UNA CITA CASI A CIEGAS

Autor: AlienaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 07/04/2012
Fecha Actualización: 23/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 105
Visitas: 76752
Capítulos: 29

Bella Swan nunca pensó que por acceder a regañadientes a los ruegos de su amiga, pasaría un día tan maravillosamente increíble junto a un hombre insaciable.

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Capítulo 3: ¿Una relación a distancia?

DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer

 

Capítulo 3: ¿Una relación a distancia?

Pov Edward

—Sí… sigue así… más…deprisa por favor arggggg, que placer… más, más, no pares por favor… así…así…Bella no sabes lo que me haces de verdad que no eres consciente…argg… gemí   estirando mi mano para tomar entre ellas esos dos maravillosos montes que me llamaban…

pip, pip, pip

 

—Maldito artilugio del diablo—, dije entre gruñidos despertándome de golpe y dando un fuerte manotazo  a ese maldito objeto que,  con   un sonido bastante molesto, había osado sacarme de un erótico sueño que tenía como protagonista a mi amazona personal, cabalgándome como solo ella sabía hacerlo. Pero ni en el suelo el dichoso aparato se callaba, seguía con su insistente bufido una vez y otra y otra…, estiré la mano para apagarlo y, al recordar que hoy de nuevo la vería mi mal humor mejoró considerablemente.

 Me levanté tan deprisa que sin querer enredé las piernas entre las sabanas y me fui de boca contra el santísimo suelo. No pude evitar reírme a carcajada limpia, ¿era posible que se me hubiera pegado su torpeza?

 

Me duché y vestí en un tiempo record. Cuando estaba saliendo por la puerta de la habitación sonó mi móvil con la ya muy familiar melodía de la serie “Mujeres desesperadas” que tenía guardada para ellas, miré para ver quién era de las cuatro. Diablo numero 1, ponía el visor. Bueno esto ya me lo esperaba así que cuanto antes me someta al  tercer grado mejor…

 

—¿Qué tal?, ¿ya la has conocido?, ¿qué te pareció?, ¿a que es muy guapa?, ¿te resulta simpática?, ¿ a que es verdad que es muy torpe?, ¿pero a que esa torpeza es encantadora?, ¿has montado ya con ella en el autobús o en el metro?, ten cuidado si lo haces, ¿lo habéis pasado bien?, ¿has vuelto a quedar hoy con ella?, ¿da el perfil de esa mujer idealizada a la que buscas?, ¿te ha enseñado la ciudad?, ¿has visto la Cibeles y la puerta de Alcalá?, ¿a que son muy bonitas?, ¿te gusta Madrid? ella es muy buena chica Edward por favor no le hagas daño porque si no te las verás conmigo... hay por dios no te quedes callado, que parece que te comió la lengua un gato, contesta ya de una vez y dinos algo que morimos de impaciencia  –yo rodeé los ojos ante la expresión no te quedes callado…,  ¿cómo pretendía que hablara, si ella no paraba de preguntar al más puro estilo cacatúa? Como es lógico y, conociéndola como la conozco,  la dejé soltar de una sola parrafada y sin respirar todas las preguntas a la vez,  tal como era su costumbre  antes de siquiera abrir la boca  pues ya sabía yo que intentar contestar  a ese  loro cuando estaba en su modo Santa Inquisición,  era misión imposible.. Como ruido de fondo podía escuchar varias voces asintiendo a la vez por lo que deduje que el cuarteto diabólico estaría reunido en todo su esplendor. Si vosotras llegarais  algún día solo a sospechar lo mucho que me han gustado la Cibeles y la Puerta de Alcalá pensé para mí, mientras mi miembro me contestaba y mis pantalones le daban la razón.

—Sí a todas las preguntas, estoy muy bien, sí la he conocido, sí he visto los monumentos, sí he montado ya el autobús con ella  y sí me parece no solo guapa , es preciosa y tenías razón es simpática, agradable, alegre, divertida, dulce, cariñosa, apasionada…—conteste en una perfecta imitación de Alice Cullen. Normalmente solía ser  mi estrategia ya que si no me ponía a su altura no había modo de hablar. Me callé un poco al escuchar risas y voces de alegría y asombro mezcladas con estupefacción  ante lo que estaba diciendo. Realmente nunca me había mostrado tan ilusionado con una mujer y era normal que el cuarteto estuviera impresionado, lo malo es que seguro, seguro que ya estaban maquinando algo…

—Chicas… yo he decidido quedarme por aquí una buena temporada y si las cosas me salen bien, bueno, a lo mejor…me quedaría  en España de forma permanente, tengo varias ideas en mente y…

—Pues no estaría mal que una de ellas sea sustituir a ese Black, no tiene ni idea de nada de lo que escribe, le he tenido que rehacer todo el artículo, es un desastre por dios, ni siquiera sabe que hay una cosas llamada comas y puntos  que sirven para separar frases de modo que al hablar pueda uno respirar un poco, como si tuviera yo tiempo de estar corrigiendo los deberes de los demás, porque me lo pediste tu y eres mi sobrino preferido que si no,  si quieres hablo con tu padre y….

