 

—La he dejado volviendo locas a las enfermeras –me contestó Garrett muy serio.

 

—Pero si la dije que…

 

—Y tú crees que esa mujer hace caso de algo…—argumentó Rose.

 

Tres días después Bella era dada de alta del hospital. Chelsea se tenía que quedar unos días más debido a la cesárea. De momento se venían a casa hasta que el médico les diera permiso de viajar y después les dejaría mi avión para que marcharan más tranquilos. Ya les había hecho mi propuesta la cual aceptaron gustosos…bueno en lo de la parte que se refiere a los puestos de trabajo…lo de las acciones fue más complicado pues argumentaban que no eran de la familia. Todo se solucionó cuando los dos patriarcas, o sea mis abuelos Marco y Edward, dijeron que todos los miembros de la familia tenían acciones en la compañía y ellos lo eran de pleno derecho. Con lágrimas en los ojos nos dieron las gracias y prometieron ser merecedores de ese honor.

 

Los diablos, mis tíos y abuelos se marcharon a Chicago excepto Esme y Renée que se quedaron unos días con nosotros para ayudar y esta vez lo agradecí ya que lidiar con tres bebes no era tarea fácil y mas para unos primerizos. Chelsea era la más agradecida pues su cesárea le impedía moverse demasiado. Ni que decir tiene que las demás intentaron quedarse pero…con ayuda de los chicos fueron facturadas a Chicago, ya tendrían tiempo de venir y armarla a su propio estilo cuando Bella y Chelsea estuvieran las dos más recuperadas y los bebés fueran más mayores.

 

Pronto las noches se llenaron de llantos nocturnos, de carreras hacia la habitación para darles de comer o limpiarles los pañales. Esme y Renée nos enseñaron como hacerlo. A pesar de que lo habíamos aprendido en las clases para el parto, ninguno de nosotros nos atrevimos a decirles que lo sabíamos pues mostraban mucha ilusión. Renée nos volvía locos con sus teorías sobre la temperatura corporal de los niños y sus famosos experimentos culinarios pero Esme y Chelsea tenía un don y entre las dos la mantenían a ralla. A Bella, a Emmett y a Rose les desesperaba.

 

Mi sobrina estaba encantada con sus primos porque para ella Isabella y Marie eran también sus primos y colaboraba en su atención como podía. En ese tiempo las cámaras de fotos trabajaron horas extras pues todos queríamos inmortalizar cada momento.

 

Yo volví al trabajo con un buen álbum bajo el brazo y enseñé orgulloso a mi hijo y ahijadas a todos los trabajadores desde la señora de la limpieza hasta los redactores jefes de cada sección. Yo notaba que nos querían y apreciaban, sobre todo a Bella y celebraron la noticia sorprendiéndome con una pequeña fiesta.

 

Y así poco a poco y sin enterarnos nuestros hijos tenían ya un mes de vida. Esme y Renée decidieron que ya era hora de marcharse. Carlos y Chelsea también lo hicieron pues el médico le dio permiso para viajar, pero nos encargaron buscarles una casa por la zona ya que regresarían en cuanto hubieran arreglado todos los asuntos en Mallorca.

 

Emmett y Charlie regresaron con las dos mujeres a Chicago ya que…el asunto que los había llevado hasta allí estaba cada vez mas liado. Otra falla legal había propiciado que personas ajenas a la familia se pusiesen en contacto con Carmen y Elizabeth pues estas había contratado otros abogados que, por ley, tenían todo el derecho de pasar a visitarlas. Nada se sabía de ellos solo su nombre un tal Stephan y Vladimir Richardson. Ambos eran hermanos y representaban uno a Elizabeth, y el otro a Carmen. Por lo visto a Tanya la habían dejado de lado pues ya no les servía a sus intereses, menudo par de…su propia hija por Dios.

 

Y así fue como Bella y yo quedamos solos por fin disfrutando de nuestro hogar y nuestro hijo. No es que no apreciáramos la ayuda de nuestras madres o no quisiéramos a nuestros amigos, pero se agradecía por fin la soledad.

