UNA CITA CASI A CIEGAS

Autor: AlienaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 07/04/2012
Fecha Actualización: 23/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 105
Visitas: 76775
Capítulos: 29

Bella Swan nunca pensó que por acceder a regañadientes a los ruegos de su amiga, pasaría un día tan maravillosamente increíble junto a un hombre insaciable.

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 24: Tiempo de calidad

 

DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen, son propiedad exclusiva de S. Meyer.

 


 

Capítulo dedicado a Maya Cullen Masen y Ludgardita por sus cariñosas y amables críticas constructivas.

 

Capítulo 24: Tiempo de calidad.

 

Pov Bella

 

—Por supuesto, no hay problema, pasad –dijimos los dos a la vez.

 

—Me han encargado una serie de reportajes en Afganistán y no quiero dejarla sola estando tan avanzado su estado, ya sabéis…trae gemelos…el médico no estaba muy conforme en que viajara pero …no sé el tiempo que me va a tomar el tema ya sabéis como están las cosas por allí.

 

—Tranquilo —repetimos los dos a la vez—, nosotros os ofrecimos que se viniera si tú te tenías que marchar, mantenemos lo dicho –dijo mi pedazo de hombre.

 

—Sois como de la familia y siempre muy bien recibidos aquí –añadí yo.

 

Y así fue como Chelsea se quedó con nosotros a disfrutar de la última parte de nuestro embarazo. Carlos se quedó en casa a pasar la noche y al día siguiente entre lágrimas y besos, partió para Afganistán. Fuimos a llevarle a aeropuerto y después al trabajo. Chelsea había tenido que pedir ya la baja, por razones obvias, pero yo quería aguantar hasta el último minuto ya que así podía dedicarle más tiempo a mi niño. Porque sí, ese pequeño anacardo que estaba creciendo en mi tripa había dado paso a un precioso niño, y digo precioso porque así es como yo le había visto gracias a la avanzada tecnología del 3D.

 

He de decir que Chelsea fue de gran ayuda en mi trabajo, no solo en la redacción de algunos artículos que tenía pendientes, sino también en la corrección de otros que me habían dado para ello antes de enviarlos a edición. También fueron muy interesantes las ideas y sugerencias que me hizo para mi libro. Ya estaba terminado y pendiente de correcciones antes de llevarlo a que lo editaran. Aquí en España no tendría problemas pues sabía que si alguna editorial se hacía cargo seria por mis meritos, pero en Norteamérica era otra cuestión, el apellido Cullen pesaba mucho en todo el país y siempre me quedaría la duda de si me lo habían editado por ser quien soy, sobre todo teniendo en cuenta que Edward había hablado con una de las editoriales de Culllen & Vulturi. El libro tenía un título provisional que no me gustaba demasiado y la sugerencia que Chelsea hizo me encanto: Una ciudad rebelde, era un buen título y con él se iba a quedar.

 

Por otro lado mi amiga, curioseando en mi ordenador, descubrió mi pequeño secreto que no era otro que un bosquejo de la nueva historia que tenía en mente. La había titulado provisionalmente El Chico del autobús…adivinen de qué trataba. Chelsea me animó a escribirla diciéndome que a mi pedazo de hombre le haría mucha ilusión y me sugirió un título que me gustaba bastante.

 

—Bella ¿no es ese tu famoso Capitán América? –me dijo Chelsea levantando la vista del portátil  haciendo que mis hormonas se enfurecieran nada más escuchar ese nombre.

 

—¿Qué cuernos haces aquí Black? –le pregunté toda furiosa cuando se acercó a nuestra mesa.

 

—Yo también me alegro de verte Bella, o ¿debo decir señora Cullen?–preguntó con un cierto deje de rencor mirando mi hermoso anillo y mi enorme barriga –veo que nos habéis perdido tiempo.

 

—Esa es una de las cinco mil millones de cosas que a ti no te deben importar Black –le dije enfurecida –pero solo te diré que cuando se ama a una persona cualquier momento es válido para…

 

—Mejor no quiero escucharlo Bella, me hace daño, más del que tu imaginas, ya sabes que si hubieras querido –y dale con la misma ¿es que ni casada y gorda me iba a dejar este tipejo en paz?

 

—Oye Black, eres así de imbécil de nacimiento, o tienes un entrenador personal que te ayude a ir mejorando cada día porque déjame decirte que hace un estupendo trabajo.

 

—Sin coñas ni estupideces que vengo a salvaros el culo una vez más.

 

—¿A qué te refieres?

 

—¿Qué haces aquí Black? –se oyó la voz furiosa de mi hombre impidiendo que Scooby Doo contestase a mi amiga.

 

—Hablar con vosotros, ¿podemos ir a tu despacho un momento? –preguntó el perro sarnoso al ver que todo el mundo tenían la mirada puesta en nosotros. Algunos de mis compañeros ya estaban preparados para intervenir en caso de necesidad.

 

Sin decir palabra, Edward indicó a Jacob con un gesto que le precediera en el camino a su despacho. Con una breve mirada nos indicó que esperáramos fuera pero iba listo, a ver si creía él que me iba a aquedar sin saber que quería ese elemento o que me iba a conformar con una versión edulcorada, no señor. Miré a Chelsea y en un acto coordinado levantamos primero nuestras hermosas tripas del asiento y después de mover y colocar el resto del cuerpo nos dirigimos al despacho. Edward, sabedor de que no le íbamos a hacer caso, nos esperaba con la puerta abierta y una mirada de resignación. Jacob con una expresión sarcástica en el rostro, que a mí me hubiera gustado quitarle de un buen porrazo, esperó pacientemente con un cierto aire burlón bastante desquiciante, a que mi marido nos colocará tanto a nosotras como a nuestras tripas en los asientos que tenía en el despacho.

 

—Yo soy la amiga y esto también se hace por los amigos –dijo Chelsea ante la mirada que en ese momento nos dedicaba el chucho –que manía tenia esta mujer con la dichosa palabrita a este paso iba a tener que llamar a la Academia para que la borrara del diccionario a ver si se le olvidaba.

 

—Mira bonita ni siquiera me voy a molestar en explicarte lo que has dado a entender con esa frase porque…

 

—¿Que quieres Black? –dijo Edward cortando de repente toda palabra hiriente que fuese a decir Scooby.