—Sí, sí esa es una de las posibilidades que había barajado tía –le dije cortando la retahíla de palabras que estaba soltando intentando meter una palabra aunque solo fuera de canto y pensando en si ella conocía también el uso de la palabra pausa al hablar, ¡madre mía! vaya dos se sabía cuando empezaban pero no cuando iban a parar,   parecía que les daban cuerda, no se quien era peor si Alice Cullen o Esme Vulturi,  y eso que aun no habían intervenido los diablos 3 y 4…—el problema es que no sé si será legal o se podrá hacer pues… —seguí diciendo pero fue de nuevo interrumpido….

—¿Preguntas si es legal?, como no va a ser legal sustituir a un reportero manta que solo sabe…

—Eso déjalo de cuenta de Laurent y mía   ya verás que pronto te lo solucionamos   –horror el diablo 3 ya intervino atreviéndose y osando interrumpir al dos y  haciéndose cargo de un problema.

—Esto…bueno…de acuerdo Irina pero vamos que si no puede ser… ya buscaré otro modo…no hace falta que hagáis nada….absurdo.

—Cuando digo que lo dejes de nuestra cuenta es que lo dejes de nuestra cuenta ¿estamos?, ¿desde cuándo las ideas que yo tengo son absurdas? –gemí para mis  adentros ante semejante pregunta, recordando en todos los líos en los que siempre nos metían sus…ideas.  No, definitivamente con ellas nunca me aburría, las iba a echar de menos. A lo mejor si las cosas funcionaban con Bella, en un futuro no muy lejano nos podríamos reunir. ¡Por dios Cullen que idea! El cuarteto diabólico suelto por Madrid y mi mente evocó la imagen de un señor vestido con uniforme azul,  con semblante muy, muy serio y una porra en la mano.

—¡Que miedo me dais!, pero bueno lo dejo en vuestras manos  y que el cielo me proteja –dije esto último mas para mí que para ellas.

—Tú solo preocúpate de cerciorarte si POR FIN –dijo el diablo que faltaba recalcando el por fin –abandonas tu hobby de cazafantasmas y esa mujer c  POR FIN  —volvió de nuevo a recalcar el por fin –se convierte en  mi futura prima.

—Kate, creo que es un poco pronto para eso…——le interrumpí pues no tenia ganas de saber lo enfadadas que estaban mis dos almorranas personales porque con imaginármelo me bastaba.

—Bah, eso son tonterías, si te gusta una persona te gusta desde el principio y punto. Mira Garrett y yo, fue amor a primera vista. Así que ya sabes, a por ello. Sonreí pensando en el acoso y derribo que había sufrido el pobre  Garrett por parte de Kate. Pero mi prima era una Vulturi y cuando un Vulturi se empeñaba en conseguir algo lo conseguía  fuera  como fuera. Sí, efectivamente los Vulturi eran peor que los Cullen en eso y sino que se lo pregunten a mi padre.

—Pues a por ello voy en este mismo instante, chicas os dejo que viene mi autobús.

 

Tomé el autobús a la hora prevista, a pesar de la intervención  del cuarteto diabólico. Llegué a la parada en donde había quedado con ella y la vi esperando así que toqué con la mano los cristales del  vehículo para llamar su atención y que viera que iba dentro, ¡qué guapa se había puesto! Su ropa era muy sencilla, constaba de unos vaqueros que se ajustaban a su cuerpo dejando a la imaginación lo que podría uno encontrar debajo de ellos. Mis pantalones ya empezaban a apretarme solo de pensarlo, ¡oh mi Dios! me esperaba una buena mañana.  Como ropa de abrigo llevaba una cazadora preciosa y muy sencilla, supongo que debajo de ella llevaría algún jersey o camisa. Mi cuerpo empezó a responder de inmediato ante el erótico pensamiento de que debajo de aquella cazadora que se veía tan tremendamente sexy en ella, no llevara absolutamente nada, ¡Dios mío los pantalones, me iban a reventar!…así que intenté desechar ese pensamiento tan inoportuno desviando mi mirada hacia su cara. Iba maquillada de manera muy delicada y sutil a diferencia de aquella otra mujer que gracias a Dios había quedado aparcada en Chicago.

