UNA CITA CASI A CIEGAS

Autor: AlienaCullen
Género: Romance
Fecha Creación: 07/04/2012
Fecha Actualización: 23/02/2013
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 105
Visitas: 76758
Capítulos: 29

Bella Swan nunca pensó que por acceder a regañadientes a los ruegos de su amiga, pasaría un día tan maravillosamente increíble junto a un hombre insaciable.

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Capítulo 21: Luna de miel y las diversas funciones de un helado

DISCLAIMER: Ninguno de los personajes que aparecen en esta historia me pertenecen son propiedad exclusiva de S. Meyer.


 

 

Capitulo 21: Luna de Miel y las diversas funciones de un helado.

 

Edward Pov

 

A pesar de que íbamos cómodamente instalados en primera clase, las excesivas horas de vuelo ya estaban causando los consabidos estragos, piernas entumecidas, dolor de espaldas. Pero todo eso me daba igual, totalmente igual, el mundo se podía caer a pedazos y yo seguiría siendo el hombre más feliz del mundo, aquel que había tenido la suerte de conseguir el amor de Bella Swan, tan solo por eso me consideraba un simple mortal afortunado por el simple hecho de tener a esa mujer dormida entre mis brazos. Sí, definitivamente el mundo se podría caer a pedazos porque yo moriría feliz con Bella Swan, ahora Bella Cullen, entre mis brazos.

 

Con un suspiro de alivio escuché por la megafonía del avión que estábamos cerca del Aeropuerto Internacional Eleftherios Venizelos y tomaríamos tierra en unos minutos por lo que teníamos que abrocharnos los cinturones. Me dediqué a despertar a mi esposa con besos en sus mejillas y boca, susurrándole al oído las palabras que a ella le gustaba escuchar cuando despertaba.

 

—Ya estamos en Grecia mi amor –le dije con una sonrisa, su sonrisa, cuando ella me miro con ojitos somnolientos –tienes que abrocharte el cinturón cariño, deja que yo te ayudo.

 

—Estoy totalmente entumecida, no sé cómo voy a poder moverme.

 

—Bueno…a mí se me ocurre una manera –le dije levantando las cejas de modo sugerente.

 

—Ummmmm, ¿qué sugieres Cullen?

 

—Cuando lleguemos al hotel, nos podríamos dar una larga y relajante ducha –le dije— después nos esperan la Acrópolis y el Partenón.

 

—La verdad es que no puedo esperar a verlos, es el sueño de mi vida, muchas gracias Edward me hace mucha ilusión.

 

—Solo pretendo hacerte feliz amor.

 

—Con tu sola presencia a mi lado ya lo soy.

 

La voz de la azafata que nos ordenaba abrocharnos los cinturones nos sacó de la burbuja en donde, como era habitual, nos habíamos metido. Después de un aterrizaje correcto y sin problemas, recogimos nuestras maletas y salimos a conquistar la capital de Grecia. Lo primero, localizar un taxi para que nos llevara al Meliá Athens en donde habíamos reservado la Suite Nupcial. Nada más entrar por la puerta de la habitación, la cerré, tomé a Bella entre mis brazos empujándola contra ésta y empecé a besarla con pasión. Mis manos no podían estarse quietas y empezaron a vagar por todo su cuerpo con avaricia y ella, naturalmente, no se quedaba atrás. Cuando nuestras ropas acabaron esparcidas por toda la habitación lentamente la fui empujando sin dejar de besarla hasta el cuarto de baño en donde, con mis labios pegados a su boca, comencé la labor de abrir el grifo del agua. Entramos a la ducha en donde nos dimos un largo, refrescante y relajante baño que nos desentumeció los músculos del cuerpo y los puso en forma mientras que nosotros jugábamos a amarnos. Y qué manera de jugar, pareciera que tuviésemos los minutos contados y que el mañana jamás llegaría y que solo tuviéramos el aquí y el ahora para dar rienda suelta a nuestro amor.

 

Después de tomar el tentempié que habíamos pedido al servicio de habitaciones, nos vestimos con ropa cómoda y salimos prestos a conquistar una ciudad que nos recibía con los brazos abiertos. A Bella le hizo gracia que hubiera un tranvía así que, resignado por el numerito que podríamos llegar a formar, subimos a uno que nos llevaba a visitar uno de los restos arqueológicos más importantes del mundo. El viaje en el tranvía tuvo dos momentos cumbres, durante la primera parte del trayecto pegué a mi esposa contra una de las paredes del vehículo para que no perdiera el equilibrio y cayera o se agarrase a….donde pudiese. Y como siempre pasaba, sucedió lo que estaba destinado a suceder, el vaivén del tren provocaba una fricción de mi sexo contra el suyo provocando el despertar instantáneo de mi miembro el cual se levantó pidiendo guerra. El tranvía frenaba y Bella se iba hacia la izquierda, el tranvía arrancaba y Bella se iba hacia la derecha y mi miembro erguido y atento seguía con mucho interés todos sus movimientos, conclusión mis pantalones empezaron a hacerse cada vez más y más pequeños aprisionando esa zona que pedía a gritos su libertad. En cierto modo no lo entendía ya que la manera de frenar y de arrancar de los tranvías era más suave que la de los autobuses o el metro por lo tanto…o lo hacía aposta para excitarme o…mi mujer era el colmo de la torpeza. Pero fuera la razón que fuera a mi me encantaba y no digamos a mi erección. Al final, por fin un asiento quedo libre y mi esposa se lanzó hacia él como siempre, como aquella que se lanza a tocar las partes nobles de ese stripper que te tiene con las hormonas revolucionadas con tanto baile. A ver Cullen ¿qué pensamiento es ese?, aquí el único stripper de esta mujer tienes que ser tu.