 

—Alguien se me acercó ayer por la tarde mientras tomaba una cerveza con unos amigos en un bar. Me dijo que venía de parte de unas personas que querían separaros y me preguntó si me gustaría participar. Yo entré al trapo fingiendo en estar más que interesado.

 

—¿Y…?

 

—Me dijeron que estuviera pendiente ya que alguien se pondría en contacto conmigo en los próximos días. No tengo ni idea de quienes son ni lo que traman pero dado que Bella estuvo amenazada hace unos meses pensé en fingir interés y venir a contároslo.

 

—¿Y como sabemos que al venir aquí no nos estás tendiendo una trampa?, de hecho te has expuesto del todo, alguien puede estarte siguiendo.

 

—Ya lo sé, hay dos maromos abajo que me han seguido todo el día, pero ayer le dije a la persona en cuestión que tenía que venir aquí a por el resto de mi finiquito y que sería mejor que subiera solo ya que podríais… sospechar.

 

—Repito la pregunta, ¿por qué tenía que creerte?, puede que pienses que esta es tu oportunidad de conseguir a mi esposa.

 

—Ya no me interesa, ya no, está casada y…embarazada y…

 

—Serás un maldito chucho de mierda –dije yo intentando levantarme y alzando los puños al aire. Pero lo único que conseguí fue ir desplazando la silla…hasta que Edward la sujetó.

 

—Calma Bella –me dijo el anormal –no es lo que piensas, lo que quiero decir es que me he resignado. Le quieres a él, te has casado y esperas su bebé, ya sé que soy el perdedor y lo he asumido. Pero no puedo evitar sentir algo por ti y ese sentimiento me impide hacer algo que te perjudique, por eso estoy aquí.

 

Me le quedé mirando como si de verdad tuviera rabo y hocico y no pude evitar pensar en el perro ese de la serie tan rara protagonizada por Elijah Wood, ¿a ver como se llamaba?, en fin Bella vamos a ver hija tenemos aquí un nuevo lío entre manos no creo que sea momento de pensar en nombres de estúpidas series.

 

—Te creo Black, no entiendo muy bien porqué pero te creo –dijo mi pedazo de hombre sacándome de mi paja mental—. Puede que sea la conexión de los hombres enamorados pero me voy a fiar de ti, aunque…entiende si tengo aun mis reservas. De momento te pediría que les sigas el juego y nos informes, pero no vuelvas aquí, llámame a este número –le dijo dándole el numero de un móvil que se sacó del bolsillo y del que hasta ahora desconocía su existencia. Y te rogaría que lo hicieras desde otro aparato que no fuera el que usas habitualmente, uno nuevo por ejemplo. Y, claro, ni que decir tiene que si recibo llamadas o mensajes sospechosos en este número o…alguien se entera de nuestros planes sabré que has sido tú.

 

—Es un numero seguro –nos dijo Edward cuando Scooby Doo se fue de ahí una vez que terminamos de concretar el modo de actuar –Laurent me lo mandó por correo y lo hemos estado utilizando para hablar entre nosotros. Verás…Bella…dado tu estado no quería preocuparte pero…ha habido movimientos extraños en la cárcel. Gente ajena a la familia que pide ver a Carmen o a Elizabeth. No se les puede detener ni interrogar porque no hace nada ilegal. Lo único que puede hacerse es seguirlos y esa es la misión de los detectives contratados por mis abuelos pero…son muy listos y escurridizos. Creemos que esta vez se trata de auténticos profesionales, mafiosos para ser más exactos. No tenemos ni la más mínima idea de que sucede. Renata, Heidi y Athenodora también han intentado volver a visitarlas, aunque no se les ha permitido la entrada, Irina y Laurent cambiaron la clausula de solo familia y abogados y ahora solo pueden entrar los abogados.

 

—Edward Cullen –le dije verdaderamente enfadada y asustada –ni estoy enferma ni estoy inválida y muchos menos incapacitada bueno… en teoría —añadí mirando mi tripa –no me voy a enfadar esta vez contigo porque sé que lo haces por protegerme pero no necesito que lo hagas, quiero estar a tu lado, ser partícipe de todo ¿entiendes?, prometimos decirnos siempre la verdad y ocultarme cosas para mi es sinónimo de engaño –le dije verdaderamente enfurecida.

 

—Sí cielo, claro que entiendo, por favor perdóname ¿vale? –me rogó poniéndose de rodillas para quedar a mi altura—, yo…no quería ocultarte nada, ni engañarte ni mentirte solo es que…te amo tanto…que solo pensar en que pudiera pasaros algo a ti o al bebé por el susto, el estrés o la preocupación…Bella por favor…si os pasa algo me muero yo…te amo tanto…os amo tanto…sois mi vida…sin vosotros no soy nada…no me queda nada.

 

—Oh Bella perdónale ya –dijo Chelsea –lo estás deseando y él se lo merece, aunque haya obrado mal.

 

—Que no se vuelva a repetir Cullen.

 

—Prometido –me dijo dándome un beso en los labios tierno, dulce y corto porque no estábamos solos, pero tan cargado de amor que en un segundo puso mis hormonas a pasear ¿y si le digo a Chelsea que nos deje solos y…? contente Bella contente, es la táctica que está usando ¿no lo ves?, sabe que no puedes resistirte a él y lo utiliza en su favor y en tu contra.

 

—Espero que cumplas tu promesa Cullen y ahora ayúdame a sacar la tripa y mi culo de aquí que tengo que seguir trabajando. Por cierto, no confío en el chucho mugriento ese, ¿cómo sabes que no nos va a engañar?, ¿por qué le has dado ese número de móvil?, ahora ya no es seguro.