Me acerqué rápidamente hacia ella antes de que el vehículo arrancara y protagonizara alguna escena catastrófica aunque, si he de ser sincero, no me molestaría en absoluto que volviera a agarrarse a un sitio que ¡diablos! se había despertado ya nada más verla. ¡Joder! Que estrechos eran estos pantalones ¿puede ser posible que la ropa encoja colgada en el armario o dentro de una maleta?

 —Veo que ya me estabas esperando.

—Esto… bueno sí… no quería bajarme  del autobús y tener que pagar otro billete.

Sin poder evitarlo le planté un beso en los labios que ella correspondió al instante mientras el autobús arrancaba y nos hacia trastabillar  en nuestro sitio cayendo encima de un pobre señor que nos miró con cara de muy pocos amigos. Definitivamente Bella Swan me había pegado su torpeza, pensé  con una sonrisa.

Como no había asientos libres la puse contra la pared del autobús y me pegué a ella todo lo que pude con una acuciante necesidad y una erección más grande aun. Era increíble como nuestros cuerpos encajaban amoldándose el uno al otro con una facilidad impresionante, reconociéndose al instante y despertando a la vida con una rapidez inusitada.  

Para ayudarla a mantener el equilibrio me apreté contra ella intentando sujetarla con mi cuerpo y casi fue peor el remedio que la enfermedad.  Cada vez que el autobús pillaba una curva, cada vez que se paraba en los semáforos o en las paradas, para luego volver a arrancar, ¡Dios!, ese roce, esa fricción, ese enfrentamiento de un sexo contra otro  ya que ella iba un poco estirada hacia abajo y nuestras partes intimas se tocaban por encima de nuestras ropas,  era dolorosamente insoportable. Cada vez que esto ocurría nos mirábamos y en nuestros ojos se reflejaba el deseo, la tensión sexual otra vez de vuelta, desafiándonos. No pude evitar volver a pegarme a ella en un beso voraz, demandante, mientras Bella se unía a mi cuerpo todavía más si podía y se frotaba contra mí ¡por Dios!... El autobús se había quedado solo, únicamente estábamos ella, yo y nuestro deseo.

—No sé si voy a poder aguantar todo el día de turismo viendo esos museos cuando la única obra de arte que quiero contemplar es tu cuerpo desnudo pegado al mío y bailando al compas de la música del amor –le dije al oído mientras ella se sonrojaba violentamente, sonrojo que me hizo desearla todavía más y más. Mis pobres pantalones estaban a punto de reventar.

 

Conocer junto  ella el Paseo del Prado con  sus dos museos más característicos, la fuente de Neptuno  y ese famoso monumento a los caídos en el 2 de mayo,  fue toda una experiencia. Llevaba a Bella abrazada a mi cuerpo mientras cada dos por tres la sentía tropezar a mi lado al tiempo que yo miraba disimuladamente al suelo para ver si había algún agujero, baldosa suelta o algún otro tipo de obstáculo. Pero no, era increíble,  esta chica se tropezaba con sus propios pies, el suelo estaba inmaculadamente liso y no olvidemos de que ella llevaba unos deportivos muy sabiamente elegidos ya que se suponía que íbamos a patear la ciudad.

Cada dos por tres parábamos a tomar fotos de todo lo que veía para documentar mí supuesto reportaje y de paso, tomando todas las que podía de ella. Bella hacia lo mismo para documentar su libro, mientras… nuestros cuerpos jugaban a encontrarse y el bulto en mis pantalones me llamaba pidiendo auxilio.

La anécdota más graciosa fue dentro del museo Thyssen. Mientras veíamos  la impresionante colección de cuadros, Bella iba junto a mí literalmente patinando, ya que el suelo estaba encerado y ella parecía tener problemas para caminar correctamente.

—Voy un momento al cuarto de baño –me dijo. Y ni corta ni perezosa se dio la vuelta sin percatarse de que una señora de la limpieza  acababa de fregar la entrada a los servicios. El típico anuncio de “suelo mojado” todo grande, triangular y amarillo,  se hallaba colocado y se veía perfectamente, pero Bella pareció no verlo y se lanzo literalmente, como si de un Kamikaze se tratara,  hacia ese trozo húmedo de suelo y fue patinando un relativamente corto trecho sacudiendo los brazos al mismo tiempo, hasta que se empotró contra la pared y acabó despanzurrada   en un escorzo de lo mas extraño y divertido. Yo no llegué a tiempo, juro que no llegué a tiempo. Bella era peor que un niño, los ves  venir, intentas evitar el desastre inminente,  pero nunca llegas a tiempo.