 

Por fin conseguimos llegar a nuestro destino donde una Acrópolis tan antigua como el continente en el que estábamos nos recibía majestuosa y erguida.

 

Atenas es una ciudad con una gran riqueza en monumentos y restos arqueológicos, todos ellos situados en el centro de la ciudad: la Acrópolis, El Ágora antigua, el Ágora romana, el Cerámico y el templo del Zeus Olímpico. En primer lugar visitamos la Acrópolis pues a mi esposa parecía que le habían salido alas en los zapatos cual Dios Hermes y esas alas la llevaban hacia allí. Me costó un poco seguirle los pasos pero una tarea más ardua fue ir sujetándola para impedir que cayera de todas la veces que tropezó con cualquier minúsculo obstáculo que hubiese en el camino, pues el monumento en cuestión está situado en lo alto de una cima que, en circunstancias normales, seria cansado y difícil de subir pero con mi Bella y sus prisas hicimos la ascensión en pocos minutos. Pero mientras ella llegaba con unas energías fruto del inmenso estado de excitación por ver aquello, yo llegué con el fuelle oxidado y antes que mis pulmones ya que estos se habían quedado descansando en alguna parte del camino. Pero cuando vi ante mí la inmensa y majestosa estructura me di cuenta de que todo el esfuerzo merecía la pena.

 

Todas las ciudades griegas cuentan con su respectiva Acrópolis pero sin duda alguna la de Atenas es la más representativa. Al entrar en los propileos yo me sentí, y supongo que Bella igual, como si de repente el tiempo hubiera retrocedido a la época en que los griegos eran los amos del mundo. Al lado derecho y frontal se encuentra el templo de Atenea Nike y a su derecha se encontraba el fabuloso Partenón o templo de Atenea paternos (la virgen), un templo construido para esta Diosa tan guerrera como la mujer que tenía al lado y que forma parte del complejo de la Acrópolis. Lo cierto es que encontrarse de repente en un sitio así deja sin palabras a todo el mundo y eso es lo que había entre todas las personas que estábamos allí contemplando todos esos siglos de historia, silencio, un silencio reverente ante la majestuosidad y la belleza de todo lo que estábamos viendo. Bella iba extasiada observando todo con sus hermosos ojos chocolates muy abiertos. Yo iba tomando fotografías de todo mientras mi esposa posaba muy animada junto a las Cariátides que sostenían la tribuna del Erecteión, o la maravillosa estatua de la diosa Atenea, realizada por Fidias, o en el santuario de Artemisa. El problema era que, como era costumbre en ella, no miraba por donde iba y en su vagar de un lado a otro se iba tropezando con cada bicho viviente, columna o estatua que encontraba a su paso, y yo como siempre me pasa con mi mujer, no llegaba juro que lo intentaba pero no llegaba. Bella en ese sentido es como la vida misma, impredecible y cuando pensaba que el coscorrón se lo iba a dar contra una columna, ella para llevarme la contraria se lo daba contra alguna que otra estatua. Hasta las cariátides sufrieron las consecuencias de su torpeza y su hermoso trasero quedó posado en el suelo del Partenón cuando metió el pie en un agujero y al perder el equilibrio cayó sentada sobre éste.

 

—Al menos podrías haberte dado más prisa –me dijo levantándome visiblemente avergonzada— ¿es que no veías que iba a caer?, también podrías haber estado más cerca, vamos digo yo –y yo me callé la boca ayudándola a levantar, cuando Bella se ponía en ese tono era mejor callar porque hicieras lo que hicieras y dijeras lo que dijeras ella siempre llevaba la razón. Mi experiencia de muchos años me mandaba mantenerme en silencio ya que mis diablos eran iguales que ella.

 

Por último visitamos el teatro de Dionisos testigo de las representaciones de los tres dramaturgos griegos por excelencia Sófocles, Aristofánes y Esquilo. Pasamos buena parte de la mañana contemplando extasiados todas las maravillas que se desplegaban a nuestro paso y yo con el trabajo extra de vigilar cual buitre al acecho por donde andaba mi esposa.

 

Comimos unos bocadillos, preparados por el hotel a petición nuestra y que llevamos en una mochila, sentados sobre el suelo de aquel mítico y antiquísimo paisaje. Después nos fuimos a ver el Ágora, centro de la vida social, comercial y política de Atenas. Un sitio en donde se discutían temas de todo tipo y en donde los ciudadanos libres podían acudir a hablar libremente y exponer sus opiniones. Pasamos un buen rato viéndolo todo y tomándonos muchas fotografías, posando en todos los puntos clave como la Puerta Sagrada o Puerta de Dipylon, sin olvidarnos de la Vía Panatenaica por donde se entraba al Ágora. Yo con tan solo ver la cara que Bella llevaba absorbiendo todo lo que veía me daba más que satisfecho de estar ahí y me felicitaba a mi mismo por haberle dado ese llamémosle regalo de bodas.