 

—No te preocupes ¿vale?, nadie os hará daño, te lo juro, tendrán que pasar por encima de mi cadáver y de los de toda mi familia. El numero que le he dado ha sido de otro móvil, Laurent me envió tres uno era para comunicarnos entre nosotros, el otro era por si se presentaba alguna cosa como la que acaba de suceder y el tercero era…para dártelo a ti…bueno por si acaso…empezaban otra vez…este…los mensajes ofensivos a tu persona. La idea era que tuvieras un móvil nuevo con numero nuevo que solo supiéramos la familia y así evitarte este…el estrés que te podía producir. Pensaba esto… cogerte el móvil y esconderlo de forma que pensaras que se te había perdido y bueno…llegar yo con este de regalo y…

 

—Edward Cullen, eres un perfecto imbécil, un imbécil adorable y sexy, pero imbécil al fin y al cabo, no solo eso,  eres el líder de los estúpidos –dije enfurruñándome de nuevo—. Vamos a ver ¿no se te ocurrió pensar que yo iba a dar el nuevo número a todos los compañeros y amigos?, porque claro si me lo das sin más y no me avisas… ¿y no se te ocurrió pensar que existen los duplicados de tarjeta y que yo podría muy bien haber solicitado una?, ¿es que tus neuronas se han ido a pasear?, ¿es que…?

 

—Esto…si…por eso…no te lo había dado… —me dijo cortando por lo sano lo que fuese que iba a decir que ni yo misma lo sabía. Uffff malditas hormonas —por un lado estaba ese pequeño inconveniente y por el otro…no quería mentirte…estaba…buscando la manera de…—por su tartamudeo y palabras entrecortadas pude darme cuenta de lo difícil que le estaba resultando la conversación y, enternecida por la preocupación que demostraba ante el hecho de que nos pasara algo decidí echarle una mano…pero sin que se notara mucho que le había perdonado.

 

—Está bien Cullen, lo entiendo, no estoy de acuerdo contigo pero lo entiendo. Hemos pasado ya por mucho y todo  lo hemos enfrentado juntos. No creo haberte dado nunca motivos para que pienses que no soy capaz de enfrentarme a las cosas y por este –le dije señalando mi tripa –no te preocupes que nacerá fuerte y sano, vamos a dejar el tema aquí pero por favor no me vuelvas a ocultar nada más.

 

—Está bien, pero…verás…Emmett ya…está al corriente…no te enfades de nuevo pero dado la naturaleza de su trabajo se lo dije. ¿Te acuerdas de Sam?, bueno pues nos está protegiendo otra vez junto a varios de sus hombres. No te preocupes amor, te lo ruego y…no te enfades más.

 

—¿Rose lo sabe? –le dije mirándole ceñuda, pues como mi cuñada estuviera en el ajo sin decírmelo me iba a oír, juro que me iba a oír –uffff mi hermano es hombre muerto –le dije al ver grabada en su cara la respuesta. Y con toda la dignidad que me permitía la torpeza innata en mí más la supletoria que me daba el estar embarazada, me fui del despacho seguida de Chelsea.

 

Como teníamos enchufe conseguimos apuntar a nuestra amiga a las mismas clases de preparación para el parto a las que acudíamos nosotros. Rose, conocedora de la situación complicada que se le podría presentar a Edward, se ofreció a pedir una hora de permiso en la oficina para salir antes y acompañarnos pero superman, alias pedazo de hombre, se negó.

 

—¿Señor Cullen?– le dijo la matrona un poco confusa –¿su mujer no es esa? –preguntó señalándome ya que Edward estaba en ese momento acomodando junto a mí a una muy, muy torpe Chelsea. Si yo me sentía gorda no quiero pensar como se sentiría ella ya que eran dos los que albergaba su enorme vientre.

 

—Sí efectivamente mi mujer es ella –contestó mi hombre señalándome a mí.

 

—Sí, yo soy la amiga –le dijo entonces Chelsea y la pobre mujer nos miró confundida y ¿horrorizada?, ¿qué coño habíamos dicho?

 

—Perdón –dijo Chelsea cayendo en el garrafal error antes que nosotros –yo soy amiga del matrimonio, mi marido está de viaje y ellos se han ofrecido a ayudarme, traigo gemelos y…—se calló a ver la cara de alivio de la buena mujer mezclada con ternura y comprensión y entonces me di cuenta de lo que habíamos dado a entender, otra vez de nuevo cayendo en el mismo error. ¡Maldita palabra!

 

La clase fue muy bien exceptuando a Edward, pues el pobre no daba más de sí ya que no solo  tenía que  respirar por dos, sino también hacer los ejercicios conmigo y ocuparse de los de Chelsea, por lo que a mitad de las clase estaba totalmente agotado, exhausto y con la respiración tan agitada como si hubiera corrido una maratón. A mí eso me excitó de tal forma que empecé a maquinar la manera de engancharle cuando llegáramos a casa. Pero cuando lo hicimos veníamos todos tan cansados que caímos redondos cada uno en un sillón. Mi hombre tuvo la amabilidad, caballerosidad y generosidad de preguntar si queríamos algo. Chelsea negó con la cabeza pero yo le pedí un poco de zumo que había en la nevera.

 

Llamaron a la puerta y eran Emmett y Rose. Antes de que pasaran al salón Edward les preguntó si querían tomar algo.

 

—Esto Rose veras…yo… esto…bueno que para mañana, si te viene bien no tendría ningún inconveniente en aceptar tu ofrecimiento –escuché como le decía a Rose mi pobre pedazo de hombre.

 

—Cuenta conmigo Edward –le contestó mi cuñada con una sonrisa socarrona en la boca. Se dirigió al salón mientras que Emmett fue detrás de Edward a la cocina, Rose le dijo que de momento no quería nada. La niña salió corriendo a jugar en unos columpios que habíamos instalado en el jardín con un enorme trozo de pastel en la mano hecho por Chelsea. Mi cuñada se instaló como pudo en uno de los dos sillones individuales, pues Chelsea y yo estábamos despanzurradas cada una de un brazo del sofá y no nos molestamos en movernos para dejarle sitio.

 

—Eddie cariño ¿me traerías a mí un zumo igual que ese por favor? –le pidió Chelsea cuando vio que mi hombre me traía un enorme vaso de zumo de arándanos. Edward la miró con cansancio y cara de ya podías haberlo pedido antes cuando te pregunté.