—¿Te has hecho daño? –le pregunté mientras la levantaba aguantándome la risa.

—No, y te puedes reír si quieres. Esto es parte de mi naturaleza, supongo que soy  muy torpe.

—¿supones?

—Sin coñas ¿vale?

—Vale, vale, te espero aquí.

La vi adentrase en el baño de señoras y al rato salió con una cara muy contrariada  y murmurando cosas sin sentido ¿qué diablos le había pasado ahora?

—¿Sucede algo?

—No, nada malo, es que la chica que ha salido conmigo llevaba la misma ropa que yo ¿no te has dado cuenta? no es que yo sea… en fin... que es un poco violento. A ver no soy una snob ni nada por el estilo y ya sé que mi ropa es normalita, no es de diseño, se puede comprar en cualquier sitio, aunque ahora que lo pienso la cazadora me la regalo Alice por mi cumpleaños, es un diseño suyo lo cual es de lo más extraño porque ella me dijo que era exclusivo, pero además de eso es que iba igual, igual, pantalones, bolso y zapatos incluidos.  Hasta los pendientes eran iguales y eso que Alice me dijo al regalármelos que una de tus primas los había hecho  para mi, vaya coincidencia y menuda vergüenza porque a ver…

¿Chica que había salido con ella?,  si no había salido nadie con ella. La dejé sola un instante con sus divagaciones y  me adentré en el servicio en busca de la mujer misteriosa, con peligro para mi integridad física y mental. Por fortuna, el baño estaba completamente vacío, entonces ¿donde diablos estaba la famosa mujer?, recorrí la estancia con la mirada y… ¡bingo! ahí delante de mí y ocupando la pared de lado a lado, estaba la explicación…

—Bella ¿quieres venir un momentito por favor?

—¡Anda! –exclamó perpleja  una vez estuvo de nuevo a mi altura, mientras miraba su reflejo en el enorme espejo que cubría toda la pared de la entrada al baño de señoras. Yo creí que era otra mujer y resulta que era mi imagen reflejada —dijo con la cara tan roja como  un pimiento morrón—. En fin añádele el despiste a la torpeza.

—Eres increíble Isabella Swan –le dije riéndome a carcajada limpia mientras salíamos del baño ya que una señora que acababa de entrar, bastante mayor por cierto, me estaba mirando, no sé cómo me miraba, pero me miraba y precisamente no era mi cara la que miraba sino… en fin que a la señora le había gustado… eso…,  no me gustaba esa expresión,   ¿por qué siempre las mujeres me miraban así?, ¿que no tendrían ellas maridos a los que dedicar esas miradas tan lascivas?

 

Después  del Thyssen fuimos al museo que daba nombre al paseo, El Prado. Me pareció espectacular recorrer aquellos pasillos llenos de cuadros de tantos pintores famosos y sobre todo excitante de la mano de esa diosa echa mujer, una mujer que hubiera podido ser la musa de Velázquez, Goya o cualquiera de los pintores cuya obra estaba expuesta en aquellas maravillosas salas. De hecho al contemplar el fabuloso cuadro de Goya “La Maja Desnuda” no pude evitar que mi perversa y hasta ahora desconocida mente, imaginara que era ella la que estaba tumbada sobre ese diván con su cuerpo totalmente desnudo, expuesto para mí y que yo era el afortunado pintor que la iba a pintar recorriéndola paso a paso con mi boca, dientes y lengua. Mi miembro empezó a hacerse notar de nuevo de manera alarmante, demandado un poco de atención, ¡por dios mis pantalones dando la lata otra vez!, ¡que pesados! Como sea que esa atención no podía ser satisfecha  en ese momento  por mucho que quisiera, a no ser que hiciera una rápida escapada al cuarto de baño , la tomé de la mano optando por la solución más sencilla, huir hacia la sala contigua. Bella me miró extrañada ante mi repentina maniobra pero solo la bastó una ojeada para dar con la explicación y una sonrisa maliciosa asomó en su cara ¡condenada mujer!, ya me resarciría yo de eso no te quepa la menor duda Bella Swan, seguía pensando para mi mientras continuábamos recorriendo las salas.

—Upss perdón –le dijo a un chico que literalmente se había tragado al volverse después de haber estado admirando el Guernica de Picasso dándole un impresionante pisotón.