 

Pasamos varios días en Atenas visitando tanto la ciudad antigua como la moderna ya que no nos podíamos perder de ver la Catedral Metropolitana de Atenas o los barrios de Psiri, donde se encuentra el complejo arqueológico del Cerámico, Thissio y Gazi situados cerca de la Acrópolis y el Ágora. Tampoco podíamos dejar de ver el Complejo Olímpico construido para los juegos que se celebraron allí en 2004. Como tampoco podíamos dejar de admirar las universidades y las distintas construcciones neoclásicas y modernistas. Pasamos unos días maravillosos caminando y disfrutando por aquella ciudad cuna de toda la civilización europea, disfrutamos de sus monumentos, de su gente, de su música y de su gastronomía. El idioma fue nuestro principal impedimento pues ninguno de los dos sabíamos griego pero nos entendimos muy bien utilizando un lenguaje universal y único, el de la mímica. Durante el día paseábamos y conocíamos la ciudad y por la noche disfrutábamos de nuestros cuerpos arropados por el ambiente romántico, mágico y casi mítico en nuestra preciosa habitación del hotel. Días maravillosos que nos tocaba dejar atrás para continuar nuestro viaje por otras ciudades e islas griegas. Fue así que visitamos Tesalónica o El Pireo, Tesalia y Macedonia de donde no podíamos irnos sin conocer el famoso Monte Olimpo, convertido en una reserva natural desde 1938 y, según la mitología griega, morada y casa de todos los dioses. Y naturalmente hicimos los correspondientes circuitos por alguna de las Islas griegas más famosas. Y fue así que llegamos al final de la primera etapa de nuestro viaje. Esa noche nos encontrábamos cenando y disfrutando de nuestra última noche allí en una típica taberna griega.

 

—Muchas gracias Edward, gracias por brindarme la oportunidad de conocer toda esta maravilla.

 

—De nada amor, siempre procurare darte todo lo que pueda y mis medios me permitan ya lo sabes.

 

—Yo solo necesito que me ames, con eso ya tengo bastante.

 

—Lo sé y lo hago, no sabes cómo lo hago –le dije atrapando mis labios con los suyos en un beso tierno y corto ya que estábamos en un sitio público y no era plan de que mi erección comenzase como siempre a gobernar al resto de mi cuerpo. Un camarero se acercó en ese momento y nos preguntó, en griego naturalmente, que íbamos a pedir. Yo le dejé la misión a Bella ya que era una experta en hacerse entender. Bella cogió al camarero de la chaqueta que llevaba y señalando un nombre en la carta dijo…

 

—De estos dos –pero como el camarero no había entendido ni papa, puso dos dedos justo en su cara como si estuviera haciendo el símbolo de la victoria dándole a entender al buen hombre que queríamos dos moussakas. El problema vino a la hora de pedir las bebidas, pero mi Bella tiene recursos para todo y levantándose de la silla, cogió al camarero de la manga de la chaqueta y se lo llevó a la mesa de al lado donde agarró la botella de vino que estaban degustando los pobres integrantes de la susodicha mesa…

 

—De esta de aquí una –dijo señalando el uno con su dedo. A estas alturas el camarero se había cansado de intentar en vano meter alguna palabra aunque solo fuera de canto, gesticular y hacer aspavientos con la mano y, resignado, la dejaba hacer. Yo tenía una ligera idea de lo que el pobre hombre quería decirle, pero Bella cuando se ponía, se ponía y le hacía la competencia a una pila de esas de larga duración. La verdad es que yo me lo estaba pasando pipa. En un momento que Bella, extrañamente, cerró la boca al ver la expresión del hombre…

 

—Vamos a ver señorita, usted lo que quiere es que le traiga dos moussakas y una botella de vino de esta misma marca ¿no es así?

 

—Esto…yo...—balbuceó mirando al camarero como si a este le hubiesen salido cuernos, rabo y tres ojos más ¿si sabe usted mi idioma porque no lo dijo?—preguntó desafiando al hombre con la mirada.

 

—Perdón señorita…

 

—Señora si no le importa –¡bravo! y hace escasamente unos meses se enfadaba porque la llamasen señora y en el autobús la cediesen el asiento ¿entenderé yo del todo alguna vez a esta mujer?

 

—Bueno pues perdón señora pero es que intentaba decírselo y usted no me dejaba, lo siento.

 

—Está bien no pasa nada tráiganos lo que hemos pedido por favor. Vi como regresaba a sentarse a la mesa con el ceño aun fruncido y los brazos cruzados sobre su pecho, al ver mi expresión risueña se me quedó mirando enfurruñada

 

—¿Te estás burlando de mi?, porque la próxima vez haces tú el numerito.

 

—No mi amor yo nunca podría burlarme de ti, me parece divertida la situación nada más.