 

—Perdón Eddie es que antes no me apetecía pero al ver como se lo dabas a Bella me ha empezado a apetecer… disculpa Eddie soy un estorbó…—le dijo respondiendo a su recriminación mental mientras sus ojos se volvían cristalinos productos de la acumulación de lagrimas. Edward ante mi mirada y la de Rose, fue corriendo a la cocina murmurando algo así como a ver si conseguís coordinaros mejor que a este paso no llegó a conocer a mi hijo. Lo que provocó nuevas lágrimas de Chelsea y una nueva mirada reprobatoria nuestra cuando regresó con el dichoso zumo.

 

—Bella hermanita ¿me puedo tomar una manzana asada de esas que tienes en la nevera? –me preguntó mi hermano que venía detrás de Edward con la manzana en un plato y una cuchara en la boca, señal de que ya la había probado ¿para qué coño preguntaba entonces?

 

—Pues no se Emmett pregúntale a la manzana a ver qué opina de que la hayas probado sin permiso –le respondí con sarcasmo ya que mis hormonas de embarazada hicieron acto de presencia. Emmet me miró con los ojos muy abiertos y expresión confundida y se sentó en el otro sillón con el plato en la mano empezando a comer sin decir nada más.

 

—Emmett cariño me traes a mí una cerveza como la de Edward –le dijo Rose a mi hermano mirándolo con cara de corderito, es que Edward ha dado ya muchos paseos y…

 

—¡No me fastidies que tu también estas embarazada!–le contestó Emmett mirándola con horror.

 

—Emmett Swan ¿habría algún problema en que yo estuviera embarazada de nuevo?, para tu información no lo estoy, si lo estuviera en vez de una cerveza te habría pedido un zumo como se toman ellas, es obvio ¿no? –Emmett miró la cerveza de mi pedazo de hombre que se había sentado en mi sitio del sillón conmigo en su regazo y le miraba reprobatoriamente. La botella de cerveza ponía sin alcohol, por lo que Emmett miró a Rose con cara de no es tan obvio. Se levantó en silencio, fue a por la bebida a la nevera y la trajo sabiendo que había metido la pata hasta dentro, como siempre lo hacía. A pesar de que le pidió perdón a mi cuñada por activa y por pasiva esta se pasó casi toda una semana sin hablarle y durmiendo en otra habitación ya que, según Rose, si Emmett no quería más hijos era mejor evitar toda tentación. Al final le costó una carísima cena en uno de los restaurantes más lujosos de Madrid, un buen ramo de flores y, cómo no, una costosa joya para que Rose lo perdonará. Lo que él nunca llegó a saber es que Rose se moría por perdonarlo.

 

Después de aquel incidente las cosas siguieron marchando bien con nuestro embarazo. Emily no solo se convirtió en mi ginecóloga personal sino que aceptó ver también a Chelsea, después de aclarar claro está, la palabrota de soy la amiga que Chelsea iba repitiendo por doquier a modo de explicación. Aunque mi casi hermana ya lo sabía, Emily le confirmó que traía dos niñas.

 

—¿Qué te ocurre? –me preguntó Chelsea cuando salimos de la consulta del ginecólogo en dirección a una parte del hospital que odiaba cordialmente.

 

—Nada de particular solo que no quiero ir a ver al vampiro, no me gustan los vampiros.

 

—Pero…yo creía que si te gustaban…porque no me lo dijiste cuando te propuse ir a ver la película yo pensaba que tu…me dijiste que…

 

—No, si esos vampiros si me gustan –le dije ante su mirada confundida –de hecho estoy tan interesada en ver la película como tú, los que no me gustan son aquellos pseudovampirillos de tres al cuarto que escondidos detrás de una bata blanca te esperan sentados en una silla con una sonrisa maliciosa y una aguja en la mano.

 

—Ahh ya te entiendo, lo que no te gusta es que te hagan análisis de sangre.

 

—Exacto, es que no entiendo porque tanto análisis, ¿no ha dicho Emily que todo está bien?

 

—Mujer tienen que saber cómo vamos de hierro, de azúcar… vamos... digo yo.

 

—Sí —suspiré resignada —pero es que solo de pensar que me van a pinchar con una aguja –añadí ante la mirada estupefacta de Edward que asistía a nuestra conversación si saber muy bien de que estábamos hablando—.Siempre le he tenido pánico a las agujas –le dije a modo de explicación –y desde muy pequeña he llamado a los encargados de extraerte sangre aprendices de vampiros. Recuerdo que cuando me tenían que poner inyecciones o sacar sangre por algo, el practicante o enfermero me engañaba diciendo que me la iba a poner sin aguja, yo me lo creía y ponía el brazo o el trasero sin problema. Pero claro eso coló los primeros cinco o seis años, luego…fue cuando empecé a llamarlos así –agregué y entonces me fije en la mirada burlona de mi amiga y la sonrisa socarrona de Edward, así que muy digna y enfadada de nuevo, les dejé a los dos plantados encaminándome hacia la sala de extracciones resignada a que me quitaran mi sangre.

 

—Te advierto que luego tengo que reponer fuerzas, así que ya nos puedes invitar a un buen almuerzo –le dije para quedar encima como el aceite.

 

Y así fue pasando el tiempo. Hacía varios días que mi hermana postiza estaba muy pensativa y seria, Edward y yo estábamos preocupados por ella. Pensábamos que se sentía como un estorbo al haber invadido así nuestra intimidad y hacer a Edward trabajar el doble. La verdad es que no conseguíamos coordinarnos en nuestros múltiples antojos y lo malo es que cuando a una se le antojaba una cosa al rato se le antojaba a la otra haciendo a Edward dan múltiples paseos hacia la cocina o…al supermercado. Mi pobre pedazo de hombre no se libraba de una salida nocturna diaria para conseguirnos algún helado de un sabor que no había o algún dulce de última hora, hasta que aprendió la lección y compró helados de todos los sabores y estilos, dulces de todas clases, bollos y galletas sobre todo oreos que eran nuestra especialidad. Numerosas clases de tartas y muchas botellas de vinagre se amontonaban ahora entre la nevera y la despensa. Todos los días al volver del trabajo, pues yo ya estaba de baja al ver que ya no podía más, venía con nuestros frapuccinos en la mano comprados en un Starbucks que había cerca de casa, pero aun así conseguíamos encontrar algo que se nos antojara y que no había. Menos mal que Emmett, buen conocedor de la situación, razón por la que había reaccionado así cuando pensó que iba a tener otro hijo, echaba no solo una mano sino las dos para ayudar a un muy agobiado Edward al cual yo amaba más cada día por su dedicación, por su amor hacia mí, por cubrir no solo mis necesidades sino las de mi amiga con una gran sonrisa puesta en la cara y sin protestar una sola vez. A mí me daba pena verle con esa carita de cansancio que tenía, pero cuando iba darle mimitos esa lastima se convertía en pura lujuria y solíamos terminar…bueno ya se imaginan como. El amor es lo que tiene ¿o no?