—No pasa nada— contesto el chaval dando pequeños  y disimulados saltos supongo que para calmar el dolor. Menos mal que no llevaba esos condenados tacones que mi hermana y mi primas solían ponerse  –ha sido un placer, puedes chocarte contra mí las veces que quieras –dijo aquel descarado ganándose una mirada envenenada por mi parte. A ver pedazo de animal, esa mujer viene acompañada ¿que no lo ves o es que yo soy una de las pinturas mas de las paredes?, ojala llevara unos tacones de aguja tan afilados que te hubiesen traspaso el pié pedazo de…

—Definitivamente tienes que hacerte un seguro por daños a terceros –le dije en broma intentando apaciguar a ese Edward interior desconocido hasta entonces por mi y que se había levantado en guerra contra ese invasor que había tratado de conquistar mi territorio.

 

Salimos del museo y seguimos paseando mientras ella me iba explicando y enseñando toda la zona. Fuimos a la estación de Atocha, comimos en un restaurante muy bonito que había en el paseo de los artistas y después me enseñó el parque del Retiro…  Al fin, llegó el momento más esperado.

 

—Bella, no sé como pedírtelo, pero yo… yo lo pase muy bien ayer. Esto... ¿querrías volver a ese hotel conmigo?, y… bueno… me gustaría que pasásemos la noche juntos, yo… te  eché en falta ayer, verás es que…te necesito…, no es más que eso, quiero despertar contigo a mi lado acurrucada en mi pecho. Quiero que tu cuerpo sea lo primero que sienta al despertar por la mañana, tu cara la primera que vea y tus labios los primeros que bese. No sé que me has hecho Bella Swan pero yo…

—Tranquilo Edward yo también lo deseo  –me dijo cogiendo su móvil y tecleando algo en él.

Nos dirigimos a la parada del autobús totalmente abrazados. Era increíble, su cuerpo me llamaba como si fuera un poderoso imán, no podía separarme de ella. Con mucho disimulo metí la mano que sujetaba su cintura, por debajo de su cazadora  y  subí   hasta uno de sus senos y comencé a acariciarlo por encima del jersey, mi miembro se puso de nuevo en estado de alerta máxima, dispuesto y preparado para la acción,  y mis pantalones ¡hay mis pantalones!.  Estaba seguro que ella no estaba mucho mejor que yo   por las muecas y los gestos que hacía y también por esa traviesa mano que con disimulo rozaba mi erección.

 

El viaje de regreso en autobús mejor ni lo mencionamos ya que nos tocó de nuevo ir de pie y con tantas paradas, semáforos,  frenazos, empujones…¡hay Dios!, menos mal que traje mas pantalones…

Cuando por fin llegamos a la habitación de mi hotel no me detuve en preliminares,  cerré la puerta con uno de mis consabidos portazos. Le quité esa sexy cazadora tirándola al suelo. La acorralé contra la pared besándola furiosamente mientras mis manos se iban derechas a sus pechos, los cuales empecé a apretar por encima del molesto suéter que llevaba.  Bajé mis manos hasta el principio del dichoso jersey y se lo quité sin miramientos al igual que hice con su sujetador. Cuando me di cuenta yo también estaba desnudo de cintura para arriba y nuestra ropa yacía en el suelo formando un amorfo montón. Me apreté contra ella rompiendo el beso. Explore con mis labios su oreja, su cuello y fui bajando poco a poco hasta sus pechos donde me dediqué a chupar, lamer, mordisquear y beber el delicioso néctar que me proporcionaban sus pezones mientras sus jadeos y sus gritos se oían por toda la habitación al tiempo que sus muy traviesas manos tenían aprisionado mi pene en un torturante masaje que iba de arriba hacia abajo y viceversa,  ¿en qué momento había perdido yo mis pantalones? pero, ¿qué más daba?, pensé, mientras mi mano bajaba hacia la cremallera de sus vaqueros y los desabrochaban introduciéndome sin piedad entre sus piernas en busca de su sexualidad mientras mi boca no dejaba en paz a sus pechos y sus jadeos subían de tono siendo una música celestial para mis oídos. Me arrodillé en el suelo al tiempo que le quitaba del todo su pantalón y sus braguitas rompiéndoselas de nuevo. La alcé un poco para que enredara sus piernas en torno a mi cuello abriéndoselas todo lo que pude, sujete con mis manos sus nalgas contra la pared  y sin más miramientos, introduje mi lengua dentro de ella moviéndola y buscando ese ángulo perfecto en el cual gritaría mi nombre aun con más fuerza, cuando lo encontré empecé a embestir sin piedad degustando ese dulce manjar que sus fluidos me proporcionaban. Sus gritos y jadeos se habían convertido en la banda sonora de este ritual lujurioso  que estábamos experimentando al tiempo que con sus manos me apretaba más contra ella y sus caderas  se movían para que yo acelerara los movimientos  a pesar de la presión que ejercían mis manos sobre sus nalgas. Mi nombre era lo único que salía de su boca junto a sus gemidos y jadeos y eso me excitaba todavía más. Tal y como me lo esperaba sus paredes empezaron  cerrarse, así que con una prisa enorme le saqué mi lengua de donde estaba, me alcé haciendo que esta vez enrollara sus piernas en torno a mis caderas e introduje de una embestida mi erección. Empecé a moverme con insistencia dentro de ella empujándola contra la pared cada vez que la embestía,  hasta que  con un potente grito liberó su orgasmo que fue acompañado del mío. Los dos caímos exhaustos y agotados al suelo.