 

—Pues la próxima vez preguntamos si speaking o no speaking nuestro idioma que quede claro –y yo me eche a reír ante la contundencia de sus palabras. Lo cierto es que en los lugares más concurridos y turísticos era lógico que supieran por lo menos el inglés, idioma que se consideraba universal, pero a nosotros nos encantaba perdernos por la ciudad y comer o cenar en sitios digamos…menos turísticos.

 

Después de cenar regresamos al hotel ya que había que despedirse como es debido de este magnífico país pues mañana partíamos hacia Egipto. Mientras estábamos fuera había mandado que decoraran la habitación con un ambiente romántico, llena de flores y velas de distintos olores. Eso es lo que nos encontramos nada más abrir la puerta, una alfombra preciosa formada por pétalos de flores de todos los colores imaginables que conformaban un camino directo desde el salón hasta el dormitorio. Bella entró en la estancia con la boca abierta, la habitación era ya de por sí muy bella y romántica con una decoración típicamente mediterránea mezclada con el ambiente típico de las islas donde estábamos, y si a eso le sumamos el aire romántico creado por las velas y las flores, la escena era prácticamente irreal. Bella entro en la estancia sorprendida y con la boca y los ojos totalmente abiertos. Yo me puse detrás de ella y empecé a quitarle el pequeño chal que llevaba para protegerse de la brisa procedente del mar. Mientras se lo iba quitando, aproveché para ir arañando suavemente cada pedazo de piel expuesta al tiempo que iba dejando besos húmedos allá por donde mis uñas pasaban. Bella empezó a gemir tan solo con ese toque y se apretó más contra mi espalda. Mi erección ya estaba dando señales de vida y se pegaba contra su trasero demandando toda la atención pero tendría que esperar un poco más. Cuando ya el chal estuvo fuera y colocado en el suelo de la habitación, le di la vuelta enfrentándola a mí y empecé a bajar la cremallera de su vestido poco a poco, dejando que mi dedos rozaran su espalda. Bella apoyo su cabeza en mi pecho y empezó a moverse sugestivamente contra mi pene, el cual dio un respingo de alegría al notarlo. Se separó un poco de mi y empezó a desabrocharme lo botones de la camisa, dejando suaves besos allí donde el botón dejaba mi pecho al descubierto y yo empecé a gemir al mismo ritmo que ella. Después dirigió su mano hacia abajo y tomando mi pene con sus manos por encima de los pantalones empezó a apretarlo de forma suave pero firme, subió hasta la cremallera de mis jeans y los desabrocho bajándolos junto con el bóxer dejando en libertad esa zona de mi cuerpo que siempre clamaba por su atención. Yo no había perdido el tiempo y ya su sujetador y braguitas hacia compañía al resto de la ropa. Empecé a andar dándole suaves empujones para hacerla marchar de espaldas y así llegamos a la cama donde la tumbé con suavidad y reverencia. Con igual adoración empecé a besar todas y cada una de las partes de su cuerpo mientras ella se retorcía y gemía ante mis atenciones. Tomé un bote grande de yogurt griego que había en la mesilla, justo donde había pedido que me lo dejaran. Esparcí por todo su cuerpo el yogurt y empecé a comerlo directamente de ella. De vez en cuando me dirigía hacia su boca y le hacía degustar directamente de la mía el postre típico griego cuyo sabor se mezclaba con el nuestro y ella me recibía gustosa entre gemidos y gemidos de placer. Me detuve como siempre en sus pezones los cuales lamí, chupé y mordisqueé a placer hasta que no quedó un solo resto de yogurt en ellos. Bajé hasta su ombligo en donde introduje mi lengua y empecé a hacer círculos con ella para succionar todo lo que había quedado dentro de ese orificio. Pasados unos minutos llegué hasta su clítoris en donde hice la misma operación bebiendo de su suave néctar mezclado con el del delicioso postre que había vuelto a esparcir por toda esa zona. Después introduje mi lengua en su cavidad. Bella me tenia cogido por el cabello y apretaba mi cabeza hacia ella para lograr más fricción y yo gustoso la complacía. Cuando vi que sus paredes aprisionaban mi lengua, salí de ella, le di la vuelta dejándola boca abajo sobre la cama y fui esparciendo en su espalda, culo y piernas el resto del bote. Me subí sobe ella y empecé a besarla y mordisquearla llevando conmigo cualquier resto del pegajoso alimento que estaba untado sobre ella. Primero fue su nuca, luego su espalda hasta llegar a sus nalgas las cuales bese y adoré metiendo la lengua en su ano, el cual había untado de yogurt previamente con mi dedo, de esa manera penetré por primera vez en ese otro santuario que tambien era mío. Bella pegó un respingo al sentirlo pero lejos de decir algo me dejo hacer al tiempo que sus gemidos se hicieron más audibles. La levanté un poco para poder introducir una de mis manos por debajo y llegué hasta su clítoris, el cual acaricié y pellizque al mismo ritmo que mi lengua entraba y salía de su ano. Bella se pegó mas a mi mano frotándose contra ella y con un grito desgarrador noté como me regaba con sus líquidos. No le dio tiempo a recuperarse del todo ya que sin previo aviso saqué mi mano de su clítoris y me introduje en ella de un solo empellón. La incorporé de la cama para dejarla sentada a horcajadas encima de mí con su espalda pegada a mi pecho y en esta posición empezamos a movernos al ritmo que nuestra necesidad nos marcaba, primero lentamente, luego un poco más deprisa hasta que la embestidas, las caricias que le daba en sus pechos y clítoris y su frotamientos se hicieron violentos haciéndonos estallar en un orgasmo devastador.