 

Chelsea muchas veces lloraba al ver la lata que nos estaba dando y se sentía verdaderamente mal por ser un estorbo hasta que entre todos la consolábamos diciendo que hubo un tiempo en que ella hizo algo hermoso por nosotros que no nos salvó no la vida, literalmente hablando, pero si nuestra relación. Pero de todos modos y como ya digo, últimamente se la veía triste, melancólica, como pensativa. Edward y yo pensábamos que echaba de menos a Carlos, cosa que era muy normal pero nos daba miedo que al sentirse un estorbo quisiera marcharse a vivir sola a algún hotel, cosa que desde luego no se lo íbamos a permitir.

 

—Chicos, ahora que estamos los tres tranquilos me gustaría hablar con vosotros. Tengo un par de cosas que deciros –Edward y yo nos miramos con preocupación, por fin íbamos a saber qué diablos le pasaba.

 

—Chels si estás pensando que…

 

—Un momento Bella déjame hablar por favor. Veréis –nos dijo sujetando algo en la mano –estoy muy agradecida por lo bien que os estáis portando conmigo, pero a veces me siento mal porque me parece que os robo intimidad, aparte del trabajo extra que le doy a Eddie.

 

—Chelsea ya te hemos dicho… —empezó Edward pero ella nos calló.

 

—Quiero haceros un regalo como agradecimiento a todo lo que hacéis por mi –nos dijo poniendo en mi mano dos pedazos de papel que tenía en la suya. Yo los miré sin entender nada pero mis ojos se abrieron asombrados cuando vi lo que era.

 

Yo llevaba tiempo queriendo tener un detalle con vosotros y el otro día me diste la idea cuando dijiste que te gustaría ir a ver ese musical –dijo señalando las dos entradas para Sonrisas y Lagrimas que yo tenía en la mano—. Las he sacado hoy mismo por internet, son para mañana por la tarde. Yo me iré a casa con Rose, ya lo he hablado con ella. Sabéis que Emmet sale de viaje para intentar solucionar el problema que se nos ha presentado. Así qué Eddie –agregó mirando a mi hombre –el musical corre por mi cuenta, la cena por la tuya, llévala a ese lugar que me comentaste el otro día, y luego…bueno eso depende de los dos…la casa es vuestra. Por Rose y por mí no os preocupéis…estamos muy bien protegidas…con tanto guardaespaldas como habéis contratado. Lo que siento es que también estarán tras vosotros quitándoos parte de intimidad…pero por el momento es lo que hay.

 

La verdad es que las cosas se habían puesto de nuevo un poco complicadas. No había vuelto a recibir mensajes extraños en el móvil pero según Jacob, que al final estaba resultando ser un buen aliado, se estaba preparando algo gordo…él pensaba que un nuevo secuestro o incluso otro intento de asesinato y lo peor es que podrían estar implicados los mafiosos más peligrosos de todo Chicago. El interrogante era como habían podido contactar con ellos desde la cárcel, pero la respuesta era obvia, cuando eres un Vulturi o un Cullen los demás se arrodillan ante ti. Otra posibilidad era que  fueran Renata, Heidi o Athenodora las que hubiesen establecido el contacto. Aunque ya no formaban oficialmente parte de la familia seguían siendo unas Vulturi, todo el mundo las conocía pero no tenía porque saber los detalles, aunque estos estaban desperdigados por todos los quioscos de prensa. Ni que decir tiene que mi pedazo de hombre estaba aterrado. Emmett había viajado a Chicago para ver si conseguía sonsacar algo a las detenidas o a las tres brujas expulsadas de la familia. Mi padre ya lo esperaba allí, quizás con su experiencia en interrogatorios consiguieran algo más productivo. Renée se había ofrecido a venir a ayudarnos con el embarazo pero una invitación de última hora por parte de Sulpicia nos salvó de sus experimentos...culinarios.

 

—Muchas gracias Chelsea –le dije toda emocionada levantándome como pude para abrazarla. De verdad que tenía unas ganas enormes de ir a ese musical e iba a proponer que fuéramos los cinco. Chelsea era genial.

 

—Hay otra cosa más –nos dijo cuando Edward se volvió a sentar conmigo en su regazo después de haberle dado su beso de agradecimiento –veréis he estado hablando con Carlos y está de acuerdo conmigo. Ya sabéis que ninguno tenemos familia y… por eso estamos tan a gusto con vosotros, con todos vosotros –dijo incluyendo a los diablos, sus parejas,  mis tíos, mis abuelos políticos y, por supuesto a mis padres – nos habéis acogido como si de una hermana, hija o prima más se tratara y nosotros…no podemos estar más agradecidos. Sé que a veces cuando nos juntamos todas podemos ser cotillas, pesadas, exasperantes, entrometidas, locas…y…volver locos a los demás pero…

 

—Bueno en eso tengo que darte la razón a veces me crispan  tanto que desearía ser hijo único y no tener primos –dijo Edward con un poco de sarcasmo pero yo sabía que en el fondo a veces se sentía de ese modo, pues las chicas eran muy…suyas…demasiado intensas a pesar de que los dos las queríamos  con locura. He de reconocer además, que cuando estaba con ellas yo era exactamente igual,  y lo mismo le pasaba a Rose. La razón…no la sé, tal vez una cierta dinámica de grupo.