 

La noche era lo peor pues el bebé había cogido sus horas de llorar reclamando comida o porque estaba sucio. Normalmente era yo el que me levantaba para que mi Bella descansase un poco más, le limpiaba, jugaba un poco con él y después se lo llevaba a mi esposa para que le diera su alimento. Luego lo devolvía a su cuna, me aseguraba de que estaba bien y regresaba para alimentarme yo de los pechos de mi esposa, los cuales me gustaban cada vez más. Solo los chupaba, besaba y lamia procurando no succionar para sacar nada que no debiera, era el alimento de mi hijo. Mi impaciente miembro esperaba con ansiedad la hora de poder regresar a su hogar.

 

Y así pasaban los días éramos felices, muy felices. Yo acudía al trabajo mientras mi Bella se quedaba en casa con mi bebé y todo marchaba fenomenal. Hasta que una buena mañana recibí una llamada al móvil seguro cuando estaba en el trabajo.

 

—¿Diga? –contesté al no reconocer el numero.

 

—Edward, soy Jacob Black ¿sabes de la existencia de las mafias que provenientes de la Europa del este está ancladas en este país?

 

—Claro Bella hizo un reportaje sobre ello ¿por qué lo preguntas?

 

—Porque los han contratado para que…para que…os maten…van a simular el famoso secuestro exprés y después… esta vez no se van a andar con chiquitas Edward, no sé quien o quienes os odian tanto pero esta vez van a por todas. Ve corriendo a tu casa, no te demores…es cuestión de tiempo que lleguen. Avísalas por Dios. Yo también voy para allá para ayudar, he llamado a la policía.

 

Sin escuchar nada más, colgué el teléfono, salí de la redacción como alma que lleva el diablo, solo podía pensar en Bella y en mi bebé…si les pasaba algo yo…yo….Carmen, Elizabeth…y todo el que estuviera detrás de todo esto iban a pagarlo muy caro. Cogí el teléfono que usaba para comunicarme con Bella y Rose de forma segura, aquel que también me había dado Laurent, Bella al final tenía también el suyo y a Rose le habíamos dado otro. No podía fiarme del manos libres pues tenía la sensación de que alguien había entrado en mi coche. Llámenme maniático pero…no estaba todo igual. Sam y los chicos lo revisaban cada mañana junto con el de Rose. Saltándome un montón de normas de circulación que prohibían hablar por el móvil mientras conducía llamé a Bella.…

 

—¿Edward?, ¿qué ocurre? –me preguntó mi esposa.

 

—Bella no hay tiempo para explicaciones. Coge a Edward y encerraros en esa habitación del sótano que tiene varios candados, la que construí para…cierto tipo de situaciones. Bien pues…estamos en una de esas situaciones. Vete al mueble donde están las armas que nos dio tu madre. Coge una para ti, otra para Rose y llévalas contigo. No abráis a nadie, oigáis lo que oigáis ni siquiera a mí. Solo abre a Rose y a la niña cuando lleguen y eso si os dan la contraseña, esa…que tú ya sabes. La que inventamos por…si acaso. Los guardaespaldas estarán protegiéndoos pero entrad en esa habitación—. Había hecho ese cuarto imitando a las famosas habitaciones del pánico que existían en Estados Unidos. Bella me dijo que era una tontería pero con lo que estaba sucediendo toda precaución era poca, además vivíamos en un chalet y podía ocurrir de todo.

 

—Edward no... no puedo hacerlo…quiero estar contigo yo… –me dijo Bella claramente angustiada.

 

—Bella ya sé que quieres ayudar y no consientes en dejarme solo, estaré con Jacob gracias a él nos hemos enterado a tiempo y viene a ayudar, también están los guardaespaldas y la policía ya viene. Somos un equipo amor y tu deber es proteger a nuestro hijo ¿de acuerdo?

 

—Pero que ocurre…por favor…dime algo…

 

—Bella…alguien va a ir a casa para secuestraros y…mataros…por favor haz lo que te digo –le dije desesperado ¡qué mujer mas terca!

 

—Está bien pero ten mucho cuidado por favor. Si…si te pasara algo yo…me muero Edward…no podría sobrevivir sin ti.

 

—Yo también te amo, pronto estaremos juntos ya lo verás.