 

No tuve tiempo siquiera de recuperar un poco mi respiración cuando mi esposa se había subido encima de mí y me besaba por todo el cuerpo tal y como yo había hecho con ella. Cuando llegó a mí ya más que dispuesta erección tomó el bote para untarla con el resto de yogurt pero cuál fue su sorpresa y su cara de decepción cuando vio que no quedaba.

 

—Esta me la pagas Cullen, no te vas a librar de que coma directamente de ti algún rico postre egipcio, dicen que el café es excelente y muy, muy espeso.

 

–Estoy deseando probarlo amor –pero no me dio tiempo a decir más pues se introdujo de un golpe dentro de mí y empezó a cabalgarme como solo ella sabía hacerlo.

 

Tras un nuevo y agotador orgasmo, separamos como pudimos nuestros pegajosos cuerpos y nos encaminamos a la ducha donde tras una nueva sesión de besos, caricias y sexo arrollador, conseguimos hacer el uso habitual al cual la ducha estaba destinada.

 

—Va a ser un viaje un poco pesado –le dije una vez que estábamos cómodamente instalados en el avión que nos llevaría a Egipto.

 

—Me temo que me van a entrar ganas de hacer pis muchas veces –me contestó mirándome con picardía. Y la entraron vaya que si la entraron, no sé cuantas veces acabamos haciendo el amor el ese cubículo reducido ante la atenta y sospechosa mirada de una azafata que, ya entrada en años, nos miraba con desaprobación.

 

La noche egipcia nos recibió al llegar con un fuerte y caluroso abrazo. Situado en el extremo noreste de África, Egipto es un país de Oriente próximo famoso por su civilización antigua, sus monumentos, las pirámides y la gran Esfinge. Como siempre lo primero que hicimos fue tomar un taxi para que nos llevase al hotel que habíamos reservado. Si el griego ya nos era difícil, no digamos esa lengua árabe pero Bella como siempre tan apañada le sacó al conductor una propaganda del hotel y se la metió por las narices, señalando con fuerza el papel para que el buen hombre entendiera que queríamos ir allí. Azotaba el papel con tanta fuerza que al levantar el brazo le metía al pobre señor el codo por la boca pero ella ni se inmutaba, a eso hay que añadir que no solo le hablaba le gritaba, literalmente hablando le gritaba. Yo estuve a punto de decirle que era extranjero no sordo, pero me abstuve, una vez más me abstuve, llámenme cobarde pero me abstuve. A la vez que le gritaba al pobre hombre que deseábamos ir a ese hotel, un sinfín de protestas y maldiciones salían de su boca porque según ella para ser taxista debería ser obligatorio hablar por lo menos el inglés. Yo no estaba muy de acuerdo, pero de nuevo callé.

 

Después de muchas complicaciones conseguimos llegar al Cairo Marriots Hotel en donde de nuevo habíamos reservado la suite nupcial. Preciosa, era imposible describir tanta belleza, decorada muy al estilo del ambiente imperante en esas tierras, la habitación tenía un aire exótico que nos transporto a una tienda de campaña instalada en medio del gran desierto de Sahara. Un enorme jarrón con flores nos estaba esperando en el recibidor de la lujosa habitación junto a una cesta con frutas del país a cada cual más exótica y mi mente calenturienta se imaginó comiéndolas encima del cuerpo de mi esposa. Y parece que ella empezó a pensar lo mismo ya que mirándome pícaramente agarró la cesta con la mano y salió corriendo en dirección a la habitación en donde una vez más nos quedaos impresionados con tanta belleza. Un sinfín de cojines de estilo árabe adornaba la inmensa cama que presidia la estancia.

 

Después de pedir al servicio de habitaciones que nos subiesen la cena, al final nos terminamos dando un festín con las frutas de la cesta, valla si nos lo dimos. Nuestros cuerpos pegajosos y saciados acabaron de nuevo en una bañera inmensa que hacía a su vez las veces de jacuzzi. Nos quedamos medio dormidos dentro de ella hasta que la frialdad del agua hizo que me despertara. Cogí en brazos a mi mujer y la llevé hasta la cama donde dormimos como dos bebés durante toda la noche.

 

Al día siguiente vestidos con ropa cómoda nos dispusimos a visitar uno de los monumentos más famosas de Egipto. Situada a unos veinte kilómetros del El Cairo la Necrópolis de Menfis se alza majestuosa en la meseta del mismo nombre. Con el mismo respeto y adoración con que Bella disfrutó de la Acrópolis disfrutaba ahora de esta maravilla del mundo, porque en verdad era una autentica maravilla. Visitamos las pirámides de Keops, Kefren y Micerinos con un silencio, una reverencia y una emoción contenidas teniendo siempre en cuenta que el fin inicial de estas magnificas construcciones eran ni más ni menos que dar sepultura a los faraones de la cuarta dinastía. Era imposible verlo todo en un mismo día, no en vano la construcción abarca 160 kilómetros. Estuvimos por lo tanto varios días disfrutando de ese viaje al pasado y tomando muchas fotografías de todo, mientras Bella como siempre se iba tropezando extasiada con cada piedra o montículo que se encontraba.