 

—Eddie supongo que siempre deseamos lo contrario a lo que tenemos, o lo que no podemos tener –le contestó Chelsea —pero a la larga sabes que puedes contar con ellas y ellas contigo, porque más que familia sois amigos, somos amigos. Formamos un todo, una familia de la que me siento orgullosa de ser parte y sé que siempre estaréis ahí para mí al igual que yo para vosotros. Aun diría más, todos estamos allí para todos. Pero…Bella tú eres para mí, como esa hermana que nunca tuve y quise. Es muy difícil crecer siendo hija única y a la sombra de tu muy perfecta prima sintiéndote  extraña entre todos ellos, diferente. Sé que nos empezamos con muy buen pie debido a las circunstancias pero cuando te demostré mi sinceridad me acogiste como a uno más de tu familia y como digo eres para mí la hermana que nunca tuve y por eso quiero, Carlos y yo queremos, que…tú y Eddie…seáis los padrinos de nuestras hijas…de las dos.

 

—Chels –le dije con lagrimas en los ojos –estaremos encantados ¿verdad Edward? –añadí mirando a mi esposo que a su vez la miraba a ella con ojos cristalinos.

 

—No sabes Chelsea el enorme honor que nos hacéis. Te prometo, no, te prometemos ser los mejores padrinos para tus niñas, nunca les faltara de nada, serán como unos hijas más para nosotros –le dijo Edward todo emocionado al tiempo que nos levantábamos para fundirnos los tres en un precioso abrazo.

 

—Chels –empecé yo a decirle con gran pesar por mi parte –verás…tú serás las madrina de mi próximo hijo te lo prometo pero…de este –añadí tocándome la barriguita –quiero que sean Rose y Emmett. Yo crecí más o menos como tú, siendo hija única en un mundo de hombres. Mi hermano es maravilloso y siempre nos hemos querido y protegido, pero a mí me faltaba esa hermana amiga y cómplice. Cuando Rose apareció, eso es lo que tuve y cuando decidí venir a vivir a España con ellos, me acogió como si fuera su propia hermana, por eso…

 

—No te preocupes Bella, yo ya lo sabía y eso no cambia nada, Eddie y tú  seres los padrinos de mis niñas, Isabella y Marie, y nosotros lo seremos del próximo que tengáis.

 

—¿Isabella y Marie? –le pregunté con la emoción contenida y lagrimas en los ojos, Chelsea le estaba poniendo a sus hijas mi nombre.

 

—Así es Bella, Isabella y Marie –y sin poder contenerme la volví a abrazar. El timbre sonó rompiendo esa burbuja que habíamos formado entre los tres. Edward fue a abrir, eran Emmett y Rose que venían a buscar a mi sobrina ya que se había quedado con nosotros a pasar esa noche, para que Emmett pudiera pedir a Rose perdón como es debido ya que al día siguiente se iba a Chicago.

 

—¿Pasa algo? –pregunto Rose toda preocupada al ver que yo estaba arrodillada al lado de Chelsea y que los tres seguíamos con las lagrimas en los ojos.

 

—Nada malo –me apresuré a aclarar –es que Chelsea me ha pedido que sea la madrina de sus hijas.

 

—¿De los dos? –preguntó Emmett como siempre tan bocazas, no si como dicen por este país no acababa de salir de Málaga cuando se metía en Malagon**

 

—Sí, Emmett sí, de los dos, ya sé que no es muy común ¿pero desde cuando nosotros somos personas comunes?

 

—Por cierto ya que estamos… –empecé cambiando de tema para evitar que mi hermano metiera la pata de nuevo con una de sus maravillosas frases –Edward y yo queríamos que fuerais vosotros los padrinos de Edward junior. Por fin había conseguido convencer a mi hombre de que había que seguir la tradición familiar, tradición que la abuela de Edward había roto  pues pensaba como él, que este tipo de cosas daban lugar a malos entendidos y jaleos, pero ¿qué sería de esta familia sin eso?

 

—O Bella que alegría me das…nos das –dijo Rosalie echándose a mis brazos, gracias, gracias, gracias.

 

—Emmett ¿no dices nada?— le pregunté a mi hermano preocupada ya que se había quedado callado, serio y pensativo

 

—Pues que vas a hacer de mi un hombre maduro y serio…ahora soy padrino y eso es muy importante –dijo como si hubiera desvelado el mayor de los secretos.

 

—Emmett Swan, eso mismo dijiste cuando nació Rossie y sigues tan inmaduro, infantil y payaso como siempre –le dijo Rose enarcando una ceja.

 

—Cariño no hace falta decirlo  así, los niños necesitan que uno se ponga a su altura de vez en cuando, que para gruño…esto…para dar autoridad ya estás…¿tu?, pero que conste que yo te adoro así –se apresuró a decir ante la mirada envenenada de mi cuñada, pero a Rose no le dio tiempo a contestar ya que mis hormonas decidieron ponerse graciosas y me eche a reír a carcajadas al ver la cara de circunstancias que tenían todos. Chelsea me miró y empezó a reírse también. Las carcajadas eran tales que acabamos contagiando a los demás y al final tuvimos que ir las dos al cuarto de baño con bastante prisa, cosa que hizo reír aun más al resto ya que parecíamos dos sumos haciendo carreras. Y así fue como Emmett se libró de que Rose alargara la temporada de vivir en otra habitación, aunque sabía por propia boca de mi cuñada que a ella le había costado mucho más que a él. Rose amaba con locura a mi hermano, aunque a veces la exasperara con su actitud bromista e infantil y, por supuesto, con esa enorme bocaza que a veces sería mejor que utilizara par comer y…otros menesteres. Pero ese era el secreto del amor, amar a alguien con todas sus virtudes y defectos.

 

—No sé que ponerme chicas, con todo me veo gorda y horrible, Edward me va a traer a casa nada más terminar la función ya lo verás, ni siquiera me va a llevar a cenar por miedo a que explote en medio del restaurante.

 

—Que bobadas dices Bella, toma pruébate este azul, es un diseño de Alice y Kate de los que nos regalaron en Navidad, te tiene que quedar bien sí o sí.

 

—Y efectivamente cuando me lo puse me vi hermosa. Era un vestido precioso con un pequeño cinturón que se hacía más o menos ancho según lo requería la tripa dejando el resto suelto de cintura para abajo y ceñido en su parte superior.