 Cuando me hube recuperado la tomé en brazos  llevándola hasta la   cama donde empezamos otra vez el juego del amor. Después de varias horas de sexo interminable, nos quedamos en silencio uno en brazos del otro, cansados pero satisfechos

 

—¿Sabes? –le dije un rato después  mientras acariciaba  su cuerpo después de esa sesión  placentera e intensa de loco y ardiente sexo ¿o podríamos llamarle amor? —¿Te acuerdas cuando te dije ayer que estaba esperando por la mujer de mi vida para casarme? Cuando decidí venir a Madrid lo hice siguiendo una corazonada. Yo ya te conocía antes de venir aquí. Alice me hablaba tanto de ti, que era como si fuéramos amigos de toda la vida y empecé a sentir no solo interés por ti, sino algo más, no sé cómo explicarlo, pero tenía que venir. Además…no se lo digas a mi hermana, pero la robé una foto tuya que se dejo “olvidada” en mi habitación  hace tiempo y la he conservado desde entonces, gracias a ella te reconocí al instante, nada más subir a ese autobús. No entiendo todavía muy bien porqué pero necesitaba conocerte, algo en mi me lo urgía. Ya llevaba rumiándolo en mi subconsciente desde el primer momento en que vi esa foto, pero mi insistencia de buscar y encontrar a la mujer perfecta para mí, me impedía reconocer que quizás mi búsqueda había terminado y que esa mujer podrías ser tú. Pero lo que me llevó a tomar la decisión fueron unos acontecimientos que bueno… digamos que entre mi madre y una mujer a la que desprecio y que es hija de un primo de mi padre, me hicieron una encerrona para…

—Conozco a Tanya –me dijo sorprendiéndome una vez más aunque con un tono de voz que me descubría claramente su enfado ante mi pequeño engaño. Primero terminaría de hablar y luego vería la manera de terminar con su enfado. A lo mejor el inmenso jacuzzi que había en el cuarto de baño podría ser un buen aliado –tu hermana me ha hablado de ella, de su obsesión por ti y de tus inútiles y vanos intentos de huir—. He de reconocer que me sentí aliviado ante esa revelación, otra cosa que tendría que agradecer a Alice. El hecho de que Bella supiese de la existencia de esas dos almorranas fastidiando  en mi trasero me facilitaba las cosas.

—Me alegro de que sepas de ella –le dije –el caso es que querían forzarme a un matrimonio que ni quiero, ni he buscado, ni deseo. Si algún día me caso quiero casarme por amor Bella y yo… no amo a esa mujer, no siento nada por ella, es más la desprecio. Llevo huyendo de ella desde que tengo uso de razón. Pero hace dos días toqué fondo con esa encerrona,  así que puede decirse que me sentí agobiado, en cierto modo necesitaba escapar, huir, que me dejaran tranquilo. Alice me dio la opción de venir aquí  y al mirar tu foto de nuevo me decidí.

 

—No sé si estar enfadada contigo por no haberme dicho  quien eras antes de dejarme hacer el ridículo como lo hice, o alagada por las cosas que me dices, ¿cómo es posible que no me dijeras nada cuando yo….