 

No podíamos olvidarnos por supuesto de visitar la Gran Esfinge de Guiza situada en la ribera occidental del río Nilo formando también parte de esta gran necrópolis. La escultura mide así como veinte metros y por eso me fue muy difícil fotografiarla entera pero lo conseguí, vaya si lo conseguí.

 

Durante todos esos días en que estuvimos por allí, la ciudad de Guiza nos acogió con gusto y perdidos por esas calles típicas del país, degustamos y saboreamos los platos típicos egipcios.

 

Visitamos también el famoso museo de El Cairo donde se encuentra el fabuloso tesoro de Tutankamón y fuimos a Luxor, Karnak, el Valle de los Reyes y luego nos desplazamos hacia la costa del Mar Rojo, hacia la península del Sinaí. Fue un precioso viaje de ensueño que como todo lo bueno tiene que acabar y ahora nos encontrábamos disfrutando de un delicioso puré de berenjenas con ajo y unas albóndigas de cordero en uno de los restaurantes típicos del Sinaí lugar donde terminaba nuestro viaje. Cuando llegamos a la habitación del hotel, Bella cumplió su promesa y regó todo mi cuerpo de zahib una bebida considerada bebida de dioses. El zahib tiene un alto contenido de alcohol por lo que Bella después de lamer y beber mi semen mezclado con ese néctar, se sumergió un estado tal de embriaguez que hizo cosas con mi cuerpo que jamás, pensé que nadie pudiese hacer. Regó toda mi enorme erección con el liquido elemento y se la tragó por entera, mordiéndola, saboreándola, degustándola, arrancándome gritos y gemidos de placer hasta que un orgasmo tan potente como lo era la lujuria en sí provocada por la embriaguez del alcohol y todo el amor que le profesaba, arrasó con todo mi sistema nervioso. Por supuesto yo aturdido por su belleza, por la bebida, por su olor a mujer y a sexo, le devolví el favor bebiendo el delicioso zahib directamente de su centro, de sus pechos, de su ano, de su ombligo, y en general de todas y cada una de las partes en donde el líquido se instalaba. La penetré lenta y amorosamente, mientras nos movíamos cada vez un poco mas deprisa, nos quedamos mirando a los ojos diciéndonos con ellos lo mucho que nos amábamos, lo mucho que habíamos disfrutado de este viaje. Cuando el orgasmo nos envolvió nos prometimos amor eterno y una vida llena de dicha y felicidad.

 

A primera hora de la mañana cogíamos de nuevo un avión que nos llevaría al otro extremo del mundo, a Chicago en donde íbamos a pasar unos días antes de incorporarnos a nuestros trabajos.

 

Esme y Carlisle nos estaban esperando en el aeropuerto de Washington pues habíamos quedado allí con ellos.

 

—¿Qué tal hijos? –nos abrazó Esme tan maternal como siempre.

 

—Maravilloso ha sido totalmente maravilloso.

 

—Igual que nosotros –dijo mi padre saludándonos a su vez.

 

Después de tomar un tentempié en la cafetería del aeropuerto nos embarcamos con rumbo a Chicago y fue una experiencia aterradora. No es lo mismo imaginarse a tus padres, teniendo relaciones sexuales que saber a ciencia cierta que estaban encerrados en el servicio del avión haciéndose miembros de honor del club de las alturas, claro que antes nosotros también habíamos pasado por ahí. No sé si era la emoción del peligro o que el deseo que sentía por Bella era inmenso, pero necesitaba estar sumergido en su cuerpo a cada segundo, ella era mi oasis, el lugar a donde regresaba tras un largo viaje por el desierto y nunca mejor dicho ya que regresamos de allí.

 

En Chicago nos esperaban los diablos, mis tíos, Chelsea, Carlos, Rose, Rossie, Emmett y los padres de Bella. Estos siete últimos habían viajado hasta allí para compartir esos días con nosotros. Las mujeres de la familia Vulturi/Cullen/Swan nos recibieron como era costumbre en ellas, dando voces, pegando saltos, haciendo un corro y escandalizando al personal. Un niño empezó a llorar a la izquierda mientras que por la derecha venia el consabido guardia directo como siempre hacia Esme.

 

—Señorita…—Señora sino le importa –contesto muy ofendida y mostrando su alianza. ¡Bravo! por ella, otra que hacía dos meses reclamaba su estatus de soltera y ahora se enfadaba ¿alguien las entendía?, desde luego una mujer era uno de los secretos mejor guardados de la humanidad.

 

—Y nosotras también somos señoras –dijo Rose muy seria señalándose a ella misma, a Bella, a Renée, a Chelsea, a Kate y a Sulpicia. Mi tío Aro se sujetaba de los hombros de Garrett muerto de la risa, mientras que Carlos y el jefe Swan no sabían dónde colocarse. Carlisle y yo observábamos la escena con una sonrisa en los labios.