 

—Estás muy guapa mi niña –me dijo mi pedazo de hombre cuando me vio bajar las escaleras, el sí que estaba guapo hasta lo imposible con ese traje que le sentaba como un guante y que resaltaba su hermoso culo y sus muslos. Mis hormonas hicieron su aparición y empecé a relamerme de gusto. Madre mía y todavía faltaba una representación y una cena para que pudiéramos volver a casa. Vamos a ver Bella Swan, ya sé que tienes ganas de pillar a este espécimen, llevarlo a la habitación y no dejarlo salir hasta que ambos muráis uno en brazos del otro, pero aquí tu amiga se ha gastado su dinero para que tu vallas a ver una obra que estabas dando la lata por ver y tu pedazo de hombre se ha molestado por hacer el resto de tu noche inolvidable, así que contención, hija, contención.

 

—¿Preparada para nuestra noche especial? –me dijo riéndose al ver cómo le miraba.

 

—Sí preparada –le contesté lo más digna que pude, pero no sé si lo logré ya que se echó a reír a carcajadas, ¿por lo menos le parecía graciosa, gorda, pero graciosa?

 

La primera sorpresa la tuve nada más salir de casa, pues Edward había alquilado una bonita limusina para ir hasta el teatro. Hice todo el viaje acurrucada en su pecho mientras él me iba dando suaves besos allá por donde podía sin dejar de repetirme lo hermosa que me veía y lo mucho que me amaba.

 

La representación estuvo maravillosa, la obra era estupenda y estaba muy bien interpretada. Las butacas que nos había conseguido Chelsea eran las mejores y, quitando algún que otro inconveniente para acomodar la tripa, vimos el musical estupendamente bien. Edward pasó un brazo por mi hombro en una especie de abrazo protector y yo de vez en cuando apoyaba mi cabeza en el suyo. Todo era…perfecto.

 

Salimos del teatro abrazados el uno al otro como si fuéramos una pareja de novios y tan obvios éramos que una pareja de mediana edad se nos quedó mirando con una sonrisa pintada en su cara. Sam y un compañero suyo al que no conocía, nos escoltaron hasta la limusina y entonces Edward me sorprendió de nuevo llevándome al mismo restaurante donde me pidió que me casara con él. Cenamos entre miradas cómplices, las canciones de ópera interpretada por los camareros eran sublimes  y las hermosas palabras de amor que Edward me iba diciendo poco a poco siguiendo el compás de la música pusieron el broche de oro a la velada.

 

—Y para terminar como se merece esta maravillosa noche, ¿a dónde le gustaría ir a mi preciosa diosa?

 

—No habría para mi mejor forma de terminar que en casa, amándonos como locos –le dije con una mirada lujuriosa y llena de deseo –y cuando ya estemos saciados solo quiero dormir abrazada a ti, lo más cerca posible, acurrucada en tu pecho.

 

—Ah pero ¿es que tienes pensado dormir? –me preguntó pasando una mano por mi pecho de forma seductora.

 

—Ummm, depende de cómo te portes Cullen.

 

—los deseos de mi Diosa sor ordenes para mí –dijo llamando al camarero y pasando la cuenta. Salimos al exterior y de nuevo Sam y…Colin…sí creo que se llama Colin, nos llevaron de nuevo a la limusina. Lo cierto es que esa situación me ponía muy nerviosa pero hoy era nuestra noche…nada podría estropearla.

 

Nada más entrar por la puerta de la casa, Edward me tomo en brazos y salió corriendo conmigo hacia nuestra habitación. Empezó a desnudarme sin prisas, dejando un beso en todos las partes de mi cuerpo que iba dejando al descubierto. Con suma ternura y delicadeza se arrodilló y antes de quitarme las medias y los zapatos, empezó a dejar besos suaves en mi vientre y mi niño le respondió con una de sus numerosas pataditas a las cuales ya estábamos acostumbrados. Ambos nos miramos en ese momento recordando aquella vez en que estábamos acurrucados en el sillón viendo la tele y mi precioso bebé decidió hacerse notar. Fue un momento mágico, único y maravilloso en el que los dos terminamos llorando de la emoción.

 

—Os amo mucho a los dos –me dijo sin quitar la mirada verde de mis ojos marrones –sois mi vida entera, la razón por la que vivo. No te puedes imaginar lo mucho que te amo Bella Cullen, y lo mucho que habéis cambiado mi vida tú…y nuestro bebé –me dijo mientras me quitaba las medias y los zapatos dejando suaves besos por mis muslos ahora desnudos. Se levantó del suelo, pues seguía de rodillas, me tomó de nuevo en brazos y me tumbó muy delicadamente en la cama. Se colocó encima de mí, mientras yo como buenamente podía le iba despojando de su camisa, pues la chaqueta se la había quitado él mismo, e intentaba bajarle la cremallera del pantalón. Al ver mi dificultad para hacerlo, dejo un momento los besos y despacio, muy despacio, con intención, para que admirara lo que iba a tener en unos minutos dentro de mí, se fue quitando el resto de la ropa, bóxers incluidos. Me incorporó un poco y sacó mi sujetador dejándome solo con mis braguitas. Me tumbó de nuevo y atacó mi boca con precisión pero con dulzura a la vez, nuestras lenguas se reconocieron al instante y empezaron a danzar mientras nos prodigábamos caricias el uno al otro. Cuando hizo falta respirar, se retiro de mi boca para ir haciendo un camino de besos que comenzaron en el lóbulo de mi oreja el cual lamió y mordisqueó, siguió por mi cuello y mi clavícula hasta llegar a mis senos donde se entretuvo acariciándolos y estimulándolos un rato muy largo, al tiempo que, sacándome las bregas de un tirón pero con delicadeza,  introducía dos de sus dedos en mi interior y con el tercero me acariciaba el clítoris. Cuando ya mis senos estaban duros y erguidos, cambió la lengua por sus manos y con la boca siguió bajando por mi vientre donde dejó un montón de besos, siguió por mis muslos hasta llegar a mis pies los cuales lamió dedo por dedo dejando suaves mordiscos que arrancaban de mi jadeos de puro placer. Subió de nuevo por mis piernas y cuando llegó a mi centro lo atacó sin piedad chupando, mordiendo suavemente el clítoris, entrando y sacando la lengua de mi interior, hasta que arrancó de mí un orgasmo potente y bestial. No sé si sería el amor, el deseo, la lujuria, la pasión o solamente el embarazo pero cada vez que Edward me tocaba sentía tal placer que muy bien podría morir en ese instante y moriría feliz y contenta.