—Perdóname Bella  se que hice mal, pero es que cuando te vi sentí la necesidad de observarte sin que supieras quien era. Mi hermana me advirtió de que no te hiciera daño y al verte se me ocurrió que podría observarte en silencio, sin que lo supieras y ver si tú… podrías ser esa mujer. Pero tu cuerpo se empeñaba en buscarme y creo que el mío también tenía la misma idea. Nuestro primer encuentro en el autobús fue devastador para mí y muy relevador pero decidí seguir un poco más, confirmando lo que ya mi subconsciente  me gritaba y tras el segundo encuentro o podríamos llamarle mejor tropiezo, simplemente supe que había hecho lo correcto, que ese plan que ese cuarteto habían urdido era…

—¿De qué plan hablas? —  preguntó de nuevo a la defensiva –ufff ya me había hablado también Alice de su terquedad y de su mal genio, aunque espera no ser testigo tan pronto de ello. A ver si una vez aclarado esto, el jacuzzi cumplía con su función.

—Ya sabes que mi padre es el dueño del periódico en el que trabajo, así que me inventé, bueno más bien mi hermana y mi tía se inventaron, este reportaje como excusa para venir. Déjame decirte que nunca me arrepentiré de haber hecho caso a ese par de locas   –y volví  a capturar sus labios en un beso  apasionado que me devolvió con ansias a pesar de estar enfurecida por mi especie de engaño, por mi confesión, por no decirle que la había reconocido al instante   y por la vergüenza y el ridículo que le había hecho pasar sin necesidad. Podría haberla  dicho desde el principio quien era ¿o no?, pero tenía que saber, que confirmar antes de hacerle  daño… de nuevo  nuestros cuerpos jugaron  a amarse…

Después de lamer, morder, besar y chupar sus pechos durante un buen rato, bajé dejándola besos por todo su cuerpo hasta conquistar su entrepierna pero en vez de detenerme ahí seguí descendiendo por sus muslos dejando suaves besos tanto por dentro como por fuera. Seguí mi camino  hasta llegar a sus rodillas, la cuales bese y mordisqueé, primero una y luego otra, ganándome suaves jadeos. Llegué hasta sus tobillos y repetí de nuevo la operación, los jadeos estaban subiendo de intensidad. Alcancé sus pies y me dediqué a lamer y morder sus diez dedos, uno por uno para luego volver a ascender de nuevo por sus piernas, rodillas y muslos y me detuve allí un rato más. Mi erección estaba pidiendo a gritos su desahogo, ya no aguantaba más y  a juzgar por sus gritos ella tampoco. Me levanté de la cama ante su evidente sorpresa y estupefacción y me dirigí al cuarto de baño. Abrí los grifos del susodicho jacuzzi y volví de nuevo a por ella, no sin antes coger un par de condones. Me tumbé un momento sobre ella y atrapé su boca con la mía, sus labios se abrieron al instante permitiéndome un total acceso a ellos y yo aproveché para explorar  todos los secretos que esa dulce cavidad escondía. Me separé  de ella lo justo para tomarla entre mis brazos y llevarla derecha al cuarto de baño introduciéndonos a los dos en el jacuzzi que se había llenado a la mitad. Una vez dentro me arrodillé en el suelo de la bañera, abrí sus muslos todo lo que pude y con mis dedos busqué ese punto que sabía la iba a llevar de nuevo a la locura y cuando lo encontré empecé a embestirla añadiendo un dedo mas a la colección. Con la otra mano, tocaba su clítoris haciendo pequeños círculos,  mi boca se dedicaba a succionar el delicioso néctar de sus pechos y  la otra mano arañaba sugerentemente su pierna que tenía  sumergida en el agua.  Cuando vi que sus paredes comenzaban a cerrarse saque mis dedos de su sexualidad, subí las dos piernas apoyándolas en el borde de la bañera dejando que su cuerpo descansara  sobre mis propias piernas y los sustituí  por mi miembro el cual posicioné en su entrada. Con uno de mis brazos las rodeé los hombros haciendo que su cabeza descansará en él para que no se hiciera daño y la atraje hacia mi. Poco a poco la fui penetrando, llenando, subí una de sus piernas a mi cuello quitándola de donde la había dejado minutos antes,  mientras que la otra seguía en su posición inicial, de forma que el ángulo de penetración fuera más profundo. Conseguí  de esta manera arrancar un grito involuntario de puro placer que me excitó aun mas lo que aceleró mis embestidas. En esa postura y sin dejar de lamer sus pechos, seguí embistiendo más y más rápido sin dejar que nuestras miradas rompieran el contacto hasta que juntos llegamos a la culminación del placer.