 

—Bueno pues señoras…

 

—Pero nosotras dos si somos señoritas que conste, somos las dos únicas que quedamos pero, muy a nuestro pesar, seguimos siendo señoritas –dijo Alice muy seria cogiendo del brazo a Irina y mirando ceñuda a Jasper y a Laurent que no sabían si reír o estar serios.

 

—Y yo soy una niña ¿es que no lo ves? –hala la pequeñaja también tenía que intervenir. Los genes que hacían de las suyas.

 

—Señoras, señoritas, caballeros, niña…da igual, lo que quería decirles es que…ufff déjenlo, circulen por favor –terminó diciendo el guarda de seguridad totalmente desesperado.

 

Y con esa enorme habilidad de todas ellas para evitar las broncas policiales salimos de aquel aeropuerto rumbo a la mansión Cullen. Estuvimos cenando en la gran casa entre risas, bromas y chistes. Les contamos de nuestro viaje y escuchamos el de Esme y Carlisle. En un momento determinado en que las mujeres se sentaron juntas y empezaron a hablar en un aparte pero a voz en grito, salió a relucir el yogurt griego y el zahib al tiempo que Esme nos hablaba de no sé que tipo de helado y demás delicias típicas del lugar donde habían estado. Nos tocó entonces el turno a Carlisle y a mí de mirar hacia otro lado ya que Bella le dijo muy seria a Esme que eso del helado ella tendría que probarlo.

 

La cena terminó y cada mochuelo se fue hacia su olivo a excepción de Rose, la niña, Emmett, Charlie y Renée que se quedaron a dormir en la mansión. A eso de las tres de la mañana el sonido del móvil anunciado un mensaje entrante nos despertó ya que Bella lo tenía programado para que insistiese si no lo cogía a la primera. El mensaje era de lo más extraño:

 

Jasper y yo hemos discutido porque me quiero casar y el dice que es muy pronto, estoy embarazada. Jasper se ha enfadado acusándome de presionarle con un bebé y se ha marchado de casa. Por favor venid, me encuentro muy mal. Alice

 

Bella salto de la cama como un resorte al tiempo que la puerta de nuestra habitación era golpeada estruendosamente. Las demás mujeres también habían escuchado el mensaje y de pronto una enorme tormenta estalló entre las paredes de esa enorme casa. Los siguientes minutos fueron de un estrés impresionante, nuestras mujeres iban y venían por toda la casa dando órdenes, gritando y hablando por el móvil con las demás que habían recibido el mismo mensaje. Nosotros nos reunimos en la cocina con cara de circunstancias, sin entender nada y somnolientos. Bella entró en ella y nos dejo con la boca abierta.

 

—Esme ¿hay helado suficiente o llamo a que lleven algo las demás?, ya sabes que somos muchas y lo vamos a necesitar.

 

—No sé cuanto quedará, míralo si haces del favor, de todos modos ya llamo yo a Sulpicia, tu llama a Kate.

 

Bella entonces rebuscó en el congelador y sacó lo menos tres o cuatro botes grandes de helado y los metió en una bolsa de estas que conservaban el frió y los alimentos congelados ante nuestra mirada estupefacta. Cogió el móvil y habló con Kate.

 

—Kate, mira a ver el helado que aquí solo hay cuatro botes –dijo saliendo a toda prisa de la cocina.

 

Y entre unas cosas y otras las cuatro desparecieron por la puerta de la mansión dejándonos anonadados. Mi padre hizo entonces la pregunta del millón.

 

—¿Alguien sabe la función tan primordial del helado en los momentos de crisis de las mujeres? –preguntó y yo le respondí encogiéndome de hombros.

 

—Yo llevo años intentando averiguarlo –aseguró Emmett muy serio.

 

—Yo llevo unos cuantos más que tu y creo que me iré a la tumba sin saberlo –dijo Charlie.

 

—Si es uno de los grandes misterios de la humanidad, mas grande aun que la razón de los ejem, los aja, los asiques, y los silencios estruendosos —dijo de nuevo Emmett con cara de resignación.

 

-Y lo peor de todo es cuando al tiempo que se inflan de helado, se ponen a llorar como magdalenas viendo alguna de esos dramones románticos y soporíferos, afirmando que nadie las comprende -añadió Charlie.

 

—¿Y qué me dices cuando una quiere ir al lavabo y al final van todas juntas?, luego uno tiene que acabar yendo a por ellas porque se olvidad de regresar -volvió a decir Emmett.

 

—Ese es otro gran enigma.

 

—Y hablando de enigmas no concibo que Jasper se haya comportado así ¿alguien lo entiende?, si está loco por mi hija.

 

—Yo le he intentado llamar dos veces pero no coge el móvil, aparece fuera de cobertura –dije yo —siempre lo desconectan para dormir –añadí –a lo mejor se le ha olvidado encenderlo.

 

—O a lo mejor no quiere que lo molesten.