 

Por el mismo teléfono que utilice con Bella llamé a Rose al trabajo y le puse al corriente de la situación. Ni que decir tiene que salió disparada hacia nuestra casa no sin antes pasar a recoger a su hija. Con todo lo que estaba pasando mis cuñados se habían puesto en contacto con la directora del colegio hacia ya más de dos meses, para decirle que no dejase irse a la niña con nadie por mucho que le dijeran que venían en nombre de los padres porque sería una mentira, solo nosotros estábamos autorizados a recogerla en nombre de ellos. En este país las normas eran muy claras con respecto a ese tema pero…no podíamos dejar nada sin cubrir. Frente al colegio de la niña siempre estaba Colin uno de los guardaespaldas más jóvenes de la empresa que había contratado Emmett. Rose, fue hasta allí con Embry y Brady que, de hecho, ya la seguían a ella; otros dos siempre estaban apostados en la esquina de nuestra casa y yo llevaba un tercero siempre a mis espaldas. Jared, que así se llamaba el mío, llamó a los que vigilaban la casa poniéndolos al corriente de la situación.

 

Llegué a casa en un tiempo record junto a Rose con la que me junté en la entrada. Sam y Quil salieron a recibirnos y decirnos que mi hijo y mi esposa estaban bien y encerrados en la habitación. Se llevaron a Rose y a la niña para allá ante las protestas de Rose que quería quedarse junto a mi pero yo no lo podía permitir y Emmet nunca me perdonaría si le pasaba algo. Jacob llegó en ese momento y yo le saludé con un gesto de agradecimiento. La policía de Madrid también había llegado. A petición nuestra se habían puesto en contacto con la policía mallorquina para que protegieran a Carlos y Chelsea. Sam había llamado a los guardaespaldas que ellos tenían allí. La noticia es que estaba bien y seguros. En Chicago todos estaban encerrados en la Mansión Vulturi. Ninguna de las mujeres se había querido meter en la famosa habitación que esa casa también tenía y estaban todos juntos apoyándose unos en otros. Agradecía al cielo que mis suegros estuviesen allí. Solo Esme y Kate habían sido encerradas a la fuerza, no tenía tiempo de procesar el hecho de que Kate también hubiera sido encerrada…pero algo hizo click en mi subconsciente. No sabíamos si iban también a por ellos pero…toda precaución era poca.

 

—La única forma de que nos canten quien los ha contratado es pillarlos con las manos en la masa –dijo uno de los policías –vamos todos adentro –hay que procurar herirlos pero no matarlos a no ser que sea estrictamente necesario, es vital su confesión. ¿Están ustedes seguros de que saben usar eso?, ¿no querrían mejor irse a donde están las señoras?—nos dijo el policía a Jacob y a mí los únicos civiles del grupo mirando las dos armas que teníamos en la mano y que yo las había sacado del mueble donde las teníamos guardas desde que Renée nos la había dado.

 

—Me quedo aquí –dije muy resuelto. Mi mujer y mi hijo estaban en peligro y yo los defendería con mi vida.

 

—Yo también –contesto Jacob igual de resuelto. Una de las policías, una tal Lizzie se lo llevó con ella dándole instrucciones de cómo debía comportarse. Yo me quedé junto al policía. .

 

Entramos a la casa siguiendo las órdenes que nos daban. Nos escondimos cada uno en un rincón, detrás de las puertas o de los sillones esperando a los atacantes.

 

Un par de coches se oyeron llegar en la distancia, unas ruedas chirriaron, unas puertas se abrieron para cerrarse de golpe…, escuchamos hablar en un idioma desconocido pero muy conocido a la vez…ya los teníamos aquí.

 


 

Hola de nuevo, antes que nada quisiera deciros que mi OS, La Apuesta ha ganado el tercer premio en el contest Lemmonada_Expres2. Estoy contentísima y muy agradecida a todas aquellas que me habéis votado. Tanto es así que creo que será mi próxima historia.

 

¿Conseguirán su propósito los secuestradores o...saldrán ganando de nuevo nuestros chicos? Menos mal que Jacob los avisó ¿verdad?, este chico no es tan malo después de todo. En fin...Chelsea y Carlos en Mallorca; Edward y Rose en Madrid; los demás en Chicago, vamos a ver como suceden las cosas. ¿Por qué Kate habrá sido obligad a encerrarse con Esme? Se admiten apuestas.

 

Pobre Edward jajaajaj, lidiando con dos embarazadas, diciendo todo al revés y todo el mundo pensando mal de él...en fin al final llegó Carlos a tiempo.

 

 

Capítulo 24: Tiempo de calidad Capítulo 26: Solo por un segundo

 


 


 
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