 

No había terminado de recuperar el aliento cuando ya estaba de nuevo sobre mí besando mi boca, mezclando los sabores de ambos. Atendiendo a mi muda suplica, se tendió boca abajo y me posicione sobre él. Empecé dejando un camino de besos desde su oreja, pasando por su maravilloso pecho, disfrute de sus abdominales, de su torso, y llegué hacia mi objetivo que no era otro que su muy erguido, hermoso y dispuesto miembro, el cual introduje en mi boca de un solo envite para luego sacarlo otra vez y repetir la misma operación.

 

—¡Bella…por Diooooosss ¡ ¡madre mía!, no pares preciosa! – me dijo mientras me agarraba del pelo y empujaba mi cara contra él –yo seguía con mi labor introduciéndola en mi boca, sacándola otra vez, lamiendo su glande, rastrillando toda la longitud con mis dientes, para luego tragármela entera otra vez. El daba gritos y gritos de puro placer hasta que vi como se tensaba, como se le agarrotaban los músculos y yo acelere las embestidas, entrando, saliendo, entrando, saliendo, hasta que su agarre en mi cabeza se hizo más fuerte mientras se derramaba por completo en mi boca. Yo me tragué todo su semen sin dejar una gota, chupando y relamiendo su longitud para que quedara bien limpia, cosa que me agradeció despertando de nuevo a la vida. Edward se sentó entonces en la cama y me puso a horcajadas sobre él, besándome de nuevo para mezclar nuestros sabores en un manjar único, original y exquisito,  solo de los dos. Me levantó un poco con todo el cuidado del mundo y muy lentamente me fue bajando introduciéndose dentro de mí al tiempo que nuestras miradas estaban perdidas la una en la otra.

 

—Cabálgame Diosa, baila sobre mi…como solo tú sabes hacerlo –me dijo excitándome más aun de lo que estaba con esas palabras cargadas de lujuria, deseo y amor. Y le cabalgué vaya si le cabalgué. Me encantaba hacerlo. Empecé primero con movimientos lentos y pausados escuchando nuestros gemidos, nuestros jadeos. El deseo se hizo más acuciante, la necesidad aumentaba pidiendo a gritos ser saciada, mis movimientos se aceleraron al tiempo que sus embestidas se hacían más duras, más profundas. Los dos nos tensamos a un tiempo, mi vagina aprisiono su erección ordeñándolo con fuerza, mi vientre se llenaba de fuego liquido y un grito desgarrador se oyó en todo el cuarto al tiempo que caímos sudorosos uno encima del otro.

 

—Te amo Bella, te amo más que a mi vida.

 

—Yo también –alcancé a decirle mientras me cogía en brazos camino del jacuzzi a continuar la noche.

 

—Acércame más a ti –le pedí cuando de nuevo en la cama, nos disponíamos a dormir.

 

—Ven date la vuelta, déjame que te abrace por detrás –y pegada a su cuerpo de tal manera que no podía pasar ni un pequeño resquicio de luz me quedé dormida en sus brazos. De esta manera nos sorprendieron las primeras luces del amanecer, dormidos, uno en brazos del otro, satisfechos, enamorados y felices.

 

Fue así como poco a poco llegamos al final de nuestro embarazo. El viaje de Carlos se retrasó y Chelsea se quedó con nosotros hasta el final. La pobre mujer estaba preocupada por ponerse de parto y que su marido no estuviera aquí, pero yo la animaba diciendo que no se preocupara que eso no iba a suceder, Carlos estaría aquí para ver nacer a sus niñas.

 

Conseguimos por fin coordinarnos en nuestros antojos para inmenso alivio y felicidad de Edward que ahora bregaba él solo con las dos ya que Emmett seguía en Chicago y mi sobrina había cogido una gripe primaveral tan fuerte que no podía ni venir a casa para no contagiarnos, por lo que Rose no podía echarnos una mano en nada.

 

Y aquí estábamos nosotras, despatarradas como siempre cada una en un brazo del sillón tras venir de las clases de preparación para el parto. Edward había subido a ducharse para quitarse el sudor y el cansancio. De repente sentí como un latigazo inmenso me recorría el cuerpo de lado a lado y un charco de agua empezaba a chorrear desde el sillón hacia el suelo. Chelsea me miró asustada pero antes de que pudiera levantase a llamar a Edward ella misma sintió su propio dolor y tuvo su propio charco de agua.

 

—¡Edward, Eddie! –gritamos aterradas las dos a la vez.

 


 

Hola por aquí, ¿Cómo estáis?, de verdad lamento el retraso pero a la vez que con el capitulo he estado enredada con tres historias más. Una de ellas es el OS que acabo de subir, ganador del concurso para Hallowen Cuentos de la Cripta, organizado por Fanfiction Twilight Hispanoámerica y que espero que disfrutéis. La otra, que por cierto también ha ganado un segundo puesto esta vez en un concurso privado organizado por Autoras y Lectoras Deluxe, la subiré en cuanto la haya adaptado a Twilight ya que era con otros personajes.

 

Y yendo a esta historia de nuevo, hay que ver que lastimita de mi Eddie cuanto trabajo con dos embarazadas en casa, pero cuanto amor y dulzura derrochan estos dos ¿no creéis? Y encima se ponen las dos de parto, Emmett de viaje, Carlos de viaje, Rossie mala, ¿qué sucederá?

 

¿Y qué me decís del lado oscuro?, ¿Qué tramaran ahora?, al final el chucho parece que se estaña portando bien, a ver si sigue así. ¿Conseguirán su objetivo?

 

**Salir de Málaga y meterse en Malagon quiere decir algo así como no se ha terminado de arreglar una cosa cuando ya se nos viene otra encima. O en este caso, no ha terminado de solucionar una metedura de pata, cuando ya la está metiendo otra vez.

 

Muchas gracias a todas por vuestros preciosos y apreciados comentarios.

 

Capítulo 23: Capítulo 23: Entre calabazas y turrones Capítulo 25: Isabella y Marie van a tener a Edward

 


 


 
14440142 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10758 usuarios