 

—Debería estar enfadada contigo –me dijo una vez que nos hubimos recuperado del orgasmo aun sin salir del jacuzzi , pero cuando me miró puse  aquella familiar mueca de perdón que Alice me dedicaba muy a menudo y que yo había aprendido de ella… dio un largo y sonoro suspiro, murmurando algo así como se nota que son hermanos, el caso es que parece que no lo pudo evitar y me perdonó con un beso en los labios, a ese beso siguió otro en el pecho lo que aprovecho para lamer mis pezones mientras arrancaba un fuerte gemido de mi parte y  así siguió bajando lentamente por mi cuerpo dejándome besos en todas partes hasta que llegó a esa zona de mi anatomía que empezó a chupar y lamer, haciendo realidad esa fantasía que tuve con ella la noche anterior, mejorándola en un cien por cien.  Ni que decir tiene que ese cuarto de baño fue testigo silencioso de  otra sesión de apasionante amor,  porque yo a estas alturas de la historia y a pesar de que no habían pasado ni dos días desde que la conocía,  tenía la seguridad que no solo teníamos sexo, hacíamos el amor. Sus gemidos se mezclaban con los míos y no se sabía donde terminaban unos y empezaban los otros, el olor de nuestros sexos se unía al de las sales de baño, creando un aroma original y único que enloquecía aun más mis ya enloquecidos sentidos. Nunca tendría suficiente de esta mujer y esperaba que ella nunca de mí.

Recuperarnos de este último asalto fue más difícil que de los anteriores, ya que había sido totalmente devastador. Cuando conseguí que mi cuerpo obedeciera, Salí de la bañera que había quedado impregnada de nuestro olor y cogiendo una toalla de las grandes,  la invité a venir conmigo. Cuando llegó a mi altura, sequé cada centímetro de su cuerpo con movimientos eróticos, incitándola, desafiándola… cuanto terminé ella hizo lo mismo, deteniéndose más de la cuenta en mi erección que ya empezaba de nuevo a cantar dispuesta para la batalla. Nos encaminamos de nuevo a la cama... la noche era joven y yo no podía estar más satisfecho  y feliz.

Solo un pequeño detalle enturbiaba mi supuesta felicidad, pensaba con ella adormilada a mi lado y en mis brazos  descansando después de la ultima sesión …yo  vivía en Chicago  y ella en España ¿seguiríamos esta relación en la distancia si no teníamos mas remedio,  o todo se acabaría cuando  tuviera que volver y nos dijésemos adiós?, ¿sentiría  la misma necesidad de mi?,   ¿aceptaría  que me trasladase a vivir con ella en este país como era mi intención?,   ¿estaría conforme mi padre en que hiciera mi trabajo desde aquí o que sustituyese a ese Black?,  ¿se quedarían mi madre y Tanya quietas e impasibles ante semejante decisión?

Yo tenía muy claro que me iba a quedar por aquí durante una larga temporada y que iba  a hacer todo lo posible para que esa temporada fuera permanente logrando que mi padre aceptase mis sugerencias. El problema seguían siendo la madrastra de Blancanieves y Cruela de Vil, pero no creo que en la distancia pudieran hacer mucho, vamos digo yo. Además se trataba de mi vida y tarde o temprano mi madre tendría que acabar aceptándolo.

 Pero por si acaso y a pesar de que tanto Alice como yo le habíamos  contado algo por encima, debería explicarle con pelos y señales el asunto, de forma que estuviera  preparada para lo que fuera dándole el arma necesaria para luchar contra ellas.

Un móvil sonó rompiendo la tranquilidad de la habitación. Reconocía esa música de los 101 Dálmatas nada más empezar a escucharla, así que con un suspiro exasperado me levanté,  y al confirmar en el visor del aparato lo que esa melodía me indicaba, le di directamente a colgar. Bella me miró extrañada, pero yo le di mi mejor sonrisa preparándome para esa conversación  que tendríamos que tener y que cambiaria mi vida de una manera absoluta   en caso de que ella correspondiera mis sentimientos. A estas alturas de la historia estaba seguro de que así iba a ser. Me tumbé  de nuevo a su lado y la abracé con fuerza atrayéndola hacia mí, nuestros cuerpos despertaron de nuevo.

 

—No quiero que esto termine cuando tenga que marcharme  –le dije   minutos después de haber recuperado nuestra respiración tras una nueva sesión de maravilloso y explosivo sexo—. No quiero separarme de ti Bella Swan… no puedo, es superior a mí. 

—Yo tampoco quiero hacerlo…—me contestó inflando mi corazón de alegría.

 

 

 


 

Capítulo 2: ¿Mi mujer perfecta? Capítulo 4: Capitulo 4: La señora y la señorita Swan con la mecedora y la lámpara en el pasillo

 


 


 
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