 

—¿Qué habrá pasado?, que Dios me perdone por lo que voy a decir pero Alice a veces es tan...Alice seguro que lo ha sacado de quicio.

 

—Pero eso no es excusa Edward –dijo mi padre muy enfadado –él ya sabe cómo es Alice.

 

Le iba a replicar pero el timbre de la puerta sonó. Me acerqué a abrir y allí estaban unos somnolientos y confundidos, Aro, Carlos, Garrett y Laurent.

 

—He llamado a Jasper y no hay modo de que lo coja —dijo Garrett.

 

—Yo también lo he intentado –apuntó Laurent, no lo entiendo si está loco por ella ¿qué habrá pasado?

 

Me levanté para preparar café pues pensé que lo íbamos a necesitar. Por lo menos era más lógico tomarse un café a esas horas que no atiborrarse de helado, vamos digo yo. Pero de nuevo sonó el timbre.

 

—Ya voy yo –dijo Carlisle –a lo mejor es Jasper a ver si nos enteramos de algo.

 

Pero a los dos segundos la cocina se llenó de las personas más insospechadas y menos bienvenidas que conocíamos. Detrás de ellas apareció un confuso Carlisle.

 

—Nos hemos enterado que estáis solitos y hemos venido a haceros compañía, dijo Renata quitándose el abrigo y dejándonos ver que debajo de él no llevaba….¿nada?

 

Con la boca más abierta que una puerta sin cerrojo nos quedamos mirando como aquellos engendros de mujer se iban quitando los abrigos una tras otra quedando completamente desnudas ante nuestros ojos. Junto a mis dos primas y a mi tía y su poca vergüenza, se encontraban Jane y ¿Maggie?, si Maggie aquella amiga de mi hermana que me tenía tan harto como la mismísima Tanya.

 

—¿Se puede saber que estáis haciendo? –dijo mi tío Aro muy furioso. Pocas veces mi tío se enfadaba pero cuando lo hacia temblaba hasta el misterio pues se transformaba completamente de un hombre sencillo y pacifico en un cruel y sediento vampiro, pero ninguna de ellas se amedrentó.

 

—Ya os hemos dicho que hemos venido a haceros compañía –dijo una muy seductora, o al menos eso pretendía, Heidi acercándose a mí y poniendo su mano en mi erección. Pero ésta solo respondía ante Bella así que permaneció sin inmutarse quieta y callada mientras que yo con todo el asco del mundo le quitaba la mano de ahí a la zorra. Pero no lo hice a tiempo ya que una muy enfurecida Bella entro en ese momento en la habitación seguida de las demás y un muy confuso y aterrado Jasper. Tomó a Heidi de los pelos tirándola al suelo y arrastrándola por él hacia la entrada de la casa donde fue empujada hacia la calle desnuda como estaba con su abrigo encima de ella. Y a pesar de las circunstancias y del follón que, sin comérnoslo ni bebérnoslo teníamos encima, mi erección al ver como mi mujer defendía con esa bravura su territorio comenzó a erguirse dispuesta para la acción. A lo mejor dentro de un rato...cuando se le pasase el enfado...uffff difícil lo veía yo esta noche. Las demás zorras siguieron su mismo camino cortesía de las demás mujeres. Mujeres que, muy enfurecidas, entraron de nuevo en la cocina.

 

—¿Se pude saber qué coño estaban esas mujeres haciendo aquí?

 

—¿se puede saber qué diablos hacia Heidi con su asquerosa mano puesta en tu miembro?, ¿se supone que ahí solo toco yo Cullen?

 

-Bella...verás...yo...si hubieras mirado bien...

 

-A callar Cullen, mejor te callas -me ordenó Bella mientras Irina hacía al mismo tiempo una pregunta importante y crucial.

 

—¿De quién fue la idea de mandarnos ese falso mensaje para que acudiéramos en ayuda de Alice mientras aquí montabais la orgía padre?

 

Pero no nos dio tiempo a contestar tantas preguntas juntas ya que todos los móviles comenzaron a sonar con un mensaje entrante. Lo cogí y bien sabe dios que hubiera preferido no cogerlo pero Bella me obligó.

 

Hola mi amor, sé que estás en la ciudad, ¿Por qué dejas a la mojigata de tu mujer y te vienes a casa?, te estoy esperando con un buen baño caliente y totalmente desnuda.

 

Bianca

 

En el móvil del todavía sorprendido Jasper rezaba el mismo mensaje pero esta vez firmado por…María.

 

Mensajes similares firmados por diferentes mujeres aparecían en los móviles de los demás

 

—¿QUE COÑÓ ESTÁ PASANDO AQUÍ? –Bramaron todas a la vez

 

Y nosotros tragamos en seco pues no teníamos ni idea.

 

—Chicas sacad el helado que tenemos noche para rato.

 

Y ya íbamos otra vez con eso.


Hola a todas ¿como estáis? Unas pocas palabras para agradeceros de corazón los hermosos comentarios que me vais dejando. Ojala pudiera contestar a todas una por una pero ahor mismo me es imposible. Muchas gracias de corazón.

 

Capítulo 20: Hasta que la muerte nos separe Capítulo 22: Vestidas para matar y amanecer de chicas

 


 


 
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